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Ley Nude 8: Obsesión Médica

Había llegado el día. El día en que un doctor llamado Sergio me haría un “chequeo”. Gracias a los contactos de papi, quien estaba metido en el mundo BDSM (y gracias a que tanto mamá como él habían empezado a subir videos míos a la red), logró ponerse en contacto con un médico de verdad, el cual le gustaban las nenitas como yo. Cuando este llamó a mami, ella lo cogió gustosamente. Yo no escuché la llamada, pues se produjo a las once de la noche y ya estaba “acostada”.


Así pues, a la mañana siguiente, mami me informó de todo. Y allí estaba, en el hospital, vestida con faldita de colegiala rosa, mini top blanco liso y peluca rubia recogida en dos coletas. Eso, unida a mi carita infantil, hizo que pareciera una auténtica niña. Algunos chicos incluso me guiñaron el ojo. Tragué saliva nerviosa mientras mami sonreía maliciosamente. Ella vestía vaqueros, deportivas y camisa azul. Fue nuestro turno y, de la mano de mamá, entramos en la consulta de Sergio. Mamá cerró bien la puerta y Sergio saludó:


    • Buenas tardes, señorita Carmen, princesa — dijo mirándome directamente.


Tímidamente, correspondí el saludo, tratando de no pensar en que tendría que tragar su verga. Estaba segura de que había más juegos esperando por mí ese día. Pero no tenía idea de cuáles. 


Sergio era un hombre que aparentaba unos sesenta años, pelo canoso y ojos azules. De complexión delgada, ligeramente atlética (lo cual daba la pista de que hacía algo de ejercicio)


Nos sentamos y luego, tras mirar el ordenador, Sergio cruzó las manos y me miró con dulzura. Luego dijo:


    • Bueno María, seguro te preguntas porqué has tenido que venir.


Yo asentí ligeramente. Sergio contestó amablemente:


    • Pues, vamos a hacerte un pequeño chequeo. Todo confidencial claro, dada tu “condición”. Luego, valoraré si te ingresamos unos días o si te marchas a casa.


Aquella posibilidad (la de quedar ingresada) me asustó. Quien sabía qué podían hacerme allí. Pero como ya estaba acostumbrada, cerré la boca y seguí las indicaciones de Sergio.


    • Bien, lo primero: quítate toda la ropita. Hasta quedar absolutamente desnuda, amor.


Tenía miedo de que me vieran, pero sabía que no tenía elección. Así pues, hice lo que me ordenaba.


Empecé por el top, que le di a mamá. Luego la faldita, dejando ver mis braguitas rosas de unicornio.


    • Que linda tanguita cariño. Quítatela también.


Hice lo que el doctor ordenaba. Una vez bajé la tanguita, quedé desnuda, exhibiendo mi jaula rosa.


    • ¿Trae la llave su jaulita? — preguntó el doctor a mamá —. Necesitaré comprobar el estado de su excitación.


    • Sí — asintió mami y sacó de su bolso una pequeña llave.


A veces, mami dejaba la llave en casa, pero en esa ocasión la había traído. Sergio me ordenó quedarme quieta y mientras, mami abrió la jaulita. Mi cosita salió erecta y goteando líquido seminal. Pero como llevaba meses encerrada, erecta solo medía cinco o seis centímetros. 


Sergio sonrió levemente y mamá igual. Tras manosear mi cosita con su mano derecha, el doctor me ordenó tumbarme boca arriba en la camilla. Lo hice. El doctor me abrió un poco más las piernas para exhibir bien mi cosita. Sentir al aire y tan expuesta mi cosita me ponía nerviosa. Con la mano derecha, Sergio tocó ligeramente el glande, liberando más líquido seminal.


    • ¿cuánto hace que no tienes un orgasmo arruinado? — me preguntó Sergio directamente.


    • Dos meses — contesté humillada. 


Hacía ya dos meses. Aunque un arruinado no me aliviaba del todo la calentura, si la rebajaba ligeramente. Pero estaba muy cachonda y no bajaba la calentura. Es más, aquello solo la aumentaba. Y parecía que iba a aumentar todavía más. Sergio dijo entonces:


    •  Así me gusta. Vas a estar así al menos otro mes. 


Tragué saliva. Iba a protestar, pero supe que solo empeoraría la situación y dejé que las palabras murieran en mi garganta. 


El doctor recorrió con un dedo mi tronco y luego llegó a los huevitos. Temí que los apretara, pero tan solo los acarició con suavidad, cosa que me dio más placer.


    • ¿Esto te gusta? — me preguntó amablemente Sergio.


Mi corazón iba a mil cuando asentí. Sergio sonrió y dijo:


    • Bien. 


Dicho eso, se apartó de mi un momento. Vi a mamá mirándome orgullosa y con ojos golosos. Aquello estaba resultando caliente para ella también. Solo que ella podía masturbarse y eyacular cuando quisiera y yo no (a veces se masturbaba y corría en mi cara).


Entonces volvió Sergio con un palo de madera. De esos que metían en la boca cuando era niño. Solo que este no iba a terminar solo en mi boca. Levantó mis piernas y procedió a introducir el palo en mi ano. Tragué saliva mientras notaba el palo de madera introducirse en mi culito.


    • Que abierto lo tienes princesa — me dijo el doctor. 


Mi cara se puso muy roja. Más roja se puso cuando me preguntó:


    • ¿Has follado con algún chico últimamente?


    • Si — contesté con un hilo de voz.


    • Lo hizo con su papi anoche. — se chivó mamá.


Sergio me miró con aprobación y terminó de introducir el palo en mi interior. Lo metió hasta el fondo y lo dejó dentro.


    • ¿Cómo te sientes con ese palo dentro de ti?


    • Me siento rara — reconocí.


    • ¿Te gusta esa sensación?


    • Si — reconocí.


Era una sensación extraña, pero se sentía rico tener el palo en el culito. Me sentía llena. Aunque no era tan delicioso como tener un pene dentro.


Sergio trajo otro palo que introdujo en mi boca. Inspeccionó la lengua y luego ordenó que chupara el palo como se la chupaba a las pollas. Así que hice eso mismo: adentro, afuera. Mientras, gemía. Intenté tocar mi colita por instinto, pero un manotazo de Sergio me detuvo. Tras terminar de chupar el palo, Sergio me ordenó quedar tumbada boca abajo en la camilla y él fue a sentarse. Escribía algo en el ordenador que yo no llegué a ver, al tiempo que decía a mamá como si yo no estuviera:


    • Me complace decirle que cada vez está más zorra. Necesito terminar de examinarla para verificar si debe quedarse aquí, pero los resultados son prometedores. 


Dicho eso, se levantó y fue a la camilla. Con un par de dedos, agarró el palo que estaba dentro de mi culito y lo fue sacando lentamente. Mientras lo hacía, un torbellino de placer y vacío fue inundándome. Al sacarlo, me sentí totalmente vacía. Apoyando el palo lleno de suciedad a un lado, Sergio ordenó tumbarme en su regazo y eso hice, notando el bulto de sus pantalones en mi bracito izquierdo y la textura de su pantalón negro en mi colita.


Cachetada. Fue sonora y esperada, pero me dolió como si no la hubiese esperado. Luego, otra cachetada. Y otra más. Y luego otra. Me daba varias cachetadas al tiempo que mami miraba sonriente. Se estaba poniendo cachonda, lo notaba. 


Tras algunas cachetadas más, me dio la vuelta y, boca arriba, me abrió las piernas.


Me dio una cachetada en mi cosita, específicamente las bolitas. Solté un gritito. Luego me dio otra cachetada. Y otra. Líquido seminal salió de mi pitito. Tras muchas cachetadas más, me puso de pie y él se incorporó también. Fue entonces cuando dijo:


    • Si, definitivamente, voy a ingresarla. Mañana le daré el alta.


Y así, en menos de media hora, estuve montada en una camilla, de nuevo vestida, y me llevaron a una habitación solo para mí. Yo sabía que esto era para que fuera más fácil hacerme cositas.


Ya a solas, me trajeron comida para almorzar: sopa y plátano. Mami por supuesto, cuando el médico se hubo ido (no Sergio, otro), llenó el plátano de semen y así me lo comí, como tantas otras veces. Luego, vino Sergio y dijo:


    • He dado orden de que no se te moleste. Yo te supervisaré personalmente. Quiero que toda tu estancia la pases desnuda. Para eso, mamá se llevará tu ropa. Te quiero ver desnuda. Y con la jaulita de vuelta. 


Y eso hizo mamá. Guardó la ropa en el bolso y volvió a colocarme la jaula. Luego, antes de irse, me llevó al baño de la habitación. Era hora de mi baño.


Mamá cerró la puerta, llenó la bañera y ella también se desnudó, dejando ver unas hermosas tetas y coño depilado. Nos metimos en la bañera y, echando jabón en sus manos, ella empezó a enjabonarme brazos, cuello, espalda y piernas. Lo hacía con suavidad al tiempo que decía:


    • Ya verás que bien te lo pasas aquí bebé. Yo ahora debo irme. Pero mañana vendré a recogerte. Estarás a solas con el doctor.


Tras unas dulces risas, mami empezó a enjabonar mi colita. Refregó todo bien por glande, tronco y bolitas, que todavía me dolían me las cachetadas de Sergio. Yo tragué saliva mientras mami me acariciaba el pitito enjaulado. Casi parecía que me estuviera masturbando. Lo hacía lentamente y con la única razón de extender más el jabón. No me hacía mucha gracia quedarme solita allí. Sabía que no podía salir de la habitación y también sabía que nadie me molestaría, salvo el doctor, que a saber qué intenciones tenía (además de la obvia, claro). Aun así, me puse nerviosa ante la idea de permanecer sola y desnuda en el hospital.


Mami entonces me miró con dulzura.


Terminado el baño, salimos, me secó y luego se puso un par de gotas de perfume en el cuello. Luego, procedió a ponerme perfume en el pelo y cuello y me llevó desnuda a la cama, donde me tumbé, exhibiendo mi cuerpecito y oliendo a niña.


    • Bueno bebé, yo me marcho ya. El doctor vendrá luego a ver cómo vas. 


Dicho eso, se fue.


Al cabo de una hora más o menos, apareció el doctor con la cena: pan, algo de sopa y una manzana. Mientras comía, el doctor dijo:


    • Estás preciosa. 


    • Gracias — respondí sumisamente. 


El doctor me acarició el cabello con dulzura. Fue entonces cuando, media hora después, ya terminado el plato (el doctor me dio la sopita él mismo. Usaba la cuchara para darme de comer), el doctor retiró la bandeja y me ordenó ponerme a cuatro patas en la camilla.


    • A ver cómo va mi nenita — dijo.


Dicho eso empezó a inspeccionar mi culito. Pasó un dedo por la raja de mi culito y ocasionalmente rozaba mi ano. Luego, empezó a meter un dedo en mi culito hasta que llegó al fondo. Gemí un poco porque sabía que eso le complacería.


    • Mmm si, veo que cada vez eres más zorrita. Así me gusta.


Fue entonces cuando empezó a desvestirse. Se quitó la bata, la camisa y luego ordenó que le quitara el cinturón. Lo desabroché, estando yo sentada en la camilla y luego procedí a lamer su pene aún sin desabrochar el cinturón. Lamí de abajo hacia arriba, notando la textura de pantalón y calzoncillos cuando recorría los huevos, tronco y glande del doctor. Luego, desabroché su pantalón y le bajé los calzoncillos, dejando ver su hermosa polla erecta, de al menos dieciocho centímetros. Era gruesa y goteaba líquido seminal.


    • Dale amor princesa — ordenó el doctor.


Así hice. Lamí el líquido seminal, di un tierno beso a su glande y luego procedí a meter su polla en mi boquita. Empecé la mamada mientras lo miraba a los ojos. Adentro, afuera, y tragando hasta los huevos. Ya tenía práctica, así que fue más sencillo que otras veces. Seguí chupando mientras él gozaba y acariciaba mi pelo y decía:


    • Que bien la mamas putita. 


Seguí chupando. Su polla sabía a sal y a salchicha. 


Fue entonces cuando volví a estar en cuatro patas y el doctor metió su linda verga en mi culito. Gemí. Fue introduciendo su miembro lentamente hasta chocar sus huevos con mi colita en castidad. Empezó a embestir. Adentro, afuera. Sus huevos chocaban con mi jaulita y eso me ponía más cachonda. Empecé a gemir y la camilla a temblar. Temí que se cayera por el peso de los dos. Pero no llegó a hacerlo. Tampoco nadie entró en el cuarto, aunque no sé si mis gemidos llegaron a escucharse fuera o no. Solo sé que notaba su polla dura y llena de semen dentro de mi culito y me sentía llena, feliz y avergonzada.


    • Di que eres gay, puta.


    • Soy gay señor. Me encanta la verga.


    • Así me gusta.


Aumentó la velocidad. Adentro y afuera mientras toda la camilla temblaba. Finalmente se detuvo cuando casi se vino y sacó lentamente su polla de mi culito. Mi cuerpecito temblaba de las embestidas.


Pero el doctor no había terminado todavía. Él se tumbó en la camilla y me obligó a subirme encima de él. Metió su gorda verga en el interior de mi culito, hasta el fondo. Apoyé mis manitas en sus pectorales y comenzó a penetrar mi culito al tiempo que yo gemía y mi jaulita se movía hacia arriba y hacia abajo. Empecé a saltar. Notaba su polla dura y llena de semen llenarme toda mientras miraba su rostro. Estaba disfrutando de lo lindo. Me tenía agarrada de los cachetes del culo y me daba algunas palmadas de vez en cuando. Acercó mi boquita a la suya y nos dimos un beso. Con lengua. Su lengua jugaba con la mía. Se buscaban, y jugaban entre ellas. Luego, me dio un beso sin legua. Varios en realidad.  Sacó entonces la polla de mi culito.


Me dio la vuelta entonces y, tumbada como estaba, me abrió bien de piernas y volvió a introducir su polla dentro de mí. Me embistió. Adentro, afuera. La camilla temblaba nuevamente. Su polla entraba y salía de mi interior, pero nunca del todo. Quedaba siempre el glande como mínimo. Volvió a acercarse a mí y me dio otro beso. Todo mientras me follaba toda. Escuchaba sus gemidos y me pregunté como nadie nos escuchaba. Solo se me ocurría (aunque no podía pensar con claridad en aquel momento), que mi habitación estuviera algo aislada del resto.


Entonces sucedió. El doctor sacó la verga de mi culito y empezó a masturbarse. Pronto, chorros de semen cayeron sobre mi rostro, barriga y parte de mi cosita enjaulada. Brotó mucha leche que me inundó toda. Por orden de él, abrí la boquita y tragué un poco de su esperma, que acabó en mi lengua.


Él se quedó respirando durante un par de minutos. Al verme toda llena de semen, sonrió y dijo:


    • Me encantas princesa. Voy a hacerte un par de fotos.


Una vez las hizo con su móvil, usé un dedo para limpiarme toda, tragando con un par de dedos sus corridas. Recogí con mis dedos, restos de semen de mi estómago, de mi rostro y de mi cosita enjaulada. Tras eso, limpié con la lengua su polla, lamiendo testículos, tronco y glande, como hice anteriormente. Recorriéndola lentamente y dando un suave y tierno beso a su glande al final. Satisfecho, el doctor se marchó y al día siguiente fui liberada por mami, quien dijo estar muy orgullosa de su princesita.

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