Vivo en un mundo de caos. Mi mente perturbada sufre el constante agobio de fantasías inmorales, de querer tener sexo con mi madre, querer hacerlo incluso aunque sea a la fuerza... De hecho, pensar en que así sea parece producir más excitación si cabe. Vivir en un país donde además esta clase de crímenes ya no son perseguidos por la tremenda inseguridad que hay, que los policías tengan cosas incluso más importantes que hacer que perseguir violadores, es sin duda un potenciador de mi fantasía. Sobretodo, un deseo de humillarla...
Mi nombre es Sergio, soy un hombre relativamente sedentario lo que me hace tener un poco de sobrepeso pero sin llegar a ser ni siquiera denominado gordo. Estatura un poco por encima del promedio y aunque no soy feo tampoco soy guapo, digamos que en eso sí estoy en la media. Tengo 19 años y vivo con mi madre, una mujer viuda; mi padre murió en un accidente de tráfico cuando yo tenía 6 años, de hecho, yo estaba presente, tengo una cicatriz en la pierna que hace que recuerde constantemente ese día.
Mi progenitora es una mujer relativamente alegre, ya después de 13 años que enviudó poco hay que recriminarle por serlo. Después del fallecimiento de mi padre, mi madre heredó todo su dinero, la casa y obtuvo el seguro de vida que tenía él (quien era una persona de bastante dinero). Ella nunca tuvo que trabajar y pudo quedarse en casa criándome de manera correcta.
Ella es una mujer de tez blanca, blanca como la nieve; y que la edad para ella verdaderamente es un número, porque nadie diría que tiene 46 años siendo que parece de 30, e incluso algunos dirían que menos. Su figura es presumiblemente mejor que la gran mayoría de mis compañeras de universidad, no hace falta expresar más para describir lo bien conservada que está.
Despierto una mañana, después de tener un sueño húmedo cumpliendo mi fantasía, la cual no creo que haga falta describir nuevamente. Me quedo en la orilla de mi cama sentado pensando al respecto, me pregunto: "¿Y si la cumplo?, ¿qué es lo peor que podría suceder?", la respuesta es obvia, arruinar mi relación con ella permanentemente; sin embargo, soy consciente de que ella nunca me haría algo que me cause un daño permanente, por lo que al mismo tiempo el riesgo es mínimo.
Tomo una decisión, hoy es el día donde cambia mi vida, para bien o para mal; no sé cómo lo voy a hacer pero lo voy a hacer. Duermo desnudo porque en mi habitación hace bastante calor, así que salgo así al baño y me miro en el espejo para tomar determinación. Mi madre me llama a la cocina para comer, yo voy sin ropa y ella cuando me ve hace un pequeño sobresalto, me dice —¡Oye! Parece que te has olvidado de algo, anda a ponerte algo, no vaya a ser que tu pajarito salga volando—.
Me quedo en silencio, en medio de la cocina, con el corazón a mil dudando en si de verdad hacer lo que tengo pensado o dejarlo así. Resoplo y me acerco a ella, le digo —He pensado en esto demasiado y hoy por fin tomé la decisión—, ella me responde —¿De qué estás hablando? ¿Estás bien?—. Yo la hago agacharse forcejeando un poco y le digo —Quiero que seas mía, y no me refiero a como mi madre—. Ella estando agachada, le acerco mi pene a la nariz, ella forcejea tratando de alejarme (sin éxito).
—Créeme cuando te digo que he soñado con esto demasiado, literalmente—, ella exclama en respuesta —Sergio, no sé qué te pasa. Soy tu madre, suéltame—. Estando erecto de la adrenalina y la emoción, le meto el pene en la boca mientras habla y la obligo a hacerme una felación. Después de unos segundos empieza a arquear, así que me detengo.
Ella en este punto ya no está forcejeando para nada, así que le quito su ropa interior y como muestra de dominación, le meto un par de dedos en su recto y luego se los paso por su nariz, para luego preguntar —¿Qué tal huele?—, ella me mira enojada y no responde. Sigo diciéndole —Esta va a ser nuestra vida de ahora en adelante, así que prepárate—. Voy a la mesa con el desayuno servido y como lo que ella preparó, ella por su parte se va a su habitación sin decir ni una palabra más.
Después de desayunar regreso a mi habitación pensando en lo que he hecho, sin poder terminar de creerlo. Forcé a mi propia madre, nunca me había atrevido a tanto, solo en mis fantasías. En este momento ya no hay vuelta atrás, podría ir y disculparme, tal vez ahí todavía podría solucionarlo, pero ya llegado tan lejos para qué hacerlo. Decido llevar todo al límite, que de este momento ella será mía y le haré lo que se me plazca.
Cuando cae el mediodía, ella sale a hacer el almuerzo. Yo aprovecho y voy con ella, mientras cocina me pongo detrás de ella y decido hacerle un calzón chino muy brusco, ella libera un pequeño grito en respuesta. Me mira pero no me dice nada, y mientras me observa yo le doy una nalgada. Cuando termina de cocinar, nos sentamos y empezamos a comer, yo en un momento me levanto y le digo —abre la boca—, ella lo hace y yo escupo dentro. Al acabar mi comida me devuelvo a mi habitación.
El resto del día no le hago nada más. Al caer la noche a la hora que sé que ella se está preparando para dormir, voy a su habitación y le ordeno —Ponte en cuclillas—, a lo cual ella obedece. Yo abro el cierre de mi pantalón y le muestro mi pene erecto, a lo cual le digo —Ya sabes qué hacer—, ella empieza a chupar mi pene. Después de un rato, me vengo dentro de su boca, a lo cual la miro y exclamo —Abre la boca, quiero ver—, ella acata y yo puedo observar mi semen en su boca, en la boca de mi madre; le vuelvo a hablar para decirle —Perfecto, tragalo y muéstrame después que lo hiciste—, ella lo hace y veo como mi madre tragó mi semen.
Decido que todavía no he terminado y empiezo a manosearla, después de un rato de hacerlo, siento que ella se moja (no mucho) y yo me vuelvo a poner erecto, así que sin pensarlo mucho la penetro. No puedo creer lo que estoy haciendo, teniendo sexo con mi madre después de haberlo deseado durante tanto tiempo. Por fin lo he logrado, por fin. Estamos así durante 6 minutos, los 6 minutos más gloriosos de mi vida, hasta que ya no aguanto más y me corro dentro de ella.
Al haber terminado le pregunto —¿Te gustó?— y en respuesta dice —¿Tú qué crees? Degenerado, eres un enfermo—. En respuesta le doy una cachetada y le digo —Esa boquita, de ahora en adelante quiero que me hables más formal, ¿qué tal algo como "amo"? Sí, llámame "amo" de ahora en adelante—, en respuesta dice —De acuerdo, amo—. Me causa una gran sonrisa el hecho de que acatara esa orden, porque no sabía hasta que punto sería obediente; con esta alegría apago la luz y duermo con ella en su cama.
Solo quiero volver a recordar que yo hago esto simplemente porque me gusta, es un pasatiempo; pero lo que me motiva realmente es recibir puntos, me hace sentir bien y es lo que determina si sigo con una saga o no.
Mi nombre es Sergio, soy un hombre relativamente sedentario lo que me hace tener un poco de sobrepeso pero sin llegar a ser ni siquiera denominado gordo. Estatura un poco por encima del promedio y aunque no soy feo tampoco soy guapo, digamos que en eso sí estoy en la media. Tengo 19 años y vivo con mi madre, una mujer viuda; mi padre murió en un accidente de tráfico cuando yo tenía 6 años, de hecho, yo estaba presente, tengo una cicatriz en la pierna que hace que recuerde constantemente ese día.
Mi progenitora es una mujer relativamente alegre, ya después de 13 años que enviudó poco hay que recriminarle por serlo. Después del fallecimiento de mi padre, mi madre heredó todo su dinero, la casa y obtuvo el seguro de vida que tenía él (quien era una persona de bastante dinero). Ella nunca tuvo que trabajar y pudo quedarse en casa criándome de manera correcta.
Ella es una mujer de tez blanca, blanca como la nieve; y que la edad para ella verdaderamente es un número, porque nadie diría que tiene 46 años siendo que parece de 30, e incluso algunos dirían que menos. Su figura es presumiblemente mejor que la gran mayoría de mis compañeras de universidad, no hace falta expresar más para describir lo bien conservada que está.
Despierto una mañana, después de tener un sueño húmedo cumpliendo mi fantasía, la cual no creo que haga falta describir nuevamente. Me quedo en la orilla de mi cama sentado pensando al respecto, me pregunto: "¿Y si la cumplo?, ¿qué es lo peor que podría suceder?", la respuesta es obvia, arruinar mi relación con ella permanentemente; sin embargo, soy consciente de que ella nunca me haría algo que me cause un daño permanente, por lo que al mismo tiempo el riesgo es mínimo.
Tomo una decisión, hoy es el día donde cambia mi vida, para bien o para mal; no sé cómo lo voy a hacer pero lo voy a hacer. Duermo desnudo porque en mi habitación hace bastante calor, así que salgo así al baño y me miro en el espejo para tomar determinación. Mi madre me llama a la cocina para comer, yo voy sin ropa y ella cuando me ve hace un pequeño sobresalto, me dice —¡Oye! Parece que te has olvidado de algo, anda a ponerte algo, no vaya a ser que tu pajarito salga volando—.
Me quedo en silencio, en medio de la cocina, con el corazón a mil dudando en si de verdad hacer lo que tengo pensado o dejarlo así. Resoplo y me acerco a ella, le digo —He pensado en esto demasiado y hoy por fin tomé la decisión—, ella me responde —¿De qué estás hablando? ¿Estás bien?—. Yo la hago agacharse forcejeando un poco y le digo —Quiero que seas mía, y no me refiero a como mi madre—. Ella estando agachada, le acerco mi pene a la nariz, ella forcejea tratando de alejarme (sin éxito).
—Créeme cuando te digo que he soñado con esto demasiado, literalmente—, ella exclama en respuesta —Sergio, no sé qué te pasa. Soy tu madre, suéltame—. Estando erecto de la adrenalina y la emoción, le meto el pene en la boca mientras habla y la obligo a hacerme una felación. Después de unos segundos empieza a arquear, así que me detengo.
Ella en este punto ya no está forcejeando para nada, así que le quito su ropa interior y como muestra de dominación, le meto un par de dedos en su recto y luego se los paso por su nariz, para luego preguntar —¿Qué tal huele?—, ella me mira enojada y no responde. Sigo diciéndole —Esta va a ser nuestra vida de ahora en adelante, así que prepárate—. Voy a la mesa con el desayuno servido y como lo que ella preparó, ella por su parte se va a su habitación sin decir ni una palabra más.
Después de desayunar regreso a mi habitación pensando en lo que he hecho, sin poder terminar de creerlo. Forcé a mi propia madre, nunca me había atrevido a tanto, solo en mis fantasías. En este momento ya no hay vuelta atrás, podría ir y disculparme, tal vez ahí todavía podría solucionarlo, pero ya llegado tan lejos para qué hacerlo. Decido llevar todo al límite, que de este momento ella será mía y le haré lo que se me plazca.
Cuando cae el mediodía, ella sale a hacer el almuerzo. Yo aprovecho y voy con ella, mientras cocina me pongo detrás de ella y decido hacerle un calzón chino muy brusco, ella libera un pequeño grito en respuesta. Me mira pero no me dice nada, y mientras me observa yo le doy una nalgada. Cuando termina de cocinar, nos sentamos y empezamos a comer, yo en un momento me levanto y le digo —abre la boca—, ella lo hace y yo escupo dentro. Al acabar mi comida me devuelvo a mi habitación.
El resto del día no le hago nada más. Al caer la noche a la hora que sé que ella se está preparando para dormir, voy a su habitación y le ordeno —Ponte en cuclillas—, a lo cual ella obedece. Yo abro el cierre de mi pantalón y le muestro mi pene erecto, a lo cual le digo —Ya sabes qué hacer—, ella empieza a chupar mi pene. Después de un rato, me vengo dentro de su boca, a lo cual la miro y exclamo —Abre la boca, quiero ver—, ella acata y yo puedo observar mi semen en su boca, en la boca de mi madre; le vuelvo a hablar para decirle —Perfecto, tragalo y muéstrame después que lo hiciste—, ella lo hace y veo como mi madre tragó mi semen.
Decido que todavía no he terminado y empiezo a manosearla, después de un rato de hacerlo, siento que ella se moja (no mucho) y yo me vuelvo a poner erecto, así que sin pensarlo mucho la penetro. No puedo creer lo que estoy haciendo, teniendo sexo con mi madre después de haberlo deseado durante tanto tiempo. Por fin lo he logrado, por fin. Estamos así durante 6 minutos, los 6 minutos más gloriosos de mi vida, hasta que ya no aguanto más y me corro dentro de ella.
Al haber terminado le pregunto —¿Te gustó?— y en respuesta dice —¿Tú qué crees? Degenerado, eres un enfermo—. En respuesta le doy una cachetada y le digo —Esa boquita, de ahora en adelante quiero que me hables más formal, ¿qué tal algo como "amo"? Sí, llámame "amo" de ahora en adelante—, en respuesta dice —De acuerdo, amo—. Me causa una gran sonrisa el hecho de que acatara esa orden, porque no sabía hasta que punto sería obediente; con esta alegría apago la luz y duermo con ella en su cama.
Solo quiero volver a recordar que yo hago esto simplemente porque me gusta, es un pasatiempo; pero lo que me motiva realmente es recibir puntos, me hace sentir bien y es lo que determina si sigo con una saga o no.
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