Tras un tiempo buscando en aplicaciones de citas, y de hablar con varias chicas peculiares, logré encontrar una normal. Y después de dos semanas hablando con ella (primero por WhatsApp y luego empezamos a llamarnos) me di cuenta de que me gustaba su conversación. Bueno. Y su cuerpo, por supuesto. Era mayor que yo. Bastante. Era mi primera vez tonteando con una mujer de 40 años, mientras que yo tengo 30. Pero me gustaba mucho en general.
Y parece que yo también le gusté, así que quedamos un viernes después su trabajo para tomar un café. Yo era freelance. Sólo tenía que cumplir un cupo de artículos para mi periódico para poder cobrar. Terminé de enviar uno antes de acudir a mi cita. Era una buena zona. Peatonal, en una placita con una fuente. Yo me había arreglado un poco. Bueno, lo justo. Afeitarme la barba e ir con una camisa y un pantalón tejano planchado. Llegué al sitio justo a tiempo. Vi como ella llegaba a lo lejos.
Ya la había visto en fotos, pero en persona era más impresionante. Debía ser como yo se alta (y no llevaba tacones). Su cabello moreno perfectamente liso. Sus ojos azules, una nariz bonita y unos labios finos. Ella también se había puesto una camisa blanca, abriéndose ligeramente el escote, y un pantalón negro. Nos saludamos con dos besos y nos sentamos.
“JP, por fin te conozco”, dijo. “Pareces un poco más joven en persona”
“Me lo tomaré como un cumplido. Tú estás estupenda, Ágata”, respondí.
En ese momento se acercaron a tomarnos nota. Ambos nos pedimos una cerveza con limón.
“Bueno. ¿Te gusta lo que ves?”, preguntó Ágata, y le dio un trago a su bebida.
“¿Así a saco?”
“¿Eso es malo? Llevamos ya dos semanas hablando”, me recordó. “Pensé que podríamos ir un poco más al grano”
“Una mujer poderosa. Me gusta”, confesé, y yo también bebí. “Y sí, me gusta mucho lo que veo. Estás buenísima”, le reconocí.
“Gracias, encanto”
Noté que ella no decía nada, así que le pregunté yo.
“¿Y qué opinas tú de mi?”
“Si no hubiera hablado contigo, no te tomaría por la calle por uno de treinta años”, confesó. “Pero tranquilo. Me encantas. Le hubieras dado un mejor toque viniendo con camiseta y no tan formalito”, se rió. Yo me avergoncé un poco.
“Pensaba que era más apropiado”
“Lo es, no te preocupes. A ver…”, miró alrededor. “Mira, llevamos días hablando, ya sabes qué pelis me gustan, dónde me voy de vacaciones, y los últimos días nos mandábamos fotos de lo que estábamos comiendo. Bueno. Y no solo esas”, me recordó. Y era cierto. Su última foto en lencería se había merecido una paja.
“Lo sé. Y yo de momento estoy encantado. Aunque me imagino que ahora viene el pero”.
“No creas. O a lo mejor sí. Yo había quedado con otro joven hace un tiempo, ¿sabes? Y el segundo día ya quedamos para…”, miró alrededor. Estábamos solos. “follar. Y fue un desastre. No por su técnica, sino porque sólo se preocupaba de su placer. Y yo no quiero eso. Me dijiste que tú eres generoso, ¿no?”
“No he tenido quejas de lo contrario”, le respondí. Y era cierto. Yo a lo mejor no emulaba las acrobacias del circo del sol, pero si me decían así yo seguía así, si me pedían más yo daba más… y normalmente siempre me lo devolvían.
Ágata dio otro trago a su cerveza y en ese momento me sujetó las manos.
“Mira, JP, no quiero mentirte. Ahora mismo no me imagino con pareja formal, pero sí querría alguien con quien hablar, y tú me das conversación. Dices que te gusta la cultura, y a mi también. Podríamos ir al cine o al teatro. Y también… alguien que me folle. ¿Crees que podrías hacer eso por mi?”
“No lo sé”, respondí. Un tanto molesto. “O sea, lo que buscas es que cuando te aburras, chascas los dedos y yo acuda a tí como un perro, ¿no?”
“Claro que no. Yo sería tu perrita”, dijo con voz sensual. Tanto que se me puso dura. “En serio, yo no quiero tenerte obligado. Solo poder quedar en plan amigos, y también follar. Vaya, como follamigos pero respetando lo de amigos”
“¿Lo dices en serio?”
“Totalmente. Es tu decisión, JP. Yo entendería que dijeras que no si lo que andas es buscando una novia. Y te aseguro que yo para eso no te convengo.”
“Bueno, yo ahora mismo no tengo a nadie. Si dices de verdad que no te quieres plantear nada serio, me interesa mucho lo que dices”
Ágata parecía analizarme mientras hablaba. Parece que se lo pensó antes de preguntarme.
“¿Es cierto que no tienes a nadie más?”
“Muy cierto”
“Dime la verdad, JP. Un chico como tú no puede estar solo”
“Te lo juro”, insistí.
“¿Ni follamigas?”
“Nada. Es más. Llevo medio año sin… ya sabes”
Ágata se acabó la cerveza en ese momento. Parecía satisfecha con mis respuestas. Me sonrió tiernamente.
“Entonces, podrías terminar la cerveza, y nos vamos de aquí…”
“¿Al cine?”
“A ese hotel que tenemos ahí”, dijo, y señaló uno. “¿Por qué esperar más?”
“Wow. Qué directa. No me esperaba acabar así”, confesé.
“No quiero perder el tiempo, JP. Quiero saber si somos compatibles. Y espero que sí”, suspiró. “Madre mía, cómo me gustáis los jovencitos”
“Me gusta cómo se está poniendo la tarde”, le dije, y apuré mi cerveza. Me llevé la mano al bolsillo y pagué las consumiciones. Ágata se puso en pie y enganchó su brazo al mío y marchamos hacia el hotel, con toda decisión. Era discreto. Mientras atravesaba la puerta pensé qué ocurriría si algún conocido me veía entrar allí.
“Una habitación para dos personas”, pidió cuando nos acercamos a recepción.
“¿Para la tarde o también para la noche?”, preguntó la recepcionista. Tenía expresión aburrida.
“Para toda la noche”, dijo Ágata.
Fui a pagar, pero ella me detuvo.
“Hoy invito yo, cielo”
Ahora la recepcionista nos miraba con interés. Quizá al principio se había imaginado que ella era puta. O que yo era su escort. Ahora parecía dudarlo. Nos dio la llave.
“Cuarta planta, habitación 404”
“Gracias”
Nos tomamos de la mano de nuevo, y fuimos al ascensor. Me volví hacia ella, pero en ese momento ella parecía distante e iba mirando al frente. Quizá no había sido buena idea venir. Por fin el ascensor se detuvo, y fuimos hacia la habitación, que estaba cerca. Abrió y me dejó entrar. Yo pasé. No estaba mal. Nada más entrar había paso a un aseo, con lavabo, retrete, y bañera completa con mampara. Y luego la habitación. Tenía el tamaño justo, una cama de buen tamaño, dos mesillas para las luces, el armario empotrado en la pared y un televisor frente a la cama.
Me volví hacia Ágata, que también miraba la habitación con interés.
“¿Te encuentras bien?”, le pregunté.
“Perdona. Hacía tiempo que no estaba así”
“¿Incómoda?”
“No. Disfrutando de mi libertad con un hombre que me gusta, donde podemos hacer lo que nos dé la gana”, dijo. “¿Te apetece pedir que nos suban algo?”,
“Me apetece besarte”
Lo llevaba deseando desde que la había visto en persona. Ella sonrió, y me indicó que me acercase.
Yo lo hice. Caminé hacia ella y la rodeé la cintura con las manos. Y le di un beso suave. Sentí que ella me lo devolvía. Bien. Me gustaba cómo besaba. Ella se dejaba dominar por mi. Yo disfruté de sus labios un poco, hasta que ella rompió el beso con delicadeza.
“Una cosa, JP… no tienes que cohibirte conmigo, ¿vale? Es decir, me gusta el beso pero si quieres algo más pasional… yo encantada”
“¿Seguro?”
“Segu, ¡uh!”
La empujé contra la cama y me puse encima de ella. Ahora la besaba con más ganas. Ella se dejó llevar mientras yo disfrutaba de su cuello. Cuando me incorporé, vi que se desabrochaba unos botones de la camisa. Yo empecé a quitarme la mía, que voló por la habitación. Su cuerpo contra el mío. Me gustaba lo cálido que era. Y ese sujetador empezaba a estorbarme un poco. Pero iba a ir despacio. Bueno, ella no. En ese momento se dio la vuelta, dándome acceso a su espalda y al cierre. Empecé a besuquear toda su espalda mientras le abría el sujetador. Yo sentía que me empezaba a doler la polla de ir encerrada en el vaquero, y más ahora que la tenía encima de su culo. Ella volvió la cabeza para mirarme.
“¿Estás bien ahí, JP?”, me preguntó traviesa. “Porque si te portas bien, va a ser tuyo”
“Joder, Ágata, cómo me pones”
“Eso espero… deja que me de la vuelta”, yo me apoyé en las rodillas y ella pudo girar debajo de mi, mostrándome las tetas. “¿Qué te parecen?”
Me llevé la izquierda a la boca mientras masajeaba la derecha con ganas. Me entretuve especialmente en sus pezones, y ella reaccionaba gimiendo por mis movimientos. Noté sus manos en mi pelo, se me erizaba mientras me lo recorría con los dedos. Yo me estaba volviendo loco con aquellas tetas grandes. Cuando le había llenado una de saliva, empecé con la otra.
“Sigue”, pidió ella. “Chúpame las tetas, sí…”
“Las tienes deliciosas”, le dije, sin dejar de chupetearlas.
“Son tuyas… eh, espera, ¿qué haces?”, me preguntó.
Yo había bajado mis manos a su pantalón y se lo estaba empezando a bajar
“¿Tú que crees?”, respondí.
“No… no te he dejado que me la metas”, dijo. ¿En serio se iba a enfadar?
“Pensaba hacer otras cosas”, le dije. “Fíate de mí. Ya te dije que soy MUY generoso”
La hice moverse arriba en la cama y así me pude acomodar entre sus piernas y empecé a besar su vientre mientras le iba bajando el pantalón, ahora con completa libertad. Así llegué a su coño, tapado por unas bonitas bragas de encaje. Me deshice por completo del pantalón y empecé a excitarla dándole besos por encima de la tela. Yo me fui quitando mi propio tejano. No iba a follarla sin consentimiento, pero al menos ahora la polla no me dolía de tenerla guardada dentro del pantalón.
“JP… no me tortures…”, suplicó entre suspiros. Mi boca le estaba gustando mucho. Decidí ser bueno con ella. Y de paso, darme una satisfacción a mi mismo. Le bajé las bragas y empecé a saborear su húmedo coño. Se había mojado mucho con el juego previo. Sentó su mano contra mi pelo, empujándome a seguir. Mi erección protestó un poco. Pero lo primero era lo primero. Metí un dedo en su rajita.
“¡Aaaaah! ¡Joder! ¡Sí! ¡Sigue!”
“¿Te gusta esto?”, pregunté y empecé a machacar su coñito. Le metí un segundo dedo y empecé a masturbarla con ganas.
“¡Mucho! ¡Mucho!”, gimoteó mientas se acariciaba las tetas. “Uh… usa más tu boca, por favor…”, se puso colorada mientras me lo pedía.
Volví a comérselo mientras me apoyaba con mis dedos. Recorrí muchas veces si clítoris mientras la masturbaba. Y de pronto, sentí unos chorros cayéndome por los labios y alrededor. Se estaba corriendo. Mantuve el ritmo hasta que noté que su cuerpo se destensar, se había encogido ligeramente con el orgasmo. Jadeó sobre el colchón y por fin la dejé descansar.
“Joder…”, suspiró, se había llevado una mano a la frente.
“¿Qué pasa?”
“Hijo de mi vida, eres el primero que se baja al pilón sin que tenga que pedírselo”
“Te dije que soy un amante generoso”, le respondí con una sonrisa. “¿Puedo al menos quitarme esto?”, pregunté, señalando mi boxer.
Con cuidado se echó sobre el costado y llevó las manos al calzoncillo. Con un suave movimiento, estiró de la goma y me lo bajó. Vi cómo se relamía mientras miraba mi polla apuntando directa hacia su cabeza.
“Te has ganado el derecho a follarme”, dijo con una sonrisa y puta. “Necesito esta polla dentro…”, añadió y empezó a hacerme una paja suave.
“¿De verdad?”, pregunté. Me hubiera encantado una mamada en ese momento.
“Sí… tengo el coño al rojo… y necesito tu lefa dentro para aliviarme”, dijo.
“¿No me vas a poner la gomita?”
“Tomo la píldora, cielo… así se siente mejor”
“En ese caso”
Me moví entre sus piernas. Ella las separó bien para mi. Empecé a frotar mi polla contra su coño. Un poco de resistencia al principio, pero pronto estuvo mojada. Se la metí en un suave movimiento.
“¡Aaaah! ¡Sí! ¡JP, sí!”, suspiró. “¡Fóllame, fóllame!”
Me sujeté a sus caderas y empecé a bombear dentro de ella. Dios mío, no había visto nunca nada igual. Sentía que Ágata ponía los ojos en blanco mientras la embestía, y jadeaba escandalosa mi nombre, disfrutando de cada vez que mi polla se hundía por completo en ella.
“Cómo me gusta…”, gimió cuando bajé un poco el ritmo, mis acometidas eran más lentas y me aseguraba de metérsela entera.
“¿Tanto te gusta?”, le dije. “¿Si hago esto?”, pregunté, me sujeté fuerte a ella y se la metí con fuerza. Una, dos, tres, diez embestidas por completas y muy duras.
“¡Me pone mucho! ¡JP! ¡Sigue follándome! ¡Como la puta que soy!”
“¿Eres mi putita?”, pregunté, cachondo.
“¡Sí, eso es lo que soy! ¡Soy tu puta! ¡Solo quiero que me folles!”
Se la seguí metiendo. Muy cerca de correrme. Y en ese momento empecé a estrujarle las tetas, mientras me seguía hundiendo en su coño dilatado.
“¡Mmmmmm, eso me gusta mucho!”, jadeó Ágata. “¡Pégame en las tetas!”
“¿Qué?”
“Azótamelas…”
“Pero…
“¡Son tuyas, JP! ¡Haz con mis tetas lo que quieras!”, ¡Plas!, y en ese momento le dí un manotazo en la teta derecha. Ella chilló. “¡Ah, sí! ¡Pica!” Joder, me estaba volviendo loco. Le di un manotazo en la otra, “¡Aaaaah, me corró!”
“¡Yo también me corro!”
“¡Sí! ¡Sí, lléname, JP! ¡Dame toda tu lefa!”
Me llevé su pezón a la boca y me corrí dentro de ella mientras se lo chupaba. Qué bien me sentía. Ella gimió mientras derramaba mi semen dentro de ella. Jadeamos, satisfechos de la follada. Se la saqué. Podía ver mi lefa escurriendo en su coñito. Me tumbé a su lado, dispuesto a recuperar energías.
Ágata no dijo nada por unos momentos. Cuando su respiración regresó a una velocidad normal, se volvió hacia mi y me puso la cabeza sobre el pecho. Y de pronto, la escuché sollozar.
“¿Ágata?”
“Dime…”, respondió, intentando disimular.
“¿Estás llorando?”
“No…”
La quité de encima de mi pecho. Y tanto que estaba llorando.
“¿Qué ha pasado? ¿Te he hecho daño, o…?”
“No… no, tú todo lo has hecho bien, y yo no…”
“Mira, estamos aquí en bolas. No me andes con tonterías de secretos. ¿No querías a uno de confianza para follar? Pues confía en mi”, resoplé.
Ella se repuso un poco y se sentó en la cama, abrazándose a sus rodillas.
“Es solo que… he perdido el control. No quería que me vieras así, no el primer día. Pero… bueno. Me encanta ser una puta. Y me arrepiento de que lo hayas visto”
“¿Por qué?”
“Porque ahora ya esto no va a funcionar. Con lo bien que me has follado… pero no puedo dejar que me pierdas el respeto”
“No te líes”, le dije. “Te dije que podíamos ser amigos. Y yo a mis amigos, les respeto. Y si quieres que tengamos cualquier plan de tranquis, lo tendremos. Si es lo que te gusta, yo te haré mi puta. Pero solo cuando estemos follando, ¿vale?”
“Me cuesta creerte… pero te has portado bien”, dijo. “Si de verdad eres capaz de cumplirlo serías el amigo amante perfecto para mi. Solo te tengo que pedir otra cosa. Joder, ya me da palo”
“Qué quieres”
“Que si empiezas a follar con alguien más me avises. No por celos, solo quiero saber si te ves con alguien más, porque entonces sí que quiero que te pongas el condón. Mientras solo lo hagas conmigo, podrás correrte dentro siempre que quieras”
“¿Me estás tentando para que solo folle contigo?”, bromeé.
“Quizá”, dijo, y me sacó la lengua. “Gracias, JP, de verdad. Necesitaba esto”
“Ha sido un placer”, le dije. “Uy”
Y en ese momento me levanté.
“¿A dónde vas?”, me preguntó.
“Me hago pis”, le dije.
Salté de la cama y fui al servicio. Tan rápido caminé que no me di cuenta de que ella me había seguido hasta que, antes de empezar, la sentí contra mi espalda.
“¡Ágata!”, grité.
“Tranquilo. Vengo a ayudarte”, me dijo.
“¡No!”
“¿Qué pasa?”
“No… no me va el scat, lo siento”, le dije.
“A mi tampoco”, dijo mientras apuntaba con mi polla hacia el retrete. “Solo voy a sujetártela… y luego te la lavaré”
La idea era extraña, pero… jodidamente excitante. Me relajé como pude, pues su mano magreándome me la ponía dura, pero conseguí mear con su agradable contacto en mi espalda. Cuando terminé, ella tomó el papel higiénico y empezó a secarme la punta.
“Un poco más…”, dijo ella. Me llevó suavemente hacia el lavabo y puso mi chorra encima. Abrió el grifo y empezó a lavármela con agua. Era agradable. Pero aquel tocamiento me la puso dura. Sentí sus dedos jugando con mi glande, y su otra mano bajó a mis testículos. Qué bien se sentía.
“Y ahora… el plato principal”
Me dio la vuelta y tiró de mis caderas suavemente. Apoyó el culo en el borde de la bañera, quedando perfectamente a la altura de mi polla. Empezó a chuparme los huevos, mientras que con la mano me hacía una paja. Yo me apoyé en el lavabo mientras la dejaba hacer. Su lengua recorrió mi falo y empezó a jugar con su lengua en mi punta antes de metérselo en la boca. Fue poco a poco, cada vez tragaba un poco más. Y no tardó mucho en tenerla entera dentro.
“Joder, Ágata… qué bien la chupas”, le dije. Eché la cabeza para atrás, disfrutándolo.
“Ia te dihe que shoy muy puta”, me respondió, y siguió chupándomela a buen ritmo. Bajé la mirada. Ella alzó la mirada. La vi los ojos mientras engullía mi polla. Joder, a mi me gustaba, pero a ella más. La veía completamente desatada. Adoraba chupármela, casi más que a mi recibirla.
“¿Volvemos a jugar?”, preguntó durante los dos segundos que dejó de chupármela. La tenía completamente babeada.
“¿Jugar?”. Para responder se la volvió a sacar, y en ese momento pegó sus labios a mi punta.
“Soy tu puta, recuerda… tienes que tratarme como tal, y follarme la boca”
“Si eso es lo que quieres”, le dije, y sujeté su cabeza. Por toda respuesta, ella abrió ligeramente la boca, sacando la lengua.
Dios, qué rico era follarle la boquita. Se adaptaba perfectamente al ritmo de mis embestidas. Yo se la metía en la boca sin descanso. Madre mía, me había tocado la lotería con ella.
Que nadie se engañe, a mi me gustaba un poco más, y la idea de hacer planes de medio amigo medio novio con ella me tentaba para intentar conquistarla y hacerla mi novia formal, pero no soy imbécil y no iba a rechazar ese regalo que me estaba dando la vida.
Me corrí dentro de su boca, disparando mi lefa directamente en su garganta. Solo en ese momento ella se movió, de modo que recibió mis demás chorros en su lengua. Me enseñó mi lefa en su lengua antes de tragárselo.
“¿Te ha gustado?”, me preguntó.
“Muchísimo”
Y en ese momento, metió la mano en la bañera y activó los grifos.
“¿Vas a follarme otra vez?”, me preguntó.
“No puedo esperar”
Nos metimos debajo del agua, y sentí que me apoderaba de la situación. Ella se sometía a mis besos. Yo hundí mi lengua en su boca. Ágata estaba siendo completamente sumisa conmigo. Me arriesgué. Le puse una mano en la cabeza, instándola a bajar. Ella se arrodillo y volvió a chuparme la polla. Y no solo eso. Me la babeaba y frotaba su cara contra mi falo. Yo mismo empecé a restregárselo y ella me miró con una sonrisa de verdadera puta. Aquello le gustaba más que a mi.
“Levanta”, le dije, y ella obedeció. “Ponte de espaldas, puta”
Se sujetó a la barra de seguridad con las piernas separadas y se la metí en el coño. Qué rico y mojado lo tenía.
“¡Sí, JP! ¡Hazme tuya!”, gritó.
Yo empecé a estrujarle las tetas desde la espalda mientras la follaba a buen ritmo. El agua caliente apenas nos rozaba pero mantenía el calor de la estancia. Y probé a tirar suavemente de su pelo. Ella protestó, pero la acallé cuando volví a besarla mientras la embestía por detrás. Mi mano siguió lo más firme que pude, sujetándola, y sentí que ella se derretía.
“Esto es lo que te gusta, ¿verdad?”
“Sí…”, dijo con mirada suplicante. “Me gusta que me trates así…” Y a mi me estaba encendiendo verla tan sumisa. Solté su cabeza. “JP, soy tuya para siempre…”
“¡Sí, tú eres mía!”, grité, y en ese momento le pegué un azote en el culo. ¡Plas! “¡Gózalo, nena!”
“¡Sí, me gusta cómo se siente!”, dijo.
“¡Pues pide más!”
“¡Sí, papi! ¡Azótame fuerte!”, pidió, y le di una nalgada en el otro cachete. “¡Cómo me gusta ser tu puta!”
“¡Este culo es mío!”
“¡Sí… mi culo es tuyo! ¡Mis tetas son tuyas! ¡Mi coño es tuyo!”, gimió. “¡Sigue follándome, JP!”
“¡Voy a correrme, Ágata!”
“¡Sí… sí, quiero sentirlo otra vez!”
“¡Aaaaaah!”
Con varios movimientos de mi cadera logré llenar de nuevo su coñito con mi lefa. Se la dejé dentro por unos momentos, mientras ella misma se corría también. Qué maravilla. Qué diosa me había caído en suerte. En ese momento, aparté su cabello moojado de su cara, y le planté un suave beso.
“Puta follando, pero el resto del tiempo somos amigos, ¿verdad?”
“Verdad”, sonrió.
La envolví con una toalla y la ayudé a salir de la bañera. Yo me sequé, pero decidió volver completamente desnudo a la cama. Ella se quedó un momento en el baño, y apareció únicamente con el cabello cubierto por la toalla.
“Es que me cuesta horrores que se me seque”, explicó. Nos tumbamos un rato.
“Llevamos un buen rato aquí”, le dije. “¿Vas a querer hacer algo más?”, le pregunté.
“Podríamos ir a cenar… pero yo he pagado hasta mañana. Si no tienes algo mejor que hacer”, me propuso.
“Me encantará”
En ese momento, sonó su teléfono. Ella respondió, mientras yo la miraba.
“Hola, Irene… sí, he quedado con un amigo… No, no creo que vuelva para cenar, ¿necesitas…? Sí, pídete algo a casa. Mañana nos vemos. Si pasa cualquier cosa me llamas. Un beso”
Colgó.
“¿Quién era?”
“Mi… mi hija…”, dijo, un poco nerviosa. “¿Te lo había contado?”
“Creo que no”, le dije. “Aunque me da un poco de mal rollo…”
“Irene tiene dieciocho años”, se apresuró a decir. “Vive en mi casa porque ya me dirás tú dónde va a ir la pobre. Estudiando y sin trabajo. Pero no quiero que suponga un problema entre nosotros”
“Bueno, no es un gran problema. Podemos vernos en mi casa siempre que queramos”
“Eso no sería justo”, dijo Ágata. “Ya te digo que es mayor de edad. Y sabe perfectamente lo que he venido a hacer aquí”
“De acuerdo. No me importa. Es decir, que no pasa nada porque tengas una hija. Si es mayor, supongo que no debería interrumpirnos, ¿no?”
“Efectivamente”, dijo, un tanto aliviada. Yo no contaba con que mi amiga tuviese una hija, pero me facilitaba mucho que fuera mayor de edad. No me apetecía tener que ganarme a ningún crío de siete u ocho años, que los encontraba insufribles. Me tentó pedirle que me enseñara una foto, pero no quería que malpensara.
“Bueno… por dónde íbamos…”, le dije, y empecé a acariciarle las tetas.
“¿Ya? Eres insaciable”, rió.
“¿Quieres que pare?”
“No quiero que pares nunca”
Y en ese momento me puse a horcajadas sobre su cuerpo. Con mucho cuidado, empecé a frotar mi polla contra sus tetas. Ella se llevó las manos a la nuca, disfrutando de mi picha haciéndose dura gracias a sus generosas mamas. Una vez la tuve dura por completo, empecé a hacerme una paja con sus tetas.
“Espera…”, dijo, y abrió la boca. Yo entendí, y se la metí un par de veces. Me la dejó bien mojadita. “Así es mejor, ¿verdad?”, preguntó mientras volvía a meter mi polla entre sus pechos.
“Mucho mejor”, sonreí.
Empecé a follarle las tetas con ganas. Ella simplemente se dejó hacer. Y cuando me corrí, simplemente cerró los ojos, recibiendo mi semen por toda su carita. Estaba preciosa. Lasciva, pero preciosa, con mi lefa recorriendo su rostro. Lamió todo lo que pudo con la lengua, y luego fue a lavarse.
Cuando regresó conmigo, consideré que debía ser bueno con ella, y volví a hundir mi cabeza entre sus piernas y devoré de nuevo su coño. Me encantaba. Además me adaptaba rápidamente a sus ritmos y sabía cómo hacerla gemir más. Así yo pude ir recuperando mi erección. Y aunque me tentaba volver a follármela así, seguí recorriendo con mi lengua su chocho. Mis labios pegados a los suyos mientras la hacía gemir de placer. Me sujeté a sus piernas, pues ella se retorcía por el gusto. Y logré hacer que se corriera de nuevo.
“Joder, JP… mi coño necesita un descanso”, me dijo Ágata. Empezaba a caer la noche, pero era temprano para ir a cenar.
“¿Te puedo pedir una paja al menos?”, le pregunté.
“No hace falta… aún no has probado mi culo”
“¿En… en serio?”
Ágata fue a por su pantalón, y sacó un envoltorio brillante. Pensé que era un condón. Pero no. Era un sobrecito de lubricante.
“Si se te da bien… tengo otros dos para usar esta noche”, dijo, y me guiñó el ojo al volver a la cama. Se puso en cuatro en ese momento, separando las piernas.
Yo me puse tras ella. Qué culo más delicioso. Me lamí un dedo y empecé a acariciarle el ojete. Bien ensalivado. Abrí con los dientes el sobre del lubricante, y me eché un chorrito en el dedo. Se lo metí con cuidado mientras echaba el resto del potingue en mi falo duro, y me hice una paja. Estaba preparado.
“Te voy a follar”, anuncié a Ágata.
“Por favor, llevo una vida esperando”, pidió ella.
Sonreí. Se la clavé suavemente. Como me imaginaba, me encontré un poco de resistencia. Se la saqué y volví a metérsela. Un poco más profunda. La escuché ahogar un grito. Me quedé dentro de ella, su ano se fue amoldando a mi picha. Otra embestida, más adentro. Qué bien se sentía. Un último esfuerzo… se la metí por completo.
“Me vas a romper”, jadeó Ágata. “Vamos, macho mío…”
Empecé a follarla. Muy despacio, pues su culo ofrecía cierta resistencia cuando se la metía, y mis últimos centímetros me costaba más introducírselos. Probé a sacársela muy poco y le metí varias veces mis últimos dos centímetros para acomodar su culo. La vi debajo de mi acariciándose las tetas de nuevo.
“No aguanto más, JP… rómpeme el culo”, me pidió.
“Por supuesto… puta mía”, le dije.
Y empecé a metérsela con ganas. Ágata gritó. Un par de veces o tres nada más. Esas le habían dolido. Pero pronto su culo empezó a habituarse a mi invasión. Noté menos resistencia. Le separé bien las nalgas, disfrutando de ver cómo su culo goloso tragaba toda mi polla, ese punto en el que me hundía por completo dentro de ella. Le estrujé los cachetes, y me permití volver a azotarla. Ella respondía con un “¡Sí, papi!” o “¡Cómo pica, papi!”, cada vez que le daba una nalgada.
Me corrí como un bendito dentro de su culo. Qué bien me sentí. Sentí que le temblaban las piernas. Y noté que caían unos chorros transparentes en las sábanas.
“¿Te… te has corrido?”, pregunté, sorprendido.
“Y tanto… Me has hecho gozar como una perra”, me dijo.
“¿Te gusta por el culo?”
“Me pone mogollón…”
Cuando volvimos a respirar como personas, volvimos al aseo y nos dimos un agua rápida.
“JP… de verdad te lo pido. No desaparezcas de mi vida”, dijo mientras se vestía. Yo también me ponía los pantalones.
“Jamás lo haré”
“Me alegro de oírlo. Eres lo que necesito. Y espero cumplir con lo que tú quieres…”
“Estoy encantado”, le dije. “¿Vamos?”, pregunté, ofreciéndole el brazo.
Ella lo aceptó, y nos fuimos de allí en plan novios a disfrutar de una rica cena, antes de volver a entregarnos a la pasión por la noche.
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Y parece que yo también le gusté, así que quedamos un viernes después su trabajo para tomar un café. Yo era freelance. Sólo tenía que cumplir un cupo de artículos para mi periódico para poder cobrar. Terminé de enviar uno antes de acudir a mi cita. Era una buena zona. Peatonal, en una placita con una fuente. Yo me había arreglado un poco. Bueno, lo justo. Afeitarme la barba e ir con una camisa y un pantalón tejano planchado. Llegué al sitio justo a tiempo. Vi como ella llegaba a lo lejos.
Ya la había visto en fotos, pero en persona era más impresionante. Debía ser como yo se alta (y no llevaba tacones). Su cabello moreno perfectamente liso. Sus ojos azules, una nariz bonita y unos labios finos. Ella también se había puesto una camisa blanca, abriéndose ligeramente el escote, y un pantalón negro. Nos saludamos con dos besos y nos sentamos.
“JP, por fin te conozco”, dijo. “Pareces un poco más joven en persona”
“Me lo tomaré como un cumplido. Tú estás estupenda, Ágata”, respondí.
En ese momento se acercaron a tomarnos nota. Ambos nos pedimos una cerveza con limón.
“Bueno. ¿Te gusta lo que ves?”, preguntó Ágata, y le dio un trago a su bebida.
“¿Así a saco?”
“¿Eso es malo? Llevamos ya dos semanas hablando”, me recordó. “Pensé que podríamos ir un poco más al grano”
“Una mujer poderosa. Me gusta”, confesé, y yo también bebí. “Y sí, me gusta mucho lo que veo. Estás buenísima”, le reconocí.
“Gracias, encanto”
Noté que ella no decía nada, así que le pregunté yo.
“¿Y qué opinas tú de mi?”
“Si no hubiera hablado contigo, no te tomaría por la calle por uno de treinta años”, confesó. “Pero tranquilo. Me encantas. Le hubieras dado un mejor toque viniendo con camiseta y no tan formalito”, se rió. Yo me avergoncé un poco.
“Pensaba que era más apropiado”
“Lo es, no te preocupes. A ver…”, miró alrededor. “Mira, llevamos días hablando, ya sabes qué pelis me gustan, dónde me voy de vacaciones, y los últimos días nos mandábamos fotos de lo que estábamos comiendo. Bueno. Y no solo esas”, me recordó. Y era cierto. Su última foto en lencería se había merecido una paja.
“Lo sé. Y yo de momento estoy encantado. Aunque me imagino que ahora viene el pero”.
“No creas. O a lo mejor sí. Yo había quedado con otro joven hace un tiempo, ¿sabes? Y el segundo día ya quedamos para…”, miró alrededor. Estábamos solos. “follar. Y fue un desastre. No por su técnica, sino porque sólo se preocupaba de su placer. Y yo no quiero eso. Me dijiste que tú eres generoso, ¿no?”
“No he tenido quejas de lo contrario”, le respondí. Y era cierto. Yo a lo mejor no emulaba las acrobacias del circo del sol, pero si me decían así yo seguía así, si me pedían más yo daba más… y normalmente siempre me lo devolvían.
Ágata dio otro trago a su cerveza y en ese momento me sujetó las manos.
“Mira, JP, no quiero mentirte. Ahora mismo no me imagino con pareja formal, pero sí querría alguien con quien hablar, y tú me das conversación. Dices que te gusta la cultura, y a mi también. Podríamos ir al cine o al teatro. Y también… alguien que me folle. ¿Crees que podrías hacer eso por mi?”
“No lo sé”, respondí. Un tanto molesto. “O sea, lo que buscas es que cuando te aburras, chascas los dedos y yo acuda a tí como un perro, ¿no?”
“Claro que no. Yo sería tu perrita”, dijo con voz sensual. Tanto que se me puso dura. “En serio, yo no quiero tenerte obligado. Solo poder quedar en plan amigos, y también follar. Vaya, como follamigos pero respetando lo de amigos”
“¿Lo dices en serio?”
“Totalmente. Es tu decisión, JP. Yo entendería que dijeras que no si lo que andas es buscando una novia. Y te aseguro que yo para eso no te convengo.”
“Bueno, yo ahora mismo no tengo a nadie. Si dices de verdad que no te quieres plantear nada serio, me interesa mucho lo que dices”
Ágata parecía analizarme mientras hablaba. Parece que se lo pensó antes de preguntarme.
“¿Es cierto que no tienes a nadie más?”
“Muy cierto”
“Dime la verdad, JP. Un chico como tú no puede estar solo”
“Te lo juro”, insistí.
“¿Ni follamigas?”
“Nada. Es más. Llevo medio año sin… ya sabes”
Ágata se acabó la cerveza en ese momento. Parecía satisfecha con mis respuestas. Me sonrió tiernamente.
“Entonces, podrías terminar la cerveza, y nos vamos de aquí…”
“¿Al cine?”
“A ese hotel que tenemos ahí”, dijo, y señaló uno. “¿Por qué esperar más?”
“Wow. Qué directa. No me esperaba acabar así”, confesé.
“No quiero perder el tiempo, JP. Quiero saber si somos compatibles. Y espero que sí”, suspiró. “Madre mía, cómo me gustáis los jovencitos”
“Me gusta cómo se está poniendo la tarde”, le dije, y apuré mi cerveza. Me llevé la mano al bolsillo y pagué las consumiciones. Ágata se puso en pie y enganchó su brazo al mío y marchamos hacia el hotel, con toda decisión. Era discreto. Mientras atravesaba la puerta pensé qué ocurriría si algún conocido me veía entrar allí.
“Una habitación para dos personas”, pidió cuando nos acercamos a recepción.
“¿Para la tarde o también para la noche?”, preguntó la recepcionista. Tenía expresión aburrida.
“Para toda la noche”, dijo Ágata.
Fui a pagar, pero ella me detuvo.
“Hoy invito yo, cielo”
Ahora la recepcionista nos miraba con interés. Quizá al principio se había imaginado que ella era puta. O que yo era su escort. Ahora parecía dudarlo. Nos dio la llave.
“Cuarta planta, habitación 404”
“Gracias”
Nos tomamos de la mano de nuevo, y fuimos al ascensor. Me volví hacia ella, pero en ese momento ella parecía distante e iba mirando al frente. Quizá no había sido buena idea venir. Por fin el ascensor se detuvo, y fuimos hacia la habitación, que estaba cerca. Abrió y me dejó entrar. Yo pasé. No estaba mal. Nada más entrar había paso a un aseo, con lavabo, retrete, y bañera completa con mampara. Y luego la habitación. Tenía el tamaño justo, una cama de buen tamaño, dos mesillas para las luces, el armario empotrado en la pared y un televisor frente a la cama.
Me volví hacia Ágata, que también miraba la habitación con interés.
“¿Te encuentras bien?”, le pregunté.
“Perdona. Hacía tiempo que no estaba así”
“¿Incómoda?”
“No. Disfrutando de mi libertad con un hombre que me gusta, donde podemos hacer lo que nos dé la gana”, dijo. “¿Te apetece pedir que nos suban algo?”,
“Me apetece besarte”
Lo llevaba deseando desde que la había visto en persona. Ella sonrió, y me indicó que me acercase.
Yo lo hice. Caminé hacia ella y la rodeé la cintura con las manos. Y le di un beso suave. Sentí que ella me lo devolvía. Bien. Me gustaba cómo besaba. Ella se dejaba dominar por mi. Yo disfruté de sus labios un poco, hasta que ella rompió el beso con delicadeza.
“Una cosa, JP… no tienes que cohibirte conmigo, ¿vale? Es decir, me gusta el beso pero si quieres algo más pasional… yo encantada”
“¿Seguro?”
“Segu, ¡uh!”
La empujé contra la cama y me puse encima de ella. Ahora la besaba con más ganas. Ella se dejó llevar mientras yo disfrutaba de su cuello. Cuando me incorporé, vi que se desabrochaba unos botones de la camisa. Yo empecé a quitarme la mía, que voló por la habitación. Su cuerpo contra el mío. Me gustaba lo cálido que era. Y ese sujetador empezaba a estorbarme un poco. Pero iba a ir despacio. Bueno, ella no. En ese momento se dio la vuelta, dándome acceso a su espalda y al cierre. Empecé a besuquear toda su espalda mientras le abría el sujetador. Yo sentía que me empezaba a doler la polla de ir encerrada en el vaquero, y más ahora que la tenía encima de su culo. Ella volvió la cabeza para mirarme.
“¿Estás bien ahí, JP?”, me preguntó traviesa. “Porque si te portas bien, va a ser tuyo”
“Joder, Ágata, cómo me pones”
“Eso espero… deja que me de la vuelta”, yo me apoyé en las rodillas y ella pudo girar debajo de mi, mostrándome las tetas. “¿Qué te parecen?”
Me llevé la izquierda a la boca mientras masajeaba la derecha con ganas. Me entretuve especialmente en sus pezones, y ella reaccionaba gimiendo por mis movimientos. Noté sus manos en mi pelo, se me erizaba mientras me lo recorría con los dedos. Yo me estaba volviendo loco con aquellas tetas grandes. Cuando le había llenado una de saliva, empecé con la otra.
“Sigue”, pidió ella. “Chúpame las tetas, sí…”
“Las tienes deliciosas”, le dije, sin dejar de chupetearlas.
“Son tuyas… eh, espera, ¿qué haces?”, me preguntó.
Yo había bajado mis manos a su pantalón y se lo estaba empezando a bajar
“¿Tú que crees?”, respondí.
“No… no te he dejado que me la metas”, dijo. ¿En serio se iba a enfadar?
“Pensaba hacer otras cosas”, le dije. “Fíate de mí. Ya te dije que soy MUY generoso”
La hice moverse arriba en la cama y así me pude acomodar entre sus piernas y empecé a besar su vientre mientras le iba bajando el pantalón, ahora con completa libertad. Así llegué a su coño, tapado por unas bonitas bragas de encaje. Me deshice por completo del pantalón y empecé a excitarla dándole besos por encima de la tela. Yo me fui quitando mi propio tejano. No iba a follarla sin consentimiento, pero al menos ahora la polla no me dolía de tenerla guardada dentro del pantalón.
“JP… no me tortures…”, suplicó entre suspiros. Mi boca le estaba gustando mucho. Decidí ser bueno con ella. Y de paso, darme una satisfacción a mi mismo. Le bajé las bragas y empecé a saborear su húmedo coño. Se había mojado mucho con el juego previo. Sentó su mano contra mi pelo, empujándome a seguir. Mi erección protestó un poco. Pero lo primero era lo primero. Metí un dedo en su rajita.
“¡Aaaaah! ¡Joder! ¡Sí! ¡Sigue!”
“¿Te gusta esto?”, pregunté y empecé a machacar su coñito. Le metí un segundo dedo y empecé a masturbarla con ganas.
“¡Mucho! ¡Mucho!”, gimoteó mientas se acariciaba las tetas. “Uh… usa más tu boca, por favor…”, se puso colorada mientras me lo pedía.
Volví a comérselo mientras me apoyaba con mis dedos. Recorrí muchas veces si clítoris mientras la masturbaba. Y de pronto, sentí unos chorros cayéndome por los labios y alrededor. Se estaba corriendo. Mantuve el ritmo hasta que noté que su cuerpo se destensar, se había encogido ligeramente con el orgasmo. Jadeó sobre el colchón y por fin la dejé descansar.
“Joder…”, suspiró, se había llevado una mano a la frente.
“¿Qué pasa?”
“Hijo de mi vida, eres el primero que se baja al pilón sin que tenga que pedírselo”
“Te dije que soy un amante generoso”, le respondí con una sonrisa. “¿Puedo al menos quitarme esto?”, pregunté, señalando mi boxer.
Con cuidado se echó sobre el costado y llevó las manos al calzoncillo. Con un suave movimiento, estiró de la goma y me lo bajó. Vi cómo se relamía mientras miraba mi polla apuntando directa hacia su cabeza.
“Te has ganado el derecho a follarme”, dijo con una sonrisa y puta. “Necesito esta polla dentro…”, añadió y empezó a hacerme una paja suave.
“¿De verdad?”, pregunté. Me hubiera encantado una mamada en ese momento.
“Sí… tengo el coño al rojo… y necesito tu lefa dentro para aliviarme”, dijo.
“¿No me vas a poner la gomita?”
“Tomo la píldora, cielo… así se siente mejor”
“En ese caso”
Me moví entre sus piernas. Ella las separó bien para mi. Empecé a frotar mi polla contra su coño. Un poco de resistencia al principio, pero pronto estuvo mojada. Se la metí en un suave movimiento.
“¡Aaaah! ¡Sí! ¡JP, sí!”, suspiró. “¡Fóllame, fóllame!”
Me sujeté a sus caderas y empecé a bombear dentro de ella. Dios mío, no había visto nunca nada igual. Sentía que Ágata ponía los ojos en blanco mientras la embestía, y jadeaba escandalosa mi nombre, disfrutando de cada vez que mi polla se hundía por completo en ella.
“Cómo me gusta…”, gimió cuando bajé un poco el ritmo, mis acometidas eran más lentas y me aseguraba de metérsela entera.
“¿Tanto te gusta?”, le dije. “¿Si hago esto?”, pregunté, me sujeté fuerte a ella y se la metí con fuerza. Una, dos, tres, diez embestidas por completas y muy duras.
“¡Me pone mucho! ¡JP! ¡Sigue follándome! ¡Como la puta que soy!”
“¿Eres mi putita?”, pregunté, cachondo.
“¡Sí, eso es lo que soy! ¡Soy tu puta! ¡Solo quiero que me folles!”
Se la seguí metiendo. Muy cerca de correrme. Y en ese momento empecé a estrujarle las tetas, mientras me seguía hundiendo en su coño dilatado.
“¡Mmmmmm, eso me gusta mucho!”, jadeó Ágata. “¡Pégame en las tetas!”
“¿Qué?”
“Azótamelas…”
“Pero…
“¡Son tuyas, JP! ¡Haz con mis tetas lo que quieras!”, ¡Plas!, y en ese momento le dí un manotazo en la teta derecha. Ella chilló. “¡Ah, sí! ¡Pica!” Joder, me estaba volviendo loco. Le di un manotazo en la otra, “¡Aaaaah, me corró!”
“¡Yo también me corro!”
“¡Sí! ¡Sí, lléname, JP! ¡Dame toda tu lefa!”
Me llevé su pezón a la boca y me corrí dentro de ella mientras se lo chupaba. Qué bien me sentía. Ella gimió mientras derramaba mi semen dentro de ella. Jadeamos, satisfechos de la follada. Se la saqué. Podía ver mi lefa escurriendo en su coñito. Me tumbé a su lado, dispuesto a recuperar energías.
Ágata no dijo nada por unos momentos. Cuando su respiración regresó a una velocidad normal, se volvió hacia mi y me puso la cabeza sobre el pecho. Y de pronto, la escuché sollozar.
“¿Ágata?”
“Dime…”, respondió, intentando disimular.
“¿Estás llorando?”
“No…”
La quité de encima de mi pecho. Y tanto que estaba llorando.
“¿Qué ha pasado? ¿Te he hecho daño, o…?”
“No… no, tú todo lo has hecho bien, y yo no…”
“Mira, estamos aquí en bolas. No me andes con tonterías de secretos. ¿No querías a uno de confianza para follar? Pues confía en mi”, resoplé.
Ella se repuso un poco y se sentó en la cama, abrazándose a sus rodillas.
“Es solo que… he perdido el control. No quería que me vieras así, no el primer día. Pero… bueno. Me encanta ser una puta. Y me arrepiento de que lo hayas visto”
“¿Por qué?”
“Porque ahora ya esto no va a funcionar. Con lo bien que me has follado… pero no puedo dejar que me pierdas el respeto”
“No te líes”, le dije. “Te dije que podíamos ser amigos. Y yo a mis amigos, les respeto. Y si quieres que tengamos cualquier plan de tranquis, lo tendremos. Si es lo que te gusta, yo te haré mi puta. Pero solo cuando estemos follando, ¿vale?”
“Me cuesta creerte… pero te has portado bien”, dijo. “Si de verdad eres capaz de cumplirlo serías el amigo amante perfecto para mi. Solo te tengo que pedir otra cosa. Joder, ya me da palo”
“Qué quieres”
“Que si empiezas a follar con alguien más me avises. No por celos, solo quiero saber si te ves con alguien más, porque entonces sí que quiero que te pongas el condón. Mientras solo lo hagas conmigo, podrás correrte dentro siempre que quieras”
“¿Me estás tentando para que solo folle contigo?”, bromeé.
“Quizá”, dijo, y me sacó la lengua. “Gracias, JP, de verdad. Necesitaba esto”
“Ha sido un placer”, le dije. “Uy”
Y en ese momento me levanté.
“¿A dónde vas?”, me preguntó.
“Me hago pis”, le dije.
Salté de la cama y fui al servicio. Tan rápido caminé que no me di cuenta de que ella me había seguido hasta que, antes de empezar, la sentí contra mi espalda.
“¡Ágata!”, grité.
“Tranquilo. Vengo a ayudarte”, me dijo.
“¡No!”
“¿Qué pasa?”
“No… no me va el scat, lo siento”, le dije.
“A mi tampoco”, dijo mientras apuntaba con mi polla hacia el retrete. “Solo voy a sujetártela… y luego te la lavaré”
La idea era extraña, pero… jodidamente excitante. Me relajé como pude, pues su mano magreándome me la ponía dura, pero conseguí mear con su agradable contacto en mi espalda. Cuando terminé, ella tomó el papel higiénico y empezó a secarme la punta.
“Un poco más…”, dijo ella. Me llevó suavemente hacia el lavabo y puso mi chorra encima. Abrió el grifo y empezó a lavármela con agua. Era agradable. Pero aquel tocamiento me la puso dura. Sentí sus dedos jugando con mi glande, y su otra mano bajó a mis testículos. Qué bien se sentía.
“Y ahora… el plato principal”
Me dio la vuelta y tiró de mis caderas suavemente. Apoyó el culo en el borde de la bañera, quedando perfectamente a la altura de mi polla. Empezó a chuparme los huevos, mientras que con la mano me hacía una paja. Yo me apoyé en el lavabo mientras la dejaba hacer. Su lengua recorrió mi falo y empezó a jugar con su lengua en mi punta antes de metérselo en la boca. Fue poco a poco, cada vez tragaba un poco más. Y no tardó mucho en tenerla entera dentro.
“Joder, Ágata… qué bien la chupas”, le dije. Eché la cabeza para atrás, disfrutándolo.
“Ia te dihe que shoy muy puta”, me respondió, y siguió chupándomela a buen ritmo. Bajé la mirada. Ella alzó la mirada. La vi los ojos mientras engullía mi polla. Joder, a mi me gustaba, pero a ella más. La veía completamente desatada. Adoraba chupármela, casi más que a mi recibirla.
“¿Volvemos a jugar?”, preguntó durante los dos segundos que dejó de chupármela. La tenía completamente babeada.
“¿Jugar?”. Para responder se la volvió a sacar, y en ese momento pegó sus labios a mi punta.
“Soy tu puta, recuerda… tienes que tratarme como tal, y follarme la boca”
“Si eso es lo que quieres”, le dije, y sujeté su cabeza. Por toda respuesta, ella abrió ligeramente la boca, sacando la lengua.
Dios, qué rico era follarle la boquita. Se adaptaba perfectamente al ritmo de mis embestidas. Yo se la metía en la boca sin descanso. Madre mía, me había tocado la lotería con ella.
Que nadie se engañe, a mi me gustaba un poco más, y la idea de hacer planes de medio amigo medio novio con ella me tentaba para intentar conquistarla y hacerla mi novia formal, pero no soy imbécil y no iba a rechazar ese regalo que me estaba dando la vida.
Me corrí dentro de su boca, disparando mi lefa directamente en su garganta. Solo en ese momento ella se movió, de modo que recibió mis demás chorros en su lengua. Me enseñó mi lefa en su lengua antes de tragárselo.
“¿Te ha gustado?”, me preguntó.
“Muchísimo”
Y en ese momento, metió la mano en la bañera y activó los grifos.
“¿Vas a follarme otra vez?”, me preguntó.
“No puedo esperar”
Nos metimos debajo del agua, y sentí que me apoderaba de la situación. Ella se sometía a mis besos. Yo hundí mi lengua en su boca. Ágata estaba siendo completamente sumisa conmigo. Me arriesgué. Le puse una mano en la cabeza, instándola a bajar. Ella se arrodillo y volvió a chuparme la polla. Y no solo eso. Me la babeaba y frotaba su cara contra mi falo. Yo mismo empecé a restregárselo y ella me miró con una sonrisa de verdadera puta. Aquello le gustaba más que a mi.
“Levanta”, le dije, y ella obedeció. “Ponte de espaldas, puta”
Se sujetó a la barra de seguridad con las piernas separadas y se la metí en el coño. Qué rico y mojado lo tenía.
“¡Sí, JP! ¡Hazme tuya!”, gritó.
Yo empecé a estrujarle las tetas desde la espalda mientras la follaba a buen ritmo. El agua caliente apenas nos rozaba pero mantenía el calor de la estancia. Y probé a tirar suavemente de su pelo. Ella protestó, pero la acallé cuando volví a besarla mientras la embestía por detrás. Mi mano siguió lo más firme que pude, sujetándola, y sentí que ella se derretía.
“Esto es lo que te gusta, ¿verdad?”
“Sí…”, dijo con mirada suplicante. “Me gusta que me trates así…” Y a mi me estaba encendiendo verla tan sumisa. Solté su cabeza. “JP, soy tuya para siempre…”
“¡Sí, tú eres mía!”, grité, y en ese momento le pegué un azote en el culo. ¡Plas! “¡Gózalo, nena!”
“¡Sí, me gusta cómo se siente!”, dijo.
“¡Pues pide más!”
“¡Sí, papi! ¡Azótame fuerte!”, pidió, y le di una nalgada en el otro cachete. “¡Cómo me gusta ser tu puta!”
“¡Este culo es mío!”
“¡Sí… mi culo es tuyo! ¡Mis tetas son tuyas! ¡Mi coño es tuyo!”, gimió. “¡Sigue follándome, JP!”
“¡Voy a correrme, Ágata!”
“¡Sí… sí, quiero sentirlo otra vez!”
“¡Aaaaaah!”
Con varios movimientos de mi cadera logré llenar de nuevo su coñito con mi lefa. Se la dejé dentro por unos momentos, mientras ella misma se corría también. Qué maravilla. Qué diosa me había caído en suerte. En ese momento, aparté su cabello moojado de su cara, y le planté un suave beso.
“Puta follando, pero el resto del tiempo somos amigos, ¿verdad?”
“Verdad”, sonrió.
La envolví con una toalla y la ayudé a salir de la bañera. Yo me sequé, pero decidió volver completamente desnudo a la cama. Ella se quedó un momento en el baño, y apareció únicamente con el cabello cubierto por la toalla.
“Es que me cuesta horrores que se me seque”, explicó. Nos tumbamos un rato.
“Llevamos un buen rato aquí”, le dije. “¿Vas a querer hacer algo más?”, le pregunté.
“Podríamos ir a cenar… pero yo he pagado hasta mañana. Si no tienes algo mejor que hacer”, me propuso.
“Me encantará”
En ese momento, sonó su teléfono. Ella respondió, mientras yo la miraba.
“Hola, Irene… sí, he quedado con un amigo… No, no creo que vuelva para cenar, ¿necesitas…? Sí, pídete algo a casa. Mañana nos vemos. Si pasa cualquier cosa me llamas. Un beso”
Colgó.
“¿Quién era?”
“Mi… mi hija…”, dijo, un poco nerviosa. “¿Te lo había contado?”
“Creo que no”, le dije. “Aunque me da un poco de mal rollo…”
“Irene tiene dieciocho años”, se apresuró a decir. “Vive en mi casa porque ya me dirás tú dónde va a ir la pobre. Estudiando y sin trabajo. Pero no quiero que suponga un problema entre nosotros”
“Bueno, no es un gran problema. Podemos vernos en mi casa siempre que queramos”
“Eso no sería justo”, dijo Ágata. “Ya te digo que es mayor de edad. Y sabe perfectamente lo que he venido a hacer aquí”
“De acuerdo. No me importa. Es decir, que no pasa nada porque tengas una hija. Si es mayor, supongo que no debería interrumpirnos, ¿no?”
“Efectivamente”, dijo, un tanto aliviada. Yo no contaba con que mi amiga tuviese una hija, pero me facilitaba mucho que fuera mayor de edad. No me apetecía tener que ganarme a ningún crío de siete u ocho años, que los encontraba insufribles. Me tentó pedirle que me enseñara una foto, pero no quería que malpensara.
“Bueno… por dónde íbamos…”, le dije, y empecé a acariciarle las tetas.
“¿Ya? Eres insaciable”, rió.
“¿Quieres que pare?”
“No quiero que pares nunca”
Y en ese momento me puse a horcajadas sobre su cuerpo. Con mucho cuidado, empecé a frotar mi polla contra sus tetas. Ella se llevó las manos a la nuca, disfrutando de mi picha haciéndose dura gracias a sus generosas mamas. Una vez la tuve dura por completo, empecé a hacerme una paja con sus tetas.
“Espera…”, dijo, y abrió la boca. Yo entendí, y se la metí un par de veces. Me la dejó bien mojadita. “Así es mejor, ¿verdad?”, preguntó mientras volvía a meter mi polla entre sus pechos.
“Mucho mejor”, sonreí.
Empecé a follarle las tetas con ganas. Ella simplemente se dejó hacer. Y cuando me corrí, simplemente cerró los ojos, recibiendo mi semen por toda su carita. Estaba preciosa. Lasciva, pero preciosa, con mi lefa recorriendo su rostro. Lamió todo lo que pudo con la lengua, y luego fue a lavarse.
Cuando regresó conmigo, consideré que debía ser bueno con ella, y volví a hundir mi cabeza entre sus piernas y devoré de nuevo su coño. Me encantaba. Además me adaptaba rápidamente a sus ritmos y sabía cómo hacerla gemir más. Así yo pude ir recuperando mi erección. Y aunque me tentaba volver a follármela así, seguí recorriendo con mi lengua su chocho. Mis labios pegados a los suyos mientras la hacía gemir de placer. Me sujeté a sus piernas, pues ella se retorcía por el gusto. Y logré hacer que se corriera de nuevo.
“Joder, JP… mi coño necesita un descanso”, me dijo Ágata. Empezaba a caer la noche, pero era temprano para ir a cenar.
“¿Te puedo pedir una paja al menos?”, le pregunté.
“No hace falta… aún no has probado mi culo”
“¿En… en serio?”
Ágata fue a por su pantalón, y sacó un envoltorio brillante. Pensé que era un condón. Pero no. Era un sobrecito de lubricante.
“Si se te da bien… tengo otros dos para usar esta noche”, dijo, y me guiñó el ojo al volver a la cama. Se puso en cuatro en ese momento, separando las piernas.
Yo me puse tras ella. Qué culo más delicioso. Me lamí un dedo y empecé a acariciarle el ojete. Bien ensalivado. Abrí con los dientes el sobre del lubricante, y me eché un chorrito en el dedo. Se lo metí con cuidado mientras echaba el resto del potingue en mi falo duro, y me hice una paja. Estaba preparado.
“Te voy a follar”, anuncié a Ágata.
“Por favor, llevo una vida esperando”, pidió ella.
Sonreí. Se la clavé suavemente. Como me imaginaba, me encontré un poco de resistencia. Se la saqué y volví a metérsela. Un poco más profunda. La escuché ahogar un grito. Me quedé dentro de ella, su ano se fue amoldando a mi picha. Otra embestida, más adentro. Qué bien se sentía. Un último esfuerzo… se la metí por completo.
“Me vas a romper”, jadeó Ágata. “Vamos, macho mío…”
Empecé a follarla. Muy despacio, pues su culo ofrecía cierta resistencia cuando se la metía, y mis últimos centímetros me costaba más introducírselos. Probé a sacársela muy poco y le metí varias veces mis últimos dos centímetros para acomodar su culo. La vi debajo de mi acariciándose las tetas de nuevo.
“No aguanto más, JP… rómpeme el culo”, me pidió.
“Por supuesto… puta mía”, le dije.
Y empecé a metérsela con ganas. Ágata gritó. Un par de veces o tres nada más. Esas le habían dolido. Pero pronto su culo empezó a habituarse a mi invasión. Noté menos resistencia. Le separé bien las nalgas, disfrutando de ver cómo su culo goloso tragaba toda mi polla, ese punto en el que me hundía por completo dentro de ella. Le estrujé los cachetes, y me permití volver a azotarla. Ella respondía con un “¡Sí, papi!” o “¡Cómo pica, papi!”, cada vez que le daba una nalgada.
Me corrí como un bendito dentro de su culo. Qué bien me sentí. Sentí que le temblaban las piernas. Y noté que caían unos chorros transparentes en las sábanas.
“¿Te… te has corrido?”, pregunté, sorprendido.
“Y tanto… Me has hecho gozar como una perra”, me dijo.
“¿Te gusta por el culo?”
“Me pone mogollón…”
Cuando volvimos a respirar como personas, volvimos al aseo y nos dimos un agua rápida.
“JP… de verdad te lo pido. No desaparezcas de mi vida”, dijo mientras se vestía. Yo también me ponía los pantalones.
“Jamás lo haré”
“Me alegro de oírlo. Eres lo que necesito. Y espero cumplir con lo que tú quieres…”
“Estoy encantado”, le dije. “¿Vamos?”, pregunté, ofreciéndole el brazo.
Ella lo aceptó, y nos fuimos de allí en plan novios a disfrutar de una rica cena, antes de volver a entregarnos a la pasión por la noche.
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