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La madre de Pedro y el bully 12

La vodka hacia su efecto y Teresa lo sentía en cada paso que daba. Se volvía más difícil mantener el equilibrio con esos tacos que eran más altos a los que solía usar y la sensación de mareo que tenía a causa del alcohol. Ya no podía regresar atrás.
La madre de Pedro y el bully 12

Las luces rojas volvían al ambiente menos luminoso respeto a cuando había entrado y hacia difícil ver a la gente que estaba ahí.
Teresa salió del pasillo escuchando la música que junto a las miradas de los hombres la presionaban para que comience su performance.
Su corazón latía como cuando era una estudiante y tenía que dar un examen muy difícil pero esta vez no estaba preparada. Sentía la presión sobre todo su cuerpo y el deseo de todos los que la miraban sobre su piel. Inútilmente trató de buscar con la mirada a Marcelo para recibir un signo de aprobación o solo para ser tranquilizada por su presencia; no lograba verlo. Era demasiado oscuro y sólo los hombres en la primera fila tenian un rostro visible.
Todos ellos eran hombres mayores, con cara de pervertidos y de criminales pero también se veía que no les faltaba el dinero. Cerca de ellos estaba Tulio que le hacía señas nerviosas con la mano para que comenzara a bailar.
Teresa tomó un respiro profundo y comenzó a mover su magnífico cuerpo. Ella no bailaba de mucho tiempo. De joven le gustaba mucho hacerlo y por eso sus padres la inscribieron a lecciones de danza clásica. Ella se demostró muy buena y aprendía rápido pero era la etapa del cambiamiento. Apenas su cuerpo comenzó a mostrar sus formas su padres la quitaron de las lecciones temiendo que su joven hija se mostrará indecente en esa ropa tan apreta. Si solo la vieran ahora…
La ultima vez que bailo deferente a un publicó fue en su matrimonio pero ese tipo de baile no era adapto a ese lugar.
Con timidez y miedo continuaba a moverse tratando de encontrar un modo de complacer a los mirones. Ellos estaban en silencio viéndola exhibir su cuerpo que en esos momentos era lo que mas resaltaba de ella.
Teresa recordó una película que vio por accidente algunos años atrás donde actuaba Salma Hayek y la escena en la que bailaba para el placer de unos hombres. Recordó muy bien que ese día estaba sola en casa y cambiando canal se quedó como hipnotizada por los movimientos tan sensuales de la actriz. Recordó ver esa escena por mucho más tiempo de lo que debía hacerlo una buena esposa cristiana como ella.
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Inspirándose a eso trató de coordinar sus movimientos con la música lo que hizo aumentar el interés de los amigos de Tulio. Teresa talvez lo estaba imaginando pero le pareció ver que algunos de ellos bajaban sus manos bajo la mesa y tocaban lo que tenían entre las piernas. Normalmente eso hubiera provocado asco en una mujer como ella pero en esta ocasión fue lo contrario. Le gustó; le gustó que a esos pervertidos les gustara su exhibición; si se excitaban significa que lo estaba haciendo bien, que ella era buena y que seguramente querían cogerla.
Por un momento se recordó de cuando era niña y vio en la televisión un desfile de modelos. Recordaba los aplausos, las luces apuntadas solo hacia ellas, los silbos de la gente que con gran entusiasmo las alababa. Pero como todos los sueños de niños, pronto tienen que acabar y el suyo terminó cuando su madre abrió la puerta y muy enojada apagó la televisión. Recordaba como su mamá le riño por quedarse a ver a mujeres sin vergüenza casi desnudas; ella trataba de explicar que no sabía que le era algo prohibido pero su madre no quiso escuchar razones.
En el presente como un instinto se despertó en ella; una mescla de rabia, tristeza y deseo. Sus caderas se movían con más emoción, sus manos recorrían su cara, sus labios y su cuerpo con tremenda sensualidad y sus piernas se frotaban entre ellas para anunciar a los hombres presentes que la hembra estaba con deseo.
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El numero de hombres era el mismo de primero pero por la bulla que hacían parecían casi el doble.
-Que zorra!
-Terrible mina que tenemos aquí jaja!
-Que puton!
Teresa con cada movimiento se desprendía más de las cadenas de su vergüenza y era consciente de eso pero no le importaba. La experiencia que estaba viviendo era algo nuevo, fascinante y tremendamente excitante.
Procedía todo bien asta que las luces cambiaron y una porción más grande del local se iluminó.
Teresa se dio cuenta donde estaba Marcelo. Estaba sentado un poco más atrás que los otros y la miraba como si nada; sentado como si fuera el dueño de ese lugar. Lo que le sorprendió no fue que el la estuviese mirando todo ese tiempo si no la chica arrodillada delante de el que movía su melena rubia arriba y abajo entre las piernas de su hombre.
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Un fuerte sensación de celos le lleno su cuerpo. En ese momento no logró pensar en nada si no en lo que tenía de frente de ella. Cada segundo su sangre comenzaba a hervir de rabia y la sensación de sentirse atrapada de los hombres que la rodeaban le dejaba claro que no podía hacer nada para impedir lo que pasaba.
Ofelia, la chica rubia que había fingido ser tan gentil y comprensiva con ella ahora estaba en medio de la gente a mamarle la verga a su Marcelo. Teresa no podía tolerarlo.
Su baile seguía siendo erótico como primero pero ahora su cuerpo estaba en pilota automático mientras su cerebro se esforzaba para encontrar un modo de parar a los dos.
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“Si el puede hacerlo, yo también puedo” fue lo que le vino a la mente a Teresa. Ese pensamiento era tan peligroso como lo que estaba para hacer después. Marcelo y ella se miraban a los ojos y Teresa le lanzó una mirada que algunas veces el ya había visto en otras mujeres. Ella lo estaba retando. Quien cedería primero?
Teresa seguía bailando y algunos hombres del público ya tenían sus penes en la mano masturbándose a la vista de la mujer. Entre los hombres, uno era el más tranquilo de todos. También el se tocaba su paquete pero a diferencia de los otros no parecía hacerlo con tanto descaro; es más, asta parecía tímido.
Era un señor de unos 60 años, cabellos blancos y muy cortos, una barriga pronunciado como muchos de su edad y vestido con un ropa muy cara. Tenía una cara amable, una sonrisa en su labios y los ojos que brillaban de lujuria. Si no estuviera ahí casi podía pensar que era un un hombre respetable.
Por alguna razón, ella lo eligió. Teresa se acercó a él mirándolo de arriba y con un dedo le dijo que venga hacia ella. Primero de hacer algo el viejo miró a los otros como para pedir permiso o aprobación pero no recibió respuesta. El obedecía a la diosa delante de el y se fue tan cerca que casi podía ver la ropa interior de Teresa bajo de su falda.
Marcelo desde su lugar miraba lo que estaba pasando pero no estaba preocupado. No era la primera vez que una mujer trataba de hacerlo celoso pero nunca funcionó con el, siempre salía ganando. Teresa seguía dando espectáculo y ahora ella estaba arrodillada frente al viejo que creía de estar en un sueño.
Pronto Teresa comenzó a sacarse la ropa para el viejo que ahora estaba masturbándose delante de ella.
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Ella no paraba de revisar si su descaro provocaba en Marcelo una señal de interés o preocupación, pero nada. Estaba todavía ahí, sentado con la rubia mamándole la verga. Eso significaba que tenía que empujarse aun más lejos.
A que estaba pensando Teresa en ese momento? Seguramente no en su familia. Es más, talvez ni estaba pensando. Su conciencia se extrañó de su cuerpo dejando que su instinto tomara el control.
Ahora Teresa estaba nuevamente de pie, bailando, mientras el viejo eyaculaba en su mano en pleno ataque cardíaco. Teresa comenzó a lanzar su ropa a los hombres que como niños le rogaban ser elegidos.
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Ver a esos hombres pelearse entre ellos por recibir algo de ella la llenaba de orgullo, se sentía preciosa y sexy. Hubiera sido todo genial si Marcelo no estuviera de pie follando la boca de Ofelia agarrándola de sus cabellos dorados.
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Teresa estaba molesta y celosa; sus intentos de llamar la atención del chico habían fallado o talvez habían empeorado las cosas. Ahora era ella que se mordía los labios de rabia, no el y luchaba con toda su fuerza para no bajar de dónde estaba y agarrar de los cabellos a Ofelia armando un escándalo. En ese momento deseaba estar al puesto de la chica. Quería recibir ella las atenciones de Marcelo y si bien sentirse alabada por todos esos hombres era divertido y excitante, ni uno de ellos era a la altura de Marcelo y de como la hacía sentir.
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-Esta bien, esta bien caballeros. Es suficiente por hoy. Si les gustó tanto podrán demostrarlo mandándome sus ofertas por correo. Las reglas son las de siempre.
Tulio interrumpió la exhibición de Teresa apagando las luces y despidiendo a sus socios que estaban molestos como si sus madres les dijera que era tiempo de irse del parque.
También Ofelia se puso de pie y se levantó, yendo a la oficina de Tulio sin que primero Marcelo no la saludara con una nalgada que la hico voltear y sonreír, todo esto bajo los ojos de Teresa.
Continuá…

5 comentarios - La madre de Pedro y el bully 12

Maty9321 +1
Excelente por fa hace que Teresa use ropa engomada tengo todo un post de ángela por si necesitas fotos
gonzaloroblin +3
te tardas mucho en escribir para esto ????
creo se esta perdiendo la esencia de los otros capitulos.
Chelazo1997 +1
muy bueno espero la siguiente parte