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Compendio III
Otro de los motivos por el que no había escrito en tanto tiempo fue que perdí mi musa inspiradora: originalmente escribía cuando estaba lejos de Marisol…
Pero cuando la sientes cada mañana cómo se mete bajo las sábanas y te despierta de la manera más agradable y dulce que un hombre puede recibir, honestamente empiezas a cuestionarte qué cosa puedes narrar que ya no le hayas dicho en persona.
Sin embargo, ha habido cambios poco y nada relacionados con la pandemia y que considero pertinentes reportar antes de retomar la escritura.
Para empezar, Sonia (mi jefa, mejor amiga y madre de mi hijo Bastián) me designó al cargo de “Administrador Regional Supervisor de Equipos Mineros” (Regional Mining Equipment Oversight Manager), dado que mi equipo se encarga de supervisar las adquisiciones y distribución del equipamiento minero de nuestra compañía, además de la revisión de las propuestas de mantenimiento.
Aunque suena un cargo rimbombante, la verdad es que está compuesto por 5 personas aparte de mí: La preciosa rubia y angelical Hannah se encarga de supervisar la costa oeste; Alan, que cubre la costa este; Kevin, supervisor de nuestra oficina en Adelaide; Y acá en Melbourne, mi gran amigo Nelson me ayuda con el circuito local, mientras que Gloria se encarga de revisar las normativas medioambientales de las filiales en todos los territorios.
Si usted leyó mi bitácora de “7x7”, probablemente reconozca muchos de estos nombres. Pero si no lo ha hecho, no es un requisito.
Segundo, gracias a la pandemia y a la “pequeña desavenencia” que tuve con la administración de mi compañía, me encuentro trabajando desde casa, lo que ha sido una bendición, en el sentido que puedo dedicar más tiempo al cuidado de mis hijas: Verito y Pamelita ya cursan el cuarto, Bastián pasó a segundo y Alicia ingresará al kinder este año.
Pero ya pasando a lo bueno, la razón porque empecé a escribir bitácoras ha sido mi esposa Marisol.
Con sus 29 años, sigue siendo el motor de mi vida: 1.70 de altura, cabello castaño, ojos verdes, piel blanquecina, labios finos, pómulos rosáceosy redondos, un lunar coqueto en su mejilla derecha que se esconde cuando sonríe y 98-62-92, si nos vamos por el resto de sus medidas anatómicas.
Trabaja de profesora de Historia en una reconocida escuela para señoritas de Melbourne y este último tiempo se ha especializado en los cursos “más complicados” respecto a disciplina.
Aun así, lo más llamativo de ella es que disfruta que yo le sea infiel, lo cual se ha vuelto una especie de “problema”, en el sentido que mientras estamos juntos y/o con mis hijas, no me fijo en otras mujeres.
Es decir, Marisol todavía se enfada porque yo no presto atención cuando otras mujeres me tiran indirectas. Pero lo más curioso es que mi pequeña Pamelita, quien también padece cierto grado de Asperger, se da cuenta que lo que me dice su madre es cierto.
En particular, no me encuentro la gran cosa: Mido 1.80, tengo cabello negro y corto (aunque con más canas), ojos cafés, labios normales y nariz respingada. Físicamente, tampoco encuentro que destaque mucho: Marisol dice que tengo hombros amplios, pero tampoco tengo tanta musculatura; soy delgado, con algo de panza, aunque por pasar gran parte del día sentado, acudo al gimnasio para estirar mi espalda y para trotar (el tráfico de Melbourne impide trotar grandes distancias) 2 veces a la semana.
Pero para mí, Marisol es estupenda: Mi ruiseñor tiene una mirada inocente que cautiva junto con su sonrisa, aunque mantiene un cuerpo que incita bastante al pecado.
En su juventud, mi esposa sufrió acoso sexual de parte de los amigos borrachos de su padre, por lo que adquirió una aversión general hacia los hombres, aunque todo esto cambió cuando nos conocimos, dado que nunca pude percatarme que ella sentía algo por mí hasta el día que me besó (Y en cierta medida, refleja mi situación actual).
Puesto que esto ocurrió 13 años atrás, mi relación con ella me ponía en una posición complicada ante la ley (A pesar de que contaba del apoyo de mi suegra) y traté de manejar la situación de la mejor manera posible que una persona “nerd, nerviosa y responsable” puede hacer, hasta que eventualmente perdimos la virginidad juntos.
Para ese entonces, tanto ella como yo teníamos demasiados instintos reprimidos y una excelente química sexual para aliviarlos. Hoy en día, son contados con una mano los días al año que no tenemos relaciones. Y es que haber debutado a los 28 años con una chica tan fogosa como ella terminó liberando mis manos de manera descabellada.
Por lo mismo, y en vista que nuestras hijas nos han sorprendido corriéndonos mano mutuamente en varias ocasiones (al punto que tengo sospechas que a veces nos espían), les hemos tenido que explicar que lo hacemos porque nos gustamos demasiado con su madre y que ellas podrán hacerlo una vez que empiecen a vivir juntos con alguien que les guste.
Para Marisol, el morbo de ser sorprendida en el acto le excita demasiado (ya sea por nuestras hijas o por desconocidos). Y yo, que disfruto de ver a mi esposa caliente como una gata, trato de complacerla de la manera más discreta posible.
Por las tardes, luego que tanto ella como las niñas regresan de la escuela, quedamos con un intervalo de unos 20 minutos donde nuestras hijas ven sus caricaturas favoritas.
+ ¿Y qué quieres hacer? ...- pregunta ella, con una mueca nerviosa y caliente, al notar nuestra breve ventana de independencia.
Rápidamente, le salto encima y me la llevo a la cocina, donde nos besamos desaforadamente. Entierro mi rostro en sus preciosos senos, mientras que mi mano la dedean sin misericordia bajo sus faldas.
+ Espérame… Espérame… que yo también quiero hacerte sentir bien…- medio jadea a mitad del ataque.
Entonces se agacha y desesperada, me desabrocha el pantalón, para empezar a mamarme de una forma despampanante.
Como mencioné, nuestra ventana de tiempo es bastante limitada y por lo mismo, Marisol aprovecha de masajearse uno de sus pechos con una de sus manos, mientras que con la otra se masturba sin cesar, mirándome con ojos de putita que le encanta mamar verga.
Cuando ya veo que quedan 10 minutos, la tomo de los antebrazos y le gesticulo el reloj, por lo que ella se coloca en posición sobre el mueble donde guardamos la mercadería.
+ ¡Apúrate, por favor! – me suplica ella, meneando su tentadora colita.
Y en menos de 10 segundos, debo tomar la decisión más difícil de todo el día: cola o vagina.
Si le doy por la cola, Marisol tiende a gemir más fuerte, porque lo disfruta más. Pero si le doy por la vagina, queda más desarreglada y más justos de tiempos, porque yo lo disfruto más.
Independiente de la decisión, mi esposa queda con sus pechos afuera, manoseados en todo su esplendor. Pellizco sus areolas y tiro de ellas, haciendo que mi cónyuge deba morderse más los labios, mientras que su cola se menea por cada fiera embestida que le doy, a medida que le trato de lamer el cuello de la manera que más le excita.
Como podrán imaginar, no es un problema que yo dure poco en el sexo (después de cenar, pasamos casi 2 horas cogiendo). Pero es el morbo de hacerlo en un límite corto de tiempo y que las niñas no nos descubran lo que hacen una experiencia enviciante.
Cuando siento que me vengo, le agarro de la cintura y se la clavo con fuerza. Mi señora mira para el techo, con sus labios sepulcralmente sellados, para no dejar escapar su placer y yo acabo en su interior, para minimizar las manchas lo más posible.
Con 2 o 3 minutos de ventaja, nos arreglamos mutuamente y nos besamos, agradeciéndonos el buen rato que nos hicimos pasar.
· Mamma, ¿Qué estabas comiendo? –Nos preguntó nuestra sagaz Verito en una oportunidad que nos sorprendió en la cocina.
Marisol tenía un trazo de mis babas conectando el labio con sus mejillas.
+ ¿Qué estaba comiendo…? - preguntó, mirándome complicada en la mentira.
- Yogurt. - respondí, con la respuesta más obvia para salir del paso.
Verito se entusiasmó…
· ¿Hay yogurt?
+- ¡No! ¡No! - respondimos en coro.
- Lo que pasa es que encontré un yogurt en botella para que mamá lo probara. – le respondí de la forma más paternal posible.
Aun así, pude darme cuenta de que mi hija no me creyó…
· ¿Y es rico?
Marisol untó su dedo en la mejilla y sensualmente, lo saboreó mirándome a los ojos.
+ ¡Delicioso! ¡No lo cambio por nada!
De más está decir que a partir de entonces, empecé a comprar botellas de yogurt al por mayor…
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