Ese día pensaba hablar con Claudia, pero ella se me adelantó.
- Hoy me ha venido la regla. - me dijo.
Fue demasiado causal al decirlo. Yo, sin embargo, enloquecí cuando escuché esto.
- ¡Espera, qué! ¿Quieres decir que todo este tiempo podrías haber estado embarazada? - pregunté con incredulidad.
- Por supuesto, idiota. Te has corrido dentro de mí. Así se hacen los bebés. - dijo mientras me fulminaba con la mirada.
- No, lo sé, quiero decir, qué... - No podía expresar bien mis pensamientos. - Um, lo que quiero decir es que pensé que tomabas una píldora o algo así.
- No tomo anticonceptivos. Era virgen hasta que me violaste. - dijo críticamente.
La palabra violación era un poco dura, pensé, pero en realidad no podía discutir con ella.
- Mira, lo siento, de verdad, pero fue un accidente. Si te quedaras embarazada sería un problema tan grande para mí como para ti. Si tenías miedo de quedarte embarazada deberías habérmelo dicho.
- ¿Lo dices en serio? ¿Me habrías ayudado? Dijo sorprendida.
- ¡Claro que lo habría hecho! ¿Acaso no me conoces?
- Lo siento - me respondió.
- Está bien. Ya se ha acabado. - dije tras un suspiro largo.
- Supongo.
Claudia me apartó la mirada. Estaba claro que seguía deprimida por todo el asunto. No podía culparla por ello.
En los días siguientes las cosas no volvieron a la normalidad, pero mejoraron. Ya no nos evitábamos, pero seguía siendo incómodo hablar el uno con el otro. Al cabo de tres o cuatro días me vino la inspiración. ¿Era una buena idea? Quizá no, pero tenía que intentarlo. Pasé el día recogiendo algunas cosas, no todas fáciles de conseguir, sobre todo porque estaba demasiado nervioso, pero me las arreglé. Cuando estuve listo, me acerqué a su habitación y llamé a la puerta.
- ¿Quién es?
- Soy yo. ¿Puedo entrar? - pregunté.
- Bien, pasa. - respondió tras una larga pausa.
Entré y encontré a Claudia sentada en la cama con las piernas y los brazos cruzados. No era hostil, pero no estaba contenta de verme. Acerqué una silla y me senté frente a ella.
- ¿Qué quieres? - me preguntó.
- Quiero hablar de lo que pasó.
- No quiero hablar de ello. - dijo entrecerrando los ojos.
- Espera, escúchame.
- Que sea rápido. - exigió.
- ¿Podemos estar de acuerdo en que fue una mala experiencia para los dos? - le pregunté.
Ella no contestó. En lugar de eso, me miró de un modo que sugería que la respuesta era tan obvia que era estúpido haber preguntado. No era la forma en que había planeado la conversación, pero tenía que preguntar.
- Mira, sé que te hice daño. Perder la virginidad obligándote a montar a tu hermano en el asiento trasero de un coche lleno de gente no es la forma en que tú o cualquiera hubiera esperado perderla. Sin duda, no es como esperaba yo perder mi virginidad.
El rostro de Claudia se suavizó al oír eso. Quizá no había pensado en mi virginidad.
- Es verdad. - Seguí hablando al ver que no me cortaría. - Hubiera esperado que la ocasión de mi primera vez fuera más especial que una cópula forzada con mi hermana. Pero no voy a mentir. El cuerpo lo disfrutó, incluso el tuyo, pero no por elección.
Volvió a mirarme con ira y estaba a punto de decir algo cuando la interrumpí rápidamente.
- Por eso estoy aquí. No quiero que tu primera vez o la mía sean recordadas como una experiencia horrible y traumática.
- Demasiado tarde para eso. - se burló.
- Puede que sí, pero eso no significa que no podamos hacer algo al respecto.
- ¿En serio? - dijo sarcásticamente. - ¿Y qué crees que puedes hacer al respecto? ¿Tienes una máquina del tiempo?
Su sarcasmo y su incredulidad en una solución eran tan fuertes que casi perdí por completo la confianza en la idea. Hice una pausa y estuve a punto de desistir. Estaba a punto de irme cuando recordé lo destrozado que me quedé al ver mi semen goteando de su coño usado y cómo lloró. Respiré hondo y continué hablando.
- ¿Por qué no lo hacemos otra vez? Sólo que esta vez lo hacemos bien.
El silencio era doloroso, pero esperé. La boca de Claudia estaba ligeramente abierta mientras sus grandes ojos simplemente me agujereaban. Me crucé de brazos y mantuve el rostro lo más erguido posible, negándome a perder el contacto visual.
Al final se estremeció y parpadeó rápidamente varias veces. Apartando la mirada, preguntó con voz chillona:
- ¿Qué?
Me acordé de empezar a respirar de nuevo cuando respondí.
- Digo que nuestra primera vez fue una experiencia terrible y que deberíamos arreglarlo teniendo sexo como es debido. - Por fin lo había dicho, esa maravillosa y terrible palabra de cuatro letras con "S".
El ingenio de Claudia volvió ante la mención de la palabra sexo.
- Oh, qué noble. - dijo fingiendo impotencia. - Un hermano se corre “accidentalmente” en su hermanita y para disculparse se ofrece amablemente a hacerlo de nuevo. - Después de terminar con la farsa, continuó. - ¿Qué coño te pasa? ¿No tuviste suficiente la primera vez? ¿No puedes esperar a tirarte a tu hermana otra vez? Jodido asqueroso.
Las palabras fueron duras, pero me las esperaba. Realmente quería que lo entendiera. Hablé despacio y con claridad asegurándome de mantener el contacto visual y mientras hablaba empecé a inclinarme hacia ella.
- Por supuesto que no. ¿Crees que te lo pido a la ligera? ¿Realmente crees que no me doy cuenta de lo que estoy pidiendo? Incluso tengo condones y anticonceptivos para hacerlo de manera segura. He pensado en ello. Y mucho. No se trata de si dices sí o no. Sé lo que estoy dispuesta a hacer para arreglarlo.
Se dio la vuelta y se rió a carcajadas mientras yo intentaba mantener la compostura. Volvió a mirarme y se dio la vuelta otra vez, repitió esto unas cuantas veces mientras su risa se calmaba. Hasta que por fin me miró y me dijo casi susurrando:
- ¿Hablas en serio?
- Sí. - fue todo lo que respondí.
Claudia se tapó la boca con el puño y miró al suelo con el otro brazo cruzado sobre el pecho. Tras un momento de silencio, habló y dijo:
- Tendré que pensármelo.
- Por supuesto. - dije mientras me levantaba y me iba.
Una vez de vuelta en mi habitación, me desplomé y me di cuenta de que todo mi cuerpo temblaba por la experiencia. No podía creer que hubiera pedido algo tan absurdo. Pero había conseguido lo que me había propuesto. Le había hecho saber cómo me sentía y le había dado la opción de hacer lo mismo. Yo, sin embargo, estaba satisfecho. Sinceramente, nunca había esperado ni planeado que aceptara la oferta, ya que la verdadera solución era la oferta en sí.
Las cosas volvieron a la normalidad para mí después de eso. Me sentía muy bien. Incluso iba a invitar a Jessica a salir. El problema era que Claudia estaba peor que nunca mientras contemplaba mi oferta. Me sorprendió que tardara tanto en decirme que no, pero esperé. Estaba seguro de que se sentiría mejor cuando me lo dijera, pero después de tres días Claudia todavía no me había dicho nada. Empezaba a preocuparme que, después de todo, hubiera sido una mala idea. Esa tercera noche recuerdo que pasé por delante de su habitación y la oí hablar por teléfono. No sé con quién hablaba, pero parecía deprimida. "Me gustaría, pero no estoy preparada", le oí decir. Suspiré y me fui a mi habitación. Tal vez debería volver a hablar con ella, pensé. Horas después me respondió.
Ni siquiera la oí entrar en mi habitación. Me sobresalté cuando la oí hablar. No porque hablara alto, sino porque estaba muy cerca de mí cuando lo hizo. Casi susurraba.
- ¿Sigue en pie tu oferta? - Preguntó Claudia.
- Vaya, me has asustado. - dije.
Claudia no se movió y se limitó a mirarme expectante con la expresión más vulnerable que jamás había visto. Me enderecé, me aclaré la garganta y respondí lo más serio posible.
- Sí, aún sigue en pie.
Sinceramente, esperaba que simplemente me diera las gracias por preocuparme tanto y luego me dijera que no. Ese era el plan desde el principio. Sin embargo, no fue eso lo que hizo.
- Hagámoslo entonces. - dijo suavemente bajando la mirada.
Empecé a atragantarme a pesar de que no había comido ni bebido nada en la última hora. Empecé a toser, se me humedecieron los ojos y no podía respirar. Cuando por fin empecé a respirar de nuevo, noté la expresión de preocupación en la cara de Claudia.
- ¿Estás bien? - me preguntó.
- Estoy bien. - respondí.
Estaba preocupada, pero no necesariamente por mi salud, con su siguiente pregunta me lo dejó claro.
- Hablabas en serio, ¿verdad?
- Sí, solo que no pensé que me tomarías la palabra.
- Bien, yo también. - Dijo mientras se enderezaba un poco y me sostenía la mirada, recuperando la confianza en sí misma. - Aunque parezca una locura, creo que tienes razón.
No supe qué decir. Abrí y cerré la boca varias veces antes de que ella interviniera.
- El sábado.
- ¿Qué? Pregunté con mucha lentitud como para darme cuenta de lo que me decía.
- Mamá y papá estarán fuera casi todo el día. - explicó.
- Pero eso es dentro de dos días.
- Sí. - Parecía tan asustada como yo.
Los dos días siguientes pasaron volando. Podría pensarse que la perspectiva del sexo me excitaba, pero era todo lo contrario. Lo estaba temiendo. Lo había dicho en serio. Tenía los condones y las píldoras del día después, incluso me afeité las nalgas para la ocasión. Todo lo que pensé que podría ayudar. La verdad era que tenía miedo de arruinárselo. ¿Y si solo empeoraba las cosas?
Me desperté temprano para ser sábado, pero me quedé en la cama el mayor tiempo posible. Nuestros padres se fueron hacia el mediodía, pero nos aseguramos de salir de la cama para despedirlos. Dijeron que no llegarían a casa hasta pasadas las nueve. Supongo que era ahora o nunca. Cuando nuestros padres se fueron, sólo quedamos mi hermana y yo en la puerta. Sentí que debía decir algo.
- ¿Vamos? - pregunté con desgana.
- Supongo que sí. - dijo Claudia con tan poco entusiasmo como yo.
Caminamos penosamente hasta mi habitación. Cuando llegamos, no sabía qué más hacer, así que me quité la camiseta. Claudia parecía igual de confusa y, tras mirarme un momento, por fin se quitó también la camiseta, dejando al descubierto un sujetador azul. Entonces me quité el cinturón y me bajé lentamente los pantalones, dejando al descubierto mi mejor par de bóxer rojos. Me quedaban bien y me gustaba llevarlos, pero en aquel momento no me sentía tan bien.
Claudia hizo lo mismo y se bajó los pantalones dejando al descubierto sus braguitas azules transparentes. Ni siquiera sabía que tuviera algo así. Pude ver a través de ellas su coño rasurado. Debió de afeitárselo para la ocasión o quizá siempre lo llevaba afeitado para nadar. Sé que yo siempre mantenía el mío al menos recortado para evitar que el vello púbico asomara.
Estaba muy guapa, aunque claramente avergonzada y sonrojada. No dejábamos de mirarnos, pero desviábamos la mirada cuando nuestros ojos se encontraban. Estaba muy buena y, a pesar de lo incómodo que resultaba la situación, empecé a formar una gran tienda de campaña en mis calzoncillos. Cuando Claudia lo vio, abrió mucho los ojos y se dio la vuelta. Tras un momento empezó a desabrocharse el sujetador y lo dejó caer al suelo. Yo dejé caer mis calzoncillos y vi que ella hacía lo mismo con sus bragas. Se volvió para mirarme y se sonrojó profundamente. Se cubrió los pechos con un brazo y el coño con el otro.
- Bueno, déjame ver. No es como si pudiéramos hacer esto sin vernos. - dije.
- Sí, supongo que no. - susurró todavía cubriéndose y evitando el contacto visual.
- Vamos. - le dije, acercándome un poco más e intentando animarla, intentando parecer más alegre de lo que me sentía.
- De acuerdo. - respondió y lentamente descubrió sus pechos turgentes y su suave coño.
- Estás increíble, preciosa, de verdad. - le dije sonriendo. Es cierto que estaba impresionante y parecía sacada de un sueño húmedo, pero mi piropo seguía pareciéndome hueco.
- Supongo que ya está. - dijo mientras se subía a la cama.
- Supongo que sí. - respondí.
Se sentó en la cama con las piernas cruzadas mientras yo abría un preservativo y me lo ponía. Me subí a la cama con ella. Claudia se tumbó y abrió lentamente las piernas para mí. Me puse a horcajadas sobre ella y me incliné mientras alineaba mi polla con el coño de mi hermana. Cuando mi polla tocó su coño ella saltó un poco hacia atrás.
- ¿Estás bien? No tenemos que hacer esto - le dije.
- No, está bien, fue algo inesperado. - respondió.
Me incliné de nuevo e hice contacto. Claudia no saltó esta vez. Apretó las manos, cerró los ojos y esperó a que entrara. Yo estaba listo para entrar, pero no me sentía bien. Nos estábamos mintiendo. Pensamos que esto lo haría mejor y ambos teníamos miedo de decir que no lo estábamos disfrutando. Me bajé, me senté y me quité el condón mientras mi polla se deshinchaba.
- Esto no está bien. - dije.
Claudia dejó escapar un suspiro de alivio, abrió los ojos y se sentó a mi lado.
- ¿Qué quieres decir? - preguntó ella.
- No necesitas fingir. Esto es horrible. - le dije. - Todo esto era para que pudiéramos tener sexo y hacerlo bien, pero todo esto está mal.
- Bueno, ¿y qué hacemos? - preguntó.
- ¿Todavía quieres hacer esto?
- Hemos llegado hasta aquí. - dijo. - Deberíamos intentarlo de nuevo. Tal vez no ahora.
Me volví hacia ella y sonreí. La primera sonrisa en dos días que parecía real. La rodeé con el brazo y tiré de ella hacia mí. Ella correspondió a mi abrazo apoyando la cabeza en mi pecho. Nos quedamos abrazados en silencio, disfrutando de una conexión íntima e inesperada. No quería que terminara y no estoy seguro de cuánto tiempo estuvimos así, pero en algún momento me di cuenta de que los dos seguíamos completamente desnudos. La miré y sonreí.
- Sabes que eres realmente guapa.
- ¿De verdad? - preguntó levantando la vista.
- De verdad. - le respondí.
Se acurrucó aún más. Nos sentamos allí y una vez más no estoy seguro por cuánto tiempo. En algún momento tendría que terminar y yo tenía una idea de cómo.
- ¿Por qué no nos ponemos algo y vamos a nadar? - le pregunté.
- ¿Sabes qué? Me parece una idea genial. - respondió con una gran sonrisa.
En menos de 10 minutos estábamos vestidos y saliendo por la puerta. No teníamos medio de transporte, así que fuimos andando. No al parque acuático de antes, sino a la universidad. La piscina estaba abierta al público la mayor parte del tiempo fuera del horario lectivo, incluso si se trataba de un paseo de 30 minutos. Volvimos a ser los mismos de siempre, riendo y hablando como antes. De hecho, creo que estábamos más unidos que nunca. Nos lo pasamos genial en la piscina, aunque nos burláramos el uno del otro por llevar el mismo bañador con el que empezó todo. Todo fue muy divertido. Algo que ninguno de los dos habría esperado.
Sólo salimos de la piscina horas más tarde, cuando empezaron a cerrar. Ninguno de los dos habíamos comido en todo el día y en ese momento estábamos hambrientos. En lugar de caminar a casa para comer que sería de otros 30 minutos tomamos un pequeño desvío para la cena de esa noche. El sol estaba bajando en el cielo cuando terminamos. Fuera le pregunté a Claudia adónde le gustaría ir después.
- Bueno, no sé tú, pero yo pienso irme a casa y darme una ducha.
- Ah, ¿y luego qué? - pregunté alzando una ceja.
- Seguro que se nos ocurre algo. - me respondió dándome un beso en la mejilla y guiñándome un ojo.
Cuando llegamos a casa ya había anochecido y la noche había empezado cuando terminamos de ducharnos. Había estado viendo la tele mientras esperaba a que Claudia saliera. Acababa de secarse el pelo cuando entró en el salón. Apagué la tele y la saludé.
- Sabes, queda al menos una hora antes de que vuelvan papá y mamá - dijo mirando al reloj.
- Y creo que ya sé cómo pasarla. - dije mientras me levantaba y empezaba a encender velas.
- ¿Velas? ¿Quieres decir aquí mismo? - preguntó sorprendida.
- ¿Por qué no? - respondí mientras encendía las velas. - Dijiste que teníamos una hora y tenemos todo el lugar para nosotros hasta entonces - Fue una decisión impulsiva, pero me di cuenta de que a ella también le gustaba la idea.
Me quité la camisa, la tiré al suelo y me acerqué. Claudia se dio cuenta enseguida y no tardó en hacer lo mismo. Estaba sonrojada como antes, pero esta vez sonreía. Levantó las manos y empezó a desabrocharse el sujetador azul como antes cuando la detuve, inspirado una vez más.
- Espera, déjame.
No protestó. Me acerqué y le acaricié un pecho. Se estremeció y cerró los ojos. Le masajeé lentamente la teta a través de la tela del sujetador durante un momento y luego le recorrí la espalda con los dedos. La acerqué más a mí y percibí el dulce aroma de su champú. Seguía con los ojos cerrados cuando empecé a apretar los tirantes. Mis dedos inexpertos tanteaban, pero no tenía prisa. Me había concentrado tanto en la tarea que ni siquiera me había dado cuenta de que mi hermana se acercaba más a mí. Cuando por fin le quité el tirante, le solté el sujetador y me recibió con un tierno beso.
De sus labios emanó un cálido escalofrío que me recorrió todo el cuerpo hasta los dedos de los pies. Cerré los ojos y lo saboreé mientras abrazaba a Claudia y le devolvía el beso. Tan suave y cálido que podría haberme quedado así para siempre, pero sabía que no podíamos hacerlo. Aún no estoy seguro de quién lo hizo primero, pero uno de nosotros separó los labios y extendió la lengua. El beso se intensificó rápidamente cuando descubrimos este nuevo truco.
Mientras nos besábamos empecé a desabrocharle los pantalones y ella hizo lo mismo con los míos. Mi pantalón me iba bastante suelto y cayó al suelo fácilmente, no así el de Claudia. Rompí el beso y bajé mis manos por sus costados para ayudarla a quitarse los ajustados pantalones. Cuando se los quité de las caderas, cayeron al suelo y ella se los quitó con delicadeza. Las transparentes bragas azules de antes eran aún más bonitas de lo que recordaba.
Claudia no pudo evitar sonreír mientras se sonrojaba. Sin duda era tímida, pero a su favor hay que decir que intentaba que eso no la afectara. Daba vueltas mostrando su figura, lo cual era más que suficiente para mí. No perdí más tiempo con mi propia ropa interior y liberé mi ansiosa polla. Sus ojos se abrieron de par en par al verla, pero siguió sonriendo y sonrojándose. Menos gentil de lo que pretendía, pero no áspero, senté a Claudia en el sofá, donde rápidamente levantó las piernas y las sujetó con la mano. Mientras intentaba quitarle las manos de las piernas para poder separarlas, me di cuenta de que estaba siendo más brusco de lo que pretendía. Me detuve y miré a mi hermana, que parecía muy nerviosa. Puede que sonriera, pero sus ojos decían que estaba asustada.
- ¿Estás segura de esto? - le dije mientras aún tenía fuerza de voluntad para detenerme.
No contestó, sino que me miró y luego bajó la mirada hacia mi polla palpitante. Lentamente se relajó y retiró las manos de las piernas. Se cubrió la cara con ellas mientras yo le agarraba las bragas y se las quitaba lentamente. Monté y me preparé para entrar cuando me di cuenta de que no tenía condón.
- Maldita sea, necesito un condón.
- No. - se apresuró a decir. - No creo que pueda seguir con esto si tenemos que empezar de nuevo. Hazlo.
- De acuerdo. - le dije. Después de todo, tenía pastillas de reserva.
Froté la punta de mi polla a lo largo de su suave raja unas cuantas veces lubricándonos a los dos antes de alinearme. Todavía tenía los ojos tapados con las manos cuando empecé a presionar. Empujé despacio, pero con firmeza, y apenas conseguí meter la punta. Algo parecía impedir que siguiéramos adelante. No podía ser su himen, ya que ni siquiera había sido un problema semanas atrás. Fuera lo que fuera, no iba a detenerme. Empujé un poco más y de repente me encontré hasta las pelotas. Ambos respiramos agitadamente ante esta repentina penetración. No podía creer lo que estaba viendo. Mi hermana enrojecida, tapándose los ojos, con la polla de su hermano metida hasta el fondo de su coño. Tenía un aspecto adorable y encantador y toda la situación me resultaba demasiado embriagadora y excitante. Exploté y deposité la primera carga de semen en el vientre de mi hermana. Separó los dedos y dejó asomar un ojo al sentir su útero inundado de semen.
- ¿Te acabas de correr? - preguntó alarmada.
- No he podido evitarlo. - dije estúpidamente. - Pero puedo seguir. - Era verdad. Incluso después de haberme corrido seguía caliente y empalmado como un demonio.
- No puedo creer lo que acabas de hacer. Más te vale que puedas seguir. - me reprendió.
- Lo siento. - fue todo lo que dije mientras empezaba a retirarme lentamente.
Justo antes de sacar la cabeza volví a hundirme dentro. Claudia suspiró de placer cuando volví a entrar. Repetí el proceso varias veces, aumentando el ritmo. Claudia seguía tapándose los ojos, por muy mono que fuera sabía que se lo estaba perdiendo.
- Puedes mirar.
Se mordió el labio y negó ligeramente con la cabeza. Sin dejar de penetrarla, le quité las manos de la cara. Se resistió, pero no con fuerza. Incluso después de quitarle las manos, mantuvo los ojos cerrados.
- Vamos, tienes que verlo. - la animé de nuevo.
Lenta pero segura, abrió los ojos y miró su coño bien lleno. Su mandíbula se desencajó y sus ojos se abrieron de par en par mientras miraba como mi polla penetraba repetidamente su coño. Abrumada por la visión después de sólo mirar durante unos segundos, sus ojos rodaron a la parte posterior de su cabeza mientras su cuerpo comenzó a temblar en oleadas de éxtasis al que su orgasmo la llevó. No me detuve y seguí machacándola. Claudia estaba sin aliento y con los ojos desorbitados cuando dejó de temblar. Sólo entonces detuve mi implacable descarga sobre su coño. Todavía al borde del abismo, dejé que ambos nos calmáramos. Pero no por mucho tiempo.
Al salir de ella, un fino chorro de semen salió de sus labios. Un hermoso espectáculo, pero aún no habíamos terminado.
- Todavía tenemos tiempo, es tu turno. - le dije a Claudia.
- Hmmm, ¿me toca a mí? —preguntó todavía algo confusa.
- Sí, esta vez te toca a ti. - le dije mientras la ayudaba a levantarse.
Ella juntó las piernas cerrando los labios de su coño mientras se levantaba. Menos mal que lo hizo o habríamos hecho un verdadero desastre en el sofá. Aun así, eso no impidió que un pequeño chorro corriera por el interior de su muslo. Al sentirlo, se lo limpió con la mano. Levantándola y examinando los fluidos combinados empezó a sonrojarse de nuevo. Como no sabía qué hacer con él, se lo unto en el clítoris y alrededor de la parte superior del coño donde habría estado el pubis. Después de ver su coño reluciente, me moría de ganas de volver a entrar. Tomé mi lugar en el sofá, todavía caliente e incitando a Claudia a seguir.
Me costaba creer que después de todo esto siguiera siendo tan tímida. Al final se montó sobre mí y guió con cuidado mi resbaladiza polla hasta su húmeda entrada. Tanteé tratando de llegar más profundo, pero ella se mantenía demasiado alta para mi alcance. Frustrado, la agarré por las caderas y tiré de ella hacia abajo. Soltó un grito de sorpresa y me sujetó mientras se adaptaba. Tras una breve pausa, se inclinó hacia delante apoyando las manos en mi pecho y empezó a ascender. Justo cuando estaba a punto de salirme, volvió a sentarse y volvió a engullirme la polla. Después de tres lentos movimientos, empezó a acelerar el ritmo y en menos de un minuto ya me estaba cabalgando de verdad. Mi clímax se acercaba y se lo hice saber.
- ¡Me corro!
- Todavía no. - dijo mientras redoblaba sus esfuerzos.
Incapaz de contenerme por más tiempo, mis pelotas se apretaron mientras llenaba su útero una vez más. Al sentir los chorros calientes que la llenaban, Claudia arqueó la espalda y echó la cabeza hacia atrás mientras se corría conmigo. Totalmente agotada, mi polla empezó a deshincharse, pero nunca la abandonó. Se desplomó sobre mí y me dio un beso rápido antes de acariciarme la oreja. Nos quedamos así un rato antes de que ninguno de los dos hablara.
- Así que esto es el sexo. —dijo Claudia con una sonrisa satisfecha.
- Yo tampoco sabía que era tan bueno. - respondí.
- Bueno... - dijo ella, pero nos interrumpieron unos faros que entraban por la ventana.
- ¡Mierda! - dijimos al unísono.
Nuestros padres estaban en casa. Nos levantamos a toda prisa. Mi polla se desprendió del coño de mi hermana desatando un río de semen. Ella se apresuró a evitar que cayera al sofá o al suelo con la mano.
- Rápido, necesito algo para limpiar esto. - dijo frenéticamente.
Agarré lo primero que encontré, sus bragas azules transparentes. A ella no pareció importarle y rápidamente se secó el semen. Podíamos oír cómo se cerraban las puertas del coche. En cualquier momento entrarían. ¿Qué harían si encontraran a su hijo y a su hija desnudos en el salón chorreando semen? Ninguno de los dos quería averiguarlo. Cogimos nuestras ropas y salimos corriendo de la habitación aún desnudos.
- Estamos en casa. - llamó nuestra madre.
- Ya bajo. - le contesté intentando vestirme en mi habitación.
Claudia había ido al baño y oía correr el agua mientras intentaba asearse. Dudo que tuviera tiempo de hacer algo más que lavarse las manos cuando volvimos al salón. También me hubiera gustado saber si se había vuelto a poner las bragas o no, pero no tuve mucho tiempo para pensarlo.
- ¿Estáis bien? Estáis rojos. - observó nuestro padre.
- ¿Y qué pasa con las velas? - preguntó nuestra madre.
- ¿Qué pasa? No, estamos bien. - mintió mi hermana de forma poco convincente.
Por suerte, a nuestros padres les daba igual.
- Lo que sea. - respondió nuestro padre. - Espero que os hayáis portado bien.
Oh, si lo supieran. No pude hablar con mi hermana hasta el día siguiente, cuando le llevé las pastillas del día después.
- Gracias a Dios. - dijo cuando se las di. - Temía que no tuvieras.
- Fueron difíciles de conseguir, pero estaba preparada para eso. Para lo que no estaba preparado era para que entraran nuestros padres.
Hizo una mueca de asco al pensarlo.
- Sí, estuvo cerca. Escucha, gracias por lo de anoche. Me siento mucho mejor.
- De nada. - dije incómodo. ¿Qué dice uno después de que le den las gracias por follarse a su hermana? Yo no lo sabía. - Quizá podamos volver a hacerlo alguna vez. - dije esperanzado.
Ella me miró un momento antes de responder.
- No, no lo creo. Estuvo bien. En realidad, fue genial, pero somos hermanos. No podemos hacer eso.
- Oh. - dije un poco abatido. Tenía sentido. Habíamos compartido un momento, un momento íntimo, pero ya se había acabado.
- Además. - dijo mientras empezaba a sonrojarse de nuevo. -Creo que voy a empezar a salir con alguien.
- ¿De verdad? - dije sorprendido. - ¿Con quién?
- Juan. Me lo volvió a pedir hace unos días. De hecho, fue una de las razones por las que acepté tu oferta.
- Espera, ¿así que hace unos días era Juan con quien hablabas? ¿Y después de eso decidiste tener sexo conmigo? - Dije atando cabos.
- Sí... - susurró incapaz de mirarme. - He querido salir con él durante un tiempo, pero he estado demasiado asustada y después del incidente del coche me sentía como mercancía dañada.
- No eres mercancía dañada.
- Tal vez no, pero tampoco soy virgen. - dijo sonrojada.
Ninguno de los dos dijo nada durante un buen rato. Después de pensarlo, decidí que probablemente era lo mejor.
- Bueno, Juan es un buen tipo. Y he estado queriendo invitar a Jessica a salir de cualquier manera.
- Vosotros dos os veis bien juntos, deberías pedírselo. - Claudia estuvo de acuerdo.
Así que los dos empezamos a salir, Claudia con mi colega Juan y yo con Jessica. ¿Volvería a pasar algo entre Claudia y yo? Probablemente no, pero eso no significaba que fuera un imposible.
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- Hoy me ha venido la regla. - me dijo.
Fue demasiado causal al decirlo. Yo, sin embargo, enloquecí cuando escuché esto.
- ¡Espera, qué! ¿Quieres decir que todo este tiempo podrías haber estado embarazada? - pregunté con incredulidad.
- Por supuesto, idiota. Te has corrido dentro de mí. Así se hacen los bebés. - dijo mientras me fulminaba con la mirada.
- No, lo sé, quiero decir, qué... - No podía expresar bien mis pensamientos. - Um, lo que quiero decir es que pensé que tomabas una píldora o algo así.
- No tomo anticonceptivos. Era virgen hasta que me violaste. - dijo críticamente.
La palabra violación era un poco dura, pensé, pero en realidad no podía discutir con ella.
- Mira, lo siento, de verdad, pero fue un accidente. Si te quedaras embarazada sería un problema tan grande para mí como para ti. Si tenías miedo de quedarte embarazada deberías habérmelo dicho.
- ¿Lo dices en serio? ¿Me habrías ayudado? Dijo sorprendida.
- ¡Claro que lo habría hecho! ¿Acaso no me conoces?
- Lo siento - me respondió.
- Está bien. Ya se ha acabado. - dije tras un suspiro largo.
- Supongo.
Claudia me apartó la mirada. Estaba claro que seguía deprimida por todo el asunto. No podía culparla por ello.
En los días siguientes las cosas no volvieron a la normalidad, pero mejoraron. Ya no nos evitábamos, pero seguía siendo incómodo hablar el uno con el otro. Al cabo de tres o cuatro días me vino la inspiración. ¿Era una buena idea? Quizá no, pero tenía que intentarlo. Pasé el día recogiendo algunas cosas, no todas fáciles de conseguir, sobre todo porque estaba demasiado nervioso, pero me las arreglé. Cuando estuve listo, me acerqué a su habitación y llamé a la puerta.
- ¿Quién es?
- Soy yo. ¿Puedo entrar? - pregunté.
- Bien, pasa. - respondió tras una larga pausa.
Entré y encontré a Claudia sentada en la cama con las piernas y los brazos cruzados. No era hostil, pero no estaba contenta de verme. Acerqué una silla y me senté frente a ella.
- ¿Qué quieres? - me preguntó.
- Quiero hablar de lo que pasó.
- No quiero hablar de ello. - dijo entrecerrando los ojos.
- Espera, escúchame.
- Que sea rápido. - exigió.
- ¿Podemos estar de acuerdo en que fue una mala experiencia para los dos? - le pregunté.
Ella no contestó. En lugar de eso, me miró de un modo que sugería que la respuesta era tan obvia que era estúpido haber preguntado. No era la forma en que había planeado la conversación, pero tenía que preguntar.
- Mira, sé que te hice daño. Perder la virginidad obligándote a montar a tu hermano en el asiento trasero de un coche lleno de gente no es la forma en que tú o cualquiera hubiera esperado perderla. Sin duda, no es como esperaba yo perder mi virginidad.
El rostro de Claudia se suavizó al oír eso. Quizá no había pensado en mi virginidad.
- Es verdad. - Seguí hablando al ver que no me cortaría. - Hubiera esperado que la ocasión de mi primera vez fuera más especial que una cópula forzada con mi hermana. Pero no voy a mentir. El cuerpo lo disfrutó, incluso el tuyo, pero no por elección.
Volvió a mirarme con ira y estaba a punto de decir algo cuando la interrumpí rápidamente.
- Por eso estoy aquí. No quiero que tu primera vez o la mía sean recordadas como una experiencia horrible y traumática.
- Demasiado tarde para eso. - se burló.
- Puede que sí, pero eso no significa que no podamos hacer algo al respecto.
- ¿En serio? - dijo sarcásticamente. - ¿Y qué crees que puedes hacer al respecto? ¿Tienes una máquina del tiempo?
Su sarcasmo y su incredulidad en una solución eran tan fuertes que casi perdí por completo la confianza en la idea. Hice una pausa y estuve a punto de desistir. Estaba a punto de irme cuando recordé lo destrozado que me quedé al ver mi semen goteando de su coño usado y cómo lloró. Respiré hondo y continué hablando.
- ¿Por qué no lo hacemos otra vez? Sólo que esta vez lo hacemos bien.
El silencio era doloroso, pero esperé. La boca de Claudia estaba ligeramente abierta mientras sus grandes ojos simplemente me agujereaban. Me crucé de brazos y mantuve el rostro lo más erguido posible, negándome a perder el contacto visual.
Al final se estremeció y parpadeó rápidamente varias veces. Apartando la mirada, preguntó con voz chillona:
- ¿Qué?
Me acordé de empezar a respirar de nuevo cuando respondí.
- Digo que nuestra primera vez fue una experiencia terrible y que deberíamos arreglarlo teniendo sexo como es debido. - Por fin lo había dicho, esa maravillosa y terrible palabra de cuatro letras con "S".
El ingenio de Claudia volvió ante la mención de la palabra sexo.
- Oh, qué noble. - dijo fingiendo impotencia. - Un hermano se corre “accidentalmente” en su hermanita y para disculparse se ofrece amablemente a hacerlo de nuevo. - Después de terminar con la farsa, continuó. - ¿Qué coño te pasa? ¿No tuviste suficiente la primera vez? ¿No puedes esperar a tirarte a tu hermana otra vez? Jodido asqueroso.
Las palabras fueron duras, pero me las esperaba. Realmente quería que lo entendiera. Hablé despacio y con claridad asegurándome de mantener el contacto visual y mientras hablaba empecé a inclinarme hacia ella.
- Por supuesto que no. ¿Crees que te lo pido a la ligera? ¿Realmente crees que no me doy cuenta de lo que estoy pidiendo? Incluso tengo condones y anticonceptivos para hacerlo de manera segura. He pensado en ello. Y mucho. No se trata de si dices sí o no. Sé lo que estoy dispuesta a hacer para arreglarlo.
Se dio la vuelta y se rió a carcajadas mientras yo intentaba mantener la compostura. Volvió a mirarme y se dio la vuelta otra vez, repitió esto unas cuantas veces mientras su risa se calmaba. Hasta que por fin me miró y me dijo casi susurrando:
- ¿Hablas en serio?
- Sí. - fue todo lo que respondí.
Claudia se tapó la boca con el puño y miró al suelo con el otro brazo cruzado sobre el pecho. Tras un momento de silencio, habló y dijo:
- Tendré que pensármelo.
- Por supuesto. - dije mientras me levantaba y me iba.
Una vez de vuelta en mi habitación, me desplomé y me di cuenta de que todo mi cuerpo temblaba por la experiencia. No podía creer que hubiera pedido algo tan absurdo. Pero había conseguido lo que me había propuesto. Le había hecho saber cómo me sentía y le había dado la opción de hacer lo mismo. Yo, sin embargo, estaba satisfecho. Sinceramente, nunca había esperado ni planeado que aceptara la oferta, ya que la verdadera solución era la oferta en sí.
Las cosas volvieron a la normalidad para mí después de eso. Me sentía muy bien. Incluso iba a invitar a Jessica a salir. El problema era que Claudia estaba peor que nunca mientras contemplaba mi oferta. Me sorprendió que tardara tanto en decirme que no, pero esperé. Estaba seguro de que se sentiría mejor cuando me lo dijera, pero después de tres días Claudia todavía no me había dicho nada. Empezaba a preocuparme que, después de todo, hubiera sido una mala idea. Esa tercera noche recuerdo que pasé por delante de su habitación y la oí hablar por teléfono. No sé con quién hablaba, pero parecía deprimida. "Me gustaría, pero no estoy preparada", le oí decir. Suspiré y me fui a mi habitación. Tal vez debería volver a hablar con ella, pensé. Horas después me respondió.
Ni siquiera la oí entrar en mi habitación. Me sobresalté cuando la oí hablar. No porque hablara alto, sino porque estaba muy cerca de mí cuando lo hizo. Casi susurraba.
- ¿Sigue en pie tu oferta? - Preguntó Claudia.
- Vaya, me has asustado. - dije.
Claudia no se movió y se limitó a mirarme expectante con la expresión más vulnerable que jamás había visto. Me enderecé, me aclaré la garganta y respondí lo más serio posible.
- Sí, aún sigue en pie.
Sinceramente, esperaba que simplemente me diera las gracias por preocuparme tanto y luego me dijera que no. Ese era el plan desde el principio. Sin embargo, no fue eso lo que hizo.
- Hagámoslo entonces. - dijo suavemente bajando la mirada.
Empecé a atragantarme a pesar de que no había comido ni bebido nada en la última hora. Empecé a toser, se me humedecieron los ojos y no podía respirar. Cuando por fin empecé a respirar de nuevo, noté la expresión de preocupación en la cara de Claudia.
- ¿Estás bien? - me preguntó.
- Estoy bien. - respondí.
Estaba preocupada, pero no necesariamente por mi salud, con su siguiente pregunta me lo dejó claro.
- Hablabas en serio, ¿verdad?
- Sí, solo que no pensé que me tomarías la palabra.
- Bien, yo también. - Dijo mientras se enderezaba un poco y me sostenía la mirada, recuperando la confianza en sí misma. - Aunque parezca una locura, creo que tienes razón.
No supe qué decir. Abrí y cerré la boca varias veces antes de que ella interviniera.
- El sábado.
- ¿Qué? Pregunté con mucha lentitud como para darme cuenta de lo que me decía.
- Mamá y papá estarán fuera casi todo el día. - explicó.
- Pero eso es dentro de dos días.
- Sí. - Parecía tan asustada como yo.
Los dos días siguientes pasaron volando. Podría pensarse que la perspectiva del sexo me excitaba, pero era todo lo contrario. Lo estaba temiendo. Lo había dicho en serio. Tenía los condones y las píldoras del día después, incluso me afeité las nalgas para la ocasión. Todo lo que pensé que podría ayudar. La verdad era que tenía miedo de arruinárselo. ¿Y si solo empeoraba las cosas?
Me desperté temprano para ser sábado, pero me quedé en la cama el mayor tiempo posible. Nuestros padres se fueron hacia el mediodía, pero nos aseguramos de salir de la cama para despedirlos. Dijeron que no llegarían a casa hasta pasadas las nueve. Supongo que era ahora o nunca. Cuando nuestros padres se fueron, sólo quedamos mi hermana y yo en la puerta. Sentí que debía decir algo.
- ¿Vamos? - pregunté con desgana.
- Supongo que sí. - dijo Claudia con tan poco entusiasmo como yo.
Caminamos penosamente hasta mi habitación. Cuando llegamos, no sabía qué más hacer, así que me quité la camiseta. Claudia parecía igual de confusa y, tras mirarme un momento, por fin se quitó también la camiseta, dejando al descubierto un sujetador azul. Entonces me quité el cinturón y me bajé lentamente los pantalones, dejando al descubierto mi mejor par de bóxer rojos. Me quedaban bien y me gustaba llevarlos, pero en aquel momento no me sentía tan bien.
Claudia hizo lo mismo y se bajó los pantalones dejando al descubierto sus braguitas azules transparentes. Ni siquiera sabía que tuviera algo así. Pude ver a través de ellas su coño rasurado. Debió de afeitárselo para la ocasión o quizá siempre lo llevaba afeitado para nadar. Sé que yo siempre mantenía el mío al menos recortado para evitar que el vello púbico asomara.
Estaba muy guapa, aunque claramente avergonzada y sonrojada. No dejábamos de mirarnos, pero desviábamos la mirada cuando nuestros ojos se encontraban. Estaba muy buena y, a pesar de lo incómodo que resultaba la situación, empecé a formar una gran tienda de campaña en mis calzoncillos. Cuando Claudia lo vio, abrió mucho los ojos y se dio la vuelta. Tras un momento empezó a desabrocharse el sujetador y lo dejó caer al suelo. Yo dejé caer mis calzoncillos y vi que ella hacía lo mismo con sus bragas. Se volvió para mirarme y se sonrojó profundamente. Se cubrió los pechos con un brazo y el coño con el otro.
- Bueno, déjame ver. No es como si pudiéramos hacer esto sin vernos. - dije.
- Sí, supongo que no. - susurró todavía cubriéndose y evitando el contacto visual.
- Vamos. - le dije, acercándome un poco más e intentando animarla, intentando parecer más alegre de lo que me sentía.
- De acuerdo. - respondió y lentamente descubrió sus pechos turgentes y su suave coño.
- Estás increíble, preciosa, de verdad. - le dije sonriendo. Es cierto que estaba impresionante y parecía sacada de un sueño húmedo, pero mi piropo seguía pareciéndome hueco.
- Supongo que ya está. - dijo mientras se subía a la cama.
- Supongo que sí. - respondí.
Se sentó en la cama con las piernas cruzadas mientras yo abría un preservativo y me lo ponía. Me subí a la cama con ella. Claudia se tumbó y abrió lentamente las piernas para mí. Me puse a horcajadas sobre ella y me incliné mientras alineaba mi polla con el coño de mi hermana. Cuando mi polla tocó su coño ella saltó un poco hacia atrás.
- ¿Estás bien? No tenemos que hacer esto - le dije.
- No, está bien, fue algo inesperado. - respondió.
Me incliné de nuevo e hice contacto. Claudia no saltó esta vez. Apretó las manos, cerró los ojos y esperó a que entrara. Yo estaba listo para entrar, pero no me sentía bien. Nos estábamos mintiendo. Pensamos que esto lo haría mejor y ambos teníamos miedo de decir que no lo estábamos disfrutando. Me bajé, me senté y me quité el condón mientras mi polla se deshinchaba.
- Esto no está bien. - dije.
Claudia dejó escapar un suspiro de alivio, abrió los ojos y se sentó a mi lado.
- ¿Qué quieres decir? - preguntó ella.
- No necesitas fingir. Esto es horrible. - le dije. - Todo esto era para que pudiéramos tener sexo y hacerlo bien, pero todo esto está mal.
- Bueno, ¿y qué hacemos? - preguntó.
- ¿Todavía quieres hacer esto?
- Hemos llegado hasta aquí. - dijo. - Deberíamos intentarlo de nuevo. Tal vez no ahora.
Me volví hacia ella y sonreí. La primera sonrisa en dos días que parecía real. La rodeé con el brazo y tiré de ella hacia mí. Ella correspondió a mi abrazo apoyando la cabeza en mi pecho. Nos quedamos abrazados en silencio, disfrutando de una conexión íntima e inesperada. No quería que terminara y no estoy seguro de cuánto tiempo estuvimos así, pero en algún momento me di cuenta de que los dos seguíamos completamente desnudos. La miré y sonreí.
- Sabes que eres realmente guapa.
- ¿De verdad? - preguntó levantando la vista.
- De verdad. - le respondí.
Se acurrucó aún más. Nos sentamos allí y una vez más no estoy seguro por cuánto tiempo. En algún momento tendría que terminar y yo tenía una idea de cómo.
- ¿Por qué no nos ponemos algo y vamos a nadar? - le pregunté.
- ¿Sabes qué? Me parece una idea genial. - respondió con una gran sonrisa.
En menos de 10 minutos estábamos vestidos y saliendo por la puerta. No teníamos medio de transporte, así que fuimos andando. No al parque acuático de antes, sino a la universidad. La piscina estaba abierta al público la mayor parte del tiempo fuera del horario lectivo, incluso si se trataba de un paseo de 30 minutos. Volvimos a ser los mismos de siempre, riendo y hablando como antes. De hecho, creo que estábamos más unidos que nunca. Nos lo pasamos genial en la piscina, aunque nos burláramos el uno del otro por llevar el mismo bañador con el que empezó todo. Todo fue muy divertido. Algo que ninguno de los dos habría esperado.
Sólo salimos de la piscina horas más tarde, cuando empezaron a cerrar. Ninguno de los dos habíamos comido en todo el día y en ese momento estábamos hambrientos. En lugar de caminar a casa para comer que sería de otros 30 minutos tomamos un pequeño desvío para la cena de esa noche. El sol estaba bajando en el cielo cuando terminamos. Fuera le pregunté a Claudia adónde le gustaría ir después.
- Bueno, no sé tú, pero yo pienso irme a casa y darme una ducha.
- Ah, ¿y luego qué? - pregunté alzando una ceja.
- Seguro que se nos ocurre algo. - me respondió dándome un beso en la mejilla y guiñándome un ojo.
Cuando llegamos a casa ya había anochecido y la noche había empezado cuando terminamos de ducharnos. Había estado viendo la tele mientras esperaba a que Claudia saliera. Acababa de secarse el pelo cuando entró en el salón. Apagué la tele y la saludé.
- Sabes, queda al menos una hora antes de que vuelvan papá y mamá - dijo mirando al reloj.
- Y creo que ya sé cómo pasarla. - dije mientras me levantaba y empezaba a encender velas.
- ¿Velas? ¿Quieres decir aquí mismo? - preguntó sorprendida.
- ¿Por qué no? - respondí mientras encendía las velas. - Dijiste que teníamos una hora y tenemos todo el lugar para nosotros hasta entonces - Fue una decisión impulsiva, pero me di cuenta de que a ella también le gustaba la idea.
Me quité la camisa, la tiré al suelo y me acerqué. Claudia se dio cuenta enseguida y no tardó en hacer lo mismo. Estaba sonrojada como antes, pero esta vez sonreía. Levantó las manos y empezó a desabrocharse el sujetador azul como antes cuando la detuve, inspirado una vez más.
- Espera, déjame.
No protestó. Me acerqué y le acaricié un pecho. Se estremeció y cerró los ojos. Le masajeé lentamente la teta a través de la tela del sujetador durante un momento y luego le recorrí la espalda con los dedos. La acerqué más a mí y percibí el dulce aroma de su champú. Seguía con los ojos cerrados cuando empecé a apretar los tirantes. Mis dedos inexpertos tanteaban, pero no tenía prisa. Me había concentrado tanto en la tarea que ni siquiera me había dado cuenta de que mi hermana se acercaba más a mí. Cuando por fin le quité el tirante, le solté el sujetador y me recibió con un tierno beso.
De sus labios emanó un cálido escalofrío que me recorrió todo el cuerpo hasta los dedos de los pies. Cerré los ojos y lo saboreé mientras abrazaba a Claudia y le devolvía el beso. Tan suave y cálido que podría haberme quedado así para siempre, pero sabía que no podíamos hacerlo. Aún no estoy seguro de quién lo hizo primero, pero uno de nosotros separó los labios y extendió la lengua. El beso se intensificó rápidamente cuando descubrimos este nuevo truco.
Mientras nos besábamos empecé a desabrocharle los pantalones y ella hizo lo mismo con los míos. Mi pantalón me iba bastante suelto y cayó al suelo fácilmente, no así el de Claudia. Rompí el beso y bajé mis manos por sus costados para ayudarla a quitarse los ajustados pantalones. Cuando se los quité de las caderas, cayeron al suelo y ella se los quitó con delicadeza. Las transparentes bragas azules de antes eran aún más bonitas de lo que recordaba.
Claudia no pudo evitar sonreír mientras se sonrojaba. Sin duda era tímida, pero a su favor hay que decir que intentaba que eso no la afectara. Daba vueltas mostrando su figura, lo cual era más que suficiente para mí. No perdí más tiempo con mi propia ropa interior y liberé mi ansiosa polla. Sus ojos se abrieron de par en par al verla, pero siguió sonriendo y sonrojándose. Menos gentil de lo que pretendía, pero no áspero, senté a Claudia en el sofá, donde rápidamente levantó las piernas y las sujetó con la mano. Mientras intentaba quitarle las manos de las piernas para poder separarlas, me di cuenta de que estaba siendo más brusco de lo que pretendía. Me detuve y miré a mi hermana, que parecía muy nerviosa. Puede que sonriera, pero sus ojos decían que estaba asustada.
- ¿Estás segura de esto? - le dije mientras aún tenía fuerza de voluntad para detenerme.
No contestó, sino que me miró y luego bajó la mirada hacia mi polla palpitante. Lentamente se relajó y retiró las manos de las piernas. Se cubrió la cara con ellas mientras yo le agarraba las bragas y se las quitaba lentamente. Monté y me preparé para entrar cuando me di cuenta de que no tenía condón.
- Maldita sea, necesito un condón.
- No. - se apresuró a decir. - No creo que pueda seguir con esto si tenemos que empezar de nuevo. Hazlo.
- De acuerdo. - le dije. Después de todo, tenía pastillas de reserva.
Froté la punta de mi polla a lo largo de su suave raja unas cuantas veces lubricándonos a los dos antes de alinearme. Todavía tenía los ojos tapados con las manos cuando empecé a presionar. Empujé despacio, pero con firmeza, y apenas conseguí meter la punta. Algo parecía impedir que siguiéramos adelante. No podía ser su himen, ya que ni siquiera había sido un problema semanas atrás. Fuera lo que fuera, no iba a detenerme. Empujé un poco más y de repente me encontré hasta las pelotas. Ambos respiramos agitadamente ante esta repentina penetración. No podía creer lo que estaba viendo. Mi hermana enrojecida, tapándose los ojos, con la polla de su hermano metida hasta el fondo de su coño. Tenía un aspecto adorable y encantador y toda la situación me resultaba demasiado embriagadora y excitante. Exploté y deposité la primera carga de semen en el vientre de mi hermana. Separó los dedos y dejó asomar un ojo al sentir su útero inundado de semen.
- ¿Te acabas de correr? - preguntó alarmada.
- No he podido evitarlo. - dije estúpidamente. - Pero puedo seguir. - Era verdad. Incluso después de haberme corrido seguía caliente y empalmado como un demonio.
- No puedo creer lo que acabas de hacer. Más te vale que puedas seguir. - me reprendió.
- Lo siento. - fue todo lo que dije mientras empezaba a retirarme lentamente.
Justo antes de sacar la cabeza volví a hundirme dentro. Claudia suspiró de placer cuando volví a entrar. Repetí el proceso varias veces, aumentando el ritmo. Claudia seguía tapándose los ojos, por muy mono que fuera sabía que se lo estaba perdiendo.
- Puedes mirar.
Se mordió el labio y negó ligeramente con la cabeza. Sin dejar de penetrarla, le quité las manos de la cara. Se resistió, pero no con fuerza. Incluso después de quitarle las manos, mantuvo los ojos cerrados.
- Vamos, tienes que verlo. - la animé de nuevo.
Lenta pero segura, abrió los ojos y miró su coño bien lleno. Su mandíbula se desencajó y sus ojos se abrieron de par en par mientras miraba como mi polla penetraba repetidamente su coño. Abrumada por la visión después de sólo mirar durante unos segundos, sus ojos rodaron a la parte posterior de su cabeza mientras su cuerpo comenzó a temblar en oleadas de éxtasis al que su orgasmo la llevó. No me detuve y seguí machacándola. Claudia estaba sin aliento y con los ojos desorbitados cuando dejó de temblar. Sólo entonces detuve mi implacable descarga sobre su coño. Todavía al borde del abismo, dejé que ambos nos calmáramos. Pero no por mucho tiempo.
Al salir de ella, un fino chorro de semen salió de sus labios. Un hermoso espectáculo, pero aún no habíamos terminado.
- Todavía tenemos tiempo, es tu turno. - le dije a Claudia.
- Hmmm, ¿me toca a mí? —preguntó todavía algo confusa.
- Sí, esta vez te toca a ti. - le dije mientras la ayudaba a levantarse.
Ella juntó las piernas cerrando los labios de su coño mientras se levantaba. Menos mal que lo hizo o habríamos hecho un verdadero desastre en el sofá. Aun así, eso no impidió que un pequeño chorro corriera por el interior de su muslo. Al sentirlo, se lo limpió con la mano. Levantándola y examinando los fluidos combinados empezó a sonrojarse de nuevo. Como no sabía qué hacer con él, se lo unto en el clítoris y alrededor de la parte superior del coño donde habría estado el pubis. Después de ver su coño reluciente, me moría de ganas de volver a entrar. Tomé mi lugar en el sofá, todavía caliente e incitando a Claudia a seguir.
Me costaba creer que después de todo esto siguiera siendo tan tímida. Al final se montó sobre mí y guió con cuidado mi resbaladiza polla hasta su húmeda entrada. Tanteé tratando de llegar más profundo, pero ella se mantenía demasiado alta para mi alcance. Frustrado, la agarré por las caderas y tiré de ella hacia abajo. Soltó un grito de sorpresa y me sujetó mientras se adaptaba. Tras una breve pausa, se inclinó hacia delante apoyando las manos en mi pecho y empezó a ascender. Justo cuando estaba a punto de salirme, volvió a sentarse y volvió a engullirme la polla. Después de tres lentos movimientos, empezó a acelerar el ritmo y en menos de un minuto ya me estaba cabalgando de verdad. Mi clímax se acercaba y se lo hice saber.
- ¡Me corro!
- Todavía no. - dijo mientras redoblaba sus esfuerzos.
Incapaz de contenerme por más tiempo, mis pelotas se apretaron mientras llenaba su útero una vez más. Al sentir los chorros calientes que la llenaban, Claudia arqueó la espalda y echó la cabeza hacia atrás mientras se corría conmigo. Totalmente agotada, mi polla empezó a deshincharse, pero nunca la abandonó. Se desplomó sobre mí y me dio un beso rápido antes de acariciarme la oreja. Nos quedamos así un rato antes de que ninguno de los dos hablara.
- Así que esto es el sexo. —dijo Claudia con una sonrisa satisfecha.
- Yo tampoco sabía que era tan bueno. - respondí.
- Bueno... - dijo ella, pero nos interrumpieron unos faros que entraban por la ventana.
- ¡Mierda! - dijimos al unísono.
Nuestros padres estaban en casa. Nos levantamos a toda prisa. Mi polla se desprendió del coño de mi hermana desatando un río de semen. Ella se apresuró a evitar que cayera al sofá o al suelo con la mano.
- Rápido, necesito algo para limpiar esto. - dijo frenéticamente.
Agarré lo primero que encontré, sus bragas azules transparentes. A ella no pareció importarle y rápidamente se secó el semen. Podíamos oír cómo se cerraban las puertas del coche. En cualquier momento entrarían. ¿Qué harían si encontraran a su hijo y a su hija desnudos en el salón chorreando semen? Ninguno de los dos quería averiguarlo. Cogimos nuestras ropas y salimos corriendo de la habitación aún desnudos.
- Estamos en casa. - llamó nuestra madre.
- Ya bajo. - le contesté intentando vestirme en mi habitación.
Claudia había ido al baño y oía correr el agua mientras intentaba asearse. Dudo que tuviera tiempo de hacer algo más que lavarse las manos cuando volvimos al salón. También me hubiera gustado saber si se había vuelto a poner las bragas o no, pero no tuve mucho tiempo para pensarlo.
- ¿Estáis bien? Estáis rojos. - observó nuestro padre.
- ¿Y qué pasa con las velas? - preguntó nuestra madre.
- ¿Qué pasa? No, estamos bien. - mintió mi hermana de forma poco convincente.
Por suerte, a nuestros padres les daba igual.
- Lo que sea. - respondió nuestro padre. - Espero que os hayáis portado bien.
Oh, si lo supieran. No pude hablar con mi hermana hasta el día siguiente, cuando le llevé las pastillas del día después.
- Gracias a Dios. - dijo cuando se las di. - Temía que no tuvieras.
- Fueron difíciles de conseguir, pero estaba preparada para eso. Para lo que no estaba preparado era para que entraran nuestros padres.
Hizo una mueca de asco al pensarlo.
- Sí, estuvo cerca. Escucha, gracias por lo de anoche. Me siento mucho mejor.
- De nada. - dije incómodo. ¿Qué dice uno después de que le den las gracias por follarse a su hermana? Yo no lo sabía. - Quizá podamos volver a hacerlo alguna vez. - dije esperanzado.
Ella me miró un momento antes de responder.
- No, no lo creo. Estuvo bien. En realidad, fue genial, pero somos hermanos. No podemos hacer eso.
- Oh. - dije un poco abatido. Tenía sentido. Habíamos compartido un momento, un momento íntimo, pero ya se había acabado.
- Además. - dijo mientras empezaba a sonrojarse de nuevo. -Creo que voy a empezar a salir con alguien.
- ¿De verdad? - dije sorprendido. - ¿Con quién?
- Juan. Me lo volvió a pedir hace unos días. De hecho, fue una de las razones por las que acepté tu oferta.
- Espera, ¿así que hace unos días era Juan con quien hablabas? ¿Y después de eso decidiste tener sexo conmigo? - Dije atando cabos.
- Sí... - susurró incapaz de mirarme. - He querido salir con él durante un tiempo, pero he estado demasiado asustada y después del incidente del coche me sentía como mercancía dañada.
- No eres mercancía dañada.
- Tal vez no, pero tampoco soy virgen. - dijo sonrojada.
Ninguno de los dos dijo nada durante un buen rato. Después de pensarlo, decidí que probablemente era lo mejor.
- Bueno, Juan es un buen tipo. Y he estado queriendo invitar a Jessica a salir de cualquier manera.
- Vosotros dos os veis bien juntos, deberías pedírselo. - Claudia estuvo de acuerdo.
Así que los dos empezamos a salir, Claudia con mi colega Juan y yo con Jessica. ¿Volvería a pasar algo entre Claudia y yo? Probablemente no, pero eso no significaba que fuera un imposible.
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1 comentarios - Accidente con mi hermana. - Capítulo final