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Christina Capítulo II: Nuestro amistoso vecino mayor

Christina Capítulo II: Nuestro amistoso vecino mayor

Mi bella esposa y yo recién nos mudamos, allí fue donde conocimos a Don Ricardo, nuestra amistad se volvió sólida y compartimos buenos momentos de amistad... y también otra cosa.

Pasaron las semanas y luego los meses. Chris y yo nos habíamos instalado completamente en el apartamento. Mi nuevo puesto en el trabajo iba bien, pero todavía no había encontrado el tiempo para liberarme y reconectarme con el gimnasio.

Nuestra amistad con Don Ricardo también floreció. Habíamos ganado mucha confianza, incluso me enseño un poco de inversiones y compra de acciones de algunos sitios web que él visitaba y de los cuáles era experto, decidió apostar a lo grande en algunos juegos obteniendo ganancias en conjunto.
Nos veíamos al menos un par de veces a la semana, ya sea para cenar o para planificar movimientos económicos. A veces planeábamos en su casa, a veces en la nuestra. Rápidamente me di cuenta de que prefería lo último, porque prefería la mejora obvia en el paisaje.

Parecía encantarle cualquier atención que Christina le brindara, y realmente no podía culparlo. Chris, por su parte, no hizo mucho para frenar sus coqueteos con Don Ricardo. De hecho, parecía disfrutar coqueteando con el hombre.

Chris siempre fue juguetón con él, sin miedo a agarrar su brazo o permanecer en sus brazos durante un abrazo. Una noche, mientras Don Ricardo y yo estábamos estresados ​​por algunos números, Chris decidió que sería una buena idea darnos un masaje en los hombros. Ella comenzó conmigo, parada detrás de mí en el sofá mientras masajeaba mi espalda para relajarme.

Una vez que estuvo completa, dio unos pasos hacia Don Ricardo y le hizo lo mismo. Él era más alto que yo y sus grandes pechos sobresalían de la tela de su blusa, rozando la parte posterior de su cabeza mientras le masajeaba los hombros. Tenía los ojos cerrados, claramente sin quejarse de lo que estaba ocurriendo.

Ella le masajeó la parte superior de la espalda y los brazos, e incluso lo felicitó por lo sólido que era. Se convirtió casi en una especie de juego tácito entre ella y yo. Ella coqueteaba con él, lo seducía, nada abierto o irrespetuoso, sólo algunos toques juguetones para excitar al hombre.

A veces se burlaba de mí en la cama y, cuando lo hacía, inexplicablemente nos estimulaba a tener un sexo aún mejor. Sentí que era una diversión inofensiva, al igual que ella, hasta una noche en que Chris accidentalmente subió las apuestas.

Habíamos invitado a Don Ricardo a cenar y ver una película, pero esa noche en particular el vino fluía abundantemente. Los tres estábamos notablemente relajados y, cuando terminó la película, me levanté y me dirigí a la cocina para preparar una taza de café.

Mi intención era que todos estuviéramos sobrios un poco, pero cuando regresé a la sala de estar lo que vi casi me hizo dejar caer las tazas. Don Ricardo había elegido uno de los asientos individuales de la habitación y aparentemente Ashley le estaba mostrando fotografías de nuestra luna de miel.

En lugar de entregarle el libro o arrodillarse en el suelo junto a él, había elegido sentarse en su regazo, como si ese fuera un asiento perfectamente aceptable para una mujer casada. Pasó las páginas y describió con entusiasmo las distintas boutiques de nuestra escapada a Estados Unidos.

Don Ricardo, hay que reconocerlo, permaneció bastante inexpresivo. Mantuvo sus brazos en los apoyabrazos, sonrió y asintió ante las imágenes que mi esposa le estaba mostrando. Dejé los cafés en la mesa auxiliar y me senté en el sofá.

Miré mientras Christina continuaba riéndose, tocando juguetonamente su pecho mientras coqueteaba abiertamente con él. De repente, sus ojos se abrieron de par en par y su tono previamente jovial se convirtió en uno de tartamudeo.

—Uh, y esto... aquí es donde comimos, algunos... algunos de los mejores pasteles…

Don Ricardo habló con calma —Muy lindo. Parece que fue un viaje maravilloso.

Christina cerró lentamente el libro y saltó torpemente de su regazo, con el rostro enrojecido.

—Sí, fue... fue un momento increíble.

Rápidamente se dirigió al dormitorio para guardar el álbum de fotos.

Cogí una de las tazas de café de la mesa y se la entregué a Don Ricardo. Cuando me incliné, miré hacia abajo y noté que sus pantalones caqui se abultaban absurdamente. Rápidamente desvié la mirada, pero estaba claro que lucía actualmente una erección masiva. No habló de ello y no hizo ningún esfuerzo por ocultarlo, tal vez esperando que pasara desapercibido.

Me agradeció por el café y agregó —Juan, tu esposa es bastante difícil. Nunca he conocido a nadie que fuera tan bueno para hacerme sentir como si tuviera veintitantos otra vez —riéndose.

Me pregunté si estaba insinuando algo más allá de lo obvio, pero sonreí de todos modos —Ella es una mujer especial, estoy seguro de que ya lo sabes.

Él asintió con la cabeza en señal de acuerdo —Oh. Sin lugar a dudas.

Rápidamente escaneé mi cabeza alrededor de la habitación y afortunadamente parecía como si la tienda en sus pantalones se hubiera calmado.

Cuando mi esposa regresó, su rostro previamente nervioso parecía ahora sereno y actuó como si nada hubiera pasado. Terminamos nuestro café y acompañamos a Don Ricardo hasta la puerta, intercambiando el típico apretón de manos y posterior beso en la mejilla para Chris.

Esperé unos momentos para escuchar la puerta de Don Ricardo abrirse y cerrarse, y luego caminé hacia ella en la sala de estar. Tenía una sonrisa tonta en su rostro.

—¿Qué es tan gracioso? —Pregunté

Ella se sonrojó —Oh, nada... Sólo que supongo que es verdad, lo que dicen sobre los hombres negros.
Mi presión arterial se disparó de inmediato —¿Disculpe señorita?

Ella se rió, todavía sintiendo los efectos del vino. Debo decir que si no fuera por el vino, me habría estropeado ese comentario.

—Le estaba mostrando a Richard las fotos de nuestra luna de miel.

Estaba empezando a frustrarme con ella.

—Sí, lo sé. Estaba justo allí. Tú también estabas sentada en su regazo —Sacudí la cabeza, revelando esa frustración.

Ella se sonrojó de nuevo y se sentó en el sofá. Me senté en la silla que Don Ricardo acababa de ocupar, esperando una explicación. Ella continuó —Lo sé, lo sé. Creo que tomé demasiado vino... Tan pronto como me senté en su regazo se quedó paralizado, no movió un músculo. Es decir, hasta… —ella se rió, tapándose la boca.

—Deja de bromear y cuéntamelo Chris. Cuando te levantaste para irte, estoy bastante seguro de que vi sus pantalones... Estaba emocionado. Estaba respirando con dificultad, por alguna extraña razón ni siquiera estaba enojado.

—¡Lo sé! Dios mío, no puedo creer que eso haya pasado —ella estaba hablando rápidamente ahora, continuando —Me senté sobre él y comencé a mostrarle las fotos. De repente sentí esta presión debajo de mi muslo. No fue mucho al principio, pero creció y creció un poco más —Ella se sonrojó —Me di cuenta de que era su... ya sabes, pero no quería avergonzarlo. Decidí simplemente sentarme ahí y seguir hablando como si nada estuviera pasando.

Absurdamente, sentí que mi propia polla comenzaba a endurecerse. ¿Qué carajo estaba pasando conmigo?

Ella continuó —Se sentía... grande. Todo mi muslo descansaba sobre él —Ella se sonrojó de nuevo —Nos sentamos así por unos minutos, pero luego él se acomodó. Se movió, y cuando lo hizo sentí la longitud de su… —Ella separó las manos indicando algo grande —Chocó contra mi entrepierna. Fue entonces cuando salté y me tomó por sorpresa —Cuando Chris terminó su historia, noté que respiraba con dificultad y tenía la cara sonrojada.

Sus ojos se encontraron con los míos, había una expresión de vergüenza en su rostro.

—¿Estás enojado conmigo?

Debería haberlo hecho, pero por alguna extraña razón, tal vez el vino, tal vez algo más, no lo estaba. No respondí de inmediato, pero cuando estaba a punto de hacerlo, vi a Chris mirarme los pantalones. Ella notó que mi miembro endurecido empujaba la tela, el bulto claramente lo delataba.

Ella no dijo nada, pero se levantó sonriendo. Ella comenzó a acercarse a mí en la silla, su culo y sus tetas se balanceaban sexualmente mientras caminaba. Cuando llegó hasta mí, se sentó suavemente en mi regazo.

—Fue más o menos así —Se empujó para que mi miembro palpitante sobresaliera contra sus bragas, el calor que emanaba de su sexo era sustancial.

Me di cuenta de que momentos antes, sólo dos finas capas de tela habían separado la polla de Don Ricardo del coño de mi esposa. Mi presión arterial siguió aumentando y mi erección, ya dura, se tensó aún más. Comencé a sentirme mareado, incapaz de entender por qué esta situación me excitaba tanto. Las burlas de Christina sólo lograron excitarme aún más.

—Te sientes muy emocionado, bebé —Ella se rió mientras se inclinaba para besarme.

Intenté desviar una broma, pero fue inútil —¿Oh, sí? ¿Qué te hace decir eso?

Ella meneó un poco más mi polla —Oh... nada. Sólo una sospecha furtiva mía —Ella se rió y continuó —Creo que te gusta verme coquetear con Richard.

Mi cara estaba sonrojada y una vez más traté de desviar —Eres la mujer más sexy del planeta, cualquier cosa que hagas me excita.

Ella se deslizó hacia abajo, sus rodillas golpearon el suelo. Chris comenzó a desabrocharme los pantalones y a abrir la hebilla del cinturón.

—Lo sé, cariño... Pero creo que realmente te gusta cuando coqueteo con el pobre Richard... Está bien, creo que es sexy que te excite. Te hace sentir bien…Te ves tan confiado.

Incliné mi cabeza hacia atrás, cerrando los ojos mientras ella exponía mis intensamente duros 12 cm.
Su lengua hizo contacto con mi eje, provocando un escalofrío por todo mi cuerpo. Continuó burlándose de mí.

—Aunque debemos tener cuidado. No queremos que Richard tenga una idea equivocada… —Me besó en la cabeza y la miré. Pasó su lengua por mi punta mientras me miraba a los ojos. Después de complacerme con su boca por un momento, Chris se echó hacia atrás y comenzó a bombear suavemente mi polla con su mano, todavía burlándose.

—Si hacemos algo así otra vez y no dices nada para detenerlo... Él podría… empiezo a pensar que estarías de acuerdo con que me llevara a la cama.

Eso me hizo perder el control, mi mente se derretía con pensamientos tontos de Don Ricardo encima de mi esposa, sumergiéndose en su increíble sexo con lo que tenía que ser una polla enorme. ¿Qué carajo me pasó? No pude contener un gemido.

Escuché a Christina reírse a través de mi neblina de pensamientos pervertidos.

—Probablemente ya lo hace... Quiero decir, su gran polla se estaba frotando contra mi coño antes y no dijiste nada.

Gemí de nuevo —no lo sabía.

—Lo sé cariño, lo sé. Debí haberme levantado, pero cuando sentí lo grande que era… —sonrió diabólicamente.

Chris rápidamente me estaba llevando al límite, nunca la había escuchado actuar tan traviesa, tan abiertamente traviesa. Me encantó y no podía explicar por qué. La parte psicótica de mí quería ver hasta dónde llegaría con estas burlas, y de alguna manera le pregunté

—¿Te... irías a la cama con él? —Incliné la cabeza hacia atrás y apreté los dientes después de que la pregunta escapó de mi boca, preparándome para su respuesta, saboreando su lengua.

Primero se zambulló en la boca de mi polla, chupándome con ferocidad, comenzó a jugar con mis bolas con su mano, frotándolas hasta que hiervan. Hizo una pausa por un momento y se detuvo, acariciándome rápidamente con su mano.

—Mmm, soy una mujer casada bebé… —Besó mi punta de nuevo, continuando —No puedo follar con otros hombres...—Besó mis pelotas, aplastando sus labios contra ellas mientras su lengua comenzaba a trabajar más magia.

Gemí —Lo sé bebé... lo sé..

Justo cuando pensé que las burlas tontas habían terminado, llegó a un punto álgido.

Ella habló de nuevo —Aunque... Si me preguntas si eso me excitaría... Hipotéticamente...—Chris se mordió el labio inferior —Forllarme a nuestro grande, alto, fuerte... guapo. .. vecino con un gran pene...—Arqueó la espalda, sus ojos estaban salvajes de lujuria, habló en el tono más sexy que jamás había escuchado escapar de sus labios —Sí.

Estallé, arrojando una carga de semen sobre las manos de mi bella esposa y mi camisa. Intenté controlar mis espasmos mientras el orgasmo me invadía. Cuando finalmente se calmó, Chris se arrastró encima de mí y comenzó a besar mi cuello, dándose cuenta de que no había recibido su pop.

Fin del Capítulo II


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2 comentarios - Christina Capítulo II: Nuestro amistoso vecino mayor

vic47vic47 +1
ufff relato de 10, que rico es ver como Cristina se siente exhitada tambien por su vecino y que haya aceptado abiertamente el hecho de querer meterse a la cama con él
leloir2010 +1
Ella la esta llevando a un punto en el cual él no tenga escapatoria y lograr que él se excité y no haya marcha atras en lograr que se acueste y sea toda una putita con don ricardo y difrutar de esa pija(polla) dentro de ella que la tiene muy excitada y por todo lo que veo a él tambien. Van puntos