Cuando bajamos del colectivo nos fuimos en patota a una confitería a comer y tomar algo. El boliche que estaba de moda en esa época habría a la 1 y 30, pero recién a partir de las 3 de la mañana se empezaba a llenar, mientras deambulábamos por pubs y confiterías. Esa era nuestra "previa" de aquellos años.
No todo el grupo de chicos íbamos a los mismos pubs, pero sí nos encontrábamos todos en el boliche, ya que a la terminal volvíamos todos juntos, era más seguro
Con Martin, Amy y Andrés nos fuimos los cuatros a un pub donde la mayoría de los asistentes eran adultos, de 35 para arriba. Era raro ver chicos y chicas adolescentes ahí.
Apenas llegamos los veteranos nos clavaron mal la mirada a Amy y a mi. A los chicos eso parecía no importarles, pero nosotras nos intimidamos un poco. El lugar era oscuro, angosto y largo. Tenía una barra que ocupaba casi todo el fondo del local, y a ambos costados de la barra, las entradas a los baños.
Las mesas estaban contra las paredes, en el medio del pub estaba el espacio que algunos utilizaban como pista.
La parte más oscura era la que daba al baño de hombres, y casi contra la puerta del baño había una mesa con un par de sillas.
Nos instalamos en la barra, los cuatros, y de ahí observabamos el panorama.
Para nosotras era un lugar bastante aburrido en esa época, recuerdo que la música que se escuchaba era heavy más que cualquier otra ahí adentro. Pero con Amy le poníamos toda la onda, así que después de un par de cervezas nos decidimos a pasarla bien. Encaramos para la pista y nos pusimos a tratar de bailar aunque para bailar esos sonidos no eran de los más indicados.
No tardaron en aparecer los primeros veteranos a chamuyar, tipos de la edad de nuestros viejos, algunos bastantes zarpados. A varios los ignorabamos hasta que solos se alejaban, pero hubo uno que me perseguía por toda la pista invitandome a la barra a tomar algo. Amy insistía que vayamos, y le preguntó si no le molestaba que anduvieramos con nuestros hermanos. Obviamente, ni Martin ni Andrés era hermano de alguna de nosotras, pero eso el chabón no lo sabía. Llegamos a la barra y le presentamos a nuestros supuestos hermanos, que enseguida se prendieron al juego. Martin se hacía pasar por mi hermano mayor y Andrés por el de Amy.
Esa noche el veterano creo que arruinó su economía, porque el juego nos salió tan bien que lo hicimos pagar las birras hasta que amaneció. Aunque nada es gratis.
Cada tanto le decía a Martin que tenía una hermana muy linda, y me agarraba de la cintura. Al principio me resultaba un poco incómodo lo libidinoso del tipo, pero me fui acostumbrando, más que Martín me pedía al oído que lo calentara para que siga pagando.
En un momento empezó a sonar cumbia y fue gracioso como los metaleros invadieron la pista y todo se descontroló. Martin había ido al baño y el veterano aprovechó para sacarme a bailar. En la pista era presa fácil, me empezó a meter mano por todos lados, hasta que me partió la boca de un beso. En el fondo, el flaco no estaba mal y me había empezado a calentar las ganas que me tenía.
Cuando volvimos a la barra lo primero que hice fue contarle a Martín, pero ni se inmutó. Al contrario, me preguntó si me lo quería coger. Me dejó descolocada.
Seguimos los 5 tomando hasta que el flaco, del que no recuerdo el nombre, me invitó a sentarnos en la mesa que estaba cerca del baño de varones, previo pedirle permiso a Martín, mi hermano.
Obvio, que Martín aceptó, no sin antes mirarme con cierta complicidad y decirme que me porte bien.
No me quedó otra que ir a sentarme con quién nos estaba pagando los gastos de la noche, y el que tiene la billetera es el que manda. Esa noche lo aprendí.
Mi ocasional pareja no tenía intenciones de hablar demasiado, más bien quería recuperar cuánto antes su inversión, calculo que sabía que el hecho de que faltará poco para el amanecer disminuía sus chances de cogerse una pendeja que le había salido bastante cara si sacaba la cuenta de las birras pagadas.
Se sentó de espaldas a la barra y yo frente a él, la mesa quedó a mi derecha, arrimó su silla muy cerca de la mía, tanto que nuestras piernas se entrecruzaban. Se inclinaba para hablarme al oído y tocaba mis piernas que casi estaban desnudas por completas, ya que mi pollera apenas cubría mis muslos. Creo que nunca supe qué es lo que me decía, ya que desde mi posición podía ver a Martin, que seguía en la barra, su rostro iluminado de manera tenue por las lámparas dicroicas.
A pesar de la oscuridad que había en la mesa donde estábamos, noté que Martin también podía verme, ya que cada tanto me hacía una sonrisa, como de aprobación.
Después de la calentura que Andrés me hizo agarrar en el colectivo, y el morbo que me ocasionaba que Martín no lo supiera, la verdad era que tenía ganas de coger, y muchas. No costó mucho que aflojara y me dispusiera a pagar el alcohol consumido. En un momento nos estábamos besando, y el flaco ya se había instalado con sus dedos en mi concha, me hacía mojar de una manera que quería sentarme arriba de él y que me sacará de una vez la calentura. El pub era tan oscuro que nadie notaría nada, eso lo supe desde que entramos, es más creí que esa era la idea de Martin, ya que siempre fuimos bastantes pervertidos y ya nos conocíamos los gustos.
Entre dedos y besos me tomó de la nuca e hizo fuerza levemente para que baje a mamarsela, cosas que no es de mi agrado y nunca lo fue, pero me sentía tan puta que no me negué. Antes, miré hacía la barra buscando la mirada de Martín, que de nuevo me sonrió. Después, nada, la verga en la garganta y a aguantar, esperando que no acabe.
Por suerte no fue mucho, me levantó del pelo y me hizo sentar. Yo miraba hacia todos lados tratando de adivinar si alguien nos podía estar viendo, a parte de Martin y los chicos y chicas que atendían la barra, que sin duda tenían una vista privilegiada. Más me calentaba y más me gustaba la situación. El flaco sacó un forro y me dijo si me animaba a sentarme ahí adentro o prefería ir al estacionamiento, que tenía su auto. Obviamente ni loca me iba a ir de ahí sin Martin, así que le pedí que se ponga el forro. La expresión del chabón al oírme decir eso quedó en mi mente por mucho tiempo, no lo podía creer. Creo que era el sueño del pibe hecho realidad. Me subí sobre el, montandolo de frente y le dejé mis tetas en la cara prácticamente. Mi culo quedó desnudo totalmente, solo cubierto por sus manos que lo apretaban. Mi pollera era un pedazo de tela en mi cintura. En esa posición lo podía ver a Martin. Ahí fue cuando noté que Andrés Amy no estaban en la barra.
Martín sonreía y pude ver cómo levantaba su pulgar, como aprobando.
Les aseguro que fue uno de los orgasmos más intensos que he tenido, no tardé nada en acabar, y hasta creo que debo haber dado unos gritos que se perdieron entre la música del pub. Sonaba "Toro y Pampa" de Iorio, nunca me voy a olvidar.
Mi ocasional pareja no había acabado, ni tiempo le dí, así que apoyé las puntas de mis pies en el piso, levanté mi cuerpo, tome su verga sacándola de mi vagina y la apunte a mi cola. Mientras lo hacía en ningún momento le quité la mirada de los ojos, sé que eso los vuelve locos. El tipo no lo podía creer. No lo iba dejar sin acabar, se lo había ganado a fuerza de cervezas y algún que otro trago. Me fui sentando despacio, hasta que la verga pudo abrirse paso sin mayor dificultad. Cada tanto mojaba mis dedos con saliva y los pasaba por mi agujero y su verga. De paso sentía la carne en mi cola, que es algo que me encanta hacer.
Le agarré las manos y le hice separarme los muslos para sentirla toda. Cuando estube lista empecé a matarlo, primero despacito, meneando muy suave, como Martín me hacía cabalgarlo a él, después aumenté la velocidad y la intensidad, apretándolo con mi esfinter.
No duró mucho y me acabó de una. Yo no dejaba de mirarlo a Martín.
Cuando me bajé, miré hacía el costado y ahí estaban Amy y Andrés, en la misma mesa, de espalda a nosotros y mirando hacia la pista.
Me acomodé la ropa, fui a la barra, lo agarré de la mano a Martín y le pedí que nos vayamos.
Antes miré hacía la entrada de los baños y ahí estaba el veterano que me acababa de voltear, todavía en la misma silla y mirando hacia la pared.
No todo el grupo de chicos íbamos a los mismos pubs, pero sí nos encontrábamos todos en el boliche, ya que a la terminal volvíamos todos juntos, era más seguro
Con Martin, Amy y Andrés nos fuimos los cuatros a un pub donde la mayoría de los asistentes eran adultos, de 35 para arriba. Era raro ver chicos y chicas adolescentes ahí.
Apenas llegamos los veteranos nos clavaron mal la mirada a Amy y a mi. A los chicos eso parecía no importarles, pero nosotras nos intimidamos un poco. El lugar era oscuro, angosto y largo. Tenía una barra que ocupaba casi todo el fondo del local, y a ambos costados de la barra, las entradas a los baños.
Las mesas estaban contra las paredes, en el medio del pub estaba el espacio que algunos utilizaban como pista.
La parte más oscura era la que daba al baño de hombres, y casi contra la puerta del baño había una mesa con un par de sillas.
Nos instalamos en la barra, los cuatros, y de ahí observabamos el panorama.
Para nosotras era un lugar bastante aburrido en esa época, recuerdo que la música que se escuchaba era heavy más que cualquier otra ahí adentro. Pero con Amy le poníamos toda la onda, así que después de un par de cervezas nos decidimos a pasarla bien. Encaramos para la pista y nos pusimos a tratar de bailar aunque para bailar esos sonidos no eran de los más indicados.
No tardaron en aparecer los primeros veteranos a chamuyar, tipos de la edad de nuestros viejos, algunos bastantes zarpados. A varios los ignorabamos hasta que solos se alejaban, pero hubo uno que me perseguía por toda la pista invitandome a la barra a tomar algo. Amy insistía que vayamos, y le preguntó si no le molestaba que anduvieramos con nuestros hermanos. Obviamente, ni Martin ni Andrés era hermano de alguna de nosotras, pero eso el chabón no lo sabía. Llegamos a la barra y le presentamos a nuestros supuestos hermanos, que enseguida se prendieron al juego. Martin se hacía pasar por mi hermano mayor y Andrés por el de Amy.
Esa noche el veterano creo que arruinó su economía, porque el juego nos salió tan bien que lo hicimos pagar las birras hasta que amaneció. Aunque nada es gratis.
Cada tanto le decía a Martin que tenía una hermana muy linda, y me agarraba de la cintura. Al principio me resultaba un poco incómodo lo libidinoso del tipo, pero me fui acostumbrando, más que Martín me pedía al oído que lo calentara para que siga pagando.
En un momento empezó a sonar cumbia y fue gracioso como los metaleros invadieron la pista y todo se descontroló. Martin había ido al baño y el veterano aprovechó para sacarme a bailar. En la pista era presa fácil, me empezó a meter mano por todos lados, hasta que me partió la boca de un beso. En el fondo, el flaco no estaba mal y me había empezado a calentar las ganas que me tenía.
Cuando volvimos a la barra lo primero que hice fue contarle a Martín, pero ni se inmutó. Al contrario, me preguntó si me lo quería coger. Me dejó descolocada.
Seguimos los 5 tomando hasta que el flaco, del que no recuerdo el nombre, me invitó a sentarnos en la mesa que estaba cerca del baño de varones, previo pedirle permiso a Martín, mi hermano.
Obvio, que Martín aceptó, no sin antes mirarme con cierta complicidad y decirme que me porte bien.
No me quedó otra que ir a sentarme con quién nos estaba pagando los gastos de la noche, y el que tiene la billetera es el que manda. Esa noche lo aprendí.
Mi ocasional pareja no tenía intenciones de hablar demasiado, más bien quería recuperar cuánto antes su inversión, calculo que sabía que el hecho de que faltará poco para el amanecer disminuía sus chances de cogerse una pendeja que le había salido bastante cara si sacaba la cuenta de las birras pagadas.
Se sentó de espaldas a la barra y yo frente a él, la mesa quedó a mi derecha, arrimó su silla muy cerca de la mía, tanto que nuestras piernas se entrecruzaban. Se inclinaba para hablarme al oído y tocaba mis piernas que casi estaban desnudas por completas, ya que mi pollera apenas cubría mis muslos. Creo que nunca supe qué es lo que me decía, ya que desde mi posición podía ver a Martin, que seguía en la barra, su rostro iluminado de manera tenue por las lámparas dicroicas.
A pesar de la oscuridad que había en la mesa donde estábamos, noté que Martin también podía verme, ya que cada tanto me hacía una sonrisa, como de aprobación.
Después de la calentura que Andrés me hizo agarrar en el colectivo, y el morbo que me ocasionaba que Martín no lo supiera, la verdad era que tenía ganas de coger, y muchas. No costó mucho que aflojara y me dispusiera a pagar el alcohol consumido. En un momento nos estábamos besando, y el flaco ya se había instalado con sus dedos en mi concha, me hacía mojar de una manera que quería sentarme arriba de él y que me sacará de una vez la calentura. El pub era tan oscuro que nadie notaría nada, eso lo supe desde que entramos, es más creí que esa era la idea de Martin, ya que siempre fuimos bastantes pervertidos y ya nos conocíamos los gustos.
Entre dedos y besos me tomó de la nuca e hizo fuerza levemente para que baje a mamarsela, cosas que no es de mi agrado y nunca lo fue, pero me sentía tan puta que no me negué. Antes, miré hacía la barra buscando la mirada de Martín, que de nuevo me sonrió. Después, nada, la verga en la garganta y a aguantar, esperando que no acabe.
Por suerte no fue mucho, me levantó del pelo y me hizo sentar. Yo miraba hacia todos lados tratando de adivinar si alguien nos podía estar viendo, a parte de Martin y los chicos y chicas que atendían la barra, que sin duda tenían una vista privilegiada. Más me calentaba y más me gustaba la situación. El flaco sacó un forro y me dijo si me animaba a sentarme ahí adentro o prefería ir al estacionamiento, que tenía su auto. Obviamente ni loca me iba a ir de ahí sin Martin, así que le pedí que se ponga el forro. La expresión del chabón al oírme decir eso quedó en mi mente por mucho tiempo, no lo podía creer. Creo que era el sueño del pibe hecho realidad. Me subí sobre el, montandolo de frente y le dejé mis tetas en la cara prácticamente. Mi culo quedó desnudo totalmente, solo cubierto por sus manos que lo apretaban. Mi pollera era un pedazo de tela en mi cintura. En esa posición lo podía ver a Martin. Ahí fue cuando noté que Andrés Amy no estaban en la barra.
Martín sonreía y pude ver cómo levantaba su pulgar, como aprobando.
Les aseguro que fue uno de los orgasmos más intensos que he tenido, no tardé nada en acabar, y hasta creo que debo haber dado unos gritos que se perdieron entre la música del pub. Sonaba "Toro y Pampa" de Iorio, nunca me voy a olvidar.
Mi ocasional pareja no había acabado, ni tiempo le dí, así que apoyé las puntas de mis pies en el piso, levanté mi cuerpo, tome su verga sacándola de mi vagina y la apunte a mi cola. Mientras lo hacía en ningún momento le quité la mirada de los ojos, sé que eso los vuelve locos. El tipo no lo podía creer. No lo iba dejar sin acabar, se lo había ganado a fuerza de cervezas y algún que otro trago. Me fui sentando despacio, hasta que la verga pudo abrirse paso sin mayor dificultad. Cada tanto mojaba mis dedos con saliva y los pasaba por mi agujero y su verga. De paso sentía la carne en mi cola, que es algo que me encanta hacer.
Le agarré las manos y le hice separarme los muslos para sentirla toda. Cuando estube lista empecé a matarlo, primero despacito, meneando muy suave, como Martín me hacía cabalgarlo a él, después aumenté la velocidad y la intensidad, apretándolo con mi esfinter.
No duró mucho y me acabó de una. Yo no dejaba de mirarlo a Martín.
Cuando me bajé, miré hacía el costado y ahí estaban Amy y Andrés, en la misma mesa, de espalda a nosotros y mirando hacia la pista.
Me acomodé la ropa, fui a la barra, lo agarré de la mano a Martín y le pedí que nos vayamos.
Antes miré hacía la entrada de los baños y ahí estaba el veterano que me acababa de voltear, todavía en la misma silla y mirando hacia la pared.
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