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Compendio III
La noche estaba viva con la esencia de flores y la risa de los niños reavivaba la casa de Sonia con actividad. El viernes era el internacional día de la madre y la celebración estaba en completo apogeo.
Marisol, imponente con un vestido de una pieza otoñal verde, su cabello largo fluyendo sobre sus hombros, hacía entrada al domicilio, con una sonrisa resplandeciente en su hermoso rostro.
Me sujetaba del brazo, donde esa noche, yo vestía una tenida semiformal con mi camisa de rigor, una chaqueta y pantalones negros.
Mientras que Elena entretenía al resto de los invitados, Sonia nos salió a recibir, junto a las niñas. Sin embargo, la tensión ya era palpable en el ambiente sobre los acontecimientos que se avecinaban y que ninguno de nosotros quería reconocer.
Nos sonreíamos con una tácita complicidad, dado que los 3 compartíamos el mismo secreto que nos ataba de una manera tanto discreta como inescapable.
Sonia se mostró particularmente agradecida con mi esposa. Sin su ayuda aquella vez, probablemente para mi jefa, ese viernes habría sido un día más, como cualquier otro.
Pero al mirarme a mí y acariciar mis cabellos, me dio las gracias por aquella noche de pasión y placer, dado que debido a ella tenemos a nuestro pequeño Bastián en nuestras vidas.
Aun así, el motivo de la excitación de mi cónyuge era otro. Y mientras ella compartía con Sonia sobre problemas de crianza y nuestros retoños correteaban por los alrededores jugando, no me perdía el ojo de encima…
Del otro lado de la habitación, estaba pendiente de su llegada. Mi corazón se aceleró al verla y ella, diligente, se le cortó la respiración.
Con una amplia sonrisa, fui a recibirla y llevarla directamente a lo que para ella sería la jaula de los leones…
El corazón de mi esposa dio un vuelco cuando me vio volver a entrar, llevando a esta despampanante mujer rubia. Podía notar en sus expresiones corporales que era el momento que estaba esperando toda la noche…
Por fin, Marisol podría conocer a la encantadora Emma.
Aunque la madre de Karen se mostró bastante tímida e intimidada, a Marisol le atrajo al instante, solo con verla: Su cola de caballo dorada, sus ojos color avellana, sus pómulos rosáceos y fino, sus labios carnosos y rosados…
Pero fue su figura la que encantó más a mi mujer: unos pechos turgentes y voluptuosos, una cintura fina y unas nalgas redondas, cubiertas de forma respetuosa y elegante con una falda midi que abrazaba sus caderas y muslos curvilíneos, combinada con una blusa metida por dentro que mostraba su amplio escote. Complementaba su look con un par de botines negros de tacón alto y un lujoso abrigo de piel sintética que aportaba calidez y sofisticación a su conjunto. Alrededor del cuello, Emma llevaba un llamativo collar que captaba la luz cuando se movía, que daban a Emma simplemente un aspecto acogedor.
Aunque Emma era una de mis amantes, para Marisol tenía un lugar especial en su corazón. No porque mi esposa fuese celosa, mezquina y posesiva, pero a causa de que le da un gran placer sentirse una cornuda.
Y como yo le había dicho, Emma es una madre soltera inteligente y mesurada, con una personalidad similar a la suya. Por este motivo, estaba deseando conocerla, ya que la posibilidad que terminásemos haciendo un trío con ella estaba a la vuelta de la esquina…
Inteligentemente, Marisol se volvió a Sonia, para enmascarar su compostura con calma y le sonrió educadamente.
+ ¡Tu casa se ve lindísima! – le alcancé a escuchar hablarle a nuestra amiga en inglés, solo para disimular. -¡Te has vuelto a superar!
Aunque a Sonia la tomó de sorpresa, siguió el juego de mi esposa.
· ¡Gracias, Mari! ¡No sabes lo feliz que me haces! – le respondió, fingiendo no vernos llegar. - ¡Emma! ¡Qué bueno que llegas! ¡Te estábamos esperando!
La pobre se tensó al ver que la dueña de casa estaba hablando con mi esposa.
o ¡Gracias por la invitación! – respondió acomplejada.
Pero ajenos a los acontecimientos del mundo de los adultos, Bastián estaba completamente feliz de abrazar a su mejor amiga en todo el mundo, Karen, y presentarla finalmente a su hermana mayor, Pamela.
Según me contaría después mi hija, a pesar de su Asperger, ella sí se dio cuenta que la niña que le presentó su hermano estaba muy encariñada con él. Pero al igual de pragmática que yo, no quiso decirle nada, puesto que Bastián le insistía e insistía que le mostrara a Karen sus preciosos dibujos, lo que era una pasión compartida de por 2 de las personas más importantes en el mundo de mi hijo.
Pude notar la satisfacción de mi cachorro al mirar a su madre. Estaba encantado, porque tendría su primera pijamada con sus hermanas y su mejor amiga esa noche, haciéndole sentir exultante de regocijo.
Mientras tanto, la sonrisa de mi ruiseñor creció en resplandor, a medida que le extendía la mano a mi amante.
+ ¡Es un gusto finalmente conocerte, Emma! Marco me ha hablado muchísimo de ti. Te estima bastante. –confesó mi esposa.
Una mirada coqueta y una leve sonrisa se escabulleron para mirarme, como si buscaran confirmar la veracidad de las palabras de mi esposa.
Aun así, Emma dudó unos segundos, con sus mejillas enrojeciendo levemente, antes de tomar la mano de Marisol y sacudirla firmemente.
o Gracias, Marisol. Es un gusto en conocerte a ti también. Marco me ha hablado mucho de ti. Imagino que debes ser una compañera increíblemente comprensiva y solidaria. – respondió Emma de forma intuitiva.
Marisol se rió suavemente, soltando la mano de Emma.
+ ¡Ay, lo intento! – se quejó mi esposa, fingiendo descaradamente en tono de broma. - ¡No siempre es fácil! Pero lo amo. Y amo nuestra vida juntos. Nos cuesta a veces, pero tratamos de hacer que funcione.
Noté que a Emma le tranquilizaba ver que Marisol era una persona relajada, mientras que mi cónyuge me dio una mirada con un chispazo en sus ojos, que Emma no alcanzó a distinguir.
Y aunque fingía prestar atención a la conversación que tenía el conocido de Sonia, la verdad era que no podía dejar de escuchar la conversación entre mi cónyuge y mi amante.
o Sí, puedo verlo. Ustedes están obviamente muy enamorados. Es difícil encontrar una relación así hoy en día. – respondió indecisa entre mirarme a mí y a mi esposa.
Pero entonces, la expresión de Marisol se suavizó aún más y se inclinó a ella, como casi compartiendo un secreto…
+ ¿Sabes qué, Emma? Hay algunas cosas que siempre he querido hablar contigo. Cosas que he estado pensando por un tiempo…- comentó mi ruiseñor, mirándome discretamente, por si le seguía escuchando.
La pobre Emma se veía tanto intrigada como nerviosa.
o ¡Por supuesto, Marisol! ¡Estoy aquí para escucharte! ¡Lo que sea que quieras decirme, puedes confiar en mí! – le respondió Emma, mirándola fijamente. Podía darme cuenta de que su corazón se aceleraba en anticipación.
El aire entre ellas pareció cargarse eléctricamente y Emma parecía impaciente por saber qué sorpresa le tenía Marisol preparada.
Créanme que, para mí, se me cayó el mundo cuando Marisol empezó a caminar, mirándome maliciosamente sabiendo lo que hacía, mientras que Emma le seguía sus pasos.
Tenía que desembarazarme de alguna manera de esa insípida conversación sobre el polo y los caballos, por lo que mi ágil mente reformuló la excusa que tenía que ver a mis hijas.
Aun así, Sonia casi me mata del susto, al atacarme por las costillas desde mis espaldas.
· ¡Eres bien fresco! – exclamó, mientras me recuperaba de mi taquicardia. – No sé cómo lo haces, pero te das cuenta de que esas 2 minas quieren acostarse contigo hasta dejarte seco, ¿Verdad?
Y me conminó a que la siguiera, dado que nadie mejor que ella conoce su casa. Marisol y Emma salieron a una terraza. La noche estaba fresca, pero mi tenaz esposa es capaz de aguantar el frío, con tal de salirse con la suya. Trató de dilatar el silencio lo más que pudo, esperando que yo llegase.
Sin embargo, tanto Sonia como yo estábamos a sus espaldas, escuchando su diálogo.
o ¿Sobre qué quieres hablar? – consultó Emma, cuando el silencio se hizo insostenible.
Mi esposa se notó decepcionada por no verme. Pero, aun así, no podía dejar a Emma sin una respuesta.
+ Verás…- empezó mi señora, más insegura de lo que yo esperaba. – He escuchado a mi marido a hablar de ti… y bueno… puedo darme cuenta de que le gustas.
Emma se sobresaltó y miró a mi esposa espantada.
+ ¡Por favor, no te asustes! –prosiguió mi esposa en un tono gentil, tratando de calmarla. – Si te soy sincera… me vuelve loca cuando otra mujer encuentra apuesto a mi mejor amigo… y quería consultarte…
o ¡Te pido disculpas, Marisol! –le interrumpió Emma, empezando a acongojarse. – De verdad… no quise enamorarme de él… y sé que no tengo excusa… pero he estado mucho tiempo sola.
Sonia me dio un codazo, riéndose de forma discreta.
Aun con lágrimas en los ojos, logró esbozar una sonrisa.
+ Es que tu esposo es un hombre diferente… ¿Lo sabías? – le trató de explicar a mi mujer. – Él me hizo sentir…escuchada… valorada… bonita… y de verdad, Marisol, que hacen años que no he estado con un hombre así… pero si tú quieres… trataré de dejarlo… y entonces…
Marisol se alteró de inmediato.
+ ¡No! ¡No! ¡Tranquila! – espetó mi esposa, muy alterada. – Emma, de verdad te agradezco que me seas tan sincera… y como te decía… me encanta cuando otras mujeres también encuentran que mi mejor amigo es diferente… pero…
Y en esos momentos, Marisol y Emma se miraron fijamente a los ojos, como si se entendieran sin palabras…
+ También te has dado cuenta…¿Verdad? - preguntó mi esposa, con su cuerpo como si hubiese sido congelado en el tiempo.
Al parecer, Emma sabía de lo que hablaba y trató de no mirarla.
o ¿De qué hablas? – consultó Emma, disimulando mirarse los pies.
+ Hablo de cuando él se acuesta contigo. – respondió Marisol, sin pizca de reproche. – Sabes que él todavía quiere más...
Emma levantó su rostro. Sus sonrisas de alegría se reflejaban mutuamente.
Y como si se hubieran dicho todo lo que necesitaban contarse, Marisol prosiguió de forma normal.
+ Lo que quería proponerte es si quieres dormir con él y conmigo esta noche. – soltó Marisol, simple y llanamente.
Al parecer, expresar las ideas en palabras era completamente distinto.
o Ya… veo. – exclamó Emma, casi en un susurro. – Eso suena…interesante.
Se relamió los labios, nerviosa y daba la impresión de que su corazón quería arrancar de su pecho.
o Pero ¿Estás segura de que eso es lo que quieres? – preguntó, casi con impaciencia. – Quiero decir… no quiero empujarte a nada que no te haga sentir incómoda…
El rostro de mi ruiseñor adquirió la luminiscencia de un lucero…
Tras tomar un profundo respiro y mirar directamente a los ojos de Emma sin titubear, respondió:
+ Estoy segura, Emma. Confío en ti. Y yo creo… creo que podremos divertirnos todos, ¿No? – respondió mi mujer con una voz levemente vibrante y una amplia sonrisa, reflejando la misma anticipación.
En cambio, mis costillas volvían a sentir el castigo incólume de Sonia.
· ¿Lo ves? ¡Te lo dije! ¡Te sacarán el jugo entero! – auguró mi jefa en tono burlón.
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1 comentarios - PDB 34 Noche de “las madres”…(I)