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El siguiente nivel (VII)




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Luego de esa breve charla que no debió haber tardado más de 20 minutos, volvimos al departamento. La sorprenda de Brenda fue mayúscula al abrir la puerta.

o  Madre, ¿Qué estás vistiendo?

·   Brenda, ¿Qué haces aquí?

o  Te dije que olvidé mi teléfono en el baño. ¿Por qué estás vistiendo así?

·   ¿Qué tiene de malo? Es mi día libre y puedo vestir como quiera.

o  Sí, madre… pero no cuando tenemos visitas. – gesticuló tensa hacia la puerta.

El siguiente nivel (VII)

Aunque traté de saludar con normalidad, la verdad es que incluso a mí me dejó sin palabras: Sarah usaba un conjunto de sports bra y shorts tan menudo y apretado, que perfectamente podría habernos recibido en ropa interior y nos habría causado el mismo impacto.

Y aunque por breves segundos, Sarah quedó avergonzada al verme, me pareció que montó la actitud que usa en su trabajo para salir del entuerto.

·   Brenda, tú misma has dicho lo mucho que te disgusta que desperdiciemos agua al abrir el grifo. Que cada gota, por pequeña que sea, cuenta para salvar el medioambiente. – citó textualmente su madre.

o  Es verdad, madre, pero…

·   Le pedí al vecino que viniera, porque tiene buena voluntad. – prosiguió Sarah implacablemente, sin dejarla refutar. – Sabes bien que he hablado muchas veces con el conserje del edificio y que las veces que viene el handyman, no me gusta las miradas que nos da.

o  Sí, madre, tienes razón, pero…

·   Y, además, tú sabes que mi agenda de tiempo es muy agitada y necesito tiempo para mi práctica de yoga. Entonces, ¿Por qué te quejas de que él venga a hacer la reparación?

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Brenda nos miraba a los 2 con aflicción. Por una parte, su manera sumisa de ser le impedía alzarse contra su madre. Por la otra, no quería dejar en evidencia la reveladora vestimenta de su madre. En cambio, Sarah se notaba levemente más confiada, al enfocar el tema a la reparación en sí, por lo que decidí romper el silencio.

-    Esperen. ¿Dicen que es el grifo del lavamanos que está goteando?

Las 2 asintieron.

Me llevaron al baño, que todavía mantenía una atmósfera vaporosa. Era un baño pequeño de visitas con forma de pasillo, de 1x5, aproximadamente, donde el excusado se ubicaba en un espacio al lado de la puerta; el mueble principal, donde estaba el lavamanos, y al otro extremo, la ducha.

Mi pene, levemente amodorrado, ganó consistencia al pensar que ambas angelicales doncellas se desnudaban en esos estrechos aposentos.

En efecto, abrí la llave en cuestión y claramente goteaba. Solté un suspiro de molestia…

-    Creo que sé qué es lo que tiene. – les dije no de buena gana. – No es difícil de arreglar, pero sí es engorroso. Lo malo es que no he visto de estos repuestos en la ferretería.

Con honestidad, confesé que, si el sistema era el mismo al que usábamos en mi país, bajo el grifo había una golilla de goma que debía haberse desgastado o en el mejor de los casos, solamente movido. Les conté que donde Marisol y yo vivíamos, debíamos hacer ese tipo de reparaciones regularmente, dado que el calcio presente en el agua carcomía frecuentemente esas gomas.

Lo que era peor: ni siquiera tenían un tamaño estándar, dada la versatilidad de los diferentes tipos de plomería, por lo que, si no la reparaba en esos momentos, significaría tener que viajar a la ferretería.

Cuando les pregunté si sabían dónde estaba la llave de paso, perfectamente les pude haber preguntado en portugués y me habrían entendido igual. Y es que, sin ánimos de estereotipar, veía muy difícil que alguna mujer como ellas tuviera el interés de supervisar al gordo libidinoso que hacía los arreglos en los departamentos, sin olvidar que la cultura australiana en sí ya ha dejado de realizar ese tipo de simples reparaciones domésticas, para privilegiar el tiempo en el trabajo.

Por lo mismo, como si yo fuera un sabueso, empecé a rastrear la pared en busca de la mencionada llave de paso, la que me llevó al estanque del excusado. Sobre ella, había un calzoncito negro con una cinta blanca en la cintura, cuya dueña apresuradamente fue a buscar para quitarla de mi vista.

o  Espere, espere, espere…-solicitó Brenda, moviéndose apresurada.

Mientras que ella me miraba avergonzada, le sonreí de forma comprensiva.

-  Cuando han visto al handyman trabajar, ¿Dónde ha trabajado?

Las 2 apuntaron abajo del lavamanos. Les sonreí de vuelta y me metí debajo del mueble, buscando la llave de paso.

·        ¿Comprendes, Brenda, por qué decidí llamarlo a él? – escuché a Sarah mientras yo cerraba el paso del agua. –Él es un verdadero hombre, que sabe bien lo que debe hacer. Va directo al grano, a resolver el problema y no lo termina, hasta que quedas completamente satisfecha.

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Si ella no lo hubiera dicho como una puta calenturienta, Brenda no me habría mirado con la sapiencia y desamparo que su madre se me tiraría encima apenas ella se fuera del edificio.

Pero, por otro lado, también me miraba con comprensión y algo de envidia que así fuera…

Por ese motivo, no me extrañó que tomase su celular y se fuera, sin despedirse de ninguno de los 2.
Dicho y hecho, apenas se escuchó la puerta, Sarah se tiró a mis labios.

·        ¡Te extrañaba! – dijo ella, mientras yo sacaba la cubierta del grifo.

-   Sarah, ahora no…- respondí, tratando de quitármela de encima.

·            ¡Vamos, Marco!... anoche casi no dormí, tocándome y pensando en ti. – respondió ella, agarrándome del pantalón.

Me volví a ella y la besé, sentándola en el excusado.

-  ¡Lo sé! – le confesé riendo. –Pero si no arreglo esto, no podrán lavarse las manos. Dame 15 minutos máximo y seré todo tuyo.

Hizo un mohín de molestia y aceptó. Pero a pesar del entrenamiento que me dio mi padre arreglando dichas emergencias domésticas, nunca me había preparado para realizarlas con una exuberante abogada australiana rubia masturbándose sentada sobre el excusado.

-   Falta poco. – le dije al remover la condenada goma y ver que, en efecto, estaba intacta, por lo que volví a colocarla en su lugar.

·        … a mí también… a mí también…-respondió con un gemido lujurioso y jadeante.
 
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Rearmé el sistema y comprobé que efectivamente, no filtraba.

-         ¡Listo! Avísame si vuelve a gotear…

·        Si te demoras más, la hubiese roto yo misma. – protestó ella, metiéndose el dedo de forma demencial. – Ahora, arregla mi gotera.

(Now, fix my leak!)

Su frase sonó tan cursi, que no pude evitar reírme. Pero, por otro lado, se veía tan bonita, tierna y molesta, abierta de piernas, que no dudé en besarla.

-         ¿Así que me querías solo para ti? - le pregunté, tomándola en brazos como los recién casados.

Se sorprendió que la levantase de esa manera, pero sus ojos seguían perdidos en los míos, respondiendo afirmativamente con su cabeza y sus enormes ojos celestes contemplándome con atención.

La llevé hasta su dormitorio, depositándola suavemente sobre su cama. Luego, la fui besando suavemente, mientras que ella se prendía de mi cuello, dejando mis manos manosearla a mis anchas.

-         ¿Querías saber qué es lo que hago con Marisol por las noches? – le pregunté, introduciendo mis dedos a través de su vagina empapada bajo su obscenamente lascivo pantalón de yoga.

Ella respondió con un suspiro arrebatador, a medida que su precioso cuerpo se tensaba al sentir mis dedos hurgueteando por su interior.

-  ¿Y por qué te conformas con tan poco? Si puedo hacerte sentir mejor todo lo que queda del día.

Sus ojitos celestes miraron encantadas mi sonrisa benevolente, pero en realidad, quería tirármela hasta dejarla satisfecha.

Habían pasado ya 3 años que no le preguntaba a Marisol si me dejaba hacerle el amor el día entero. En realidad, no lo había hecho, porque mi linda esposa quedaba completamente desecha y adolorida cuando lo hacía.

Sin embargo, no era la misma situación con Sarah: había pasado 20 años en que se había concentrado en su enviciante trabajo, con un paupérrimo amante que le permitió engendrar a Brenda, por lo que si bien, 2 horas en el hotel eran suficientes para dejarla satisfecha por medio mes, ella ni siquiera podía imaginar cómo serían 8 horas consecutivas…

·        ¡Espera! – espetó tratando de contenerme, mientras la masturbaba incesante con mis dedos, haciéndole retorcer las piernas. -  Pensé que usarías tu boca…

Me detuve y le sonreí.

-  ¡Esos son los sábados por la mañana! -  respondí, besando sus mejillas y perdiéndome en su pulsante y agitado escote. – me despierto temprano y la lamo hasta que mis hijas despiertan para pedir el desayuno.

Se contorsionó entera, comprendiendo que para mí y mi esposa, el sexo formaba una parte tan fundamental del día como una caricia.

O bien, pudo haberse dado cuenta que, cuando nos juntábamos esos sábados, ya había satisfecho a mi esposa hasta rebosar, muchísimo antes de encontrarnos.

Una vez que inserté mi pene en su mojadísimo interior, me concentré en liberar sus prisioneros pechos de su estrecha prisión, saboreando profundamente sus tetillas.

-  ¿Te gusta? - le pregunté, tras darle mi primera estocada.

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Ella respondió con un suave suspiro placentero, aun abrazada de mis hombros.

-   ¿Hace cuanto la deseabas? -consulté, sacudiéndome lenta y profundamente en su interior.
Sarah parecía implorar por aire…

·        Ahhhggghhh… hace mucho… haaaa…tu esposa… aaaggghhh… no paraba hablar… haaa… de ella… todo el tiempo.

Empecé a subir el paso de mis embestidas, a modo de galope. Sarah parecía apenas poderlo aguantar.

-  ¿Y era como la imaginabas?

Hizo un ligero estertor, como si la estuviese desgarrando.

·        Mhmmmm… no… ahhahgh… es mucho mejor… aaaaaah… es grande… mhmmmm… gruesa… aaaugh… la puedo sentir toda en mí…

Subí nuevamente el ritmo. La cama se sacudía tempestivamente, de la misma manera que sus contundentes senos. Sarah se quejaba sin cesar, disfrutando de cómo cada una de mis arremetidas la desgarraban por dentro.

-  Quieres mi semen, ¿Cierto?...¿Quieres que te rellene por dentro?

Sus ojos se cerraban, sintiendo cada uno de mis incesantes impactos.

·        Sí… sí… lo quiero… -respondió,esclavizada por el placer.

-  Porque aún puedo embarazarte. –le dije, haciéndole alcanzar un leve orgasmo. – aunque use condón o tomes pastillas, igual puedo embarazarte.

Apegó sus manos a mi cintura, sin intención de dejarme escapar.

-  Incluso… puedo darte gemelos…como nos pasó con Marisol… la primera vez que lo hicimos así…

En esos momentos, tenía una lucha conmigo mismo, por no alcanzar el orgasmo antes de tiempo.

Sarah no cooperaba, agarrándome las nalgas con fuerza,mientras que mordía despacio el contorno de mis hombros y sus imponentes senos eran una masa pulsante y sudorosa, yaciendo entre nosotros.

·        Ahhhghhh… yo quiero… yo quiero…

-   Podría darte el hermanito que Brenda nunca ha tenido. - le dije, en el momento más álgido.

Nos besamos apasionadamente, y lo dejé fluir, aferrándome a su cintura con saña. Como si buscase rebalsar su vientre con mi leche.

Ella, por su parte, se afirmaba fuertemente a mi cintura, como si buscara que inyectase todos mis jugos en su vientre, apretujándome cada vez más fuerte, luego de cada estertórea embestida.

Reposamos un rato, besándonos y dándonos caricias, hasta que recuperamos un poco el aliento.

-   ¿Estás lista? ¿Quieres ir otra vez? – le consulté, tomando su mentón y obligándola a mirar mis ojos.

Los celestes ojos de Sarah se veían levemente aterrados, considerando que lo que ni siquiera había salido de ella empezaba a recuperar su vigor.

-   La tarde recién comienza…- le dije, girándola sobre mi cintura, para que en esta oportunidad, fuese ella la que me cabalgara.


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1 comentarios - El siguiente nivel (VII)

eltrozo896 +1
Otro hermanito para Brenda y las peques
metalchono
Jaja. No, no fue así. Además, imagínate: yo ahora recién me puedo integrar en la vida de Bastián. Pero no te niego que si me encontrara a una de ellas, le daría un buen remember