Tras el día en la pequeña presa natural en el río, al atardecer volvemos al cortijo, nos duchamos y nos vestimos para salir a pasear por el campo. El Sol está ya muy bajo en el horizonte y el cielo, después del calor que ha hecho hoy hay calima y esto hace que el cielo no se azul sino más bien se torna pajizo. Subimos a un cerro para ver mejor la puesta de sol y nos sentamos en unas piedras salientes.
—¿Te gusta el espectáculo? —me pregunta mi madre cogiéndome la mano.
—Si, es una puesta de sol preciosa.
—Merece la pena aburrirse todo el día para ver esto, ¿oh no?
—Lo cierto es que hoy no me he aburrido mamá —le confieso.
—Es que como decías que estar aquí era muy aburrido —insiste ella metiendo el dedo en la llaga de la discusión de la noche anterior.
—Bueno, tal vez me equivocaba —admito yo finalmente.
Mi madre me echa su brazo por el hombro y se acerca más, entonces puedo oler más intensamente su perfume, es delicioso.
—¡Hueles de maravilla mamá! —digo oliendo su pelo más de cerca.
—Vaya, creo que igual me he pasado con el perfume, ¿te gusta?
—Mucho —reitero—, puedes echarte todo el que quieras —bromeo.
Mi madre sonríe y me da un sonoro beso en la mejilla.
—Ciertamente eres un encanto Guille —te he echado mucho de menos este año.
—Oye mamá, ¿sabes que te quedaste más flaca de tanto viajar?
—¿En serio? ¿Me ves más guapa así de delgada?
—¡Oh sí, estás muy guapa mamá! ¿Te has echado novio por ahí viajando? —le pregunto yo de sopetón casi sin pensarlo.
—¡Oh, no! No he tenido tiempo ni para eso hijo, ¿y tú, tienes ya alguna chica que te guste a la vista?
—¿Yo? Tampoco, la verdad es que me da mucha vergüenza hablar con ellas mamá.
Ella me acaricia el pelo y suspira.
—¿Pero por qué, las chicas no muerden? Sólo tienes que hablar con ellas como si lo hicieses conmigo, sin vergüenza, no tienes nada que temer.
—Si, pero es que luego a la hora de la verdad me da corte, y más si es una chica que me gusta.
—Entonces, ¿te gusta alguna, no? ¿Y cómo es ella?
Parece que mi madre siente curiosidad por conocer mis escarceos amorosos con las chicas, aunque la verdad es que no hay mucho que contar, salvo claro, las pajas que les dedico en la intimidad, pero eso mejor que quede para mí.
—Bueno sí, me gustan algunas chicas, especialmente las que tienen un grandes melones —digo pensando en las actrices porno de mis revistas dejándome llevar por la confianza, luego me doy cuenta de que he metido la pata por no medir mis palabras.
—¿En serio? ¿Entonces te gustan las chicas con mucho pecho?
—Bueno sí, perdóname mamá no quería ser tan explícito.
—No te preocupes Guille, es normal que te fijes en los pechos de las chicas, todos los hombres lo hacen.
Ella parece muy comprensiva, aunque yo estoy muy colorado, menos mal que está oscureciendo y no se me debe notar. A continuación, nos quedamos cayados, limitándonos a contemplar la puesta de Sol.
Finalmente, mi madre vuelve a interesarse por mi vida sexual.
—Entonces Guille, ¿de verdad no tienes ninguna amiga?
—No mamá, me da mucha vergüenza hablar con las chicas, ya te lo he dicho —digo apesadumbrado.
—No pasa nada Guille, con el tiempo se te pasará. Si quieres yo puedo darte algún consejo, cualquier cosa que quieras saber sobre las chicas me la puedes preguntar con total libertad, ¿vale?
—Gracias mamá, a lo mejor en otra ocasión se me ocurre algo.
El Sol ya ha bajado completamente tras la línea del horizonte, por lo que nos levantamos y volvemos caminando hacia la casa. Ya de camino me surge una pregunta que hacer a mi madre, pero me da un poco de vergüenza, así que dudo en si hacérsela o no durante unos minutos. Finalmente se la suelto...
—Oye, mamá, tengo una pregunta sobre las chicas.
—Adelante, pregúntame lo que quieras.
—¿Las chicas también tienen deseos sexuales a mi edad?
Mi madre se queda un poco extrañada por mi pregunta, hace una pausa y finalmente me contesta.
—Hijo, el deseo sexual a vuestra edad es cuando comienza a despertarse. Es normal que sintáis curiosidad los unos por los otros y que tengáis dudas en lo referente a este tema. El deseo es distinto en los chicos que, en las chicas, por lo que yo se, los chicos tenéis normalmente un mayor deseo sexual a esta edad, las chicas en cambio no tanto. Aunque ellas es algo distinto menos explícito que en vosotros, es más mental.
Tego que admitir que se ha esforzado por aclarar mis dudas, tras explicármelo espera unos segundos antes de interesarse por si lo he entendido.
—No sé es a esto a lo que te referías hijo, ¿era lo que querías saber?
—Entonces es normal que los chicos pensemos mucho en el sexo, ¿no?
—Sí, es todo tan nuevo para vosotros que os apasiona, supongo que por eso lo “pensáis tanto”.
—Otra cosa mamá, es que algunos amigos dicen, que... bueno que masturbarse es malo, que se te puede caer el cabello, ¿eso es cierto?
—¡No, claro que no! Ese acto es también natural, os sirve para conocer mejor vuestro cuerpo y sobre todo vuestro pene.
—¡Ah, vaya, pues hay mucha gente que piensa que es malo!
Continuamos de regreso, los árboles ya son sombras en la penumbra que empieza a cernirse sobre el campo.
—¿Tú te masturbas mucho Guille? ¿No me refiero a que hacerlo mucho sea malo, sino a si lo haces con mucha frecuencia?
—Bueno mamá, pues lo normal supongo. A lo mejor un par de veces al día. Una por la mañana y una por la noche.
—Si, está bien —contesta ella dándolo por razonable.
Aunque en este punto me he permitido mentir un poco por vergüenza, pues no quería contarle que lo hago hasta cinco veces en un día, no tengo tanta confianza con ella.
—¿Y las mujeres cuanto lo hacéis? —pregunto yo ahora aprovechando para saciar mi curiosidad.
—Pues nosotras algo menos, pero como ya te he dicho, las mujeres viven el sexo de otra manera, a diferencia de los hombres.
—¿Y tú lo haces ahora? Cómo me has dicho que no tienes novio.
—Hombre, pues sí, como estoy sola lo hago de vez en cuando, cuando siento necesidad.
La conversación está llegando a límites realmente morbosos y siento confianza como para continuar preguntando.
—¿Y eso cuantas veces es? —le pregunto yo presionándola a lo mejor en exceso.
—Pues vaya, ¿qué pillín estás hecho eh? Bueno una vez por semana más o menos.
—¡Qué poco, comparado conmigo! ¿no?
—Como ya te he dicho es distinto hijo en la mujer y en el hombre. No se puede comparar.
Desde luego mi madre se está portando, no tenía ni idea de que fuese tan liberal. Ya de pequeño cuando me explicaron de dónde vienen los niños, recuerdo que ella ponía mucho empeño en que lo entendiese y me hablaron de todo, del pene, de la vagina y de cómo se hace el amor.
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El morbo que desata La Escritora en sus preliminares creo que no tiene igual entre mis obras filiales, si te gusta el incesto sin duda esta obra te va a encantar...
0 comentarios - No me puedo creer la conversación con mi madre...