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La hermana Marita 2

Este relato es la continuación de este otro:
http://www.poringa.net/posts/relatos/5520005/La-hermana-Marita.html

Después de nuestra inesperada primera vez, la hermana se quedó avergonzada. Medio que trató de evitarme pero era imposible no hablarme, ya que yo vivía en la casa de la iglesia y tocaba en el ministerio. Luego de un tiempo ella volvió a charlar conmigo normalmente. Y bueno, yo tenía novia y follaba con mi suegra, la hermana Marita no me parecía atractiva, así que la dejé en paz. 
Pero una tardecita, ella estaba saliendo de trabajar y yo llegando de la universidad, nos encontramos en la entrada de la casa, que era la salida de los fundos de la iglesia y ella me paró para darme un aviso del pastor. Charlamos un poco y ella actuaba normalmente, era como si nunca hubiésemos cogido. 
No sé que me pasó, ella ni siquiera estaba con una ropa bonita ni nada, pero hacía un par de días que yo no cogía y me dieron ganas, entonces le pregunté si no quería pasar un ratito a charlar. Ella entendió, se quedó un poco incómoda. Pero yo fui rápido y le dije que quería mostrarle unas nuevas rayaduras qué había en el techo y no sé más que. Entonces ella se animó a entrar y tras mostrarle un par de cosas para fingir yo la abracé por atrás y ella me dijo: Hermano que haces? La extrañé. Mis manos fueron a sus pechos y mi boca a su cuello. 
Ella me decía que paré ya, pero no le hice caso. Solo una rapidita hermana, para que vaya feliz a su casa, y yo me quede contento aquí. Ella insistía que no y que no, que estaba mal, que no podíamos, que alguien podría notar, pero en poco tiempo ya la estaba besando contra la parede tratando de sacarle la ropa. 
Sos muy atrevido, usted se pasa hermano. Tanto insistí que ella permitió, diciendo que sería la última vez y que después le debía dejar en paz. Acepté con la condición de que lo hiciéramos bien rico. 
Ella no quería ir a la cama por miedo de que alguien nos viera, ya que la cortina era delgada y un poco transparente, pero insistí que nadie nunca caminaba por aquél lado de la casa y me dejó desnudarla casi completamente. Solo se quedó con el calzón. 
Estaba avergonzada, pero también muy caliente. Estaba mojada. Pero cuando traté de chuparla ella se quedó sorprendida y trató de impedirme. Yo insistí. Saqué su bello calzón, un cachetero morado de encajes (que yo guardé como recuerdo por mucho tiempo después de ese día). 
Marita no quería dejarme chuparla, decía  que había estado todo el día en el trabajo, sin bañarse y yo le dije que no me importaba. Insistí hasta que logré. 
Tenía un olor fuerte a hembra y era bien peluda. Yo hice mi trabajo con esmero y la hice venir en mi boca, más rápido de lo que esperaba. 
La penetré en la posición del misionero y Marita volvió a venirse abrazándome con brazos y piernas. Ahora lo sorprendido era yo. Aquella mujer era un volcán. Y no cuidaba sus chillidos. Yo la tuve que tapar la boca. La hermana recibió verga un buen rato, hasta que le pedí que se ponga en cuatro. Ahí fue cuándo se cortó un poco. Aún tenía sus pudores, pero con insistencia se dejó y una vez en cuatro, le pregunté cuánto hacía que no chupaba una verga. Ella se sorprendió con mi pregunta y se quedó roja de vergüenza, por lo visto hacía bastante tiempo. Yo le dije que ella me iba a hacer y ni siquiera se resistió mucho. Solo se quejó de que le había recién sacado de la vagina. Pero usted es limpiecita hermana Marita. Y así me chupó la verga en cuatro. Ay hermana usted me va a hacer venir. 
Se notaba que lo hacía con empeño y cuánto más la elogiaba, mejor se esforzaba y no me quedó de otra que llenarle la boca de leche. 
Lo único malo fue que después de eso ella se levantó para escupir en el baño y ya no quiso continuar. Y yo por pelotudo me quedé con las ganas de penetrarla en cuatro y por ahí hacerle la cola. 
Después de ese día ella me mensajeó que ya no lo hiciéramos y que además le devolviera el calzón. Yo nunca se lo dí. Fue la última vez que follamos, porque pasado un tiempo yo me cambié de casa. 

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