(Continuación) Esta es la cuarta entrega del "Diario secreto e íntimo de mi esposa" les dejo los links
http://www.poringa.net/posts/relatos/5504888/El-diario-secreto-de-mi-esposa-C-imagenes.html
http://www.poringa.net/posts/relatos/5506036/El-diario-secreto-de-mi-esposa-II-c-imagenes.html
http://www.poringa.net/posts/relatos/5507294/El-diario-secreto-de-mi-esposa-III-c-imagenes.html
Sinopsis:
Una madre sorprende a su hijo mientras éste miraba películas pornográficas y se masturbaba junto a sus amigos. Esto fue el episodio I, en el episodio II, la cosa se puso más "heavy". Y demuestra como un acto pícaro pero ingenuo o inocente, puede desencadenar en un papelón, y un desastre escándaloso.
Los amigos de mi hijo junto con él, suplicaron a mi esposa que, (por cierto de manera comedida y cachonda) a que muestre sus senos y dos de esos amigos la manosearon.
En el episodio III, comienza con el descontrol general y las malas decisiones que va tomando mi cónyuge que, al notar que los eventos se le están yendo de las manos, continúa con la idea del diálogo, apostando a la razón y reflexión de la turba en la que se habían convertido mi hijo y su grupo de amigos compañeros de colegio.
Continúo con la descripción textual de los hechos, según el diario íntimo y secreto de mi esposa:
Aunque mantuve las piernas juntas, mi vagina sobresalía entre ellas, uno de los amigos de mi hijo tiró de mi tanga hacia arriba haciendo que ésta se meta aún más en mi concha, todos exclamaron por la sorpresa de ver mis hinchados labios vaginales adornados sin pelitos negros.
Madre: - Se portan como si nunca hubieran visto una vagina – les dije.
Amigos: - Nunca habíamos visto una en vivo y en directo, y mucho menos una tan hermosa – contestó David.
Madre: - Oh, gracias.
Ese dulce comentario me hizo separar un poco las piernas para que pudieran apreciarla mejor.
Ninguno se movió y yo ya comenzaba a dudar, tal vez estaba asustando a estos chicos, esto era una completa locura.
Cuando estuve a punto de ponerle fin a todo sentí que una verga se pegaba a mi vagina y empujaba con fuerza, me hizo levantar más la cola.
Madre: - ¡Ay, despacio! – no fue una queja sino una sugerencia.
El que me embestía esta vez era Fabio.
Los labios de mi concha envolvieron su glande, aunque la tanga le impedía llegar más adentro, parecía que me estuviera penetrando.
El muchacho se aferró a mi cintura y continuó empujando inexpertamente hacia adentro.
Yo confiaba en que no consiguiera metérmela.
No pretendía llegar tan lejos, de hecho ni siquiera debería estar haciendo esto.
Hijo: - ¿Puedo probar yo también? – preguntó Alexis mientras Fabio continuaba frotándose contra mí.
Madre: - Bueno… sería injusto si te dijera que no, está bien – no podía creerlo, le estaba dando permiso a mi propio hijo para que me arrimara.
Su amigo se apartó y le cedió el lugar.
Mi hijo no esperó a que yo me arrepintiera, casi de inmediato presionó con fuerza su pene contra mi concha.
No pude evitar acompañar sus movimientos con mi cadera y soltar un leve gemido.
La vagina me pedía a gritos que la penetraran pero yo no estaba dispuesta a hacerle caso.
Dejé que mi hijo se entretuviera un rato y nada más.
Luego de unos segundos Alexis mi hijo se apartó.
Madre: - Pueden hacer una ronda más cada uno y basta – les dije sin pensar con mucha claridad.
Esto no podía terminar nada bien pero ya no podía deshacer lo hecho.
El primero fue David, que se frotó con ganas contra mi vagina, al menos respetaban un poco mi cuerpo, ninguno intentó apartar la tanga para metérmela.
En su turno Mauro fue muy amable, no presionó con mucha fuerza, hasta parecía que lo hacía con cariño.
Los penes abrían cada vez más mi concha, me gustaba mucho sentirlos ahí y cada vez me ponía más caliente.
Cuando volvió a pasar Fabio yo ya tenía las piernas más separadas, por lo que pude sentir su verga un tanto más adentro, pero aún no podía llamarse una penetración, aunque esto estimuló más a Fabio, lo que hizo que me embistiera como si estuviera cogiéndome con ganas.
Mi hijo también se portó de una forma similar a la de su amigo, no le importaba en lo más mínimo que yo sea su madre, con tal de poder restregar su miembro.
Madre: - Bueno, suficiente. Espero que hayan quedado satisfechos – dije dando media vuelta, ninguno tenía cara de satisfacción, al contrario, parecían desilusionados – sigan con la película, yo me voy a tomar algo y de ahí me voy a acostar.
Uno de los chicos estuvo a punto de quejarse pero lo miré con mala cara, cerró la boca al instante. Caminé hasta la cocina a paso lento sólo para corroborar que me hicieran caso, se sentaron ante la televisión otra vez y pusieron la película en marcha.
Busqué la botellita de agua en la heladera y tomé un largo trago con la esperanza de que eso me enfriara un poco.
Miré mi concha sobresaliendo por los lados de la tanga, era una escena sumamente sexual y yo había estado así frente a mi hijo y sus amigos, me sentía avergonzada, sólo quería regresar a mi cuarto y no tener que verles las caras durante toda la noche.
Ninguno de los seis parecía muy interesado en la película, hasta sus penes se veían flácidos, me dio mucha pena verlos así.
Los había ilusionado y ahora los dejaba solos.
Caminé hasta mi sillón y les dije:
Madre: - Si quieren me quedo un ratito más, pero no se me vengan encima.
Estuvieron todos de acuerdo con la propuesta, eso los animó bastante y continuaron tocándose.
Me senté en el sillón y dejé mis piernas un poco abiertas, me miraban más a mí que a la película, que se había transformado en solamente un ruido de fondo.
Fui la primera en darse cuenta que la película había terminado y ya estaban pasando los créditos.
Madre: - Se terminó – les avisé – ¿Tienen otra más o esa era la única?
Amigo: - Tenemos muchas más – dijo Mauro poniéndose de pie de un salto.
Se dirigió hacia una mesa que estaba detrás del sofá.
Yo me acerqué para curiosear un poco y eso provocó que los demás también se levantaran.
El chico delgado abrió una mochila y extrajo varias cajas de DVD, todos con portadas muy sugerentes y títulos sumamente raros.
Me puse a analizar el material de estos muchachos cuando ellos volvieron a amontonarse sobre mí.
Sentí sus dedos hurgando entre mis húmedos labios vaginales, pero no me animé a decirles nada.
Madre: - ¿Ya las vieron todas? – pregunté mientras David me chupaba un pezón.
Le agarré los testículos y los moví entre mis dedos.
Hijo: - Si, ya las vimos a todas – contestó Alexis – ya no son tan divertidas.
Amigo: - Preferimos mirarla a usted – agregó Mauro.
Madre: - Ahh que tierno – solté el DVD que tenía en la mano y agarré su pene como si fuera lo más natural del mundo y lo guie hasta la entrada de mi vagina, lo dejé frotarse un rato.
Pude sentir mis fluidos bajando por la cara interna de mis piernas.
No solo las manos de los muchachos se mantenían ocupadas, mis manos pasaban de un pene a otro constantemente, me agradaba la idea de sentir tanta virilidad en ellos.
Mi hijo se colocó detrás de mí y puso su verga entre mis nalgas, me agarró con fuerza y comenzó a moverse, su miembro surcaba mi cola de abajo hacia arriba.
Madre: - Se nota que les gusta frotármela. Me están poniendo un poquito incómoda.
Amigo: - ¿Le molesta? – preguntó Mauro apartándose.
Madre: - No es que me moleste, el problema es que ustedes se frotan y yo tengo la ropa interior puesta, y eso me hace doler – la verdad es que me gustaba mucho sentirlos a todos pegados a mí, solamente que la razón me decía que tenía que parar con todo esto, pero mi libido se oponía.
Amigo: - ¿Y si se la quita? – sugirió Fabio.
Medité durante unos instantes, ¿Qué pensarían las madres de estos chicos si se llegaran a enterar que yo me ofrecía como juguete sexual para ellos?
La verdad es que yo soy madre de uno, y me gusta que mi hijo esté disfrutando.
Ellas se lo pierden.
Madre: - Bueno, está bien. Después podemos seguir “jugando”.
Se apartaron dejándome espacio.
No quería llegar tan lejos pero ya les había prometido diversión.
Para colmo la tela de la tanga estaba empezando a irritarme mucho y ya no la aguantaba más.
Me alejé un poco de ellos y les di la espalda, luego agarré mi tanga por los elásticos y tiré hacia abajo despacito, dándole suspenso a la situación, sólo podía imaginarme sus caras, pero seguramente estarían atónitos.
Mientras más la bajaba más aliviada se sentía mi parte íntima, al llegar a mis rodillas incliné mi cuerpo hacia adelante así podía quitarla del todo y a su vez los chicos podrían admirar mi vagina por primera vez al desnudo.
En ese instante volvieron a abalanzarse sobre mí.
Madre: - No se pasen – les advertí – no piensen que pueden hacer cualquier cosa.
Ninguno me respondió, enseguida sentí unos dedos tocando mi clítoris, eso me hizo gemir de placer. Yo tampoco perdí el tiempo, agarré una verga y la masajeé firmemente.
Sentí que otra mano llegaba hasta mi concha y no se limitó con tocarla sino que introdujo un dedo, pude ver que esa mano era de David, que comenzó a masturbarme.
Agarré mi teta izquierda y se la ofrecí a Fabio con un gesto, él lo entendió y me chupó el pezón con ganas.
Yo deliraba de placer.
Mi hijo había tomado el lugar de David y era él quien me metía los dedos ahora.
Había perdido de vista a Mauro hasta que supe que se encontraba a mi espalda.
Sentí su pene duro en mi cola.
Mi culito no estaba lubricado, pero él había puesto saliva en su pene.
Pude sentir mi culito abrirse apenas con la presión, me dolió un poco pero no quería que el chico se sintiera mal así que no dije nada, pero él volvió a presionar y sentí que estaba a punto de metérmela.
No quería eso, me vi obligada a apartar su miembro con la mano, éste se deslizó hacia abajo quedando justo entre mis labios vaginales.
Cuando él empujó hacia adelante su verga apareció en el frente, parecía que un pene estaba creciendo desde el interior de mi sexo, agradecía que no me la hubiera metido y que mi hijo hubiera apartado su mano a tiempo.
Agarré la punta del pene que sobresalía y la levanté para que el tronco quedara bien encajado entre los labios de mi concha.
Comencé a frotarme de adelante hacia atrás a lo largo de todo ese palo viril.
Se sentía de maravilla, la cantidad de fluido vaginal hacía que el movimiento fuera suave y mi clítoris lo disfrutaba.
Ya estaba tan caliente que no podía dominarme a mí misma.
Cuando Mauro se apartó agarré la verga de Fabio y la dirigí hasta mi concha, la froté contra mi clítoris mientras con la mano libre agarraba la de mi hijo.
Me moví de atrás hacia adelante rítmicamente haciendo que el pene en mi vagina se deslizara entre los labios, pero teniendo mucho cuidado de que no me penetrara.
Mauro aprovechó la oportunidad y acercó sus dedos a mi culo.
Logró meterme uno al primer intento, se sintió espléndido.
Entretanto yo había comenzado a frotarme sobre la verga de David, quien intentó por todos los medios metérmela pero la tenía firmemente agarrada y no pudo hacerlo.
El dedo de mi cola entraba y salía con libertad y llegó el turno de Alexis, mi hijo para frotarse contra mi vagina.
Luego de unos segundos Mauro quitó su dedo y yo pude apartarme de los muchachos.
Amigo.: - ¿Laura, me puede dar un beso? – la pregunta de Fabio me tomó por sorpresa, giré hacia él y lo quedé mirando.
Madre: - ¿Un beso dónde? ¿En la boca? – pregunté incrédula.
Amigo: - No, acá – señaló la punta de su verga.
Madre: - Ahh pero qué vivo que sos – no pude evitar reírme de la sugerencia del chico.
Amigo: - Es solamente un beso – insistió – no tiene que hacer nada más.
Madre: - ¿Nada más? ¿Seguro?
Amigo: - Seguro…
Hijo: - Dale mamá, es solo un beso… uno para cada uno – acotó mi hijo. Mordí mi labio inferior, después de todo lo que les había dejado hacer, un simple beso en la puntita de sus penes no significaba nada.
Madre: - Está bien – accedí – pero se sientan en el sofá.
Obedecieron sin chistar.
Se sentaron uno al lado del otro y yo me tuve que preparar para hacer lo prometido.
La tremenda calentura que tenía me hacía actuar sin pensar mucho.
Me acerqué al grupo de penes erectos y me puse de rodillas en el piso.
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Sinopsis:
Una madre sorprende a su hijo mientras éste miraba películas pornográficas y se masturbaba junto a sus amigos. Esto fue el episodio I, en el episodio II, la cosa se puso más "heavy". Y demuestra como un acto pícaro pero ingenuo o inocente, puede desencadenar en un papelón, y un desastre escándaloso.
Los amigos de mi hijo junto con él, suplicaron a mi esposa que, (por cierto de manera comedida y cachonda) a que muestre sus senos y dos de esos amigos la manosearon.
En el episodio III, comienza con el descontrol general y las malas decisiones que va tomando mi cónyuge que, al notar que los eventos se le están yendo de las manos, continúa con la idea del diálogo, apostando a la razón y reflexión de la turba en la que se habían convertido mi hijo y su grupo de amigos compañeros de colegio.
Continúo con la descripción textual de los hechos, según el diario íntimo y secreto de mi esposa:
Aunque mantuve las piernas juntas, mi vagina sobresalía entre ellas, uno de los amigos de mi hijo tiró de mi tanga hacia arriba haciendo que ésta se meta aún más en mi concha, todos exclamaron por la sorpresa de ver mis hinchados labios vaginales adornados sin pelitos negros.
Madre: - Se portan como si nunca hubieran visto una vagina – les dije.
Amigos: - Nunca habíamos visto una en vivo y en directo, y mucho menos una tan hermosa – contestó David.
Madre: - Oh, gracias.
Ese dulce comentario me hizo separar un poco las piernas para que pudieran apreciarla mejor.
Ninguno se movió y yo ya comenzaba a dudar, tal vez estaba asustando a estos chicos, esto era una completa locura.
Cuando estuve a punto de ponerle fin a todo sentí que una verga se pegaba a mi vagina y empujaba con fuerza, me hizo levantar más la cola.
Madre: - ¡Ay, despacio! – no fue una queja sino una sugerencia.
El que me embestía esta vez era Fabio.
Los labios de mi concha envolvieron su glande, aunque la tanga le impedía llegar más adentro, parecía que me estuviera penetrando.
El muchacho se aferró a mi cintura y continuó empujando inexpertamente hacia adentro.
Yo confiaba en que no consiguiera metérmela.
No pretendía llegar tan lejos, de hecho ni siquiera debería estar haciendo esto.
Hijo: - ¿Puedo probar yo también? – preguntó Alexis mientras Fabio continuaba frotándose contra mí.
Madre: - Bueno… sería injusto si te dijera que no, está bien – no podía creerlo, le estaba dando permiso a mi propio hijo para que me arrimara.
Su amigo se apartó y le cedió el lugar.
Mi hijo no esperó a que yo me arrepintiera, casi de inmediato presionó con fuerza su pene contra mi concha.
No pude evitar acompañar sus movimientos con mi cadera y soltar un leve gemido.
La vagina me pedía a gritos que la penetraran pero yo no estaba dispuesta a hacerle caso.
Dejé que mi hijo se entretuviera un rato y nada más.
Luego de unos segundos Alexis mi hijo se apartó.
Madre: - Pueden hacer una ronda más cada uno y basta – les dije sin pensar con mucha claridad.
Esto no podía terminar nada bien pero ya no podía deshacer lo hecho.
El primero fue David, que se frotó con ganas contra mi vagina, al menos respetaban un poco mi cuerpo, ninguno intentó apartar la tanga para metérmela.
En su turno Mauro fue muy amable, no presionó con mucha fuerza, hasta parecía que lo hacía con cariño.
Los penes abrían cada vez más mi concha, me gustaba mucho sentirlos ahí y cada vez me ponía más caliente.
Cuando volvió a pasar Fabio yo ya tenía las piernas más separadas, por lo que pude sentir su verga un tanto más adentro, pero aún no podía llamarse una penetración, aunque esto estimuló más a Fabio, lo que hizo que me embistiera como si estuviera cogiéndome con ganas.
Mi hijo también se portó de una forma similar a la de su amigo, no le importaba en lo más mínimo que yo sea su madre, con tal de poder restregar su miembro.
Madre: - Bueno, suficiente. Espero que hayan quedado satisfechos – dije dando media vuelta, ninguno tenía cara de satisfacción, al contrario, parecían desilusionados – sigan con la película, yo me voy a tomar algo y de ahí me voy a acostar.
Uno de los chicos estuvo a punto de quejarse pero lo miré con mala cara, cerró la boca al instante. Caminé hasta la cocina a paso lento sólo para corroborar que me hicieran caso, se sentaron ante la televisión otra vez y pusieron la película en marcha.
Busqué la botellita de agua en la heladera y tomé un largo trago con la esperanza de que eso me enfriara un poco.
Miré mi concha sobresaliendo por los lados de la tanga, era una escena sumamente sexual y yo había estado así frente a mi hijo y sus amigos, me sentía avergonzada, sólo quería regresar a mi cuarto y no tener que verles las caras durante toda la noche.
Ninguno de los seis parecía muy interesado en la película, hasta sus penes se veían flácidos, me dio mucha pena verlos así.
Los había ilusionado y ahora los dejaba solos.
Caminé hasta mi sillón y les dije:
Madre: - Si quieren me quedo un ratito más, pero no se me vengan encima.
Estuvieron todos de acuerdo con la propuesta, eso los animó bastante y continuaron tocándose.
Me senté en el sillón y dejé mis piernas un poco abiertas, me miraban más a mí que a la película, que se había transformado en solamente un ruido de fondo.
Fui la primera en darse cuenta que la película había terminado y ya estaban pasando los créditos.
Madre: - Se terminó – les avisé – ¿Tienen otra más o esa era la única?
Amigo: - Tenemos muchas más – dijo Mauro poniéndose de pie de un salto.
Se dirigió hacia una mesa que estaba detrás del sofá.
Yo me acerqué para curiosear un poco y eso provocó que los demás también se levantaran.
El chico delgado abrió una mochila y extrajo varias cajas de DVD, todos con portadas muy sugerentes y títulos sumamente raros.
Me puse a analizar el material de estos muchachos cuando ellos volvieron a amontonarse sobre mí.
Sentí sus dedos hurgando entre mis húmedos labios vaginales, pero no me animé a decirles nada.
Madre: - ¿Ya las vieron todas? – pregunté mientras David me chupaba un pezón.
Le agarré los testículos y los moví entre mis dedos.
Hijo: - Si, ya las vimos a todas – contestó Alexis – ya no son tan divertidas.
Amigo: - Preferimos mirarla a usted – agregó Mauro.
Madre: - Ahh que tierno – solté el DVD que tenía en la mano y agarré su pene como si fuera lo más natural del mundo y lo guie hasta la entrada de mi vagina, lo dejé frotarse un rato.
Pude sentir mis fluidos bajando por la cara interna de mis piernas.
No solo las manos de los muchachos se mantenían ocupadas, mis manos pasaban de un pene a otro constantemente, me agradaba la idea de sentir tanta virilidad en ellos.
Mi hijo se colocó detrás de mí y puso su verga entre mis nalgas, me agarró con fuerza y comenzó a moverse, su miembro surcaba mi cola de abajo hacia arriba.
Madre: - Se nota que les gusta frotármela. Me están poniendo un poquito incómoda.
Amigo: - ¿Le molesta? – preguntó Mauro apartándose.
Madre: - No es que me moleste, el problema es que ustedes se frotan y yo tengo la ropa interior puesta, y eso me hace doler – la verdad es que me gustaba mucho sentirlos a todos pegados a mí, solamente que la razón me decía que tenía que parar con todo esto, pero mi libido se oponía.
Amigo: - ¿Y si se la quita? – sugirió Fabio.
Medité durante unos instantes, ¿Qué pensarían las madres de estos chicos si se llegaran a enterar que yo me ofrecía como juguete sexual para ellos?
La verdad es que yo soy madre de uno, y me gusta que mi hijo esté disfrutando.
Ellas se lo pierden.
Madre: - Bueno, está bien. Después podemos seguir “jugando”.
Se apartaron dejándome espacio.
No quería llegar tan lejos pero ya les había prometido diversión.
Para colmo la tela de la tanga estaba empezando a irritarme mucho y ya no la aguantaba más.
Me alejé un poco de ellos y les di la espalda, luego agarré mi tanga por los elásticos y tiré hacia abajo despacito, dándole suspenso a la situación, sólo podía imaginarme sus caras, pero seguramente estarían atónitos.
Mientras más la bajaba más aliviada se sentía mi parte íntima, al llegar a mis rodillas incliné mi cuerpo hacia adelante así podía quitarla del todo y a su vez los chicos podrían admirar mi vagina por primera vez al desnudo.
En ese instante volvieron a abalanzarse sobre mí.
Madre: - No se pasen – les advertí – no piensen que pueden hacer cualquier cosa.
Ninguno me respondió, enseguida sentí unos dedos tocando mi clítoris, eso me hizo gemir de placer. Yo tampoco perdí el tiempo, agarré una verga y la masajeé firmemente.
Sentí que otra mano llegaba hasta mi concha y no se limitó con tocarla sino que introdujo un dedo, pude ver que esa mano era de David, que comenzó a masturbarme.
Agarré mi teta izquierda y se la ofrecí a Fabio con un gesto, él lo entendió y me chupó el pezón con ganas.
Yo deliraba de placer.
Mi hijo había tomado el lugar de David y era él quien me metía los dedos ahora.
Había perdido de vista a Mauro hasta que supe que se encontraba a mi espalda.
Sentí su pene duro en mi cola.
Mi culito no estaba lubricado, pero él había puesto saliva en su pene.
Pude sentir mi culito abrirse apenas con la presión, me dolió un poco pero no quería que el chico se sintiera mal así que no dije nada, pero él volvió a presionar y sentí que estaba a punto de metérmela.
No quería eso, me vi obligada a apartar su miembro con la mano, éste se deslizó hacia abajo quedando justo entre mis labios vaginales.
Cuando él empujó hacia adelante su verga apareció en el frente, parecía que un pene estaba creciendo desde el interior de mi sexo, agradecía que no me la hubiera metido y que mi hijo hubiera apartado su mano a tiempo.
Agarré la punta del pene que sobresalía y la levanté para que el tronco quedara bien encajado entre los labios de mi concha.
Comencé a frotarme de adelante hacia atrás a lo largo de todo ese palo viril.
Se sentía de maravilla, la cantidad de fluido vaginal hacía que el movimiento fuera suave y mi clítoris lo disfrutaba.
Ya estaba tan caliente que no podía dominarme a mí misma.
Cuando Mauro se apartó agarré la verga de Fabio y la dirigí hasta mi concha, la froté contra mi clítoris mientras con la mano libre agarraba la de mi hijo.
Me moví de atrás hacia adelante rítmicamente haciendo que el pene en mi vagina se deslizara entre los labios, pero teniendo mucho cuidado de que no me penetrara.
Mauro aprovechó la oportunidad y acercó sus dedos a mi culo.
Logró meterme uno al primer intento, se sintió espléndido.
Entretanto yo había comenzado a frotarme sobre la verga de David, quien intentó por todos los medios metérmela pero la tenía firmemente agarrada y no pudo hacerlo.
El dedo de mi cola entraba y salía con libertad y llegó el turno de Alexis, mi hijo para frotarse contra mi vagina.
Luego de unos segundos Mauro quitó su dedo y yo pude apartarme de los muchachos.
Amigo.: - ¿Laura, me puede dar un beso? – la pregunta de Fabio me tomó por sorpresa, giré hacia él y lo quedé mirando.
Madre: - ¿Un beso dónde? ¿En la boca? – pregunté incrédula.
Amigo: - No, acá – señaló la punta de su verga.
Madre: - Ahh pero qué vivo que sos – no pude evitar reírme de la sugerencia del chico.
Amigo: - Es solamente un beso – insistió – no tiene que hacer nada más.
Madre: - ¿Nada más? ¿Seguro?
Amigo: - Seguro…
Hijo: - Dale mamá, es solo un beso… uno para cada uno – acotó mi hijo. Mordí mi labio inferior, después de todo lo que les había dejado hacer, un simple beso en la puntita de sus penes no significaba nada.
Madre: - Está bien – accedí – pero se sientan en el sofá.
Obedecieron sin chistar.
Se sentaron uno al lado del otro y yo me tuve que preparar para hacer lo prometido.
La tremenda calentura que tenía me hacía actuar sin pensar mucho.
Me acerqué al grupo de penes erectos y me puse de rodillas en el piso.
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