Despierto y no reconozco dónde estoy, hasta que empiezan a venirme las imágenes de todo lo que hice ayer. Miro la hora y son casi las 10, veo que mi madre no está en la cama conmigo. Salgo de la habitación y voy a la cocina, donde la veo cocinando algo. Me acerco a ella sin decir nada y le pego una nalgada, una fuerte; ella grita, pero más del susto ya que no sabía que yo estaba ahí.
—Buenos días, mamá. ¿Cómo dormiste anoche?— digo sádicamente, sabiendo perfectamente que probablemente ni siquiera pudo hacerlo pensando en lo que su propio hijo le hizo. —Bastante bien, amo— responde sin emoción, con la mirada un poco apagada. Ella sigue cocinando y yo determino divertirme con ella. Le levanto la falda y empiezo a tocarla, le meto un par de dedos en su vagina y la manoseo durante unos minutos, hasta que dice que el desayuno está listo.
Hizo avena, a su manera. Tiene una forma particular de hacerla, es algo que me encanta, porque es un desayuno tradicional para mí. Mientras come me parece gracioso meterle la cabeza en el plato (la avena no está caliente), así que voy y lo hago, para verla cubierta de comida. Al terminar de comer me arreglo para ir a la universidad, así que me preparo y voy.
Pasan las horas, aburrido de estar en clase, ansioso de poder regresar a casa y volver a divertirme con mamá. Terminan a eso de las 6 mis clases y regreso a mi casa. Hago presencia con un —Hola— pero no tiene respuesta, escucho un ruido en el baño así que supongo que mi madre está en el. Voy al baño y abro la puerta sin tocar ni nada, encuentro a mi progenitora sentada en el retrete orinando, momento que tomo la iniciativa de hacerle un Golden Shower.
Ordeno —Abre la boca—, acata mi mandato, yo saco mi pene y empiezo a orinar, liberando todo mi líquido dorado de sabor salado y fuerte olor dentro de su boca y luego por todo su cuerpo, sin dejar ni una parte sin mojar. Ella en ningún momento escupe nada y siempre mantuvo la boca abierta, así que al terminar le dispongo a que se trague lo que eché dentro de su boca, ella lo hace, ciertamente dudosa y con cara de asco, pero lo hace. Terminado este momento, le digo —No te laves, quiero que estés con mi olor, para que sepas que eres mía y solo mía, ¿entendido? Hasta que te dé permiso de bañarte—, —De acuerdo, amo— dice en respuesta.
Veo la hora en mi reloj y son las 7 de la noche, hora de cenar. Declaro —Deberías ir a hacer la cena, tengo hambre—, a lo cual en contestación exclama —Muy bien, amo. Ya voy a preparar la comida—. Me voy a mi habitación a esperar, pienso en lo mucho que ha cambiado mi vida de un día para otro, por una simple decisión mi madre pasó de tener ese rol, a ser mi perra. Me excita la idea solo de pensarlo. ¿Cuáles serán los límites? ¿Siquiera los hay? Pienso en todas las cosas que le puedo hacer y se me pone dura de solo imaginarlo. Se me ocurre una idea, ya que estamos, ponerle algunas reglas con mini castigos si no las cumple. Ella me llama a comer mientras pienso en todo esto.
En la cocina, mientras como, sigo pensando en esto. Cuando termino mi lista le digo —Madre, de ahora en adelante tendrás que acatar estas reglas—, le paso una hoja donde están anotadas cada una de ellas, las cuales fui escribiendo mientras cenaba.
1. De ahora en adelante no usarás ropa en casa, solo cuando tengas que salir.
2. No te negarás a ninguna orden mía, por más fuerte que sea.
3. Me llamarás "amo" (aunque eso ya lo vienes haciendo).
4. Solo te podrás bañar cuando yo te dé permiso.
5. Solo podrás salir de la casa cuando te dé permiso.
6. No te puedes masturbar, a menos que te diga que lo hagas.
7. Aunque creo que esta es obvia, eres plenamente mía, soy el único que puede tocarte de manera lasciva, sin excepción.
8. Todo el dinero que tienes, ahora es mío. Me vas a dar la tarjeta del seguro de papá.
—¿De verdad ni siquiera me voy a poder bañar? Es la única con la que estoy en desacuerdo, amo—, dice con cara seria, pero no con enojo, sino más bien relajada. —Sí, eso tampoco, aunque, para ser sincero probablemente cuando me pidas permiso nunca te lo niegue— respondo sincerándome, saliendo un poco del papel de dominante. —De acuerdo, no tengo ningún problema con estas reglas—.
Terminamos de comer y ella me pide permiso para bañarse, que como ya aclaré antes, no rechacé dicha petición. Yo me voy a mi habitación, me cambio de ropa (que todavía no lo había hecho) y después me siento en el borde de mi cama a ver el celular un rato. Escucho que mi madre sale del baño y entra a su habitación, yo la sigo y entro justo después que ella. —Vamos a repetir lo de anoche— digo. —De acuerdo, amo—.
Yo me acerco a ella que ya está desnuda, tal como le ordené, empiezo a tocarla, tocar sus hermosas tetas de mujer madura y su clítoris incrustado en esa hermosa vagina rosadita. Ella gime en voz baja. Cuando la siento suficientemente húmeda, libero a mi miembro viril y empiezo a cogerme su coño. Poco a poco con pasión voy sintiendo su calidez, la calidez de la vagina de la que un día hace poco más de 19 años salí yo.
Pasan unos 7 minutos sintiendo todo su calor, cuando siento que estoy cerca, saco mi pene y me corro sobre el suelo. En este momento, ella todavía no se imagina lo que le voy a pedir; exclamo —Quiero que limpies lo que liberé en el suelo... Con la lengua—, ella abre sorprendida los ojos, pero rápidamente me replica con —Voy—. La veo agacharse sin mucha duda, saca su lengua y empieza a lamer el piso, desapareciendo poco a poco la mancha blanca que había. Sádicamente pregunto —¿Te gustó?— y ella me contesta —Claro que sí, amo—.
Ya es un poco tarde y estoy cansado por la universidad, así que decido ir a dormirme, en su cama. Ella duerme conmigo. Despierto al día siguiente y ella de nuevo no está, voy a la cocina y esta vez no le hago nada ni pasa algo interesante. Aunque sí noto que ella está menos apagada que ayer, creo que se está acostumbrando a su nuevo estilo de vida.
Salgo a la universidad, un día normal como cualquier otro, pero esta vez de camino a casa tomo un desvío para ir a una tienda que siempre me había llamado la atención, una sexshop. Al entrar veo un montón de productos que ni siquiera aparecen en los vídeos porno, o al menos no a los que estaba acostumbrado. Veo uno que me interesa, un vibrador de esos para clítoris, momento en el que se me ocurre una idea. De los productos que hay en la tienda, solo compro ese (por ahora).
Luego, solo para asegurarme que mi madre no incumpla ninguna regla de las que le puse, voy a una tienda de artilugios de seguridad para el hogar y compro unas 7 cámaras. Regreso a casa, veo que mi madre está haciendo la cena, un poco más temprano a lo habitual por cierto. Hago acto de presencia como siempre con un —Hola—, lo cual ella me devuelve con —Hola, amo. Bienvenido a casa. Llegaste justo a tiempo, ya está lista la comida—.
Nos sentamos a comer y al terminar ambos le digo —Te compré algo— con una sonrisa medio sádica, —¿De verdad?— contesta casi inocentemente ella. Saco el vibrador y manifiesto —Sí, mira, esto—, a lo cual ella queda un poco desconcertada ya que ni siquiera sabía lo que era, yo lo enciendo y ella al instante entiende por dónde va la cosa. Me acerco a ella disponiendo —Abre las piernas—, yo saco una cinta plástica de mi bolsillo y coloco el vibrador pegado a su clítoris, de manera que no se le caiga.
—Tienes prohibido quitártelo— decreto, ella en respuesta simplemente asiente con la cabeza. Antes de empezar a jugar con ella, instalo las cámaras, me llevó aproximadamente hora y media instalarlas todas, pero tenía toda la casa monitoreada. De esta manera sabía perfectamente si ella incumplía alguna de las reglas que le di.
Pasé el resto de la noche jugando con el vibrador, ya que está conectado a mi celular. De esta manera, cada vez que veía que estaba por alcanzar el orgasmo, se lo negaba apagando el aparato y ella no puede hacer nada ya que tiene prohibido tocarse.
Después de unas horas en este juego, ya era la mitad de la noche, ella entra a mi habitación e implora —Por favor, ¡déjame que me toque o cógeme! ¡Por favor, por favor!—. A este deseo determino —No, me gusta verte así—. Ella se me queda mirando con ojos tristes y sale de la habitación. Sin embargo, cuando me voy a dormir, obviamente dejo de molestarla con el vibrador.
A la mañana siguiente, antes de levantarme de la cama, reviso las grabaciones de las cámaras. Quedo decepcionado al ver a mi madre poco después de dormirme masturbándose sin mi permiso. Yo voy inmediatamente a la cocina y le muestro el vídeo, ella se pone roja sabiendo que lo que hizo está mal; exclamo enojado —¿Sabes que te tengo que castigar, no?—, a lo cual ella agacha la cabeza y responde con un tímido —Sí, amo—.
La cargo y la pongo sobre mi regazo mirando hacia abajo. Empiezo a darle nalgadas en su trasero, que la palidez de su piel hace que se vaya poniendo rojo a un nivel extremo por solo unas pocas de ellas. Con cada nalgada, ella libera un ligero grito, cosa que me excita en sobremanera pero me aguanto porque sé que no merece un premio. Al haberle propiciado unas 15 nalgadas, intercalando en cada nalga; estando su trasero completamente rojo, paro ya que se me hace tarde para la universidad.
Desayuno, me arreglo y me voy a la universidad. A lo largo del día voy activando el vibrador, revisando las cámaras y saber cuándo se iba a correr, para así apagarlo antes. Paso el día en la universidad y regreso a casa sin desvíos. Ceno y me voy a dormir, siguiendo molestando a mi madre por la noche, pero sin dejarla correrse en todo este tiempo.
Transcurren un par de días así, en los que no la dejo venirse; hasta que un día llego a la casa y me recibe de rodillas implorando —Por favor, cógeme. Te entrego todo de mí, todo; material y espiritual. Voy a disfrutar lo que me hagas, te lo juro, me entregaré a ti completamente, pero déjame correrme, ya no aguanto más—. Ante esta súplica mi pene se pone duro como roca, sin decir ni una palabra lo saco y se lo meto hasta el fondo de su garganta.
Pasan un par de minutos, ella al parecer no tiene mucho reflejo nauseoso, ya que en ningún momento hizo nada para alejarme. Yo decido que para empezar esa mamada es suficiente, la cargo al hombro y me la llevo a su cama. Ella abre las piernas, momento que yo le meto mi miembro sin dudar, sintiendo su vagina más húmeda que nunca. Empiezo a darle y escucho sus gemidos, gemidos sinceros de mi madre. Pasan apenas 4 minutos y siento su vagina empezar a apretar en señal de que se está viniendo.
Yo por mi parte le sigo dando 4 minutos más hasta que me corro dentro de ella; le meto los dedos y empiezo a tocarla con brusquedad hasta que se viene de nuevo. En este momento sus sábanas están empapadas por sus jugos, la habitación está inundada por un olor "pesado". Yo por mi parte, me recuesto sobre la cama y decido que ya fue suficiente por hoy, ella me pide permiso para ir a bañarse y yo se lo concedo; cierro los ojos y me duermo.
Este es mi relato más largo hasta la fecha, es casi el doble de palabras que la primera parte de la saga. Agradecería que dejen sus 10 puntos, recuerdo que es lo que me motiva a seguir haciendo relatos y lo que determina si sigo con una saga o no. Agradezco a todos por su apoyo en el anterior relato. Recordar además de que, como ya anuncié, la saga original al subirse este relato estará eliminada.
—Buenos días, mamá. ¿Cómo dormiste anoche?— digo sádicamente, sabiendo perfectamente que probablemente ni siquiera pudo hacerlo pensando en lo que su propio hijo le hizo. —Bastante bien, amo— responde sin emoción, con la mirada un poco apagada. Ella sigue cocinando y yo determino divertirme con ella. Le levanto la falda y empiezo a tocarla, le meto un par de dedos en su vagina y la manoseo durante unos minutos, hasta que dice que el desayuno está listo.
Hizo avena, a su manera. Tiene una forma particular de hacerla, es algo que me encanta, porque es un desayuno tradicional para mí. Mientras come me parece gracioso meterle la cabeza en el plato (la avena no está caliente), así que voy y lo hago, para verla cubierta de comida. Al terminar de comer me arreglo para ir a la universidad, así que me preparo y voy.
Pasan las horas, aburrido de estar en clase, ansioso de poder regresar a casa y volver a divertirme con mamá. Terminan a eso de las 6 mis clases y regreso a mi casa. Hago presencia con un —Hola— pero no tiene respuesta, escucho un ruido en el baño así que supongo que mi madre está en el. Voy al baño y abro la puerta sin tocar ni nada, encuentro a mi progenitora sentada en el retrete orinando, momento que tomo la iniciativa de hacerle un Golden Shower.
Ordeno —Abre la boca—, acata mi mandato, yo saco mi pene y empiezo a orinar, liberando todo mi líquido dorado de sabor salado y fuerte olor dentro de su boca y luego por todo su cuerpo, sin dejar ni una parte sin mojar. Ella en ningún momento escupe nada y siempre mantuvo la boca abierta, así que al terminar le dispongo a que se trague lo que eché dentro de su boca, ella lo hace, ciertamente dudosa y con cara de asco, pero lo hace. Terminado este momento, le digo —No te laves, quiero que estés con mi olor, para que sepas que eres mía y solo mía, ¿entendido? Hasta que te dé permiso de bañarte—, —De acuerdo, amo— dice en respuesta.
Veo la hora en mi reloj y son las 7 de la noche, hora de cenar. Declaro —Deberías ir a hacer la cena, tengo hambre—, a lo cual en contestación exclama —Muy bien, amo. Ya voy a preparar la comida—. Me voy a mi habitación a esperar, pienso en lo mucho que ha cambiado mi vida de un día para otro, por una simple decisión mi madre pasó de tener ese rol, a ser mi perra. Me excita la idea solo de pensarlo. ¿Cuáles serán los límites? ¿Siquiera los hay? Pienso en todas las cosas que le puedo hacer y se me pone dura de solo imaginarlo. Se me ocurre una idea, ya que estamos, ponerle algunas reglas con mini castigos si no las cumple. Ella me llama a comer mientras pienso en todo esto.
En la cocina, mientras como, sigo pensando en esto. Cuando termino mi lista le digo —Madre, de ahora en adelante tendrás que acatar estas reglas—, le paso una hoja donde están anotadas cada una de ellas, las cuales fui escribiendo mientras cenaba.
1. De ahora en adelante no usarás ropa en casa, solo cuando tengas que salir.
2. No te negarás a ninguna orden mía, por más fuerte que sea.
3. Me llamarás "amo" (aunque eso ya lo vienes haciendo).
4. Solo te podrás bañar cuando yo te dé permiso.
5. Solo podrás salir de la casa cuando te dé permiso.
6. No te puedes masturbar, a menos que te diga que lo hagas.
7. Aunque creo que esta es obvia, eres plenamente mía, soy el único que puede tocarte de manera lasciva, sin excepción.
8. Todo el dinero que tienes, ahora es mío. Me vas a dar la tarjeta del seguro de papá.
—¿De verdad ni siquiera me voy a poder bañar? Es la única con la que estoy en desacuerdo, amo—, dice con cara seria, pero no con enojo, sino más bien relajada. —Sí, eso tampoco, aunque, para ser sincero probablemente cuando me pidas permiso nunca te lo niegue— respondo sincerándome, saliendo un poco del papel de dominante. —De acuerdo, no tengo ningún problema con estas reglas—.
Terminamos de comer y ella me pide permiso para bañarse, que como ya aclaré antes, no rechacé dicha petición. Yo me voy a mi habitación, me cambio de ropa (que todavía no lo había hecho) y después me siento en el borde de mi cama a ver el celular un rato. Escucho que mi madre sale del baño y entra a su habitación, yo la sigo y entro justo después que ella. —Vamos a repetir lo de anoche— digo. —De acuerdo, amo—.
Yo me acerco a ella que ya está desnuda, tal como le ordené, empiezo a tocarla, tocar sus hermosas tetas de mujer madura y su clítoris incrustado en esa hermosa vagina rosadita. Ella gime en voz baja. Cuando la siento suficientemente húmeda, libero a mi miembro viril y empiezo a cogerme su coño. Poco a poco con pasión voy sintiendo su calidez, la calidez de la vagina de la que un día hace poco más de 19 años salí yo.
Pasan unos 7 minutos sintiendo todo su calor, cuando siento que estoy cerca, saco mi pene y me corro sobre el suelo. En este momento, ella todavía no se imagina lo que le voy a pedir; exclamo —Quiero que limpies lo que liberé en el suelo... Con la lengua—, ella abre sorprendida los ojos, pero rápidamente me replica con —Voy—. La veo agacharse sin mucha duda, saca su lengua y empieza a lamer el piso, desapareciendo poco a poco la mancha blanca que había. Sádicamente pregunto —¿Te gustó?— y ella me contesta —Claro que sí, amo—.
Ya es un poco tarde y estoy cansado por la universidad, así que decido ir a dormirme, en su cama. Ella duerme conmigo. Despierto al día siguiente y ella de nuevo no está, voy a la cocina y esta vez no le hago nada ni pasa algo interesante. Aunque sí noto que ella está menos apagada que ayer, creo que se está acostumbrando a su nuevo estilo de vida.
Salgo a la universidad, un día normal como cualquier otro, pero esta vez de camino a casa tomo un desvío para ir a una tienda que siempre me había llamado la atención, una sexshop. Al entrar veo un montón de productos que ni siquiera aparecen en los vídeos porno, o al menos no a los que estaba acostumbrado. Veo uno que me interesa, un vibrador de esos para clítoris, momento en el que se me ocurre una idea. De los productos que hay en la tienda, solo compro ese (por ahora).
Luego, solo para asegurarme que mi madre no incumpla ninguna regla de las que le puse, voy a una tienda de artilugios de seguridad para el hogar y compro unas 7 cámaras. Regreso a casa, veo que mi madre está haciendo la cena, un poco más temprano a lo habitual por cierto. Hago acto de presencia como siempre con un —Hola—, lo cual ella me devuelve con —Hola, amo. Bienvenido a casa. Llegaste justo a tiempo, ya está lista la comida—.
Nos sentamos a comer y al terminar ambos le digo —Te compré algo— con una sonrisa medio sádica, —¿De verdad?— contesta casi inocentemente ella. Saco el vibrador y manifiesto —Sí, mira, esto—, a lo cual ella queda un poco desconcertada ya que ni siquiera sabía lo que era, yo lo enciendo y ella al instante entiende por dónde va la cosa. Me acerco a ella disponiendo —Abre las piernas—, yo saco una cinta plástica de mi bolsillo y coloco el vibrador pegado a su clítoris, de manera que no se le caiga.
—Tienes prohibido quitártelo— decreto, ella en respuesta simplemente asiente con la cabeza. Antes de empezar a jugar con ella, instalo las cámaras, me llevó aproximadamente hora y media instalarlas todas, pero tenía toda la casa monitoreada. De esta manera sabía perfectamente si ella incumplía alguna de las reglas que le di.
Pasé el resto de la noche jugando con el vibrador, ya que está conectado a mi celular. De esta manera, cada vez que veía que estaba por alcanzar el orgasmo, se lo negaba apagando el aparato y ella no puede hacer nada ya que tiene prohibido tocarse.
Después de unas horas en este juego, ya era la mitad de la noche, ella entra a mi habitación e implora —Por favor, ¡déjame que me toque o cógeme! ¡Por favor, por favor!—. A este deseo determino —No, me gusta verte así—. Ella se me queda mirando con ojos tristes y sale de la habitación. Sin embargo, cuando me voy a dormir, obviamente dejo de molestarla con el vibrador.
A la mañana siguiente, antes de levantarme de la cama, reviso las grabaciones de las cámaras. Quedo decepcionado al ver a mi madre poco después de dormirme masturbándose sin mi permiso. Yo voy inmediatamente a la cocina y le muestro el vídeo, ella se pone roja sabiendo que lo que hizo está mal; exclamo enojado —¿Sabes que te tengo que castigar, no?—, a lo cual ella agacha la cabeza y responde con un tímido —Sí, amo—.
La cargo y la pongo sobre mi regazo mirando hacia abajo. Empiezo a darle nalgadas en su trasero, que la palidez de su piel hace que se vaya poniendo rojo a un nivel extremo por solo unas pocas de ellas. Con cada nalgada, ella libera un ligero grito, cosa que me excita en sobremanera pero me aguanto porque sé que no merece un premio. Al haberle propiciado unas 15 nalgadas, intercalando en cada nalga; estando su trasero completamente rojo, paro ya que se me hace tarde para la universidad.
Desayuno, me arreglo y me voy a la universidad. A lo largo del día voy activando el vibrador, revisando las cámaras y saber cuándo se iba a correr, para así apagarlo antes. Paso el día en la universidad y regreso a casa sin desvíos. Ceno y me voy a dormir, siguiendo molestando a mi madre por la noche, pero sin dejarla correrse en todo este tiempo.
Transcurren un par de días así, en los que no la dejo venirse; hasta que un día llego a la casa y me recibe de rodillas implorando —Por favor, cógeme. Te entrego todo de mí, todo; material y espiritual. Voy a disfrutar lo que me hagas, te lo juro, me entregaré a ti completamente, pero déjame correrme, ya no aguanto más—. Ante esta súplica mi pene se pone duro como roca, sin decir ni una palabra lo saco y se lo meto hasta el fondo de su garganta.
Pasan un par de minutos, ella al parecer no tiene mucho reflejo nauseoso, ya que en ningún momento hizo nada para alejarme. Yo decido que para empezar esa mamada es suficiente, la cargo al hombro y me la llevo a su cama. Ella abre las piernas, momento que yo le meto mi miembro sin dudar, sintiendo su vagina más húmeda que nunca. Empiezo a darle y escucho sus gemidos, gemidos sinceros de mi madre. Pasan apenas 4 minutos y siento su vagina empezar a apretar en señal de que se está viniendo.
Yo por mi parte le sigo dando 4 minutos más hasta que me corro dentro de ella; le meto los dedos y empiezo a tocarla con brusquedad hasta que se viene de nuevo. En este momento sus sábanas están empapadas por sus jugos, la habitación está inundada por un olor "pesado". Yo por mi parte, me recuesto sobre la cama y decido que ya fue suficiente por hoy, ella me pide permiso para ir a bañarse y yo se lo concedo; cierro los ojos y me duermo.
Este es mi relato más largo hasta la fecha, es casi el doble de palabras que la primera parte de la saga. Agradecería que dejen sus 10 puntos, recuerdo que es lo que me motiva a seguir haciendo relatos y lo que determina si sigo con una saga o no. Agradezco a todos por su apoyo en el anterior relato. Recordar además de que, como ya anuncié, la saga original al subirse este relato estará eliminada.
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