Despertamos cerca del mediodía, cuando nos trajeron algo de comer.
Nos indicaron “Que la puta se prepare, porque íbamos a ir a otro lugar.”
Con resignación fue a defecar frente a todos, como cada mañana.
Era un espectáculo que ansiaban. Se juntaban para verla cagar.
Alguna vez comprobé que se masturbaban mirándola.
Luego la ayudé a bañarse.
Estaba muy maltratada.
Cinco días de violaciones, azotes y abusos estaban dejando huellas en su hermoso cuerpo.
Entró el violento, trayendo en sus manos una cadena de eslabones pequeños, con pinzas en cada extremo.
Mordió con cada pinza sus pezones, y soltó la cadena sobre su pecho.
Luego alzó la cadena y tironeó, hasta que ella se quejó y se movió hacia adelante.
Sonrió satisfecho y soltó.
Luego sacó otra cadena con eslabones más pequeños y más corta.
La hizo abrir las piernas, y colocó cada pinza en los labios de su vagina.
Le dio un chirlo en la parte interna de su pierna y salió.
Unos minutos más tarde vino uno. Nos trajo calzados y ató nuestras muñecas con sogas.
Cuando salimos vimos que estaban todos listos para irse.
Llevaban sus armas y sus mochilas.
Nos pusieron delante del grupo, atrás del líder, y nos empujaron para que caminemos.
Iba detrás de ella, mirando el tremendo espectáculo de su cuerpo perfecto.
Sus piernas marcadas, su cola que parece dos pelotas de fútbol, las nalgas duras, que se contraían a cada paso.
Su espalda angosta y delicada, su cintura marcada por sus caderas redondas.
A pesar de que había perdido peso, se veía saludable y hermosa.
Caminamos como media hora.
Llegamos a una casona vieja, con ventanales rectangulares altos y puertas de madera.
Tenía aspecto de estar abandonada.
Entramos y fuerte el olor a encierro nos pegó en la cara.
Había pilas de cajas por todas partes.
Polvo acumulado en el piso y sobre los muebles.
Le quitaron a ella las pinzas de las tetas y la vagina, y nos desataron las muñecas.
Y le dijeron,
- “Hoy te vamos a bautizar como la puta oficial de la banda!”
- “Y vas a tener el privilegio de disfrutar la mejor verga del grupo!”
La desataron y la condujeron a un baño inmenso.
El techo era tan alto, qué tranquilamente podría haber contenido una habitación arriba. Tenía sólo un inodoro, un lavabo y una bañadera enlozada.
La metieron acostada en la bañadera y la rodearon.
Sacaron sus vergas y apuntaron a mi puta.
- “La otra vez te meamos porque estabas muy puta con ese gancho en el culo, esperándonos”.
- “Ahora te vamos a bautizar!”
Y la bañaron con la orina de todos!
Parecía que se habían estado aguantando, porque orinaron abundantemente!
Chorros fuertes, que al caer sobre su piel, salpicaban.
La mearon íntegra! Su cara, su pelo, sus pies.
Ella reía!
Pasaba sus manos por su cuerpo, acariciando la orina sobre sus tetas, su vagina, sus piernas.
Abría la boca, y bebía la orina que caía en su cara.
Cuando acabaron, quedaron charcos de orina en su ombligo y entre sus tetas.
Ella pasaba sus dedos por ellos, los lamía y los chupaba.
Entonces abrieron la llave de la ducha y un chorro frío de agua turbia le cayó de golpe sobre el vientre.
Ella dio un grito por la sorpresa y por el frío.
Enseguida se pusieron duros sus pezones, se le puso la piel de gallina y empalideció por la baja temperatura del agua.
Cerraron la llave, y ella quedó temblando.
La ayudaron a levantarse y la envolvieron con una toalla áspera, pesada, dura de mugre y que olía mal.
Luego le lubricaron el culo y la concha y la dilataron con el dildo.
Se peleaban entre ellos por hacerlo, mientras la tenían en 4 acostada con las piernas abiertas.
Ella los miraba con sorna.
- “Bueno! Llegó la hora de que te coja el bebé!”
Nos llevaron a un establo a unos 30 metros de la casa.
Una construcción de paredes gruesas, ladrillos grandes asentados en adobe.
El techo alto, con chapas oxidadas.
Increíblemente lucía mucho más limpio que la casa.
En el único corral, había un caballo negro, joven, bajo.
Se inquietó al vernos entrar.
Enseguida uno de ellos entró al corral y lo apaciguó.
- “Tu próximo amante, putita!” “Atendelo bien!”
Ella estaba inmóvil mirando al animal.
Las mejillas se le pusieron rojas.
Entrebrió su boca.
Sus pezones se pararon e involuntariamente los masajeó, y también masajeó su clítoris.
Estaba muy excitada!
Deseaba al animal!
La condujeron dentro del corral, y ella se agachó para quedar entre las patas del equino que habían atado, para evitar que la patee.
El cuidador sostuvo el bozal, mientras ella acarició las bolas del caballo y las besó.
Las masajeó y empezó a aparecer el enorme pene negro, con manchas blancas.
Medía más de medio metro, y era grueso. Casi como su antebrazo.
Lo tomó con ambas manos, abrió la boca todo lo que pudo y se lo comió.
Lo mamaba con desesperación.
Lo sacaba, lo lamía, y volvía a chuparlo.
Su respiración era agitada.
Estuvo mucho rato mamandolo.
Por fin se dirigió al cuidador,
- “Cómo me pongo?”
- “Por dónde querés la verga?”
- “Por atrás”, dijo decidida.
- “Jeje! Querés que te rompa el orto?”
- “Siiiii!”
- “Acostate en ese fardo y levantá las piernas”
Ella obedeció.
El otro le agarró la mano y le puso la enorme pija del potro en ella.
Le escupió en el ano, y le dijo,
- “Metétela vos y cógelo moviendo el culo”
Ella puso la punta de la verga en su ano, y comenzó a empujar.
No entraba. La posición era incómoda.
Se acomodó más cerca.
Volvió a intentar. Empujó agarrando la verga con ambas manos, orientándola de una manera y de otra hacia el ano que se iba abriendo cediendo a la presión.
Empujaba con sus dedos, y agarrando fuerte la pija con la otra mano.
Su culo se le abrió y entraron como 15 centímetros de verga.
Ella lanzó un “Ahhhhhhh!” de placer.
Y empezó a mover la pelvis hacia arriba y abajo, y girándola.
Gozaba! Gozaba increíblemente! Gemía con la boca abierta.
- “Ahhhhh! AHHHH!”
Quería la verga más adentro!
Se puso en 4, agarró la verga, y cuando la metió, medio separó y movió su cuerpo hacia atrás.
Esta vez la penetración fue profunda!
Todos estábamos hipnotizados mirándola gozar de esa enorme pija en su culo.
Ella estaba muy caliente!
Jadeaba!
Respiraba agitada!
Se movía descontrolada.
Cuando por el movimiento la verga se quería salir, ella la agarraba y la sostenía y movía su culo, para que entrara más profundo!
Quería que entre toda!
En ese momento alguien gritó afuera!
Se escuchó un disparo de arma larga.
Los maleantes se despabilaron y salieron medio corriendo.
Hubo corridas y la balacera se volvió intensa.
Se escuchaba cómo los proyectiles impactaban las paredes de lestablo.
Temí que alguno nos diera.
Le grité,
- “Vayámonos! Tirémonos al piso!”
Pero ella estaba en otro mundo!
El cuidador soltó al animal, que estaba inquieto por las explosiones y salió corriendo.
Pero ella no soltaba la verga y seguía moviéndose!
Yo ocupé el puesto del cuidador, y agarré el bozal.
Los disparos empezaron a menguar, y a escucharse más lejanos.
Se oyó ruido de vehículos y algunas voces hablando a los gritos.
Ella sacó la verga de su culo, se agachó y empezó a mamarla.
Movía el pene masturbándolo y chupando con energía.
De pronto un chorro de semen casi la ahoga!
Abrió la boca y mucha leche cayó sobre sus tetas.
El animal seguía eyaculando chorros que ella no podía tragar, porque la ahogaban, y las dejaba salir de su boca sobre su cuerpo.
Por fin los últimos chorros fueron menos abundantes y ella tragó, lamió, besó y acarició agradecida a la enorme verga.
Pasó sus manos por sus tetas, y su abdomen, y las lamió.
Mientras chupaba sus dedos, se percató de que todos se habían ido.
Me miró con un signo de pregunta en su mirada.
- “Hubo una balacera y todos salieron corriendo”, le conté.
Ladeó su cabeza y recorrió con la mirada el lugar.
Nos quedamos quietos y callados un rato.
El silencio era sepulcral.
Salimos a hurtadillas.
No había nadie.
Escapamos medio agachados, y nos dirigimos a la cabaña.
Buscamos nuestras ropas, nos vestimos y nos marchamos dejando atrás todo aquello.
Por un tiempo ni hablamos del asunto.
Pasaron meses.
Un día mirábamos una película policial, en la que unos asaltantes, tomaban rehenes en un banco.
- “Tuve mucho miedo de que nos mataran…”, le dije.
- “Yo también”, dijo ella.
- “Pero fuera de eso…. Gocé cada cosa que me hicieron….”
Nos quedamos callados….
- “Papi!”, murmuró,
- “Podríamos volver a esa isla alguna vez, no?....”
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