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Intriga Lasciva - El Instituto [38]

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Intriga Lasciva - El Instituto [38]





Capítulo 38.

Difamación.

El instituto estaba prácticamente vacío. Después de las filtraciones le pidieron a los alumnos que se tomaran unos días de descanso. Solo estaban los directivos y algunos miembros del centro de estudiante, así como miembros de clubes específicos que prefirieron no interrumpir sus reuniones. Por eso Siara llegó acompañada de Yelena. 
Xamira y Oriana ya se habían instalado en el salón de reuniones, estaban revisando el último e-mail que había llegado. Cuando Yelena abrió la puerta sonrió al encontrarse con Xamira de rodillas comiéndole la concha a Oriana. En la pantalla se podía ver a una chica rubia, a la que no conocía, con un gran pepino metido en el culo. 
Oriana se sobresaltó y estuvo a punto de pedir disculpas por su comportamiento inapropiado; pero Siara ignoró esto y se limitó a preguntar:
—¿Quién es la rubia?
—Se llama Felicia Meritani, del curso 3-B —dijo Oriana, mientras sus dos amigas se sentaban. Xamira continuó lamiendo su vagina como si nada pasara y a Oriana le resultó extrañamente excitante poder hacer esto frente a otras personas de confianza—. Se armó quilombo. Ella dirige un club religioso en el instituto. Es una de esas chicas que esperan hasta el matrimonio para perder la virginidad. Y bueno, salió esto. Parece que a Felicia le gusta meterse cosas por el culo. 
—¿Y por qué decís que se armó quilombo? —Preguntó Yelena—. ¿Acaso la echaron del club, o del instituto? 
—No, es por la madre —Oriana se contrajo en un gemido, Xamira se había vuelto muy buena en el sexo oral—. Dice que las fotos son falsas y que las hicieron para manchar el buen nombre de su hija. 
—Aunque esta no es como la madre de Dalma —aclaró Xamira—. Emilia era más puta que su hija. Y estoy segura de que esta mujer no lo es. Se le nota en la voz. Habla como si el sexo fuera lo más aberrante del mundo. 
—¿Dónde está ahora? —Preguntó Siara. 
—En regencia, haciendo un escándalo bárbaro. 
—Vamos a pararla.
—¿Por qué? No es problema nuestro —dijo Oriana.
—Porque así las ilustres señoras de la Junta Directiva nos van a deber un favor. 
—Ah, es una buena idea.
—¿Y dónde está Erika? —Volvió a preguntar Siara. 
—No sé —Oriana se encogió de hombros—. Creí que venía con vos. Siempre está con vos. 
—La llamé tres veces, pero no me contesta. Quizás se quedó dormida. Le voy a mandar un mensaje de voz. Yelena, ¿me ayudás con esto? —Ella asintió con la cabeza—. Y ustedes… menos chupar conchas y más investigar —las dos soltaron una risita picarona—. En esas fotos puede haber pistas importantes. Además deberíamos anotar todos los nombres de las chicas filtradas y anexar el material.
—A la orden coronel —Bromeó Oriana. 
Siara y Yelena abandonaron el salón.
—¿Querés que pare? —Preguntó Xamira.
—No hace falta. Vos seguí que yo me pongo a armar las fichas. De todas formas igual terminaría pajeándome al ver tanto porno, así que… en realidad me estás ayudando a no usar las manos y concentrarme en esto. 
—Uy, si ese va a ser mi trabajo de ahora en adelante, lo acepto encantada. 
Volvió a lanzarse contra los labios vaginales de su amiga y le dio un intenso chupón que la hizo gemir.

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Siara consiguió convencer a las integrantes de la Junta Directiva que le permitieran reunirse con Felicia Meritani y su madre. Sabe muy bien que si lo logró fue porque Yelena estaba con ella. Si alguna de las mujeres de la Junta ve a Yelena, inmediatamente se acobardan. Aún recuerdan el escándalo que se armó cuando intentaron negarle el acceso.  
Malena Santino, la regente del instituto, las acompañó a su oficina. Caminó a paso ligero, para compensar su baja estatura. Una mujer rellenita que al andar sacude mucho sus caderas, eso atraía las miradas de más de uno de los alumnos… y también de algunas alumnas. Su gran escote también llama la atención del alumnado y de las otras integrantes de la junta que opinan mal de eso a sus espaldas. Aún así no es considerada una mujer provocadora. Es como si ella no fuera consciente de lo que su cuerpo es capaz de provocar en otras personas. 
—Por favor, hagan todo lo posible para solucionar este problema —les suplicó con su dulce voz. A veces hablaba tan bajito que era difícil escucharla—. Si la familia Meritani presenta cargos contra el instituto podría ser un escándalo. 
—No te preocupes, vamos a intentar todo lo que sea necesario —prometió Yelena—. Eso sí, nos gustaría hablar a solas con ellas.
—¿No quieren que me quede? —Malena la miró sorprendida. 
—Vamos a ser sinceras, Malena —dijo Siara—. Quizás los métodos que empleemos no sean del todo… éticos. Por eso es mejor que no sepas nada, para que puedas negarlo en caso de que te lo pregunten. 
—¿Qué están planeando? 
Antes de reunirse con la Junta, Yelena le contó a Siara lo que tenía en mente. Era arriesgado. Una completa locura. Pero podía funcionar.
—Mientras menos sepas, mejor —dijo Yelena—. Ah, y quizás tomemos prestado tu… juguetito. 
Malena Santino quedó petrificada. Miró a Yelena como si se sintiera traicionada. Unos meses atrás ocurrió un vergonzoso altercado. La regente olvidó que había citado a una reunión a esa chica trans tan revoltosa. Quería explicarle que el instituto ya había aprendido la lección y que no volverían a molestarla con su… “condición”. Yelena debió golpear la puerta antes de entrar; pero en ese momento no le pareció muy importante. Al fin y al cabo era una reunión pactada previamente. Se llevó una enorme sorpresa al encontrar a la propia Malena Santino sentada sobre el escritorio, con las piernas abiertas y la pollera subida. Tenía la concha a la vista y así descubrió que Malena no es de las que se depilan. Verle las partes nobles a la regente ya era algo impactante, sin embargo no fue todo. Malena se estaba penetrando duro con un buen dildo. Al ver a Yelena sintió que se iba a morir. ¿Cómo pudo ser tan estúpida de no cerrar con llave? ¿Cómo se pudo olvidar de la reunión? 
La situación fue sumamente incómoda, en especial para Malena. Yelena se lo tomó con gracia y le aseguró que no era para tanto. Malena le hizo prometer que nunca le contaría nada a nadie sobre esto. Yelena aceptó y cumplió su palabra… hasta ese momento. 
—No te preocupes —le dijo a la regenta, en el pasillo—. Siara es de confianza. Además, si ella va a formar parte de esto, igual se va a enterar. 
—Ustedes están locas. No sé qué piensan hacer, ni quiero saberlo. Las dejo solas. Solamente quiero que me digan si Regina Meritani va a presentar cargos o no. Los detalles no me importan. 
—Mejor así —dijo Siara. 
A continuación entró a la oficina de regencia acompañada por Yelena. Felicia Meritani estaba sentada de brazos cruzados frente al escritorio. Regina, que parecía una versión más adulta de su bella hija, caminaba de un lado a otro como una leona enjaulada. 
—¿Quiénes son ustedes? —Espetó. 
—Mi nombre es Yelena. Ella es Siara. Somos miembros del club Veritas Sectatores…
—¿Las detectives? —Preguntó Felicia—. ¿Qué hacen acá?
—Vamos a intentar aclarar este… malentendido. Entendemos que este asunto la tiene muy preocupada, señora Meritani…
Mientras Siara hablaba, Yelena sacó de su bolso una de las pequeñas cámaras que Oriana había comprado. Simulando que miraba la estantería con libros de la pared derecha, ocultó allí la cámara, con mucho cuidado. Quería que todo quedara bien registrado. El Japo agradecería el detalle cuando pidiera más material para PornParadise. 
—Lo que le hicieron a mi hija es una aberración —chilló Regina, interrumpiendo a Siara y sin escuchar ni la mitad de lo que ella dijo—. ¿Cómo se atreven? Publicar esas fotos falsas tan grotescas. ¿Cómo mi hija va a… va a hacer una cosa así? Nosotros le dimos una buena educación. Una educación cristiana. 
Yelena se lamentó de que Regina fuera tan “correcta” en sus creencias. Con esa melena rubia, esos ojos celestes de gata y su boca tan sensual bien podría haber sido actriz porno. Y tiene cuerpo para serlo. No es muy voluptuosa, al igual que Regina es de complexión delgada y sus pechos no son muy grandes, aún así las dos son muy atractivas. 
—Analizamos las fotos —mintió Siara, mostrando la pantalla de su celular—. No parecen ser falsas. A mí me parece que a Fátima le gusta meterse cosas por el culo… y de distintas formas y tamaños, por lo que veo. 
—¿Pero qué decís? —Bramó Regina—. Vos sos la hija de Verónica LeClerc, ¿cierto? No me extraña que seas tan degenerada. Solo hay que ver la forma en que se visten las modelos de tu mamá. 
—Esto no tiene nada que ver con mi mamá —Siara evidenció su molestia. No le gusta que metan a su madre en sus asuntos personales. Ni para bien, ni para mal—. Estamos hablando del culo de tu hija. 
—¡Ordinaria! Dale, Felicia. Deciles a estas dos… deciles. Deciles lo que me dijiste a mí. Deciles que vos no te metés nada por el cu… por ahí. Deciles. Dale. 
—Las fotos son falsas —dijo Felicia, parecía asustada—. Yo nunca haría una cosa así. Me educaron con ciertos valores éticos. Vamos, chicas… ya saben que soy la presidenta de un club religioso. ¿De verdad creen que puedo hacer algo así?
Regina puso los brazos en jarra y levantó el mentón, mostrando lo orgullosa que estaba de su hija. 
—Yo crié una hija decente. No puedo decir lo mismo de tu madre, solo basta ver cómo estás vestida. —Siara miró su atuendo, no notó nada raro en él, aunque quizás su escote era bastante prominente. Seguramente Regina se refería a eso—. Y de vos mejor ni hablo. No entiendo cómo permitieron que un crimen contra la naturaleza concurra a este instituto. 
—Yo también me alegro de conocerla, señora Meritani —dijo Yelena con una sonrisa de oreja a oreja—. Usted parece ser una persona muy amable, respetuosa y comprensiva. Como lo manda la biblia. —Este comentario irritó aún más a Regina—. Si está tan segura de que las fotos de su hija son falsas… podemos hacer una apuesta. Nosotras podemos pagar si perdemos, ambas venimos de familias pudientes. Además aceptaríamos nuestro error y lo comunicaríamos a la Junta Directiva. Es más… si usted tiene razón, yo abandono el instituto. ¿Qué le parece?
Existía un fuerte rumor sobre Regina Meritani. Al parecer “doña perfección” tenía un problema con el juego. Le gustaba pasar mucho tiempo en el casino, a pesar de que las instituciones cristianas condenan los juegos de azar. 
—Si con eso consigo que dejes de concurrir al instituto, entonces acepto. 
—Espere, Regina —intervino Siara—. Aún no dijimos cuáles serán nuestras exigencias si usted pierde. A ver… ¿qué podría ser? —Simuló que pensaba. En realidad ya tenían pactado qué le pedirían—. No queremos dinero. Eso no nos importa. Insultó a mi mamá y a Yelena, así que debe ser algo humillante. 
Siara tomó un papel y anotó lo que debería ocurrir en caso de que Regina perdiera la apuesta. Le alcanzó el papelito Felicia Meritani. 
—Acepto el trato —dijo Regina, sin leer la nota.
—Pero, mamá… —los ojos de Felicia estaban desencajados.
—No me importa lo que pidan. —Respondió, con el pecho inflado de orgullo—. Pueden proponer cualquier ridiculez que se les ocurra. Sé que no voy a perder. 
—Entonces ¿Trato hecho? —Dijo Yelena.
—Sí. Y el dinero no me importa. Me alcanza con que vos dejes de cursar. Ese va a ser un premio más que suficiente. Después le contaré a mis amigas de la iglesia cómo defendí la integridad de mi hija y al mismo tiempo saqué un adefesio del instituto. 
Siara y Regina se dieron un apretón de manos, cerrando el acuerdo verbal. 
—¿Y cómo piensan demostrar que las fotos son reales? ¿Acaso son expertas en falsificaciones? 
—No, para nada —respondió Siara—. A ver, las fotos parecen reales; pero más allá de eso no podemos afirmar nada con certeza. 
—Para demostrarlo, vamos a usar esto. —Yelena había sacado el dildo del cajón de la regente sin que nadie se diera cuenta. Al menos dejaba su reputación intacta. 
—¿Pero qué piensan hacer con eso? —dijo Regina. Ella y Felicia eran una misma cara de espanto. 
—¿Y usted qué piensa? —Yelena mostró una sonrisa picarona—. Solo hay una forma de demostrar si el culo de su hija sigue siendo virgen. Yo digo que no. Digo que ya lo tiene bien abierto. Hay muchas fotos y se metió cosas bien grandes. 
—Sí, como ésta por ejemplo. Feli, te metiste tremendo pepino en el culo. ¡Mirá lo grande que es! Debió doler mucho. 
Mostró la foto en pantalla. La dulce Felicia sonreía, mostrando su concha a la cámara, y abajo se podía ver claramente como un grueso pepino le penetraba el culo. 
—¡No vuelvas a insinuar eso! —Bramó Regina—. Mi hija nunca hizo algo semejante. Ella es pura y casta, y lo seguirá siendo hasta el matrimonio.
—¿Entonces por qué no dice nada? —preguntó Siara. 
—Porque ella no tiene por qué rebajarse ante sus acusaciones. Y no vamos a usar eso… ni hablar. 
—Protestá todo lo que quieras, Regina —continuó Siara—. Pero sabés tan bien como nosotras que es la única forma de demostrarlo. Va a ser necesario tener un punto de comparación. Por eso me ofrezco como voluntaria. 
Se bajó el pantalón, quedando completamente desnuda de la cintura para abajo. Regina se sobresaltó al ver esa concha apareciendo frente a ella. Cuando Siara se dispuso a doblar su ropa sobre una silla, Regina miró esas grandes nalgas y mostró una sonrisa de malicia. 
—¿Vas a dejar que te metamos eso por el culo solo para demostrar que mi hija miente?
—Sí. Mi culo es virgen. Y vas a notar la diferencia. 
—No creo que sea virgen. 
—Si no lo fuera —intervino Yelena—. Le entraría mucho más fácil. También podrías demostrar eso. Para saber quién miente, solo tenemos que ver a cuál de las dos le entra más fácil. 
—Perfecto. Lo vamos a hacer. 
—Pero mamá… yo no… 
—Quedate tranquila hija. A vos ni siquiera te va a entrar. Ese… consolador, o como se llame, es muy grande. En cambio a esta chiruza… te aseguro que le entra todo. 
Siara sonrió. No había maldad en su rostro, solo se estaba divirtiendo. Le pidieron a Felicia que se quite el pantalón. Ella dudó unos instantes; pero al final lo hizo, por insistencia de su madre. Mostró sus preciosas piernas y una bella concha coronada por vellos dorados. 
—Hay que reconocer que la concha de la foto es idéntica a la de Felicia —remarcó Siara.
—¿Eso qué tiene que ver? —Dijo Regina, ofendida—. Todas las vaginas se parecen. Hasta podría ser la mía. Es igual. ¿Cómo lo vamos a hacer? Terminemos con esto de una vez por todas. 
Siara y Felicia se sentaron una junto a la otra, y pusieron los pies delante de las rodillas. Era una escena sumamente erótica. Dos bellas mujeres abiertas de pierna, esperando a que le metan un dildo por el culo. Yelena le alcanzó un pote de lubricante (también de la regenta) y el dildo. 
—Es importante que lo hagas vos, Regina. Para que veas cuánto entra realmente. Ah, un detalle muy importante. Para que las dos se relajen y no les duela tanto, mientras intentás meterles el dildo, deberías frotarles el clítoris. 
—Eso es un poquito… lésbico. 
—Es necesario —dijo Siara, disfrutando de la incertidumbre de Regina—. Si no se relajan, no va a entrar. 
Yelena sabía que esa frase pronto causaría un gran impacto en esa mujer.
Regina estaba de rodillas frente a su hija y a Siara. Miraba las dos conchas como si fueran seres etéreos de otra dimensión. Como si tuviera que descubrir qué eran exactamente esas formas extrañas. Nunca había estado tan cerca de la vagina de otra mujer. A pesar de que las pruebas debían realizarse en su hija, ella optó por empezar con Siara. Recibió el dildo, ya cubierto de lubricante, y lo apoyó en la entrada del culo. A Siara no le hacía mucha gracia que le metieran eso, fue la parte del plan de Yelena que más controversias le generó. Sin embargo, entendió que nada tendría sentido si ella no se ofrecía como voluntaria.
Ni la madre ni la hija tenían idea de que Siara y Yelena llevaban diminutas cámaras prendidas a la ropa. Estaban disimuladas. Parecían prendedores. Oriana se había tomado el trabajo de decorarlas con pétalos de flores o alas de mariposas. Cumplían muy bien su función, permitían a las chicas grabar la escena desde cerca con dos cámaras, y una tercera escondida en la repisa. Con esto obtendrían un excelente material para PornParadise.  
Regina acarició con timidez el clítoris usando el pulgar. Lo hizo con una expresión de asco en su rostro. Empujó el dildo hacia adentro, con más fuerza de la necesaria. Quería terminar rápido con este incómodo trámite. Se llevó una gran sorpresa al ver que ni siquiera logró entrar el glande del pene de plástico. Siara chilló de dolor. 
—¡Auch! ¡Despacito! No seas tan brusca. No te olvides que soy virgen de la cola. 
—Qué vas a ser virgen… debés ser más puta que tu madre. 
Volvió a empujar, una y otra vez. Con fuerza. Siara sintió ardor y de a poco el glande comenzó a perderse dentro del culo. 
—¿Ves? Yo sabía que iba a entrar. 
—Entró solo la punta —la corrigió Yelena—. Fijate que si seguís presionando, no entra más. 
Con rabia Regina descubrió que ésto era cierto. El maldito dildo no avanzó más de allí. Frotó más fuerte el clítoris de Siara, como si éste fuera un interruptor que abre una barrera dentro de sus orificios. Pero no hubo caso. No entró más de eso. A Siara le dolía mucho, a pesar de eso aguantó con estoicismo. Quería demostrar su punto. 
—Ahora probá con Felicia. 
Regina miró a su hija a los ojos y luego se centró en su vagina, poblada de vellos rubios. 
—Mamá, yo…
—No hace falta que digas nada, hija. Sé que es una situación humillante, pero soy tu madre. Es mejor que lo haga y no otra persona. Lo hacemos para cuidar tu reputación… y la mía. En poco tiempo nos vamos a olvidar de toda esta situación absurda. Abrí más las piernas…
Felicia obedeció. Estaba pálida. Miraba a su madre con esos ojazos celestes desencajados. Soltó un gemido involuntario cuando sintió el contacto del pulgar contra su clítoris. Nunca la habían tocado de esa manera. Le pareció surrealista que la primera en masturbarla fuera su propia madre. Para colmo los dedos de Regina recorrieron toda su vagina, y la abrieron. Felicia supo que su madre se estaba asegurando de que el himen estuviera allí. Eso no la preocupó. 
—¿Ven? Mi hija sigue siendo virgen —dijo Regina, con orgullo. 
—Virgen de la concha, sí. Pero… ¿del culo? 
La pregunta de Yelena irritó a Regina. La mujer siguió masturbando a su hija, lo hizo con más ahínco, demostrando su rabia. Felicia volvió a gemir, poniéndose aún más en vergüenza. Cuando sintió la punta del dildo en su culo, se puso tensa. Regina fue más suave con ella. Empezó a empujar lentamente, casi como si no quisiera que el dildo entrara. Por eso se llevó una gran sorpresa cuando el glande comenzó a hundirse. Lo sacó rápidamente. 
—¿Pasa algo? —Preguntó Yelena. 
—Em… nada. Solamente no quiero lastimarla. —Observó sorprendida cómo la concha de su hija le llenaba de flujos los dedos. Al notar esto, Felicia se sonrojó—. No te preocupes, querida. Con tanto toqueteo es normal que te pase esto. Vamos de nuevo. Relajate, no quiero que digan que no entró porque estabas tensa. Igual no va a entrar. 
Pero esas palabras perdieron sentido en el siguiente intento. Empujó hacia adentro y glande entró completo. 
—Entró bastante fácil —señaló Yelena.
—Fue casualidad. Presioné mucho. Perdón, hija. ¿Te hice mal? —Ella negó con la cabeza—. No entra más de ahí. 
—Será porque no estás empujando —dijo Siara—. ¿Querés que lo haga yo? También podría hacerlo Yelena. 
—Está bien mamá, intentá meterlo. 
—¿Segura? —Regina ya estaba pálida. Su hija asintió con la cabeza. 
Volvió a empujar y el dildo se fue perdiendo adentro. Asustada, Regina retrocedió… pero lo metió otra vez al notar la mirada de desaprobación de Yelena. Era como un sargento controlando que los soldados rasos hicieran bien sus ejercicios matutinos. 
—Aflojá que entra —le dijo Yelena. 
Felicia supo que ya no podía hacer nada para evitar la vergüenza. El dildo comenzó a entrar como si se lo hubiera metido mil veces… y unas cuantas ese mismo día. Anonadada, Regina siguió introduciendo el pene plástico en el culo de su hija. No podía creer que se hundiera con tanta facilidad. Esa putita LeClerc ni siquiera había podido contener más allá del glande… y a su santa hija le entraba casi todo… ¿o todo? 
Lo metió más… y más… y más. Cuando Regina cayó en la cuenta de que ya no podía seguir, era porque ya había entrado completo, hasta la base.
—No puede ser… —dijo en un susurro—. No puede ser. No puede ser…
—Perdón, mamá…
—Felicia… ¿qué hiciste? ¿Qué carajo hiciste?
—Perdón, perdón, perdón —la chica estaba al borde de las lágrimas. Se cubrió la cara con ambas manos. 
—Me parece que a tu santa hijita le gusta meterse cosas por el culo —dijo Yelena—. Y además se saca fotos cuando lo hace. 
—¡Felicia! —Chilló Regina, con la voz rota—. ¡Ahora todo el mundo va a pensar que sos una degenerada! ¡Todos van a hablar de cómo te metés cosas por el culo! ¿Acaso es la crianza que yo te di? ¿Por qué hiciste algo así? 
—¡Porque no me dejás coger! —Gritó Felicia, con los ojos desencajados. Su madre se quedó boquiabierta—. Todas las chicas del instituto ya cogen. Hasta las del club de religión. Soy la única boluda que no coge con nadie… porque vos querés que me case virgen. Me importa una mierda llegar virgen al matrimonio, mamá. Yo quiero coger. ¡Quiero que me la metan! Y me saco fotos porque es lo único que me hace sentir mujer. Me gusta verme desnuda… con algo metido en el culo. 
—Quizás sea un momento inoportuno —dijo Yelena—. Pero tenés que cumplir con tu parte del trato, Regina. Ya quedó demostrado que estabas equivocada. Las fotos son reales. 
—Lo único que puedo decir —Felicia habló más calmada, aún tenía el dildo metido en el culo; pero parecía no importarle—, es que yo no publiqué esas fotos en ningún lado. Seguramente las consiguieron cuando me robaron el celular… como a las otras chicas. 
—Eso es algo que aún tenemos que investigar —dijo Siara. 
Yelena se quitó el pantalón, exponiendo su verga frente a Regina. La sacudió un par de veces y dijo:
—Chupala. 
—¿Así que esta es la humillación a la que me tengo que someter? ¿Tengo que chuparle la verga a un travesti?
—Técnicamente es transgénero —corrigió Felicia.
—No te preocupes —dijo Yelena—. No me importa cómo me llame… lo importante es que cumpla con su parte del trato. 
—Está bien. Soy una mujer de palabra. No voy a huir del acuerdo, aunque me duela tener que hacerlo. Y mirá muy bien, Felicia… porque todo esto es tu culpa. 
Y culpa fue lo que sintió Felicia al ver a su madre tragando la verga flácida de Yelena. Tuvo que ver como ella practicaba sexo oral frente a sus ojos. Algo que jamás imaginó que haría su madre. Regina lo hacía con torpeza, era evidente que no tenía experiencia en el asunto. Aún así, consiguió que la verga se pusiera bien dura. 
—Vos también tenés que chupar —Yelena le ofreció su miembro a Felicia.
La joven rubia abrió grandes los ojos y la boca. No lo dudó ni un segundo. Se lanzó a mamarla como si su vida dependiera de eso. 
—¡Felicia! Un poco de compostura, por amor de dios…
—Creo que tu hija se moría de ganas de probar una verga —dijo Yelena, con aire desafiante—. Yo se la puedo ofrecer cada vez que quiera. 
A Siara le pareció muy divertida la actitud de su amiga. Regina le caía muy mal. Quería verla humillada. 
—¿Y hasta cuándo tenemos que chupar? ¿Cuándo finaliza el acuerdo?
—Recién estamos empezando, Regina. Te recomiendo que te quites la pollera y la ropa interior. Así vamos ganando tiempo. 
—Estás loco si creés que voy a permitir que metas eso en mi vagina. 
—No, en tu vagina no. Te lo voy a meter por el culo. 
Regina no comprendió nada. Felicia detuvo la mamada solo por un segundo. Le entregó a su madre el papelito que servía de contrato improvisado. 
—Intenté avisarte —le dijo, luego se metió la verga en la boca otra vez. Parecía estar disfrutando mucho. Se esforzaba por tragar lo máximo posible. 
Regina leyó el papel. Cada palabra le hizo subir la presión sanguínea.
«Le vas a chupar la concha a tu hija mientras te la meto por el culo».
—No, ni hablar. Ni loca hago esto. Es una barbaridad. Sexo anal… sexo lésbico… y ¡con mi hija! ¿Acaso piensan que soy una degenerada? 
—Dijiste que harías cualquier cosa, porque estabas segura de que no ibas a perder —le recordó Siara—. Bueno… perdiste. Ahora tenés que cumplir con tu parte del acuerdo. 
Con mucha ira acumulada, Regina se desnudó de la cintura para abajo. Obviamente estaba muerta de vergüenza, pero quería cuidar su orgullo todo lo que pudiera. No quería darle a estas “chicas” el poder de humillarla aún más de lo debido. 
—Bien, mientras antes terminemos con este asunto, antes podremos irnos. 
—Pero, mamá… es solo una apuesta vacía. No hace falta que cumplas. Podemos irnos a casa ahora mismo.
—Lo sé. ¿Sabés por qué voy a hacer esto? —La fulminó con la mirada—. Para que vos entiendas que por ser una degenerada, me pusiste en vergüenza.
—Pero, pero… eso de chuparla ¿También lo vas a hacer?
—Haré lo que tenga que hacer. Y cada cosa que haga, va a ser por tu culpa. 
Sin que se lo pidieran, se puso en cuatro patas en el suelo, con la cabeza entre las piernas de su hija. Empezó a mover el dildo dentro del culo de Felicia. La chica, automáticamente, comenzó a masturbarse. La sensación anal le resultaba familiar y maravillosa. 
Yelena no perdió el tiempo. Sabe que Regina es una mujer inestable. Si le da tiempo para arrepentirse, se va a quedar sin su premio. A pesar de que se siente mujer y le encantan los hombres, aún sigue sintiendo una poderosa atracción sexual por las mujeres. En especial por  las madres. Ahora entiende por qué, y lo asume: Siempre fantaseó con cogerse a su mamá. Y cumplió esa fantasía. 
Cuando puso la verga en la entrada del culo de Regina, pensó en su propia madre y en cómo se la había metido la última vez que estuvieron juntos. 
La fue penetrando lentamente, con la pija llena de lubricante. Sí, Regina era virgen del culo, eso le quedó clarísimo. También le quedó claro que esa puta merecía sufrir, por la forma en que la trató. No tuvo piedad. Empujó hacia adentro con fuerza y a la tercer embestida logró meter el glande.
—¡Ay… ay! ¿Ves? Por tu culpa me van a romper el culo. Yo que jamás en mi vida hice algo tan aberrante. 
—¿Y qué pasa si te gusta tanto como a mí? —Preguntó Felicia, desafiante.
Se estaba cansando de que su madre la tratara como una degenera solo por disfrutar del sexo anal. Decidió que lo mejor era divertirse con ella. O mejor dicho, a costa de ella. 
—A mí nunca me va a gustar algo tan inmundo. Uf… ¡Ay!... dios, qué dolor.  
La verga de Yelena se estaba abriendo paso hacia el interior, con más prisa de la necesaria. Siara se acercó por la izquierda y le dijo a Regina: 
—Chupame la concha.
—¿Esto es parte del trato?
—No. Es por las cosas que dijiste de mi mamá. 
Regina supo que era inútil discutir. Tarde o temprano terminaría haciendo lo que Siara le pedía. Así que simplemente se lanzó a eso, sin pensarlo más. Como cuando fue al dentista a hacerse un tratamiento de conducto. Mientras más lo pensaba, menos se animaba. Un día simplemente pasó por el consultorio y entró. Le pagó bien a la dentista para que le hiciera el tratamiento en ese momento. A las situaciones dolorosas y humillantes es mejor encararlas lo antes posible. Sin pensarlo. 
El sabor a concha le inundó la boca. La tomó por sorpresa. Nunca había experimentado algo así. Jamás había jugado con sus amigas a toquetearse de forma indiscreta y mucho menos le había pasado la lengua por su sexo. Lo que más le sorprendió fue que no le resultó desagradable. Hasta sintió un poco de orgullo al notar cómo la concha de Siara se iba mojando cada vez más. «¿Esto lo estoy provocando yo?». También debía reconocer que su propia concha se estaba mojando como nunca antes. No entendió por qué. «Es muy raro. Si a mí no me gusta el sexo lésbico… ni el sexo anal».
Sin embargo las penetraciones de Yelena de a poco empezaron a resultarle menos dolorosas y más… ¿placenteras? ¿Era placer lo que estaba sintiendo… o solo alivio? Tragó los jugos vaginales de Siara y se dio cuenta de que era el momento ideal para encarar la parte más difícil del trato. 
Giró su cabeza hacia la derecha y, sin que nadie se lo pidiera, le dio una fuerte lamida a la concha de su propia hija. 
—¡Ay mamá! No puedo creer que vayas a hacer esto…
—Incesto —dijo Regina—. Por tu culpa ahora también tengo que meterme en el incesto. Dios nos va a castigar a las dos. Por tu culpa. 
—Si dios te va a castigar es por tu orgullo —dijo Felicia, después de recibir la segunda lamida—. Porque si estás haciendo esto es por puro orgullo. 
—Estoy haciendo esto porque confié en mi hija, y ella me traicionó. 
Felicia no supo cómo responder a eso. Tuvo que mirar, asombrada, cómo su madre (su propia madre) le pasaba la lengua por la concha una y otra vez. Regina comenzó a gemir. No pudo evitar hacerlo. Yelena estaba realizando una labor impecable entre sus nalgas. Ya había conseguido meterle más de la mitad de la verga y estaba metiendo más lubricante. Pronto se la metería completa. 
—No puedo creer que toda esa verga me entre por el culo —dijo Regina, sin dirigirse a nadie en particular. 
—Te va a entrar toda y te va a gustar —le dijo Felicia—. Uf… sí, así… qué rico la chupás, mami. 
—¿Encima lo vas a disfrutar?
—Obvio. No hay nada más caliente que el incesto.
—¿Y de dónde sacaste esa idea ridícula?
—De las historias que leo en internet. 
Regina miró a su hija a los ojos. La desconocía completamente. Esa putita degenerada no parecía ser la perfecta Felicia que ella crió. Era como si le hubieran robado el cuerpo, para poner otra mente dentro. 
Con rabia, Regina empezó a meter muy fuerte el dildo dentro del culo de su hija. 
—Ay… sí… metelo duro. Mientras más duro, más me gusta. Mmmm… sí, qué rico. 
—Puta de mierda.
—Qué lindo es ser puta, mami. Ojalá algún día vos también lo seas. 
La bronca de Regina era infinita. No solo había quedado humillada frente a Siara y Yelena, sino que además su propia hija se le ponía en contra. 
—¿Me querés puta? Bueno, ahora me vas a ver puta.
Empezó a chupar la concha con mucha intensidad, dando fuertes chupones a los labios vaginales de su hija y al clítoris. Al mismo tiempo meneó la cadera, como si quisiera sentir la pija de Yelena hasta el fondo de su culo. Y así pasó. Entró toda, completa. Y salió… y volvió a entrar. Yelena también colaboró con el ritmo frenético de las penetraciones. Le estaba rompiendo el culo a esa frígida.
Siara se quedó de pie allí, sin moverse. Sabía que la cámara que llevaba de prendedor estaba grabando a la perfección la concha de Felicia y a Regina chupándola. 
Estuvieron así un largo rato. Felicia gimió y alentó a su madre para que se la chupara aún más fuerte. También le pidió a Yelena que la cogiera duro por el culo. 
Regina tuvo una idea. Ella no era la única que merecía un castigo. Además ya le dolía el culo. Yelena le estaba dando una clase magistral de sexo anal y eso la tenía preocupada. Temía que su hija tuviera razón. De tanto entrar y salir, esa verga ya empezaba a sentirse bien. Demasiado bien. 
—Quiero que le des por el culo a ella —dijo, mirando a Yelena—. Que ella también pague el precio, por mentirosa. 
Lo que no quiso entender Regina es que para Felicia esta era una buena noticia. Por fin consiguió el permiso de su madre para poder probar una auténtica verga… y por el culo, lo que lo hacía aún más interesante.
Siguiendo las indicaciones de Regina, Felicia se acostó sobre la alfombra. Su madre tuvo la brillante idea de sentarse en su cara, para sostenerle las piernas en alto. 
—Ahora te vas a humillar vos, chupándole la concha a tu madre.
Si Regina hubiera sabido las veces que Felicia se masturbó fantaseando con hacer exactamente eso, no lo hubiera propuesto como un castigo. Regina quedó sorprendida por lo rápido que Felicia comenzó a practicarle sexo oral. Eso le incomodó, creyó que opondría más resistencia. Incluso llegó a pensar que se negaría a hacerlo. Ahora tenía que ver como ese “transgénero” penetraba el culo de Felicia y al mismo tiempo debía sentir esa lengua jugando con su vagina. Aún así, no cedió. 
—Dale, chupá con ganas. Como yo lo hice con vos. Para que veas a la humillación que tuve que someterme. ¡Sexo lésbico… e incestuoso! Yo. Justamente yo, que voy todos los domingos a la iglesia. Tener que pasar este momento como una sucia degenerada. Y vos… metesela bien fuerte. No me importa si le duele. 
Felicia agradeció las palabras de su madre. Quería que le den duro. La verga entró con suma facilidad, el dildo la había dejado bien dilatada. Aún así, fue mágico. No podía creer que estuviera experimentando una auténtica verga, después de haber improvisado tantos dildos, ahora le estaban metiendo una pija de verdad. Y le pareció delicioso. Al igual que los jugos vaginales de su madre. 
—Meteme eso en el culo —le dijo Regina a Siara—. Metemelo fuerte… para que Felicia vea desde cerca cómo humillaron a su madre. 
Siara le clavó el dildo y lo movió con rapidez. No tuvo el efecto esperado en Felicia, a ella le encantó ver cómo ese pene plástico invadía el culo de su madre y la incentivó para chuparle la concha con más ahínco. 
—Eso, más te vale que la chupes con ganas —decía Regina, quien aún creía que al pedírselo humillaba más a Felicia. 
Yelena estaba disfrutando a pleno, cumpliendo una fantasía típica, la de cogerse a una madre y a su hija al mismo tiempo. Regina movía la cadera con rabia, pero también estaba disfrutando mucho. Aunque no se animara a decirlo. Su cuerpo estaba experimentando un cúmulo de nuevas sensaciones. Algo con gustito a prohibido que jamás había probado. 
—Vas a chupar hasta que yo acabe… ¿te queda claro, Felicia? Hasta que acabe. No vas a dejar de chupármela hasta que me explote la concha… hasta que te quede la cara llena de flujos. 
A Felicia la volvía loca que su madre le hablara así. Regina no podía creer que esas palabras estuvieran saliendo de su boca. Las decía con la intención de enfatizar su bronca; pero era consciente de que podían interpretarse de otra manera. Eso la hacía sentir… rara. Al fin y al cabo le había pedido a su propia hija que le chupara tan bien la concha que a ella debía gustarle. Debía gustarle lo suficiente como para llegar al orgasmo. Quería que su hija la hiciera acabar. Algo que no se atrevía a pedirle ni siquiera a su marido. 
—Te voy a acabar en toda la boca… y vos me vas a acabar en la boca a mí. —Regina se inclinó hacia adelante y empezó a chupar la concha de su hija con bestialidad—. Dale duro a esta puta… hasta que acabe.
No se molestó en aclarar por qué estaba diciendo esas cosas. ¿Qué sentido tenían en el castigo? ¿Era solo para aumentar la humillación de ambas? «¿O es porque te gusta, puta», dijo una vocecita en la cabeza de Regina. Y ahí fue cuando acabó. Tal y como prometió, llenó de líquido la boca de su hija. Y casi al instante, la concha de Felicia también explotó. Regina no sintió ni un poco de asco. Siguió chupando y tragó todos los jugos. 
Madre e hija siguieron con este húmedo 69 durante unos minutos más, hasta que los espasmos orgásmicos se detuvieron. Luego se prepararon para la humillación final. Las dos sabían de qué se trataba, ni siquiera tuvieron que explicárselo. Se quedaron de rodillas, chupándole la pija a Yelena, hasta que ella acabó. La potente descarga de semen le pintó la cara de blanco a ambas. Regina y Felicia tragaron la leche sin chistar y luego se lamieron la cara la una a la otra. Quedaron unidas en un apasionado beso lésbico.
—Sos una puta —le dijo Regina a su hija, cuando el beso concluyó—. Estoy muy desilusionada con vos. 
—Y vos sos una madre incestuosa. Vas a tener que aprender a vivir con eso. Te cogiste a tu hija. 
Volvieron a besarse, con una amalgama de amor y odio que dejó sorprendidas a Siara y a Yelena.  

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La Junta Directiva no preguntó por los detalles. Entendieron que era mejor así. Se contentaron con saber que Regina ya no presentaría cargos contra el instituto. Incluso aceptó que las fotos eran auténticas y dijo: “Tengo mucho para hablar con mi hija”. 
A regañadientes, las integrantes de la Junta agradecieron a Siara y a Yelena por haberlas sacado de este gran aprieto. Ahí fue cuando Siara aprovechó para pedirles un favor. 
—Necesitamos que alguien ajeno al instituto nos ayude con la investigación. Nosotras solas no podemos. Si quieren llegar al fondo de este asunto, tendrán que darle poder total a esa persona de preguntarle cualquier cosa a quien sea. 
Las mujeres debatieron un rato. No les agradaba ceder tanto poder, pero al mismo tiempo sabían que no tenían otra alternativa. Alguien expuso a profesoras y alumnas del instituto y esto ya se estaba convirtiendo en un escándalo público. En redes sociales no se hablaba de otra cosa… y el material porno filtrado daba vueltas por todo internet. Era necesario encontrar a los responsables cuanto antes.
—Me apena muchísimo ver cómo una chica tan buena como Felicia cayó en las garras de la lujuria —dijo Esperanza Conte. Además de ser una de las más importantes en la junta directiva, también era profesora de teología. Felicia era una de sus alumnas favoritas—. Pero no puedo oponerme a la resolución que presentaron. Si la misma Regina Meritani aceptó que las fotos son reales, entonces es porque ustedes lo demostraron. Desconozco sus métodos; pero se corre el rumor de que son muy efectivas en lo que hacen. Voy a permitir que una persona ajena al instituo colabore con ustedes y le daré los poderes que solicitan. Siempre y cuando se comprometan a encontrar a los responsables de esta filtración.
—Va a ser nuestra prioridad —aseguró Yelena. 
—Muy bien. ¿A quién tienen en mente para el trabajo de investigación?
—Una periodista —dijo Siara—. Se llama Cándida Zambrano. 
—Quizás la recuerden —dijo Yelena—. Fue una de las que cubrió la nota cuando ustedes querían prohibirme ingresar al instituto.
Todas las integrantes de la Junta hicieron una mueca de desagrado. Aún así, no podían negarse. Sabían que hacerlo solo avivaría las brazas que dejó ese altercado con Yelena. 
—Está bien. Cuando la señorita Zambrano lo desee, puede entrar al instituto y empezar a hacer preguntas. Eso sí, la investigación es privada. No puede publicar nada de lo que descubra.
—Eso lo entendemos —dijo Siara, con una sonrisa—. Lo importante es preservar la buena imagen del instituto.
Cuando la reunión finalizó, Siara se despidió de Yelena y volvió a llamar a Erika. No hubo respuesta. Comenzó a preocuparse y decidió pasar por la casa de su amiga, para ver cómo se encontraba. 
Minutos más tarde, la encontró en la cama con esa tal Natacha Van Craven. Las dos estaban muy juguetonas y tenían menos ropa que un refugiado de guerra. 

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Al regresar a su casa, Siara estaba hecha una furia. 
—¿Cómo puede ser? ¿Cómo puede ser? —Masculló entre dientes mientras se quitaba la ropa. 
Se dio una ducha rápida pensando en lo injusto de la situación. Había descubierto a Erika en la cama con una mujer. 
—Mi mejor amiga se hizo lesbiana, y ni siquiera me lo contó. ¿Por qué no me contó nada? ¿Y cómo puede ser que ahora le gusten las mujeres? 
Por suerte no había nadie para escucharla. Al salir se cubrió con una bata y cruzó el pasillo, pasó frente al baño grande, el que tiene el jacuzzi, y allí vio a su madre haciéndose chupar la concha por una de sus modelos. Miró la escena durante unos segundos, cuando vio salir otra chica del cuarto de Verónica. 
—¿Vos quién sos? —Le preguntó Siara—. ¿Sos una modelo nueva?
—Emm… me llamo Lidia. Y no, no creo que vaya a ser modelo. 
—¿Por qué no?
—Tu mamá me echó. 
Lidia parecía al borde de las lágrimas. Siara no entendía por qué su madre rechazaría a una modelo tan bonita. Tenía el cabello castaño hasta los hombros y un millón de pecas en la cara. Con esas facciones de muñeca y esa nariz perfecta, las pecas quedaban de maravilla. Escuchó un gemido proveniente del baño y ahí comprendió todo.
—¿No se la quisiste chupar? ¿O es que lo hiciste mal?
—Lo hice mal. Es que yo… yo no tengo experiencia en eso. 
—¿O sea que la primera vez que probaste una concha fue la de mi mamá? ¿Tantas ganas tenés de ser modelo?
—Es el sueño de mi vida. Haría lo que sea por lograrlo. 
—Mmm… ya veo. —Miró detenidamente a Lidia, de pies a cabeza. Era muy delgada, como casi todas las modelos de su madre, pero parecía esconder buenas curvas debajo de la ropa—. Vení, acompañame a la pieza. 
—¿Por qué?
—Quizás yo pueda convencer a mi mamá de contratarte.
—¿De verdad? —Lidia se mostró muy ilusionada. 
Caminó detrás de Siara a paso rápido. Entraron juntas a su dormitorio. 
—Puedo convencerla… pero, va a depender de lo mucho que te esfuerces. 
—¿Esforzarme con qué? ¿Qué tengo que hacer?
—¿No es obvio, nena? —Dijo Siara con absoluta seguridad—. Vas a tener que chuparme la concha.
Se quitó la bata, quedando completamente desnuda. Lidia quedó muy sorprendida, no imaginó que la hija de Verónica tuviera ese tipo de inclinaciones ni que formara parte de ese cuestionable método de contratación. Pero ya estaba jugada. Sentía que la mejor oportunidad de su vida se le estaba escapando entre los dedos. No lo permitiría. 
Siara se sentó en el borde de la cama y separó las piernas. 
—Dale, empezá de una vez. No me hagas perder el tiempo. Ah, y te aviso que te voy a grabar… para mostrárselo a mi mamá. Ella tiene que tener una prueba de tu esfuerzo. 
A Lidia no le agradó para nada eso de ser grabada mientras chupaba una concha; pero no estaba en posición de quejarse. Se puso de rodillas y se odió un poco a sí misma por humillarse por segunda vez en el día practicándole sexo oral a una mujer. Si hubiera sido a un hombre el acto le hubiera desagradado menos. Las mujeres no le atraen sexualmente ni un poquito. 
El sabor de la concha de Siara le impactó tanto como su actitud. Cuando los jugos vaginales comenzaron a llenar su boca supo que lo que estaba haciendo era real… demasiado real. 
—Uy… con razón mi mamá te echó. Nena, no le estás poniendo ni un poquito de ganas. 
—Perdón. Es que no sé cómo se hace.
—No es física cuántica. Solo tenés que pasarme la lengua por toda la concha y darme chupones fuertes… especialmente en el clítoris. 
La cámara de su celular enfocó los grandes ojos de Lidia, ella parecía estar pidiendo un poco de piedad. Siara no se la dio. La tomó de la cabeza y le estrelló la cara contra su concha. 
—Dale, chupá…
Subió los pies al colchón, quedando bien abierta. La aspirante a modelo le metió la lengua por el agujero de la concha y después le lamió el clítoris.  
Siara la sujetó con fuerza de los pelos y la obligó a pegar la boca a su concha. Tuvo a Lidia chupando durante unos veinte minutos sin parar. La modelo tuvo que hacerlo hasta que Siara llegó a un jugoso y potente orgasmo. De su concha saltó un chorrito de líquido transparente que fue a parar en toda la cara de Lidia. 
—Te hice acabar —dijo Lidia, con entusiasmo. 
—Sí, pero no te hagas ilusiones. Con mi mamá va a ser mucho más difícil. A ella le chupan la concha todos los días. 
—Es cierto. Aún así… gracias por darme esta oportunidad. 
Siara cortó la grabación y empezó a sentir lástima por esa chica. También se avergonzó de su propia forma de actuar. «¿Qué carajo me pasó? ¿Por qué la traté así?».
—¿Le vas a hablar a tu mamá de mí? 
Lidia parecía un perrito faldero, arrodillada y mirándola con esos grandes ojos. Solo le faltaba mover la cola. 
—Sí, quedate tranquila —Siara sonrió, mostrando su lado más amable. Solo lo usaba cuando se daba cuenta de que había sido demasiado dura con alguien—. Le voy a hablar muy bien de vos. Estoy segura de que vas a tener tu lugar en la pasarela muy pronto. 
—¡Ay! ¿De verdad? ¡Mil gracias! Para mí sería un sueño hecho realidad.
—Se nota que tenés muchas ganas de cumplirlo. Eso o sos muy lesbiana. Porque me la chupaste muy bien. 
—Fue solo por cumplir mi sueño… y quizás ayudó que vos seas tan linda —parpadeó rápidamente—. Y lo digo en serio. No intento quedar bien con vos y nada más. Sos una chica preciosa, y eso me hizo las cosas mucho más fáciles. También… em… también me ayudó que me hayas dicho todo de frente, sin vueltas. Me ayudó que seas un poquito brusca conmigo. No sé… creo que hasta me calentó. 
Eso activó un interruptor dentro de Siara. Ella no lo dudó. Volvió a sujetar a Lidia de los pelos, con excesiva fuerza, y le dijo: 
—Entonces seguí chupando, puta. 
—Con mucho gusto.
Y se lanzó una vez más contra la concha de Siara. En esta ocasión la chupó con soltura desde el principio. Sin titubeos. Como si hubiera practicado sexo lésbico durante años. Siara se limitó a disfrutar de su posición de poder y de las lamidas de esa putita que sueña con ser modelo. 

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Cuando Lidia se fue, Siara le envió al Japo, por e-mail, todo el material que había grabado durante el día. Incluyendo la chupada de concha de Lidia. El mensaje fue escueto: «Para que lo subas a PornParadise». 
Treinta minutos más tarde recibió una llamada del mismísimo Japo. 
—¿Qué pasa?
—Nada. Solo quería agradecer los videitos que mandaste. Me hice tremenda paja —Siara sintió rechazo de solo imaginar al gordito acogotando el ganso—. Estás cada día más puta. Me gusta tu actitud. Sos bien mandona… y sabés aprovechar la situación. Eso me calienta mucho. 
—No te hagas ilusiones conmigo, gordito. Sabés muy bien que solo te paso esas cosas porque necesitamos material para PornParadise. Y porque es parte de nuestro acuerdo. 
—Está bien, no te enojes. Quería avisarte que ya tenemos nuestros primeros suscriptores de PornParadise. Anuncié la web en los mismos sitios donde se anuncia Uvisex. Aclaré que acá verían material nuevo. Lo más exclusivo de internet. Cuando vean que la hija de Verónica LeClerc participa en esos videos, se van a querer morir. 
A Siara le preocupaba ese asunto. No sabía qué consecuencias podría traerle a su madre. Sin embargo, la gente que visita Uvisex suele ser muy reservada. A ellos les gusta la exclusividad que solo unos pocos pueden pagar. Probablemente Verónica nunca se enteraría de los videos.  
—Con esto ya cumplí con lo que tenía que mandarte. Así que no me estés pidiendo fotos en concha, que en los videos se me ve toda.  
—Está bien. Pero todavía me falta lo de Erika. 
—Eso pedíselo a ella.
—Upa… ¡Qué agresiva! ¿Dije algo malo?
—Andate a la puta que te parió, gordito. 
Le cortó. 


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https://magic.ly/Nokomi   


1 comentarios - Intriga Lasciva - El Instituto [38]

RJI2
genial!