Series de Relatos Publicados (Click en el link)
Capítulo 34.
Deambulando Desnudas.
No fue fácil para Xamira establecer el primer contacto con Fermín y sus secuaces. Tuvo que soportar que esos babosos le analizaran cada centímetro del cuerpo y, peor aún, debió tolerar que pusieran en duda sus conocimientos sobre fitness y boxeo. Les explicó que llevaba varios años entrenando y que incluso había participado en campeonatos femeninos de kickboxer; tiene trofeos que avalan su experiencia.
Erika la puso al tanto de todo lo que averiguó Aldana Bengoechea. Aún no podía creer que una chica con ese carácter, evidentemente tan orgullosa de sí misma, se hubiera rebajado a ser penetrada analmente por Fermín… y encima le chupó la pija al Joaco. Sin embargo, este detalle le permitía entender cómo se mueven estos dos. Utilizan el sexo para manipular a la gente.
Después de una tercera tarde de entrenamiento, Erika y Xamira entraron al vestuario de mujeres para darse una ducha. No les importó en lo más mínimo desnudarse una frente a la otra y mientras se bañaban Xamira comentó:
—Tenés unas tetas impresionantes. Bah, no solo las tetas… todo tu cuerpo es increíble.
—Muchas gracias, aunque no me preocupo tanto por eso. Supongo que solo tengo buena genética. Mi mamá era así cuando tenía mi edad.
—Habrá atraído muchas miradas.
—Eso sí, siempre comenta lo mucho que la miraban los hombres cuando era joven; pero que cuando conoció a mi papá, ella solo tuvo ojos para él. Yo no me imagino de novia con un tipo.
—¿Por qué? ¿Te parece que uno solo no va a ser suficiente para vos, picarona? —Xamira le guiñó un ojo.
—No tarada —Erika soltó una risita tímida—. Es solo que… ni se me pasó por la cabeza buscar novio, tengo la cabeza ocupada siempre en mil cosas distintas, y los hombres no son una de ellas.
—Te entiendo. Me pasa algo parecido. Y ahora que tengo buenas amigas, menos necesidad siento de tener novio.
—¿Eso lo decís por lo que empezaste a hacer con Oriana?
—Mmm… puede ser, aunque eso lo veo como una etapa de experimentación. No pienses que te voy a saltar encima para chuparte la concha o algo así.
—No me molestaría si lo hicieras —dijo Erika, encogiéndose de hombros.
Xamira no supo cómo interpretar eso. ¿Hablaba en serio? Porque al decirlo parecía algo distraída. Xami decidió no darle demasiadas vueltas a ese asunto y cambió de tema.
—Deberíamos esperar a que todos se vayan. Porque estoy segura de que Fermín y sus amigos hacen algo después del horario de clase, pero no sé qué.
—¿Y cómo estás tan segura?
—Porque ayer entré a escondidas al vestuario de los hombres y lo escuché hablando con su amigo Joaquín. Decían algo sobre un “evento”, y que ese “problema” lo iban a resolver cuando el gimnasio estuviera vacío. No sé de qué problema hablaban, pero…
—Lo del evento es sospechoso.
—Así es.
—Muy bien, vamos a esperar acá hasta que se vayan todos, después vamos a explorar un poco.
Se quedaron charlando en la sección de las duchas, pero ya sin bañarse. Xamira disfrutó mucho de la experiencia de charlar con una amiga completamente desnuda, Dalma se había metido en su mente más de lo que imaginaba.
Unos minutos más tarde volvieron al sector del vestuario donde debería estar su ropa junto con todas sus cosas, pero…
—Nos robaron —dijo Erika al instante.
—No puede ser…
—Mirá… no hay nada. Nuestras cosas no están. Se llevaron nuestras mochilas… no dejaron ni la ropa.
—Ay, no… la puta madre. Mi celular.
—Y mi Nintendo Switch, justo hoy se me ocurrió traerla. La puta madre.
—Tenemos que denunciar esto.
—No tan rápido. Esto tuvo que ser obra de Fermín, no creo que él quiera quedarse con nuestras cosas. Solo lo hizo para molestarnos. Puede que todo esté guardado en algún casillero o algo así. Vamos a revisar.
Intentaron abrir todos los casilleros del vestuario, la mayoría estaban vacíos. Y los pocos que encontraron cerrados tenían nombre, como el de Aldana Bengoechea.
—Che, Erika… si yo fuera Fermín, no escondería las cosas en este vestuario, sino en el de hombres.
—La puta madre, tenés razón… para colmo, ese vestuario queda del otro lado del gimnasio.
—Tendremos que cruzar desnudas… no tenemos más opciones.
—Muy bien… esperá acá.
Xamira vio como Erika salía del vestuario, fue tras ella hasta que cruzaron la puerta y luego vio como cruzaba corriendo el amplio gimnasio. Esta imagen le resultó a Xamira tan cómica como erótica. Era gracioso ver a Erika corriendo con las manos levantadas. Las sacudía como si estuviera ahuyentando moscas. Además su técnica de trote consistía en no tener ninguna técnica. A Xamira le recordó un poco a Scooby Doo cuando corría. A pesar de esto, Erika seguía siendo una chica preciosa, con unas enormes tetas que rebotaban para todos lados y unas nalgas imponentes que se sacudían con cada choque de sus talones en el piso.
La vio llegar a la puerta del otro vestuario, intentó abrirla y no pudo. Luego regresó corriendo. Xamira admiró esta vez la escena desde adelante. No entendía por qué ver a una chica corriendo desnuda por el colegio le resultaba tan erótico; pero así era. En esta ocasión se fijó especialmente en los pezones de Erika y en su vagina completamente depilada, la cual se veía claramente dividida en dos. Era como ver dos pancitos recién horneados uno pegado al otro.
—Está cerrado —dijo Erika. Sus tetas subían y bajaban al ritmo de su respiración—. Quizás están teniendo una reunión ahí dentro. Puede que hayan puesto nuestras cosas en otro lado.
—Claro, estos hijos de puta quieren humillarnos. Pretenden que salgamos de acá desnudas, para buscar nuestra ropa.
—Lo peor de todo es que vamos a tener que hacerlo, porque ni siquiera nos dejaron los celulares, para pedir ayuda.
—Lo bueno es que a esta hora el instituto debe estar completamente vacío. Probablemente no nos crucemos con nadie.
—Eso espero. No tengo ganas de mostrarle las tetas a medio colegio.
—A mí eso no me molesta tanto —aseguró Xamira—. Lo que me jode es la humillación de tener que explicar por qué carajos estoy deambulando sin ropa.
—Uf… ni siquiera había pensado en eso. Dios… cuando los agarre, los voy a matar —Xamira se rió del comentario. Erika no es capaz de matar ni una mosca; pero es divertido verla tan enojada.
—No te pongas tan mal. Al fin y al cabo, no te costó nada desnudarte frente a nosotras. ¿Te acordás? Incluso vos propusiste esa sesión de masturbación donde estuvimos las cuatro juntas.
—Eso es distinto, Xami. Con ustedes ya tengo mucha confianza. Pero acá me puede ver la concha cualquier desconocido. Eso no me gusta nada. Me pone muy nerviosa.
—Está bien, te entiendo. Vamos de a poco, con cuidado… y si escuchamos que alguien se acerca, damos media vuelta y nos metemos otra vez en el vestuario.
Atravesaron la gran puerta doble que conecta el gimnasio con uno de los pasillos del instituto. Nunca habían estado dentro de ese edificio a esta hora de la noche. Las luces seguían encendidas, pero con menor intensidad, casi como si anunciaran a cualquier rezagado que ya debería estar saliendo del establecimiento. Erika se cubrió las tetas y la concha con las manos lo mejor que pudo y comenzó a caminar encorvada, mirando para todos lados. En cambio Xamira sintió un aluvión de confianza subiéndole por todo el cuerpo. Hasta pudo notar un impulso sexual que partió directamente de su clítoris y llegó hasta sus pezones. Marchó con paso firme y la frente en alto, sin ocultar ni un milímetro de su cuerpo. El corazón le latía con fuerza. Se dio cuenta de que estaba disfrutando el momento.
Buscaron sus pertenencias en los salones que cruzaron en su camino, abrieron cada puerta temerosas de encontrar a alguien dentro. Todas las aulas estaban vacías excepto una, donde encontraron a una chica chupándole la verga a un hombre. Por la penumbra no lograron identificar a ninguna de esas dos personas y cerraron lentamente para no alertarlos. Lo que sí les quedó clarísimo fue que el falo erecto del tipo se estaba hundiendo en la boca de la chica.
—¿Habrá sido Sofía Levitz haciéndole un favorcito a otro profesor? —Preguntó Erika.
—Lo dudo, la chica no parecía rubia. Además, por las cosas que se pueden ver en los baños, no me extraña que alguna parejita aproveche los salones vacíos para darse con todo.
—Sí, capaz que hasta son novios. Ay… espero que no encontremos nadie más cogiendo, porque si nos ven desnudas van a pensar que queremos unirnos a la fiestita.
—No me molestaría si eso pasa —dijo Xamira, repitiendo la frase que había escuchado de su amiga.
Erika soltó una risita nerviosa.
—Sos una tarada. Sé que lo decís en broma.
Siguieron avanzando y doblaron por un pasillo, luego por otro. Si encontraban un salón con la puerta abierta, espiaban dentro buscando sus pertenencias. No hubo suerte. En dos ocasiones se pusieron en alerta porque escucharon un sonido a lo lejos, quizás voces, o tal vez se trataba de alguien de mantenimiento.
—Tenemos que seguir —dijo Erika—. Nuestras cosas deben estar en la otra punta del instituto, quizás en la sección de las piletas.
—Tiene sentido, si yo fuera Fermín, escondería las cosas lo más lejos posible del gimnasio, para obligarnos a cruzar todo el instituto desnudas.
—Lo voy a matar —volvió a repetir Erika—. Propongo que vayamos por uno de los pisos superiores, siempre hay menos gente en esos.
—Muy buena idea, después podemos volver a bajar. Así va a ser más rápido.
Subieron por la primera escalera que encontraron. Siempre había algún sonido lejano que no podían identificar, lo que les ponía los pelos de la nuca de punta. De pronto, ese instituto tan siempre tan iluminado y lleno de gente comenzó a parecerles el escenario de una película de terror. Debían avanzar en penumbras, completamente expuestas sin saber con qué (o quién) se iban a cruzar en la próxima esquina.
—¿Por qué vos podés caminar tan tranquila y yo no? —Preguntó Erika, al fijarse en la seguridad con la que marchaba Xamira—. ¿Es por las fotos que empezaste a subir a Twitter?
—Mmm… puede ser. Publicar esas fotos me hizo sentir más confianza en mi propio cuerpo.
Una de las últimas imágenes publicadas por Xamira la mostraba completamente desnuda. Era una foto tomada en plano contrapicado, ella miraba hacia abajo, sonriéndole a la cámara. Sus pezones se veían erectos. Una vez más había usado el truquito de cortar la foto justo donde empezaba su vagina, solo se podía ver esa prolija línea de vello púbico con la que la adornaba. Por supuesto Xamira recibió comentarios de todo tipo, desde gente halagandola hasta tarados y taradas que la insultaban y la trataban de puta. A esos simplemente los bloqueó.
Un sonido las alertó y esta vez fue en serio. Había dos o tres personas conversando y se estaban acercando a ellas. Erika y Xamira se apresuraron a esconderse en lo que creyeron que era una sala de mantenimiento, pero resultó ser un pequeño escobero. Apenas lograron acomodar sus cuerpos entre los baldes y palos de escoba. Cerraron y se quedaron muy calladas. Las voces se hicieron más fuertes y el corazón se les subió a la boca cuando quedó claro que se estaban acercando.
—Nos vieron —susurró Erika—. Vienen para acá…
—Shh… tranquila, nadie nos vio. Son solo unas profesoras que recién están saliendo, nada más.
—No, no… estoy segura de que nos vieron.
Xamira se pegó más al cuerpo desnudo de Erika y con su mano izquierda se dirigió hasta la vagina de su amiga. Comenzó a acariciarla lentamente. Se sorprendió al descubrir que esa concha estaba muy mojada, como si Erika hubiera estado masturbándose apenas unos segundos atrás… cosa que no era así. Estuvieron juntas todo el tiempo y nunca la vio llevarse la mano a la entrepierna.
El efecto logrado fue el que estaba buscando. Erika se relajó, aunque su respiración seguía sonando agitada. Mientras más le acariciaba la concha, más se tranquilizaba. Cuando las voces se hicieron más potentes supieron que eran tres mujeres charlando sobre los próximos exámenes. Xamira tenía razón, eran profesoras… y no las habían visto.
Aún así los nervios de Erika se incrementaron, quizás porque las mujeres parecieron detenerse a pocos pasos de la puerta del escobero. Xamira decidió emplear una táctica más agresiva. Introdujo dos dedos dentro de la concha de Erika y se alegró de sentirla tan húmeda. Acto seguido, la besó en la boca. Para su sorpresa, su amiga aceptó el beso y la trajo más sobre ella.
Para Erika esto fue como rememorar lo que ocurrió con la vasca dentro de la ducha y no quiso dejar sus dedos quietos. Fue en búsqueda de la vagina de Xamira y también metió sus dedos.
Ante esa actitud, las cosas cambiaron drásticamente para Xamira, ahora le quedaba claro que el comentario en la ducha “no me molestaría si eso ocurre”, no había sido una broma. Desde que vio desnuda a Erika por primera vez fantaseaba con pasarle la lengua por esa vagina tan preciosa y suculenta. No aguantó la tentación, era la ocasión ideal para hacerlo. Se agachó como pudo, intentando no tirar ninguna escoba y de no hacer ruido. Erika entendió al instante lo que su amiga estaba por hacer y pasó su pierna izquierda por encima del hombro de Xamira. No fue fácil hacerlo en un espacio tan estrecho; pero lo consiguió.
Así su vagina quedó ofrecida, para que Xamira hiciera lo que se le diera la gana. Y por supuesto, lo que más ganas tenía de hacer era chuparla. Se lanzó sin más preámbulos y le dio un fuerte chupón al clítoris. En ese instante Erika pensó que todo eso de dar vueltas desnuda por la escuela la había puesto muy cachonda, tanto como para aceptar una buena chupada de concha por parte de una mujer. Se maravilló con el talento que desarrolló Xamira para esta práctica. Su lengua se movió rápido, con seguridad, y exploró cada milímetro de su sexo, por dentro y por fuera. Los gemidos de Erika no tardaron en llegar, sin embargo no le preocupó demasiado, las profesoras ya se habían marchado y era obvio que no iban por ellas. Podía relajarse, allí nadie las descubriría.
La lengua de Xamira se movió ansiosa, quería disfrutar al máximo de cada segundo que pudiera pasar con Erika. No quería admitirlo pero últimamente sus amigas la calentaban cada vez más y varias veces fantaseó con la idea de chupársela a todas… hoy se estaba dando el gusto de hacerlo con una más.
El disfrute terminó de golpe, cuando la puerta del escobero se abrió. Tanto Erika como Xamira se quedaron petrificadas mirando a quien las había descubierto infraganti. No tardaron en identificarlo, era uno de esos personajes anónimos que siempre deambulan por el instituto: el conserje.
—Ah bueno… ¿qué tenemos acá? —Dijo el hombre, con los ojos desencajados. Se trataba de un tipo algo bajito, no debía medir ni un metro setenta. Hombros y cuello anchos, manos pesadas, de piel ligeramente oscura y un corte de pelo militar, bien rapado a los lados y un cepillo por encima.
—Emm… podemos explicarlo —dijo Erika, mientras Xamira se ponía de pie.
—No hay nada que explicar, ya lo entendí todo. Sabía que ustedes andaban en algo raro. ¿Les gusta pasear desnudas por el instituto y coger a escondidas? Es un lindo juego, lo admito. ¿Por qué no me invitan? A vos te conozco bien, flaquita… te llamás Xamira ¿cierto? Uf… en persona estás más buenas que en las fotos que subís a internet. Y vos… Erika, a vos también te vi mil veces. Las mejores tetas del instituto y… mirá lo que son. Impresionante. Dan ganas de apretujarlas todas. Sigan, chicas… sigan. No hace falta que paren por mí.
Las dos amigas intercambiaron miradas, estaban confundidas. No esperaban este tipo de reacción por parte del conserje, de hecho… no esperaban ninguna reacción de su parte.
—Pará, calmate un poquito —dijo Xamira—. No estamos acá para hacerte el show erótico. Solo estamos buscando nuestras mochilas.
—Ajá… ¿y pensaron que las iban a encontrar si se escondían en un escobero… y se chupaban las conchas? Yo sabía que eran lesbianas, si hasta se les nota en la cara. Tu noviecita, Siara, debe estar muy contenta de poder comerse un caramelito como vos —añadió mirando a Erika de arriba a abajo.
—¿Por qué todo el mundo piensa que es mi novia? Carajo… y dejá de mirarme las tetas… y la chichi. —Erika intentó cubrirse con las manos—. Necesitamos ayuda, de verdad. Alguien nos robó las mochilas mientras estábamos en el vestuario.
—Sí, y vamos a hacer la denuncia —dijo Xamira—. El primer nombre que vamos a mencionar es el tuyo —leyó la etiqueta en el uniforme verde oscuro del tipo—. Rogelio Zapata.
Esto hizo que el conserje se pusiera muy tenso. Su sonrisa picarona se esfumó en un segundo. Sabía muy bien que en un instituto con tanto “niño rico” no tendría ni chances de zafar de esa situación. Si alguien lo denunciaba, por el motivo que fuera, se quedaría sin trabajo de inmediato.
—Está bien, está bien… les creo —dijo Rogelio—. No son las primeras chicas a las que le hacen esta bromita. Sus cosas deben estar en el vestuario de las piletas.
—Sí, nos imaginamos que estarían ahí —dijo Xamira—. ¿Podrías llevarnos hasta allá?
—Solo si van ustedes por delante —volvió a sonreír.
—Baboso degenerado —le dijo Erika.
Aún así ella salió y comenzó a caminar frente al tipo, no le gustaba ni un poquito tener que hacerlo; pero tampoco tenía más alternativas. Solo quería que esta pesadilla terminara lo antes posible. Podía sentir los ojos de Rogelio hincados en su culo y sabía que él podría verle la concha asomando por abajo, un efecto que Erika suele encontrar muy simpático en las mujeres; pero que ahora lamentaba. No quería que ese hombre le mirase sus zonas privadas.
A Xamira pareció no molestarle tanto, caminó con seguridad, como si estuviera completamente vestida.
—¿Así que esto ya lo viste antes? —Preguntó.
—Sí, varias veces. No siempre intervengo, a veces solo me quedo mirando a las chicas de lejos, es lindo verlas caminar desnudas. En especial a las que están más buenas. Déjenme decirles que hasta ahora ustedes son las dos más lindas que vi. La última no me gustó tanto, era la Bengoechea. Parece un tipo sin pija.
—¿A la vasca también le hicieron lo mismo? —Preguntó Erika.
—Sí, aunque antes le pegaron una buena cogida, en el vestuario del gimnasio. Le rompieron el orto. Gritó como una putita. Si hubiera sido una mina más… femenina, capaz que me sumaba. A Fermín no le molesta si me sumo.
A Erika le pareció sumamente desagradable que un conserje, que debía tener casi cincuenta años, se sumara en los juegos sexuales de Fermín y terminara cogiendo pendejas de dieciocho o veinte años.
—¿Y qué sabés sobre los jueguitos de Fermín? —Preguntó Xamira.
—¿Por qué? ¿Vos también tenés ganas de que te rompan el culo? Estoy seguro de que ese culito ya aguantó bastante castigo. La puta madre… tenés un orto impresionante, flaca.
—Dejá mi culo en paz si no querés que te rompa la cara a patadas —le dijo Xamira. El tipo siguió sonriendo de forma socarrona—. Contanos lo que sepas de Fermín, o denunciamos eso también.
—Ahí no van a poder hacer nada. Fermín está protegido, deberían saberlo muy bien. Se podría coger a todas las putas del instituto y nadie haría nada.
—Nosotras sí pensamos hacer algo —aseguró Erika—. Ay… dejá de mirarme el culo por cinco segundos, por favor. Me estás poniendo nerviosa.
—Las cosas que haría con ese culo. Las dos están para llenarlas de pija.
—Me caías mejor cuando no hablabas —dijo Xamira—. Bien que ahora te hacés el macho cogedor, pero cuando nos ves en los pasillos durante las clases no te animás ni a mirarnos el culo. Te aterra que alguna pendeja te denuncie por degenerado? ¿O simplemente te da miedo hablarnos?
—Es cierto —dijo Erika—. Ahora se hace el macho porque sabe que estamos en desventaja. Sino se mearía encima antes de dirigirnos la palabra.
Rogelio Zapata apretó la mandíbula con fuerza, le habían dado un golpe bajo. Todo lo que dijeron esas chicas era cierto. A él le encantaba mirar a las alumnas del instituto, pero le aterraba hablarles. Se conformaba con seguirlas en las redes sociales y masturbarse con las fotos picantes que publicaban. Llevaba unas semanas siguiendo atentamente a Xamira y ya le había dedicado varias pajas. No podía creer que ahora la estuviera viendo completamente desnuda y en persona. Debía mantener la calma y disfrutar de este momento tanto como fuera posible.
—Falta poco para el área de las piletas —anunció—. Pero no van a poder entrar.
— ¿Por qué no? —Preguntó Xamira—. ¿Acaso no pensás ayudarnos?
—Sí que las puedo ayudar, pero la puerta ya debe estar cerrada. Y yo dejé mi tarjeta magnética en mi casa.
—¿Vivís lejos de acá? —Preguntó Erika.
—No, de hecho vivo en este mismo edificio. Mi departamento está al fondo de ese pasillo, y después a la izquierda. Si quieren ir a buscar la tarjeta, yo espero acá.
—Mmm… ¿esto no será parte de alguno de los jueguitos de Fermín? —Preguntó Xamira.
—No, claro que no. Dejé la tarjeta arriba de la mesa, la van a ver ni bien abran la puerta. No es ningún jueguito.
—No confío en él —dijo Erika, irritada porque ahora el tipo le estaba haciendo un escaneo intenso en las tetas.
—Yo tampoco. Hagamos una cosa… voy yo. Si no vuelvo en diez minutos…
—No, no, no… yo no me quedo sola con este baboso, ni loca. Voy yo. —Aseguró Erika.
—Puede ser peligroso…
—Lo sé; pero si me agarra Fermín o alguno de sus amigos, voy a gritar. Vos tenés más fuerza que yo, y sabés pelear. Va a ser mejor que los sorprendas. En cambio, si te agarran a vos primero, yo no puedo hacer nada.
—Tiene sentido… —dijo Xamira.
—Qué paranoicas que son —dijo Rogelio, ahora se estaba fijando en la concha de Xamira. Había visto fotos de ella hasta el límite, y esta era la primera vez que podía verla completa—. Les digo que no pasa nada.
—Más te vale —le dijo Erika—. Bueno, ya vuelvo. Si escuchás un grito, buscame lo más rápido que puedas.
—Andá con cuidado.
Erika dobló por el pasillo más cercano y la perdieron de vista. Debía hacer unos cuantos metros hasta el fondo y allí buscar el departamento del conserje. Xamira quiso calcular mentalmente cuánto tiempo le llevaría eso cuando se percató de que Rogelio Zapata tenía un celular en la mano.
—¿Me estás sacando fotos? —Preguntó, irritada.
—Sí… ¿te molesta?
—Por supuesto… nunca te di permiso para hacerlo. Dejá de apuntarme con la cámara.
—No te pongas así, flaca. Subís cosas bien subiditas de tono a Twitter, todo el instituto ya te conoce las tetas y el culo. Yo solo quiero un recuerdo de este hermoso día. Además, las estoy ayudando. Creo que me merezco una recompensa.
—Lo hubieras pensado antes de decirnos dónde está la tarjeta magnética, ahí quizás hubieras conseguido algunas fotos; pero ahora… no te necesitamos.
—Sí que me necesitan. Porque la tarjeta necesita un código de cuatro dígitos —Xamira se puso pálida—. ¿Cuánto pensabas pagar por el uso de la tarjeta?
Se sintió una estúpida. Por hablar antes de tiempo le ofreció una oportunidad inmejorable. Podía decir que no; pero algo la llevó a pensar que ese tipo no le daría el código hasta obtener algo a cambio… y debía dárselo rápido, antes de que viniera Erika. Era evidente que Rogelio Zapata sentía una atracción especial hacia Erika y Xamira no quería que se aprovechara de ella. Prefería hacerlo ella… al fin y al cabo, no sería la primera vez que debía posar desnuda frente a una cámara para obtener algo a cambio.
—Uf… está bien —dijo resignada—. ¿Cómo querés que me ponga?
—Así me gusta, que colabores. Date vuelta y poné las manos contra la pared.
Xamira hizo lo que el tipo le pedía. Rogelio se agachó detrás de ella y comenzó a tomar fotos de su culo.
—Abrí más las piernas… eso, así… que se te vea bien la concha. Ahora… abrite las nalgas, quiero ver bien ese culito. Uf… eso, cómo me gusta. ¿Ya te lo llenaron de pija, putita?
—No, nadie me dio por el culo, ni lo van a hacer. Eso está fuera de los límites.
—Sí, eso decís ahora… cuando te peguen una buena culeada te va a encantar. Te aseguro una cosa, Xamira… ese culo tan lindo que tenés no va a llegar virgen a fin de año. Y ahora, con su permiso, me voy a cobrar el uso de la tarjeta magnética.
Xamira no tuvo tiempo de apartarse, sintió la verga de Rogelio apuntalándose en la entrada de su concha y solo atinó a ponerse en puntitas de pie cuando este falo, ya erecto, la penetró. Debió imaginarlo, el conserje no se conformaría con un par de fotos, buscaría más. Instintivamente ella quiso apartarse, pero una pesada mano sobre su hombro derecho la obligó a pegar la cara y las tetas contra la pared.
La penetración fue dolorosa, no sabía exactamente cuál era el tamaño del miembro del conserje; aunque sí podía decir, sin lugar a dudas, que era bien ancha. Sintió cómo su concha debía esforzarse para dejar pasar semejante pedazo de carne.
—Uy… despacito… ay… me duele…
—¿Te gusta mi verga, flaquita?
—Callate… pelotudo.
—Vamos, estoy intentando hacer las paces con vos —dijo, mientras retrocedía, solo para ganar potencia y embestirla otra vez. Xamira chilló de dolor y la verga entró hasta la mitad—. Con las fotitos que estás subiendo a internet se nota que andás en busca de pija. Bueno, acá la tenés… ¿Querés que te la meta toda?
—Hacé lo que tengas que hacer y dejame en paz… auch… despacito que la tenés muy ancha.
—¿Te gusta que sea ancha? ¿Eh? A algunas putitas como vos les encanta mi verga. —Comenzó a mover rápido la pelvis, generando penetraciones cortas pero potentes—. Y no te pongas mal, no sos la primera que se deja coger a cambio de un favor.
—¿A quién más se la metiste así? —Quiso saber Xamira.
—Mmm… ¿te gusta el chisme? La última fue una putita del club de arte, una tal Agustina. La vi vagando en concha por el instituto, igual que vos… se dejó coger para que la ayudara a salir. Muy servicial la putita. Me comió la verga, se puso en cuatro… y hasta entregó el orto.
—Ni sueñes que yo te voy a entregar el orto —dijo Xamira, mientras toleraba esas potentes embestidas que estaban despertando instintos sexuales en su cuerpo. No quería admitirlo; pero la verga del conserje se sentía demasiado bien.
—¿Pero la concha sí?
—Eso sí… ahí metela toda…
—Epa… así me gusta más, que la pidas.
—No te la estoy pidiendo, pelotudo. Solo digo que lo único que vas a obtener por la clave es la concha, nada más. Y apurate, antes de que venga Erika.
—Si querés que me apure, te tengo que dar fuerte.
—Uf… está bien, dame fuerte… solo… no me lastimes. Dame tiempo a dilatar mejor… ay… te pedí tiempo… ay… ay…
—¿Así te gusta, putita? —Preguntó Rogelio, dando duras embestidas. Su verga ya entraba al completo y salía toda cubierta de flujos vaginales—. Estás bien mojadita, ya te va a entrar mejor, y te va a gustar. Uff… no puedo creer que esté cogiendo con vos, no sabés las pajas que me hice mirando tus fotos.
—Sos un asco… auch…
Xamira agachó la cabeza en el estrecho espacio que tenía para maniobrar. Intentó trasladar su mente a otra parte, no porque le resultara desagradable lo que hacía Rogelio, sino todo lo contrario. Le estaba gustando tanto que tenía miedo de escucharse a sí misma diciendo algo como “Dame más duro”.
Apenas unos segundos más tarde esta mecánica acción se vio interrumpida por un grito. Era Erika, Xamira no tuvo dudas de eso.
Le dio un codazo a Rogelio y lo apartó.
— Erika! —Exclamó, al mismo tiempo que salía corriendo—. Erika, ya voy.
Otro alarido, esta vez sonó más cerca.
Xamira llegó a la esquina y justo antes de doblar se produjo el impacto. Algo le pegó en la cabeza, cayó al suelo aturdida y sintió un gran peso sobre su cuerpo. Luego algo suave impactó contra su cara. Le llevó unos segundos determinar que se trataba de una de las tetas de Erika y que en realidad había chocado contra ella.
—Ay… mi cabeza… auch… —se quejaba Erika, con un chillido infantil—. ¿Estás bien, Xamira?
Las dos estaban en el suelo, Xamira boca arriba y Erika sentada sobre ella. Para Rogelio fue una imagen muy erótica y aprovechó para tomarles una foto.
—Sí, sí… yo estoy bien —aseguró Xamira—. ¿Qué te pasó a vos? ¿Viste a Fermín o alguno de sus amigos? Si es así, dejame… que los cago a trompadas.
—No, no… nada de eso. Vi… em… no sé lo que ví —Erika estaba pálida, giró la cabeza en dirección al pasillo por el que había corrido. No había nadie allí. Estaba completamente vacío, hasta el final—. Creo que vi un fantasma.
— ¿Qué? ¿De qué hablás?
—Ay, no… no… otra vez no, la puta madre que lo parió —dijo Rogelio. De pronto él también se puso pálido—. Tenemos que salir rápido de acá, vamos… vamos…
Erika ni siquiera preguntó por qué el tipo tenía la verga afuera y el celular en la mano, lo único que pudo entender era que él estaba tan asustado como ella.
—Vos también lo viste, ¿verdad?
—Sí… lo vi dos veces… y no quiero verlo una tercera. Salgamos de acá, ahora mismo. Ya…
—Esperen, ¿de qué mierda hablan? Los fantasmas no existen —aseguró Xamira.
—Sí existen —respondió Erika—. Y yo acabo de ver uno.
—En la reunión dijiste que los fantasmas no son reales —le reprochó Xamira, mientras se ponía de pie.
—Lo dije por Siara. A ella le molesta que crea en fantasmas… y no sé si creo. Digamos que mantengo la mente abierta. Y te juro que vi un fantasma. Estaba ahí, en el mismo pasillo de tu departamento Rogelio; pero del otro lado.
—Ay, no… está cada vez más cerca de mi casa. Voy a tener que llamar a un cura, para que me dé alguna protección.
A Xamira le pareció que Rogelio se estaba tomando todo el asunto del fantasma muy en serio.
—Leticia Franco nos habló del fantasma —dijo Erika—. ¿Alguna vez te comentó algo?
—Sí, sí… sé que ella también lo vio. Pobrecita, casi se muere del susto.
—Ella nos pidió que investiguemos el caso —continuó Erika—. Le dijimos que no porque parecía algo… ridículo. Ahora sé que hablaba en serio.
—Muy en serio —Rogelio comenzó a caminar en dirección de las piletas y las chicas lo siguieron—. Varias personas vieron lo mismo… y ya les digo, yo lo vi dos veces.
Xamira vio la tarjeta magnética en la mano derecha de Erika y se le vino una brillante idea a la cabeza. Si ellas tuvieran esa tarjeta en su poder, podrían abrir prácticamente cualquier puerta del instituto.
—Rogelio, te propongo algo —dijo Xamira—. Nosotras podemos investigar el asunto del fantasma.
—¿Podemos? A mí no me metas —dijo Erika, asustada—. Yo no quiero saber nada con ese fantasma.
—Estoy segura de que no es un fantasma, porque no existen —sostuvo Xamira—. Y vas a querer averiguar qué es, para poder dormir tranquila.
—Puede ser —aceptó Erika.
—¿De verdad lo van a investigar? —Preguntó Rogelio—. No sé qué van a descubrir, pero cualquier respuesta es mejor que nada.
—Sí, lo podemos hacer… incluso podemos averiguar por qué está cada vez más cerca de tu departamento —Xamira quería meterle algo de miedo—. Pero a cambio queremos la tarjeta magnética y la clave.
—No, ni hablar… no puedo darles la tarjeta. Podría perder el trabajo, o peor… podría ir preso.
—Tranquilo, Rogelio. Nadie nos va a descubrir con la tarjeta… además la necesitamos para investigar lo del fantasma.
—Sí, me imagino que solo aparece de noche, cuando todos se fueron —dijo Erika, que ya había entendido las intenciones de su amiga.
—Eso es cierto.
—Y supongo que vos tendrás una copia de la tarjeta, por seguridad —dijo Xamira.
—Eso también es cierto —Se quedó quieto un segundo y luego dijo—. Muy bien, la clave es 1234.
—Dios, la seguridad de este instituto en un chiste —dijo Erika, poniendo los ojos en blanco.
Xamira tenía ganas de matarlo, se dejó meter toda la pija por una clave de mierda como “1234”. Debió sospecharlo desde el principio. Rogelio Zapata no era un tipo con muchas luces como para inventarse contraseñas complejas.
—Prométanme que van a investigar… y que apenas sepan algo me lo van a contar. Y tengan mucho cuidado con esa tarjeta. Ahora, si me disculpan, prefiero ir a un lugar más cercano a la capilla. Nos vemos y espero que tengan suerte al salir. Si alguien les pregunta, no me vieron… y al fantasma tampoco.
Rogelio salió a paso ligero. Erika y Xamira continuaron solas hasta el vestuario de las piletas. Efectivamente, sus pertenencias estaban allí. Se vistieron rápidamente y sintieron que habían recobrado un poco de su dignidad.
—Estos hijos de puta nos arruinaron una buena tarde de investigación —comentó Erika.
—No te preocupes por eso, salimos ganando. Ahora tenemos la tarjeta magnética, vamos a poder abrir el vestuario de los hombres, aunque lo cierren. Así vamos a poder averiguar qué carajo hacen ahí adentro, de noche.
—Seguramente no es nada bueno. Tenemos que contarle a Oriana lo del fantasma, pero no le digamos nada a Siara. Nos va a tratar de locas. Va a decir que perdemos el tiempo.
—No hablaba en serio cuando dije que lo íbamos a investigar.
—Hey, le prometimos a Rogelio que lo haríamos —dijo Erika, apelando a un sistema de honor muy extraño que solo ella podía comprender—. Además… tenías razón, no voy a poder dormir hasta que sepa qué carajo vi.
—Está bien, te voy a ayudar.
—¿Querés que te diga exactamente qué fue lo que vi?
—No, porque yo sí quiero dormir esta noche. Salgamos de acá antes que nos descubra alguien… o algo.
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Capítulo 34.
Deambulando Desnudas.
No fue fácil para Xamira establecer el primer contacto con Fermín y sus secuaces. Tuvo que soportar que esos babosos le analizaran cada centímetro del cuerpo y, peor aún, debió tolerar que pusieran en duda sus conocimientos sobre fitness y boxeo. Les explicó que llevaba varios años entrenando y que incluso había participado en campeonatos femeninos de kickboxer; tiene trofeos que avalan su experiencia.
Erika la puso al tanto de todo lo que averiguó Aldana Bengoechea. Aún no podía creer que una chica con ese carácter, evidentemente tan orgullosa de sí misma, se hubiera rebajado a ser penetrada analmente por Fermín… y encima le chupó la pija al Joaco. Sin embargo, este detalle le permitía entender cómo se mueven estos dos. Utilizan el sexo para manipular a la gente.
Después de una tercera tarde de entrenamiento, Erika y Xamira entraron al vestuario de mujeres para darse una ducha. No les importó en lo más mínimo desnudarse una frente a la otra y mientras se bañaban Xamira comentó:
—Tenés unas tetas impresionantes. Bah, no solo las tetas… todo tu cuerpo es increíble.
—Muchas gracias, aunque no me preocupo tanto por eso. Supongo que solo tengo buena genética. Mi mamá era así cuando tenía mi edad.
—Habrá atraído muchas miradas.
—Eso sí, siempre comenta lo mucho que la miraban los hombres cuando era joven; pero que cuando conoció a mi papá, ella solo tuvo ojos para él. Yo no me imagino de novia con un tipo.
—¿Por qué? ¿Te parece que uno solo no va a ser suficiente para vos, picarona? —Xamira le guiñó un ojo.
—No tarada —Erika soltó una risita tímida—. Es solo que… ni se me pasó por la cabeza buscar novio, tengo la cabeza ocupada siempre en mil cosas distintas, y los hombres no son una de ellas.
—Te entiendo. Me pasa algo parecido. Y ahora que tengo buenas amigas, menos necesidad siento de tener novio.
—¿Eso lo decís por lo que empezaste a hacer con Oriana?
—Mmm… puede ser, aunque eso lo veo como una etapa de experimentación. No pienses que te voy a saltar encima para chuparte la concha o algo así.
—No me molestaría si lo hicieras —dijo Erika, encogiéndose de hombros.
Xamira no supo cómo interpretar eso. ¿Hablaba en serio? Porque al decirlo parecía algo distraída. Xami decidió no darle demasiadas vueltas a ese asunto y cambió de tema.
—Deberíamos esperar a que todos se vayan. Porque estoy segura de que Fermín y sus amigos hacen algo después del horario de clase, pero no sé qué.
—¿Y cómo estás tan segura?
—Porque ayer entré a escondidas al vestuario de los hombres y lo escuché hablando con su amigo Joaquín. Decían algo sobre un “evento”, y que ese “problema” lo iban a resolver cuando el gimnasio estuviera vacío. No sé de qué problema hablaban, pero…
—Lo del evento es sospechoso.
—Así es.
—Muy bien, vamos a esperar acá hasta que se vayan todos, después vamos a explorar un poco.
Se quedaron charlando en la sección de las duchas, pero ya sin bañarse. Xamira disfrutó mucho de la experiencia de charlar con una amiga completamente desnuda, Dalma se había metido en su mente más de lo que imaginaba.
Unos minutos más tarde volvieron al sector del vestuario donde debería estar su ropa junto con todas sus cosas, pero…
—Nos robaron —dijo Erika al instante.
—No puede ser…
—Mirá… no hay nada. Nuestras cosas no están. Se llevaron nuestras mochilas… no dejaron ni la ropa.
—Ay, no… la puta madre. Mi celular.
—Y mi Nintendo Switch, justo hoy se me ocurrió traerla. La puta madre.
—Tenemos que denunciar esto.
—No tan rápido. Esto tuvo que ser obra de Fermín, no creo que él quiera quedarse con nuestras cosas. Solo lo hizo para molestarnos. Puede que todo esté guardado en algún casillero o algo así. Vamos a revisar.
Intentaron abrir todos los casilleros del vestuario, la mayoría estaban vacíos. Y los pocos que encontraron cerrados tenían nombre, como el de Aldana Bengoechea.
—Che, Erika… si yo fuera Fermín, no escondería las cosas en este vestuario, sino en el de hombres.
—La puta madre, tenés razón… para colmo, ese vestuario queda del otro lado del gimnasio.
—Tendremos que cruzar desnudas… no tenemos más opciones.
—Muy bien… esperá acá.
Xamira vio como Erika salía del vestuario, fue tras ella hasta que cruzaron la puerta y luego vio como cruzaba corriendo el amplio gimnasio. Esta imagen le resultó a Xamira tan cómica como erótica. Era gracioso ver a Erika corriendo con las manos levantadas. Las sacudía como si estuviera ahuyentando moscas. Además su técnica de trote consistía en no tener ninguna técnica. A Xamira le recordó un poco a Scooby Doo cuando corría. A pesar de esto, Erika seguía siendo una chica preciosa, con unas enormes tetas que rebotaban para todos lados y unas nalgas imponentes que se sacudían con cada choque de sus talones en el piso.
La vio llegar a la puerta del otro vestuario, intentó abrirla y no pudo. Luego regresó corriendo. Xamira admiró esta vez la escena desde adelante. No entendía por qué ver a una chica corriendo desnuda por el colegio le resultaba tan erótico; pero así era. En esta ocasión se fijó especialmente en los pezones de Erika y en su vagina completamente depilada, la cual se veía claramente dividida en dos. Era como ver dos pancitos recién horneados uno pegado al otro.
—Está cerrado —dijo Erika. Sus tetas subían y bajaban al ritmo de su respiración—. Quizás están teniendo una reunión ahí dentro. Puede que hayan puesto nuestras cosas en otro lado.
—Claro, estos hijos de puta quieren humillarnos. Pretenden que salgamos de acá desnudas, para buscar nuestra ropa.
—Lo peor de todo es que vamos a tener que hacerlo, porque ni siquiera nos dejaron los celulares, para pedir ayuda.
—Lo bueno es que a esta hora el instituto debe estar completamente vacío. Probablemente no nos crucemos con nadie.
—Eso espero. No tengo ganas de mostrarle las tetas a medio colegio.
—A mí eso no me molesta tanto —aseguró Xamira—. Lo que me jode es la humillación de tener que explicar por qué carajos estoy deambulando sin ropa.
—Uf… ni siquiera había pensado en eso. Dios… cuando los agarre, los voy a matar —Xamira se rió del comentario. Erika no es capaz de matar ni una mosca; pero es divertido verla tan enojada.
—No te pongas tan mal. Al fin y al cabo, no te costó nada desnudarte frente a nosotras. ¿Te acordás? Incluso vos propusiste esa sesión de masturbación donde estuvimos las cuatro juntas.
—Eso es distinto, Xami. Con ustedes ya tengo mucha confianza. Pero acá me puede ver la concha cualquier desconocido. Eso no me gusta nada. Me pone muy nerviosa.
—Está bien, te entiendo. Vamos de a poco, con cuidado… y si escuchamos que alguien se acerca, damos media vuelta y nos metemos otra vez en el vestuario.
Atravesaron la gran puerta doble que conecta el gimnasio con uno de los pasillos del instituto. Nunca habían estado dentro de ese edificio a esta hora de la noche. Las luces seguían encendidas, pero con menor intensidad, casi como si anunciaran a cualquier rezagado que ya debería estar saliendo del establecimiento. Erika se cubrió las tetas y la concha con las manos lo mejor que pudo y comenzó a caminar encorvada, mirando para todos lados. En cambio Xamira sintió un aluvión de confianza subiéndole por todo el cuerpo. Hasta pudo notar un impulso sexual que partió directamente de su clítoris y llegó hasta sus pezones. Marchó con paso firme y la frente en alto, sin ocultar ni un milímetro de su cuerpo. El corazón le latía con fuerza. Se dio cuenta de que estaba disfrutando el momento.
Buscaron sus pertenencias en los salones que cruzaron en su camino, abrieron cada puerta temerosas de encontrar a alguien dentro. Todas las aulas estaban vacías excepto una, donde encontraron a una chica chupándole la verga a un hombre. Por la penumbra no lograron identificar a ninguna de esas dos personas y cerraron lentamente para no alertarlos. Lo que sí les quedó clarísimo fue que el falo erecto del tipo se estaba hundiendo en la boca de la chica.
—¿Habrá sido Sofía Levitz haciéndole un favorcito a otro profesor? —Preguntó Erika.
—Lo dudo, la chica no parecía rubia. Además, por las cosas que se pueden ver en los baños, no me extraña que alguna parejita aproveche los salones vacíos para darse con todo.
—Sí, capaz que hasta son novios. Ay… espero que no encontremos nadie más cogiendo, porque si nos ven desnudas van a pensar que queremos unirnos a la fiestita.
—No me molestaría si eso pasa —dijo Xamira, repitiendo la frase que había escuchado de su amiga.
Erika soltó una risita nerviosa.
—Sos una tarada. Sé que lo decís en broma.
Siguieron avanzando y doblaron por un pasillo, luego por otro. Si encontraban un salón con la puerta abierta, espiaban dentro buscando sus pertenencias. No hubo suerte. En dos ocasiones se pusieron en alerta porque escucharon un sonido a lo lejos, quizás voces, o tal vez se trataba de alguien de mantenimiento.
—Tenemos que seguir —dijo Erika—. Nuestras cosas deben estar en la otra punta del instituto, quizás en la sección de las piletas.
—Tiene sentido, si yo fuera Fermín, escondería las cosas lo más lejos posible del gimnasio, para obligarnos a cruzar todo el instituto desnudas.
—Lo voy a matar —volvió a repetir Erika—. Propongo que vayamos por uno de los pisos superiores, siempre hay menos gente en esos.
—Muy buena idea, después podemos volver a bajar. Así va a ser más rápido.
Subieron por la primera escalera que encontraron. Siempre había algún sonido lejano que no podían identificar, lo que les ponía los pelos de la nuca de punta. De pronto, ese instituto tan siempre tan iluminado y lleno de gente comenzó a parecerles el escenario de una película de terror. Debían avanzar en penumbras, completamente expuestas sin saber con qué (o quién) se iban a cruzar en la próxima esquina.
—¿Por qué vos podés caminar tan tranquila y yo no? —Preguntó Erika, al fijarse en la seguridad con la que marchaba Xamira—. ¿Es por las fotos que empezaste a subir a Twitter?
—Mmm… puede ser. Publicar esas fotos me hizo sentir más confianza en mi propio cuerpo.
Una de las últimas imágenes publicadas por Xamira la mostraba completamente desnuda. Era una foto tomada en plano contrapicado, ella miraba hacia abajo, sonriéndole a la cámara. Sus pezones se veían erectos. Una vez más había usado el truquito de cortar la foto justo donde empezaba su vagina, solo se podía ver esa prolija línea de vello púbico con la que la adornaba. Por supuesto Xamira recibió comentarios de todo tipo, desde gente halagandola hasta tarados y taradas que la insultaban y la trataban de puta. A esos simplemente los bloqueó.
Un sonido las alertó y esta vez fue en serio. Había dos o tres personas conversando y se estaban acercando a ellas. Erika y Xamira se apresuraron a esconderse en lo que creyeron que era una sala de mantenimiento, pero resultó ser un pequeño escobero. Apenas lograron acomodar sus cuerpos entre los baldes y palos de escoba. Cerraron y se quedaron muy calladas. Las voces se hicieron más fuertes y el corazón se les subió a la boca cuando quedó claro que se estaban acercando.
—Nos vieron —susurró Erika—. Vienen para acá…
—Shh… tranquila, nadie nos vio. Son solo unas profesoras que recién están saliendo, nada más.
—No, no… estoy segura de que nos vieron.
Xamira se pegó más al cuerpo desnudo de Erika y con su mano izquierda se dirigió hasta la vagina de su amiga. Comenzó a acariciarla lentamente. Se sorprendió al descubrir que esa concha estaba muy mojada, como si Erika hubiera estado masturbándose apenas unos segundos atrás… cosa que no era así. Estuvieron juntas todo el tiempo y nunca la vio llevarse la mano a la entrepierna.
El efecto logrado fue el que estaba buscando. Erika se relajó, aunque su respiración seguía sonando agitada. Mientras más le acariciaba la concha, más se tranquilizaba. Cuando las voces se hicieron más potentes supieron que eran tres mujeres charlando sobre los próximos exámenes. Xamira tenía razón, eran profesoras… y no las habían visto.
Aún así los nervios de Erika se incrementaron, quizás porque las mujeres parecieron detenerse a pocos pasos de la puerta del escobero. Xamira decidió emplear una táctica más agresiva. Introdujo dos dedos dentro de la concha de Erika y se alegró de sentirla tan húmeda. Acto seguido, la besó en la boca. Para su sorpresa, su amiga aceptó el beso y la trajo más sobre ella.
Para Erika esto fue como rememorar lo que ocurrió con la vasca dentro de la ducha y no quiso dejar sus dedos quietos. Fue en búsqueda de la vagina de Xamira y también metió sus dedos.
Ante esa actitud, las cosas cambiaron drásticamente para Xamira, ahora le quedaba claro que el comentario en la ducha “no me molestaría si eso ocurre”, no había sido una broma. Desde que vio desnuda a Erika por primera vez fantaseaba con pasarle la lengua por esa vagina tan preciosa y suculenta. No aguantó la tentación, era la ocasión ideal para hacerlo. Se agachó como pudo, intentando no tirar ninguna escoba y de no hacer ruido. Erika entendió al instante lo que su amiga estaba por hacer y pasó su pierna izquierda por encima del hombro de Xamira. No fue fácil hacerlo en un espacio tan estrecho; pero lo consiguió.
Así su vagina quedó ofrecida, para que Xamira hiciera lo que se le diera la gana. Y por supuesto, lo que más ganas tenía de hacer era chuparla. Se lanzó sin más preámbulos y le dio un fuerte chupón al clítoris. En ese instante Erika pensó que todo eso de dar vueltas desnuda por la escuela la había puesto muy cachonda, tanto como para aceptar una buena chupada de concha por parte de una mujer. Se maravilló con el talento que desarrolló Xamira para esta práctica. Su lengua se movió rápido, con seguridad, y exploró cada milímetro de su sexo, por dentro y por fuera. Los gemidos de Erika no tardaron en llegar, sin embargo no le preocupó demasiado, las profesoras ya se habían marchado y era obvio que no iban por ellas. Podía relajarse, allí nadie las descubriría.
La lengua de Xamira se movió ansiosa, quería disfrutar al máximo de cada segundo que pudiera pasar con Erika. No quería admitirlo pero últimamente sus amigas la calentaban cada vez más y varias veces fantaseó con la idea de chupársela a todas… hoy se estaba dando el gusto de hacerlo con una más.
El disfrute terminó de golpe, cuando la puerta del escobero se abrió. Tanto Erika como Xamira se quedaron petrificadas mirando a quien las había descubierto infraganti. No tardaron en identificarlo, era uno de esos personajes anónimos que siempre deambulan por el instituto: el conserje.
—Ah bueno… ¿qué tenemos acá? —Dijo el hombre, con los ojos desencajados. Se trataba de un tipo algo bajito, no debía medir ni un metro setenta. Hombros y cuello anchos, manos pesadas, de piel ligeramente oscura y un corte de pelo militar, bien rapado a los lados y un cepillo por encima.
—Emm… podemos explicarlo —dijo Erika, mientras Xamira se ponía de pie.
—No hay nada que explicar, ya lo entendí todo. Sabía que ustedes andaban en algo raro. ¿Les gusta pasear desnudas por el instituto y coger a escondidas? Es un lindo juego, lo admito. ¿Por qué no me invitan? A vos te conozco bien, flaquita… te llamás Xamira ¿cierto? Uf… en persona estás más buenas que en las fotos que subís a internet. Y vos… Erika, a vos también te vi mil veces. Las mejores tetas del instituto y… mirá lo que son. Impresionante. Dan ganas de apretujarlas todas. Sigan, chicas… sigan. No hace falta que paren por mí.
Las dos amigas intercambiaron miradas, estaban confundidas. No esperaban este tipo de reacción por parte del conserje, de hecho… no esperaban ninguna reacción de su parte.
—Pará, calmate un poquito —dijo Xamira—. No estamos acá para hacerte el show erótico. Solo estamos buscando nuestras mochilas.
—Ajá… ¿y pensaron que las iban a encontrar si se escondían en un escobero… y se chupaban las conchas? Yo sabía que eran lesbianas, si hasta se les nota en la cara. Tu noviecita, Siara, debe estar muy contenta de poder comerse un caramelito como vos —añadió mirando a Erika de arriba a abajo.
—¿Por qué todo el mundo piensa que es mi novia? Carajo… y dejá de mirarme las tetas… y la chichi. —Erika intentó cubrirse con las manos—. Necesitamos ayuda, de verdad. Alguien nos robó las mochilas mientras estábamos en el vestuario.
—Sí, y vamos a hacer la denuncia —dijo Xamira—. El primer nombre que vamos a mencionar es el tuyo —leyó la etiqueta en el uniforme verde oscuro del tipo—. Rogelio Zapata.
Esto hizo que el conserje se pusiera muy tenso. Su sonrisa picarona se esfumó en un segundo. Sabía muy bien que en un instituto con tanto “niño rico” no tendría ni chances de zafar de esa situación. Si alguien lo denunciaba, por el motivo que fuera, se quedaría sin trabajo de inmediato.
—Está bien, está bien… les creo —dijo Rogelio—. No son las primeras chicas a las que le hacen esta bromita. Sus cosas deben estar en el vestuario de las piletas.
—Sí, nos imaginamos que estarían ahí —dijo Xamira—. ¿Podrías llevarnos hasta allá?
—Solo si van ustedes por delante —volvió a sonreír.
—Baboso degenerado —le dijo Erika.
Aún así ella salió y comenzó a caminar frente al tipo, no le gustaba ni un poquito tener que hacerlo; pero tampoco tenía más alternativas. Solo quería que esta pesadilla terminara lo antes posible. Podía sentir los ojos de Rogelio hincados en su culo y sabía que él podría verle la concha asomando por abajo, un efecto que Erika suele encontrar muy simpático en las mujeres; pero que ahora lamentaba. No quería que ese hombre le mirase sus zonas privadas.
A Xamira pareció no molestarle tanto, caminó con seguridad, como si estuviera completamente vestida.
—¿Así que esto ya lo viste antes? —Preguntó.
—Sí, varias veces. No siempre intervengo, a veces solo me quedo mirando a las chicas de lejos, es lindo verlas caminar desnudas. En especial a las que están más buenas. Déjenme decirles que hasta ahora ustedes son las dos más lindas que vi. La última no me gustó tanto, era la Bengoechea. Parece un tipo sin pija.
—¿A la vasca también le hicieron lo mismo? —Preguntó Erika.
—Sí, aunque antes le pegaron una buena cogida, en el vestuario del gimnasio. Le rompieron el orto. Gritó como una putita. Si hubiera sido una mina más… femenina, capaz que me sumaba. A Fermín no le molesta si me sumo.
A Erika le pareció sumamente desagradable que un conserje, que debía tener casi cincuenta años, se sumara en los juegos sexuales de Fermín y terminara cogiendo pendejas de dieciocho o veinte años.
—¿Y qué sabés sobre los jueguitos de Fermín? —Preguntó Xamira.
—¿Por qué? ¿Vos también tenés ganas de que te rompan el culo? Estoy seguro de que ese culito ya aguantó bastante castigo. La puta madre… tenés un orto impresionante, flaca.
—Dejá mi culo en paz si no querés que te rompa la cara a patadas —le dijo Xamira. El tipo siguió sonriendo de forma socarrona—. Contanos lo que sepas de Fermín, o denunciamos eso también.
—Ahí no van a poder hacer nada. Fermín está protegido, deberían saberlo muy bien. Se podría coger a todas las putas del instituto y nadie haría nada.
—Nosotras sí pensamos hacer algo —aseguró Erika—. Ay… dejá de mirarme el culo por cinco segundos, por favor. Me estás poniendo nerviosa.
—Las cosas que haría con ese culo. Las dos están para llenarlas de pija.
—Me caías mejor cuando no hablabas —dijo Xamira—. Bien que ahora te hacés el macho cogedor, pero cuando nos ves en los pasillos durante las clases no te animás ni a mirarnos el culo. Te aterra que alguna pendeja te denuncie por degenerado? ¿O simplemente te da miedo hablarnos?
—Es cierto —dijo Erika—. Ahora se hace el macho porque sabe que estamos en desventaja. Sino se mearía encima antes de dirigirnos la palabra.
Rogelio Zapata apretó la mandíbula con fuerza, le habían dado un golpe bajo. Todo lo que dijeron esas chicas era cierto. A él le encantaba mirar a las alumnas del instituto, pero le aterraba hablarles. Se conformaba con seguirlas en las redes sociales y masturbarse con las fotos picantes que publicaban. Llevaba unas semanas siguiendo atentamente a Xamira y ya le había dedicado varias pajas. No podía creer que ahora la estuviera viendo completamente desnuda y en persona. Debía mantener la calma y disfrutar de este momento tanto como fuera posible.
—Falta poco para el área de las piletas —anunció—. Pero no van a poder entrar.
— ¿Por qué no? —Preguntó Xamira—. ¿Acaso no pensás ayudarnos?
—Sí que las puedo ayudar, pero la puerta ya debe estar cerrada. Y yo dejé mi tarjeta magnética en mi casa.
—¿Vivís lejos de acá? —Preguntó Erika.
—No, de hecho vivo en este mismo edificio. Mi departamento está al fondo de ese pasillo, y después a la izquierda. Si quieren ir a buscar la tarjeta, yo espero acá.
—Mmm… ¿esto no será parte de alguno de los jueguitos de Fermín? —Preguntó Xamira.
—No, claro que no. Dejé la tarjeta arriba de la mesa, la van a ver ni bien abran la puerta. No es ningún jueguito.
—No confío en él —dijo Erika, irritada porque ahora el tipo le estaba haciendo un escaneo intenso en las tetas.
—Yo tampoco. Hagamos una cosa… voy yo. Si no vuelvo en diez minutos…
—No, no, no… yo no me quedo sola con este baboso, ni loca. Voy yo. —Aseguró Erika.
—Puede ser peligroso…
—Lo sé; pero si me agarra Fermín o alguno de sus amigos, voy a gritar. Vos tenés más fuerza que yo, y sabés pelear. Va a ser mejor que los sorprendas. En cambio, si te agarran a vos primero, yo no puedo hacer nada.
—Tiene sentido… —dijo Xamira.
—Qué paranoicas que son —dijo Rogelio, ahora se estaba fijando en la concha de Xamira. Había visto fotos de ella hasta el límite, y esta era la primera vez que podía verla completa—. Les digo que no pasa nada.
—Más te vale —le dijo Erika—. Bueno, ya vuelvo. Si escuchás un grito, buscame lo más rápido que puedas.
—Andá con cuidado.
Erika dobló por el pasillo más cercano y la perdieron de vista. Debía hacer unos cuantos metros hasta el fondo y allí buscar el departamento del conserje. Xamira quiso calcular mentalmente cuánto tiempo le llevaría eso cuando se percató de que Rogelio Zapata tenía un celular en la mano.
—¿Me estás sacando fotos? —Preguntó, irritada.
—Sí… ¿te molesta?
—Por supuesto… nunca te di permiso para hacerlo. Dejá de apuntarme con la cámara.
—No te pongas así, flaca. Subís cosas bien subiditas de tono a Twitter, todo el instituto ya te conoce las tetas y el culo. Yo solo quiero un recuerdo de este hermoso día. Además, las estoy ayudando. Creo que me merezco una recompensa.
—Lo hubieras pensado antes de decirnos dónde está la tarjeta magnética, ahí quizás hubieras conseguido algunas fotos; pero ahora… no te necesitamos.
—Sí que me necesitan. Porque la tarjeta necesita un código de cuatro dígitos —Xamira se puso pálida—. ¿Cuánto pensabas pagar por el uso de la tarjeta?
Se sintió una estúpida. Por hablar antes de tiempo le ofreció una oportunidad inmejorable. Podía decir que no; pero algo la llevó a pensar que ese tipo no le daría el código hasta obtener algo a cambio… y debía dárselo rápido, antes de que viniera Erika. Era evidente que Rogelio Zapata sentía una atracción especial hacia Erika y Xamira no quería que se aprovechara de ella. Prefería hacerlo ella… al fin y al cabo, no sería la primera vez que debía posar desnuda frente a una cámara para obtener algo a cambio.
—Uf… está bien —dijo resignada—. ¿Cómo querés que me ponga?
—Así me gusta, que colabores. Date vuelta y poné las manos contra la pared.
Xamira hizo lo que el tipo le pedía. Rogelio se agachó detrás de ella y comenzó a tomar fotos de su culo.
—Abrí más las piernas… eso, así… que se te vea bien la concha. Ahora… abrite las nalgas, quiero ver bien ese culito. Uf… eso, cómo me gusta. ¿Ya te lo llenaron de pija, putita?
—No, nadie me dio por el culo, ni lo van a hacer. Eso está fuera de los límites.
—Sí, eso decís ahora… cuando te peguen una buena culeada te va a encantar. Te aseguro una cosa, Xamira… ese culo tan lindo que tenés no va a llegar virgen a fin de año. Y ahora, con su permiso, me voy a cobrar el uso de la tarjeta magnética.
Xamira no tuvo tiempo de apartarse, sintió la verga de Rogelio apuntalándose en la entrada de su concha y solo atinó a ponerse en puntitas de pie cuando este falo, ya erecto, la penetró. Debió imaginarlo, el conserje no se conformaría con un par de fotos, buscaría más. Instintivamente ella quiso apartarse, pero una pesada mano sobre su hombro derecho la obligó a pegar la cara y las tetas contra la pared.
La penetración fue dolorosa, no sabía exactamente cuál era el tamaño del miembro del conserje; aunque sí podía decir, sin lugar a dudas, que era bien ancha. Sintió cómo su concha debía esforzarse para dejar pasar semejante pedazo de carne.
—Uy… despacito… ay… me duele…
—¿Te gusta mi verga, flaquita?
—Callate… pelotudo.
—Vamos, estoy intentando hacer las paces con vos —dijo, mientras retrocedía, solo para ganar potencia y embestirla otra vez. Xamira chilló de dolor y la verga entró hasta la mitad—. Con las fotitos que estás subiendo a internet se nota que andás en busca de pija. Bueno, acá la tenés… ¿Querés que te la meta toda?
—Hacé lo que tengas que hacer y dejame en paz… auch… despacito que la tenés muy ancha.
—¿Te gusta que sea ancha? ¿Eh? A algunas putitas como vos les encanta mi verga. —Comenzó a mover rápido la pelvis, generando penetraciones cortas pero potentes—. Y no te pongas mal, no sos la primera que se deja coger a cambio de un favor.
—¿A quién más se la metiste así? —Quiso saber Xamira.
—Mmm… ¿te gusta el chisme? La última fue una putita del club de arte, una tal Agustina. La vi vagando en concha por el instituto, igual que vos… se dejó coger para que la ayudara a salir. Muy servicial la putita. Me comió la verga, se puso en cuatro… y hasta entregó el orto.
—Ni sueñes que yo te voy a entregar el orto —dijo Xamira, mientras toleraba esas potentes embestidas que estaban despertando instintos sexuales en su cuerpo. No quería admitirlo; pero la verga del conserje se sentía demasiado bien.
—¿Pero la concha sí?
—Eso sí… ahí metela toda…
—Epa… así me gusta más, que la pidas.
—No te la estoy pidiendo, pelotudo. Solo digo que lo único que vas a obtener por la clave es la concha, nada más. Y apurate, antes de que venga Erika.
—Si querés que me apure, te tengo que dar fuerte.
—Uf… está bien, dame fuerte… solo… no me lastimes. Dame tiempo a dilatar mejor… ay… te pedí tiempo… ay… ay…
—¿Así te gusta, putita? —Preguntó Rogelio, dando duras embestidas. Su verga ya entraba al completo y salía toda cubierta de flujos vaginales—. Estás bien mojadita, ya te va a entrar mejor, y te va a gustar. Uff… no puedo creer que esté cogiendo con vos, no sabés las pajas que me hice mirando tus fotos.
—Sos un asco… auch…
Xamira agachó la cabeza en el estrecho espacio que tenía para maniobrar. Intentó trasladar su mente a otra parte, no porque le resultara desagradable lo que hacía Rogelio, sino todo lo contrario. Le estaba gustando tanto que tenía miedo de escucharse a sí misma diciendo algo como “Dame más duro”.
Apenas unos segundos más tarde esta mecánica acción se vio interrumpida por un grito. Era Erika, Xamira no tuvo dudas de eso.
Le dio un codazo a Rogelio y lo apartó.
— Erika! —Exclamó, al mismo tiempo que salía corriendo—. Erika, ya voy.
Otro alarido, esta vez sonó más cerca.
Xamira llegó a la esquina y justo antes de doblar se produjo el impacto. Algo le pegó en la cabeza, cayó al suelo aturdida y sintió un gran peso sobre su cuerpo. Luego algo suave impactó contra su cara. Le llevó unos segundos determinar que se trataba de una de las tetas de Erika y que en realidad había chocado contra ella.
—Ay… mi cabeza… auch… —se quejaba Erika, con un chillido infantil—. ¿Estás bien, Xamira?
Las dos estaban en el suelo, Xamira boca arriba y Erika sentada sobre ella. Para Rogelio fue una imagen muy erótica y aprovechó para tomarles una foto.
—Sí, sí… yo estoy bien —aseguró Xamira—. ¿Qué te pasó a vos? ¿Viste a Fermín o alguno de sus amigos? Si es así, dejame… que los cago a trompadas.
—No, no… nada de eso. Vi… em… no sé lo que ví —Erika estaba pálida, giró la cabeza en dirección al pasillo por el que había corrido. No había nadie allí. Estaba completamente vacío, hasta el final—. Creo que vi un fantasma.
— ¿Qué? ¿De qué hablás?
—Ay, no… no… otra vez no, la puta madre que lo parió —dijo Rogelio. De pronto él también se puso pálido—. Tenemos que salir rápido de acá, vamos… vamos…
Erika ni siquiera preguntó por qué el tipo tenía la verga afuera y el celular en la mano, lo único que pudo entender era que él estaba tan asustado como ella.
—Vos también lo viste, ¿verdad?
—Sí… lo vi dos veces… y no quiero verlo una tercera. Salgamos de acá, ahora mismo. Ya…
—Esperen, ¿de qué mierda hablan? Los fantasmas no existen —aseguró Xamira.
—Sí existen —respondió Erika—. Y yo acabo de ver uno.
—En la reunión dijiste que los fantasmas no son reales —le reprochó Xamira, mientras se ponía de pie.
—Lo dije por Siara. A ella le molesta que crea en fantasmas… y no sé si creo. Digamos que mantengo la mente abierta. Y te juro que vi un fantasma. Estaba ahí, en el mismo pasillo de tu departamento Rogelio; pero del otro lado.
—Ay, no… está cada vez más cerca de mi casa. Voy a tener que llamar a un cura, para que me dé alguna protección.
A Xamira le pareció que Rogelio se estaba tomando todo el asunto del fantasma muy en serio.
—Leticia Franco nos habló del fantasma —dijo Erika—. ¿Alguna vez te comentó algo?
—Sí, sí… sé que ella también lo vio. Pobrecita, casi se muere del susto.
—Ella nos pidió que investiguemos el caso —continuó Erika—. Le dijimos que no porque parecía algo… ridículo. Ahora sé que hablaba en serio.
—Muy en serio —Rogelio comenzó a caminar en dirección de las piletas y las chicas lo siguieron—. Varias personas vieron lo mismo… y ya les digo, yo lo vi dos veces.
Xamira vio la tarjeta magnética en la mano derecha de Erika y se le vino una brillante idea a la cabeza. Si ellas tuvieran esa tarjeta en su poder, podrían abrir prácticamente cualquier puerta del instituto.
—Rogelio, te propongo algo —dijo Xamira—. Nosotras podemos investigar el asunto del fantasma.
—¿Podemos? A mí no me metas —dijo Erika, asustada—. Yo no quiero saber nada con ese fantasma.
—Estoy segura de que no es un fantasma, porque no existen —sostuvo Xamira—. Y vas a querer averiguar qué es, para poder dormir tranquila.
—Puede ser —aceptó Erika.
—¿De verdad lo van a investigar? —Preguntó Rogelio—. No sé qué van a descubrir, pero cualquier respuesta es mejor que nada.
—Sí, lo podemos hacer… incluso podemos averiguar por qué está cada vez más cerca de tu departamento —Xamira quería meterle algo de miedo—. Pero a cambio queremos la tarjeta magnética y la clave.
—No, ni hablar… no puedo darles la tarjeta. Podría perder el trabajo, o peor… podría ir preso.
—Tranquilo, Rogelio. Nadie nos va a descubrir con la tarjeta… además la necesitamos para investigar lo del fantasma.
—Sí, me imagino que solo aparece de noche, cuando todos se fueron —dijo Erika, que ya había entendido las intenciones de su amiga.
—Eso es cierto.
—Y supongo que vos tendrás una copia de la tarjeta, por seguridad —dijo Xamira.
—Eso también es cierto —Se quedó quieto un segundo y luego dijo—. Muy bien, la clave es 1234.
—Dios, la seguridad de este instituto en un chiste —dijo Erika, poniendo los ojos en blanco.
Xamira tenía ganas de matarlo, se dejó meter toda la pija por una clave de mierda como “1234”. Debió sospecharlo desde el principio. Rogelio Zapata no era un tipo con muchas luces como para inventarse contraseñas complejas.
—Prométanme que van a investigar… y que apenas sepan algo me lo van a contar. Y tengan mucho cuidado con esa tarjeta. Ahora, si me disculpan, prefiero ir a un lugar más cercano a la capilla. Nos vemos y espero que tengan suerte al salir. Si alguien les pregunta, no me vieron… y al fantasma tampoco.
Rogelio salió a paso ligero. Erika y Xamira continuaron solas hasta el vestuario de las piletas. Efectivamente, sus pertenencias estaban allí. Se vistieron rápidamente y sintieron que habían recobrado un poco de su dignidad.
—Estos hijos de puta nos arruinaron una buena tarde de investigación —comentó Erika.
—No te preocupes por eso, salimos ganando. Ahora tenemos la tarjeta magnética, vamos a poder abrir el vestuario de los hombres, aunque lo cierren. Así vamos a poder averiguar qué carajo hacen ahí adentro, de noche.
—Seguramente no es nada bueno. Tenemos que contarle a Oriana lo del fantasma, pero no le digamos nada a Siara. Nos va a tratar de locas. Va a decir que perdemos el tiempo.
—No hablaba en serio cuando dije que lo íbamos a investigar.
—Hey, le prometimos a Rogelio que lo haríamos —dijo Erika, apelando a un sistema de honor muy extraño que solo ella podía comprender—. Además… tenías razón, no voy a poder dormir hasta que sepa qué carajo vi.
—Está bien, te voy a ayudar.
—¿Querés que te diga exactamente qué fue lo que vi?
—No, porque yo sí quiero dormir esta noche. Salgamos de acá antes que nos descubra alguien… o algo.
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