Hola a tod@s, voy a relatar poco a poco mi historia, me cuesta mucho hacerlo porque con el paso del tiempo me sentí mal por lo que hacía y sigo guardandolo en secreto.
Los nombres son ficticios aunque creo que nadie involucrado lo leerá, me quedo más tranquila y de este modo espero por lo menos no sentirme tan mal.
La historia la voy a contar yo, en primera persona ya que m recuerdo mejor todos los detalles pasados. Y conjuntamente con mi amante decidimos detallar el secreto porque poco a poco estaba afectando negativamente a la relación.
Escribo la historia como si estuviera ocurriendo ahora, aunque comenzó todo en 2014.
Me llamo Sara (39 años), soy madre de una hija, Ana de 18 años. Nos mudamos hace ya muchos años a un pueblo cercano a Madrid (España) a unos 150km.
Me dedico a gestionar la documentación legal de la empresa familiar que es propiedad de mi padre, lo cual me ocupa poco tiempo, por lo que tengo mucho tiempo libre para practicar deporte, pasear y dedicarle a mi misma.
Mi marido Juan Carlos (42 años) trabaja en una empresa de comercio a nivel nacional en expansión por lo que disfruta de poco tiempo libre, Ana ya con 18 años inicia la universidad en Madrid y se fue a vivir a un piso compartido con amigas y apenas venia un fin de semana al mes.
Quise tener un hijo u otra hija después de Sara pero por más que lo intente con mi marido no pudimos. Juan Carlos me acusa a mí de la incapacidad de tener otro hijo por lo que nuestra relación se fue enfriando con el paso del tiempo.
Juan Carlos poco a poco me fué dejando de lado e incluso sospechaba que tenía encuentros con alguna otra mujer, ello no me importaba porque tenía una vida acomodada y tranquila.
Teníamos sexo muy esporádico cuando el venía a casa, yo siendo sexualmente activa me entretenía con juguetes, pornografía y saliendo mucho a pasear y hacer ejercicios de core, pesas, bicicleta estática...
Soy una mujer blanca, española, más bien baja (1,60m) muy delgada, tal vez demasiado.
Llevo gafas la mayoría del tiempo aunque también uso lentillas para eventos especiales.
En verano tomo mucho el sol pero mi piel es bastante blanca, el pelo me lo corto a la altura de la clavícula, en ocasiones lo dejo un poco más largo, tiene un tono rubio oscuro, todo ello natural. Mi vello corporal al contrario de lo que piense la gente es más castaño que rubio.
Mis senos son simétricos, pequeños, uso una copa A, tengo pezones rugosos e hinchados y algo caídos lo que me avergüenza bastante.
Debido a hacer mucho deporte apenas engordo, tengo un culo más bien plano, bien apretado aunque con unas bragas push-ups muchos lo miran.
Podría decirse que soy una mujer fitness pero me siento muy acomplejada con mis senos, incluso hace años pensé en operarlos para aumentar el tamaño, pero posteriormente desistí.
Me gusta vestir bien, sin provocar, sin enseñar de más, prácticamente no llamo la atención y solo en verano, debido al calor voy ligera de ropa con camisetas anchas, mallas o incluso si la camiseta es muy ancha solo llevo la braga interior.
Las casas en el pueblo eran de planta baja la mayoría, y la de mi vecino Emilio tenía varias ventanas que daban a la calle, esa calle la recorría muy a menudo para ir a ver a la familia, a la empresa familiar o a comprar.
Un viernes (siempre me acordaré del día) de junio, cuando en España ya hace calor estaba paseando de vuelta a mi casa, en soledad ya que Juan Carlos este fin de semana trabajaba y Ana se quedaba para los exámenes porque tenía que estudiar, eran algo más de las 19:00 y miré de refilon una de las ventanas de mi vecino.
Precisamente la ventana que mire era la de Emilio (20años), un chico algo más mayor que mi hija. Emilio es un chico simpático, con gafas, delgado, moreno de 1,80cm que también estudiaba en Madrid e incluso me hubiese gustado qué saliera con mi hija. Siempre amable y educado no destacaba demasiado y lo conocía desde pequeño al ser siempre vecinos.ñ
En esa mirada breve a la ventana vi claramente a Emilio en frente del ordenador masturbándose, me detuve en seco, miré a ambos lados de la calle y cerciorandome que no había nadie me acerque a la ventana por un lado para que no apreciara que le estaban observando.
Emilio con la mano izquierda sujetaba el móvil y con la derecha se masturbaba sentado en una silla frente al ordenador, se le notaba concentrado, se veía la verga claramente de un buen tamaño, los segundos que pasaron me parecieron rápidos, no podía quitar la vista de esa imagen.
Se le veía muy, muy pendiente del móvil y yo no podía dejar de observar como bombeaba la verga, hasta que Emilio giro la cabeza rápidamente hacia la ventana y me vió.
Su cara de vergüenza lo decía todo, escondió rápidamente la polla y yo más rápidamente aún aparte mi vista de le ventana y me fuí a casa. La casa de Emilio y su familia se encuentra al lado de la mía, mi hija era amiga suya, yo y mi marido conocíamos bien a sus padres y a él. Tanto que alguna vez de pequeño comió en mi casa y Ana en la suya, por lo que se podría decir que le consideraba como un hijo. Hasta ese día.
Su casa apenas está a 1 minuto andando de la mía, llegue a casa rápidamente y estaba hasta nerviosa por lo que acababa de ver ( y la verdad es que no sabía porque estaba nerviosa), me obligué a no darlo importancia y preparar la cena, pero no podía dejar de pensar en ese momento.
Esos segundos que lo vi masturbandose despertaron dentro de mi algo apagado y por más que me obligaba a intentar dejar de pensar en ello ese momento venía una y otra vez a mi cabeza. Lo recordaba una y otra vez, me excitaba y me daba vergüenza por ello.
No pensaba en su verga. Pensaba en Emilio, en ese niño que nunca tuve, que prácticamente había visto crecer y que ahora provocaba que mi concha se humedeciera.
Intenté preparar la cena rápidamente mientras hablaba por teléfono con Juan Carlos, evidenteme no le conté nada de lo sucedido, hablamos de trivialidades y el me contó su dia, pero yo seguía pensando en Emilio.
Finalizada la conversación con mi marido, terminé de preparar la cena, la tapé para cenar luego y fuí a la ducha.
Era la última estrategia para dejar de pensar en Emilio, pero no funcionó, empecé a imaginarme que vendría para disculparse o que no me volvería a dirigir la palabra por vergüenza. ¿Pensaría que se lo diría a alguien? ¿Debería hablar con el para que no se preocupase? ¿Llamaría a mi puerta y me pediría que no contase nada? Y esto era lo que más me gustaba.
La ducha no solucionó nada, estaba muy caliente, no podía parar de pensar más y más, una vez me puse el albornoz y me empecé a secar mis partes íntimas no pude parar de rozar mi cocha peluda con la tela suave del albornoz, de pellizcar mis pezones, de rozar mi cloltoris y mi secar mi culo con esa tela me estaba haciendo lubricar, algo que no ocurria desde hacía mucho tiempo.
No llegaban a ser las 21:00 pero fuí a la cama de inmediato después de la ducha, una cama de matrimonio, demasiado grande para mi sola, pero me estire en ella, abrí las piernas y comencé a rozarme mis partes con el albornoz, posteriormente le abrí y empecé a rozar mi concha con la mano e introducirme los dedos suavemente, no necesitaba lubricante, ni juguetes, solo pensar en Emilio.
Pensar que ese chico llegaba ahora y hacíamos el amor, no sexo, amor. ¿Estaba loca? ¿Que diablos estaba pensando?
Poco a poco fuí aumentando el ritmo, no recordaba la última vez que mi vagina había lubricado tanto, no podía controlarlo, quería acabar, llegar al climax y los dedos seguían haciendo su trabajo. Los movía dentro de la vagina, jugaban dentro de ella y jugaba con mi clitoris, apretaba mi culo contra la cama o tocaba la zona del perineo que me volvía loca.
Lubricaba mis tetas y el abdomen con la humedad de la concha, estaba al máximo, no recordaba algo parecido, comencé rozar y apretar el clitoris con una mano mientras con la otra seguía dedeandome.
El río estaba apunto de llegar al límite, disminuí la velocidad unos minutos volviendo a tocar zonas que había dejado abandonadas como los muslos, los pezones, saboreé el sudor mezclado con mis jugos y volví a la acción.
Otra vez comencé con los dedos a girarlos en el interior y a tocar con la otra mano mi perineo y posteriormente volví al clitoris que había crecido aún más, comencé a apretarlo mientras seguía jugando con la otra mano y al cabo de unos momentos (no sabría decir cuanto) exploté de placer, una explosión continuada y duradera en la que tuve que parar, morder un trozo del albornoz para no gritar.
Era una sensación de plenitud que dudaba de haberla tenido nunca, ni con chicos en la juventud ni con mi marido.
¿A que se debía esto? ¿Que podría hacer para olvidar algo así? Por un lado me había dado un placer exquisito pensar en Emilio, pero por otro estaba preocupada por mi actitud, por no parar de pensar en el vecino que además podría ser perfectamente mi hijo, me veía sucia, fea y vieja.
Mi mejor época había pasado y esto había sido solo un pensamiento húmedo, que me había proporcionado un orgasmo riquísimo, pero solo eso.
Esa noche no cené, fuí al bidé a limpiarme mis partes íntimas y me metí en la cama para dormír y olvidar lo sucedido.
7 comentarios - El inicio de mi nueva vida sexual