Aquella noche de lluvia volvíamos de Buenos Aires y el auto se me quedó a mitad de camino. Lo había dejado en el taller de un pueblo pero no iban a tener repuestos hasta el lunes a la tarde. Y era Sábado. Con Violeta decidimos ir a casa de todos modos, unos 600 kilómetros más de camino, y regresar cuando el auto estuviera arreglado.
No es tan difícil conseguir quien te lleve entre pueblos. Siempre hay algún camionero que acepta con tal de que el viaje se le haga más ameno.
En el parador de la ruta nos subimos a un Scania enorme conducido por Renzo, un tipo alegre y campechano, de ojos vivarachos. El mal clima no le había arruinado su buen humor. Se la pasaba hablando, haciendo chistes y preguntando cosas.
Claro, parte del buen humor era tener alegrada la vista con mi novia (con la que vivíamos juntos), una pendeja de 20 que, si bien no era una modelito, estaba muy pero muy garchable. Morocha de ojos grandes, con buenas curvas y apenas un poquito de pancita. Y unas tetas gorditas que le sobresalían por el escote de la remera. Piernuda y un poco culona. Irónicamente, un camioncito.
En la cabina del Scania charlamos y tomamos mate. Pero yo estaba muerto (había conducido todo el día, y mis cuarenta años ya no eran mis veinte) y pronto comencé a cabecear. Ni siquiera los chistes de Renzo, que ya entraban en la doble intención, ni las risas de mi pendejita hermosa, lograban mantenerme despierto.
Renzo se dio cuenta y se apiadó de mí.
-¿Por qué no se echa una siesta? -me mostró una cabinita con un catre detrás de los asientos. Tenía hasta una almohada.
-¿Seguro? -pregunté, tratando de no violar su intimidad.
-¡Sí, hombre!
Me acosté allí y pronto me quedé dormido.
Apenas me dormí, los chistes de Renzo abandonaron el doble sentido y pasaron a ser lisa y llanamente sexuales. Y un rato más tarde ya no eran chistes sino anécdotas cachondas.
Él contó dos o tres. Ella contó otra. Él la animó a que le cuente alguna “canita al aire” que yo no me haya enterado. “Total, está dormido”, dijo.
Pero no había. En compensación, Viole le confesó que antes de conocerme había tenido su racha de descontrol. Rieron. La siguiente anécdota de Renzo fue toda una excusa barata para confesar que tenía un miembro inusualmente grande. Su idea era que mi mujer picara.
-No puede ser cierto -dijo ella.
-¿Y pa que te voy a mentir, nena?
-No puede ser tan grande… Yo nunca vi algo así…
-Porque sos chica, pero seguro que vas a conocer… bah, si estás casada, seguro que no, pero…
-Sos un chamuyero…
-¿Querés apostar?
Apostaron. Y Viole confirmó que el caminero había exagerado, pero que de todos modos tenía una pija enorme, como no había visto nunca.
Renzo se había bajado el cierre y sacado la pija del pantalón. Pero perdida la apuesta, no la había guardado. Y los ojos de mi novia no podían dejar de mirarla.
Callaron. Luego de unos instantes, Renzo acercó suavemente la mano de mi novia a su pija. Violeta se dejó llevar, como hipnotizada. Tocó esa carne tibia, suave y dura a la vez, y ya no pudo ni quiso soltarla. La acarició con ternura y la pija creció más. Latía. Y cada latido le estremecía el vientre.
Estuvieron así algunos minutos. Viole terminó agarrándola toda entre sus dedos, mientras él manejaba, apretándola un poco, llenándose la manos de verga gruesa. Renzo avanzó hacia ella, siempre en silencio, le tomo la nuca con ternura y lentamente la inclinó hacia su pija. Mi novia ofreció una mínima resistencia, mirando hacia mí y comprobando mi respiración pesada, de dormido. Y claudicó. Y se llenó la boca de pija y su lengua recorrió cada centímetro de la carne dura de Renzo. Lo pajeó, lo mamó, lo feló como una experta y se dejó manosear los pechos, la panza, parte de la cola.
Quince minutos chupándole la pija hicieron que Renzo le explotara en la boca llenándosela de semen. Mi novia la tragó con el respeto que le merecía el poseedor de semejante pija.
-Sabía que eras una piba gauchita apenas te vi, linda… Lástima que traemos al cuerno, sino parábamos y te devolvía las atenciones con una revolcada como no tuviste en tu vida…
La promesa excitó más a mi novia. Pero lo disimuló:
-No le digas así a Henry…
-¿Te coge bien?
Mi novia dudó. Y dudó. Y dudó. Al cabo, se encogió de hombros.
-Me quiere mucho…
-Yo te cogería como Dios manda…
Se pasaron teléfonos. 40 minutos más tarde yo me despertaba de la siesta.
-¿Cuánto falta? -pregunté sin haberme enterado de nada.
El resto del viaje fue como al principio. Muy buena onda, chistes, anécdotas. Renzo era un tipo fuera de serie, como esos tíos macanudos, o esos amigos entrañables. Nos dejó en la puerta de casa, para lo que tuvo que entrar al pueblo. Nosotros le habíamos dicho que no hacía falta, pero él insistió. Hoy creo que tenía la esperanza de que lo invitáramos a entrar.
Nos cruzamos teléfonos y nos prometimos volver a vernos, con la certeza de que jamás lo haríamos, como las amistades de veraneo que prometen volver a juntarse y jamás lo hacen.
Pero una semana después, Renzo llamó. Tenía un viaje no sé a dónde e iba a pasar por el pueblo, y nos preguntaba si queríamos que nos visitara.
Pasó el viernes a la noche con dos botellas de buen vino.
Ya desde el momento en que se confirmó la visita, noté a mi novia un poquito alterada. Nada malo, ni nada grave. Debí imaginarme por dónde venia la cosa cuando se vistió para la cena en casa. Un vestidito tipo oficina, formal y muy sexy, a rombos grises y negros. De gran escote y que terminaba en minifalda. La generosidad de sus curvas y su juventud, con esa ropa, eran una tentación para cualquiera. Se había planchado el pelo y se había peinado con un flequillo, también. A mí el flequillo no me agradaba demasiado, pero la hacía verse un poco más puta y más barata. Y eso me calentaba.
Cenamos. Realmente la pasamos muy bien. No noté nada raro -no tenía por qué hacerlo- aunque se notaba que entre ellos dos había como una química especial. Nada sexual, y tampoco nada excluyente hacia mí. Pero se les notaba un entendimiento natural.
Entre el vino y el cansancio por una jornada de agotadora en mi trabajo, a las 3 de la mañana vi que Renzo no amagaba irse y me rendí.
-Me voy a dormir, amor -le dije a Violeta, que calentaba agua en una pava. Y me dirigí a nuestro amigo -Perdoname pero hoy tuve un día de locos…
-Vaya, nomás. Yo igual me tomo unos mates y ya me voy…
Me fui a la habitación y me dormí en dos minutos.
En el living, Viole bajó las luces y trajo el mate. Los primeros minutos hablaron de pavadas. Pero enseguida Renzo atacó.
-Me gusta cuando tomás mate… Se ve que te gusta mucho…
Viole sonrió. -Sos un zarpado. ¿Cómo venís acá?
-¿Qué tiene? Somos amigos…
Pero fue ella la que -por ansiedad- sacó el tema.
-No vas a pretender que te la chupe de nuevo, ¿no? ¡Henry está en la pieza!
-No, quedate tranquila -dijo él. Y notó cierta leve desilusión en los ojos de mi novia. Sonrió. -Ahh… la comida estaba muy rica, pero me hinchó la panza… -agregó y se desabotonó el pantalón. Ya estaba al palo y se acomodó en el sillón para que la verga enorme le sobresaliera del calzoncillo y asomara por la bragueta abierta.
-¿¡Qué hacés, Renzo!? ¿Estás loco?
-Vení, linda… -le dijo sonriendo. -Vení a buscar lo que te debo desde hace una semana…
Y mi novia fue lenta e inexorablemente hacia la entrepierna de nuestro amigo, y se deglutió de un bocado la gruesa pija.
Arrodillada entre las piernas de Renzo, Viole felaba y tragaba verga con una pasión que hasta entonces no había experimentado. Lo pajaeaba de arriba abajo y la quería toda dentro de su boca. Toda.
-Esas tetotas que tenés me vuelven loco… -le confesó. La cara de mi novia se iluminó- No veía la hora de que el cuerno se vaya…
Viole se sacó la pija de la boca por un segundo y le recriminó.
-No le digas así…
-Pero lo es… ¿Cuántas veces lo hiciste cornudo, bebé…?
-Nunca. Mi novio no es cornudo.
-Hoy lo va a ser.
Le apoyó la manota sobre la cabeza y la presionó para abajo, para que le siga chupando la verga.
-¿Te cogió mejor esta semana…?
Ella negó con la cabeza, sin soltar la pija.
-Qué mal eso… Pero al menos te cogió, ¿no?
Ella volvió a negar.
-¿No? Uy, qué lindo cornudo vamos a hacer, nena.
Esta vez ella no se retobó. Siguió comiendo pija sin soltarla.
-¿Te cogió este mes, al menos…?
Ella negó con la cabeza.
-¿Tampoco…? A la mier… ¿Este año…?
Viole frenó la cabeceada sobre la pija de su macho, sin sacar la boca del pedazo. Pensó. Y por fin asintió, para seguir felando.
-Corazón, eso está muy mal… De ahora en adelante vas a coger una vez por semana, ¿sí? -ella asintió- Y cada vez que venga a cenar te vas a vestir linda, así como hoy, pero sin parecer una puta… para que no se avive el cornudo, ¿sí? -ella volvió a asentir.
La tomó del rostro con ambas manos y la hizo detenerse. Le manoseó los pechos por sobre el escote, y las piernas y la cola debajo de la falda.
-Qué buena que estás, pendeja… Te merecés mucha pija…
Violeta asintió sin sacar la vista de la pija que brillaba por su propia saliva.
Renzo le quitó el vestido con gran destreza y se deleitó con sus pechos jóvenes, duros y llenos, la cintura apetecible a pesar de una pancita incipiente. La hizo girar para verle la cola grandota y redonda.
-Borrega, cómo te voy a coger…
Viole se sintió halagada y excitada, y diez segundos después estaba sentada sobre el mástil de Renzo, de espaldas a él, con la bombacha corrida hacia un costado, recibiendo sin compasión todo ese pedazo de carne.
-Y ahora, mientras me cabalgás la pija, me vas a decir la verdad…
Mi novia subía y bajaba por esa verga muy lentamente, gozando cada centímetro que le entraba y le salía. Estaba en el paraíso.
-¿Seguro que nunca corneaste a Henry, ni siquiera una vez…? Es mucho mayor que vos, podría ser tu papá…
-No…
Entonces Renzo detuvo el movimiento de ella cuando estaba bien arriba, impidiéndole bajar.
-Hasta que no me digas la verdad no vas a recibir pija, putita…
Hubo un segundo de tensión… sexual. Viole amagó bajar para clavarse pero Renzo no se lo permitió.
-¿Alguna vez te acostaste con otro…? Confesá…
-Sí… -se rindió -Sí… -y comenzó a enterrarse la pija.
-¿Cuántas veces…?
-Una… -Renzo la detuvo otra vez. -No… Por favor, no me pares…
-¿Cuántas veces, guachita…?
-Dos… dos veces… -ella amagó clavarse. Él la detuvo.
-Decime cuántas veces lo hiciste cornudo o hasta la semana que viene no tenés más pija…
Viole suspiró.
-Ocho veces….
-Putita… -dijo Renzo, triunfal, y aflojó para que ella se clave en su pija… -Putita… qué bien nos vamos a llevar….
Pero Viole estaba lanzada.
-Qué buena pija tenés, hijo de puta…
-Así que ocho veces… -murmuró Renzo, saboreando el momento.
-Diez… Diez veces… -Viole seguía subiendo y bajando, clavándose la pija hasta los pelos. -Bueno, doce… Doce veces, pero no más…
Renzo la tomó de los cabellos y le musitó al oído: -Puta…
Y comenzó a imprimirle fuerza y velocidad a la cogida.
-¿Y el cornudo nunca sospechó de nada…?
Seguían cogiendo a buen ritmo ahora. Ella jadeaba sonoramente.
-Sí… supo de dos… bah, de… cuatro… pero me perdonó… él es muy bueno…
-No es muy bueno, putita… Es muy cornudo…
-No… Este año me estoy portando bien… este año no lo engañé…
-Estamos en Enero, hija de puta… -la sacó, hizo girar a mi novia, le quitó la bombacha y la sentó sobre su pija pero enfrentado a él. La penetración no era tan profunda pero le veía la carita de ángel y los pechos, y le manoseaba mejor las piernotas
-¡Qué buena que estás, mi amor…! Voy a empezar a pasar seguido, ¿sabés?
Pero Violeta estaba a punto de acabar y solo le imploró:
-No pares… no pares, por favor… acaríciame la cola y dame duro… dame con todo…
Un minuto después mi novia estaba acabando sobre la pija de Renzo, en el sillón del living, ensartada como nunca. Renzo le acabó cinco minutos después, en posición perrito, con la vista de esa cola grande en primer plano.
Se fue a las 4 de la mañana.
Pero al viernes siguiente volvió a llamar. Y volvió a aparecer. Y la cena. Y mi cansancio. Viole había comprado vino y me había servido generosamente una y otra vez. A las dos de la mañana yo estaba dormido, y ella estaba a horcajadas sobre la mesada de la cocina, recibiendo verga de su nuevo macho, quien se fue nuevamente a las 4.
Al tercer viernes yo comencé a sospechar algo raro. Tomé menos vino, sobreactué más cansancio del que tenía y dije que me iba a dormir. En la habitación, me desvestí y abrí la cama. Si Violeta entraba para cerciorarse de mi sueño, debía ser convincente.
Pero mi novia ni apareció, tan segura de mi cansancio estaba. O quizá demasiado relajada. Como fuere, abrí muy muy despacio la puerta de mi habitación y pude ver que en el living la luz era mucho más tenue. Ya no se oían las risotadas y los comentarios. De hecho, no se escuchaba nada.
Me acerqué al living sin hacer ruido. Casi llegando comencé a entender el silencio. Renzo estaba sentado en el sillón, de espaldas a mí, y Viole estaba arrodillada en el piso. A Viole no la veía pero se le veía su culo paradito. Era evidente que le estaba chupando la pija. Los ruidos de saliva y líquidos lo confirmaban.
Me sentí mal, víctima de un abuso de confianza. No estaba enojado. Estaba indignado. Y un poco frustrado, en el sentido de que ésta era la cuarta o quinta vez que descubría a mi novia cogiendo con otro.
Volví a mi habitación. Cuando la sorpresa e indignación bajaron un poco, comencé a pensar fríamente. De las cuatro veces que me había metido los cuernos, siempre la había perdonado y ella siempre me había prometido que era la última vez. Era evidente que no se corregiría más. ¿Pero qué hacer? Yo la amaba, y no solo eso, me calentaba más que ninguna otra mujer en la tierra. El problema era que últimamente yo no le podía responder como ella necesitaba. Principalmente por el estrés causado por mi trabajo, hacía ya mucho tiempo que no la satisfacía plenamente. Y ni hablar de penetraciones. Pero me rehusaba a aceptar que ésta era la razón de su emputecimiento. No quería ser manipulado. Además, la primera vez que la había encontrado con otro tipo yo no tenía ese problema.
Había otra cosa en todo este asunto, que yo no me animaba a enfrentar, y que ahora tenía que asumir sí o sí para tomar una decisión. La última vez que la había descubierto encamada con otro, me había excitado un poco. Me lo había negado entonces, pero ahora no podía escapar de la certeza: Violeta era la mujer que más me excitaba sobre la tierra, aun cuando otros se la cogieran.
No iba a decir nada. Para ellos, yo estaba dormido, y les seguiría el juego.
Abrí un poco la puerta de mi habitación y agudicé mi oído. Lejos, pero claramente, se podía escuchar el jadeo de mi Viole. Se la estaban cogiendo. Me moría de ansiedad y nervios. Quería verla. Pero si me asomaba me verían por el pasillo que va desde las habitaciones hasta el living y se estropearía todo.
En la semana instalé una puerta corrediza entre el living y el pasillito que lleva a las habitaciones y el baño. A Violeta le pareció raro, pero en seguida vio que mi extravagancia podría beneficiarla, si Renzo se iba a aparecer más seguido.
Como apareció ese viernes. Y el siguiente, y varios otros, convirtiéndose en una rutina. Mi chiquita se duchaba un par de horas antes que el camionero llegara, se vestía sensual pero sin exagerar, y se perfumaba. Llegaba Renzo, cenábamos, la pasábamos bien, a veces hasta veíamos alguna película, e invariablemente yo me iba a dormir y ellos se quedaban solos. La puerta corrediza me daba la oportunidad de acercarme hasta la boca del living y escuchar mejor y hasta espiar la cogida que Renzo le propinaba a mi novia. La vi cabalgar esa pija varias noches, la escuché jadear, acabar, y pedir más y más pija. Presencié también la noche en que su hermoso y generoso culo fue taladrado por primera vez y cómo la hija de puta terminó pidiendo “más duro” a pesar del dolor que le generaba el grosor de esa pija.
Vi todo y vería más.
Un viernes se apareció con otro tipo. Sin avisar. Un tipo más joven que él, de unos 35 años. Vi el nerviosismo de Renzo y la expectativa que tenía sobre nuestra reacción, y explicó que la empresa le había puesto un compañero de ruta. Viole miró de arriba abajo al extraño y enseguida sonrió. Para la gran puesta en escena, era tan solo un amigo de Renzo, que había quedado “atrapado” en esa rutina de los viernes. Pero todos sabíamos que se estaba subiendo la apuesta verdadera.
A esa altura ellos sospechaban que yo sabía todo. Era imposible que viernes tras viernes yo les dejara el camino libre y jamás me quejara de nada. Pero en todos esos meses ni ella ni yo habíamos blanqueado nada, ni siquiera rozando el tema. Nunca.
Esa noche, después de cenar, calculé que dos tipos, uno de los cuales nunca se la había cogido, iban a demorar el doble y entonces me fui a dormir más temprano que nunca. Si Viole me había convertido en un cornudo, al menos sería el mejor cornudo posible.
Mi novia estaba vestida con una remera negra muy escotada, luciendo sus tetotas hermosas, y un shortcito amarillo, nada escandaloso, pero que le dibujaban la terrible cola sin disimulo. Quizá excitada por la perspectiva de la primera fiesta, estaba más dada que nunca. Reía por cualquier cosa, se mostraba un poco más de lo habitual, y toqueteaba al nuevo, Pablo, casi sin pudores.
-Chicos… -dije, como siempre. -¿No se enojan si me voy a dormir…? Es que estoy fusilado y mañana me tengo que levantar temprano…
La excitación de los tres se percibió en un rápido cruce de miradas.
-Andá, nomás, no te hagas problemas -me dijo Renzo. Y agregó, también como siempre -Nosotros nos tomamos unos mates y ya nos vamos…
Pero los mates se los tomó mi novia. Primero, con Pablo. Mientras se suponía que yo dormía, Renzo le ordenó a mi Viole que lo complaciera en todo. Pablo se hizo chupar la pija y la manoseó a gusto. Se la cogió por casi 35 minutos y pude ver a mi amorcito siendo sacudida por el nuevo y acabando entre gemidos contenidos.
Luego Renzo se apoderó de mi novia y comenzó a garchársela, pero en seguida Pablo se sumó y Violeta tuvo su primer menage a trois. Ví como esos dos turros se enfiestaron a mi mujer por espacio de casi tres horas, donde sucedió de todo. Más de una vez tuve que retirarme a mi habitación porque alguno se le antojaba ir al baño.
Cuando era serruchada desde atrás por su macho, mientras el nuevo le cogía la boca, Viole no pudo reprimir un grito de placer y acabó como una yegua. Los otros se relajaron y los jadeos se hicieron más fuertes.
-Renzo, ¿de dónde sacaste a esta pendeja…? Es la mejor hembrita que me comí en mi vida.
Estas palabras halagaban a mi novia, quien ponía más empeño y movía pelvis, boca, lo que fuera para dar y recibir más y más placer.
Me preguntaba cómo seguirían los viernes. Imaginé que desde ahora traería al compañero que le había impuesto la empresa y entre los dos se garcharían a mi mujer.
Qué equivocado estaba. Y qué ingenuo. Porque al viernes siguiente, Renzo se apareció con otro tipo, de unos 55 o 60 años, bastante hosco, casi maleducado. “La empresa le había cambiado el compañero”. Bueno, desde ese viernes, la empresa le cambiaría al compañero todas las semanas. El hijo de puta de Renzo estaba usando a mi novia como su puta personal para que todos sus amigos se cogieran a un caramelito perfecto de 20 años.
Esa noche mi novia fue enfiestada como pocas veces. El tipo hosco era de pocas palabras pero tenía una verga monumental. Se la garchó casi sin preámbulos mientras Renzo se hacía chupar la pija. Ya nadie se cuidaba de despertarme con los jadeos, y Violeta gimió ruidosamente todas y cada una de las veces que acabó. Innumerables veces. Mis pajas detrás de la puerta también fueron maratónicas. Es que los dos viejos se la estaban cogiendo como expertos y Viole era pura excitación y sensualidad.
Así pasaron un par de meses más, con Renzo trayendo nuevos amantes con la excusa del compañero. Estábamos a mitad de año y mi novia estaba tan radiante y feliz como nunca, esperando cada viernes su dosis de pija y lujuria, y morbo. La cantidad de machos y nuevos cuernos en ese periodo fue grande, pero nada comparado con lo que se venía.
Un viernes, y ya a punto de vencer toda formalidad con la pantomima, Renzo no trajo a un compañero de ruta sino a cinco. Tipos de edades y calañas indeterminadas. Yo me puse totalmente a la defensiva, este asunto se estaba yendo a la mierda. Pero Viole, exultante, los hizo pasar en seguida. Se había vestido con una camisa blanca y ropa interior negra, pero a los quince minutos la camisa blanca estaba muy, pero muy abierta, y los seis tipos podían disfrutar de sus hermosos pechos apenas contenidos por el corpiño. Llevaba una mini que perdió en uno de sus viajes a la cocina, quedando en culote negro que le dejaba ver la mitad de las nalgas. Por suerte la camisa era larga y la cubría. Pero el clima era más que festivo: era manifiesto. Los tipos la miraban de arriba abajo, hacían bromas con doble intención donde mi Violeta siempre quedaba como una puta, y ella lo festejaba.
Comimos rápido, muy rápido, y yo actué mi frase de todos los viernes: “me voy a dormir…”. Los tipos se miraron entre sí y festejaron sin el menor disimulo. Pero Renzo me tenía una sorpresa.
-¿Sabés qué, Henry? Hoy no tenemos tanto apuro… -lo miré sorprendido. Me tomó del hombro y me abrazó como un amigo condescendiente. -Seguramente nos vamos a quedar jugando un truquito, si no te molesta…
-N-no… no…
-Por eso pensé que sería mejor, para no molestarte a vos con nuestros gritos, para que descanses bien y no te jodamos… que vayas a dormir al camión…
No había amenaza en su voz pero había una firmeza que hasta ahora jamás había usado. No me estaba dando a elegir. Hijos de puta, querían enfiestársela cómodos en la cama grande de la habitación.
-Pero… ¿en tu camión…? No sé… No…
-Hoy vas a dormir al camión… -volvió a repetir y noté que su mano me apretó un poco. -Es por vos, ¿sabés? Así no te molestamos con el alboroto…
-S… sí… pero…
Miré por sobre su hombro cómo dos de los desconocidos se acercaban demasiado a mi chiquita, y ella los recibía muy jocosa.
-No te preocupes… Cuando terminemos de jugar con ella… al truco… te despierto… y nosotros nos vamos…
Me fui con mi almohadita al camión, como una sombra patética, mientras en mi propia casa seis lobos hambrientos se estaban devorando a mi novia, a mi pendejita hermosa de carita de ángel; a mi nenita culona y tetona, pura explosión sexual que yo no venía satisfaciendo en los últimos tiempos.
Esa noche le hicieron de todo. No hubo agujero que no le taparan con pija, y por espacio de cinco horas recibió y le entró tanta carne que, cuando por fin pude volver a ella, mi Viole estaba casi desmayada boca abajo en nuestra cama, usada, dolorida, roja de manoseos lascivos y enchastrada de seis tipos. Pero feliz. Estaba radiante a pesar de su rostro desencajado.
Sintió mi cuerpo acostarse junto a ella y apenas movió la cabeza para verme. Me sonrió.
-Gracias… -musitó casi sin aire.
-Sos tan hermosa… -le dije acariciándole los cabellos transpirados. -Tan nena y tan puta …
Me volvió a sonreír. Le acaricié la cola, que estaba adecentada con el culote negro, aunque embadurnado de semen y transpiración.
-Besame. -me pidió.
-Si pudiera… ya sabés… Si algún día pudiera volver a hacerte….
-¡Shhht! Besame.
La besé.
La besé por completo a mi nenita perfecta.
No es tan difícil conseguir quien te lleve entre pueblos. Siempre hay algún camionero que acepta con tal de que el viaje se le haga más ameno.
En el parador de la ruta nos subimos a un Scania enorme conducido por Renzo, un tipo alegre y campechano, de ojos vivarachos. El mal clima no le había arruinado su buen humor. Se la pasaba hablando, haciendo chistes y preguntando cosas.
Claro, parte del buen humor era tener alegrada la vista con mi novia (con la que vivíamos juntos), una pendeja de 20 que, si bien no era una modelito, estaba muy pero muy garchable. Morocha de ojos grandes, con buenas curvas y apenas un poquito de pancita. Y unas tetas gorditas que le sobresalían por el escote de la remera. Piernuda y un poco culona. Irónicamente, un camioncito.
En la cabina del Scania charlamos y tomamos mate. Pero yo estaba muerto (había conducido todo el día, y mis cuarenta años ya no eran mis veinte) y pronto comencé a cabecear. Ni siquiera los chistes de Renzo, que ya entraban en la doble intención, ni las risas de mi pendejita hermosa, lograban mantenerme despierto.
Renzo se dio cuenta y se apiadó de mí.
-¿Por qué no se echa una siesta? -me mostró una cabinita con un catre detrás de los asientos. Tenía hasta una almohada.
-¿Seguro? -pregunté, tratando de no violar su intimidad.
-¡Sí, hombre!
Me acosté allí y pronto me quedé dormido.
Apenas me dormí, los chistes de Renzo abandonaron el doble sentido y pasaron a ser lisa y llanamente sexuales. Y un rato más tarde ya no eran chistes sino anécdotas cachondas.
Él contó dos o tres. Ella contó otra. Él la animó a que le cuente alguna “canita al aire” que yo no me haya enterado. “Total, está dormido”, dijo.
Pero no había. En compensación, Viole le confesó que antes de conocerme había tenido su racha de descontrol. Rieron. La siguiente anécdota de Renzo fue toda una excusa barata para confesar que tenía un miembro inusualmente grande. Su idea era que mi mujer picara.
-No puede ser cierto -dijo ella.
-¿Y pa que te voy a mentir, nena?
-No puede ser tan grande… Yo nunca vi algo así…
-Porque sos chica, pero seguro que vas a conocer… bah, si estás casada, seguro que no, pero…
-Sos un chamuyero…
-¿Querés apostar?
Apostaron. Y Viole confirmó que el caminero había exagerado, pero que de todos modos tenía una pija enorme, como no había visto nunca.
Renzo se había bajado el cierre y sacado la pija del pantalón. Pero perdida la apuesta, no la había guardado. Y los ojos de mi novia no podían dejar de mirarla.
Callaron. Luego de unos instantes, Renzo acercó suavemente la mano de mi novia a su pija. Violeta se dejó llevar, como hipnotizada. Tocó esa carne tibia, suave y dura a la vez, y ya no pudo ni quiso soltarla. La acarició con ternura y la pija creció más. Latía. Y cada latido le estremecía el vientre.
Estuvieron así algunos minutos. Viole terminó agarrándola toda entre sus dedos, mientras él manejaba, apretándola un poco, llenándose la manos de verga gruesa. Renzo avanzó hacia ella, siempre en silencio, le tomo la nuca con ternura y lentamente la inclinó hacia su pija. Mi novia ofreció una mínima resistencia, mirando hacia mí y comprobando mi respiración pesada, de dormido. Y claudicó. Y se llenó la boca de pija y su lengua recorrió cada centímetro de la carne dura de Renzo. Lo pajeó, lo mamó, lo feló como una experta y se dejó manosear los pechos, la panza, parte de la cola.
Quince minutos chupándole la pija hicieron que Renzo le explotara en la boca llenándosela de semen. Mi novia la tragó con el respeto que le merecía el poseedor de semejante pija.
-Sabía que eras una piba gauchita apenas te vi, linda… Lástima que traemos al cuerno, sino parábamos y te devolvía las atenciones con una revolcada como no tuviste en tu vida…
La promesa excitó más a mi novia. Pero lo disimuló:
-No le digas así a Henry…
-¿Te coge bien?
Mi novia dudó. Y dudó. Y dudó. Al cabo, se encogió de hombros.
-Me quiere mucho…
-Yo te cogería como Dios manda…
Se pasaron teléfonos. 40 minutos más tarde yo me despertaba de la siesta.
-¿Cuánto falta? -pregunté sin haberme enterado de nada.
El resto del viaje fue como al principio. Muy buena onda, chistes, anécdotas. Renzo era un tipo fuera de serie, como esos tíos macanudos, o esos amigos entrañables. Nos dejó en la puerta de casa, para lo que tuvo que entrar al pueblo. Nosotros le habíamos dicho que no hacía falta, pero él insistió. Hoy creo que tenía la esperanza de que lo invitáramos a entrar.
Nos cruzamos teléfonos y nos prometimos volver a vernos, con la certeza de que jamás lo haríamos, como las amistades de veraneo que prometen volver a juntarse y jamás lo hacen.
Pero una semana después, Renzo llamó. Tenía un viaje no sé a dónde e iba a pasar por el pueblo, y nos preguntaba si queríamos que nos visitara.
Pasó el viernes a la noche con dos botellas de buen vino.
Ya desde el momento en que se confirmó la visita, noté a mi novia un poquito alterada. Nada malo, ni nada grave. Debí imaginarme por dónde venia la cosa cuando se vistió para la cena en casa. Un vestidito tipo oficina, formal y muy sexy, a rombos grises y negros. De gran escote y que terminaba en minifalda. La generosidad de sus curvas y su juventud, con esa ropa, eran una tentación para cualquiera. Se había planchado el pelo y se había peinado con un flequillo, también. A mí el flequillo no me agradaba demasiado, pero la hacía verse un poco más puta y más barata. Y eso me calentaba.
Cenamos. Realmente la pasamos muy bien. No noté nada raro -no tenía por qué hacerlo- aunque se notaba que entre ellos dos había como una química especial. Nada sexual, y tampoco nada excluyente hacia mí. Pero se les notaba un entendimiento natural.
Entre el vino y el cansancio por una jornada de agotadora en mi trabajo, a las 3 de la mañana vi que Renzo no amagaba irse y me rendí.
-Me voy a dormir, amor -le dije a Violeta, que calentaba agua en una pava. Y me dirigí a nuestro amigo -Perdoname pero hoy tuve un día de locos…
-Vaya, nomás. Yo igual me tomo unos mates y ya me voy…
Me fui a la habitación y me dormí en dos minutos.
En el living, Viole bajó las luces y trajo el mate. Los primeros minutos hablaron de pavadas. Pero enseguida Renzo atacó.
-Me gusta cuando tomás mate… Se ve que te gusta mucho…
Viole sonrió. -Sos un zarpado. ¿Cómo venís acá?
-¿Qué tiene? Somos amigos…
Pero fue ella la que -por ansiedad- sacó el tema.
-No vas a pretender que te la chupe de nuevo, ¿no? ¡Henry está en la pieza!
-No, quedate tranquila -dijo él. Y notó cierta leve desilusión en los ojos de mi novia. Sonrió. -Ahh… la comida estaba muy rica, pero me hinchó la panza… -agregó y se desabotonó el pantalón. Ya estaba al palo y se acomodó en el sillón para que la verga enorme le sobresaliera del calzoncillo y asomara por la bragueta abierta.
-¿¡Qué hacés, Renzo!? ¿Estás loco?
-Vení, linda… -le dijo sonriendo. -Vení a buscar lo que te debo desde hace una semana…
Y mi novia fue lenta e inexorablemente hacia la entrepierna de nuestro amigo, y se deglutió de un bocado la gruesa pija.
Arrodillada entre las piernas de Renzo, Viole felaba y tragaba verga con una pasión que hasta entonces no había experimentado. Lo pajaeaba de arriba abajo y la quería toda dentro de su boca. Toda.
-Esas tetotas que tenés me vuelven loco… -le confesó. La cara de mi novia se iluminó- No veía la hora de que el cuerno se vaya…
Viole se sacó la pija de la boca por un segundo y le recriminó.
-No le digas así…
-Pero lo es… ¿Cuántas veces lo hiciste cornudo, bebé…?
-Nunca. Mi novio no es cornudo.
-Hoy lo va a ser.
Le apoyó la manota sobre la cabeza y la presionó para abajo, para que le siga chupando la verga.
-¿Te cogió mejor esta semana…?
Ella negó con la cabeza, sin soltar la pija.
-Qué mal eso… Pero al menos te cogió, ¿no?
Ella volvió a negar.
-¿No? Uy, qué lindo cornudo vamos a hacer, nena.
Esta vez ella no se retobó. Siguió comiendo pija sin soltarla.
-¿Te cogió este mes, al menos…?
Ella negó con la cabeza.
-¿Tampoco…? A la mier… ¿Este año…?
Viole frenó la cabeceada sobre la pija de su macho, sin sacar la boca del pedazo. Pensó. Y por fin asintió, para seguir felando.
-Corazón, eso está muy mal… De ahora en adelante vas a coger una vez por semana, ¿sí? -ella asintió- Y cada vez que venga a cenar te vas a vestir linda, así como hoy, pero sin parecer una puta… para que no se avive el cornudo, ¿sí? -ella volvió a asentir.
La tomó del rostro con ambas manos y la hizo detenerse. Le manoseó los pechos por sobre el escote, y las piernas y la cola debajo de la falda.
-Qué buena que estás, pendeja… Te merecés mucha pija…
Violeta asintió sin sacar la vista de la pija que brillaba por su propia saliva.
Renzo le quitó el vestido con gran destreza y se deleitó con sus pechos jóvenes, duros y llenos, la cintura apetecible a pesar de una pancita incipiente. La hizo girar para verle la cola grandota y redonda.
-Borrega, cómo te voy a coger…
Viole se sintió halagada y excitada, y diez segundos después estaba sentada sobre el mástil de Renzo, de espaldas a él, con la bombacha corrida hacia un costado, recibiendo sin compasión todo ese pedazo de carne.
-Y ahora, mientras me cabalgás la pija, me vas a decir la verdad…
Mi novia subía y bajaba por esa verga muy lentamente, gozando cada centímetro que le entraba y le salía. Estaba en el paraíso.
-¿Seguro que nunca corneaste a Henry, ni siquiera una vez…? Es mucho mayor que vos, podría ser tu papá…
-No…
Entonces Renzo detuvo el movimiento de ella cuando estaba bien arriba, impidiéndole bajar.
-Hasta que no me digas la verdad no vas a recibir pija, putita…
Hubo un segundo de tensión… sexual. Viole amagó bajar para clavarse pero Renzo no se lo permitió.
-¿Alguna vez te acostaste con otro…? Confesá…
-Sí… -se rindió -Sí… -y comenzó a enterrarse la pija.
-¿Cuántas veces…?
-Una… -Renzo la detuvo otra vez. -No… Por favor, no me pares…
-¿Cuántas veces, guachita…?
-Dos… dos veces… -ella amagó clavarse. Él la detuvo.
-Decime cuántas veces lo hiciste cornudo o hasta la semana que viene no tenés más pija…
Viole suspiró.
-Ocho veces….
-Putita… -dijo Renzo, triunfal, y aflojó para que ella se clave en su pija… -Putita… qué bien nos vamos a llevar….
Pero Viole estaba lanzada.
-Qué buena pija tenés, hijo de puta…
-Así que ocho veces… -murmuró Renzo, saboreando el momento.
-Diez… Diez veces… -Viole seguía subiendo y bajando, clavándose la pija hasta los pelos. -Bueno, doce… Doce veces, pero no más…
Renzo la tomó de los cabellos y le musitó al oído: -Puta…
Y comenzó a imprimirle fuerza y velocidad a la cogida.
-¿Y el cornudo nunca sospechó de nada…?
Seguían cogiendo a buen ritmo ahora. Ella jadeaba sonoramente.
-Sí… supo de dos… bah, de… cuatro… pero me perdonó… él es muy bueno…
-No es muy bueno, putita… Es muy cornudo…
-No… Este año me estoy portando bien… este año no lo engañé…
-Estamos en Enero, hija de puta… -la sacó, hizo girar a mi novia, le quitó la bombacha y la sentó sobre su pija pero enfrentado a él. La penetración no era tan profunda pero le veía la carita de ángel y los pechos, y le manoseaba mejor las piernotas
-¡Qué buena que estás, mi amor…! Voy a empezar a pasar seguido, ¿sabés?
Pero Violeta estaba a punto de acabar y solo le imploró:
-No pares… no pares, por favor… acaríciame la cola y dame duro… dame con todo…
Un minuto después mi novia estaba acabando sobre la pija de Renzo, en el sillón del living, ensartada como nunca. Renzo le acabó cinco minutos después, en posición perrito, con la vista de esa cola grande en primer plano.
Se fue a las 4 de la mañana.
Pero al viernes siguiente volvió a llamar. Y volvió a aparecer. Y la cena. Y mi cansancio. Viole había comprado vino y me había servido generosamente una y otra vez. A las dos de la mañana yo estaba dormido, y ella estaba a horcajadas sobre la mesada de la cocina, recibiendo verga de su nuevo macho, quien se fue nuevamente a las 4.
Al tercer viernes yo comencé a sospechar algo raro. Tomé menos vino, sobreactué más cansancio del que tenía y dije que me iba a dormir. En la habitación, me desvestí y abrí la cama. Si Violeta entraba para cerciorarse de mi sueño, debía ser convincente.
Pero mi novia ni apareció, tan segura de mi cansancio estaba. O quizá demasiado relajada. Como fuere, abrí muy muy despacio la puerta de mi habitación y pude ver que en el living la luz era mucho más tenue. Ya no se oían las risotadas y los comentarios. De hecho, no se escuchaba nada.
Me acerqué al living sin hacer ruido. Casi llegando comencé a entender el silencio. Renzo estaba sentado en el sillón, de espaldas a mí, y Viole estaba arrodillada en el piso. A Viole no la veía pero se le veía su culo paradito. Era evidente que le estaba chupando la pija. Los ruidos de saliva y líquidos lo confirmaban.
Me sentí mal, víctima de un abuso de confianza. No estaba enojado. Estaba indignado. Y un poco frustrado, en el sentido de que ésta era la cuarta o quinta vez que descubría a mi novia cogiendo con otro.
Volví a mi habitación. Cuando la sorpresa e indignación bajaron un poco, comencé a pensar fríamente. De las cuatro veces que me había metido los cuernos, siempre la había perdonado y ella siempre me había prometido que era la última vez. Era evidente que no se corregiría más. ¿Pero qué hacer? Yo la amaba, y no solo eso, me calentaba más que ninguna otra mujer en la tierra. El problema era que últimamente yo no le podía responder como ella necesitaba. Principalmente por el estrés causado por mi trabajo, hacía ya mucho tiempo que no la satisfacía plenamente. Y ni hablar de penetraciones. Pero me rehusaba a aceptar que ésta era la razón de su emputecimiento. No quería ser manipulado. Además, la primera vez que la había encontrado con otro tipo yo no tenía ese problema.
Había otra cosa en todo este asunto, que yo no me animaba a enfrentar, y que ahora tenía que asumir sí o sí para tomar una decisión. La última vez que la había descubierto encamada con otro, me había excitado un poco. Me lo había negado entonces, pero ahora no podía escapar de la certeza: Violeta era la mujer que más me excitaba sobre la tierra, aun cuando otros se la cogieran.
No iba a decir nada. Para ellos, yo estaba dormido, y les seguiría el juego.
Abrí un poco la puerta de mi habitación y agudicé mi oído. Lejos, pero claramente, se podía escuchar el jadeo de mi Viole. Se la estaban cogiendo. Me moría de ansiedad y nervios. Quería verla. Pero si me asomaba me verían por el pasillo que va desde las habitaciones hasta el living y se estropearía todo.
En la semana instalé una puerta corrediza entre el living y el pasillito que lleva a las habitaciones y el baño. A Violeta le pareció raro, pero en seguida vio que mi extravagancia podría beneficiarla, si Renzo se iba a aparecer más seguido.
Como apareció ese viernes. Y el siguiente, y varios otros, convirtiéndose en una rutina. Mi chiquita se duchaba un par de horas antes que el camionero llegara, se vestía sensual pero sin exagerar, y se perfumaba. Llegaba Renzo, cenábamos, la pasábamos bien, a veces hasta veíamos alguna película, e invariablemente yo me iba a dormir y ellos se quedaban solos. La puerta corrediza me daba la oportunidad de acercarme hasta la boca del living y escuchar mejor y hasta espiar la cogida que Renzo le propinaba a mi novia. La vi cabalgar esa pija varias noches, la escuché jadear, acabar, y pedir más y más pija. Presencié también la noche en que su hermoso y generoso culo fue taladrado por primera vez y cómo la hija de puta terminó pidiendo “más duro” a pesar del dolor que le generaba el grosor de esa pija.
Vi todo y vería más.
Un viernes se apareció con otro tipo. Sin avisar. Un tipo más joven que él, de unos 35 años. Vi el nerviosismo de Renzo y la expectativa que tenía sobre nuestra reacción, y explicó que la empresa le había puesto un compañero de ruta. Viole miró de arriba abajo al extraño y enseguida sonrió. Para la gran puesta en escena, era tan solo un amigo de Renzo, que había quedado “atrapado” en esa rutina de los viernes. Pero todos sabíamos que se estaba subiendo la apuesta verdadera.
A esa altura ellos sospechaban que yo sabía todo. Era imposible que viernes tras viernes yo les dejara el camino libre y jamás me quejara de nada. Pero en todos esos meses ni ella ni yo habíamos blanqueado nada, ni siquiera rozando el tema. Nunca.
Esa noche, después de cenar, calculé que dos tipos, uno de los cuales nunca se la había cogido, iban a demorar el doble y entonces me fui a dormir más temprano que nunca. Si Viole me había convertido en un cornudo, al menos sería el mejor cornudo posible.
Mi novia estaba vestida con una remera negra muy escotada, luciendo sus tetotas hermosas, y un shortcito amarillo, nada escandaloso, pero que le dibujaban la terrible cola sin disimulo. Quizá excitada por la perspectiva de la primera fiesta, estaba más dada que nunca. Reía por cualquier cosa, se mostraba un poco más de lo habitual, y toqueteaba al nuevo, Pablo, casi sin pudores.
-Chicos… -dije, como siempre. -¿No se enojan si me voy a dormir…? Es que estoy fusilado y mañana me tengo que levantar temprano…
La excitación de los tres se percibió en un rápido cruce de miradas.
-Andá, nomás, no te hagas problemas -me dijo Renzo. Y agregó, también como siempre -Nosotros nos tomamos unos mates y ya nos vamos…
Pero los mates se los tomó mi novia. Primero, con Pablo. Mientras se suponía que yo dormía, Renzo le ordenó a mi Viole que lo complaciera en todo. Pablo se hizo chupar la pija y la manoseó a gusto. Se la cogió por casi 35 minutos y pude ver a mi amorcito siendo sacudida por el nuevo y acabando entre gemidos contenidos.
Luego Renzo se apoderó de mi novia y comenzó a garchársela, pero en seguida Pablo se sumó y Violeta tuvo su primer menage a trois. Ví como esos dos turros se enfiestaron a mi mujer por espacio de casi tres horas, donde sucedió de todo. Más de una vez tuve que retirarme a mi habitación porque alguno se le antojaba ir al baño.
Cuando era serruchada desde atrás por su macho, mientras el nuevo le cogía la boca, Viole no pudo reprimir un grito de placer y acabó como una yegua. Los otros se relajaron y los jadeos se hicieron más fuertes.
-Renzo, ¿de dónde sacaste a esta pendeja…? Es la mejor hembrita que me comí en mi vida.
Estas palabras halagaban a mi novia, quien ponía más empeño y movía pelvis, boca, lo que fuera para dar y recibir más y más placer.
Me preguntaba cómo seguirían los viernes. Imaginé que desde ahora traería al compañero que le había impuesto la empresa y entre los dos se garcharían a mi mujer.
Qué equivocado estaba. Y qué ingenuo. Porque al viernes siguiente, Renzo se apareció con otro tipo, de unos 55 o 60 años, bastante hosco, casi maleducado. “La empresa le había cambiado el compañero”. Bueno, desde ese viernes, la empresa le cambiaría al compañero todas las semanas. El hijo de puta de Renzo estaba usando a mi novia como su puta personal para que todos sus amigos se cogieran a un caramelito perfecto de 20 años.
Esa noche mi novia fue enfiestada como pocas veces. El tipo hosco era de pocas palabras pero tenía una verga monumental. Se la garchó casi sin preámbulos mientras Renzo se hacía chupar la pija. Ya nadie se cuidaba de despertarme con los jadeos, y Violeta gimió ruidosamente todas y cada una de las veces que acabó. Innumerables veces. Mis pajas detrás de la puerta también fueron maratónicas. Es que los dos viejos se la estaban cogiendo como expertos y Viole era pura excitación y sensualidad.
Así pasaron un par de meses más, con Renzo trayendo nuevos amantes con la excusa del compañero. Estábamos a mitad de año y mi novia estaba tan radiante y feliz como nunca, esperando cada viernes su dosis de pija y lujuria, y morbo. La cantidad de machos y nuevos cuernos en ese periodo fue grande, pero nada comparado con lo que se venía.
Un viernes, y ya a punto de vencer toda formalidad con la pantomima, Renzo no trajo a un compañero de ruta sino a cinco. Tipos de edades y calañas indeterminadas. Yo me puse totalmente a la defensiva, este asunto se estaba yendo a la mierda. Pero Viole, exultante, los hizo pasar en seguida. Se había vestido con una camisa blanca y ropa interior negra, pero a los quince minutos la camisa blanca estaba muy, pero muy abierta, y los seis tipos podían disfrutar de sus hermosos pechos apenas contenidos por el corpiño. Llevaba una mini que perdió en uno de sus viajes a la cocina, quedando en culote negro que le dejaba ver la mitad de las nalgas. Por suerte la camisa era larga y la cubría. Pero el clima era más que festivo: era manifiesto. Los tipos la miraban de arriba abajo, hacían bromas con doble intención donde mi Violeta siempre quedaba como una puta, y ella lo festejaba.
Comimos rápido, muy rápido, y yo actué mi frase de todos los viernes: “me voy a dormir…”. Los tipos se miraron entre sí y festejaron sin el menor disimulo. Pero Renzo me tenía una sorpresa.
-¿Sabés qué, Henry? Hoy no tenemos tanto apuro… -lo miré sorprendido. Me tomó del hombro y me abrazó como un amigo condescendiente. -Seguramente nos vamos a quedar jugando un truquito, si no te molesta…
-N-no… no…
-Por eso pensé que sería mejor, para no molestarte a vos con nuestros gritos, para que descanses bien y no te jodamos… que vayas a dormir al camión…
No había amenaza en su voz pero había una firmeza que hasta ahora jamás había usado. No me estaba dando a elegir. Hijos de puta, querían enfiestársela cómodos en la cama grande de la habitación.
-Pero… ¿en tu camión…? No sé… No…
-Hoy vas a dormir al camión… -volvió a repetir y noté que su mano me apretó un poco. -Es por vos, ¿sabés? Así no te molestamos con el alboroto…
-S… sí… pero…
Miré por sobre su hombro cómo dos de los desconocidos se acercaban demasiado a mi chiquita, y ella los recibía muy jocosa.
-No te preocupes… Cuando terminemos de jugar con ella… al truco… te despierto… y nosotros nos vamos…
Me fui con mi almohadita al camión, como una sombra patética, mientras en mi propia casa seis lobos hambrientos se estaban devorando a mi novia, a mi pendejita hermosa de carita de ángel; a mi nenita culona y tetona, pura explosión sexual que yo no venía satisfaciendo en los últimos tiempos.
Esa noche le hicieron de todo. No hubo agujero que no le taparan con pija, y por espacio de cinco horas recibió y le entró tanta carne que, cuando por fin pude volver a ella, mi Viole estaba casi desmayada boca abajo en nuestra cama, usada, dolorida, roja de manoseos lascivos y enchastrada de seis tipos. Pero feliz. Estaba radiante a pesar de su rostro desencajado.
Sintió mi cuerpo acostarse junto a ella y apenas movió la cabeza para verme. Me sonrió.
-Gracias… -musitó casi sin aire.
-Sos tan hermosa… -le dije acariciándole los cabellos transpirados. -Tan nena y tan puta …
Me volvió a sonreír. Le acaricié la cola, que estaba adecentada con el culote negro, aunque embadurnado de semen y transpiración.
-Besame. -me pidió.
-Si pudiera… ya sabés… Si algún día pudiera volver a hacerte….
-¡Shhht! Besame.
La besé.
La besé por completo a mi nenita perfecta.
1 comentarios - Haciendo dedo