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Los peores amantes: Capitulo I

Capítulo I: Lo que no espera encontrar


Cuando inicié viaje aquel día, nunca hubiera imaginado que a partir de ese momento cambiaría todo por completo. Tenía que hacer poco más de 100 km para asistir a una reunión de trabajo, algo que claramente no me hacía ninguna gracia con el calor de diciembre.


Llegue puntual como siempre lo hago, me anuncio en la guardia y me hacen ingresar a una especie de sala de reunión moderna adaptada en lo que alguna vez un quincho, grandes ventanales que hacía todo vidrio en tres de sus cuatro paredes, mesa grande, proyector, algunas bandejas con galletitas, bizcochitos y lógicamente café, té y mate cocido a disposición para quienes quisieran.


Comenzando el encuentro suponía que ya estábamos todos, interactuando con esas charlas previas donde si bien con algunos ya habíamos tenido relación, siempre fue telefónica, claro, en esa época no existía zoom ni ninguna otra plataforma de ese tipo, era la primera vez que representantes de ambas empresas nos reuníamos de manera presencial para ultimar detalles de lo que sería el inicio de las operaciones que nosotros haríamos con ellos.


Todo marchaba normal, algunos comentarios graciosos entre todos para distender el ambiente, cuando a través del ventanal y algo lejos parecía venir en dirección a esta sala a una morocha que ya a esa distancia y pese a verla tan diminuta hacía notar que se trataba de una figura perfecta, armoniosa, delicada. Reconozco que me puse algo curioso, casi rozando lo pajero, pero les puedo asegurar que era imposible incluso no desear que el destino de esa morocha fuera esta reunión y que ojalá no hubiera desvío hacia otro lugar.


Disimule como pude mi asombro frente a compañeros y extraños, seguí con la mirada cada paso que esa mujer daba, increíblemente me quede absorto viendo cómo se acercaba más y más hasta que por suerte estando ya bien cerca de nuestro sitio, no solo pude corroborar que era hermosa, sino que iba a ser parte del encuentro que se estaba desarrollando. Con una presencia imponente pero no avasallante, la veo entrar, vestía, si bien muy sencilla, unos pantalones lilas anchos, de esos que no sostienen nada, bien sueltos, que cuando marcan un buen culo, no mienten en absoluto y hace saber que lo que hay debajo es una manzana perfecta. Una musculosa haciendo juego con el pantalón y que dejaba ver unos tatuajes chiquitos muy sexys que asomaban apenas por encima del omoplato y completaban al frente de su clavícula. Por el tipo de lugar en el que estábamos, completaba su vestimenta unos zapatos de seguridad horribles que no lograron quitar la sensualidad que esa morocha desparramaba a cada paso.


Saludos protocolares a todos los presentes, su jefe la fue guiando hasta llegar a presentarnos y donde tuvimos el primer contacto de piel en ese beso casi frío y desinteresado, pero donde pude sentir su perfume que a partir de ese momento me quedo no solo grabado, sino que al día de hoy lo tengo en la punta de mi nariz como si fuera aquel día.


Podría mentir y decir que nos miramos apasionadamente durante toda la reunión, que esa morocha de ensueño me miraba de manera provocativa mordiéndose el labio, como invitándome a cogerla con fuerza, que al término de la reunión nos cruzamos intencionalmente en el baño y que nos cogimos de manera salvaje y al grito de “te gusta putita?”, “sí, quiero tu pija en el culo!”, y que todo finaliza con una acabada en la que ella abre grande su boca y no deja caer ni una sola gota de mi leche… pero amigas y amigos míos, todo eso está muy lejos de la realidad.


Lamentablemente en la reunión apenas si ella me miro, yo creo que fui bastante obvio pero sepan entender que no fue por puro pajerismo, estaba aburrido y lo único interesante que había en esa sala era ella. Pero pese a estar tan buena, ya sea viendo su cara o cuando la escuchaba hablar mi pensamiento era “que mina tan agreta”. Llegado el mediodía hicimos un pequeño break donde trajeron gaseosa fría y sandwichs de miga a los cuales ataqué sin reparo. Veo que mi morocha preferida sale al calor del exterior, y se queda hablando y mandando mensajes por el Backberry bajo el sol del mediodía. En ese preciso momento, al verla así, tan ella, tan imponente, y ese culo que parecía haber sido esculpido a la perfección por las propias manos de Miguel Angel, fue que pensé… esta mujer va a ser mía.


Por suerte ambas empresas comenzaron operaciones donde mi empresa era cliente de la empresa donde ella trabajaba, y ella y yo éramos los nexos, así que básicamente ella era mi proveedor y yo era su cliente. Imagínense mi alegría, contacto diario con ella, constantes mails y llamadas telefónicas, obviamente yo tenía un objetivo, claro y preciso, que era cogérmela. Yo no solía ser de esa manera, estaba en pareja, bien, nunca tuve necesidad ni ganas de cagar a mi mujer ni me faltaba nada en casa. Incluso más allá de la atracción que podría sentir con una mujer al pasar que llamaba mí atención, no era más que eso, como mucho el clásico que buena que está, que lindo sería cogérmela. De hecho, la sola idea de realmente coger con otra mujer me daba cierto pánico, no estaba en mi esencia estar de trampa, no soy salidor, no ando de joda, nada. Pero la morocha tiro abajo toda mi estructura, sonará súper cursi, pero incluso se lo dije tiempo después a ella. Cuando la vi, supe que era y que iba a ser especial en mi vida.


Con el correr de los meses seguíamos hablando, cada día más en confianza, más charla fuera de los temas laborales, gustos, música, etc… banalidades si se quiere decir. También nos confesamos cuales fueron las impresiones que tuvo cada uno respecto al otro en esa primera reunión, donde ella me dijo que le parecí un creído y yo le conté que para mí era una agreta. La verdad que nos fuimos haciendo amigos, esa es la descripción correcta, si, lógico, yo tenía un objetivo y era cogérmela, pero la verdad que entablamos una muy buena amistad. Yo siempre la invitaba a vernos algún día, desde aquella vez que nunca más nos vimos. Ella siempre me rechazaba, lo tomaba más a joda que otra cosa, ambos estábamos en pareja, así que nunca me dio mucha cabida, pero yo no bajaba los brazos, incluso le decía, no voy a darme por vencido hasta que no logre tener algo con vos, plata no tengo pero paciencia me sobra. Hasta que llegó el momento en hice mi primera visita a su lugar de trabajo para supervisar una operación. A partir de ese momento todo cambió.


Llegue a su empresa entrada la mañana con facturas en cantidad para convidar a ella y a todo su equipo de trabajo, como buen cliente y obvio para ganarme algún puntito extra con ella. Desayunamos juntos, hablamos, vimos algunas cosas de trabajo. Veníamos hablando hace meses de cosas más allá de lo laboral, y si bien nunca acepto vernos, cada día las charlas eran más profundas, más intensas, casi rozaban lo íntimo. A medida que pasaban las horas en su oficina atestada de gente, nos mirábamos con picardía, ambos entendíamos que lo único que esperábamos era quedarnos solos un momento al menos. Disimulando pero casi sin éxito, seguíamos las conversaciones dejando a la vista que entre nosotros había una chispa bastante visible. La invite a algún lugar a almorzar, como para intentar salir de ese ambiente al menos un rato, pero en el lugar que estábamos, lo más cerca que había era a unos 20 km y todos los empleados comían en el comedor de la empresa, y nosotros no fuimos la excepción. El día transcurrió así, sin mucha posibilidad de nada, pero sus ojos me decían lo mismo que mis ojos le decían a ella. Nos deseamos.


El tiempo siguió pasando, mucha distancia nos separaba, los tiempos de cada uno eran impedimento de que podamos tener un tiempo a solas. Pero cada día que pasaba eran más los mails y llamadas personales más que laborales. Estaba todo más que claro, ambos nos teníamos muchas ganas… Increíblemente, pasaron dos años desde que nos conocimos hasta que un día pudimos arreglar para vernos una tarde, tanto ella como yo íbamos a escaparnos de nuestros trabajos para vernos en algún lugar, así que viaje nuevamente y espere a que llegue. Este encuentro nos encontró nerviosos a ambos, la verdad que fue hasta casi desastroso, hablamos hasta por el culo los dos, siempre mostrando los nervios que reinaban sobre la situación, hasta que decidimos dar la vuelta que por la hora ya ambos debíamos regresar. Yo volví pensando que no había suerte, no porque no nos gustáramos, pero claramente a ambos nos traicionaban los nervios, pero tenía claro que no me dejaría llevar por eso y nada estaba terminado. Llegando al lugar donde ella debía bajarse, me estampa un beso apurado pero hermoso, se baja rápido y se va. Imagínense como quede yo… recalculando…


Y fue a raíz de eso que me propuse verla más seguido, sabía que lo que hacía estaba muy mal, pero pese a eso, también era consciente de que algo bueno pasaba entre nosotros, y no era solo calentura, que la había claro está. Idee la locura de ir a supervisar semanalmente las operaciones que realizábamos allá, totalmente innecesario para la empresa, pero necesario para mí, con tal de verla y tener la chance de estar más con ella, estaba dispuesto a todo. Justo en esos momentos comenzó a utilizarse WhatsApp, lo cual hizo que de los mensajes de mails pasemos a tener comunicación más personal y fluida, y también más disparatada. Le conté que iba a verla tal día, y así fuimos cada día estando más cerca uno del otro. Todas las semanas nos veíamos y a medida que pasaba el tiempo más nos deseábamos, nuestra calentura era evidente, el deseo que teníamos de comernos la boca ni hablar.


En más de un rincón de aquellos depósitos nos ocultamos y nos comimos desesperados, sin importar volver a la oficina con nuestros rostros colorados. Nos transformamos en dos adolescentes traviesos a los que les daba vergüenza lo que pudieran decir pero que no podían evitar hacerlo de todas maneras. Una tarde luego de las tareas rutinarias de trabajo, decidimos irnos juntos de ahí, aunque mucho tiempo no teníamos, ella debía regresar a su casa y yo también, con un largo viaje de por medio. Así que salimos, intentando darnos algún que otro beso mientras manejaba, hasta que nos desviamos en una ruta interna, de tierra al costado de un campo. No paramos de comernos en el rato que estuvimos parados en ese lugar, ni siquiera pensábamos en otra cosa, su manera de besar, su respiración, todo me gustaba de esta mujer. Sus labios hermosos y carnosos, de esos que te hacen fantasear a mil, estaban totalmente pegados a los míos y no había forma de que nuestras lenguas se separen, se trenzaban como luchadores enfurecidos pero con la única intención de demostrarle al otro que era lo más deseado. La humedad entre nuestras bocas era notable, pero el sabor de ambos era embriagante, a tal punto que sin darnos cuenta siquiera, nos comenzamos a hacer adictos a ese sabor, a esa humedad. Claramente se nos fue el tiempo muy rápido y tuvimos que emprender el regreso, y si bien no ocurrió más que esos besos, nos dimos cuenta que sentimos una atracción que no podíamos explicar, pero que ni a ella ni a mí nos había ocurrido alguna vez, no era solo quitarnos la ropa como pudiésemos y coger, no.


Seguía pasando el tiempo, nos veíamos todas las semanas, pero apenas si podíamos alguna que otra vez salir juntos y tener unos 5 o 10 minutos, claramente no era lo que queríamos, queríamos coger, estábamos ambos re calientes por tenernos desnudos y sentirnos. Esto no ocurría pero al mismo tiempo era tal lo que sentíamos estando juntos, la pasión y la felicidad que nos daba que ridículamente podemos decir que nos satisfacía, incluso cometí locuras dignas de una comedia romántica con tal de verla un rato más, pero así y todo, no podíamos hacernos de más tiempo que ese para coger de una vez por todas. Cuando logramos vernos fuera del trabajo, casi a la nochecita, parábamos unos minutos con el auto en alguna calle oscura, y entre besos y besos nos pasamos al asiento trasero.


Ni bien nos ubicamos nos trenzamos en un beso furioso, incontenible. Al mismo tiempo comencé a recorrer sus piernas por sobre la calza negra que llevaba puesta, primero por el frente, lento, haciéndole sentir que mis manos estaban pacientes pero que ya tenían un objetivo final. Fue cuando de a poco fui acariciando sus muslos internos aunque estaban más cerca de la rodilla no por eso evitó que su respiración cambie levemente, mientras ella no separaba su boca de la mía, por su nariz exhaló lo necesariamente perceptible para indicarme que le gustaba lo que estaba haciendo, y a medida que mi mano subía muy lentamente hacia su entrepierna, más y más aumentaba el ritmo de su respiración y automáticamente abría más sus piernas. Si bien era un momento muy caliente, nuevo e inexplorado para nosotros, que habíamos esperado por más de 2 años, no quise acelerar las cosas, yo sabía que ahí no podíamos coger, y que apenas teníamos unos minutos más. Decidí seguir jugando con su deseo – y que era el mío también – y lograr que ella me pidiese, sin frenarme pero tampoco siendo ansioso, siempre por sobre la calza, fui acercándome a su conchita, pero jamás la llegaba a tocar, volvía a bajar e incluso deslizaba mis dedos hacia donde comienza la zona interna de su cola, también sin llegar a tocarla, y volvía a su entrepierna. Deslizaba mi mano y mis dedos por todo el contorno, su pubis, su abdomen, todo recibía mis caricias menos lo que ambos queríamos, cuando acercaba mi mano se notaba el calor que emanaba su vagina, era tal la temperatura que había que yo ya no podía controlarme, hasta que decidí dar otro paso más. Subiendo mis caricias por su muslo frene justo al borde de tocarle la entrepierna, y ahí fue cuando muy delicadamente froté por sobre la calza su conchita, nada intenso, una caricia, tal como venía haciendo con el resto, pero de igual manera pude notar la humedad que había traspasado las telas que vestía. Fue en ese preciso momento que la toque, que sentí su gemido por primera vez, un gemido corto, ahogado dentro de mí boca, pero lleno de fuego, acompañado por un pequeño saltito de sus piernas, elevándolas hacia arriba, como si su concha buscara que mi mano no se aleje y que siga su trabajo. Debo confesar que al notar todo esto y si bien mi boca estaba ocupada con la suya, no pude evitar esgrimir una sonrisita de triunfo que ella noto y acepto.


Al sentirla así, pensé que ya estaba bien lo que la había hecho desear, con el movimiento que hizo logre mi propósito y fue ella quien pidió más. Fue así que adentre mi mano por debajo de su calza, mantuve mis movimientos lentos pero continuos, no quise atacar de lleno su conchita, sino que pretendía un poco más de su desesperación, mis dedos acariciaron su piel a los costados de su caliente vulva, por encima en su pubis sobre la tela, en ese punto su respiración cada vez se agitaba más, su boca se abría aún más y su lengua comenzaba a cavar más profundo en mi boca. Cuando toque por encima de la tela de su tanguita la zona de sus labios, una abundante humedad colmó mis sentidos y mi verga dio un salto que ya me hacía imposible acomodarla dentro de mí pantalón. Ella soltó por segunda vez un gemido en el momento que sintió mi mano sobre una capa menos de tela, la diferencia era notoria. Fue ahí que volví por sobre su vientre para entrar con mi mano ya esta vez sí por debajo de la tela, haciendo contacto directo con su piel, sintiendo su suavidad, una piel que indicaba que en toda esa zona no iba a encontrar vestigio de pelo alguno, una piel de seda que de tan suave que era mi mano podía deslizar sin siquiera la resistencia generada por la fricción entre pieles. Cuando por fin llegue a la gloria, a mi meta, y a su meta también, era tanto lo mojada que estaba que sin querer llegue hasta su culito de como patinaban mis dedos, abundaba su miel por todos lados, no había conocido hasta ese momento a nadie que se mojara tanto, no les miento cuando les digo que esa conchita era un lago que desbordaba miel. Fue tener ese contacto y sus gemidos se intensificaron, gemía mientras nos besábamos, su boca comenzó a ser más agresiva y al mismo tiempo cada vez más saliva generaba así como su concha generaba toda esa miel… Una de sus manos en mi mejilla y la otra sobre mi cabeza me sostenían con fueza y decisión… literalmente ella quería comerme.


Estuvimos así un rato, yo la masturbaba y ella se dejaba hacer, los sonidos que provocábamos en esa masturbación suave pero intensa con lo mojada que estaba ella, eran igual de perceptibles que sus gemidos ahogados, hasta que luego de un buen rato donde puse uno y dos dedos dentro suyo y mi palma frotando su clítoris, ella comenzó a tensionar y contraer sus muslos, se le cerraban las piernas al mismo tiempo que ella deseaba abrirlas más para no impedir mi tarea, pero sus músculos actuaban por cuenta propia, ella no tenía control de su cuerpo. Su boca comenzó a cerrarse por instinto, quería gritar pero no quería separarse de mi ni un instante, comenzó a liberar cortas pero fuertes respiraciones y mordió mi lengua como queriendo dar cuenta que no se me ocurriera separarme de ella justo en ese momento.


- Mmmm…. Ammmm… - exclamaba en un suspiro.
- Mmmmmmmm… - logro descargarse nuevamente.


En el ratito que duro su orgasmo sus líquidos empaparon no solo mi mano, también su ropa quedo empapada y casi todo ese flujo fue bajando por su cola. Yo aproveche obviamente a jugar con su anillito, con lo suave que estaba todo ahí abajo, era imposible no tentarme. Lo curioso es que ella acepto mis dedos muy gentilmente, pero ya una vez más relajada de su acabada, cuando al fin separamos nuestras bocas…


- No nos dejamos de besar en ningún momento – dijo tiernamente.
- No, ni siquiera un segundo nos separamos, ni lo pensé, me era imposible siquiera dejar de besarte – le respondí.
- Es re tarde, no quiero pero me tengo que ir, mi marido debe estar por volver en cualquier momento.
- Vamos, te llevo…

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