Cuando ingresé, estaba Pauli vestida con un pantalón de entre casa corto, una remera normal. No estaba provocativa. Frente a ella, Mario. Un tipo de unos cuarenta y tantos, petiso, morochon con las manos gruesas, propias de alguien que ha trabajado en el campo. Tenía su delantal y cuando me vió ingresar no se inmutó. No parecía ser nada fuera de lo normal, pero Pauli estaba al borde del llanto.
- ¿Qué pasa?- Cerré la puerta detrás de mí.
- ¿Cómo anda, Juan? Miré, vine a comentarles que el hijo de Lucio tuvo un accidente en el trabajo y como él se iba para que lo cuide. No podrá hacerlo.-
Lo miré extraño. No sabía para dónde iba esto.
- ¿Y? ¿Qué haces acá?-
- No, nada. Vine a avisarles que él se quedará conmigo. Detrás de la verdulería vivo yo.- Hizo un gesto hacia atrás, cómo si estuviese ahí.
- Discúlpame...- Le dije, mirando a Paula que estaba muda.- No estoy entendiendo porqué nos estás avisando esto.-
- Ah, disculpe. Entiendo. Lo que pasa es que como ya se lo comenté a la señora y...- La miró a Pauli, nervioso y lo interrumpí.
- Decime por favor.-
- Don Lucio me comentó que son muy amigos y como la señora lo ayudaba en varias oportunidades vine a avisarles por si querían ir a visitarlo.-
Sonrío, muy calmo, cómo si nada estuviese pasando.
- Ah, no, bueno. Si usted lo va a ayudar seguro lo veremos en alguna oportunidad en la verdulería y lo saludaremos. Lo acompaño.- Le hice gestos hasta la puerta.
- Si, claro. Cuando gustes. Lucio habla muy bien de ustedes y como es un gran amigo, me lo pidió.-
Mario salió, saludando a Pauli que solo sonrió u levantó su mano.
- Que desubicado.- Me senté en la mesa. Pauli seguía parada. - ¿Tomamos unos mates?-
- Juan...- Me dijo, casi llorando.
- Para...- Me detuve. No la vi, no lo pensé, no pregunté.- ¿Te hizo algo? ¿Se zarpó? ¿Te quiso...- La agarré de los brazos, preocupado
- No, Juan. No.-
- ¿Y por qué estás así? ¿Qué te pasa?-
- Volvió, amor, ¿Entendés? ¿Y qué vamos a hacer?- Se mordía las uñas, nerviosa.
- Amor, vamos a otro lado y listo. Qué tanto te preocupa. Ya está.-
- Si, bueno. Está bien. Si.- Me dijo y se sentó en la mesa.
Tomamos unos mates. Cenamos y nos acostamos. Últimamente yo venía muy caliente. Empecé a besarla, tocarla y ella no se movía.
- ¿Qué pasa?- Le pregunté.
- Nada, hoy no tengo ganas, amor. Perdón. -
No dije nada. Me di medía vuelta y me dormí.
Habrán pasado unos cuantos días. Era sábado y como era obvio, saldríamos a comprar. No habíamos tocado el tema de Lucio, ni el verdulero. Salimos y Pauli enfiló hacía el lado de la verdulería.
- ¿Qué haces? ¿Por qué para allá?-
- Amor, toda nuestra vida está de ese lado. Vayamos.- Me respondió y empezó a caminar.
Me sorprendí. Me sorprendí y sentí algo en el pecho. Había pasado un mes, pero nos habíamos jurado que todo había cambiado y en el trayecto realmente traté de recordar en qué momento lo juramos y ya estábamos próximos a la verdulería.
- Para...- La tomé del brazo. - ¿Vos ya viniste para acá?-
- Si, pero te juro amor que no lo ví a él, ni nada.- Se alteró, nerviosa.
Llegamos, nos atendió Mario. Yo me quedé exactamente en la puerta, molestando el paso, corriéndome cada vez que él salía a buscar verdura.
- Los otros días Lucio no estuvo. Fue a hacerse estudios. - Le dijo a Pauli.
- Qué bueno, ojalá ande bien.-
- Y ahí anda, está adentro.- Ingresó y comenzó a los gritos- ¡Lucio! ¡Lucio, sus amigos!-
- No, no, espere. - Lo frené y ya Lucio estaba saliendo. Caminando más lento de lo esperado.
- ¡Queridos! ¿Cómo andan, mis amigos?-
Pauli fingió, un saludo. Yo le di la mano, con una falsa sonrisa.
- Bueno, nosotros nos vamos, ¿Cuánto es?- Le dije a Mario. Pauli estaba muda. Tensa.
- Ahí le digo. Escucheme, ¿Ustedes podrán revisar el celular de Lucio que creo que anda mal?- Me dijo Mario.
Traté de esquivar la pregunta pero había una señora detrás nuestro y no sé porqué ingresamos hacia el fondo.
- Pasen, pasen...- Dijo Lucio con la mano. Atravesamos una cortina y un poquito desde el costado había una silla y una mesita. Todo muy limpio pero pequeño. La cortina se movía y se podía ver la verdulería. - Acá está. - Dejó el celular en la mesita y se sentó.
Sacó la clave y tenía la foto de una bombacha roja.
- Acá estoy bien. Por lo menos hasta que me hijo se recomponga, ¿Ustedes bien?-
Pauli asentó con la cabeza.
- ¿Te falta mucho?- Me miró y le mostré la foto del celular. Ella se quedó petrificada.
- Usted es un hijo de puta. - Le Susurró Pauli.
- Pero nena, que te pasa...-
- Usted se quedó con una tanga mía y le sacó una foto y la poso de fondo, ¡sucio!-
- Nena, soy un hombre mayor. Vos fuiste lo último que me queda de mí hombría. Mirá si no voy a aprovecharlo. Además, es apenas una foto.- Metió su mano del bolsillo y sacó la colaless. Se la llevó a la nariz y la olió profundamente. - Todavía tiene tu olor a concha. Cómo te mojabas, putita. - Dijo, detrás de una garraspera seca.
- Vámonos. - Le dije y la tomé del brazo.
- No le conviene. - Se paró Lucio. - Háganme el favor. Un último favor.-
- Esto se está convirtiendo en algo muy perverso. Creo que mejor nos vamos. - La volví a agarrar a Pauli.
- No será nada lindo que se entere Mario, sobre el pasado.-
Me acerqué, alterado pero sin hacer mucho ruido.
- Escúchame una cosa, viejo pelotudo. Me chupa tres hectáreas de putas que le digas a Mario que te cogiste a mi mujer porque si te cree, cosa que es raro porque mirá lo hembra que es... si te llega a creer, me voy a otro lado.-
- Creer me va a creer porque me ha visto meterle mano a tu mujer, nene.-
Me quedé petrificado. <<¿Otra vez?>> pensé. La miré a Pauli. Ella agachó la cabeza, sorprendida.
- ¿Esto es real?- Le pregunté por lo bajo.
- No sé, pensé que no se había dado cuenta, yo...-Balbuceó.
- Vámonos igual.-
- Amor, no quiero que nadie se entere, yo...- Casi lloraba.
- Pero Pauli, esto no va a tener límites.-
- ¿Qué querés?- Le preguntó, mirándome a mí y no al viejo.
- Una ayuda, cómo las de antes.-
- ¿Cuál?-
- Y... vemos...-
a Pauli se le caía una lágrima.
-¿Dónde?- Preguntó ella.
- Acá. -
- Ni, loca. Nos pueden ver.-
- Vos avísanos.- Me indicó.
- Pero acá,no. -
- Mario, no entra nunca.-
- No, en serio. Acá...- Escuché que Pauli se cayó. Yo estaba cerca de la cortina, cerrandola.
- Mirá cómo la tengo. - Susurró Lucio.
Giré y Pauli se mordía levemente los labios.
- Haceme acabar como sabes.- Le mostraba la pija.
- ¿Qué es lo qué querés?-
- ¿Querés darle un beso?-
Pauli no contestó.
- ¿Querés o no?-
- Bueno...- Sentí que tragó saliva.
Se agachó y le dió un beso.
- ¿Querés comertela?-
- Está bien...- Respondía sin convicción.
Se la metió entera y se la chupó un poco. Lucio gemía, tirado en la silla.
- ¿Cuanto le falta?-
- Si me preguntas a cada instante, mucho. -
Pauli miraba hacia afuera, con miedo. Yo observaba por la cortina y Mario no paraba de atender.
- Bajate el pantalón, dale. - Le ordenó.
Pauli le hizo caso y le dio la espalda.
- Sacate la bombachita y ponete esta que me voy a quedar. -
-No, está sucia...- Dijo Pauli, sacándose la tanga.
- Te metes la pija del culo a la boca. Sos mas puta que las putas y te jode que esté usada.-
- Rápido, Lucio.- Se la sacó y se colocó la que le dió Lucio.
Lucio la agarró y comenzó a comerle el culo desesperado. Se pajeaba con velocidad.
- Qué rico olor a culo, que olor a puta.-
Pauli gimió lentamente y yo ya veía dónde estábamos de nuevo.
- ¿Te gusta, puta?- Le dijo y ella no contestaba. - ¿Te gusta o no?- Le metió un dedo grueso en el culo y ella se aflojó.
- Ahg... un poco...-
- ¿Extrañabas estos dedos, puta?-
- Un poco... ah... un poquito...ahg.-
- sentate. -
- No, el culo, no. basta.-
- ¿ Querés que acabe rápido o no?-
Paula suspiró y se sentó sobre la pija de Lucio. Hizo un pequeño grito y comenzó a saltar. No sé cuánto tiempo pasó pero en esa eternidad, Lucio acabó. Le llenó el culo de leche a Pauli que sonrió cuando lo sintió. Se sacó la colaless, se la tiró. Se cambió y nos fuimos.
Mario nos saludó como si nada. Llegamos a casa, otra vez volví a dormir al sillón. Ya ni me molestaba que se la cogiese otro. En algún punto, asumía mi rol y calentura de cornudo sumiso. Me dolía la mentira, la adrenalina no compartida, la... no sé qué más. Le escribí a Maca en reiteradas oportunidades, pero no me contestó.
Pasaron tres meses. Nuestro casamiento se acercaba. Seguimos adelante, ni yo sé porqué. No volvimos a reincidir. Bueno, por lo menos hasta donde yo sabía. Tres meses. Tres meses donde volví a verla a Maca, de pasada, caminando rápido por el centro de la Capital, pero el tiempo suficiente para saber que necesitaba recuperarla. Le grité y ella se dió vuelta.
- Hola...- Sonreí, agitado porque corrí para alcanzarla.
- ¿Qué haces acá?- Se sorprendió y no sé si un poco le brillaron los ojos.
- ¿Almorzamos?-
- ¿Te vas a casar?-
- Hablemos....-
- ¿Qué pasa?- Cerré la puerta detrás de mí.
- ¿Cómo anda, Juan? Miré, vine a comentarles que el hijo de Lucio tuvo un accidente en el trabajo y como él se iba para que lo cuide. No podrá hacerlo.-
Lo miré extraño. No sabía para dónde iba esto.
- ¿Y? ¿Qué haces acá?-
- No, nada. Vine a avisarles que él se quedará conmigo. Detrás de la verdulería vivo yo.- Hizo un gesto hacia atrás, cómo si estuviese ahí.
- Discúlpame...- Le dije, mirando a Paula que estaba muda.- No estoy entendiendo porqué nos estás avisando esto.-
- Ah, disculpe. Entiendo. Lo que pasa es que como ya se lo comenté a la señora y...- La miró a Pauli, nervioso y lo interrumpí.
- Decime por favor.-
- Don Lucio me comentó que son muy amigos y como la señora lo ayudaba en varias oportunidades vine a avisarles por si querían ir a visitarlo.-
Sonrío, muy calmo, cómo si nada estuviese pasando.
- Ah, no, bueno. Si usted lo va a ayudar seguro lo veremos en alguna oportunidad en la verdulería y lo saludaremos. Lo acompaño.- Le hice gestos hasta la puerta.
- Si, claro. Cuando gustes. Lucio habla muy bien de ustedes y como es un gran amigo, me lo pidió.-
Mario salió, saludando a Pauli que solo sonrió u levantó su mano.
- Que desubicado.- Me senté en la mesa. Pauli seguía parada. - ¿Tomamos unos mates?-
- Juan...- Me dijo, casi llorando.
- Para...- Me detuve. No la vi, no lo pensé, no pregunté.- ¿Te hizo algo? ¿Se zarpó? ¿Te quiso...- La agarré de los brazos, preocupado
- No, Juan. No.-
- ¿Y por qué estás así? ¿Qué te pasa?-
- Volvió, amor, ¿Entendés? ¿Y qué vamos a hacer?- Se mordía las uñas, nerviosa.
- Amor, vamos a otro lado y listo. Qué tanto te preocupa. Ya está.-
- Si, bueno. Está bien. Si.- Me dijo y se sentó en la mesa.
Tomamos unos mates. Cenamos y nos acostamos. Últimamente yo venía muy caliente. Empecé a besarla, tocarla y ella no se movía.
- ¿Qué pasa?- Le pregunté.
- Nada, hoy no tengo ganas, amor. Perdón. -
No dije nada. Me di medía vuelta y me dormí.
Habrán pasado unos cuantos días. Era sábado y como era obvio, saldríamos a comprar. No habíamos tocado el tema de Lucio, ni el verdulero. Salimos y Pauli enfiló hacía el lado de la verdulería.
- ¿Qué haces? ¿Por qué para allá?-
- Amor, toda nuestra vida está de ese lado. Vayamos.- Me respondió y empezó a caminar.
Me sorprendí. Me sorprendí y sentí algo en el pecho. Había pasado un mes, pero nos habíamos jurado que todo había cambiado y en el trayecto realmente traté de recordar en qué momento lo juramos y ya estábamos próximos a la verdulería.
- Para...- La tomé del brazo. - ¿Vos ya viniste para acá?-
- Si, pero te juro amor que no lo ví a él, ni nada.- Se alteró, nerviosa.
Llegamos, nos atendió Mario. Yo me quedé exactamente en la puerta, molestando el paso, corriéndome cada vez que él salía a buscar verdura.
- Los otros días Lucio no estuvo. Fue a hacerse estudios. - Le dijo a Pauli.
- Qué bueno, ojalá ande bien.-
- Y ahí anda, está adentro.- Ingresó y comenzó a los gritos- ¡Lucio! ¡Lucio, sus amigos!-
- No, no, espere. - Lo frené y ya Lucio estaba saliendo. Caminando más lento de lo esperado.
- ¡Queridos! ¿Cómo andan, mis amigos?-
Pauli fingió, un saludo. Yo le di la mano, con una falsa sonrisa.
- Bueno, nosotros nos vamos, ¿Cuánto es?- Le dije a Mario. Pauli estaba muda. Tensa.
- Ahí le digo. Escucheme, ¿Ustedes podrán revisar el celular de Lucio que creo que anda mal?- Me dijo Mario.
Traté de esquivar la pregunta pero había una señora detrás nuestro y no sé porqué ingresamos hacia el fondo.
- Pasen, pasen...- Dijo Lucio con la mano. Atravesamos una cortina y un poquito desde el costado había una silla y una mesita. Todo muy limpio pero pequeño. La cortina se movía y se podía ver la verdulería. - Acá está. - Dejó el celular en la mesita y se sentó.
Sacó la clave y tenía la foto de una bombacha roja.
- Acá estoy bien. Por lo menos hasta que me hijo se recomponga, ¿Ustedes bien?-
Pauli asentó con la cabeza.
- ¿Te falta mucho?- Me miró y le mostré la foto del celular. Ella se quedó petrificada.
- Usted es un hijo de puta. - Le Susurró Pauli.
- Pero nena, que te pasa...-
- Usted se quedó con una tanga mía y le sacó una foto y la poso de fondo, ¡sucio!-
- Nena, soy un hombre mayor. Vos fuiste lo último que me queda de mí hombría. Mirá si no voy a aprovecharlo. Además, es apenas una foto.- Metió su mano del bolsillo y sacó la colaless. Se la llevó a la nariz y la olió profundamente. - Todavía tiene tu olor a concha. Cómo te mojabas, putita. - Dijo, detrás de una garraspera seca.
- Vámonos. - Le dije y la tomé del brazo.
- No le conviene. - Se paró Lucio. - Háganme el favor. Un último favor.-
- Esto se está convirtiendo en algo muy perverso. Creo que mejor nos vamos. - La volví a agarrar a Pauli.
- No será nada lindo que se entere Mario, sobre el pasado.-
Me acerqué, alterado pero sin hacer mucho ruido.
- Escúchame una cosa, viejo pelotudo. Me chupa tres hectáreas de putas que le digas a Mario que te cogiste a mi mujer porque si te cree, cosa que es raro porque mirá lo hembra que es... si te llega a creer, me voy a otro lado.-
- Creer me va a creer porque me ha visto meterle mano a tu mujer, nene.-
Me quedé petrificado. <<¿Otra vez?>> pensé. La miré a Pauli. Ella agachó la cabeza, sorprendida.
- ¿Esto es real?- Le pregunté por lo bajo.
- No sé, pensé que no se había dado cuenta, yo...-Balbuceó.
- Vámonos igual.-
- Amor, no quiero que nadie se entere, yo...- Casi lloraba.
- Pero Pauli, esto no va a tener límites.-
- ¿Qué querés?- Le preguntó, mirándome a mí y no al viejo.
- Una ayuda, cómo las de antes.-
- ¿Cuál?-
- Y... vemos...-
a Pauli se le caía una lágrima.
-¿Dónde?- Preguntó ella.
- Acá. -
- Ni, loca. Nos pueden ver.-
- Vos avísanos.- Me indicó.
- Pero acá,no. -
- Mario, no entra nunca.-
- No, en serio. Acá...- Escuché que Pauli se cayó. Yo estaba cerca de la cortina, cerrandola.
- Mirá cómo la tengo. - Susurró Lucio.
Giré y Pauli se mordía levemente los labios.
- Haceme acabar como sabes.- Le mostraba la pija.
- ¿Qué es lo qué querés?-
- ¿Querés darle un beso?-
Pauli no contestó.
- ¿Querés o no?-
- Bueno...- Sentí que tragó saliva.
Se agachó y le dió un beso.
- ¿Querés comertela?-
- Está bien...- Respondía sin convicción.
Se la metió entera y se la chupó un poco. Lucio gemía, tirado en la silla.
- ¿Cuanto le falta?-
- Si me preguntas a cada instante, mucho. -
Pauli miraba hacia afuera, con miedo. Yo observaba por la cortina y Mario no paraba de atender.
- Bajate el pantalón, dale. - Le ordenó.
Pauli le hizo caso y le dio la espalda.
- Sacate la bombachita y ponete esta que me voy a quedar. -
-No, está sucia...- Dijo Pauli, sacándose la tanga.
- Te metes la pija del culo a la boca. Sos mas puta que las putas y te jode que esté usada.-
- Rápido, Lucio.- Se la sacó y se colocó la que le dió Lucio.
Lucio la agarró y comenzó a comerle el culo desesperado. Se pajeaba con velocidad.
- Qué rico olor a culo, que olor a puta.-
Pauli gimió lentamente y yo ya veía dónde estábamos de nuevo.
- ¿Te gusta, puta?- Le dijo y ella no contestaba. - ¿Te gusta o no?- Le metió un dedo grueso en el culo y ella se aflojó.
- Ahg... un poco...-
- ¿Extrañabas estos dedos, puta?-
- Un poco... ah... un poquito...ahg.-
- sentate. -
- No, el culo, no. basta.-
- ¿ Querés que acabe rápido o no?-
Paula suspiró y se sentó sobre la pija de Lucio. Hizo un pequeño grito y comenzó a saltar. No sé cuánto tiempo pasó pero en esa eternidad, Lucio acabó. Le llenó el culo de leche a Pauli que sonrió cuando lo sintió. Se sacó la colaless, se la tiró. Se cambió y nos fuimos.
Mario nos saludó como si nada. Llegamos a casa, otra vez volví a dormir al sillón. Ya ni me molestaba que se la cogiese otro. En algún punto, asumía mi rol y calentura de cornudo sumiso. Me dolía la mentira, la adrenalina no compartida, la... no sé qué más. Le escribí a Maca en reiteradas oportunidades, pero no me contestó.
Pasaron tres meses. Nuestro casamiento se acercaba. Seguimos adelante, ni yo sé porqué. No volvimos a reincidir. Bueno, por lo menos hasta donde yo sabía. Tres meses. Tres meses donde volví a verla a Maca, de pasada, caminando rápido por el centro de la Capital, pero el tiempo suficiente para saber que necesitaba recuperarla. Le grité y ella se dió vuelta.
- Hola...- Sonreí, agitado porque corrí para alcanzarla.
- ¿Qué haces acá?- Se sorprendió y no sé si un poco le brillaron los ojos.
- ¿Almorzamos?-
- ¿Te vas a casar?-
- Hablemos....-
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