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Compendio III
Sobra decir que, tras la “cita con Isabella” y el entusiasmo por esta tercera reunión con Cheryl, Marisol y yo nos divertimos hasta tarde durante la noche del viernes.
Pero el sábado por la mañana empezó con ese aire entusiasta que ha ido tomándose mi casa las últimas semanas.
Ahora, son las mismas gemelas las que me pedían que por favor fuera a la casa de Cheryl, dado que, tras la última tanda, de los 8 rollos que me traje de su casa, Verito y Pamelita se comieron 2 rollos enteros de 12 piezas, cada una de ellas.
Y noté que se están poniendo un poco más “abusivas”, en el sentido que Pamelita me insistía que esta semana, le enseñara a preparar rollos rellenos con salmón, que son los otros que más le gustan.
Solamente Alicia se mantenía al margen, dado que al igual que yo, prefiere comer pizza a comer sushi.
Sin embargo, la única petición que tenía presente era la de Marisol,quien me había pedido que preparase rollos rellenos de pulpo y camarones, los cuales son sus favoritos.
+ Parece que será otro día lleno de sushi. – remarcó mi ruiseñor en un tono burlón mientras tomaba su café.
- Sí… pero ¿Estás de acuerdo? –le pregunté, mientras preparaba las tiras de pulpo.
Y su mirada se encendió con un brillo gatuno…
+ ¡Claro! ¿Por qué no habría de gustarme?
- Es que me pongo celoso. –respondí, guardando las tiras en el contenedor.
+ ¿Celoso? ¿Por qué? ¿De quién te pones celoso?
Cerré el pote y me paré frente a ella.
- De ti misma. – respondí, mirándola a los ojos. – He visto cómo dejas el dormitorio después y no hay manera que conmigo, te pongas así de loca.
Mi esposa enrojeció…
+ ¡Es que no puedo evitarlo! – me dijo con esa sonrisa tan lasciva y desvergonzada, de la cual me he acostumbrado más y más. – No estás tú y me pongo a pensar en las cosas que les haces…
- Pero tú sabes que las cosas que hago con ellas son las mismas que las que hago contigo, ¿Cierto?
Mi cónyuge soltó un suspiro compungido.
+ ¡Es que esto es diferente! – me respondió con ese intenso rubor de jovencita alocada que tanto me gusta. – Es como cuando le contaba a mi prima y a mi mamá de cómo eras tú conmigo… y cómo nadie me creía… y ahora, tú me hablas de ellas… y yo…
La besé, porque simplemente, Marisol es la mujer de mi vida.
- ¡Está bien! ¡Lo haré! Pero tienes que entender que las niñas no pueden saber de esto y que si tú te sientes que esto te incomoda o que lo estoy haciendo con alguien que no es de tu agrado, debes avisarme y yo te obedeceré.
Mi ruiseñor acarició mi rostro, con mucha ternura…
+ ¡Gracias, mi amor! ¡Te lo agradezco mucho! – respondió, besándome tiernamente en los labios. – Pero si tú y ella se divierten mucho… y no sé… si tú te quieres quedar allá…
- ¡Oye! ¡Oye! ¡Oye! – le interrumpí. - ¡Te entiendo! Te gusta mucho que yo haga esto. Pero también, tienes que pensar en nuestras hijas. No quiero que cuando crezcan, malentiendan la situación y me echen la culpa o aprendan lo que no deben.
+ ¡Lo sé! ¡Discúlpame de nuevo! –me besó otra vez en los labios. – Sonia vendrá por ellas en un rato…
Y eso, también me molestaba un poco. Porque créanme: Marisol y yo somos padres comprometidos. Y sí, es cierto que también, disfrutamos mucho de nuestra sexualidad mutua. Pero también me daba cargo de conciencia que, por satisfacer nuestros deseos pervertidos propios, teníamos que sacar a nuestras hijas de la casa. Y si bien es cierto que pasarían la tarde jugando entretenidas con su hermano Bastián, no me aliviaba la conciencia completamente.
Como fuese, cuando ya estaba casi listo por partir, le mandé un mensaje de texto a Cheryl. Durante los primeros días, le había dicho que nos juntaríamos alrededor de las 4. Pero en vista que con el pasar de los días, el grosor del menú se incrementó, terminé consultándole si podíamos vernos a las 2.
Por su parte, ella no tenía problemas y podía notar en sus mensajes que estaba tan ansiosa como yo porque llegase el gran día. Pasé a la farmacia a comprar una caja con preservativos y algunos refrescos para mantenernos hidratados, porque iba con todas las intenciones de jugar duro y pesado con Cheryl.
Esa tarde, infalible y ansiosa como siempre, Cheryl me esperaba en el estacionamiento vistiendo una blusa de seda con detalles de encaje combinada con una falda midi plisada, tacones de tiras y pendientes llamativos, dejando bien en claro que venía armada hasta los dientes.
Y si acaso tenía dudas, el deslumbrante beso que me dio, colgándose de mis hombros y sin importar que alguien nos viera, me lo confirmó. De sobra queda decir que, aprovechando su intenso abrazo, aproveché de acariciar su soberbio trasero, apretando su pubis hacia mi cuerpo.
· ¿No te molesta que te salude así? – preguntó, con una amplia sonrisa.
Le sonreí de vuelta.
- Claro que no. Ya te he dicho que me gustas.
Sonrió jocosa. Sin embargo, se notaba sorprendida con la gran variedad de cosas que había comprado para ese día. También le llamó la atención que trajera de nuevo mi olla arrocera.
Y le expliqué la situación: que, en casa, mis hijas estaban buscando que ampliásemos el menú. Sin embargo, ella quería que saltásemos directamente a la acción.
· ¡Está bien! Pero tengo que decirte que creo que mi aire acondicionado está fallando, porque he sentido mucho, mucho, mucho calor. – comentó, sacándose la blusa y la falda, quedando directamente en ropa interior y ubicándose, con su ansioso traserito meneándose, en su posición habitual.
Aunque lo encontré bastante tierno, tomé su blusa y se la volví a colocar en la cabeza.
- Agradezco el gesto, pero vamos a freír primero y no quiero que te quemes. – le expliqué, besándola suavemente y acariciando su trasero. – así que estaba pensando en cocinar hasta las 4, y después, la tarde es de nosotros.
Y resumimos nuestra rutina semanal, igual que siempre: mientras se cocía el arroz, nos besábamos y acariciábamos mutuamente. En particular, disfruté mucho de poder acariciar su sexo con tanta facilidad, así como ella, la oportunidad de arrodillarse y saborear mi hombría, mirándome con ojos de puta sonriente, al jugar con ella con sus labios.
Después, empezamos a preparar una vez más el nori y a enrollarlos. Sin embargo, dado que ya tenía calculado el volumen de porciones que nos habían solicitado y en vista que quería acostarme con ella lo más pronto posible, subí el ritmo de la preparación a lo que ella había visto antes.
· Wow. No pensé que fueras tan hábil…- comentó, al notar que no tardaba más de 2 o 3 minutos en armar los rollos y embadurnarlos con panko.
- No es que sea hábil. ¡Estoy caliente, por meterme contigo! – le expliqué, haciendo que se riera.
Y trató de seguirme el paso, practicando sus rollos California. No obstante, sus primeras tandas se desarmaron rápidamente, producto de su ansiedad, por lo que tuve que ubicarme detrás de ella para enseñarle. Nos besamos apasionadamente y cuando noté que le agarraba el ritmo por su cuenta, le besaba el cuello y me afirmaba de sus preciosos pechos.
Resumiendo, para las 4 de la tarde, teníamos un total de 16 rollos, con un promedio de 10 contundentes piezas cada uno. La sonrisa de satisfacción de Cheryl era inmensurable, porque tras 3 semanas de entrenamiento conmigo, había aprendido a preparar al menos 5 tipos de rollos y tenía la suficiente experiencia para manejarse en la cocina.
Nos besamos en celebración y le saqué, finalmente, la blusa, sentándola sobre el mueble donde lo habíamos preparado.
- ¿Dónde lo quieres hacer? – le pregunté, mesmerizado por sus pechos, sus cabellos cobrizos y por el fresco sudor en torno a sus caderas.
· ¡No lo sé! - respondió, antes de sepultar sus labios intensos y sedientos sobre los míos.
Soltó un suspiro profundo al sentir mis dedos dentro de su anegada cueva…
- ¿Y qué te parece aquí? – le dije, pensando que era la ubicación perfecta.
· ¿Aquí?
- Sí. Te dije que quería probar tu sushi junto el mío.
Se abrió de piernas y me dejó sacar sus mojados calzones. Aprovechando la oportunidad, sorbí sus jugos manando de su ansioso sexo y al igual que le gusta a mi mujer, le succioné el clítoris y se lo mordí. Ella, muy agradecida, soltaba intensos suspiros y enterraba con sus manos mi cabeza, para que lamiera los secretos más recónditos de su ser.
Y fue entonces, al notar cómo me tenía y cómo me iba colocando el preservativo, que se dio cuenta que las cosas, para ella, de ahora en adelante serían muy distintas…
· ¡Es muy grande! – comentó, con cierto temor.
Y es que, en efecto, si lo comparaba con su apretada vagina, claramente parecía que no iba a caber…
- Por eso, quiero saber si eres virgen o no. – le dije, jugueteando la punta de mi cabeza con su apretada apertura. – Si lo eres, puedes decírmelo y no me reiré… (acaricié su rostro) …pero si no lo eres, también está bien. Aunque no lo creas, igual te entrará.
Mucho más calmada, ella se mostró más sincera.
· ¡Es verdad! ¡No soy virgen!…solo que los 2 hombres con lo que estuve, la tenían la mitad de grande que tú…
En mi mente, sentí lástima por ella. Pero en mi pene, sentí un estremecimiento terrible…
- ¿Y te hicieron llegar al orgasmo?
Cheryl levemente enrojeció…
· No… al menos, no como tú lo has hecho conmigo estos días.
Y nos besamos.
Y como le digo a mi esposa, le “empecé a hacer el amor” …
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Y es que, si me permite hacer una crítica a nuestra sociedad actual, mi estimado lector, creo que el arte de hacer el amor se ha perdido.
Cuando Marisol y yo empezamos a intimar, ella lo era todo para mí : no había estado nunca con nadie más, la quería y constantemente, vivía temiendo que, en mi propia torpeza, la asustara y no volviera a mi lado.
Por lo que la primera vez que lo hicimos, aunque estaba extremadamente excitado, me forzaba a mí mismo a contenerme. Porque Marisol era (es y será mi mejor amiga) y no quería lastimarla por mi imprudencia y la torpeza de mi cuerpo.
Por lo mismo, tenía que controlarme. Aunque el maravilloso placer que me estaba dando mi mejor amiga era soberbio, también veía que, para ella, era doloroso y trataba de mirarla, besarla, estudiarla, y sentirla lo mejor posible, hasta que ese dolor se transformara en placer.
Incluso esa primera vez (y varias de las subsiguientes), no pude penetrarla completa, porque sabía que le dolía y no fue hasta que su cuerpo, poco a poco, se fue amoldando al mío, que pude penetrarla como corresponde.
Ahora, entiendo que en la sociedad en la que vivimos, tener relaciones es mucho más sencillo en especial si uno se maneja con redes sociales (algo que a mí no me quita el sueño) y que los polvos esporádicos salen del momento. Sin embargo, ese sentimiento de logro que yo sentí con mi esposa y mejor amiga, con Pamela, con Hannah y con tantas otras, no lo obtuve a buenas y primeras: hubo cortejo, conversaciones y situaciones previas que llevaron al momento donde eventualmente intimamos.
Pero no crea que juzgo a la cultura actual. Al contrario, en cierta forma los envidio, porque para mí, conseguir tener relaciones con una amiga tan sensual y sensible como lo es Marisol fue difícil. Sin embargo, sí aprecio el tiempo que pasamos siendo “solamente amigos”, que a mi esposa tanto le incómoda.
Gracias por su atención.
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Para Cheryl, fue un poco difícil. A pesar de estar muy excitada y húmeda, mi cabeza seguía siendo demasiado grande. Pero de a poco, iba avanzando en su interior.
De hecho, cuando entró completa, soltó un soplido y ubicó su rostro sobre mi hombro. Lentamente y como ella había indicado, me fui dando cuenta que efectivamente, Cheryl no era virgen, dado que los movimientos se tornaron mucho más fluidos.
Sin embargo, no pasó mucho hasta que llegué a la parte con el terreno indómito…
Una vez más, Cheryl empezó a suspirar, sintiendo cómo la abría de a poco. Siendo objetivo, quizás no fue la mejor experiencia sexual, dado que Cheryl me abrazaba fuertemente para que no la dejara.
Sin embargo, al sentir que me dejaba acariciar su trasero, que sus enormes pechos se apretaban sobre mí y su mojado y sudoroso cabello, rodeando mi cuello, mientras que sus brazos me obligaban a abrazarla con mayor fuerza, si la hacían memorable.
Cuando la punta de mi glande alcanzó su cérvix, Cheryl sintió un breve orgasmo inesperado. Aunque jadeaba en voz baja, podía sentir que le gustaba.
- ¡Cheryl, si quieres, puedes gemir! – le dije al sentir que se contenía.
Y a partir de ahí, se puso todo mucho más fluido: Entraba y salía de ella con mayor facilidad; nos besábamos con gran pasión y mis manos jugueteaban con sus tentadores pechos, los cuales subían y bajaban con gran volumen a medida que arremetía en ella.
Llegamos al punto en donde incluso, me envolvió entre sus piernas, para que no la sacara y llegó el momento en donde quería alcanzar mi orgasmo. Arremetí con su cérvix una, dos, tres veces y solté mi carga en su interior.
Ella también se corrió en un intenso orgasmo, que retumbó por todo el departamento de forma increíble, en el sentido que soltó un clamor fuera de este mundo.
Rendidos, cansados, sudando profusamente, le pregunté si lo disfrutó. Cheryl, con sus lentes incluso levemente empañados por transpiración, dijo que mucho.
Y nos empezamos a besar de nuevo. A recorrer su cuerpo con mis manos, a mordisquear su cuello y besarlo, a agarrar sus enormes pechos…
Hasta que aquello que se había quedado dormido en ella volvió a despertar.
- ¿Quieres hacerlo otra vez? – le pregunté, cuando se dio cuenta.
Cheryl no lo podía creer…
· ¿Quieres hacerlo de nuevo?
- Sí. ¿Acaso no lo disfrutaste?
· No. No es eso. Es solo…
Pero no la quise dejar hablar. La besé y enterré mi sable en su interior. Soltó un suspiro como si se estuviera ahogando cuando rocé su cérvix por tercera vez.
- ¡Hoy no te dejaré tranquila!
Y seguí arremetiendo dentro de ella con violencia y alevosía. Su cuerpo entero vibraba con mis embestidas. Nos besábamos con locura y mis manos recorrían su cuerpo, así como ella con el mío, donde podía darme cuenta que lo que más le gustaba de mí eran mis hombros y mi trasero.
· ¡Ah, sí! ¡Sí! ¡Ahhh, qué grande!- empezó a quejarse ella.
- ¿Te gusta?
· ¡Ahh, sí! ¡Es la mejor que he tenido en mi vida!- comentó, abrazándome y mirando al cielo.
- ¡Qué bueno! Porque te voy a follar hasta que te acostumbres a mi forma…
Le ocasioné un orgasmo bestial….
· ¡Ahhhhhh, sí! ¡Eso quiero!¡Cógeme más duro! ¡Por favor!
Me paré en seco…
- ¡Coger, no! ¡Te estoy haciendo el amor!
Y la besé con desenfrenado frenesí, forzando de nuevo su cérvix.
· Auugh… ¡Tan adentro!... ¡Ahhh!
Sabía que a esas alturas, Cheryl ya era mía. Y cuando presentía mi inminente orgasmo, Cheryl sacó su lengua buscando mi boca.
Aguantó conmigo, aguantó conmigo y se vino también conmigo…
· ¡Esto ha sido lo mejor! - exclamó, descansando sobre el mueble, transpirando y recuperando el aire.
- Y eso que no hemos terminado…-le dije, empezando a retirar mi falo.
Lo contempló con admiración, al apreciarlo todavía duro. Y la enorme gota blanca del condón, anunciaba que no aguantaría otro round.
Eran ya las 7 de la tarde cuando nos sentamos a probar los rollos. Cheryl no podía creer cómo el tiempo había volado entre nosotros, pero podía entenderla.
No podía evitar mirar sus enormes pechos, con su precioso pezón rozado. Ella, pendiente de mi asombro, los ubicó sobre la mesa, acercándose al pote con la soya para untar su rollo con camarones y pulpo, el cual le agradó.
Después de comer, me pidió que me sentara en el sofá, para darme una tremenda mamada de la misma manera que lo había hecho la semana pasada, envolviendo mi pene en sus tremendos pechos.
Sin embargo, no la dejé que me hiciera acabar, porque quería disfrutarla en su cama. Ir arriba de ella era todo un agrado, porque sus exuberantes senos se meneaban como jalea, con mis manos completamente perdiéndose en su opulencia. Aun así, sus labios besaban de una manera tan ardiente, que me hacía preguntarme si me contendría las ganas de no cogérmela cuando fuera a buscar a Bastián…
Si acaso me empezaría a llamar para que “hiciéramos trabajos conjuntos durante la semana” o el equivalente las “visitas de inspección diaria” que hacía con Hannah, cuando trabajaba en la faena.
Si acaso la podría cambiar de “docente modelo” a “mi putita particular” …
Y cuando ella fue arriba, fue simplemente el desmadre: ella cerraba los ojos, disfrutando cómo me iba metiendo más y más adentro de su ser, con potentes embestidas que me sacudían hasta el alma.
Y esas enormes y soberbias tetas, (y digo tetas, porque son tan grandes, que ya no parecen pechos), tibias y cautivantes, que vibraban completamente cuando Cheryl se dejaba caer.
Le mordí los pezones. Se los chupé como loco, recordando cómo su boca loca me chupaba y me los envolvía con ellos, no mucho rato atrás.
Finalmente, ya eran cerca de las 10. Le dije a Cheryl que quería darme una ducha y que si quería compartirla conmigo.
Esta vez, la penetré desde atrás, haciendo que enterrara su rostro y sus soberbios pechos en la pared, mientras la tomaba sin misericordia. Su enorme trasero se apreciaba coqueto y ni siquiera sintió cuando le metí el dedo del corazón derecho, el cual entraba y salía de ella con bastante fluidez, a pesar de su estrechez.
Al salir de la ducha, una vez más me la empezó a chupar, mientras me sentaba en el excusado. Podía darme cuenta de que quería probar mi leche de nuevo, por la forma lujuriosa en la que me miraba.
Le pedí que relajara la mandíbula, porque quería que me hiciera una garganta profunda, pero parece que no me entendió. Sin embargo, igual le acabé en la boca y logró de alguna manera, tragarse mi contenido.
Nos besamos en los labios una vez más y le avisé que saldría de vacaciones con mi esposa y con mis hijas, hasta inicios de marzo, pero una vez que volviera, continuaría follándomela y enseñándole a preparar sushi, hasta que se acostumbrara bien a la forma de mi pene, a lo que ella respondió con su habitual:
· ¡Eso me gustaría mucho!
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2 comentarios - PDB 16 Quiero probar tu sushi… (III)
Tambien espero la continuación de la panaderia, la de la ex del idiota aquel... pero supongo que no te da el tiempo para todo en esta vida.
Buenas vacaciones, disfruten mucho.