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Me gustaría empezar contando la anécdota que pasó con mis hijas y la laptop, en vista que hoy están más grandes y no quiero que pase al olvido.
Recuerdo que esa vez, Marisol se enojó más que yo con las pequeñas, reprendiéndolas y diciéndoles que mi computadora no era un juguete y “lo costoso que saldría repararlo” (factor que me jugaría en contra esa noche, al recalcarle que esos tiempos ya pasaron y que su discurso se parecía mucho a los que daba su tacaño padre cuando éramos solteros, con lo que la hice llorar).
Pero por otro lado, quedé asombrado con la deducción de Verito, quien resultase la “mente maestra” de dicha travesura.
Ella me explicó sollozando que me quería ayudar. Ella quería preparar algo rico para la cena y pensó en panqueques. Pero prudentemente, mi hija decidió emplear “cosas que sí podían tomar” (dado que, en la cocina, les tenía prohibido tomar ollas y utensilios eléctricos, porque se podían lastimar, cortar o quemar), decidiéndose por la mayonesa y mi computadora.
Trataba de no reírme cuando ella me confesó que no pudo encontrar la harina y la azúcar para armar el postre. Pero también destacó que Pamelita, nuestra hija con Asperger, le pidió que se detuviera.
Las pequeñas discutieron un poco, pero al final, Verito decidió que lo harían en mi computadora porque “a lo mejor, nadie más en el mundo se le ha ocurrido hacerlo…”
Con las 2 llorándome a dúo, me preguntaron si realmente había sido tan grave todo (en vista que ellas sabían que la empleaba para trabajar, puesto que hacían sus actividades del day-care en ese entonces conmigo, al estar Marisol copada con sus clases), a lo que les fui sincero y les respondí que no sabía, puesto que no pude encender mi computadora.
Pero tampoco le di mayor importancia, en vista que la memoria del disco parecía estar bien y porque estaba adelantado semana y media con mis proyectos.
Contacté a mi jefa Sonia y le expliqué la situación (haciendo que ella también se riera) y me dijo que tuviera paciencia, porque no estaba segura de cómo estaba operando el área de servicio técnico, pero que lo más seguro sería que Maddie (La jefa de Recursos Humanos) me terminara descontando días de mi sueldo (algo que sí pasó), lo que me venía sin cuidado y ante la eventualidad que Nelson o Gloria tuvieran un problema que no pudiesen arreglar por su cuenta, podían contactarme por el celular y en el peor de los casos, recurrir a la laptop de Marisol.
Por ese motivo, nos costó encontrar esta parte de la historia, dado que estaba almacenada en la laptop de mi esposa.
Pues bien, para el siguiente sábado, estábamos empezando a “tener problemas con nuestra coartada”. En general, la situación de la pandemia en Australia no se disparó más allá del 10% durante los primeros meses, por lo que si bien, nuestros vecinos de 3era edad estaban agradecidos con nuestro gesto, sus propios familiares empezaron a responsabilizarse de los gastos.
Sin embargo, ese sábado, Sarah estaba a pedir de boca: usaba unas calzas grises, apretadas, que se apegaban como una segunda piel; un sports bra del mismo color y diseño, con un amplio escote, donde sutilmente se destacaban la sombra de sus tetillas, complementado con un cortaviento verde abierto, que aparte de disimular sus bondades pectorales, destacaban su tersa retaguardia.
Pero eso no era todo: su labial rosado cautivaba con el fruncimiento de sus labios, el rosado de sus mejillas proyectaba un aura de inocencia, sus celestes ojos miraban con cierta travesura, y su cola de caballo dorada la destacaba de una manera escultural.
· ¿Qué? Dijiste que debía verme más casual…- sonreía coqueta, sugerentemente llevándose el índice a la cercanía de la boca.
Incluso en el auto, la situación no daba lugares para especulaciones, puesto que sus senos perfectos se sacudían ante el más leve de los movimientos, dejando en claro que no llevaba sostén abajo y lo mismo sucedía con sus pantalones, que no mostraban seña absoluta de lencería.
Por supuesto que ella disfrutaba de la atención brindada por mis ojos.
De hecho, lo que más recuerdo fue que cuando llegamos a la recepción del hotel, se acercó cordialmente al mueble, arrastrando impune y despreocupadamente su delantera sobre la superficie de este, felicitando al dueño del local por las preciosas terminaciones en los techos y el buen gusto por los faroles, dejándonos tanto a él como a mí sin palabras al ver tanta carne moverse sin cuidado de su dueña.
En la habitación, la dinámica ya era completamente distinta: nos besábamos sin reparo, con ella frotando su opulenta delantera sobre la mía y guiando mis manos hacia sus nalgas, para luego abrazarme por encima de los hombros.
· Tenemos algo pendiente. – me dijo, mirándome embelesada y en un tono cautivador.
(we have something pending.)
Mientras seguíamos besándonos, aproveché de meter mis manos por debajo de su pantalón deportivo, confirmando que no llevaba nada debajo. Por su parte, ella metió su mano soltando mi bragueta y empezando a acariciar suavemente con ambas manos lo que se ocultaba bajo mis calzoncillos.
Aprovechando que quería despojarme de mis pantalones, los deslizó entre mis piernas, metiendo mi falo entre sus sensuales labios, cuya lengua se encargaba de palpar mi dureza.
Por mi parte, apresuraba la exploración de mis dedos por su agujero posterior, con la sorpresa que el índice y el del corazón ingresaban con mayor facilidad. A causa de esto, paró de chuparme brevemente y a jadear de forma rasposa.
- Veo que me has hecho caso. – le dije, estirando sus nalgas lo más posible.
· Sí… he sido una niña buena…-respondió entre jadeos.
(Yes… I’ve been a good girl)
Y aunque es malo admitirlo, su tono de voz salió tan agudo, que mi pene emitió un latido al pensar que lo pudo haber dicho Brenda.
No se opuso cuando me puse a lamerlo. Claramente, su ano se podía dilatar mucho más que al inicio.
- ¿Y cómo lo has hecho? – le consulté, mientras metía y sacaba mis dedos con relativa facilidad.
Contenía sus gemidos cerrando sus labios y una vez que me retiraba, soltaba una especie de ronco rezongo.
· Tuve que ser creativa. –respondió, soltando un suspiro de aire. – No encontré nada de tu tamaño… por lo que tuve que usar una zanahoria grande y gorda.
(I didn’t find anything of your size… so I had to use a huge, thick carrot.)
Su sensual comentario me dio otro respingo en el pene.
Aunque años atrás, se lo había dicho a Hannah la última vez que estuvimos juntos en faena durante esa larga cabalgata sexual, lo había hecho más por bromear. Pero cuando tiempo después, el tarado de Douglas, su marido, me confirmó que Hannah no podía pasar por la sección de frescos sin mirar los plátanos y las zanahorias por un buen tiempo, me hacía pensar que quizás estoy más dotado de lo que creía.
- Entonces, es hora de la cosa real. - le informé.
La conminé a seguir hasta el sillón, pidiendo que apoyara sus brazos en el respaldo como la última vez, sin descuidar un misero segundo ni de sus labios ni de sus níveas nalgas.
Aproveché su posición para lamer su mojadísima vagina, de la cual manaban gruesas y pegajosas gotas y su botón palpitante se apreciaba completamente distendido. A su vez, jadeaba más caliente al sentir que usaba sus propios jugos con mis dedos, al improvisar el lubricante para su ano.
- Esto puede doler un poco. – le advertí, al presentar mi cabeza con su oquedad.
A pesar de su práctica, el avance fue lento para ella, pero no por eso demasiado doloroso. Era claro que estaba estirando sus tejidos, pero sus gemidos eran más de alivio que de dolor.
· Es enorme. – respondió al sentir mi cabeza adentro.
Por mi parte, no podía sentirme mejor: tenía a la feroz e intimidante abogada de al lado, madre de Brenda, que durante 20 años no había tenido sexo y en esos momentos, la tenía sodomizada por el trasero, jadeando por sentir más.
Pero una vez más, el pensamiento que más se quedaba en mi cabeza era “la madre de Brenda”, “la madre de Brenda”.
Brenda, la que Marisol aconsejó sobre cómo perder su virginidad. Brenda, la que se masturbaba todo el día producto de la pandemia. Brenda, la chica ojerosa, famélica por la verga de su primer novio.
Y empecé a encularla con más fuerza, mientras que mi cerebro tenía una crisis existencial. ¿Cómo era posible que deseara a su hija, si la madre era incluso más sensual?
· Ahhh… Ahhhh… Ahhhhh…
¿Si sus pechos todavía eran pequeñitos, comparadas con las ubres de su madre?
· Ohhhh… Ohhhhhh… ¡Sí!... ¡Agarra mis pechos!... ¡Por favor!...
Y finalmente, cayeron las piezas en mi cabeza: todos los comentarios que Marisol me hacía sobre cómo me miraba y me sonreía nerviosa se vinieron a mi mente: Las veces que la encontraba durmiendo indefensa y a medio vestir, cuando se quedaba a cuidar a las niñas…
· ¡Ohhhh, sí!... ¡Ohhhhhh, sí!...¡Rómpeme el culo!... ¡Rompe mi culo!
La manera en que me miró colorada esa vez que detuve el ascensor y le confesé que me había acostado con Pamela.
· ¡Oh, dios!... ¡Oh, dios!...¡Estás tan adentro!...
Cómo trató de excusarse, diciendo que no nos escuchaba.
· ¡Oh, dios!... ¡oh, dios!...¡Dame más!... ¡Máaas!...
¿Ella también nos escucha?
· ¡Ahhhhh!... ¡Ahhhhhh!...¡Ahhhhh!
¿Se masturbará por nosotros?
· ¡Es tan caliente!... ¡Ahhh!...¡Ahhhhh!... ¡Ahhhhhh!
¿Pensará en mí o en su novio?
· ¡Ahhhhh!... ¡Me estás quemando el culo!...
(You’re burning my ass!!)
¿Nos escuchará como la puta de su mamá?
Y ahí, volví con ella, metiéndole el pene hasta el fondo y acabando de una forma desenfrenada.
· ¡Ahhhhhhh!... ¡Ahhhhh!...¡Ahhhhh!
La sexy abogada chupa vergas.
· ¡Me estás quemando por dentro!...
La que finge averías, para tratar de follarme.
· ¡oh, dios!... ¡oh, dios!... ¡Te sigues corriendo!
La que hace 20 años que no cogía con nadie.
· ¡Ahhh!... ¡Ahhhh!... ¡Ya no puedo más!
La que reclamaba celosa, porque Marisol gemía mientras hacíamos el amor.
Colapsó agotada en el asiento. De alguna manera, su sports bra se liberó (probablemente, fui yo) y sus ubres colgaban suavemente.
Los 2 nos recompusimos en el asiento, sonriéndonos satisfechos. Todavía me cuestionaba haber alcanzado el clímax pensando en su hija. Pero no pasó mucho rato para que una de sus manos empezara a agarrarme el pene. Luego, por iniciativa propia, empezó a darme una mamada, en vista que mi pene apenas se había inmutado.
“Si así chupa la madre, cómo lo hará la hija.” No pude evitar cuestionarme.
Luego, se montó sobre mí. Sus cálidos y sudorosos pechos perfectos quedaban en mi rostro, mientras nos besábamos con pasión. Y, aun así, no podía parar de pensar en los tiernos pechos de Brenda.
Sarah empezó a jadear a medida que le chupeteaba el pezón, pero no podía parar de pensar si acaso el novio de Brenda le había comido los pechos. Si esas virginales tetillas habían sido mancilladas y mordidas.
Sin embargo, cuando nos metimos a la ducha, yo ya estaba en mi lugar: Tomaba a Sarah en la ducha, masajeando sus pechos sin dudar.
Ni siquiera cruzaba en mi mente que Brenda hiciera eso. Probablemente, se los acariciaba brevemente, sintiendo su propio calor virginal y juvenil, cuando se duchaba y se sacaba el jabón. A lo sumo, se le hinchaban un poco con el calor del agua. O cuando masajeaba la base de sus senos, que Marisol dice que es lo primero que debe lavarse minuciosamente. Lo más seguro es que ni siquiera supiese sacarse orgasmos por los pechos, al pellizcarse los pezones, tironeárselos o masajeárselos… a menos que Marisol se lo hubiese enseñado, claro.
Cuando salimos de la ducha, Sarah me dio un beso coqueto en la mejilla.
· Lo que hiciste con mis pechos fue sublime. – señaló, mirando descaradamente mi palo y llevándose una mano a la boca, como si no hubiese tenido suficiente.
Su comentario me dejó desconcertado. ¿Hice algo con sus pechos?
En el camino a casa, no podía parar de mirarle los pechos cada vez que llegábamos a un semáforo. Bajo el sports bra, todavía se marcaban los gruesos pezones, los cuales probablemente debían ser mucho más grandes que los de Brenda, que ni siquiera debían estar completamente desarrollados.
· ¡Ya! ¡Arranca! – me señalaba divertida, una vez que cambiaban la luz del semáforo.
Cuando llegamos al estacionamiento, nos besamos con completa libertad, con mis manos agarrando esas divinas y coquetas nalgas y con ella, envolviéndome con sus brazos por encima de los hombros. Ya no había tantos miramientos. Una de las ventajas de la pandemia era que la gente con suerte salía de sus casas y mucho menos, a esa hora.
· ¡Me gustaría pedirte algo imposible! – suspiró romántica.
(I’d like to ask you something impossible)
- Dime.
Ella sonrió coqueta.
· Me gustaría saber qué siente tu esposa al pasar la noche entera contigo. – comentó, jugueteando con los botones de mi camisa. – Hay veces que tú y ella hacen tanto ruido… que tengo curiosidad sobre lo que hacen.
Le sonreí de vuelta, perdiéndome en su sonrisa perfecta y sus ojos celestes.
· Pero sé que es imposible. –continuó, soltando un suspiro lastimero. – Tú y tu esposa están juntos todo el tiempo… y Brenda apenas sale del departamento.
Brenda. Mi maravillosa Brenda. No pude evitar sentir palpitar mi pene un poco al escuchar su lindo nombre. ¿Qué rayos me pasaba?
Nos besamos una vez más, aprovechando la soledad del estacionamiento. Le entregué la bolsa de las compras, imaginando qué pensará la inocente Brenda al ver que su madre siempre trae papel higiénico cuando sale conmigo. ¿Sospechará de algo más?
Y como siempre, acordamos de vernos en 2 semanas más…
Sin embargo, gracias a las labores de inteligencia y logística de mi esposa, su “sueño imposible” se haría realidad en 7 días… junto con el mío.
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1 comentarios - El siguiente nivel (V)
Mis manos arden como dos leños,
Llenas de tierra, parecen despedazarse.
El sol observa iracundo,
Mientras las masas escarban los caminos.
Volveré sobre mis pasos,
La luna despertará en la noche,
Y soñaré con el fluir de tu sangre,
Hidratan