Volvía a ver a mi prima después de varios años. Ciertamente estaba más rica de como la recordaba; su mirada madura tenía una chispa de lujuria que desde el primer momento me atrapó y sus tetas habían crecido, tanto, que imaginaba poner mis manos sobre ellas y sabía que no podría abarcarlas por completo, podía darme cuenta de que le pesaban.
Recordé cuando años atrás empezamos a tontear.
Recordé el sabor de sus téticas de aquel entonces y cuando me dejo deslizar mis dedos en su vagina, húmeda, virgen; el olor penetrante quedó conmigo y aun lo recordaba. Sucio, fuerte. Antes me asqueaba, ahora olfatearlo era saber que un coñito estaba listo para ser empotrado.
Nos mirábamos de cuando en cuando. Vino en compañía de mis abuelos y los tres dormían en la habitación de huéspedes y la mayoría del tiempo siempre había gente cerca mientras yo me moría de ganas por hablarle de temas más sucios, de tocarla, besarla y retomar las cosas por donde las habíamos dejado.
La ocasión se me dio un día cuando llegaba de tomar con unos amigos. Al parecer ella y mis abuelos estaban charlando en el antejardín, pero justo cuando llegue yo ellos había entrado para irse a dormir quedándose ella un poco más, sola y vulnerable. Envalentonado por el alcohol me acerque casi temblando por el fuego morboso que me quemaba.
Al principio la charla fue normal.
Luego fui preguntando cositas…
Aún era virgen y no había tenido novio, un que otro tonteo con algún muchacho de la escuela, pero nada serio.
Entonces, cuando termino de reírse de un mal chiste que hice, la besé. Ella no se me resistió. Aun no sabía besar bien, pero estaba dispuesta a aprender, era mansita y dejo que la guiará, como una buena perrita.
Pase mis dedos por sus labios carnosos.
Dejo que lamiera su lengua, con todo gusto, me permitió lengüetearle por todos lados.
Estaba durísimo, mi verga quería romper el pantalón. Me detuvo, pero era porque alguien podía vernos, pero lejos de querer parar me dijo que entrásemos. La lleve hasta la cocina. Las manos me temblaban de la excitación y no pude contenerme, le baje la blusa de tirantes con todo y brasier para que aquellas tetotas fueran libres. Empecé a chuparlas, besarlas, pellizcar aquellos tiernos pezones con mis dientes.
Ella se sentía bien, no sabía gemir, pero temblaba ante mis caricias. Tenia la boquita abierta y no dudaba en dejarme chupársela toda. Era como una bebecita. Nuestras babas caían en sus tetas. Lleve su mano hasta mi verga y la saqué. La guie, como subir y bajar, el ritmo y la fuerza…
Su mano se sentía tan bien.
Yo tenia novia para aquel entonces pero el deseo que me dominaba no era ni por asomo el mismo. Quizás fuese porque ella fue mi primera fantasía, mi primer deseo, la primera mujer que me dejo verla y tocarla.
Entonces le pedí que se agachase. Tenia la boquita abierta y no dude en embutirle mi verga. Ella no chistó. Más sensual que ella me chupase, fue que me dejase usarla, como un hueco de uso personal, dejo que metiese mi verga hasta la garganta mientras ella me veía a los ojos y unas lagrimitas se asomaban por atragantarse. Me dejo venirme y para mi sorpresa se trago mi lechita.
Quise seguir, quería follarla ahí mismo, pero unos pasos en la escalera nos hicieron abortar.
Luego, de eso buscábamos cualquier espacio para manosearnos, pero no me dejaba ir más allá, aunque le suplicase. Lo único que me dejo hacerle fue olfatearle el coñito. Se deleitaba con el dolor de mis huevos.
Esas vacaciones terminaron y mi primita se marchó. Llevo tiempo sin verla, pero me muero de ganas de visitarla, pronto, en las próximas vacaciones.
Recordé cuando años atrás empezamos a tontear.
Recordé el sabor de sus téticas de aquel entonces y cuando me dejo deslizar mis dedos en su vagina, húmeda, virgen; el olor penetrante quedó conmigo y aun lo recordaba. Sucio, fuerte. Antes me asqueaba, ahora olfatearlo era saber que un coñito estaba listo para ser empotrado.
Nos mirábamos de cuando en cuando. Vino en compañía de mis abuelos y los tres dormían en la habitación de huéspedes y la mayoría del tiempo siempre había gente cerca mientras yo me moría de ganas por hablarle de temas más sucios, de tocarla, besarla y retomar las cosas por donde las habíamos dejado.
La ocasión se me dio un día cuando llegaba de tomar con unos amigos. Al parecer ella y mis abuelos estaban charlando en el antejardín, pero justo cuando llegue yo ellos había entrado para irse a dormir quedándose ella un poco más, sola y vulnerable. Envalentonado por el alcohol me acerque casi temblando por el fuego morboso que me quemaba.
Al principio la charla fue normal.
Luego fui preguntando cositas…
Aún era virgen y no había tenido novio, un que otro tonteo con algún muchacho de la escuela, pero nada serio.
Entonces, cuando termino de reírse de un mal chiste que hice, la besé. Ella no se me resistió. Aun no sabía besar bien, pero estaba dispuesta a aprender, era mansita y dejo que la guiará, como una buena perrita.
Pase mis dedos por sus labios carnosos.
Dejo que lamiera su lengua, con todo gusto, me permitió lengüetearle por todos lados.
Estaba durísimo, mi verga quería romper el pantalón. Me detuvo, pero era porque alguien podía vernos, pero lejos de querer parar me dijo que entrásemos. La lleve hasta la cocina. Las manos me temblaban de la excitación y no pude contenerme, le baje la blusa de tirantes con todo y brasier para que aquellas tetotas fueran libres. Empecé a chuparlas, besarlas, pellizcar aquellos tiernos pezones con mis dientes.
Ella se sentía bien, no sabía gemir, pero temblaba ante mis caricias. Tenia la boquita abierta y no dudaba en dejarme chupársela toda. Era como una bebecita. Nuestras babas caían en sus tetas. Lleve su mano hasta mi verga y la saqué. La guie, como subir y bajar, el ritmo y la fuerza…
Su mano se sentía tan bien.
Yo tenia novia para aquel entonces pero el deseo que me dominaba no era ni por asomo el mismo. Quizás fuese porque ella fue mi primera fantasía, mi primer deseo, la primera mujer que me dejo verla y tocarla.
Entonces le pedí que se agachase. Tenia la boquita abierta y no dude en embutirle mi verga. Ella no chistó. Más sensual que ella me chupase, fue que me dejase usarla, como un hueco de uso personal, dejo que metiese mi verga hasta la garganta mientras ella me veía a los ojos y unas lagrimitas se asomaban por atragantarse. Me dejo venirme y para mi sorpresa se trago mi lechita.
Quise seguir, quería follarla ahí mismo, pero unos pasos en la escalera nos hicieron abortar.
Luego, de eso buscábamos cualquier espacio para manosearnos, pero no me dejaba ir más allá, aunque le suplicase. Lo único que me dejo hacerle fue olfatearle el coñito. Se deleitaba con el dolor de mis huevos.
Esas vacaciones terminaron y mi primita se marchó. Llevo tiempo sin verla, pero me muero de ganas de visitarla, pronto, en las próximas vacaciones.
2 comentarios - La boquita de mi primita