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Compendio I
(Nota de Marco: hola a todos que todavía han seguido mi bitácora. Es increíble ver que pasaron 4 años desde la última vez que escribí sobre 7x7,pero debo terminarla, porque Marisol quiere que empiece una nueva etapa de mi vida… en donde le vuelva a ser infiel nuevamente… tras 2 años de relativa“calma”. Pero sigo siendo una persona con muchas obsesiones y complejos y aunque dejé esta serie “durmiendo” por tantos años, debo finalizarla para obtener paz mental. De antemano, muchas gracias)
Recuerdo que era un día al principio de semana. Un martes o un miércoles. Estábamos en la oficina de Sonia revisando unos informes y ya faltaba poco para salir.
o Ugh.- exclamó mi jefa, al levantar una carpeta y mirar el documento que había debajo.
- ¿Pasa algo?- pregunté.
o No, nada importante…-respondió, tratando de ignorarlo.
Pero estaba tan agotada de revisar informes y era algo que le causaba tanta molestia, que me tomó la mano y me pidió atención.
o Es que… ¿Sabes? ¿Conoces a Miles?
Tanto en esos tiempos como ahora, era bastante reservado para mis cosas. A pesar de llevar un puesto relativamente importante dentro de nuestra sucursal y que era uno de los personajes “pivotes” dentro de las juntas administrativas, en realidad no destacaba más de ser el asistente de Sonia.
Y seguramente por lo mismo, siempre he atraído la atención de ambiciosos (o bullies, como dirían mis pequeñas), quienes tratan de menoscabarme como persona.
Uno de esos personajes era Miles, que no estoy seguro qué cargo ocupaba, pero constantemente venía a nuestro piso, repartiendo documentos y encomiendas.
Era de tez morena, maceteado y con un cuerpo atlético, por lo que habiendo más de 60 empleadas en mi sección y siendo yo uno de los 4 hombres en el departamento, me volví el blanco de sus burlas en las reuniones de la compañía.
- Sí, lo conozco. -le respondí, sintiendo una punzada en las costillas.
Sonia sonrió al reconocer mi gesto, tras años de compartir amistad y a nuestro hijo Bastián.
o Pues, es la cuarta ocasión que me piden que lo amoneste. Se está propasando con las chicas y está empezando a ser un poco “cargante”…
- Entonces, deberías amonestarlo…
Y como es su costumbre, reajustó sus lentes de marco cuadrado, para mirarme más seria.
o Es que ese es el punto. -señaló, tomando el manual de comportamiento de la compañía. - La verdad es que he ido a Recursos Humanos y las denuncias son tan “vagas”, que no puedo reportarlo.
- Ya veo…
o Quiero decir que para jactarnos tanto que somos “un departamento que valoriza el rol de la mujer”, estas cosas se caen en el sistema, porque no son consideradas como “Acoso directo”- Aclaró ella, irónicamente sentándose sobre su escritorio y mostrándome sus infinitas piernas, como cuando ella busca “acosarme en su oficina” …
- ¿Y qué quieres que haga?
Nuevamente, me volvió a sonreír, presionando mi pecho con los dedos de su pie izquierdo bajo su sensual panty color negra…
o ¡Qué bueno que lo preguntas! -Sonrió ganadora y dominante. - También me he enterado de que le gustan las apuestas y jugar a las cartas.
También había oído de ello. Incluso en varias oportunidades, me ofreció que fuera a su departamento a jugar póker, idea que tampoco me atraía en ese entonces.
- ¿Quieres que juegue con él a las cartas? - consulté con incredulidad.
Ella también hizo una leve mueca con su cuello y boca.
o Sí…- reconoció no tan convencida.- Creo que alguien debería enseñarle una lección y ese deberías ser tú.
Para aquellos que han seguido estas historias, podrán entender por qué soy “el caballero de armadura blanca” de mi jefa…
Sin embargo, en oportunidades como esas, hasta yo me cuestiono la fe que me tiene.
- ¿Y qué quieres que haga? - Le pregunté por 2nda vez, todavía sin entender bien su idea. - Fueran juegos en línea, sería otra cosa. Pero jugar a las cartas, no es lo mío…
Me miró con una cara agria….
o ¡Vamos, Marco! - insistió, llevando su sensual pulgar del pie a la punta de mi nariz. - Ambos sabemos que tú no eres un novato para las cartas y que, si realmente te lo propusieras, podrías darle una buena pelea a cualquiera…
No podía debatirle ese punto, porque aparte de pasar gran parte de mi infancia jugando con mi padre con los naipes, aprendí algunas de sus estrategias y después, en la universidad, aprendí a contar cartas.
o Incluso, si todo eso falla, sé que puedes leer bien a las personas y eso… (me apuntó con su pie en mi barriga) en un juego como el póker, te debería dar ventaja.
- ¿Y qué quieres que haga? -pregunté por 3era vez, ya más resignado a su idea.
Sonia sonrió de la misma manera que lo hace Marisol cuando le compro un helado…
o Solo debes decirle que se juntarán este viernes.
Lo hablé con Marisol e inclusive Sonia le llamó por teléfono para informarle y por supuesto, mi ruiseñor aceptó. No así lo hicieron mis pequeñas,pero les prometí que trataría de volver por la noche…
Al día siguiente, se lo comenté a Gloria, que en esos días todavía era mi secretaria y a diferencia de mi esposa y de mi jefa, ella sí se preocupó por mí…
o ¡Por favor, jefe, no vayas! -me suplicó angustiada, sentándose descaradamente en mis piernas y colgándose de mi cuello esa mañana, luego de entregarme los informes.
- ¿Por qué?
o Porque he escuchado que Miles se ha quedado con sueldos de compañeros de su departamento y no me gustaría que te pasara a ti…- respondió, afirmándose en mi cuerpo y abrazándome, como si literalmente fuésemos amantes.
Pero ya no podía retractarme. El viernes, al salir del trabajo, pasé por el banco y retiré un tercio de mi sueldo, pensando que sería la cantidad adecuada para apostar…
Pues bien, por lo que tengo entendido, la minera donde trabajo paga buenos sueldos para sus empleados. Pero el estudio donde vivía Miles era deplorable.
Para empezar, estábamos en el subterráneo del edificio, en el departamento “D”. Segundo, contaba con un living/comedor y tras otra puerta, el dormitorio con el baño. Tercero (Y como era de esperarse), las ventanas eran del tipo rendijas, que dejaban ver la mitad del suelo del estacionamiento y el mínimo de luz ambiental. Por último, el mobiliario era deplorable: en el living, un sofá blanco de cuero, un televisor plasma de unas 20 pulgadas y nada más; la cocina era de estilo americano, pero con un refrigerador antiquísimo;uno de los primeros modelos de microondas creados en la historia; una cocina que se veía incluso peor que la que teníamos mi ruiseñor y yo cuando empezamos a vivir juntos; y como guinda de la torta, una mesa con 4 sillas, que con suerte era lo más elegante de toda la casa.
Aun así, no fue lo peor de esa jornada.
Había invitado a otro jugador que se llamaba Gerry, que no estoy seguro si trabajaba para la minera o no. Era un tipo delgado, más nerd y temeroso. La impresión que me daban era que, si Miles era “el tiburón que se la llevó”, como esa antigua canción decía, Gerry era una rémora que se comía sus sobras.
En lo que sí se podía lucir (y la estrella principal de esta entrada) era Doris: Una muñequita de ojos celestes de unos 25 años; alta, tipo metro setenta; cabello rubio y corto, parecido al que usaba Madonna cuando joven; senos pequeños; cintura delgada; trasero ovalado y piernas eternas.
Lo que más me acuerdo es que esa tarde, usaba unos bermudas celestes impactantes, que, aunque no la hacían ver voluptuosa, sí demarcaban su apetecible cola; y una sudadera blanca, vieja y desgastada, que si bien, era lo suficientemente para ocultarle el sostén, otra cosa sería en un concurso de camisetas mojadas.
Pues bien, cuando llegué, los ojos de Miles y de Gerry casi se salían de sus cuencas por codicia al ver la cantidad de dinero que traía yo, dado que, para esas partidas, con suerte apostaban la cuarta parte de lo que yo portaba…entre los 2.
Pero como mencioné, los problemas de esa velada surgieron desde el comienzo.
- Lo siento, yo no bebo cerveza.- Le dije a Doris, que relegada a una simple mesera, trajo 3 botellas.
Gerry y Miles se rieron a mis expensas…
Ø ¡Disculpa, amigo!... pero no tenemos Merlot, ni vodka…- se burló,riéndose a carcajadas y azotando la mesa.
- No, yo no bebo alcohol en lo absoluto.- les aclaré, manteniéndome serio, pero ellos estallaron a risotadas. Luego, mirando a Doris, pregunté. - ¿No tienes una soda?
Ella claramente simpatizaba con mi situación.
· ¡Lo siento! ¡No tenemos nada más!- intentó excusarse. - Pero puedo ir a comprar, si quieres…
Lo que menos quería yo era complicar una situación ya gravosa de por sí…
- Puedes darme agua de la llave…
Más risas de mis futuros contrincantes…
· ¡No puedo ofrecerte solamente agua!- respondió ella, escondiendo su bella sonrisa tras la bandeja, gesto que, aunque debería haberme enojado, lo encontré bastante coqueto e incluso sexy.
- ¿Y qué tal té?
(Miles llegó a soltar algunos gases de las risas por nuestro diálogo…)
· ¿Té? - preguntó incrédula.
- Sí, té. Sé que ustedes, los ingleses, son famosos por beber té…
Una vez más, la sonrisa le volvía a sobrepasar, pero tras serenarse, respondió:
· Bueno… tengo té de hierbas… que tomo cuando necesito tranquilizarme.
Le hice un gesto de aprobación y mientras calentaba el agua y me preparaba una taza, Miles cometió el error de mostrarme su mazo de cartas…
Fue la primera vez que vi un naipe erótico, bastante gastado y ellos todavía se reían cómo iba tomando una por una cada una de las cartas, tanto por delante como por detrás y estudiando cada uno de los diferentes diseños (mejor dicho, posturas) de las diversas caricaturas del mazo.
Para cuando el té humeante estuvo listo, había revisado el naipe entero para mi deleite.
Partimos relativamente lentos, dado que como yo había traído demasiado dinero, sus apuestas eran comparablemente diminutas.
Por mi parte, mantuve casi todas las partidas sorprendido e impresionado por las cartas, por lo que, aunque en las primeras veces perdí sin mucho esfuerzo, Miles y Gerry no eran capaces de distinguir mis gestos.
Fue alrededor de las 8 que empezamos a apostar más en serio. Ya me habían sacado un 30% de mi dinero y podía notar por qué Gloria me había advertido anteriormente: los 2 estaban coludidos en el juego.
Pero de la misma manera que había anunciado Sonia, empecé a leer sus gestos y a “desarmarlos” de a poco y por separado.
Al primero que desplumé fue a Gerry, que realmente no era una mente maestra. Sin embargo, para cuando lo hice, Miles tenía un poco más de la mitad de mi dinero.
Empleando su machismo de oficina, empezó a alzar y alzar los montos de las apuestas. No obstante, para esas alturas ya empezaba a reconocer sus mañas y poco a poco, iba recuperando mi dinero.
Eran cerca de las 11 y media de la noche que ya había tenido suficiente y quería volver a mi casa. Estábamos apostando 500 dólares, Miles tenía otros 300 y yo ya me quería retirar.
Ø ¡No, espera! ¡Aun no terminamos! - me dijo, tomando el lote casi con desesperación.
- Lo siento, pero estoy cansado…
Ø ¡Vamos, aún no termina! - insistía él, poniéndose más impaciente. -¿O tienes miedo?
Lo miré con asco…
- No, no tengo miedo. Pero ya fue suficiente: tuve un día pesado en la oficina y quiero volver a casa.
Ø ¡Lo sabía! ¡Eres un cobarde! - y empezó a cacarear, mirando burlonamente a Gerry, quien se reía por solamente seguirle el juego.
Le resté importancia y traté de ponerme de pie…
Ø ¡No te puedes ir! ¡Aún no hemos terminado! - me ordenó, forzándome con la mano sin dejarme ir.
Fue entonces que me di cuenta de que era un verdadero ludópata enfermo: sus ojos sanguinolentos me parecían los de un psicótico, que, aunque no me golpearía para robarme, sí lo haría porque me rehusaba a apostar.
No me quedó otra que volver a sentarme…
- Está bien. Será la última partida. ¿Por cuánto quieres ir?
Sin exagerar, se relamía los labios, salivaba y sonreía como un loco…
Ø Esta vez, iremos el todo por el todo…- dijo, apilando todo su montón en el centro de la mesa.
- ¡Ay, por favor! - respondí, al ver que esa estupidez con suerte llegaba a un quinto de lo que yo ya tenía.
Abrió su chaqueta y tiró unas llaves al pozo…
Ø ¡Te apuesto mi auto! - me dijo con la convicción que con su cacharro podría igualarme la apuesta.
- ¿Y qué voy a hacer con otro auto?- Le pregunté, alzando la voz en aburrimiento.
Al escuchar el alboroto, Doris se puso de pie y se acercó a la cocina…
- Si quieres apostar algo, que sea algo que valga la pena…
Nuestros ojos se encontraron por una fracción de segundo. Mi mente racional, procesando los valores asintóticos de las personas…
- Si quieres apostar, que sean 4 horas con tu mujer…
Los ojos de Doris se llenaron de pánico e indignación…
Por mi parte, cometí el error de creer que Miles actuaría como yo: aunque mi vida estuviera en juego o tuviera la mejor suerte del mundo, jamás apostaría a Marisol.
Miles chasqueó la lengua, miró a Doris y respondió:
Ø ¡Hecho!
Doris y yo nos volvimos a mirar. Ninguno de los 2 quería estar en ese lugar, pero ese enfermo codicioso no iba a parar.
Por supuesto que no quería seguir jugando. Estaba cansado, quería volver a casa y dormir. Solté la primera cosa que vino ami mente que me hizo creer que me sacaría de esa situación.
Lo más chocante de todo es que Miles revolvía las cartas con completa naturalidad.
· ¡Miles, no puedes apostarme como una cosa! Yo no soy…
Ø ¡Cállate! - le respondió con una mirada amenazante, como si reprendiera a un perro que se ensució en la casa, ofreciéndome el mazo para que lo cortara.
Doris y yo nos miramos nuevamente. Los 2 estábamos en una posición que no deseábamos estar…
Realmente, a esas alturas, estaba dispuesto a sacrificarlo todo. De haber sido por mí, le habría dado mi parte con tal que me dejara en paz...
Pero entonces, cayó en mis manos una señal: una de las cartas tenía una pequeñita mancha color marrón en las esquinas…
Y aquí, mi muy estimado y paciente lector, le ruego un poco de paciencia, dado que soy el primero en reconocer que lo que sucedió aquella noche es bastante difícil de creer. Pero permítame ilustrarle un poco mi perspectiva.
Para empezar, soy una persona obsesiva-compulsiva con la limpieza, al punto que no puedo dormir sabiendo que hay loza sucia en mi casa, por lo que una mancha, para alguien como yo, perfectamente podría tener nombre y apellido.
Segundo, poseo una buena memoria, al punto de que en mis años jóvenes, no tardé de más de una tarde en memorizar el listado de los 150 pokemónes, habilidad que fue bastante útil al memorizar la tabla periódica de los elementos.
Pero en esos momentos, capté lo que Sonia había querido decir días antes: que yo podía ganar la partida por medios no convencionales.
Cuando me senté, sonreí inconscientemente, gesto que molestó considerablemente a Miles. Y cuando empezó a repartir, no tenía necesidad de revisar mi mano…
Ø ¿No las vas a mirar? - me preguntó, al notar mi actitud.
En esos momentos, era “Neo” viendo la “Matrix” … o a menor escala, Emmet, en la película de Lego.
Negué y eso le irritó más.
Tal vez, creyó que me estaba dando por vencido y en cierta forma, era verdad, ya que, aunque 30% de mi sueldo es una suma considerable, Marisol y yo vivimos ahorrando constantemente y dado que no entramos en demasiados gastos, no me dolía sacrificar el juego.
Sin embargo, para un tipo como él, esa actitud lo desconcertó. Podía darse cuenta de que algo traía yo entre manos, pero no sabía qué…
Después de todo, según su perspectiva, yo no podía saber las cartas bajo mi mano, ¿Verdad?
Jugar de esa manera resultó emocionante y desafiante a la vez. Ciertamente, había memorizado un buen número de las cartas del viejo naipe, pero, aun así, había algunas que no conocía, para las que podía “contar”educadamente.
La mayor ventaja era que al ser solamente nosotros 2, podía distinguir claramente qué trataba de armar y qué cartas le servían (gracias a lo aprendido de mi padre), por lo que en una buena parte de mi juego consistió en “fregarle la mano”.
No sé cuántos turnos transcurrieron.
Seguimos jugando. Yo aún me rehusaba a mirar mis cartas, situación que lo empezaba a exasperar. Es difícil ser un abusón, si tu presa se rehúsa a seguirte el juego…
Quizás, lo más escalofriante de aquel juego era que yo pedía cartas y descartaba del mazo sin mirar, gesto que parecía azaroso y sin sentido, cuando en realidad, era calculado y mesurado.
Para estas alturas, los insultos y comentarios peyorativos ya no me importaban. Le miraba con los ojos de un cazador acechando a su presa…
Eso comenzó a jugar con su mente…
Y aunque no los veía, si Doris estaba tensa y ofendida al principio, ahora se sentía realmente intrigada por lo que estaba pasando.
Y lo mismo debía estar pasando con Gerry.
Incluso pude ver el momento en el que se preparaba a asestar. Ni siquiera disimuló su satisfacción...
Ø ¿No las vas a mirar? - Preguntaba Miles, con una sonrisa sardónica, augurando que se venía (finalmente) con todo. - ¡Estoy hablando en serio!
Pero yo seguía impasible. Mis manías, una vez más, me habían dado el triunfo.
Ø ¡Míralas y llora! - Me dijo con la alegría con la que un niño quema hormigas con la lupa, amasando el lote de dinero como si fuera suyo...
Trío de ases y par de nueves.
Aun así, no perdí la compostura…
Y con la parsimonia que me caracteriza, empecé a mostrarle mis cartas…
Empecé con mi musa inspiradora: la mancha de café mostró a la chica del cuatro, en posición de perrito.
La desteñida por el centro reveló al tres, con la chica abierta de piernas, disfrutando de la vaquera.
La que tenía un ligero corte trajo al dos, con la chica disfrutando del anal.
La de los dobleces, mostró a la sensual morena disfrutando del dildo, que hacía el as que le faltaba…
Y finalmente, la que por alguna razón tenía escrito “eggs” (Huevos), como si fuera una lista para compras de supermercado, destacó al “rey vergón de tréboles”
Mi escalera de tréboles ganaba…
Los ojos de Miles eran 2 tortillas…
Ø ¡NO! ¡NOOO! ¡NOOOOO!- gritó Miles, agarrándose los oídos con impotencia…
Y antes que pudiera reaccionar, tomé a Doris de la mano y corrí instintivamente hacia el dormitorio.
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1 comentarios - 7x7 (199, antepenúltimo): 4 horas con tu mujer (I)
Miy buen relato