Series de Relatos Publicados (Click en el link)
De Princesa a Puta.
Cuando Marcos vio entrar a esa rubia de grandes ojos azules, se acordó del velador de su madre que intentó reparar. El muy maldito le dio una potente patada, un chispazo que lo dejó con los vellos erizados y el corazón desbocado. Esa hermosura, de paso sencillo pero elegante, sin altanería, le causó el mismo efecto. Fue un golpe tan repentino como aquella descarga eléctrica.
¿Estaba viendo un ángel o una diosa griega? La luz del sol, que se colaba por las grandes ventanas del salón, perseguía a esta preciosa ninfa; sus dorados cabellos resplandecían. Marcos sintió la imperiosa necesidad de besar esos delicados labios. Se considera atractivo y pasa el suficiente tiempo en el gimnasio como para estar en buena forma, si se lo propone, tal vez tenga una chance.
Sus sueños empezaron a desvanecerse cuando vio que un hombre se acercaba a esa princesa. Parecía tener unos veinte años, al igual que ella. Marcos quiso creer que ese sujeto era un hermano o algún primo… pero la tomó de las manos y le dio un cálido beso en la boca. La feliz pareja avanzó por el salón hacia donde estaba Marcos. Ella lucía un tenue rubor que la hacía ver incluso más bonita. A Marcos se le comprimió el pecho cuando su ninfa sonrió.
―Hola, soy Alina. Él es mi novio, Santiago.
―¿Alina? No sabía que los ángeles tenían nombres tan lindos ―dijo Marcos, con una sonrisa que evidenciaba seguridad; pero sin perder el toque de profesionalismo que exige este negocio.
A Santiago no le hizo mucha gracia el piropo, frunció el ceño y estuvo a punto de emitir una queja, cuando escuchó la risita de su novia.
―Muchas gracias ―respondió ella, el rubor de sus mejillas se hizo más intenso―. Nos dijeron que teníamos que hablar con usted para alquilar el salón. ―Señaló todo el espacio a su alrededor, era inmenso y estaba prácticamente vacío, a excepción de un sector donde había mesas con distintos decorados.
―Así es. Me llamo Marcos. Yo me encargo de las reservas del salón. ¿Y puedo preguntar qué tipo de evento tienen en mente?
―Un casamiento ―dijo Alina, agachó la cabeza para ocultar la sonrisa de felicidad que se dibujó en sus labios―. Santiago y yo nos vamos a casar dentro de poco.
―¿Te vas a casar tan joven? ―La pregunta estuvo dirigida a Alina, como si su novio no estuviera allí. Este fue su primer desliz fuera de la etiqueta profesional. Sabía muy bien que, al tratar con parejas, debía dirigirse al hombre. Por una simple razón: para que no creyeran que estaba coqueteando con la novia―. Espero que estés muy segura de eso, especialmente teniendo en cuenta que sos una mujer tan linda.
―¿Y eso qué tiene que ver? ―Alina no entendió por qué de pronto Marcos estaba tan preocupado por su vida personal.
―Tiene mucho que ver. Siendo tan hermosa podrías conseguir cualquier pareja que quisieras. Incluso hasta podrías cambiar de pareja tantas veces como te dé la gana, nunca te faltarían ofertas. ¿Nunca pensaste en llevar una vida sin estar atada a nadie y poder tener sexo con quien quieras, cuando quieras?
―Hey, flaco ―interrumpió Santiago―. Me parece que te estás pasando de la raya…
―Santiago ―dijo Alina, sin levantar el tono de su voz―, no necesito que vos me defiendas, yo puedo hacerlo solita.
―Eso me gusta ―aseguró Marcos―, una chica independiente, que no hace todo lo que el marido le dice. Vi muchas chicas hermosas como vos sometidas a una vida triste y amargada, por haberse casado con un boludo que no es capaz de satisfacerlas sexualmente.
―¡Hey! ―Exclamó Santiago, rojo de rabia―. ¿Qué mierda te pasa, flaco?
Sin embargo Marcos ni siquiera lo miró, se mantuvo firme, mirando fijamente esos preciosos ojos azules.
―¿Estás muy segura de que querés pasar toda la vida atada a este tipo?
―Sí ―respondió Alina, sin dudar―. Porque lo amo. Él me hace feliz. Me trata como a una princesa.
―¿En la cama también? Porque conozco muchas “princesas” que prefieren que en la cama las traten como putas.
―¿A quién le dijiste…?
―¡Yo no soy ninguna puta!
Santiago se quedó mudo al escuchar la exclamación de su novia. Ella tenía un carácter tan dócil que nunca elevaba la voz. Alina estaba roja de furia.
―¿Cómo lo sabés? ¿Te cogiste a otro tipo aparte de este?
―Flaco, me estás hartando ―Santiago lo señaló con un dedo, amenazante―. Vamos a terminar mal. ¿Querés que llame a la policía?
Pero Marcos lo ignoró. Mantuvo la mirada fija en los impresionantes ojos azules de Alina. Luego agregó:
―¿Acaso tu novio tiene la pija bien grande? Es la única forma en que podría entender que una chica tan preciosa como vos considere casarse con un tipo como este. Si al menos te va a coger bien, con un pedazo de verga bien grande… ok, lo entiendo. Y eso lo respeto. Pero si es un pitocorto, estás cometiendo el peor error de tu vida.
Alina frunció los labios y apartó la mirada. Santiago se quedó boquiabierto, no podía creer que ese tipo fuera tan impertinente. Había recibido comentarios hirientes, no era la primera persona que insinuaba que Alina estaba muy lejos de “su nivel”; pero Marcos lo dijo con un descaro brutal. Miró a su novia y esperó a que ella lo defendiera.
―El tamaño no importa ―dijo Alina, claramente avergonzada―. Amo a Santiago porque es muy cariñoso conmigo.
―Así que tu novio la tiene chiquita. ¿Alguna vez probaste una buena pija? Una buena en serio. ¿Te acostaste con alguien que supiera coger de verdad? Con alguien que te de con todo durante largos minutos.
―Solamente estuve con Santiago ―ella frunció el ceño, por verse obligada a contar detalles de su vida íntima.
―Entonces te sugiero que antes de casarte pruebes alguna buena verga. Podrías cambiar de opinión. Incluso puede que te ahorres el trámite del divorcio. Y no te lo tomes como un ataque, Alina. Te digo esto porque sos la mujer más hermosa que vi en mi vida. Nunca te van a faltar ofertas de amantes. Podrías llevar una vida sexual muy activa y disfrutar de pijas de todos los tamaños y colores.
―¿Y qué te hace pensar que quiero esa clase de vida? Además, no necesito probar ningún pene para estar segura, quiero casarme con él porque lo amo. El sexo no es tan importante en una relación.
El corazón de Santiago se llenó de alegría. Él podría mostrarse violento y enojado con ese tipo tan impertinente; pero eso no cambiaría mucho. Lo más importante eran las respuestas de su novia. Es consciente de la belleza de Alina, pero no la eligió como pareja solo por eso. Se enamoró de su dulzura, de su amabilidad. Le encanta que Alina no lleve una vida alocada, ni siquiera le gusta salir a bailar con amigas. Ella solo quiere estar tranquila. Nunca usa ropa provocativa y se avergüenza si un hombre la mira con lujuria. Alina no anda por la vida persiguiendo braguetas.
―¿Estás segura? ―Insistió Marcos―. Porque vi más de una chica con cara de santa, que al final resultaron ser tremendas putas. Deberías probar una buena verga…
―¡Yo no soy así! Y ya te dije que no voy a probar nada.
―¿Por qué? ¿Tenés miedo de que te guste una verga que no sea la de tu novio? ¿Tenés miedo de que yo tenga razón? Porque estoy seguro de que si probás una buena pija, no vas a querer casarte.
―Estás diciendo boludeces ―increpó Alina―. Mirá si voy a dejar al hombre que amo, por probar una buena pija.
―¿Ves? Al decir “probar una buena pija” ya asumís que la de tu novio no lo es. ―Alina se quedó helada, no había medido bien sus palabras―. Con esa boquita debés hacer muy buenos petes.
―Ya te estás pasando, pelotudo ―las palabras de Santiago resonaron en el amplio ambiente del salón y fueron ignoradas por completo.
―Yo no hago esas cosas ―ella volvió a su actitud de enojada y ofendida―. Y aunque lo hiciera, eso no me haría cambiar de opinión con respecto a mi novio.
Santiago estaba dolido por el rumbo que había tomado la conversación, pero al menos su novia lo seguía defendiendo con vehemencia.
―Si querés me puedo ofrecer como voluntario para que pruebes un buen pedazo de carne ―dijo Marcos, agarrándose el bulto, que había crecido considerablemente.
―Tenés demasiada confianza, infeliz ―dijo Alina, sin poder apartar los ojos de ese paquete.
―La que tiene demasiada confianza sos vos, querida ―Marcos la miró con una sonrisa socarrona―. Creés que vas a ser siempre la “esposa fiel”, y dentro de dos o tres años te vas a arrepentir de haberte casado, porque no vas a poder probar cosas nuevas. Te dije que ofertas no te iban a faltar, y yo te ofrezco ésta ―una vez más se agarró el bulto, ya la tenía completamente dura dentro del pantalón―. Dale una chupadita y vas a descubrir un mundo nuevo.
―Pff… sos un imbécil ―Alina se cruzó de brazos―. ¿Acaso pensás que me voy a volver loca por darle una chupada a tu verga?
―Puede ser… y te aseguro que la mía es más grande que la de tu novio.
A Santiago se le llenó la cara de colores; pero no quería intervenir, confiaba en Alina. Ella pondría a ese imbécil en su lugar.
―Sos un tarado.
―Creo que tenés miedo ―la provocó Marcos.
―¿Miedo de un pene? ¿Por qué le tendría miedo?
―Porque te puede gustar. Y mucho.
―¡Ja! Qué ridículo que sos. ¿Sabés qué? ―dijo Alina―. Probemos ―Santiago casi se dislocó la mandíbula. Sintió cómo sus piernas se aflojaban. ¿Había escuchado bien?
―¿La querés probar? ―Preguntó Marcos.
―Dale, a ver si ahora sos tan “machito”. Te voy a demostrar que una verga no es para tanto. Algo tan insignificante no me va a hacer cambiar de opinión sobre mi novio. Lo amo y lo voy a seguir amando.
―Está bien ―Marcos estaba a punto de saltar de alegría. Esa preciosura estaba dispuesta a chuparle la verga. Aún así mantuvo la calma―. Arrodillate y mostrame qué tan buena sos haciendo petes… estoy seguro de que tenés un talento natural para chuparla.
Alina miró a su novio como si le dijera: “Despreocupate, amor, a este boludo lo voy a despachar en breve”. Desafiante, se puso de rodillas frente a Marcos.
―¿Qué? ¡Pará, amor! ¿Qué hacés? ―Santiago no sabía qué decir, su cerebro estaba colapsando. Su novia no era capaz de hacer semejante cosa.
―Quedate tranquilo, amor ―dijo Alina, con seguridad―. No pasa nada… le voy a demostrar a este infeliz que una chupadita no me va a cambiar la vida.
―Pero… ¿cómo una chupadita? ¿De verdad se la vas a mamar? ¿Me vas a engañar con él?
―Se la voy a chupar, pero sonso… no te estoy engañando. Si estás acá… vos sabés muy bien por qué lo hago. Es para demostrar lo mucho que te amo. Esto lo hago por vos, Santi.
Su novio quiso decirle que no necesitaba semejante prueba de amor, pero Marcos lo interrumpió.
―Bueno, menos palabras y más petes.
Sacó la verga, ya erecta, y la posó sobre los tiernos labios de Alina. El cambio de actitud en la chica fue drástico e inesperado, incluso para el propio Marcos. Pasó de estar enojada a sonreír, boquiabierta. Todo su rostro se iluminó de alegría y sorpresa. En todo momento le sostuvo la mirada a Marcos, quien cayó presa de esos profundos ojos azules que irradiaban un brillo de lujuria contenida.
Alina no acostumbraba a mirar porno y en su magra experiencia sexual solo conocía la verga de su novio. Creyó que la diferencia de tamaño sería casi imperceptible. Pero no fue así… quedó obnubilada apenas vio esa verga erecta en todo su esplendor. Era mucho más grande que la de Santiago. Era como ver un monumento a la virilidad masculina.
El novio (que ya sentía asomar sus primeros cuernos) no podía creer que su novia estuviera sonriendo de esa manera ante el miembro viril de Marcos, como si se hubiera llevado una grata sorpresa.
Tener la verga tocando sus labios le hizo pensar que había llegado demasiado lejos; pero Alina se consideraba una mujer de palabra, no retrocedería ahora; ya era demasiado tarde. Además, aunque el tamaño la hubiera tomado por sorpresa, seguía pensando que eso no cambiaría nada.
Con una mano temblorosa aferró el pene de Marcos y su vagina se humedeció al ser consciente de esa rigidez, símbolo de virilidad masculina. No recordaba que Santiago alguna vez la hubiera tenido tan dura. No entendió la reacción de su vagina. Se sintió traicionada por ella.
Alina nunca había practicado sexo oral, ni siquiera a su novio. Él nunca se lo pedía, para no faltarle el respeto, y ella así lo prefería. Sin embargo prometió chupar la de Marcos y estaba dispuesta a hacerlo. Aunque no sabía cómo. Su boca ya estaba abierta, el siguiente paso era darle permiso a su lengua, para que entrara en acción.
Con timidez lamió la punta del glande, para su sorpresa ésto hizo vibrar cada zona erógena de su cuerpo.
―Amor, por favor, no lo hagas ―suplicó Santiago, con patetismo.
Alina ni siquiera lo escuchó, ella siguió mirando fijamente los ojos de Marcos. Tragó buena parte de la verga (tanto como pudo) y confió en su instinto femenino. Movió la cabeza de adelante hacia atrás y repitió el gesto una y otra vez. Apretó los labios y se vio obligada a mover mucho la lengua; cosa que Marcos agradeció.
Ese dulce angelito sí que tenía talento para el pete. Aunque ésta fuera su primera vez, ya estaba descubriendo algunos truquitos muy interesantes.
Fue tragando lentamente, como un perrito que no se anima a entrar a una casa; pero siente olor a comida y está hambriento. Se fue animando a más de a poco, con timidez. Miraba a Marcos todo el tiempo, como si estuviera preguntando: “¿Lo hago bien?”
Marcos movió un poco la pelvis, alentándola a tragar más. Ella comenzó a mamar la verga a un ritmo constante. Su novio no daba crédito a lo que veía. Jamás se imaginó que su dulce florecita pudiera tragar pija de esa forma. No Alina… ella era incapaz.
Pero allí estaba, la bonita rubia movía su cabeza cada vez más rápido y estaba descubriendo la forma de meter en su boca más de esa gran verga. Sabía que no podría tragarla completa y eso generó otra reacción involuntaria en su vagina. Acarició los testículos de Marcos. Eran mucho más grandes que los de su novio y le resultaban simpáticos. Como si no pudiera creer que los hombres tuvieras semejantes bolas. Las de Santiago parecían más bien dos ciruelas pasas. Las de Marcos eran como bolsas. Colgaban frente a sus ojos. Ella no se había dado cuenta, pero mientras se concentró en acariciar los testículos, chupó la verga con más énfasis que antes. Marcos también aceleró el movimiento de su pelvis.
Durante minutos que parecieron eternos, Santiago contempló horrorizado cómo su futura esposa le chupaba la pija a un completo desconocido. Y se la chupó bien chupada. Tragó verga como si fuera un campeonato.
―Te veo peteando con muchas ganas ―dijo Marcos―. Te gusta mi verga.
―Mmm… es linda. Más grande de lo que me imaginé.
El corazón de Santiago se detuvo por un segundo al escuchar eso.
―¿Ya estás pensando en dejar a tu novio?
―No, tarado ―Alina se rió, la situación parecía divertirle más que molestarle―. Te dije que chupar una verga no me iba a hacer cambiar de opinión. Es… interesante. Lo admito. Pero amo mucho a mi futuro marido.
Eso tranquilizó un poco a Santiago, pero aún tenía el corazón en un puño. Nunca hubiera imaginado que su dulce Alina sería capaz de hacer una cosa así.
―Te puedo hacer cambiar de opinión… si te la meto por la concha.
―¡No, eso sí que no! ―Exclamó Santiago.
Pero Alina no lo escuchó.
―Qué irrespetuoso. ¿De verdad pensás que voy a dejar que me la metas?
―¡Eso! ―Coreó Santiago.
―Claro, porque te voy a mostrar lo que una buena verga es capaz de hacer.
―Sos demasiado egocéntrico ―le dijo a Marcos―. Una simple penetración no me va a volver loca.
―¿Estás dispuesta a probar que me equivoco?
―Ya quisieras ―respondió, desafiante.
―Alina, por favor…
―¿Tenés miedo?
―¿De tu verga? No, ni un poquito ―se la volvió a tragar, para enfatizar sus palabras. Se la llevó hasta el fondo de la garganta y la fue sacando de a poco. La retiró de su boca dándole un fuerte chupón al glande. Marcos se quedó tan impactado que estuvo a punto de acabar, por suerte logró contenerse―. ¿Ves? No me da miedo. Pero no soy tan boluda como te imaginás. Vos me querés coger. Pero no lo vas a conseguir. Mi concha no es tuya. Es de mi novio… de mi futuro marido.
Santiago, en un nuevo acto de patetismo, se sintió conmovido por las palabras de su novia. Aunque tuvo que verla otra vez tragando ese gran miembro. Repitió toda la acción: hasta el fondo de la garganta, la retuvo ahí unos segundos y la sacó muy lentamente de su boca. Demasiado lento. Y esta vez no dio un chupón al glande. Dio dos… y luego un tercero… y un cuarto.
―Alina…
Y la volvió a tragar. Todita.
―Emmm… creo que ya es suficiente. Ya demostraste tu punto.
Nadie lo escuchó.
―Está bien, lo admito ―dijo Marcos, como si Santiago no estuviera ahí―. Pensé que me ibas a suplicar que te metiera toda la pija, pero no pasó. ―Alina sonrió con el glande aún metido en la boca. Eso lo derritió por dentro. Esos penetrantes ojos azules se metían dentro de su pecho como filosos fragmentos de vidrio―. Al menos, ¿me la podrías mostrar? Quiero ver qué me estoy perdiendo.
―No lo hagas amor…
Sin embargo ella ya estaba desprendiendo su pantalón. Con aire triunfante, se lo quitó junto con la tanga. Sin juego previo, sin atisbo de vergüenza. Se desnudó de la cintura para abajo. A Santiago se le paralizó el corazón. Alina se dio vuelta, quedando en cuatro patas. Marcos se quedó maravillado. Nalgas perfectas, y un par de gajos vaginales completamente depilados, tallados en mármol.
―Tenés la concha más hermosa que vi en mi vida.
―Gracias… supongo.
―Tu novio es un tipo muy afortunado. No te imaginás la cantidad de hombres que se morirían de ganas por meter la verga en esa concha.
―Estás exagerando ―Alina soltó una risita―. No soy tan linda.
Marcos se dio cuenta de que ella hablaba en serio. Por algún motivo incomprensible, no se autopercibe como la belleza que realmente es.
―Lo digo muy en serio. Gracias por mostrármela.
―Te la muestro solo para que veas lo que te estás perdiendo por ser tan maleducado.
―¿Si te lo hubiera pedido de otra forma hubieras accedido?
―¡Claro que no! ―Chilló Santiago.
―Quizás ―dijo Alina.
Su novio se quedó paralizado, como si hubiera recibido un choque eléctrico.
―Es una lástima. Quizás no me expresé de la mejor manera ―dijo Marcos―. Solo quería darte la oportunidad de sentirte como una puta, al menos una vez en tu vida.
―¿Y quién te dice que quiero sentirme como una puta?
―No sé ―se encogió de hombros―. Instinto. Lo veo en el brillo de tus ojos. Estás por casarte y solo estuviste con un hombre. Uno que te trató siempre como una princesa. Supongo que eso está bien, para muchas mujeres. Pero vos… no sé. Sos demasiado linda.
―Qué superficial que sos. ¿Creés que todas las mujeres lindas queremos ser tratadas como putas?
―No, claro que no. Hay algunas que no les gusta. Y probablemente lo saben porque alguien las trató así, y no les gustó. Pero vos… solo probaste un hombre y ya creés que es el indicado para el resto de tu vida. ―Alina lo escuchaba atentamente de pie frente a él. Ella no hizo ningún intento por subir su pantalón, su perfecta vagina depilada seguía a la vista. Marcos se moría de ganas de poseerla―. Creí que tenías ganas de probar algo distinto. Considero que no está mal que una mujer se sienta puta en la cama, de vez en cuando. Digo puta en el buen sentido, no como algo peyorativo.
―Mmmm… no lo había pensado de esa manera.
―Amor, no hay nada que pensar ―dijo Santiago, una vez más fue ignorado―. Vos sos mi princesa. No dejes que…
―Está bien ―las palabras de Alina fueron como una puñalada en el pecho de Santiago―. Mostrame. ¿Cómo es sentirse puta?
―¿De verdad? Pero… mirá que vos también tenés que poner de tu parte. Tenés que mostrar una actitud… em… ¿cómo decirlo?
―¿De puta? ―Preguntó Alina.
―Bueno, sí. Eso. Y digo… es solo por una vez. Si realmente amás tanto a tu novio, no creo que suspendas el casamiento por esto. Al contrario, lo vas a hacer estando aún más convencida.
―Muy cierto.
―Amor, te lo suplico, yo…
―Quedate tranquilo, Santiago. Como bien dijo él: una sola vez no me va a hacer cambiar de opinión. Yo te amo mucho… y con esto lo voy a demostrar.
Alina se puso en cuatro en el piso ante la mirada atónita de su prometido. Marcos no quería darle tiempo a que se arrepintiera, ella ya estaba metida de lleno en el juego, y él no perdería la oportunidad. Acomodó su verga y al hacer contacto con la vagina se dio cuenta de que no necesitaría lubricante extra; estaba completamente empapada.
―Cómo te mojaste, putita…
―Callate, boludo… ―dijo ella, soltando una risita.
Marcos también se rió.
―¿Ves? De esto se trata.
―Sí, ya voy entendiendo. Aunque… no sé, se siente raro que me digan “putita”
―¿Te molesta? ―Preguntó, mientras frotaba su glande contra la concha.
―Ahora mismo no me molesta, porque te di permiso de hacerlo. ¿Me la vas a meter?
―Solo cuando vos me lo pidas, putita.
Alina volvió a soltar una risita nerviosa. Sintió una descarga de placer recorriendo todo su cuerpo.
―Está bien. Metemela. Meteme toda la pija.
―¡No, basta! ―Reaccionó Santiago―. Por favor, mi vida… ¿qué estás haciendo?
―Quedate tranquilo, Santi ―Alina habló con calma―. Ya te dije, esto lo hago para demostrarte que te amo mucho, así vas a estar seguro de lo que siento por vos el día que nos casemos.
Santiago quiso decirle que él no necesitaba esta clase de demostración de amor; pero ya era demasiado tarde. La pija estaba entrando y Alina se mordió el labio inferior.
―¡Ay, despacito! La tenés muy grande.
La verga comenzó a entrar en su delicada concha.
―Te dije que la mía era más grande. ¿Querés saber lo que se siente que te claven una buena verga?
―Sí. Quiero saber cómo se siente una buena pija. Dámela toda.
―¡Por favor, Alina! ¡No digas esas cosas! ―Exclamó Santiago, con los ojos llorosos.
―Ay, amor. No lo digo en serio. Es todo parte del juego. ¿No entendés? Se supone que debo portarme como una puta.
―Y te sale muy natural.
Otra risita, esta vez fue más lujuriosa.
―Lo hago lo mejor que puedo.
Empujó hacia el fondo, con una presión leve pero constante, la verga se deslizó completa dentro de la concha.
―¡Ay, por favor! ―Exclamó Alina, soltando un potente gemido―. ¡Qué rico!
Ella no esperaba que la penetración fuera tan placentera. Todo su cuerpo empezó a vibrar de una forma nunca antes experimentada.
El bombeo fue rápido desde el comienzo, eso hizo que Alina sintiera un poco de dolor cuando su concha se fue dilatando. Sin embargo, descubrió que era un dolor agradable. Adictivo. Quería más.
―Uff… sí… dame fuerte. Dame fuerte. Mi novio nunca me la mete así de duro. Mmmm, qué buena pija. Es muy rica. ¡Me encanta!
Santiago se quedó mudo, no podía creer que esas palabras salieran de la boca de su dulce y adorada princesa.
―Te voy a romper la concha, putita hermosa.
Marcos la sujetó de los pelos y los tironeó con fuerza hacia atrás, obligándole a levantar la cabeza.
―¡Ay, sí! ¡Rompeme toda!
Y Marcos comenzó a darle más duro. Sus movimientos eran constantes, tenían potencia, firmeza. No se parecían en nada a las dubitativas y débiles embestidas de Santiago.
Por un momento, al ver el sufrimiento en la cara de su prometido, Alina recuperó la compostura. Quiso pedirle a Marcos que se detuviera, ella ya había demostrado su punto; sin embargo las palabras no salieron de su boca, se ahogaron en un quejido cargado de morbo.
Miró de reojo a Santiago y supo que había cometido un grave error al llegar tan lejos. Él estaba pálido, como si la vida estuviera por abandonar su cuerpo; ella nunca antes se había sentido tan llena de vida. El pecho le palpitaba al ritmo de las penetraciones, que se hacían cada vez más veloces. Marcos estaba disfrutando tanto como ella y no tenía pensado detenerse.
―Alina, por favor…
―No pasa nada, amor… ―quiso reprimir un gemido pero le fue imposible―. No pasa nada… yo te amo… yo te ahhh… ¡Ay, sí… sí! ¡Cogeme toda! ¡Cogeme fuerte! ¡Dios… qué rico!
―Flaco ―intervino Marcos―. ¿No te das cuenta que ella solamente está buscando una excusa para probar una buena poronga?
―No es cierto ―dijo la pareja, al unísono.
―¿Ah no? ¿Entonces por qué esta putita se mueve tanto?
Alina cayó en la cuenta de que Marcos ya no se estaba moviendo, era ella, con una erótica danza de caderas, quien forzaba las penetraciones. Quería detenerse, pero su cuerpo no le respondía.
―Te está gustando, puta…
―Mmm… sí, me gusta ―admitió ella; para Santiago estas palabras fueron como recibir otra puñalada, esta vez por la espalda―. Eso no demuestra nada… se siente rico, es muy grande… pero no voy a dejar a mi novio por eso.
―Creo que ya lo estás considerando.
Marcos volvió a tirar fuerte de los pelos y empezó a cogerla con ganas, los gemidos continuos de Alina se hicieron eco en la amplia sala de fiestas. Santiago, el único testigo, miraba atónito como ese tipo le llenaba la concha de verga a su futura esposa.
Ella nunca había sentido su sexo tan lleno. La volvió loca la rudeza de Marcos. La forma en la que él le metió la mano debajo de la blusa y le apretó una teta la hizo vibrar. Santiago nunca se tomaba esos atrevimientos.
―¿Te gusta, putita?
―Ay, sí… sí… y me calienta que me digas “putita”.
Se arrepintió de decir eso; pero era verdad. Por alguna razón que no podía comprender, le calentaba muchísimo.
―Eso es porque en el fondo sos muy putita.
―Mmmm… uff… no sé… ahhh... ahhh… quizás un poquito.
“No, no puede ser ―pensó Santiago―. Alina no es ninguna puta. Ni siquiera un poquito”.
Pero allí estaba, gozando como… como puta. Mientras ese tipo le daba duro por la concha ella no paraba de gemir.
―¿Te animás a probar otra cosa? ―Preguntó Marcos.
―¿Qué cosa?
―Quiero cogerme este hermoso culo que tenés… eso sí que te va a poner loquita. Ahí sí que vas a cancelar el casamiento.
Alina se rió.
―¿Creés que el sexo anal me va a hacer cambiar de opinión?
―Sí, estoy seguro.
―Vas a ver que no ―respondió desafiante―. Dale, metela. ―Ella bajó la cabeza, hasta que quedó contra el piso. Separó las piernas y con las dos manos se separó las nalgas―. Dale, metela toda… no te tengo miedo.
―Deberías… porque si tu culo es virgen, esta poronga te va a hacer sufrir mucho.
―Te aseguro que puedo aguantarla.
Marcos usó abundante saliva para lubricar su verga y ese ansiado asterisco. Cuando empezó a ejercer presión se llevó una gran sorpresa: su pija empezó a entrar, mientras Alina ronroneaba como una gatita. Cuando el pene llegó a la mitad, él dijo:
―Me parece que este culo no es virgen ―Alina dejó salir una risita picarona―. Ahh… putita… ¿ya te hicieron el orto?
―No, nada que ver, flaco. ¿Qué decís?
―Digo lo que siento. Este culo está muy abierto. Este culo no es virgen. Ni de casualidad. Mirá cómo te entra ―empujó con fuerza y la verga se deslizó completa hasta el fondo―. ¿Ves? Ni siquiera gritaste de dolor. ¿Con qué cara vas a decir que lo tenés virgen?
―Ay, está bien. Está bien. No tengo el culo virgen.
―¿Qué decís, amor? Si nosotros nunca…
―Me parece que no es la primera vez que esta puta te pone los cuernos, flaco.
―¡Mentira! Nunca le puse los cuernos. No lo escuches, Santiago. Eso es una vil mentira.
―¿Entonces por qué tenés el culo tan abierto? ¿Acaso… te gusta meterte cosas por el orto?
―…
―¿Es eso?
―…
―¡Ajá! ¡Putita picarona! ¡Te encanta meterte cosas en el orto!
Otra vez esa risita de “niña que se portó mal” que tanto crispaba los nervios de Santiago.
―Tengo un consolador escondido en casa ―confesó la rubia.
―¿Y te gusta metértelo por el orto?
―Siiii…. muuuuuchoooo….. me lo compré porque a Santiago no le gusta el sexo anal. Y a mí sí… uf… me encanta. Cuando él se va a trabajar, yo me meto el consolador en el culo. Hoy a la mañana lo hice, por eso lo tengo tan abierto.
―¿Te gusta mucho metertelo? ―Volvió a preguntarle, solo para enfatizar.
―¡Si, me encanta! Pero esto se siente mejooor… tu pija se siente más rica.
Marcos ya estaba ganando ritmo con sus penetraciones anales. Literalmente le estaba garchando el culo a esa piba tan preciosa y angelical. Sentía que la verga le iba a explotar en cualquier momento.
―Amor… por qué no me dijiste que hacías eso ―Santiago tenía un nudo en la garganta.
―Porque vos una vez me dijiste que solamente a las putas les gustaba que les dieran por el culo…
―Y se ve que tu novia es bastante puta, flaco.
―Un poquito… ―dijo ella, con esa risita picarona―. Sí, en el fondo soy un poquito puta. Lo admito. Uf, sí… qué rico. No sabía que el sexo anal con una pija de verdad se sentía tan rico. Dame duro, Marcos. Damela toda. Rompeme el orto. Dale, Marcos… dame fuerte.
Él se puso como un macho cabrío. Era la primera vez que le pedía que se la cogiera diciendo su nombre. Se lo estaba pidiendo específicamente a él. La sujetó con fuerza de los pelos y le dio duro por el culo.
Alina acompañó los movimientos de Marcos, se dejó llevar por un desenfreno sexual que nunca antes había vivido, ni siquiera en esas noches que pasaba escondida en el baño, masturbándose y metiéndose el consolador por el culo. Porque el dildo era ancho, pero no tanto como la verga de Marcos. Ese tipo, al que no conocía de nada, le estaba cumpliendo su mayor fantasía sexual, esa que nunca se había animado a confesarle a nadie: que le cogieran el orto.
Y había otra… podría pedirla, pero no…. eso sería demasiado. Ya había llegado muy lejos, se portó muy mal con su novio. Pedir que le cumplieran esa otra fantasía sería reconocer que Marcos tenía razón; sería como admitir que se había vuelto loca por una buena pija… sería…
―¡Ay… diooos… no puedo más! ―exclamó ella, frotándose enérgicamente el clítoris―. Acabame en la cara… dame la lechita.
A su novio jamás le hubiera pedido algo así. Él no era capaz de despertar a la puta que habitaba muy en el fondo de Alina.
―¿Te la vas a tomar?
―Si… damela…
Marcos sacó la verga de ese culo y contempló lo dilatado que había quedado. Se sintió orgulloso de su trabajo. Faltaba lo más importante: coronarlo.
Esa rubia angelical volvió a ponerse de rodillas frente a él y sonrió con la boca abierta, de la misma manera que lo hizo cuando vio la pija por primera vez. Él se masturbó con ganas. De pronto su verga empezó a escupir potentes chorros de semen que cayeron por toda la cara de Alina, ella recibió cada descarga sin cerrar la boca. Tragó todo lo que cayó sobre su lengua y dejó que el resto fluyera por su bello rostro.
―Ahora estás más hermosa que nunca ―aseguró Marcos.
―Gracias ―dijo ella, con genuina alegría.
―Amor… ¿qué hiciste? ¿por qué pediste eso…?
―¿No es obvio? ―Preguntó Marcos―. Porque la muy puta se moría de ganas de que le dieran una buena cogida. Como bien dije antes: hay princesas que, en realidad, son muy putas.
―Alina ―insistió Santiago―. ¿Vas a permitir que este tipo te trate así?
―Perdón amor… pero tengo que reconocer que en parte él tiene razón. Su pija me gustó mucho. Más de lo que yo me imaginaba. Y… uf… me calentó sentirme como una putita. Fue la mejor cogida de mi vida.
―Todavía está dura, por si querés…
―Sí, quiero.
Ella se puso de pie y le dio la espalda a Marcos, empinó las nalgas y retrocedió, para que la verga se le volviera a meter completa por el culo. Aprovechó ese increíble momento de morbo para masturbarse. Tenía la cara llena de semen y se sentía la más puta de todas.
―Mmmm… no puedo creer que esta verga sea tan rica ―se movió, provocando que sus nalgas chocaran contra la pelvis de Marcos, podía sentir la pija hasta lo más hondo de su ser―. Me vuelve loca.
―¿De verdad te vas a casar con un tipo que no puede cogerte así?
―Mmmm… no lo creo. O sea, la vida es demasiado corta. Hay que disfrutar un poco. Dios… qué rico… sí, así. Uff… dale, dame más fuerte… mmm…
―Alina… por favor…
―No quiero estar toda la vida casada con un hombre que no me satisface en la cama.
―Me parece que ya no querés reservar el salón ―dijo Marcos.
―No, ya no va a ser necesario ―dijo ella, disfrutando al máximo de su primera experiencia real con el sexo anal―. Prefiero ser libre y… uf… y que me rompan bien el culo. ¡Qué rico! ¡Dame más! ¡Más más!
Y Marcos se la dio. Se la dio duro y parejo.
―Amor… ¿qué decís? Yo…
―Perdón, Santi… pero vamos a tener que cancelar el casamiento. Marcos tiene razón, no quiero estar atada a un solo hombre. Ahora lo veo con claridad: soy demasiado hermosa como para estar encadenada a un tipo que no me coge bien. ¿Te das cuenta? ―Lo miró con cara llena de semen y ojos de puta viciosa―. Estoy re buena, boludo. Soy preciosa. ¿Te imaginás la cantidad de tipos que van a querer coger conmigo? Podría elegir las pijas que más me gusten. ¡Las más grandes! Podría pasarme la vida cogiendo así… uf… dios, me vuelvo loca. ¡Qué delicia! No quiero ser tu princesa, Santiago. ¡Quiero ser puta! ¡Muy puta!
Ella empezó a gemir muy fuerte, Marcos le estaba dando con furia. Mientras el semen le seguía chorreando por la cara, ella se masturbó con tanta intensidad que tuvo un fuerte orgasmo. Gritó, gimió y se sacudió, mientras la verga se le enterraba en el orto.
―Siii… ¡cómo me gusta la pija! ¡Partime el culo, que me encanta!
Allí fue cuando Santiago supo que la había perdido para siempre. Su dulce novia había caído presa del morbo y la lujuria, y él no podía hacer nada para revertirlo.
FIN
Todos mis links:
https://magic.ly/Nokomi
De Princesa a Puta.
Cuando Marcos vio entrar a esa rubia de grandes ojos azules, se acordó del velador de su madre que intentó reparar. El muy maldito le dio una potente patada, un chispazo que lo dejó con los vellos erizados y el corazón desbocado. Esa hermosura, de paso sencillo pero elegante, sin altanería, le causó el mismo efecto. Fue un golpe tan repentino como aquella descarga eléctrica.
¿Estaba viendo un ángel o una diosa griega? La luz del sol, que se colaba por las grandes ventanas del salón, perseguía a esta preciosa ninfa; sus dorados cabellos resplandecían. Marcos sintió la imperiosa necesidad de besar esos delicados labios. Se considera atractivo y pasa el suficiente tiempo en el gimnasio como para estar en buena forma, si se lo propone, tal vez tenga una chance.
Sus sueños empezaron a desvanecerse cuando vio que un hombre se acercaba a esa princesa. Parecía tener unos veinte años, al igual que ella. Marcos quiso creer que ese sujeto era un hermano o algún primo… pero la tomó de las manos y le dio un cálido beso en la boca. La feliz pareja avanzó por el salón hacia donde estaba Marcos. Ella lucía un tenue rubor que la hacía ver incluso más bonita. A Marcos se le comprimió el pecho cuando su ninfa sonrió.
―Hola, soy Alina. Él es mi novio, Santiago.
―¿Alina? No sabía que los ángeles tenían nombres tan lindos ―dijo Marcos, con una sonrisa que evidenciaba seguridad; pero sin perder el toque de profesionalismo que exige este negocio.
A Santiago no le hizo mucha gracia el piropo, frunció el ceño y estuvo a punto de emitir una queja, cuando escuchó la risita de su novia.
―Muchas gracias ―respondió ella, el rubor de sus mejillas se hizo más intenso―. Nos dijeron que teníamos que hablar con usted para alquilar el salón. ―Señaló todo el espacio a su alrededor, era inmenso y estaba prácticamente vacío, a excepción de un sector donde había mesas con distintos decorados.
―Así es. Me llamo Marcos. Yo me encargo de las reservas del salón. ¿Y puedo preguntar qué tipo de evento tienen en mente?
―Un casamiento ―dijo Alina, agachó la cabeza para ocultar la sonrisa de felicidad que se dibujó en sus labios―. Santiago y yo nos vamos a casar dentro de poco.
―¿Te vas a casar tan joven? ―La pregunta estuvo dirigida a Alina, como si su novio no estuviera allí. Este fue su primer desliz fuera de la etiqueta profesional. Sabía muy bien que, al tratar con parejas, debía dirigirse al hombre. Por una simple razón: para que no creyeran que estaba coqueteando con la novia―. Espero que estés muy segura de eso, especialmente teniendo en cuenta que sos una mujer tan linda.
―¿Y eso qué tiene que ver? ―Alina no entendió por qué de pronto Marcos estaba tan preocupado por su vida personal.
―Tiene mucho que ver. Siendo tan hermosa podrías conseguir cualquier pareja que quisieras. Incluso hasta podrías cambiar de pareja tantas veces como te dé la gana, nunca te faltarían ofertas. ¿Nunca pensaste en llevar una vida sin estar atada a nadie y poder tener sexo con quien quieras, cuando quieras?
―Hey, flaco ―interrumpió Santiago―. Me parece que te estás pasando de la raya…
―Santiago ―dijo Alina, sin levantar el tono de su voz―, no necesito que vos me defiendas, yo puedo hacerlo solita.
―Eso me gusta ―aseguró Marcos―, una chica independiente, que no hace todo lo que el marido le dice. Vi muchas chicas hermosas como vos sometidas a una vida triste y amargada, por haberse casado con un boludo que no es capaz de satisfacerlas sexualmente.
―¡Hey! ―Exclamó Santiago, rojo de rabia―. ¿Qué mierda te pasa, flaco?
Sin embargo Marcos ni siquiera lo miró, se mantuvo firme, mirando fijamente esos preciosos ojos azules.
―¿Estás muy segura de que querés pasar toda la vida atada a este tipo?
―Sí ―respondió Alina, sin dudar―. Porque lo amo. Él me hace feliz. Me trata como a una princesa.
―¿En la cama también? Porque conozco muchas “princesas” que prefieren que en la cama las traten como putas.
―¿A quién le dijiste…?
―¡Yo no soy ninguna puta!
Santiago se quedó mudo al escuchar la exclamación de su novia. Ella tenía un carácter tan dócil que nunca elevaba la voz. Alina estaba roja de furia.
―¿Cómo lo sabés? ¿Te cogiste a otro tipo aparte de este?
―Flaco, me estás hartando ―Santiago lo señaló con un dedo, amenazante―. Vamos a terminar mal. ¿Querés que llame a la policía?
Pero Marcos lo ignoró. Mantuvo la mirada fija en los impresionantes ojos azules de Alina. Luego agregó:
―¿Acaso tu novio tiene la pija bien grande? Es la única forma en que podría entender que una chica tan preciosa como vos considere casarse con un tipo como este. Si al menos te va a coger bien, con un pedazo de verga bien grande… ok, lo entiendo. Y eso lo respeto. Pero si es un pitocorto, estás cometiendo el peor error de tu vida.
Alina frunció los labios y apartó la mirada. Santiago se quedó boquiabierto, no podía creer que ese tipo fuera tan impertinente. Había recibido comentarios hirientes, no era la primera persona que insinuaba que Alina estaba muy lejos de “su nivel”; pero Marcos lo dijo con un descaro brutal. Miró a su novia y esperó a que ella lo defendiera.
―El tamaño no importa ―dijo Alina, claramente avergonzada―. Amo a Santiago porque es muy cariñoso conmigo.
―Así que tu novio la tiene chiquita. ¿Alguna vez probaste una buena pija? Una buena en serio. ¿Te acostaste con alguien que supiera coger de verdad? Con alguien que te de con todo durante largos minutos.
―Solamente estuve con Santiago ―ella frunció el ceño, por verse obligada a contar detalles de su vida íntima.
―Entonces te sugiero que antes de casarte pruebes alguna buena verga. Podrías cambiar de opinión. Incluso puede que te ahorres el trámite del divorcio. Y no te lo tomes como un ataque, Alina. Te digo esto porque sos la mujer más hermosa que vi en mi vida. Nunca te van a faltar ofertas de amantes. Podrías llevar una vida sexual muy activa y disfrutar de pijas de todos los tamaños y colores.
―¿Y qué te hace pensar que quiero esa clase de vida? Además, no necesito probar ningún pene para estar segura, quiero casarme con él porque lo amo. El sexo no es tan importante en una relación.
El corazón de Santiago se llenó de alegría. Él podría mostrarse violento y enojado con ese tipo tan impertinente; pero eso no cambiaría mucho. Lo más importante eran las respuestas de su novia. Es consciente de la belleza de Alina, pero no la eligió como pareja solo por eso. Se enamoró de su dulzura, de su amabilidad. Le encanta que Alina no lleve una vida alocada, ni siquiera le gusta salir a bailar con amigas. Ella solo quiere estar tranquila. Nunca usa ropa provocativa y se avergüenza si un hombre la mira con lujuria. Alina no anda por la vida persiguiendo braguetas.
―¿Estás segura? ―Insistió Marcos―. Porque vi más de una chica con cara de santa, que al final resultaron ser tremendas putas. Deberías probar una buena verga…
―¡Yo no soy así! Y ya te dije que no voy a probar nada.
―¿Por qué? ¿Tenés miedo de que te guste una verga que no sea la de tu novio? ¿Tenés miedo de que yo tenga razón? Porque estoy seguro de que si probás una buena pija, no vas a querer casarte.
―Estás diciendo boludeces ―increpó Alina―. Mirá si voy a dejar al hombre que amo, por probar una buena pija.
―¿Ves? Al decir “probar una buena pija” ya asumís que la de tu novio no lo es. ―Alina se quedó helada, no había medido bien sus palabras―. Con esa boquita debés hacer muy buenos petes.
―Ya te estás pasando, pelotudo ―las palabras de Santiago resonaron en el amplio ambiente del salón y fueron ignoradas por completo.
―Yo no hago esas cosas ―ella volvió a su actitud de enojada y ofendida―. Y aunque lo hiciera, eso no me haría cambiar de opinión con respecto a mi novio.
Santiago estaba dolido por el rumbo que había tomado la conversación, pero al menos su novia lo seguía defendiendo con vehemencia.
―Si querés me puedo ofrecer como voluntario para que pruebes un buen pedazo de carne ―dijo Marcos, agarrándose el bulto, que había crecido considerablemente.
―Tenés demasiada confianza, infeliz ―dijo Alina, sin poder apartar los ojos de ese paquete.
―La que tiene demasiada confianza sos vos, querida ―Marcos la miró con una sonrisa socarrona―. Creés que vas a ser siempre la “esposa fiel”, y dentro de dos o tres años te vas a arrepentir de haberte casado, porque no vas a poder probar cosas nuevas. Te dije que ofertas no te iban a faltar, y yo te ofrezco ésta ―una vez más se agarró el bulto, ya la tenía completamente dura dentro del pantalón―. Dale una chupadita y vas a descubrir un mundo nuevo.
―Pff… sos un imbécil ―Alina se cruzó de brazos―. ¿Acaso pensás que me voy a volver loca por darle una chupada a tu verga?
―Puede ser… y te aseguro que la mía es más grande que la de tu novio.
A Santiago se le llenó la cara de colores; pero no quería intervenir, confiaba en Alina. Ella pondría a ese imbécil en su lugar.
―Sos un tarado.
―Creo que tenés miedo ―la provocó Marcos.
―¿Miedo de un pene? ¿Por qué le tendría miedo?
―Porque te puede gustar. Y mucho.
―¡Ja! Qué ridículo que sos. ¿Sabés qué? ―dijo Alina―. Probemos ―Santiago casi se dislocó la mandíbula. Sintió cómo sus piernas se aflojaban. ¿Había escuchado bien?
―¿La querés probar? ―Preguntó Marcos.
―Dale, a ver si ahora sos tan “machito”. Te voy a demostrar que una verga no es para tanto. Algo tan insignificante no me va a hacer cambiar de opinión sobre mi novio. Lo amo y lo voy a seguir amando.
―Está bien ―Marcos estaba a punto de saltar de alegría. Esa preciosura estaba dispuesta a chuparle la verga. Aún así mantuvo la calma―. Arrodillate y mostrame qué tan buena sos haciendo petes… estoy seguro de que tenés un talento natural para chuparla.
Alina miró a su novio como si le dijera: “Despreocupate, amor, a este boludo lo voy a despachar en breve”. Desafiante, se puso de rodillas frente a Marcos.
―¿Qué? ¡Pará, amor! ¿Qué hacés? ―Santiago no sabía qué decir, su cerebro estaba colapsando. Su novia no era capaz de hacer semejante cosa.
―Quedate tranquilo, amor ―dijo Alina, con seguridad―. No pasa nada… le voy a demostrar a este infeliz que una chupadita no me va a cambiar la vida.
―Pero… ¿cómo una chupadita? ¿De verdad se la vas a mamar? ¿Me vas a engañar con él?
―Se la voy a chupar, pero sonso… no te estoy engañando. Si estás acá… vos sabés muy bien por qué lo hago. Es para demostrar lo mucho que te amo. Esto lo hago por vos, Santi.
Su novio quiso decirle que no necesitaba semejante prueba de amor, pero Marcos lo interrumpió.
―Bueno, menos palabras y más petes.
Sacó la verga, ya erecta, y la posó sobre los tiernos labios de Alina. El cambio de actitud en la chica fue drástico e inesperado, incluso para el propio Marcos. Pasó de estar enojada a sonreír, boquiabierta. Todo su rostro se iluminó de alegría y sorpresa. En todo momento le sostuvo la mirada a Marcos, quien cayó presa de esos profundos ojos azules que irradiaban un brillo de lujuria contenida.
Alina no acostumbraba a mirar porno y en su magra experiencia sexual solo conocía la verga de su novio. Creyó que la diferencia de tamaño sería casi imperceptible. Pero no fue así… quedó obnubilada apenas vio esa verga erecta en todo su esplendor. Era mucho más grande que la de Santiago. Era como ver un monumento a la virilidad masculina.
El novio (que ya sentía asomar sus primeros cuernos) no podía creer que su novia estuviera sonriendo de esa manera ante el miembro viril de Marcos, como si se hubiera llevado una grata sorpresa.
Tener la verga tocando sus labios le hizo pensar que había llegado demasiado lejos; pero Alina se consideraba una mujer de palabra, no retrocedería ahora; ya era demasiado tarde. Además, aunque el tamaño la hubiera tomado por sorpresa, seguía pensando que eso no cambiaría nada.
Con una mano temblorosa aferró el pene de Marcos y su vagina se humedeció al ser consciente de esa rigidez, símbolo de virilidad masculina. No recordaba que Santiago alguna vez la hubiera tenido tan dura. No entendió la reacción de su vagina. Se sintió traicionada por ella.
Alina nunca había practicado sexo oral, ni siquiera a su novio. Él nunca se lo pedía, para no faltarle el respeto, y ella así lo prefería. Sin embargo prometió chupar la de Marcos y estaba dispuesta a hacerlo. Aunque no sabía cómo. Su boca ya estaba abierta, el siguiente paso era darle permiso a su lengua, para que entrara en acción.
Con timidez lamió la punta del glande, para su sorpresa ésto hizo vibrar cada zona erógena de su cuerpo.
―Amor, por favor, no lo hagas ―suplicó Santiago, con patetismo.
Alina ni siquiera lo escuchó, ella siguió mirando fijamente los ojos de Marcos. Tragó buena parte de la verga (tanto como pudo) y confió en su instinto femenino. Movió la cabeza de adelante hacia atrás y repitió el gesto una y otra vez. Apretó los labios y se vio obligada a mover mucho la lengua; cosa que Marcos agradeció.
Ese dulce angelito sí que tenía talento para el pete. Aunque ésta fuera su primera vez, ya estaba descubriendo algunos truquitos muy interesantes.
Fue tragando lentamente, como un perrito que no se anima a entrar a una casa; pero siente olor a comida y está hambriento. Se fue animando a más de a poco, con timidez. Miraba a Marcos todo el tiempo, como si estuviera preguntando: “¿Lo hago bien?”
Marcos movió un poco la pelvis, alentándola a tragar más. Ella comenzó a mamar la verga a un ritmo constante. Su novio no daba crédito a lo que veía. Jamás se imaginó que su dulce florecita pudiera tragar pija de esa forma. No Alina… ella era incapaz.
Pero allí estaba, la bonita rubia movía su cabeza cada vez más rápido y estaba descubriendo la forma de meter en su boca más de esa gran verga. Sabía que no podría tragarla completa y eso generó otra reacción involuntaria en su vagina. Acarició los testículos de Marcos. Eran mucho más grandes que los de su novio y le resultaban simpáticos. Como si no pudiera creer que los hombres tuvieras semejantes bolas. Las de Santiago parecían más bien dos ciruelas pasas. Las de Marcos eran como bolsas. Colgaban frente a sus ojos. Ella no se había dado cuenta, pero mientras se concentró en acariciar los testículos, chupó la verga con más énfasis que antes. Marcos también aceleró el movimiento de su pelvis.
Durante minutos que parecieron eternos, Santiago contempló horrorizado cómo su futura esposa le chupaba la pija a un completo desconocido. Y se la chupó bien chupada. Tragó verga como si fuera un campeonato.
―Te veo peteando con muchas ganas ―dijo Marcos―. Te gusta mi verga.
―Mmm… es linda. Más grande de lo que me imaginé.
El corazón de Santiago se detuvo por un segundo al escuchar eso.
―¿Ya estás pensando en dejar a tu novio?
―No, tarado ―Alina se rió, la situación parecía divertirle más que molestarle―. Te dije que chupar una verga no me iba a hacer cambiar de opinión. Es… interesante. Lo admito. Pero amo mucho a mi futuro marido.
Eso tranquilizó un poco a Santiago, pero aún tenía el corazón en un puño. Nunca hubiera imaginado que su dulce Alina sería capaz de hacer una cosa así.
―Te puedo hacer cambiar de opinión… si te la meto por la concha.
―¡No, eso sí que no! ―Exclamó Santiago.
Pero Alina no lo escuchó.
―Qué irrespetuoso. ¿De verdad pensás que voy a dejar que me la metas?
―¡Eso! ―Coreó Santiago.
―Claro, porque te voy a mostrar lo que una buena verga es capaz de hacer.
―Sos demasiado egocéntrico ―le dijo a Marcos―. Una simple penetración no me va a volver loca.
―¿Estás dispuesta a probar que me equivoco?
―Ya quisieras ―respondió, desafiante.
―Alina, por favor…
―¿Tenés miedo?
―¿De tu verga? No, ni un poquito ―se la volvió a tragar, para enfatizar sus palabras. Se la llevó hasta el fondo de la garganta y la fue sacando de a poco. La retiró de su boca dándole un fuerte chupón al glande. Marcos se quedó tan impactado que estuvo a punto de acabar, por suerte logró contenerse―. ¿Ves? No me da miedo. Pero no soy tan boluda como te imaginás. Vos me querés coger. Pero no lo vas a conseguir. Mi concha no es tuya. Es de mi novio… de mi futuro marido.
Santiago, en un nuevo acto de patetismo, se sintió conmovido por las palabras de su novia. Aunque tuvo que verla otra vez tragando ese gran miembro. Repitió toda la acción: hasta el fondo de la garganta, la retuvo ahí unos segundos y la sacó muy lentamente de su boca. Demasiado lento. Y esta vez no dio un chupón al glande. Dio dos… y luego un tercero… y un cuarto.
―Alina…
Y la volvió a tragar. Todita.
―Emmm… creo que ya es suficiente. Ya demostraste tu punto.
Nadie lo escuchó.
―Está bien, lo admito ―dijo Marcos, como si Santiago no estuviera ahí―. Pensé que me ibas a suplicar que te metiera toda la pija, pero no pasó. ―Alina sonrió con el glande aún metido en la boca. Eso lo derritió por dentro. Esos penetrantes ojos azules se metían dentro de su pecho como filosos fragmentos de vidrio―. Al menos, ¿me la podrías mostrar? Quiero ver qué me estoy perdiendo.
―No lo hagas amor…
Sin embargo ella ya estaba desprendiendo su pantalón. Con aire triunfante, se lo quitó junto con la tanga. Sin juego previo, sin atisbo de vergüenza. Se desnudó de la cintura para abajo. A Santiago se le paralizó el corazón. Alina se dio vuelta, quedando en cuatro patas. Marcos se quedó maravillado. Nalgas perfectas, y un par de gajos vaginales completamente depilados, tallados en mármol.
―Tenés la concha más hermosa que vi en mi vida.
―Gracias… supongo.
―Tu novio es un tipo muy afortunado. No te imaginás la cantidad de hombres que se morirían de ganas por meter la verga en esa concha.
―Estás exagerando ―Alina soltó una risita―. No soy tan linda.
Marcos se dio cuenta de que ella hablaba en serio. Por algún motivo incomprensible, no se autopercibe como la belleza que realmente es.
―Lo digo muy en serio. Gracias por mostrármela.
―Te la muestro solo para que veas lo que te estás perdiendo por ser tan maleducado.
―¿Si te lo hubiera pedido de otra forma hubieras accedido?
―¡Claro que no! ―Chilló Santiago.
―Quizás ―dijo Alina.
Su novio se quedó paralizado, como si hubiera recibido un choque eléctrico.
―Es una lástima. Quizás no me expresé de la mejor manera ―dijo Marcos―. Solo quería darte la oportunidad de sentirte como una puta, al menos una vez en tu vida.
―¿Y quién te dice que quiero sentirme como una puta?
―No sé ―se encogió de hombros―. Instinto. Lo veo en el brillo de tus ojos. Estás por casarte y solo estuviste con un hombre. Uno que te trató siempre como una princesa. Supongo que eso está bien, para muchas mujeres. Pero vos… no sé. Sos demasiado linda.
―Qué superficial que sos. ¿Creés que todas las mujeres lindas queremos ser tratadas como putas?
―No, claro que no. Hay algunas que no les gusta. Y probablemente lo saben porque alguien las trató así, y no les gustó. Pero vos… solo probaste un hombre y ya creés que es el indicado para el resto de tu vida. ―Alina lo escuchaba atentamente de pie frente a él. Ella no hizo ningún intento por subir su pantalón, su perfecta vagina depilada seguía a la vista. Marcos se moría de ganas de poseerla―. Creí que tenías ganas de probar algo distinto. Considero que no está mal que una mujer se sienta puta en la cama, de vez en cuando. Digo puta en el buen sentido, no como algo peyorativo.
―Mmmm… no lo había pensado de esa manera.
―Amor, no hay nada que pensar ―dijo Santiago, una vez más fue ignorado―. Vos sos mi princesa. No dejes que…
―Está bien ―las palabras de Alina fueron como una puñalada en el pecho de Santiago―. Mostrame. ¿Cómo es sentirse puta?
―¿De verdad? Pero… mirá que vos también tenés que poner de tu parte. Tenés que mostrar una actitud… em… ¿cómo decirlo?
―¿De puta? ―Preguntó Alina.
―Bueno, sí. Eso. Y digo… es solo por una vez. Si realmente amás tanto a tu novio, no creo que suspendas el casamiento por esto. Al contrario, lo vas a hacer estando aún más convencida.
―Muy cierto.
―Amor, te lo suplico, yo…
―Quedate tranquilo, Santiago. Como bien dijo él: una sola vez no me va a hacer cambiar de opinión. Yo te amo mucho… y con esto lo voy a demostrar.
Alina se puso en cuatro en el piso ante la mirada atónita de su prometido. Marcos no quería darle tiempo a que se arrepintiera, ella ya estaba metida de lleno en el juego, y él no perdería la oportunidad. Acomodó su verga y al hacer contacto con la vagina se dio cuenta de que no necesitaría lubricante extra; estaba completamente empapada.
―Cómo te mojaste, putita…
―Callate, boludo… ―dijo ella, soltando una risita.
Marcos también se rió.
―¿Ves? De esto se trata.
―Sí, ya voy entendiendo. Aunque… no sé, se siente raro que me digan “putita”
―¿Te molesta? ―Preguntó, mientras frotaba su glande contra la concha.
―Ahora mismo no me molesta, porque te di permiso de hacerlo. ¿Me la vas a meter?
―Solo cuando vos me lo pidas, putita.
Alina volvió a soltar una risita nerviosa. Sintió una descarga de placer recorriendo todo su cuerpo.
―Está bien. Metemela. Meteme toda la pija.
―¡No, basta! ―Reaccionó Santiago―. Por favor, mi vida… ¿qué estás haciendo?
―Quedate tranquilo, Santi ―Alina habló con calma―. Ya te dije, esto lo hago para demostrarte que te amo mucho, así vas a estar seguro de lo que siento por vos el día que nos casemos.
Santiago quiso decirle que él no necesitaba esta clase de demostración de amor; pero ya era demasiado tarde. La pija estaba entrando y Alina se mordió el labio inferior.
―¡Ay, despacito! La tenés muy grande.
La verga comenzó a entrar en su delicada concha.
―Te dije que la mía era más grande. ¿Querés saber lo que se siente que te claven una buena verga?
―Sí. Quiero saber cómo se siente una buena pija. Dámela toda.
―¡Por favor, Alina! ¡No digas esas cosas! ―Exclamó Santiago, con los ojos llorosos.
―Ay, amor. No lo digo en serio. Es todo parte del juego. ¿No entendés? Se supone que debo portarme como una puta.
―Y te sale muy natural.
Otra risita, esta vez fue más lujuriosa.
―Lo hago lo mejor que puedo.
Empujó hacia el fondo, con una presión leve pero constante, la verga se deslizó completa dentro de la concha.
―¡Ay, por favor! ―Exclamó Alina, soltando un potente gemido―. ¡Qué rico!
Ella no esperaba que la penetración fuera tan placentera. Todo su cuerpo empezó a vibrar de una forma nunca antes experimentada.
El bombeo fue rápido desde el comienzo, eso hizo que Alina sintiera un poco de dolor cuando su concha se fue dilatando. Sin embargo, descubrió que era un dolor agradable. Adictivo. Quería más.
―Uff… sí… dame fuerte. Dame fuerte. Mi novio nunca me la mete así de duro. Mmmm, qué buena pija. Es muy rica. ¡Me encanta!
Santiago se quedó mudo, no podía creer que esas palabras salieran de la boca de su dulce y adorada princesa.
―Te voy a romper la concha, putita hermosa.
Marcos la sujetó de los pelos y los tironeó con fuerza hacia atrás, obligándole a levantar la cabeza.
―¡Ay, sí! ¡Rompeme toda!
Y Marcos comenzó a darle más duro. Sus movimientos eran constantes, tenían potencia, firmeza. No se parecían en nada a las dubitativas y débiles embestidas de Santiago.
Por un momento, al ver el sufrimiento en la cara de su prometido, Alina recuperó la compostura. Quiso pedirle a Marcos que se detuviera, ella ya había demostrado su punto; sin embargo las palabras no salieron de su boca, se ahogaron en un quejido cargado de morbo.
Miró de reojo a Santiago y supo que había cometido un grave error al llegar tan lejos. Él estaba pálido, como si la vida estuviera por abandonar su cuerpo; ella nunca antes se había sentido tan llena de vida. El pecho le palpitaba al ritmo de las penetraciones, que se hacían cada vez más veloces. Marcos estaba disfrutando tanto como ella y no tenía pensado detenerse.
―Alina, por favor…
―No pasa nada, amor… ―quiso reprimir un gemido pero le fue imposible―. No pasa nada… yo te amo… yo te ahhh… ¡Ay, sí… sí! ¡Cogeme toda! ¡Cogeme fuerte! ¡Dios… qué rico!
―Flaco ―intervino Marcos―. ¿No te das cuenta que ella solamente está buscando una excusa para probar una buena poronga?
―No es cierto ―dijo la pareja, al unísono.
―¿Ah no? ¿Entonces por qué esta putita se mueve tanto?
Alina cayó en la cuenta de que Marcos ya no se estaba moviendo, era ella, con una erótica danza de caderas, quien forzaba las penetraciones. Quería detenerse, pero su cuerpo no le respondía.
―Te está gustando, puta…
―Mmm… sí, me gusta ―admitió ella; para Santiago estas palabras fueron como recibir otra puñalada, esta vez por la espalda―. Eso no demuestra nada… se siente rico, es muy grande… pero no voy a dejar a mi novio por eso.
―Creo que ya lo estás considerando.
Marcos volvió a tirar fuerte de los pelos y empezó a cogerla con ganas, los gemidos continuos de Alina se hicieron eco en la amplia sala de fiestas. Santiago, el único testigo, miraba atónito como ese tipo le llenaba la concha de verga a su futura esposa.
Ella nunca había sentido su sexo tan lleno. La volvió loca la rudeza de Marcos. La forma en la que él le metió la mano debajo de la blusa y le apretó una teta la hizo vibrar. Santiago nunca se tomaba esos atrevimientos.
―¿Te gusta, putita?
―Ay, sí… sí… y me calienta que me digas “putita”.
Se arrepintió de decir eso; pero era verdad. Por alguna razón que no podía comprender, le calentaba muchísimo.
―Eso es porque en el fondo sos muy putita.
―Mmmm… uff… no sé… ahhh... ahhh… quizás un poquito.
“No, no puede ser ―pensó Santiago―. Alina no es ninguna puta. Ni siquiera un poquito”.
Pero allí estaba, gozando como… como puta. Mientras ese tipo le daba duro por la concha ella no paraba de gemir.
―¿Te animás a probar otra cosa? ―Preguntó Marcos.
―¿Qué cosa?
―Quiero cogerme este hermoso culo que tenés… eso sí que te va a poner loquita. Ahí sí que vas a cancelar el casamiento.
Alina se rió.
―¿Creés que el sexo anal me va a hacer cambiar de opinión?
―Sí, estoy seguro.
―Vas a ver que no ―respondió desafiante―. Dale, metela. ―Ella bajó la cabeza, hasta que quedó contra el piso. Separó las piernas y con las dos manos se separó las nalgas―. Dale, metela toda… no te tengo miedo.
―Deberías… porque si tu culo es virgen, esta poronga te va a hacer sufrir mucho.
―Te aseguro que puedo aguantarla.
Marcos usó abundante saliva para lubricar su verga y ese ansiado asterisco. Cuando empezó a ejercer presión se llevó una gran sorpresa: su pija empezó a entrar, mientras Alina ronroneaba como una gatita. Cuando el pene llegó a la mitad, él dijo:
―Me parece que este culo no es virgen ―Alina dejó salir una risita picarona―. Ahh… putita… ¿ya te hicieron el orto?
―No, nada que ver, flaco. ¿Qué decís?
―Digo lo que siento. Este culo está muy abierto. Este culo no es virgen. Ni de casualidad. Mirá cómo te entra ―empujó con fuerza y la verga se deslizó completa hasta el fondo―. ¿Ves? Ni siquiera gritaste de dolor. ¿Con qué cara vas a decir que lo tenés virgen?
―Ay, está bien. Está bien. No tengo el culo virgen.
―¿Qué decís, amor? Si nosotros nunca…
―Me parece que no es la primera vez que esta puta te pone los cuernos, flaco.
―¡Mentira! Nunca le puse los cuernos. No lo escuches, Santiago. Eso es una vil mentira.
―¿Entonces por qué tenés el culo tan abierto? ¿Acaso… te gusta meterte cosas por el orto?
―…
―¿Es eso?
―…
―¡Ajá! ¡Putita picarona! ¡Te encanta meterte cosas en el orto!
Otra vez esa risita de “niña que se portó mal” que tanto crispaba los nervios de Santiago.
―Tengo un consolador escondido en casa ―confesó la rubia.
―¿Y te gusta metértelo por el orto?
―Siiii…. muuuuuchoooo….. me lo compré porque a Santiago no le gusta el sexo anal. Y a mí sí… uf… me encanta. Cuando él se va a trabajar, yo me meto el consolador en el culo. Hoy a la mañana lo hice, por eso lo tengo tan abierto.
―¿Te gusta mucho metertelo? ―Volvió a preguntarle, solo para enfatizar.
―¡Si, me encanta! Pero esto se siente mejooor… tu pija se siente más rica.
Marcos ya estaba ganando ritmo con sus penetraciones anales. Literalmente le estaba garchando el culo a esa piba tan preciosa y angelical. Sentía que la verga le iba a explotar en cualquier momento.
―Amor… por qué no me dijiste que hacías eso ―Santiago tenía un nudo en la garganta.
―Porque vos una vez me dijiste que solamente a las putas les gustaba que les dieran por el culo…
―Y se ve que tu novia es bastante puta, flaco.
―Un poquito… ―dijo ella, con esa risita picarona―. Sí, en el fondo soy un poquito puta. Lo admito. Uf, sí… qué rico. No sabía que el sexo anal con una pija de verdad se sentía tan rico. Dame duro, Marcos. Damela toda. Rompeme el orto. Dale, Marcos… dame fuerte.
Él se puso como un macho cabrío. Era la primera vez que le pedía que se la cogiera diciendo su nombre. Se lo estaba pidiendo específicamente a él. La sujetó con fuerza de los pelos y le dio duro por el culo.
Alina acompañó los movimientos de Marcos, se dejó llevar por un desenfreno sexual que nunca antes había vivido, ni siquiera en esas noches que pasaba escondida en el baño, masturbándose y metiéndose el consolador por el culo. Porque el dildo era ancho, pero no tanto como la verga de Marcos. Ese tipo, al que no conocía de nada, le estaba cumpliendo su mayor fantasía sexual, esa que nunca se había animado a confesarle a nadie: que le cogieran el orto.
Y había otra… podría pedirla, pero no…. eso sería demasiado. Ya había llegado muy lejos, se portó muy mal con su novio. Pedir que le cumplieran esa otra fantasía sería reconocer que Marcos tenía razón; sería como admitir que se había vuelto loca por una buena pija… sería…
―¡Ay… diooos… no puedo más! ―exclamó ella, frotándose enérgicamente el clítoris―. Acabame en la cara… dame la lechita.
A su novio jamás le hubiera pedido algo así. Él no era capaz de despertar a la puta que habitaba muy en el fondo de Alina.
―¿Te la vas a tomar?
―Si… damela…
Marcos sacó la verga de ese culo y contempló lo dilatado que había quedado. Se sintió orgulloso de su trabajo. Faltaba lo más importante: coronarlo.
Esa rubia angelical volvió a ponerse de rodillas frente a él y sonrió con la boca abierta, de la misma manera que lo hizo cuando vio la pija por primera vez. Él se masturbó con ganas. De pronto su verga empezó a escupir potentes chorros de semen que cayeron por toda la cara de Alina, ella recibió cada descarga sin cerrar la boca. Tragó todo lo que cayó sobre su lengua y dejó que el resto fluyera por su bello rostro.
―Ahora estás más hermosa que nunca ―aseguró Marcos.
―Gracias ―dijo ella, con genuina alegría.
―Amor… ¿qué hiciste? ¿por qué pediste eso…?
―¿No es obvio? ―Preguntó Marcos―. Porque la muy puta se moría de ganas de que le dieran una buena cogida. Como bien dije antes: hay princesas que, en realidad, son muy putas.
―Alina ―insistió Santiago―. ¿Vas a permitir que este tipo te trate así?
―Perdón amor… pero tengo que reconocer que en parte él tiene razón. Su pija me gustó mucho. Más de lo que yo me imaginaba. Y… uf… me calentó sentirme como una putita. Fue la mejor cogida de mi vida.
―Todavía está dura, por si querés…
―Sí, quiero.
Ella se puso de pie y le dio la espalda a Marcos, empinó las nalgas y retrocedió, para que la verga se le volviera a meter completa por el culo. Aprovechó ese increíble momento de morbo para masturbarse. Tenía la cara llena de semen y se sentía la más puta de todas.
―Mmmm… no puedo creer que esta verga sea tan rica ―se movió, provocando que sus nalgas chocaran contra la pelvis de Marcos, podía sentir la pija hasta lo más hondo de su ser―. Me vuelve loca.
―¿De verdad te vas a casar con un tipo que no puede cogerte así?
―Mmmm… no lo creo. O sea, la vida es demasiado corta. Hay que disfrutar un poco. Dios… qué rico… sí, así. Uff… dale, dame más fuerte… mmm…
―Alina… por favor…
―No quiero estar toda la vida casada con un hombre que no me satisface en la cama.
―Me parece que ya no querés reservar el salón ―dijo Marcos.
―No, ya no va a ser necesario ―dijo ella, disfrutando al máximo de su primera experiencia real con el sexo anal―. Prefiero ser libre y… uf… y que me rompan bien el culo. ¡Qué rico! ¡Dame más! ¡Más más!
Y Marcos se la dio. Se la dio duro y parejo.
―Amor… ¿qué decís? Yo…
―Perdón, Santi… pero vamos a tener que cancelar el casamiento. Marcos tiene razón, no quiero estar atada a un solo hombre. Ahora lo veo con claridad: soy demasiado hermosa como para estar encadenada a un tipo que no me coge bien. ¿Te das cuenta? ―Lo miró con cara llena de semen y ojos de puta viciosa―. Estoy re buena, boludo. Soy preciosa. ¿Te imaginás la cantidad de tipos que van a querer coger conmigo? Podría elegir las pijas que más me gusten. ¡Las más grandes! Podría pasarme la vida cogiendo así… uf… dios, me vuelvo loca. ¡Qué delicia! No quiero ser tu princesa, Santiago. ¡Quiero ser puta! ¡Muy puta!
Ella empezó a gemir muy fuerte, Marcos le estaba dando con furia. Mientras el semen le seguía chorreando por la cara, ella se masturbó con tanta intensidad que tuvo un fuerte orgasmo. Gritó, gimió y se sacudió, mientras la verga se le enterraba en el orto.
―Siii… ¡cómo me gusta la pija! ¡Partime el culo, que me encanta!
Allí fue cuando Santiago supo que la había perdido para siempre. Su dulce novia había caído presa del morbo y la lujuria, y él no podía hacer nada para revertirlo.
FIN
Todos mis links:
https://magic.ly/Nokomi
5 comentarios - De Princesa a Puta.