A los 19 años, era una chica disfrutando de la vida: me había mudado a la capital para estudiar, entrenaba en el gimnasio para mantener un buen cuerpo y ganaba algo de dinero en un trabajo de medio tiempo. Mientras, mis padres me pagaban el departamento y los estudios.
Durante las vacaciones decidí ir a pasar unos días a la casa familiar, antes de emprender rumbo a la playa con mis amigas.
La tercera noche durmiendo en casa de mis padres, ocurrió algo que me marcaría de por vida.
Era de noche, más o menos las 2 de la mañana. No podía dormir, algo me inquietaba. Cuando casi logro conciliar el sueño, un ruido extraño me despierta de golpe.
Miré por la ventana y vi que tres hombres habían entrado a la casa. Rápidamente fui a la habitación de mis padres. Papá fue a ver qué ocurría y fue recibido a golpes por los asaltantes. Nos encerraron en el cuarto de ellos y comenzaron a revolver la casa.
Yo había logrado esconder mi celular, se lo di a mi madre y le dije que llame a la policía, que yo me encargaría de distraernos. Ella aceptó luego de un largo rato, ya que mi padre se encontraba malherido y ella no podía exponerse.
Logré abrir la puerta y bajé a la sala, ahí estaban ellos. Tenían bolsas llenas con nuestras pertenencias, fruto del trabajo de años de mis padres. No podía permitir que se salgan con la suya.
No se qué fue lo que me impulsó a tomar la decisión que tomé, quizás la fantasía y el morbo, mezclados con las ganas de ayudar.
Antes de que se acerquen a mi para llevarme a encerrar de vuelta, comencé a desnudarme frente a ellos, me arrodillé y me ofrecí a ellos, a sus más bajos deseos.
Dudaron, hasta que uno se acercó. Comenzó a manosearme las tetas, el culo, la concha. Con mis manos acaricié su entrepierna por encima del pantalón y comencé a sentir como se ponía dura. Al rato ya había desenfundado un enorme pene de más o menos 19 cm.
Los otros dos miraban mientras yo se la chupaba al primero de ellos. Finalmente también se sumaron.
Los tres eran morenos, muy morenos. Y realmente estaban muy bien dotados, especialmente uno de ellos, que la tenía como de 22 cm.
Uno a uno fui chupándoselas. Realmente se sentía muy bien, estaba muy caliente. No pasó mucho hasta que me hagan poner en cuatro y comiencen a turnarse para penetrarme.
Cuesta explicar lo excitada que me sentía cuando esos tres malvivientes me reventaban la vagina y el ano con sus enormes vergas, el dolor se convertía en placer y los orgasmos no tardaron en llegar.
Veían que mi reacción era de mayor excitación y hasta sonreía y pedía más, entonces aumentaban la intensidad.
Si bien para esa altura de mi vida ya me habían cogido por todos lados, nunca había sentido algo como lo de esa noche. El momento cumbre fue la doble penetración, era la primera vez que me lo hacían. Aparte semejantes miembros gigantes azotando mis entradas, era impresionante.
Uno de ellos eyaculó dentro de mi vagina y se alistaba para la huida, mientras los otros dos aún se tomaban turnos para romperme el culo. El que ya había terminado los apuraba, ellos estaban sumergidos en el mismo éxtasis que yo. Hasta me había olvidado que el punto de todo era hacer tiempo hasta que llegue la policía.
Como si fuese planeado, luego de que los dos restantes descarguen su leche espesa en mi rostro, boca y pechos; la policía irrumpió. Ellos intentaron huir pero estaban acorralados.
Yo subí rápidamente las escaleras y me encerré en el baño, mientras escuchaba todo el drama abajo. Finalmente la policía los capturó y no pudieron llevarse nada.
En la declaración tuve que confesar lo que hice, ante la atónita mirada del oficial que me interrogaba.
Creo que mis padres jamás se enteraron de todo lo ocurrido, pero algo sospechaban; ya que era imposible que yo sola me enfrente a esos malandros y logre reducirlos hasta que llegue la policía.
Luego de un par de días más, seguí con mis vacaciones y mantuve el recuerdo de la noche en que ser una puta salvó la casa de mis padres.
Durante las vacaciones decidí ir a pasar unos días a la casa familiar, antes de emprender rumbo a la playa con mis amigas.
La tercera noche durmiendo en casa de mis padres, ocurrió algo que me marcaría de por vida.
Era de noche, más o menos las 2 de la mañana. No podía dormir, algo me inquietaba. Cuando casi logro conciliar el sueño, un ruido extraño me despierta de golpe.
Miré por la ventana y vi que tres hombres habían entrado a la casa. Rápidamente fui a la habitación de mis padres. Papá fue a ver qué ocurría y fue recibido a golpes por los asaltantes. Nos encerraron en el cuarto de ellos y comenzaron a revolver la casa.
Yo había logrado esconder mi celular, se lo di a mi madre y le dije que llame a la policía, que yo me encargaría de distraernos. Ella aceptó luego de un largo rato, ya que mi padre se encontraba malherido y ella no podía exponerse.
Logré abrir la puerta y bajé a la sala, ahí estaban ellos. Tenían bolsas llenas con nuestras pertenencias, fruto del trabajo de años de mis padres. No podía permitir que se salgan con la suya.
No se qué fue lo que me impulsó a tomar la decisión que tomé, quizás la fantasía y el morbo, mezclados con las ganas de ayudar.
Antes de que se acerquen a mi para llevarme a encerrar de vuelta, comencé a desnudarme frente a ellos, me arrodillé y me ofrecí a ellos, a sus más bajos deseos.
Dudaron, hasta que uno se acercó. Comenzó a manosearme las tetas, el culo, la concha. Con mis manos acaricié su entrepierna por encima del pantalón y comencé a sentir como se ponía dura. Al rato ya había desenfundado un enorme pene de más o menos 19 cm.
Los otros dos miraban mientras yo se la chupaba al primero de ellos. Finalmente también se sumaron.
Los tres eran morenos, muy morenos. Y realmente estaban muy bien dotados, especialmente uno de ellos, que la tenía como de 22 cm.
Uno a uno fui chupándoselas. Realmente se sentía muy bien, estaba muy caliente. No pasó mucho hasta que me hagan poner en cuatro y comiencen a turnarse para penetrarme.
Cuesta explicar lo excitada que me sentía cuando esos tres malvivientes me reventaban la vagina y el ano con sus enormes vergas, el dolor se convertía en placer y los orgasmos no tardaron en llegar.
Veían que mi reacción era de mayor excitación y hasta sonreía y pedía más, entonces aumentaban la intensidad.
Si bien para esa altura de mi vida ya me habían cogido por todos lados, nunca había sentido algo como lo de esa noche. El momento cumbre fue la doble penetración, era la primera vez que me lo hacían. Aparte semejantes miembros gigantes azotando mis entradas, era impresionante.
Uno de ellos eyaculó dentro de mi vagina y se alistaba para la huida, mientras los otros dos aún se tomaban turnos para romperme el culo. El que ya había terminado los apuraba, ellos estaban sumergidos en el mismo éxtasis que yo. Hasta me había olvidado que el punto de todo era hacer tiempo hasta que llegue la policía.
Como si fuese planeado, luego de que los dos restantes descarguen su leche espesa en mi rostro, boca y pechos; la policía irrumpió. Ellos intentaron huir pero estaban acorralados.
Yo subí rápidamente las escaleras y me encerré en el baño, mientras escuchaba todo el drama abajo. Finalmente la policía los capturó y no pudieron llevarse nada.
En la declaración tuve que confesar lo que hice, ante la atónita mirada del oficial que me interrogaba.
Creo que mis padres jamás se enteraron de todo lo ocurrido, pero algo sospechaban; ya que era imposible que yo sola me enfrente a esos malandros y logre reducirlos hasta que llegue la policía.
Luego de un par de días más, seguí con mis vacaciones y mantuve el recuerdo de la noche en que ser una puta salvó la casa de mis padres.
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