Como el pueblo en el que vivíamos era muy pequeño, con mi grupo de amigos íbamos al boliche de una ciudad que quedaba a 100 km de distancia. Nos tomábamos un cole que pasaba a las 22 horas y a las 23 y 30 horas estábamos en la terminal de la otra localidad.
Era una fiesta ese cole, todos riéndose y gritando! Éramos más de 15 adolescentes disfrutando a full de esa etapa, y Martín y Andrés, dos jóvenes atrapados en la adolescencia.
En unos de esos viajes nos sentamos los tres al fondo del micro, era una noche de verano y hacía muchísimo calor. Yo llevaba puesta una pollera corta que apenas cubría mis muslos y un top rosa de una marca que por esos años estaba de moda, Muaa, que me gustaba mucho como me quedaba, y que hace poco encontré entre la ropa que ya no uso.
En un momento del viaje, Martin dijo que se iba a dormir un rato a unos asientos desocupados, la noche anterior había estado hasta tarde preparando un final de derecho. Me dijo que "juegue" con Andrés sin irme al carajo.
Andrés se cambió de asiento y se sentó junto a mi, del lado de la ventanilla. Pasillo por medio, mi novio dormía o simulaba hacerlo.
Apenas se sentó a mi lado Andrés me dijo que estaba mortal con esa pollera, y cruzo el brazo entre mi cintura y el asiento. Por un buen rato viajamos así, con su mano recorriendo mi pierna. Hablábamos de todo y nos reíamos de todo. Hasta que un momento empezó a meter la mano entre mis muslos y el asiento. Me apretaba fuertemente y jugaba con mi tanga, trataba de adivinar el color y eso nos divertía. Me pidió al oído que me incline un poquito hacia adelante, y yo recordé a Martin diciéndo que juegue sin irme al carajo, seguro que eso era calentarnos pero no coger. Me incliné un poco, fingiendo querer mirar a Martín como para hablarle, pero el roncaba. Andrés aprovechó para humedecer un dedo y empezó a jugar con mi agujerito del culo. Jugó por un buen rato hasta que empezó a meterlo despacio y hasta el fondo. Yo me puse de costado, casi recostada sobre el apoya brazo que daba al pasillo, que estaba apenas iluminado por una lucecita roja que marcaba el inicio de las escaleras del micro.
Así, en esa posición, Andrés me pajeaba la cola, primero con un dedo y luego con dos. Yo deseaba que me meta los dedos en la concha que no me daba más de mojada, pero estaba muy entretenido con mi orto y en todo el viaje nunca dejo de pajearlo. Cada tanto lo miraba a Martin, pero seguía dormido. Nunca había tenido contacto sexual con otra persona sin que Martín formara parte de eso, está era la primera vez.
Andrés jugó con mi cola hasta que el cole llegó a la primer rotonda y las luces se encendieron.
Yo me acomodé la tanga haciéndome la boluda y lo desperté a Martin. Recuerdo que me senté con él y me tiré en sus brazos dejando mi cola expuesta para que Andrés, del otro lado del pasillo la pudiera ver mejor.
La próxima les cuento cómo terminó esa noche, que la recuerdo a la perfección a pesar de que pasaron ya 16 años exactos.
Era una fiesta ese cole, todos riéndose y gritando! Éramos más de 15 adolescentes disfrutando a full de esa etapa, y Martín y Andrés, dos jóvenes atrapados en la adolescencia.
En unos de esos viajes nos sentamos los tres al fondo del micro, era una noche de verano y hacía muchísimo calor. Yo llevaba puesta una pollera corta que apenas cubría mis muslos y un top rosa de una marca que por esos años estaba de moda, Muaa, que me gustaba mucho como me quedaba, y que hace poco encontré entre la ropa que ya no uso.
En un momento del viaje, Martin dijo que se iba a dormir un rato a unos asientos desocupados, la noche anterior había estado hasta tarde preparando un final de derecho. Me dijo que "juegue" con Andrés sin irme al carajo.
Andrés se cambió de asiento y se sentó junto a mi, del lado de la ventanilla. Pasillo por medio, mi novio dormía o simulaba hacerlo.
Apenas se sentó a mi lado Andrés me dijo que estaba mortal con esa pollera, y cruzo el brazo entre mi cintura y el asiento. Por un buen rato viajamos así, con su mano recorriendo mi pierna. Hablábamos de todo y nos reíamos de todo. Hasta que un momento empezó a meter la mano entre mis muslos y el asiento. Me apretaba fuertemente y jugaba con mi tanga, trataba de adivinar el color y eso nos divertía. Me pidió al oído que me incline un poquito hacia adelante, y yo recordé a Martin diciéndo que juegue sin irme al carajo, seguro que eso era calentarnos pero no coger. Me incliné un poco, fingiendo querer mirar a Martín como para hablarle, pero el roncaba. Andrés aprovechó para humedecer un dedo y empezó a jugar con mi agujerito del culo. Jugó por un buen rato hasta que empezó a meterlo despacio y hasta el fondo. Yo me puse de costado, casi recostada sobre el apoya brazo que daba al pasillo, que estaba apenas iluminado por una lucecita roja que marcaba el inicio de las escaleras del micro.
Así, en esa posición, Andrés me pajeaba la cola, primero con un dedo y luego con dos. Yo deseaba que me meta los dedos en la concha que no me daba más de mojada, pero estaba muy entretenido con mi orto y en todo el viaje nunca dejo de pajearlo. Cada tanto lo miraba a Martin, pero seguía dormido. Nunca había tenido contacto sexual con otra persona sin que Martín formara parte de eso, está era la primera vez.
Andrés jugó con mi cola hasta que el cole llegó a la primer rotonda y las luces se encendieron.
Yo me acomodé la tanga haciéndome la boluda y lo desperté a Martin. Recuerdo que me senté con él y me tiré en sus brazos dejando mi cola expuesta para que Andrés, del otro lado del pasillo la pudiera ver mejor.
La próxima les cuento cómo terminó esa noche, que la recuerdo a la perfección a pesar de que pasaron ya 16 años exactos.
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