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Capítulo 17.
A la ducha con Osvaldo.
No podía entender cómo la ducha había quedado en ese estado; pero sí sabía que su novio tenía que ver con esto. Intentó llamarlo por teléfono varias veces y no obtuvo respuesta.
Se bañó como pudo, con la ducha estrangulada en una posición extraña y con agua saltando por todas partes. Incluso una de las llaves junto a la canilla de abajo estaba suelta casi por completo y el chorro de agua le saltaba en el medio de las tetas.
Ofuscada salió del baño y comenzó a secarse con una toalla. Le mandó un mensaje a Osvaldo, pidiéndole que por favor la ayudara a solucionar ese inconveniente. Le pagaría bien.
Era sábado, no tenía que ir a trabajar, y no quería que el día de descanso se le arruinara porque el pelotudo de su novio no sabía usar una ducha.
«¿Cómo mierda hizo para romperla así?»
«No te hagas mala sangre, Silvana. Tenés que dejar pasar algunas cosas, por tu propio bienestar».
Una hora más tarde Osvaldo tocó el timbre una vez, dos veces… tres veces. Nadie respondió.
Después del cuarto timbrazo estuvo a punto de irse, cuando la puerta se abrió. Silvana estaba envuelta en una toalla blanca que a duras penas llegaba a cubrir desde sus pezones a su vagina.
—Ay, perdón Osvaldo. No respondí antes porque me estaba haciendo la paja.
—Ah, ok.
Para Silvana requirió una enorme fuerza de voluntad reconocer en voz alta que había estado masturbándose. Lo hizo por pura calentura, para ver de qué forma reaccionaba Osvaldo. Y allí es donde se llevó una gran desilusión. El “Ah, ok” del portero fue tan impersonal que hubiera dado lo mismo si ella decía: “Estaba regando las plantas”. Silvana se quedó con la incómoda sensación de haberse humillado por nada.
La puerta frente al departamento de Malik se abrió y vieron salir a Dalina con un elegante y ajustado vestido negro, muy corto. Detrás de ella salió Silvio, muy pulcro y con una camisa gris tornasol y un pantalón de jean. Silvana pensó que si Silvio no le cayera tan mal, lo tomaría como “un buen partido”. El tipo tenía su sex appeal y le gustaba que llevara el pelo entrecano tan bien cortado y la cara tan prolijamente afeitada. Pero le bastaba que abriera la boca para considerarlo un imbécil.
—Hola Dalina —saludó Silvana, como si no estuviera prácticamente desnuda—. ¿Adónde van tan elegantes?
—Hola Sil —Dalina se acercó y le dio un beso en la mejilla—. Vamos a dar una vuelta y a comer algo en un lindo restaurante. ¿Vos te estás preparando para algo?
—No, no… es que se me rompió la ducha. Le pedí a Osvaldo que viniera a arreglarla.
—¿Y no podías vestirte antes de abrir la puerta? —Preguntó Silvio, admirando la anatomía de su vecina con poco disimulo.
—Es que Osvaldo vino antes de lo previsto. No quería dejarlo afuera. Además él… no es como todos los hombres.
Esa fue una frase clave para recordarle a Silvio y Dalina que Osvaldo es autista… y de una clase muy particular.
—A mí no me parece que haya ningún problema —dijo Dalina—. Osvaldo siempre fue muy respetuoso.
—Solo vine a arreglar la ducha —dijo, con aire ausente.
—Además mi toalla no es muy distinta a tu vestido, Dalina —Silvana soltó una risita—. ¡Qué sexy estás! Es bien cortito, me encanta… y me atrevo a decir que ya se te está marcando un poco la pancita de embaraza.
—Sí, apenas. Quiero aprovechar a usar este vestido antes de que no me entre más. A Silvio no le hizo mucha gracia. Ya sabés cómo es él. Piensa que me voy a ir con el primer tipo que me mire el culo.
A Silvio no le gustó una mierda ese comentario que lo hacía quedar como idiota; pero tampoco soltó una réplica. Había quedado en falta la vez que acusó a Dalina de tener una aventura con Malik y su esposa no se lo iba a perdonar tan fácil. Además esa puta de Silvana fue testigo de todo.
—Me encanta cómo el vestido marca la pancita asomando.
En cuanto Silvana acarició el vientre de su vecina, sintió una mano metiéndose por detrás. Dalina se le acercó más, dejándola apretada entre ella y la pared. De esa forma ocultaba lo que estaba buscando su mano picarona. Le acarició una nalga y enseguida bajó hasta la concha. Silvana ni se inmutó, continuó sonriendo y acariciando esa leve protuberancia en el vientre de su… ¿ya podía llamarla amiga?
—Apenas se nota —dijo Dalina, como para hacer conversación—. Pero sí, ya pasaron unas cuantas semanas y la panza va a empezar a crecer.
Sus dedos recorrieron la raya de la concha de Silvana y luego uno de ellos decidió meterse por el agujero, como si quisiera descubrir qué grandes placeres se escondían allí dentro. La sangre de Silvana empezó a hervir de emoción. No entendía bien por qué, pero le encantaba que Dalina la toque de esa manera frente a su marido… y frente a Osvaldo, quien observaba a las dos mujeres con la mirada ausente. Fue la misma Dalina quien tomó su mano y lo invitó a tocar su panza.
—¿Qué te parece, Osvaldo?
—Los embarazos siempre me parecieron algo mágico —dijo el hombre, mientras la acariciaba—. Es increíble que haya una vida gestándose aquí dentro.
—Cuidado con la manito —dijo Silvio, al ver que Osvaldo era un poco torpe y su mano bajaba un poco más de la cuenta.
—Ay, Silvio. Por favor, no empieces. ¿Con Osvaldo también me vas a hacer una escena de celos?
—¿Justamente con Osvaldo? —Preguntó Silvana, abriendo los ojos y señalando al portero con la cabeza, como si quisiera decirle a Silvio: “Acordate que Osvaldo es un poquito… especial”—. Él que siempre es tan amable y respetuoso con todas las mujeres del edificio.
—Si molesta, no toco nada.
—No, Osvaldo. No me molesta —aseguró Dalina—. El que tiene que aprender buenos modales, y a confiar en su esposa, es el celoso de mi marido.
Silvio apretó los labios hasta que se le pusieron blancos. No solo llevaba las de perder con su esposa, sino que además lo superaban en número. Mientras él se moría de rabia, Dalina le metía dos dedos en la concha a su vecina.
Silvana quería llevar las cosas más lejos, estaba disfrutando demasiado de este morboso juego. Quería ver a Silvio ardiendo de bronca. ¿Por qué? Quizás solo porque le cae mal… o en realidad porque ella no es tan buena persona como creía ser y se divierte con el sufrimiento ajeno. «O quizás porque te estás volviendo un poquito puta».
—¿Es cierto que a las embarazadas también se les hinchan los labios vaginales?
Acababa de inventarse eso, no tenía ni idea de si podría ser cierto o no; pero sabía que Dalina le seguiría el juego.
—Es muy cierto. Te puedo asegurar que ya lo estoy notando.
Silvio se quedó confundido. Nunca había oído hablar de esa “hinchazón”. Aún así no se atrevió a contradecirlas. Aún recuerda la vergüenza que pasó cuando Dalina tuvo que explicarle exactamente cómo acariciar el clítoris, ya que él ni siquiera parecía distinguir esta zona de todo el resto de la vagina.
—Uf, la tenés muy hinchada.
El tipo no podía creer que la muy puta de Silvana hubiera metido la mano debajo del vestido de su esposa. ¡Le estaba tocando la concha! ¡Y frente al portero!
—Dicen que ocurre en las primeras semanas de embarazo —mintió Dalina.
Y como si esto fuera poco, decidió provocar aún más a su marido, levantándose el vestido. Minutos antes habían discutido porque Dalina quería salir a pasear con un atuendo tan corto… y sin ropa interior. Por lo que bastó un leve movimiento para que su vagina quedara completamente expuesta. ¡Y frente al portero!
—Igual te digo que es lindo, se te puso muy… suavecita. —Silvana apretó uno de los labios exteriores entre su pulgar y su índice—. Silvio debería estar contento por esto.
—Creo que Silvio ni siquiera lo notó. ¿Cierto? —Dalina lo miró desafiante.
—No veo ninguna diferencia —aseguró su marido. La vena de su frente estaba a punto de estallar.
—¿Cómo que no? —Preguntó Silvana—. Hasta yo me doy cuenta… y eso que no estuve tocándole antes la concha a Dalina. Vení, Osvaldo… decime si notás que la vagina de Dalina está muy hinchada.
Silvio no creyó que eso llegara a ocurrir. Primero pensó que su esposa no lo permitiría, y segundo que el portero no se atrevería a tocar, por respeto o pudor. Sin embargo lo vio estirando la mano y sujetando el otro labio de Dalina, de la misma forma en que lo hacía esa puta de Silvana.
¿Y su esposa?
Ni se inmutó. ¡Se está dejando tocar por otro tipo como si nada!
Sabía que esto era una venganza, por su polémico comportamiento. Pero estaba yendo demasiado lejos.
Dalina se lo estaba pasando en grande. Desde que empezó a tener una aventura con Malik, la fantasía de la infidelidad la excita cada vez más. Metió los dedos bien hondos en la concha de Silvana y se dejó tocar por ese par de manos.
—¿Y qué pensás, Osvaldo? —Preguntó muy tranquila.
—No sabría decirle, Dalina. No soy un experto en el tema. Además no tengo forma de comparar esto.
—Eso es fácil —levantó la toalla de Silvana, exponiendo su concha—. Ella no está embarazada. Se siente diferente.
Subió los dedos que tenía ocultos detrás y se encontró con algo asomando por el culo de Silvana. Sonrió e intercambió una mirada de complicidad con su vecina. La muy zorra estaba usando un juguete anal, de buen tamaño, y lo tenía bien metido en el culo. Apenas sobresalía una protuberancia esférica, como una pelotita. Dalina lo empujó más adentro, con suavidad. Al mismo momento, Osvaldo estiró su mano derecha y comenzó a acariciarle la concha, pero sin abandonar los labios de Dalina.
Silvio miraba toda esta escena haciendo un esfuerzo descomunal por no explotar de rabia. Ese pelotudo del portero estaba toqueteando a dos mujeres hermosas y ellas no hacían más que coquetear con él… y lo peor de todo, es que el tipo ni siquiera se daba cuenta.
—Emm… creo que sí se notan más hinchados los labios de Dalina —comentó—. Aunque la diferencia no es muy grande. Silvana ¿usted no estará embarazada?
—No, claro que no. Yo tomo anticonceptivos. Tengo la vagina un poquito hinchada, eso no lo voy a negar; pero siempre la tuve así.
Y también la tenía mojada. Al igual que Dalina. Las dos, ante los toqueteos y lo morboso de la situación, comenzaron a lubricar un montón. Para colmo Osvaldo no solo tocaba por fuera, también metía rápidamente los dedos, un poquito, y luego los sacaba.
—Bueno, creo que ya fue suficiente —dijo Silvio, al notar esto.
—Osvaldo, podés pasar a casa —dijo Silvana—. El problema está en el baño. Dalina, ¿puedo hablar un minuto con vos? En privado.
—Sí, claro.
Silvio estuvo a punto de protestar, pero todo pasó muy rápido. La puerta se abrió, Osvaldo enfiló directamente para el fondo, Dalina y Silvana entraron y antes de que pudiera decir algo, le cerraron la puerta en la cara.
Silvana no perdió ni un segundo. En cuanto vio a Osvaldo entrando al baño, se arrodilló frente a Dalina y fue directo a chuparle la concha. Su vecina esperaba esta actitud, por lo que colaboró levantando un poco su pierna izquierda. Quedó con la espalda apoyada en la puerta y la hermosa Silvana dándole una de las mejores sesiones de sexo oral de su vida. El pelotudo de Silvio estaba muy lejos de chuparla así.
Los segundos fueron pasando y su marido comenzó a impacientarse en el pasillo.
—¿Se puede saber qué están haciendo?
—Silvana me está chupando la concha. Después se la voy a chupar yo a ella.
—Ja. Ja. Muy graciosa —respondió Silvio con sarcasmo—. Últimamente estás haciendo muchas bromas de mal gusto.
—No intento hacerme la chistosa —respondió Dalina, mientras admiraba la boca de Silvana. Ella movía la lengua con una energía única y le daba buenos chupones en el clítoris—. Es mi forma de decirte que ya estoy harta de tus escenitas de celos. ¿Acaso no puedo hablar ni un minuto con mi vecina sin que estés molestando?
Intercambiaron lugares. Silvana se quedó de pie y Dalina empezó a chuparle la concha mientras Silvio hacía un pésimo intento por pedir disculpas.
—Mmm… ¡Qué rica concha, por favor!
—No es gracioso, Dalina —dijo Silvio—. Ya basta de jueguitos. Sé que no te gustan las mujeres. Tengamos una noche en paz.
—Quizás Silvana me despertó los instintos lésbicos.
Siguió lamiendo la concha durante unos segundos, hasta que las dos concluyeron que ya había sido suficiente. Abrieron la puerta sin siquiera acomodarse la ropa. El vestido de Dalina estaba subido hasta su ombligo y Silvana, completamente desnuda. Los ojos de Silvio casi se salen al ver semejantes tetas.
—Tenés la concha muy rica —dijo Dalina, en tono de broma; pero le acarició la vagina a Silvana.
—Gracias. Vos también —metió dos dedos en la vagina de Dalina—. Siempre le quise chupar la concha a una embarazada. Cuando tengas más pancita, vení y nos hacemos un rico festín lésbico.
—Son dos hijas de puta —dijo Silvio—. Ya basta de chistecitos. No te hagás la tortillera, Dalina, porque sé que no lo sos. Te morirías del asco antes de chupar una concha.
—No me desafíes. Porque estás en falta, Silvio. ¿De verdad querés ver si me da tanto asco?
—Te conozco.
—No lo suficiente.
Dalina se arrodilló frente a Silvana, sin cerrar la puerta. Se lanzó directamente a comerle la concha. Lo hizo como una auténtica lesbiana, absorbiendo los jugos y dándole fuertes chupones al clítoris. Silvio se quedó con la mandíbula desencajada… y la verga dura.
—Me parece que se te despertó el amiguito —dijo Silvana, señalando el bulto—. Pero no te culpo, a cualquiera le pasaría al ver a dos mujeres hermosas chupándose las conchas. Seguí, Dalina… seguí. Lo estás haciendo muy bien.
El cerebro de Silvio colapsó. No supo qué decir ante esta situación. Nunca se le cruzó por la cabeza que Dalina podría ser capaz de practicarle sexo oral a otra mujer, ni siquiera para ganar una disputa. Pero lo estaba haciendo… y le ponía un énfasis impresionante. Tanto que Silvana empezó a gemir… y fueron gemidos auténticos. Nada de sobreactuaciones típicas de una película porno.
—¿Sabés una cosa, Dalina? Hace poco cogí con una chica, y lo grabé para mostrárselo a mi novio. Quería darle una sorpresa a Renzo, le dije: “Mirá, vas a hacer un trío con nosotras. ¿No te parece lindo?” ¿Vos Silvio, harías un trío conmigo y con tu esposa?
A Silvio le bailó la chota dentro del pantalón; pero sus cuerdas vocales no funcionaron, no supo qué responder.
—Silvio no se porta tan bien como para darle semejante premio —dijo Dalina—. Quizás si hace buena letra, sí se lo permita. Me imagino que Renzo aceptó.
—No, el muy boludo se puso celoso al verme con otra chica. Y yo le dije: Pero tarado, ¿acaso no te calienta ver a tu novia cogiendo con otra mujer? Es lo más sexy que hay… en especial si vos podés sumarte.
—Por supuesto… vení, mostrale a Silvio lo que se está perdiendo por ser tan celoso.
Dalina se apoyó en el respaldo de un sillón y Silvana se acercó para besarla. Se comieron la boca apasionadamente. Después Silvana bajó para chuparle las tetas y siguió rumbo hasta la concha. Empezó a chuparla sin remordimientos, ante la mirada atónita de Silvio. Él tenía unas ganas tremendas de agarrar a Silvana de los pelos y meterle la verga hasta el fondo de la garganta. Pero sabía que ellas no lo permitirían. Lo estaban castigando.
—Mirá Silvio, si te portaras bien, ahora mismo podrías estar metiéndole la pija a Silvana. ¿Te calienta, verdad? Claro… si está re buena. Es preciosa. Mirá las tetas que tiene… y el culo. Estoy segura de que a Silvana le encanta el sexo anal. Tanto que vos querés darme por el orto… bueno, con ella podrías hacerlo. Pero en lugar de ser un marido comprensivo, decidiste ser uno celoso y posesivo. Y a mí no me desafíes, porque antes de ponerte los cuernos con Malik, vengo a la casa de Silvana y nos pegamos una buena revolcada en su cama. No tendría ningún problema en hacerlo… con lo hermosa que es.
Dalina le pidió a Silvana que se pusiera de pie y ésta se sentó en el respaldo del sillón, sintiendo toda la presión de su juguete anal. Abrió las piernas y Dalina una vez más se lanzó a chuparle la concha.
—No te pongas tan mal, Silvio —dijo Silvana, mientras se acariciaba el clítoris—. Al menos te queda una linda imagen para la paja. ¿Querés sacarnos una foto? A mí no me molesta.
Silvio la odia con todo su ser, y ese odio solo es equiparable con lo mucho que la calienta. Tuvo que tragarse su orgullo. Sacó el celular y comenzó a filmar a su esposa en pleno acto lésbico. Al ver esto, Dalina se entusiasmó más. Dio chupones con mucha decisión y le metió dos dedos en la concha. Le puso tanto énfasis que incluso le dio un par de mordiscos suaves al clítoris y a los labios vaginales. Silvana soltó una risita. Eso le calentó mucho.
—Bueno, creo que ya dimos suficiente espectáculo —dijo Dalina, poniéndose de pie. Sabía que estaba dejando a su marido con ganas de ver más.
—Fue todo muy rico —aseguró Silvana—. Y lo de chuparle la concha a una embarazada lo dije muy en serio.
—Lo sé. Cuando tenga la panza más grande, lo vamos a hacer… y si Silvio se porta bien, lo vamos a dejar grabar todo. Pero para participar, va a tener que hacer muy buena letra.
Silvio tuvo que aguantar sus ganas de insultar a las dos mujeres. Lo tenían agarrado de las pelotas. Cualquier comentario agresivo lo haría perder chances.
Ellas se despidieron con un apasionado beso en la boca y unas caricias en la concha. Silvio no dijo ni una palabra. Aceptó su derrota y cruzó el pasillo en silencio, acompañado de su esposa… la cual ahora le resultaba más sexy que nunca. Hacer un trío con Dalina y otra mujer hermosa siempre fue una de sus fantasías más potentes. Además quería meterle la pija por el orto a Silvana. Haría todo lo posible por conseguirlo, aunque eso implicara aguantar las humillaciones de Dalina.
Silvana entró a su baño, sin molestarse en cubrirse con la toalla. Se llevó dos grandes sorpresas. La primera: encontró a Osvaldo completamente desnudo, de pie frente a la ducha. La segunda: la verga de Osvaldo colgaba como una liana de un árbol. Era imponente, impresionante. Aunque no se comparaba a la de Malik, sí era mucho más grande que la de Renzo.
—Ah, hola Silvana —la saludó como si llevaran varios días sin verse—. Espero que no le moleste, me tuve que quitar la ropa. Esta ducha está dando trabajo y no quiero terminar con el uniforme mojado. Puse el otro a lavar y si se me moja este me quedo sin uniforme de trabajo.
—Emm… no me molesta. Es decir, yo también estoy desnuda. Sería muy hipócrita de mi parte ofenderme por esto.
Silvana sintió mariposas en el estómago. Le resultaba muy divertido que los dos estuvieran completamente desnudos. Malik estaría orgulloso de su reacción y quería poner a prueba su filosofía de que la desnudez no tiene por qué ser obscena.
Osvaldo probó con una llave y un fuerte chorro de agua saltó de ella. Salió de la junta entre la llave y el caño.
—¿No sería mejor cerrar la llave de paso? —Preguntó Silvana.
—No, porque necesito ver si sale agua. Por eso me quité la ropa. —Osvaldo cerró la llave y el agua dejó de salir a chorros, aunque siguió goteando.
—Ah, ok. ¿Se va a poder arreglar?
—Si, pero va a llevar tiempo. Vas a tener que comprar una ducha nueva, y otra llave para el agua. La ferretería abre el lunes.
—Ay, no… no puedo estar todo el fin de semana sin bañarme. Mucho menos con este calor.
—Puedo hacer un arreglo provisional. Quizás atar la ducha con algo como para que funcione sin perder mucha agua… y anular esta llave.
—Lo que sea necesario para que al menos pueda darme un baño rápido. No aguanto estar toda transpirada, como ahora. Permiso… ¿sale un poquito de agua al menos?
Silvana se metió en el receptáculo y abrió la ducha. El agua cayó en un tenue chorro justo entre sus tetas. Agarró un jabón y empezó a lavarse. Justo detrás de ella estaba Osvaldo, admirando su cuerpo. Descubrió que ya no le molestaba ni un poquito que él la viera desnuda. Hasta le resultaba simpático.
—Te cuento una cosita en confianza, Osvaldo. Antes de irse Dalina se puso algo juguetona conmigo. Me lamió la concha y hasta me dio un mordisco.
—¿Por qué hizo eso? —Parecía realmente desconcertado.
—Fue solo para gastarle una broma a Silvio.
—Yo no le veo la gracia. Un mordisco en esa zona tan sensible puede hacer mucho daño.
—Eso mismo pienso yo. Aunque no me mordió fuerte, me preocupa que pueda haberme lastimado.
Quizás Osvaldo no captaba la mayoría de las indirectas, pero esa la captó al instante. O bien tomó una decisión propia. Se arrodilló detrás de Silvana y separó sus nalgas. Allí fue cuando se encontró con el juguete sexual sobresaliendo apenas del culo.
—Ay, me olvidé de avisarte que antes de que llegaras estaba, em… bueno, ya sabés.
—Yo tenía razón. A usted le gusta meterse cosas por el culo.
—Bueno, está bien. Lo admito… pero no se lo cuentes a nadie. Y no me trates de usted, me hace sentir vieja.
—La vagina parece bien —dijo Osvaldo, como si ya hubiera olvidado el asunto del juguete anal—. Aunque podría mirar mejor si usted… em… si te inclinás un poco hacia adelante.
—¿Así?
Silvana levantó la cola y bajó la cabeza, lo hizo de una forma muy sensual, ayudando con sus manos a separar sus nalgas. Sintió una punzada de placer, en parte por culpa del juguete y también por lo peculiar de la situación.
—Sí, así está bien. Mmmm… no veo ninguna marca —Los dedos del portero recorrieron toda la concha, sin ningún tipo de prejuicio.
—Revisá todo lo que tengas que revisar y… uy, si se me sale el juguetito, lo empujás hacia adentro.
Ella sintió cómo el dildo anal se hundía lentamente. Hizo fuerza para sacarlo, y una vez más entró. Mientras Osvaldo revisaba atentamente cada milímetro de su vagina, ella forzaba al juguete a salir un poco y él volvía a meterlo.
Las caricias del portero pasaron por el clítoris, por los labios exteriores, por los interiores e incluso un par de dedos entraron en la concha; Silvana no preguntó por qué hacía esto. Simplemente lo dejó.
—Mmm, Osvaldo… sus dedos son mucho mejores que los míos. Son más gruesos.
El tipo comenzó a masturbarla. Ella se quedó muy quieta, casi en punta de pies, con las manos separando sus nalgas. Tuvo que apoyar la cabeza contra la pared.
—Ay, Osvaldo… si me vas a ayudar con la paja, te lo agradezco un montón. Estoy que me explota la concha.
Silvana comenzó a frotarse el clítoris rápidamente. El portero al parecer entendió que le estaba dando permiso para hacer algo más… y lo hizo. Sacó los dedos y comenzó a pasar la lengua por los labios vaginales. Ella consideró que esto era demasiado; pero no se atrevió a detenerlo. Por alguna razón, Osvaldo era muy bueno en el sexo oral.
—Uy… Osvaldo. ¿Quién te enseñó a hacer eso?
—Una amiga.
—Mmpfff bien por su amiga. Uy… uf… no te olvides del juguetito.
Salió casi hasta la mitad y él lo volvió a meter hasta el fondo, provocándole una gran descarga de placer. Silvana aguantó todo lo que pudo, hasta que sus rodillas comenzaron a flaquear. La calentura que tenía no era normal. Tuvo un pre-orgasmo tan intenso que tuvo que arrodillarse. Osvaldo se puso de pie frente a ella, con la verga colgando a pocos centímetros de su cara. Silvana se sintió desilusionada. Creyó que para este momento Osvaldo ya la tendría bien dura. Sin embargo, seguía tan flácida como al principio. Aunque a pesar de esto era imponente. El glande sobresalía como el casco de un soldado.
—Tenés un pene impresionante, Osvaldo. El de mi novio no es tan grande. ¿Qué pensás? ¿Creés que todo eso podría entrar en mi boca?
Se arrepintió al instante. Las palabras surgieron por sí solas. Osvaldo la miró seria, como si estuviera analizandola.
—Mmm… dejame ver…
Puso el pulgar en la comisura de los labios de Silvana, obligándola a abrir la boca. Luego colocó su verga justo sobre la abertura. Ella divisó todo ese pedazo de carne con los ojos prácticamente bizcos.
—Creo que sí podría entrar.
Silvana pensó que con esto ya se quedaría satisfecho; pero Osvaldo quería poner a prueba sus cálculos. Introdujo una parte de su flácido pene en la boca y Silvana, por puro instinto, levantó la cabeza, tragando todavía más. Esa víbora siguió reptando por sobre su lengua, pudo sentir cada milímetro de la misma. Después sintió el glande justo en su garganta y allí fue cuando sus labios tocaron en límite. El total de la verga ya estaba dentro de su boca y ella creía que no le entraría ni un milímetro más de carne.
—Entró toda. Aunque no está dura. Si estuviera dura, no podría con todo. Estoy seguro.
Ella también estaba segura. Intentó decirlo, pero él la sujetó por detrás de la cabeza. De pronto comenzó a moverse.
«Ah… carajo —pensó Silvana—. Quiere que le pare la pija».
Osvaldo, obsesionado con la idea de demostrarle a Silvana sus predicciones, la sujetó con ambas manos de la cabeza. Ella intentó zafarse. Fue imposible, como era de esperar.
«No insistas, Silvana. Es obvio que no te va a soltar hasta que tenga la pija bien dura. Es tu culpa, por preguntar pelotudeces».
Para acelerar la tarea, ella contribuyó moviendo su lengua tanto como la verga se lo permitía. De a poco fue sintiendo cómo se iba poniendo rígida, y ganaba cada vez más tamaño. Temió ahogarse con todo eso, pero con los movimientos de Osvaldo cada vez más parte del pene iba quedando fuera de la boca. Cuando estuvo casi completamente rígida, Silvana se dio cuenta de que le estaba practicando una “garganta profunda”. Con su novio no podía hacer eso, la verga de Renzo no daba para tanto. Pero con Osvaldo… tragar todo era un verdadero desafío.
«¡Por dios, que no acabe! Este tipo me puede sacar los ojos desde adentro de un solo lechazo. ¿Quién sabe hace cuánto que no descarga?»
La chupó y la chupó hasta que él se apiadó de ella. Ya había demostrado su punto.
—¿Ves? No te entra toda si está dura. Ya me parecía.
La soltó y ella comenzó a toser cuando la verga abandonó su boca, la saliva chorreó por todos lados.
—Por dios, Osvaldo. ¡Qué pedazo de verga! Es impresionante. Me quedaría un rato más mirándola; pero ahora me gustaría que la ducha quedara lista. ¿Necesitás que te ayude en algo?
—Sí. ¿Podrías sostener la base de la ducha mientras yo la enderezo?
A Silvana le parecía fascinante cómo este tipo era capaz de olvidar por completo el tema anterior, por más que tuviera la pija dura. Ella se paró frente a él, dándole la espalda otra vez. Quedaron tan juntos que la verga se posó entre sus nalgas.
—Cuidadito con eso, Osvaldo. Acordate que yo tengo un agujero específicamente diseñado para que entre algo como eso… y no quiero ningún accidente.
—No te preocupes. No va a pasar.
Aún así, ella se preocupó. Mientras sostenía la ducha con ambas manos, estaba obligada a dejar su cola bien levantada. Con cada movimiento de Osvaldo la verga le rozaba aún más las partes sensibles. Incluso contribuyó un par de veces a empujar hacia adentro el juguete anal.
«No puedo creer que haya tenido la pija del portero dentro de la boca»
—Acá hay algo obvio, Silvana. Alguien rompió esta ducha a propósito. No puede ser que haya quedado así.
—Debió ser el pelotudo de mi novio, que no entiende cómo tratar estas cosas. Ya le dije que la grifería es delicada y que tiene que tenerle paciencia si el agua no sale a la temperatura que él quiere. Uy… cuidadito…
Sintió como el glande se apoyaba entre sus labios y empujaba suavemente hacia adentro.
—No te preocupes, Silvana. No entraría aunque empujara. Ya me aclaraste que sos estrecha.
—Lo sé, lo sé… —no le iba a contar que Malik le metió la verga y se la abrió más allá de sus propios límites—. Pero estoy muy mojada y muy dilatada, por la masturbación. Básicamente esa concha está lista para que le metan verga. ¿Me explico? Así que mucho cuidado.
Le fascinaba poder hablar de forma tan descarada con el portero, y hasta le resultaba divertido tener su verga tan cerca. Aún así, le daba un poco de miedo que pudiera entrar. No pretendía llegar tan lejos.
Osvaldo trabajaba con sus herramientas en la ducha, y su otra herramienta, la más grande, se encargaba de ponerle los nervios de punta a Silvana. La vio aparecer entre sus piernas, la verga se deslizó entre sus labios desde atrás hacia adelante. Luego volvió a desaparecer, y cuando se adelantó una vez más, pudo sentir el impacto justo en el agujero. Se le cortó el aire, El glande había entrado completo, podía notarlo.
—¡Osvaldo!
—Perdón, fue sin querer. Es que ahora va a tardar un rato en bajar.
—No me molesta que la tengas dura todo el día, siempre y cuando la dejes afuera.
—Quizás lo mejor sea dejarla ahí.
—¿Por qué?
—Porque al menos así la puedo dejar quieta.
El motivo le pareció tan absurdo como sensato, por partes iguales. ¿Se molestaría si le pedía que retrocediera? ¿Se lo tomaría como un rechazo?
—Está bien, pero prometeme que no la vas a mover.
—Lo prometo.
Silvana se mordió el labio inferior. ¿Cuánto tiempo más tardaría en acondicionar la ducha? Ahora la estaba envolviendo con una goma elástica negra. Con eso tapó el agujero que tenía el caño.
—Tengo que atar esto con alambre —dijo—. Para que quede bien firme y no se salga.
—Sí, sí… hacé lo que tengas que hacer. Dios… uf… Osvaldo, la estoy sintiendo más adentro.
—Lo sé. Pero no fui yo el que se movió. Fuiste vos. No sueltes la ducha.
Silvana repasó mentalmente sus últimos movimientos. El portero tenía razón. Ella acomodó el pie izquierdo, porque el dildo anal ya la estaba haciendo sufrir un poco, y ahí fue cuando la verga de Osvaldo pudo penetrar un poquito más. Intentó soltar la base de la ducha, porque pensó que eso ya no servía para nada, cuando un chorro de agua le dio justo en la cara. Esto la hizo retroceder, y la verga se enterró hasta la mitad.
—¡Ay dios! ¡Me clavaste, Osvaldo! ¡Me clavaste la pija!
—No fue culpa mía. Te dije que no sueltes la ducha.
—Bueno, bueno, sacala… sacala.
—Un momentito, ya casi termino.
Ella entendió que ahora mismo Osvaldo no podía abandonar su tarea. Atar esa banda elástica con alambre no parecía tarea fácil. Silvana tuvo que aguantar los estragos que estaba haciendo esa verga dentro de su concha, y para colmo…
—Se me está saliendo el juguetito, Osvaldo… se me sale. ¿Podrías meterlo?
—Ahora mismo no puedo.
Podría haberlo dejado salir del todo; pero su instinto sexual le decía que si lo volvía a meter, el placer sería máximo. Por eso ella misma retrocedió, provocando que toda la pija de Osvaldo se clavara en su concha. Cuando sus nalgas hicieron tope con el pubis del tipo, el juguete anal se metió para adentro otra vez.
—¡Ay… sí… qué rico, por dios!
—¿Tanto le gusta ese juguetito?
A ella le sorprendió que él entendiera que el placer vino del dildo, y no de su propio pene. Aunque Silvana no lo admitiría, lo que realmente le provocó escalofríos fue sentir toda la verga de Osvaldo dentro suyo.
—Me encanta —le dijo—. Me estoy volviendo adicta a la masturbación anal.
—¿Y por qué no le pide a su novio que la ayude con eso?
—Porque mi novio la tiene muy chica. Yo necesito algo más grande…
—Ah, ya veo. Bueno, esto ya quedó. Ya podés soltar la ducha.
Silvana apartó sus manos y se quedó con la espalda apoyada en el pecho de Osvaldo… toda la pija seguía dentro de ella. Admiró la reparación.
—Veamos qué tal quedó —dijo Osvaldo.
Abrió la ducha y el chorro fue más abundante que la última vez, aunque no era perfecto. Al menos ahora no perdía agua por los lados. Silvana recibió la lluvia en la cara y cerró los ojos. Necesitaba algo refrescante. También necesitaba sacar esa verga de su concha; pero se tomó unos segundos antes de hacerlo. Cuando por fin se apartó, le dijo a Osvaldo:
—Vení a mi pieza, ahí tengo toallas limpias.
Ella caminó incómoda, por culpa del juguete anal. Por suerte hasta su cuarto había solo unos pocos pasos.
Le alcanzó un toallón a Osvaldo y ella usó otro. Mientras se secaba, miró atentamente el pene erecto del portero. «¿Todo eso estuvo dentro de mí? Impresionante». ¿Eso contaba como infidelidad? «Probablemente no —se dijo—. Fue solo un accidente».
—Me dejaste doliendo, Osvaldo. Tenés mucha verga. No estoy acostumbrada a tener algo tan grande metido en la concha. Pero no estoy enojada, sé que no fue tu culpa. Gracias por ayudarme con la ducha. ¿Me podrías hacer un último favor?
—Claro.
Silvana se puso en cuatro sobre su cama y abrió las nalgas.
—¿Me ayudás a sacar el juguetito? Pero hacelo despacio, por favor.
—Sí, cómo no.
Ella sabía que no necesitaba ayuda con eso, pero igual lo hizo, solo por divertirse un poquito más. Osvaldo tomó el juguete anal desde la base y ella ayudó haciendo un poco de fuerza. Él lo fue sacando con mucha delicadeza.
—Mmm… si, así… uf, me gusta cómo lo hacés. Hasta se siente rico.
—Es una pena que tengas que recurrir a estos cosos de plástico cada vez que querés masturbarte. Hay mejores opciones para hacerlo.
—Lo sé, pero de momento esas opciones están fuera de mi alcance.
El juguete salió completo y Silvana sintió un gran alivio. También quedó impresionada, podía notar la dilatación de su propio culo.
—Yo puedo ayudarte. No tengo ningún problema en hacerlo. Y esto es mucho mejor que cualquier juguete de plástico.
—¿De qué hablás? ¡Ay, no… Osvaldo… no, por favor… por el culo no! ¡Ay, ay, ay!
La verga del portero invadió su culo tan rápido que no tuvo tiempo a nada. La penetración fue completa, por culpa de la dilatación obtenida previamente.
—No pasa nada, Silvana. De verdad no me molesta. Vos podés centrarte en tu masturbación, como si yo no estuviera acá.
—¿Como si no estuvieras? ¡Pero si estás adentro de mi culo, Osvaldo! Por dios… no me la metas. Ay… ¡Osvaldo!
No hubo caso. El tipo parecía decidido a ayudar. La tomó fuerte por la cintura, con ambas manos, y empezó a bombear con una potencia extraordinaria. Silvana sentía que se le iban a salir los ojos con cada embestida.
—¡Ay, ay! ¡Osvaldo! ¡Me vas a romper el orto! ¡Ay, Osvaldo! ¡Me estás rompiendo el culo!
—Te aseguro que no está roto. Solo muy dilatado; pero eso es algo bueno. Así entra más fácil y no te duele.
Eso era cierto, podía sentir muchas cosas; pero no había dolor. Ni un poquito. El dildo la había dejado demasiado abierta como para sentir dolor con una penetración, por más que fuera así de dura. Empezó a gemir, y se le pusieron los ojos en blanco. Simplemente no pudo evitarlo. Su mano derecha se movió sin que ella le diera la orden, fue en busca del clítoris y comenzó a frotarlo violentamente. ¡Se estaba haciendo la paja mientras Osvaldo le daba por el culo!
En ese momento su celular comenzó a sonar. Lo había dejado en la cama, a pocos centímetros de donde estaba ella.
—Ay… es mi novio. Por favor, Osvaldo. No digas ni una sola palabra. Silencio absoluto.
Contestó la llamada, haciendo un gran esfuerzo por no gemir. Osvaldo no habló, pero tampoco se detuvo. La verga siguió bombeando su culo a toda máquina.
—Em… ho… hola amor. ¿Cómo estás? —saludó, con fingida naturalidad.
—Hola Silvana. Te llamo porque quería pedirte perdón.
—¿Por lo de la ducha?
—Sí, por eso y por cómo me comporté. No tendría que habérmela agarrado con tu ducha.
—¿Qué fue lo que… auch… qué fue lo que pasó?
—¿Estás bien?
—Em… sí, es que salí a correr y… ay… uf… dios… me duelen un poquito las piernas. Ya sabés que a veces corro más de lo que debería.
Estaba impresionada. Osvaldo parecía un motor con un potente pistón que entraba y salía de su culo sin parar ni un solo segundo. Silvana comenzó a jadear.
—Te noto agitada….
—Te dije que recién llego de correr, Renzo. Explicame lo que pasó con la ducha.
—Ah, sí… em. La rompí yo, porque… me dio un pequeño ataque de celos. Por todo lo que pasó con Malik.
—Oh… ¿de verdad? Quizás no fue buena idea contártelo. Pero… yo quería que sepas todo, para que confiaras en mí.
—Lo sé, lo sé. Es mi culpa, yo me puse así.
—Dios… mmm… despacito, por favor… más despacio, que mi culo no es de goma. —Intentó decir esto tapando el micrófono del celular contra su cuerpo, pero no funcionó.
—¿Hablás con alguien?
—Eh… no, claro que no. —Sos una pelotuda, Silvana; se reprochó—. Me lo decía a mí misma. Estoy elongando un poco, para que se me pase el dolor.
—Se siente un ruido… como un paf… paf… paf…
Silvana se quedó helada. Ese era el sonido que hacían sus nalgas al rebotar contra Osvaldo. Cada penetración era brutal.
—Estoy en mi pieza, Renzo. ¿Y de dónde te imaginás que podría venir ese ruido?
—¿Malik?
—Así es. Se ve que está cogiendo con una de sus tantas amantes. Te juro que a veces no me deja dormir.
—Sí, yo también lo escuché. Es impresionante. Para colmo no se cansa.
—Así es… no se cansa ni un poquito. Está meta y meta sin parar y… dios, es exasperante. —Osvaldo ni entendió que esa fue una indirecta para él. Siguió a su ritmo, como si nada—. Para colmo a algunas les da por atrás. ¿Te imaginás lo que debe ser que te den por el culo a ese ritmo, con una verga grande? Dios… si hasta me duele el orto de solo pensarlo.
—Es impresionante.
—Sí, lo es. Bueno, amor… tengo que cortar. Osvaldo vino a ayudarme con la ducha. ¿No es un amor? Por cierto… tendrías que ver el pedazo de verga que tiene ese tipo.
—Hey ¿y vos cómo sabés que tiene buena verga?
—Porque lo vi meando, mientras yo intentaba ducharme… sin mucho éxito.
—Pará… pará… ¿por qué te estabas duchando frente al portero del edificio?
—Ay, ya hablamos de eso, Renzo. Estoy intentando aplicar la filosofía de Malik. Estar desnuda me hace sentir bien, sin importar quién esté en casa.
—Eso no me gusta nada. Me incomoda mucho que Osvaldo te haya visto desnuda. ¿Con él también hiciste cosas como con Malik?
—Sí, amor… ahora mismo Osvaldo me está metiendo toda la verga por el culo. No sabés cómo me gusta. Me está rompiendo el orto.
Pensó que Renzo lo entendería con sarcasmo, como antes lo había hecho Silvio.
—¿De verdad? ¿Te estás cogiendo al portero… y por el culo?
—No, pelotudo. Lo dije en broma. Pensé que entenderías. Bah, no fue tan en broma… en realidad lo dije porque estoy enojada con vos. Tus escenitas de celo no me gustan… y mucho menos si te la agarrás con las cosas de mi departamento.
—A mí me parece que lo dijiste en serio. Se escuchan ruidos raros y vos estás muy agitada.
—Uy sí, re en serio —dijo con evidente tono sarcástico—. Dale, Osvaldo… seguí. Dame duro. Uf… cómo me gusta. No sé como no probé antes el sexo anal. Esa pija es tremenda. Escuchá… escuchá cómo me la mete.
Puso el celular entre sus piernas y el “Paf, paf, paf” se hizo más fuerte.
—Hey… ¿te lo estás cogiendo en serio? ¡Hija de mil puta! ¡Yegua de mierda!
—No, tarado. Acerqué el celular a la pared… eso que escuchaste es Malik. ¿Pero sabés qué? Ahora que ya me insultaste y me dijiste puta… quizás me merezco darle una probadita a la pija de Osvaldo. Ya se la vi dura… se le puso como un garrote cuando me vio la concha. Y… uf, qué linda pija que tiene.
—No me hagas esto, Silvana. Te pido perdón, me dejé llevar. No quise insultarte.
—No, no, no. Cuando empezamos nuestra relación hablamos del tema de los insultos. Te dije que nunca te iba a tolerar que me faltes el respeto de esa manera. Y lo hiciste. Ahora, bancate las consecuencias. Voy a buscar a Osvaldo y le voy a dar una buena chupada de pija. Y lo digo muy en serio. Para que aprendas. ¿Pensás que soy puta? Bueno, vas a ver lo que puedo hacer si quiero ser puta. Pelotudo.
Le cortó la llamada. Se dio vuelta, con el culo muy dilatado y dijo:
—Osvaldo, llename la cara de leche.
El tipo empezó a eyacular en ese preciso instante, como si hubiera activado un interruptor. El semen saltó en cantidades industriales. Cubrió toda la cara de Silvana y buena parte de sus tetas. También permitió que le acabara dentro de la boca. Luego se sacó varias fotos, con el semen en la cara y la pija en la boca.
Esperó unos minutos. Renzo la llenó de mensajes pidiéndole disculpas. Suplicándole que no haga eso. Pero Silvana no se apiadó de él. «Carajo, soy muy mala persona», se dijo a sí misma… y le mandó las fotos a su novio.
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Capítulo 17.
A la ducha con Osvaldo.
No podía entender cómo la ducha había quedado en ese estado; pero sí sabía que su novio tenía que ver con esto. Intentó llamarlo por teléfono varias veces y no obtuvo respuesta.
Se bañó como pudo, con la ducha estrangulada en una posición extraña y con agua saltando por todas partes. Incluso una de las llaves junto a la canilla de abajo estaba suelta casi por completo y el chorro de agua le saltaba en el medio de las tetas.
Ofuscada salió del baño y comenzó a secarse con una toalla. Le mandó un mensaje a Osvaldo, pidiéndole que por favor la ayudara a solucionar ese inconveniente. Le pagaría bien.
Era sábado, no tenía que ir a trabajar, y no quería que el día de descanso se le arruinara porque el pelotudo de su novio no sabía usar una ducha.
«¿Cómo mierda hizo para romperla así?»
«No te hagas mala sangre, Silvana. Tenés que dejar pasar algunas cosas, por tu propio bienestar».
Una hora más tarde Osvaldo tocó el timbre una vez, dos veces… tres veces. Nadie respondió.
Después del cuarto timbrazo estuvo a punto de irse, cuando la puerta se abrió. Silvana estaba envuelta en una toalla blanca que a duras penas llegaba a cubrir desde sus pezones a su vagina.
—Ay, perdón Osvaldo. No respondí antes porque me estaba haciendo la paja.
—Ah, ok.
Para Silvana requirió una enorme fuerza de voluntad reconocer en voz alta que había estado masturbándose. Lo hizo por pura calentura, para ver de qué forma reaccionaba Osvaldo. Y allí es donde se llevó una gran desilusión. El “Ah, ok” del portero fue tan impersonal que hubiera dado lo mismo si ella decía: “Estaba regando las plantas”. Silvana se quedó con la incómoda sensación de haberse humillado por nada.
La puerta frente al departamento de Malik se abrió y vieron salir a Dalina con un elegante y ajustado vestido negro, muy corto. Detrás de ella salió Silvio, muy pulcro y con una camisa gris tornasol y un pantalón de jean. Silvana pensó que si Silvio no le cayera tan mal, lo tomaría como “un buen partido”. El tipo tenía su sex appeal y le gustaba que llevara el pelo entrecano tan bien cortado y la cara tan prolijamente afeitada. Pero le bastaba que abriera la boca para considerarlo un imbécil.
—Hola Dalina —saludó Silvana, como si no estuviera prácticamente desnuda—. ¿Adónde van tan elegantes?
—Hola Sil —Dalina se acercó y le dio un beso en la mejilla—. Vamos a dar una vuelta y a comer algo en un lindo restaurante. ¿Vos te estás preparando para algo?
—No, no… es que se me rompió la ducha. Le pedí a Osvaldo que viniera a arreglarla.
—¿Y no podías vestirte antes de abrir la puerta? —Preguntó Silvio, admirando la anatomía de su vecina con poco disimulo.
—Es que Osvaldo vino antes de lo previsto. No quería dejarlo afuera. Además él… no es como todos los hombres.
Esa fue una frase clave para recordarle a Silvio y Dalina que Osvaldo es autista… y de una clase muy particular.
—A mí no me parece que haya ningún problema —dijo Dalina—. Osvaldo siempre fue muy respetuoso.
—Solo vine a arreglar la ducha —dijo, con aire ausente.
—Además mi toalla no es muy distinta a tu vestido, Dalina —Silvana soltó una risita—. ¡Qué sexy estás! Es bien cortito, me encanta… y me atrevo a decir que ya se te está marcando un poco la pancita de embaraza.
—Sí, apenas. Quiero aprovechar a usar este vestido antes de que no me entre más. A Silvio no le hizo mucha gracia. Ya sabés cómo es él. Piensa que me voy a ir con el primer tipo que me mire el culo.
A Silvio no le gustó una mierda ese comentario que lo hacía quedar como idiota; pero tampoco soltó una réplica. Había quedado en falta la vez que acusó a Dalina de tener una aventura con Malik y su esposa no se lo iba a perdonar tan fácil. Además esa puta de Silvana fue testigo de todo.
—Me encanta cómo el vestido marca la pancita asomando.
En cuanto Silvana acarició el vientre de su vecina, sintió una mano metiéndose por detrás. Dalina se le acercó más, dejándola apretada entre ella y la pared. De esa forma ocultaba lo que estaba buscando su mano picarona. Le acarició una nalga y enseguida bajó hasta la concha. Silvana ni se inmutó, continuó sonriendo y acariciando esa leve protuberancia en el vientre de su… ¿ya podía llamarla amiga?
—Apenas se nota —dijo Dalina, como para hacer conversación—. Pero sí, ya pasaron unas cuantas semanas y la panza va a empezar a crecer.
Sus dedos recorrieron la raya de la concha de Silvana y luego uno de ellos decidió meterse por el agujero, como si quisiera descubrir qué grandes placeres se escondían allí dentro. La sangre de Silvana empezó a hervir de emoción. No entendía bien por qué, pero le encantaba que Dalina la toque de esa manera frente a su marido… y frente a Osvaldo, quien observaba a las dos mujeres con la mirada ausente. Fue la misma Dalina quien tomó su mano y lo invitó a tocar su panza.
—¿Qué te parece, Osvaldo?
—Los embarazos siempre me parecieron algo mágico —dijo el hombre, mientras la acariciaba—. Es increíble que haya una vida gestándose aquí dentro.
—Cuidado con la manito —dijo Silvio, al ver que Osvaldo era un poco torpe y su mano bajaba un poco más de la cuenta.
—Ay, Silvio. Por favor, no empieces. ¿Con Osvaldo también me vas a hacer una escena de celos?
—¿Justamente con Osvaldo? —Preguntó Silvana, abriendo los ojos y señalando al portero con la cabeza, como si quisiera decirle a Silvio: “Acordate que Osvaldo es un poquito… especial”—. Él que siempre es tan amable y respetuoso con todas las mujeres del edificio.
—Si molesta, no toco nada.
—No, Osvaldo. No me molesta —aseguró Dalina—. El que tiene que aprender buenos modales, y a confiar en su esposa, es el celoso de mi marido.
Silvio apretó los labios hasta que se le pusieron blancos. No solo llevaba las de perder con su esposa, sino que además lo superaban en número. Mientras él se moría de rabia, Dalina le metía dos dedos en la concha a su vecina.
Silvana quería llevar las cosas más lejos, estaba disfrutando demasiado de este morboso juego. Quería ver a Silvio ardiendo de bronca. ¿Por qué? Quizás solo porque le cae mal… o en realidad porque ella no es tan buena persona como creía ser y se divierte con el sufrimiento ajeno. «O quizás porque te estás volviendo un poquito puta».
—¿Es cierto que a las embarazadas también se les hinchan los labios vaginales?
Acababa de inventarse eso, no tenía ni idea de si podría ser cierto o no; pero sabía que Dalina le seguiría el juego.
—Es muy cierto. Te puedo asegurar que ya lo estoy notando.
Silvio se quedó confundido. Nunca había oído hablar de esa “hinchazón”. Aún así no se atrevió a contradecirlas. Aún recuerda la vergüenza que pasó cuando Dalina tuvo que explicarle exactamente cómo acariciar el clítoris, ya que él ni siquiera parecía distinguir esta zona de todo el resto de la vagina.
—Uf, la tenés muy hinchada.
El tipo no podía creer que la muy puta de Silvana hubiera metido la mano debajo del vestido de su esposa. ¡Le estaba tocando la concha! ¡Y frente al portero!
—Dicen que ocurre en las primeras semanas de embarazo —mintió Dalina.
Y como si esto fuera poco, decidió provocar aún más a su marido, levantándose el vestido. Minutos antes habían discutido porque Dalina quería salir a pasear con un atuendo tan corto… y sin ropa interior. Por lo que bastó un leve movimiento para que su vagina quedara completamente expuesta. ¡Y frente al portero!
—Igual te digo que es lindo, se te puso muy… suavecita. —Silvana apretó uno de los labios exteriores entre su pulgar y su índice—. Silvio debería estar contento por esto.
—Creo que Silvio ni siquiera lo notó. ¿Cierto? —Dalina lo miró desafiante.
—No veo ninguna diferencia —aseguró su marido. La vena de su frente estaba a punto de estallar.
—¿Cómo que no? —Preguntó Silvana—. Hasta yo me doy cuenta… y eso que no estuve tocándole antes la concha a Dalina. Vení, Osvaldo… decime si notás que la vagina de Dalina está muy hinchada.
Silvio no creyó que eso llegara a ocurrir. Primero pensó que su esposa no lo permitiría, y segundo que el portero no se atrevería a tocar, por respeto o pudor. Sin embargo lo vio estirando la mano y sujetando el otro labio de Dalina, de la misma forma en que lo hacía esa puta de Silvana.
¿Y su esposa?
Ni se inmutó. ¡Se está dejando tocar por otro tipo como si nada!
Sabía que esto era una venganza, por su polémico comportamiento. Pero estaba yendo demasiado lejos.
Dalina se lo estaba pasando en grande. Desde que empezó a tener una aventura con Malik, la fantasía de la infidelidad la excita cada vez más. Metió los dedos bien hondos en la concha de Silvana y se dejó tocar por ese par de manos.
—¿Y qué pensás, Osvaldo? —Preguntó muy tranquila.
—No sabría decirle, Dalina. No soy un experto en el tema. Además no tengo forma de comparar esto.
—Eso es fácil —levantó la toalla de Silvana, exponiendo su concha—. Ella no está embarazada. Se siente diferente.
Subió los dedos que tenía ocultos detrás y se encontró con algo asomando por el culo de Silvana. Sonrió e intercambió una mirada de complicidad con su vecina. La muy zorra estaba usando un juguete anal, de buen tamaño, y lo tenía bien metido en el culo. Apenas sobresalía una protuberancia esférica, como una pelotita. Dalina lo empujó más adentro, con suavidad. Al mismo momento, Osvaldo estiró su mano derecha y comenzó a acariciarle la concha, pero sin abandonar los labios de Dalina.
Silvio miraba toda esta escena haciendo un esfuerzo descomunal por no explotar de rabia. Ese pelotudo del portero estaba toqueteando a dos mujeres hermosas y ellas no hacían más que coquetear con él… y lo peor de todo, es que el tipo ni siquiera se daba cuenta.
—Emm… creo que sí se notan más hinchados los labios de Dalina —comentó—. Aunque la diferencia no es muy grande. Silvana ¿usted no estará embarazada?
—No, claro que no. Yo tomo anticonceptivos. Tengo la vagina un poquito hinchada, eso no lo voy a negar; pero siempre la tuve así.
Y también la tenía mojada. Al igual que Dalina. Las dos, ante los toqueteos y lo morboso de la situación, comenzaron a lubricar un montón. Para colmo Osvaldo no solo tocaba por fuera, también metía rápidamente los dedos, un poquito, y luego los sacaba.
—Bueno, creo que ya fue suficiente —dijo Silvio, al notar esto.
—Osvaldo, podés pasar a casa —dijo Silvana—. El problema está en el baño. Dalina, ¿puedo hablar un minuto con vos? En privado.
—Sí, claro.
Silvio estuvo a punto de protestar, pero todo pasó muy rápido. La puerta se abrió, Osvaldo enfiló directamente para el fondo, Dalina y Silvana entraron y antes de que pudiera decir algo, le cerraron la puerta en la cara.
Silvana no perdió ni un segundo. En cuanto vio a Osvaldo entrando al baño, se arrodilló frente a Dalina y fue directo a chuparle la concha. Su vecina esperaba esta actitud, por lo que colaboró levantando un poco su pierna izquierda. Quedó con la espalda apoyada en la puerta y la hermosa Silvana dándole una de las mejores sesiones de sexo oral de su vida. El pelotudo de Silvio estaba muy lejos de chuparla así.
Los segundos fueron pasando y su marido comenzó a impacientarse en el pasillo.
—¿Se puede saber qué están haciendo?
—Silvana me está chupando la concha. Después se la voy a chupar yo a ella.
—Ja. Ja. Muy graciosa —respondió Silvio con sarcasmo—. Últimamente estás haciendo muchas bromas de mal gusto.
—No intento hacerme la chistosa —respondió Dalina, mientras admiraba la boca de Silvana. Ella movía la lengua con una energía única y le daba buenos chupones en el clítoris—. Es mi forma de decirte que ya estoy harta de tus escenitas de celos. ¿Acaso no puedo hablar ni un minuto con mi vecina sin que estés molestando?
Intercambiaron lugares. Silvana se quedó de pie y Dalina empezó a chuparle la concha mientras Silvio hacía un pésimo intento por pedir disculpas.
—Mmm… ¡Qué rica concha, por favor!
—No es gracioso, Dalina —dijo Silvio—. Ya basta de jueguitos. Sé que no te gustan las mujeres. Tengamos una noche en paz.
—Quizás Silvana me despertó los instintos lésbicos.
Siguió lamiendo la concha durante unos segundos, hasta que las dos concluyeron que ya había sido suficiente. Abrieron la puerta sin siquiera acomodarse la ropa. El vestido de Dalina estaba subido hasta su ombligo y Silvana, completamente desnuda. Los ojos de Silvio casi se salen al ver semejantes tetas.
—Tenés la concha muy rica —dijo Dalina, en tono de broma; pero le acarició la vagina a Silvana.
—Gracias. Vos también —metió dos dedos en la vagina de Dalina—. Siempre le quise chupar la concha a una embarazada. Cuando tengas más pancita, vení y nos hacemos un rico festín lésbico.
—Son dos hijas de puta —dijo Silvio—. Ya basta de chistecitos. No te hagás la tortillera, Dalina, porque sé que no lo sos. Te morirías del asco antes de chupar una concha.
—No me desafíes. Porque estás en falta, Silvio. ¿De verdad querés ver si me da tanto asco?
—Te conozco.
—No lo suficiente.
Dalina se arrodilló frente a Silvana, sin cerrar la puerta. Se lanzó directamente a comerle la concha. Lo hizo como una auténtica lesbiana, absorbiendo los jugos y dándole fuertes chupones al clítoris. Silvio se quedó con la mandíbula desencajada… y la verga dura.
—Me parece que se te despertó el amiguito —dijo Silvana, señalando el bulto—. Pero no te culpo, a cualquiera le pasaría al ver a dos mujeres hermosas chupándose las conchas. Seguí, Dalina… seguí. Lo estás haciendo muy bien.
El cerebro de Silvio colapsó. No supo qué decir ante esta situación. Nunca se le cruzó por la cabeza que Dalina podría ser capaz de practicarle sexo oral a otra mujer, ni siquiera para ganar una disputa. Pero lo estaba haciendo… y le ponía un énfasis impresionante. Tanto que Silvana empezó a gemir… y fueron gemidos auténticos. Nada de sobreactuaciones típicas de una película porno.
—¿Sabés una cosa, Dalina? Hace poco cogí con una chica, y lo grabé para mostrárselo a mi novio. Quería darle una sorpresa a Renzo, le dije: “Mirá, vas a hacer un trío con nosotras. ¿No te parece lindo?” ¿Vos Silvio, harías un trío conmigo y con tu esposa?
A Silvio le bailó la chota dentro del pantalón; pero sus cuerdas vocales no funcionaron, no supo qué responder.
—Silvio no se porta tan bien como para darle semejante premio —dijo Dalina—. Quizás si hace buena letra, sí se lo permita. Me imagino que Renzo aceptó.
—No, el muy boludo se puso celoso al verme con otra chica. Y yo le dije: Pero tarado, ¿acaso no te calienta ver a tu novia cogiendo con otra mujer? Es lo más sexy que hay… en especial si vos podés sumarte.
—Por supuesto… vení, mostrale a Silvio lo que se está perdiendo por ser tan celoso.
Dalina se apoyó en el respaldo de un sillón y Silvana se acercó para besarla. Se comieron la boca apasionadamente. Después Silvana bajó para chuparle las tetas y siguió rumbo hasta la concha. Empezó a chuparla sin remordimientos, ante la mirada atónita de Silvio. Él tenía unas ganas tremendas de agarrar a Silvana de los pelos y meterle la verga hasta el fondo de la garganta. Pero sabía que ellas no lo permitirían. Lo estaban castigando.
—Mirá Silvio, si te portaras bien, ahora mismo podrías estar metiéndole la pija a Silvana. ¿Te calienta, verdad? Claro… si está re buena. Es preciosa. Mirá las tetas que tiene… y el culo. Estoy segura de que a Silvana le encanta el sexo anal. Tanto que vos querés darme por el orto… bueno, con ella podrías hacerlo. Pero en lugar de ser un marido comprensivo, decidiste ser uno celoso y posesivo. Y a mí no me desafíes, porque antes de ponerte los cuernos con Malik, vengo a la casa de Silvana y nos pegamos una buena revolcada en su cama. No tendría ningún problema en hacerlo… con lo hermosa que es.
Dalina le pidió a Silvana que se pusiera de pie y ésta se sentó en el respaldo del sillón, sintiendo toda la presión de su juguete anal. Abrió las piernas y Dalina una vez más se lanzó a chuparle la concha.
—No te pongas tan mal, Silvio —dijo Silvana, mientras se acariciaba el clítoris—. Al menos te queda una linda imagen para la paja. ¿Querés sacarnos una foto? A mí no me molesta.
Silvio la odia con todo su ser, y ese odio solo es equiparable con lo mucho que la calienta. Tuvo que tragarse su orgullo. Sacó el celular y comenzó a filmar a su esposa en pleno acto lésbico. Al ver esto, Dalina se entusiasmó más. Dio chupones con mucha decisión y le metió dos dedos en la concha. Le puso tanto énfasis que incluso le dio un par de mordiscos suaves al clítoris y a los labios vaginales. Silvana soltó una risita. Eso le calentó mucho.
—Bueno, creo que ya dimos suficiente espectáculo —dijo Dalina, poniéndose de pie. Sabía que estaba dejando a su marido con ganas de ver más.
—Fue todo muy rico —aseguró Silvana—. Y lo de chuparle la concha a una embarazada lo dije muy en serio.
—Lo sé. Cuando tenga la panza más grande, lo vamos a hacer… y si Silvio se porta bien, lo vamos a dejar grabar todo. Pero para participar, va a tener que hacer muy buena letra.
Silvio tuvo que aguantar sus ganas de insultar a las dos mujeres. Lo tenían agarrado de las pelotas. Cualquier comentario agresivo lo haría perder chances.
Ellas se despidieron con un apasionado beso en la boca y unas caricias en la concha. Silvio no dijo ni una palabra. Aceptó su derrota y cruzó el pasillo en silencio, acompañado de su esposa… la cual ahora le resultaba más sexy que nunca. Hacer un trío con Dalina y otra mujer hermosa siempre fue una de sus fantasías más potentes. Además quería meterle la pija por el orto a Silvana. Haría todo lo posible por conseguirlo, aunque eso implicara aguantar las humillaciones de Dalina.
Silvana entró a su baño, sin molestarse en cubrirse con la toalla. Se llevó dos grandes sorpresas. La primera: encontró a Osvaldo completamente desnudo, de pie frente a la ducha. La segunda: la verga de Osvaldo colgaba como una liana de un árbol. Era imponente, impresionante. Aunque no se comparaba a la de Malik, sí era mucho más grande que la de Renzo.
—Ah, hola Silvana —la saludó como si llevaran varios días sin verse—. Espero que no le moleste, me tuve que quitar la ropa. Esta ducha está dando trabajo y no quiero terminar con el uniforme mojado. Puse el otro a lavar y si se me moja este me quedo sin uniforme de trabajo.
—Emm… no me molesta. Es decir, yo también estoy desnuda. Sería muy hipócrita de mi parte ofenderme por esto.
Silvana sintió mariposas en el estómago. Le resultaba muy divertido que los dos estuvieran completamente desnudos. Malik estaría orgulloso de su reacción y quería poner a prueba su filosofía de que la desnudez no tiene por qué ser obscena.
Osvaldo probó con una llave y un fuerte chorro de agua saltó de ella. Salió de la junta entre la llave y el caño.
—¿No sería mejor cerrar la llave de paso? —Preguntó Silvana.
—No, porque necesito ver si sale agua. Por eso me quité la ropa. —Osvaldo cerró la llave y el agua dejó de salir a chorros, aunque siguió goteando.
—Ah, ok. ¿Se va a poder arreglar?
—Si, pero va a llevar tiempo. Vas a tener que comprar una ducha nueva, y otra llave para el agua. La ferretería abre el lunes.
—Ay, no… no puedo estar todo el fin de semana sin bañarme. Mucho menos con este calor.
—Puedo hacer un arreglo provisional. Quizás atar la ducha con algo como para que funcione sin perder mucha agua… y anular esta llave.
—Lo que sea necesario para que al menos pueda darme un baño rápido. No aguanto estar toda transpirada, como ahora. Permiso… ¿sale un poquito de agua al menos?
Silvana se metió en el receptáculo y abrió la ducha. El agua cayó en un tenue chorro justo entre sus tetas. Agarró un jabón y empezó a lavarse. Justo detrás de ella estaba Osvaldo, admirando su cuerpo. Descubrió que ya no le molestaba ni un poquito que él la viera desnuda. Hasta le resultaba simpático.
—Te cuento una cosita en confianza, Osvaldo. Antes de irse Dalina se puso algo juguetona conmigo. Me lamió la concha y hasta me dio un mordisco.
—¿Por qué hizo eso? —Parecía realmente desconcertado.
—Fue solo para gastarle una broma a Silvio.
—Yo no le veo la gracia. Un mordisco en esa zona tan sensible puede hacer mucho daño.
—Eso mismo pienso yo. Aunque no me mordió fuerte, me preocupa que pueda haberme lastimado.
Quizás Osvaldo no captaba la mayoría de las indirectas, pero esa la captó al instante. O bien tomó una decisión propia. Se arrodilló detrás de Silvana y separó sus nalgas. Allí fue cuando se encontró con el juguete sexual sobresaliendo apenas del culo.
—Ay, me olvidé de avisarte que antes de que llegaras estaba, em… bueno, ya sabés.
—Yo tenía razón. A usted le gusta meterse cosas por el culo.
—Bueno, está bien. Lo admito… pero no se lo cuentes a nadie. Y no me trates de usted, me hace sentir vieja.
—La vagina parece bien —dijo Osvaldo, como si ya hubiera olvidado el asunto del juguete anal—. Aunque podría mirar mejor si usted… em… si te inclinás un poco hacia adelante.
—¿Así?
Silvana levantó la cola y bajó la cabeza, lo hizo de una forma muy sensual, ayudando con sus manos a separar sus nalgas. Sintió una punzada de placer, en parte por culpa del juguete y también por lo peculiar de la situación.
—Sí, así está bien. Mmmm… no veo ninguna marca —Los dedos del portero recorrieron toda la concha, sin ningún tipo de prejuicio.
—Revisá todo lo que tengas que revisar y… uy, si se me sale el juguetito, lo empujás hacia adentro.
Ella sintió cómo el dildo anal se hundía lentamente. Hizo fuerza para sacarlo, y una vez más entró. Mientras Osvaldo revisaba atentamente cada milímetro de su vagina, ella forzaba al juguete a salir un poco y él volvía a meterlo.
Las caricias del portero pasaron por el clítoris, por los labios exteriores, por los interiores e incluso un par de dedos entraron en la concha; Silvana no preguntó por qué hacía esto. Simplemente lo dejó.
—Mmm, Osvaldo… sus dedos son mucho mejores que los míos. Son más gruesos.
El tipo comenzó a masturbarla. Ella se quedó muy quieta, casi en punta de pies, con las manos separando sus nalgas. Tuvo que apoyar la cabeza contra la pared.
—Ay, Osvaldo… si me vas a ayudar con la paja, te lo agradezco un montón. Estoy que me explota la concha.
Silvana comenzó a frotarse el clítoris rápidamente. El portero al parecer entendió que le estaba dando permiso para hacer algo más… y lo hizo. Sacó los dedos y comenzó a pasar la lengua por los labios vaginales. Ella consideró que esto era demasiado; pero no se atrevió a detenerlo. Por alguna razón, Osvaldo era muy bueno en el sexo oral.
—Uy… Osvaldo. ¿Quién te enseñó a hacer eso?
—Una amiga.
—Mmpfff bien por su amiga. Uy… uf… no te olvides del juguetito.
Salió casi hasta la mitad y él lo volvió a meter hasta el fondo, provocándole una gran descarga de placer. Silvana aguantó todo lo que pudo, hasta que sus rodillas comenzaron a flaquear. La calentura que tenía no era normal. Tuvo un pre-orgasmo tan intenso que tuvo que arrodillarse. Osvaldo se puso de pie frente a ella, con la verga colgando a pocos centímetros de su cara. Silvana se sintió desilusionada. Creyó que para este momento Osvaldo ya la tendría bien dura. Sin embargo, seguía tan flácida como al principio. Aunque a pesar de esto era imponente. El glande sobresalía como el casco de un soldado.
—Tenés un pene impresionante, Osvaldo. El de mi novio no es tan grande. ¿Qué pensás? ¿Creés que todo eso podría entrar en mi boca?
Se arrepintió al instante. Las palabras surgieron por sí solas. Osvaldo la miró seria, como si estuviera analizandola.
—Mmm… dejame ver…
Puso el pulgar en la comisura de los labios de Silvana, obligándola a abrir la boca. Luego colocó su verga justo sobre la abertura. Ella divisó todo ese pedazo de carne con los ojos prácticamente bizcos.
—Creo que sí podría entrar.
Silvana pensó que con esto ya se quedaría satisfecho; pero Osvaldo quería poner a prueba sus cálculos. Introdujo una parte de su flácido pene en la boca y Silvana, por puro instinto, levantó la cabeza, tragando todavía más. Esa víbora siguió reptando por sobre su lengua, pudo sentir cada milímetro de la misma. Después sintió el glande justo en su garganta y allí fue cuando sus labios tocaron en límite. El total de la verga ya estaba dentro de su boca y ella creía que no le entraría ni un milímetro más de carne.
—Entró toda. Aunque no está dura. Si estuviera dura, no podría con todo. Estoy seguro.
Ella también estaba segura. Intentó decirlo, pero él la sujetó por detrás de la cabeza. De pronto comenzó a moverse.
«Ah… carajo —pensó Silvana—. Quiere que le pare la pija».
Osvaldo, obsesionado con la idea de demostrarle a Silvana sus predicciones, la sujetó con ambas manos de la cabeza. Ella intentó zafarse. Fue imposible, como era de esperar.
«No insistas, Silvana. Es obvio que no te va a soltar hasta que tenga la pija bien dura. Es tu culpa, por preguntar pelotudeces».
Para acelerar la tarea, ella contribuyó moviendo su lengua tanto como la verga se lo permitía. De a poco fue sintiendo cómo se iba poniendo rígida, y ganaba cada vez más tamaño. Temió ahogarse con todo eso, pero con los movimientos de Osvaldo cada vez más parte del pene iba quedando fuera de la boca. Cuando estuvo casi completamente rígida, Silvana se dio cuenta de que le estaba practicando una “garganta profunda”. Con su novio no podía hacer eso, la verga de Renzo no daba para tanto. Pero con Osvaldo… tragar todo era un verdadero desafío.
«¡Por dios, que no acabe! Este tipo me puede sacar los ojos desde adentro de un solo lechazo. ¿Quién sabe hace cuánto que no descarga?»
La chupó y la chupó hasta que él se apiadó de ella. Ya había demostrado su punto.
—¿Ves? No te entra toda si está dura. Ya me parecía.
La soltó y ella comenzó a toser cuando la verga abandonó su boca, la saliva chorreó por todos lados.
—Por dios, Osvaldo. ¡Qué pedazo de verga! Es impresionante. Me quedaría un rato más mirándola; pero ahora me gustaría que la ducha quedara lista. ¿Necesitás que te ayude en algo?
—Sí. ¿Podrías sostener la base de la ducha mientras yo la enderezo?
A Silvana le parecía fascinante cómo este tipo era capaz de olvidar por completo el tema anterior, por más que tuviera la pija dura. Ella se paró frente a él, dándole la espalda otra vez. Quedaron tan juntos que la verga se posó entre sus nalgas.
—Cuidadito con eso, Osvaldo. Acordate que yo tengo un agujero específicamente diseñado para que entre algo como eso… y no quiero ningún accidente.
—No te preocupes. No va a pasar.
Aún así, ella se preocupó. Mientras sostenía la ducha con ambas manos, estaba obligada a dejar su cola bien levantada. Con cada movimiento de Osvaldo la verga le rozaba aún más las partes sensibles. Incluso contribuyó un par de veces a empujar hacia adentro el juguete anal.
«No puedo creer que haya tenido la pija del portero dentro de la boca»
—Acá hay algo obvio, Silvana. Alguien rompió esta ducha a propósito. No puede ser que haya quedado así.
—Debió ser el pelotudo de mi novio, que no entiende cómo tratar estas cosas. Ya le dije que la grifería es delicada y que tiene que tenerle paciencia si el agua no sale a la temperatura que él quiere. Uy… cuidadito…
Sintió como el glande se apoyaba entre sus labios y empujaba suavemente hacia adentro.
—No te preocupes, Silvana. No entraría aunque empujara. Ya me aclaraste que sos estrecha.
—Lo sé, lo sé… —no le iba a contar que Malik le metió la verga y se la abrió más allá de sus propios límites—. Pero estoy muy mojada y muy dilatada, por la masturbación. Básicamente esa concha está lista para que le metan verga. ¿Me explico? Así que mucho cuidado.
Le fascinaba poder hablar de forma tan descarada con el portero, y hasta le resultaba divertido tener su verga tan cerca. Aún así, le daba un poco de miedo que pudiera entrar. No pretendía llegar tan lejos.
Osvaldo trabajaba con sus herramientas en la ducha, y su otra herramienta, la más grande, se encargaba de ponerle los nervios de punta a Silvana. La vio aparecer entre sus piernas, la verga se deslizó entre sus labios desde atrás hacia adelante. Luego volvió a desaparecer, y cuando se adelantó una vez más, pudo sentir el impacto justo en el agujero. Se le cortó el aire, El glande había entrado completo, podía notarlo.
—¡Osvaldo!
—Perdón, fue sin querer. Es que ahora va a tardar un rato en bajar.
—No me molesta que la tengas dura todo el día, siempre y cuando la dejes afuera.
—Quizás lo mejor sea dejarla ahí.
—¿Por qué?
—Porque al menos así la puedo dejar quieta.
El motivo le pareció tan absurdo como sensato, por partes iguales. ¿Se molestaría si le pedía que retrocediera? ¿Se lo tomaría como un rechazo?
—Está bien, pero prometeme que no la vas a mover.
—Lo prometo.
Silvana se mordió el labio inferior. ¿Cuánto tiempo más tardaría en acondicionar la ducha? Ahora la estaba envolviendo con una goma elástica negra. Con eso tapó el agujero que tenía el caño.
—Tengo que atar esto con alambre —dijo—. Para que quede bien firme y no se salga.
—Sí, sí… hacé lo que tengas que hacer. Dios… uf… Osvaldo, la estoy sintiendo más adentro.
—Lo sé. Pero no fui yo el que se movió. Fuiste vos. No sueltes la ducha.
Silvana repasó mentalmente sus últimos movimientos. El portero tenía razón. Ella acomodó el pie izquierdo, porque el dildo anal ya la estaba haciendo sufrir un poco, y ahí fue cuando la verga de Osvaldo pudo penetrar un poquito más. Intentó soltar la base de la ducha, porque pensó que eso ya no servía para nada, cuando un chorro de agua le dio justo en la cara. Esto la hizo retroceder, y la verga se enterró hasta la mitad.
—¡Ay dios! ¡Me clavaste, Osvaldo! ¡Me clavaste la pija!
—No fue culpa mía. Te dije que no sueltes la ducha.
—Bueno, bueno, sacala… sacala.
—Un momentito, ya casi termino.
Ella entendió que ahora mismo Osvaldo no podía abandonar su tarea. Atar esa banda elástica con alambre no parecía tarea fácil. Silvana tuvo que aguantar los estragos que estaba haciendo esa verga dentro de su concha, y para colmo…
—Se me está saliendo el juguetito, Osvaldo… se me sale. ¿Podrías meterlo?
—Ahora mismo no puedo.
Podría haberlo dejado salir del todo; pero su instinto sexual le decía que si lo volvía a meter, el placer sería máximo. Por eso ella misma retrocedió, provocando que toda la pija de Osvaldo se clavara en su concha. Cuando sus nalgas hicieron tope con el pubis del tipo, el juguete anal se metió para adentro otra vez.
—¡Ay… sí… qué rico, por dios!
—¿Tanto le gusta ese juguetito?
A ella le sorprendió que él entendiera que el placer vino del dildo, y no de su propio pene. Aunque Silvana no lo admitiría, lo que realmente le provocó escalofríos fue sentir toda la verga de Osvaldo dentro suyo.
—Me encanta —le dijo—. Me estoy volviendo adicta a la masturbación anal.
—¿Y por qué no le pide a su novio que la ayude con eso?
—Porque mi novio la tiene muy chica. Yo necesito algo más grande…
—Ah, ya veo. Bueno, esto ya quedó. Ya podés soltar la ducha.
Silvana apartó sus manos y se quedó con la espalda apoyada en el pecho de Osvaldo… toda la pija seguía dentro de ella. Admiró la reparación.
—Veamos qué tal quedó —dijo Osvaldo.
Abrió la ducha y el chorro fue más abundante que la última vez, aunque no era perfecto. Al menos ahora no perdía agua por los lados. Silvana recibió la lluvia en la cara y cerró los ojos. Necesitaba algo refrescante. También necesitaba sacar esa verga de su concha; pero se tomó unos segundos antes de hacerlo. Cuando por fin se apartó, le dijo a Osvaldo:
—Vení a mi pieza, ahí tengo toallas limpias.
Ella caminó incómoda, por culpa del juguete anal. Por suerte hasta su cuarto había solo unos pocos pasos.
Le alcanzó un toallón a Osvaldo y ella usó otro. Mientras se secaba, miró atentamente el pene erecto del portero. «¿Todo eso estuvo dentro de mí? Impresionante». ¿Eso contaba como infidelidad? «Probablemente no —se dijo—. Fue solo un accidente».
—Me dejaste doliendo, Osvaldo. Tenés mucha verga. No estoy acostumbrada a tener algo tan grande metido en la concha. Pero no estoy enojada, sé que no fue tu culpa. Gracias por ayudarme con la ducha. ¿Me podrías hacer un último favor?
—Claro.
Silvana se puso en cuatro sobre su cama y abrió las nalgas.
—¿Me ayudás a sacar el juguetito? Pero hacelo despacio, por favor.
—Sí, cómo no.
Ella sabía que no necesitaba ayuda con eso, pero igual lo hizo, solo por divertirse un poquito más. Osvaldo tomó el juguete anal desde la base y ella ayudó haciendo un poco de fuerza. Él lo fue sacando con mucha delicadeza.
—Mmm… si, así… uf, me gusta cómo lo hacés. Hasta se siente rico.
—Es una pena que tengas que recurrir a estos cosos de plástico cada vez que querés masturbarte. Hay mejores opciones para hacerlo.
—Lo sé, pero de momento esas opciones están fuera de mi alcance.
El juguete salió completo y Silvana sintió un gran alivio. También quedó impresionada, podía notar la dilatación de su propio culo.
—Yo puedo ayudarte. No tengo ningún problema en hacerlo. Y esto es mucho mejor que cualquier juguete de plástico.
—¿De qué hablás? ¡Ay, no… Osvaldo… no, por favor… por el culo no! ¡Ay, ay, ay!
La verga del portero invadió su culo tan rápido que no tuvo tiempo a nada. La penetración fue completa, por culpa de la dilatación obtenida previamente.
—No pasa nada, Silvana. De verdad no me molesta. Vos podés centrarte en tu masturbación, como si yo no estuviera acá.
—¿Como si no estuvieras? ¡Pero si estás adentro de mi culo, Osvaldo! Por dios… no me la metas. Ay… ¡Osvaldo!
No hubo caso. El tipo parecía decidido a ayudar. La tomó fuerte por la cintura, con ambas manos, y empezó a bombear con una potencia extraordinaria. Silvana sentía que se le iban a salir los ojos con cada embestida.
—¡Ay, ay! ¡Osvaldo! ¡Me vas a romper el orto! ¡Ay, Osvaldo! ¡Me estás rompiendo el culo!
—Te aseguro que no está roto. Solo muy dilatado; pero eso es algo bueno. Así entra más fácil y no te duele.
Eso era cierto, podía sentir muchas cosas; pero no había dolor. Ni un poquito. El dildo la había dejado demasiado abierta como para sentir dolor con una penetración, por más que fuera así de dura. Empezó a gemir, y se le pusieron los ojos en blanco. Simplemente no pudo evitarlo. Su mano derecha se movió sin que ella le diera la orden, fue en busca del clítoris y comenzó a frotarlo violentamente. ¡Se estaba haciendo la paja mientras Osvaldo le daba por el culo!
En ese momento su celular comenzó a sonar. Lo había dejado en la cama, a pocos centímetros de donde estaba ella.
—Ay… es mi novio. Por favor, Osvaldo. No digas ni una sola palabra. Silencio absoluto.
Contestó la llamada, haciendo un gran esfuerzo por no gemir. Osvaldo no habló, pero tampoco se detuvo. La verga siguió bombeando su culo a toda máquina.
—Em… ho… hola amor. ¿Cómo estás? —saludó, con fingida naturalidad.
—Hola Silvana. Te llamo porque quería pedirte perdón.
—¿Por lo de la ducha?
—Sí, por eso y por cómo me comporté. No tendría que habérmela agarrado con tu ducha.
—¿Qué fue lo que… auch… qué fue lo que pasó?
—¿Estás bien?
—Em… sí, es que salí a correr y… ay… uf… dios… me duelen un poquito las piernas. Ya sabés que a veces corro más de lo que debería.
Estaba impresionada. Osvaldo parecía un motor con un potente pistón que entraba y salía de su culo sin parar ni un solo segundo. Silvana comenzó a jadear.
—Te noto agitada….
—Te dije que recién llego de correr, Renzo. Explicame lo que pasó con la ducha.
—Ah, sí… em. La rompí yo, porque… me dio un pequeño ataque de celos. Por todo lo que pasó con Malik.
—Oh… ¿de verdad? Quizás no fue buena idea contártelo. Pero… yo quería que sepas todo, para que confiaras en mí.
—Lo sé, lo sé. Es mi culpa, yo me puse así.
—Dios… mmm… despacito, por favor… más despacio, que mi culo no es de goma. —Intentó decir esto tapando el micrófono del celular contra su cuerpo, pero no funcionó.
—¿Hablás con alguien?
—Eh… no, claro que no. —Sos una pelotuda, Silvana; se reprochó—. Me lo decía a mí misma. Estoy elongando un poco, para que se me pase el dolor.
—Se siente un ruido… como un paf… paf… paf…
Silvana se quedó helada. Ese era el sonido que hacían sus nalgas al rebotar contra Osvaldo. Cada penetración era brutal.
—Estoy en mi pieza, Renzo. ¿Y de dónde te imaginás que podría venir ese ruido?
—¿Malik?
—Así es. Se ve que está cogiendo con una de sus tantas amantes. Te juro que a veces no me deja dormir.
—Sí, yo también lo escuché. Es impresionante. Para colmo no se cansa.
—Así es… no se cansa ni un poquito. Está meta y meta sin parar y… dios, es exasperante. —Osvaldo ni entendió que esa fue una indirecta para él. Siguió a su ritmo, como si nada—. Para colmo a algunas les da por atrás. ¿Te imaginás lo que debe ser que te den por el culo a ese ritmo, con una verga grande? Dios… si hasta me duele el orto de solo pensarlo.
—Es impresionante.
—Sí, lo es. Bueno, amor… tengo que cortar. Osvaldo vino a ayudarme con la ducha. ¿No es un amor? Por cierto… tendrías que ver el pedazo de verga que tiene ese tipo.
—Hey ¿y vos cómo sabés que tiene buena verga?
—Porque lo vi meando, mientras yo intentaba ducharme… sin mucho éxito.
—Pará… pará… ¿por qué te estabas duchando frente al portero del edificio?
—Ay, ya hablamos de eso, Renzo. Estoy intentando aplicar la filosofía de Malik. Estar desnuda me hace sentir bien, sin importar quién esté en casa.
—Eso no me gusta nada. Me incomoda mucho que Osvaldo te haya visto desnuda. ¿Con él también hiciste cosas como con Malik?
—Sí, amor… ahora mismo Osvaldo me está metiendo toda la verga por el culo. No sabés cómo me gusta. Me está rompiendo el orto.
Pensó que Renzo lo entendería con sarcasmo, como antes lo había hecho Silvio.
—¿De verdad? ¿Te estás cogiendo al portero… y por el culo?
—No, pelotudo. Lo dije en broma. Pensé que entenderías. Bah, no fue tan en broma… en realidad lo dije porque estoy enojada con vos. Tus escenitas de celo no me gustan… y mucho menos si te la agarrás con las cosas de mi departamento.
—A mí me parece que lo dijiste en serio. Se escuchan ruidos raros y vos estás muy agitada.
—Uy sí, re en serio —dijo con evidente tono sarcástico—. Dale, Osvaldo… seguí. Dame duro. Uf… cómo me gusta. No sé como no probé antes el sexo anal. Esa pija es tremenda. Escuchá… escuchá cómo me la mete.
Puso el celular entre sus piernas y el “Paf, paf, paf” se hizo más fuerte.
—Hey… ¿te lo estás cogiendo en serio? ¡Hija de mil puta! ¡Yegua de mierda!
—No, tarado. Acerqué el celular a la pared… eso que escuchaste es Malik. ¿Pero sabés qué? Ahora que ya me insultaste y me dijiste puta… quizás me merezco darle una probadita a la pija de Osvaldo. Ya se la vi dura… se le puso como un garrote cuando me vio la concha. Y… uf, qué linda pija que tiene.
—No me hagas esto, Silvana. Te pido perdón, me dejé llevar. No quise insultarte.
—No, no, no. Cuando empezamos nuestra relación hablamos del tema de los insultos. Te dije que nunca te iba a tolerar que me faltes el respeto de esa manera. Y lo hiciste. Ahora, bancate las consecuencias. Voy a buscar a Osvaldo y le voy a dar una buena chupada de pija. Y lo digo muy en serio. Para que aprendas. ¿Pensás que soy puta? Bueno, vas a ver lo que puedo hacer si quiero ser puta. Pelotudo.
Le cortó la llamada. Se dio vuelta, con el culo muy dilatado y dijo:
—Osvaldo, llename la cara de leche.
El tipo empezó a eyacular en ese preciso instante, como si hubiera activado un interruptor. El semen saltó en cantidades industriales. Cubrió toda la cara de Silvana y buena parte de sus tetas. También permitió que le acabara dentro de la boca. Luego se sacó varias fotos, con el semen en la cara y la pija en la boca.
Esperó unos minutos. Renzo la llenó de mensajes pidiéndole disculpas. Suplicándole que no haga eso. Pero Silvana no se apiadó de él. «Carajo, soy muy mala persona», se dijo a sí misma… y le mandó las fotos a su novio.
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