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Capítulo 11.
Celos y Cuernos.
Se podría decir que era una noche normal, porque escuchar el traqueteo sexual proveniente del departamento de Malik, ya se había convertido en una rutina para Silvana. Desde el último encuentro con Osvaldo, su cuerpo estaba sufriendo repentinos ataques de calentura que aparecían de la nada y se fortalecían ante cualquier mínima interacción sexual, ya fuera directa o indirecta. Por eso Silvana estaba aprovechando los gemidos femeninos que llegaban hasta su cuarto para condimentar una de sus (cada vez más recurrentes) pajas nocturnas.
Se estaba metiendo los dedos con los ojos cerrados, mientras imaginaba que un hombre se la cogía. Intentaba que este amante imaginario se pareciera a Renzo, aunque a veces le costaba visualizar a su novio. Quizás después de tanto tocarse quedaría agotada y se dormiría, aunque los ruidos no se detuvieran. De lo contrario se vería en la obligación de pedirle a Malik que baje un poco el volúmen.
Estaba muy concentrada en aplicar presión a su clítoris y frotarlo con movimientos convulsivos cuando escuchó un timbre a lo lejos. No era en su departamento, sino en el de Malik. Lo comprobó cuando los ruidos sexuales se detuvieron en seco.
“Esto se lo merece por escandaloso —pensó Silvana, frenando su masturbación—. Ya era hora de que alguien más se quejara”.
Supuso que se trataría de Sonia, creía a la única capaz de levantarse a esta hora para plantearle una queja a un vecino. Aunque también podría ser alguien del piso de abajo, o del de arriba. Porque el traqueteo retumbaba contra las paredes, debía oírse en varios pisos.
Silvana escuchó la voz distante de Malik… y no sonaba calmada, lo cual le resultó muy extraño. Por lo general el senegalés se mantenía muy calmado, admitía su parte de la culpa y pedía perdón. Nunca lo había escuchado discutir con nadie.
Acomodó un poco su sencilla (pero pequeña) tanga blanca, se puso una remera sin mangas exageradamente apretada y escotada. Ni siquiera se miró al espejo, por eso no se percató de lo mucho que se marcaban sus pezones. Incluso se transparentaban un poco.
Abrió la puerta de entrada y asomó su cabeza por el pasillo para ver con quién discutía Malik. No se trataba de Sonia. Era un hombre. A Silvana le llevó un rato identificarlo, porque lo vio prácticamente de espaldas. Se trataba de Silvio, el novio (o marido) de su vecina Dalina.
—Sé que está ahí adentro —decía Silvio, señalando hacia el departamento del senegalés—. Mientras más lo niegues, más me convenzo de que esa hija de puta está ahí.
—No sé de qué mierda me hablás, flaco —a Silvana le pareció gracioso que Malik empleara una forma de hablar tan argentina, aunque con un ligero acento extranjero—. Estoy con una mina que ni siquiera conocés.
—Entonces que salga, para que pueda verla…
—¿Por qué? ¿Acaso sos policía?
—Ya te lo dije —insistió Silvio—. Si me llego a enterar que Dalina está ahí dentro, se va a armar tremendo quilombo… y ahí sí va a venir la policía. Y ya sabemos quién va a terminar peor de los dos.
—A mí no me amenaces —Malik lo señaló con el dedo.
El senegalés estaba completamente desnudo, y aunque se cubría con la puerta, se podía ver parte de su privilegiado miembro asomando.
—Em… ¿qué pasa? —Preguntó Silvana, saliendo al pasillo. Lo hizo porque creyó que su presencia calmaría un poco el ambiente; pero solo logró que Silvio se la quedara mirando boquiabierto. El tipo ni siquiera disimuló a la hora de hacerle un escaneo completo de todo el cuerpo.
—Lo que pasa —dijo Silvio, casi tartamudeando—, es que la hija de puta de Dalina me está metiendo los cuernos con este negro de mierda.
—Cuidado con las palabras que usás —advirtió Malik con una voz grave tan calmada que sonó amenazante—. La próxima vez que me digas así, te rompo la cara—. Silvio retrocedió un paso sabiendo que había llegado demasiado lejos.
—Bueno, bueno… vamos a calmarnos —intervino Silvana. Malik la miró a los ojos, sin cambiar su semblante. Silvio clavó la mirada en la entrepierna de la recién llegada. Silvana sabía que sus labios vaginales estarían dando un buen espectáculo al marcarse sobre la tanga… pero era mejor así, prefería que Silvio pensara en otra cosa… para que Malik no tuviera que romperle la cara—. ¿No te parece un poco descabellado estar acusando a tu esposa de tener una aventura con Malik?
—Escuché ruidos —respondió Silvio—, y Dalina no está en casa.
—Ajá… ¿y solo por eso ya pensás que está cogiendo con el vecino? ¿Probaste llamarla por teléfono? —Era una obviedad, seguramente ya lo había hecho… pero necesitaba que él se mantuviera distraído.
—Sí, claro… su teléfono está en casa. Dalina siempre sale con el celular… lo necesita para trabajar. Así que no fue muy lejos…
—Pero de ahí a asumir que… che… tengo los ojos en la cara… ¿podés dejar de mirarme la concha por dos segundos? —Este fue un buen movimiento, otra vez Silvio retrocedió un paso.
—La que salió en tanga fuiste vos…
—Salí así porque escuché ruidos de peleas. Al final todos los hombres son iguales… —Realmente no lo creía así, Malik ni siquiera había hecho el intento de mirarle las tetas o la concha—. Tendré que ponerme un pantalón. Ya vengo… y no me mires el culo…
Silvana dio media vuelta y encaminó hacia su departamento sabiendo que Silvio estaría haciendo un patético esfuerzo por no mirarle el orto. Eso le daría ventaja a Malik. Silvana no tenía planeado qué hacer a continuación, la situación era muy confusa y no creía, ni por asomo, que Dalina fuera la amante de Malik. Su vecina era una mujer independiente, fuerte, respetable, trabajadora. Tenía una reputación que mantener, ya que su trabajo consistía en relacionarse con mucha gente para venderles o alquilarles propiedades. No sería tan estúpida de…
—¿Dalina? ¿Qué hacés acá?
Silvana se quedó petrificada al entrar a su propio cuarto. Su vecina estaba allí, de pie, con cara de extrema culpa y completamente desnuda. Su cuerpo estaba cubierto de sudor, sus tetas se veían imponentes y su cadera ancha le daba a sus piernas un buen empaque.
—Perdón, es que… Malik me dijo que usara la ventana del balcón y… tenés que ayudarme, por favor. Si Silvio me ve así, se va a armar tremendo quilombo.
—Ay, por dios… ¿le estás metiendo los cuernos con Malik? Pensé que vos y Silvio eran felices… hasta me dijiste que van a tener un hijo juntos… ¿y ahora te estás cogiendo a tu vecino?
—Bueno, bien dijiste… ya estoy embarazada, así que no hay riesgo.
—¿Riesgo? Estás literalmente frente a tu departamento cogiendo con un negro que tiene la pija como una anaconda, y los ruidos se escuchan en todo el edificio.
Dalina mostró una sonrisa picarona cuando escuchó lo de “la pija como anaconda”.
—Disculpá que te interrumpa —dijo Dalina—. ¿Puedo pasar al baño? Necesito lavarme… —señaló su vagina y allí Silvana pudo ver como el líquido blanco salía del orificio para chorrear por el interior de la pierna—. Te juro que después te voy a explicar todo. Ahora necesito que me ayudes.
Entraron juntas al baño. Dalina se quedó de pie dentro del receptáculo y Silvana desmontó la ducha.
—Ay, estas me encantan —comentó Dalina—. Yo quisiera tener una así, que sea desmontable, pero a Silvio no le gustan. Dice que el caño flexible se rompe enseguida.
—Mentira, hace años que tengo el mismo flexible y nunca se rompió —Silvana tanteó la temperatura del agua, ya estaba bien.
—Quizás no quiere que la instale porque sabe para qué la voy a usar… ¿me explico? —guiñó un ojo—. Mmm se siente rico el chorrito en la concha. Uy, perdón que hable así, Silvi… sé que no tenemos tanta confianza; pero… uff… es que Malik me dejó muy caliente… y cuando estoy caliente me cuesta medir mis acciones.
Silvana se arrodilló frente a su vecina. Estuvo a punto de decirle que la entendía, porque a ella le pasaba lo mismo, sin embargo se quedó callada al ver el efecto pornográfico que se produjo cuando Dalina separó las piernas. Su concha se abrió como una flor en primavera y de allí comenzó a chorrear abundante néctar blanco. Silvana podría haber pensado que varios hombres eyacularon dentro de Dalina, pero ya había visto lo impresionante que podía ser una acabada de Malik.
De lejos les llegó el ruido de la discusión que aún tenía lugar en el pasillo.
—¿Me vas a ayudar a lavarme? —Preguntó Dalina.
—Em… sí, sí… claro…
Apuntó la ducha hacia la entrepierna de Dalina y comenzó a lavar todo el semen que chorreaba por ahí.
—Uf… se siente rico. Me imagino que la habrás usado de esta forma un montón de veces.
—Este… em… no tantas…
Pasó su mano por la cara interna de los muslos de su vecina. Automáticamente acarició la vagina, limpiándola, como si fuera la suya. No notó ninguna reacción por parte de Dalina, como si le hubiera dado igual que la tocara en una zona tan íntima. Volvió a pasar sus dedos, aunque esta vez lo hizo para comprobar algo. Y una vez más pudo ver que a Dalina no parecía importarle en lo más mínimo que ella le tocara la concha. Silvana sintió una descarga eléctrica en su columna vertebral cuando una vocecita dentro de su cabeza le dijo: “¿Y si aprovechás para tocar un poquito más? Total, a ella no le molesta… y mirá lo linda que es. Sería una tontería desperdiciar una oportunidad como ésta”.
Después tendría tiempo para debatirse por qué debería aprovechar la oportunidad de tocarle la concha a una mujer. ¿Qué ganaría con eso? Ahora simplemente se limitó a actuar. Juntó dos dedos y los apuntó hacia arriba, recorrió con ellos toda la línea de la vagina, su mano quedó cubierta de semen.
—Por dios, la cantidad de leche que sale es… increíble.
—Lo sé… y no te imaginás lo bien que se sintió cuando me acabó dentro. Creí que me iba a dejar toda rebalsada…
—Me imagino…
Silvana, con el corazón acelerado y con la mente casi en blanco, metió los dedos en la concha. Si Dalina le preguntaba qué estaba haciendo, podría decir que solo intentaba acelerar el proceso, porque de ese agujero seguía saliendo semen. Pero no hubo ningún reclamo, de hecho su vecina separó más las piernas, para facilitarle la tarea.
Los dedos entraron y salieron repetidas veces, se movieron con presteza y luego de unos segundos ya tenían tal ritmo que cualquiera que viera la escena la tomaría como que Silvana estaba masturbando a Dalina. Y prácticamente lo estaba haciendo. Incluso usó su pulgar para acariciar el clítoris.
“Ok, ahora sí me estoy pasando”, pensó Silvana. Se tranquilizó al ver que Dalina no emitía ni una sola queja.
Siguió metiendo los dedos hasta que una frase la hizo volver a la realidad:
—Uy, todavía se están peleando —dijo Dalina.
Silvana escuchó cómo la discusión entre Malik y Silvio se estaba acalorando y de pronto recordó cuál era el verdadero objetivo.
—Tenemos que hacer algo —le dijo a su vecina mientras se ponía de pie. También cerró el paso de agua de la ducha.
—No sé qué hacer… no hay forma de que pueda salir de acá sin que Silvio me vea.
—Sí hay una forma —aseguró Silvana—, pero vamos a necesitar ayuda.
Se apresuró a buscar su teléfono celular y llamó a su otra vecina: Sonia. Por suerte la mujer respondió casi al instante, al parecer otra vez se había desvelado.
—Hola. Disculpá que te moleste a esta hora… necesito que me ayudes con algo… ajá… sí… es por Dalina. Mmm… sí, eso mismo. Sí, ya le dije que es una estupidez; pero… ah… ok… está bien. Muchas gracias. Adiós —giró la cabeza para ver a Dalina y le dijo—. Sonia te va ayudar, aunque no le gusta mucho esto de ser cómplice de una infidelidad. Voy a hacer que Silvio entre al departamento de Malik, para que te busque y vea que no estás. Voy a intentar distraerlo todo el tiempo que pueda. Pedile a Sonia que te preste algo de ropa y después entrá al departamento de Malik. Ahí le vas a decir a Silvio que simplemente fuiste a tomar un té con Sonia.
—Es buena idea. Puede funcionar… gracias por hacer esto por mí.
—No me des las gracias todavía, porque no sé si va a salir todo bien. Bueno, cuando yo salga, dame unos minutos para distraer a Silvio. Ah… y después de esto, vos y yo tenemos que hablar.
—Sí, sí… te prometo que te cuento todo. Gracias otra vez.
Silvana tomó aire y salió al pasillo con la frente en alto, cargando con toda la seguridad y la confianza que podía llevar.
—Ya me harté de esta situación de mierda —dijo, los dos hombres la miraron. Malik se fijó en sus ojos, y Silvio se quedó hipnotizado con sus tetas. Esta vez Silvana lo vio como un triunfo, cualquier cosa que sirviera para mantenerlo distraído era una ventaja—. Vení, Silvio… entrá al departamento de Malik —lo tomó del brazo y lo arrastró hacia adentro. El senegalés no tuvo más remedio que apartarse y dejarlos pasar—. Revisemos por todos lados, miremos en las piezas, en el ropero, en los cajones… donde mierda quieras. Vas a ver que Dalina no está en ninguna parte.
—¿Y cómo estás tan segura?
—Porque sé que ella nunca te sería infiel —primera mentira, seguramente habría muchas más en esa misma noche—. Dale, pasá… vamos a ver si está detrás del sofá.
Silvana hizo se puso de rodillas en el gran sofá blanco y se asomó por encima del respaldar, como si estuviera buscando a alguien escondido del otro lado. Hizo esto para captar la atención de Silvio, aunque no sin arrepentimiento. Sabía perfectamente que le estaba regalando a esos dos hombres una erótica imagen de sus nalgas, con la tanga marcándole mucho los labios vaginales. Silvio entró al departamento con pasos de zombie, sin poder apartar la mirada de ese impresionante culo. A pesar de que su esposa cuenta con posaderas más que respetables, no se comparan con las de Silvana.
—No, acá no hay nadie… miremos en la pieza —ella caminó con paso seguro hacia la izquierda. Los dos hombres la siguieron. Silvana tuvo que hacer un gran esfuerzo para no mirar la verga de Malik balanceándose como la trompa de un elefante—. Hay señales de que hubo guerra… pero no veo a Dalina por ninguna parte. ¿Querés mirar abajo de la cama? ¿O dentro del ropero?
Silvio se quedó inmóvil durante unos segundos, admirando el cuerpo de Silvana. Luego reaccionó y sin dar explicaciones se puso de rodillas para mirar debajo de la cama. De paso aprovechó para dedicarle una buena mirada a la zona púbica de esa impresionante mujer, que había quedado justo frente a sus ojos. Ahí fue cuando Silvana se percató de que ayudar a Dalina a lavarse no fue una buena idea. Vio que sus tetas estaban completamente mojadas y se transparentaban por encima de la tela blanca, eso explica por qué Silvio se las miró tanto. Lo peor estaba abajo, la tanga completamente empapada ejercía el mismo efecto de transparencia que la remera, dejando visibles sus labios vaginales. Era como si hubiera optado por usar lencería erótica, de esa específicamente diseñada para dejar todo a la vista. No había sutileza, toda su concha estaba ahí, hasta el clítoris podía verse claramente.
“La puta madre —pensó Silvana—, espero que al menos esto sirva para mantener distraído a este pelotudo”.
Sintió una extraña descarga eléctrica al verse tan expuesta. En lugar de intimidarla, esto le brindó seguridad. Supo que sus atributos la dejaban en una posición de poder ante la mirada libidinosa de Silvio. Por eso redobló la apuesta.
Giró sobre sus talones, abrió las puertas del ropero extendiendo ambos brazos y se inclinó hacia adelante. Miró para los dos lados, como si quisiera cruzar la calle y dijo:
—Acá tampoco hay nadie.
Sabía que Silvio estaba arrodillado justo detrás de ella, con la cara a pocos centímetros de su culo. “Dale, cornudo… mirame bien la argolla”, pensó ella. Separó más la piernas, lo que le hizo ganar unos minutos extras para que Dalina se preparara. Pensó que todo iba viento en popa, hasta que escuchó a Silvio decir:
—¿Qué es eso?
El tipo salió al balcón, miró para los dos lados, como había hecho Silvana con el ropero y luego desapareció.
Silvana y Malik lo siguieron. Ahí ella comprobó horrorizada que Silvio había descubierto que los dos balcones estaban conectados y que era muy fácil pasar de uno al otro.
—Ah, pero qué tarado… ahora sí entiendo todo —dijo Silvio, de pie en el balcón de Silvana, mirando hacia el interior del departamento.
“La puta madre —pensó Silvana—, tanto esfuerzo para nada. Ya descubrió cómo se escapó Dalina”.
—Eras vos, ¿cierto? —preguntó Silvio, mirando a Silvana—. La que estaba cogiendo con Malik… eras vos.
A ella le molestó que la acusaran de ser infiel; pero no podía entregar a Dalina. Debía protegerla, aunque hubiera obrado mal.
—Vamos adentro —dijo Silvana—. No quiero que nadie vea a Malik desnudo en el balcón.
Era poco probable que alguien lo viera estando en un piso diecinueve, sin embargo necesitaba ganar algo de tiempo. Quizás Dalina ya estaba por irrumpir, para contarle una mentira medianamente convincente a su marido.
Llegó al living, le hizo señas a Malik para que se sentara en el sofá blanco y mientras él se agachaba, aprovechó para susurrarle al oído: “Seguime la corriente”. El senegalés no dio señales de haber escuchado, pero ella sabía que sí lo había hecho. Silvana se sentó sobre las piernas de Malik, el gran miembro flácido hizo contacto con la parte inferior de su pierna derecha. Se sintió extraño. Cruzó un brazo por encima de los hombros del negro y él la sujetó de la cintura, mostrando la más cordial de sus sonrisas.
—Es cierto —dijo Silvana—. Estaba cogiendo con Malik. Obviamente Renzo no sabe nada de esto, y me gustaría que siguiera así.
—Yo… em… estaba seguro de que se trataba de Dalina —los ojos de Silvio no se despegaron de la entrepierna de Silvana—. Es decir, la conozco… parecían sus gemidos.
—¿O sea que vos podés reconocer a una mujer, desde el otro lado de una puerta, solo por sus gemidos?
Silvana separó las piernas, para darle un espectáculo lo suficientemente erótico como para dejarlo atontado. El pene de Malik quedó justo debajo de su vagina, hasta podía sentir el contacto tibio con su piel.
—Es mi esposa —aseguró Silvio, con los anteojos empañados—. Sé como suena cuando está en la cama… y como no está en casa creí que podía estar acá. Y vos, Silvana… disculpá que te lo diga; pero deberías avergonzarte de tu comportamiento. Renzo es un buen pibe y no se merece que le pongas los cuer…
Silvana comenzó a menear su cadera, provocando que su vagina, aún cubierta por la tanga, rozara contra el ancho miembro de Malik. Esa enorme verga comenzó a despertarse, como si fuera una serpiente que olfateó una presa.
Lo estaba consiguiendo, lo tenía justo donde quería… aunque no podría aguantar demasiado este jueguito erótico sin que empezara a ponerse raro. Se preguntó por qué Silvana demoraba tanto. Solamente debía vestirse en la casa de Sonia y aparecer en escena. Con la charla y la búsqueda ya había pasado tiempo más que suficiente para eso.
—Creo que le debés una disculpa a Malik —dijo Silvana, sin dejar de moverse. Su meneo era cada vez más largo, debido a que la verga se ponía cada vez más dura.
—Em… sí, puede ser… aunque… si Dalina no está acá… ¿dónde se metió?
—¿Y yo por qué debería saberlo? —Preguntó Malik, encogiéndose de hombros. Tenía los dos brazos extendidos sobre el respaldar del sillón y su imponente verga estaba ganando tamaño.
Silvio sintió una fuerte descarga de celos, no solo por estar ante un hombre mucho más dotado que él, sino porque ese maldito hijo de puta podía cogerse a Silvana, que es lo que él llama “una mujer de infarto”. Dalina es hermosa, y tiene muy buenas curvas, pero carece de ese impacto que provoca Silvana con su sola presencia. Como si cara poro de su piel emanara sexo. Y para colmo… ¿Lo que está viendo es real? ¿Se está quitando la remera?
A Silvio se le cortó la respiración cuando vio aparecer las grandes tetas de Silvana en todo su esplendor.
Si alguien le preguntara por qué lo hizo, ella no sabría qué responder. Actuó sin pensar. Quería decirle a Silvio que ella no tenía nada que esconder, que no se avergüenza de nada. Para aumentar el desafío, lo miró fijamente a los ojos mientras amasaba sus tetas con sensualidad.
En ese instante llegó la salvación y por fin Silvana pudo respirar en paz. Por la puerta entreabierta del departamento se asomó la cabeza de Dalina.
—¿Pero qué está pasando acá? —Preguntó la recién llegada.
Silvio giró rápidamente sobre sus talones. Todos pudieron notar la vergüenza en su rostro, como si hubiera sido sorprendido cometiendo un crímen.
—¡Dalina! ¿Dónde estabas?
—Estaba tomando un té con Sonia ¿por qué?
Entró al departamento. Al menos esta vez estaba vestida. Llevaba un pantalón negro muy sencillo, una vieja remera gris y ojotas negras. Silvana supuso que todo eso pertenecía a Sonia, aunque era ropa suficientemente genérica como para que Silvio no lo notara.
—¿Y por qué no me avisaste que salías?
—¿Por qué debería hacerlo? Si ni siquiera salí del edificio… y pará… ¿qué carajo hacés vos acá? ¿Y por qué ellos están desnudos?
Silvio se puso rojo.
—Em… lo que pasa es que… Silvana está engañando a Renzo… con Malik.
—Y él pensó que en realidad yo estaba teniendo sexo con vos —dijo Malik, con absoluta calma.
—Ah… bueno, no te lo puedo creer —Dalina puso los ojos en blanco—. ¿Vos pensaste que yo te estaba haciendo cornudo… con mi vecino?
A Silvana le molestó que Dalina pudiera manejar la situación con tanta facilidad, a pesar de estar mintiendo. Incluso hizo que su marido se sintiera culpable.
—Nada de esto hubiera pasado si me decías dónde estabas.
—¿Pero quién te creés que sos? ¿La policía? —Dalina elevó su voz—. ¿Acaso tengo que darte un parte informativo cada vez que doy dos pasos fuera del departamento?
Silvana entendió que la discusión no iba a hacer más que escalar. Silvio es un tipo orgulloso al que no le gusta admitir sus errores, y Dalina tiene que mantener la mentira tanto como sea posible. No quería que terminaran gritando tanto como para alertar a los vecinos de otros pisos. Necesitaba distraerlos, y lo único que se le ocurrió fue quitarse la tanga. Cuando la pareja vio esto, ambos se quedaron con la boca abierta.
—¿Piensan discutir mucho? —Preguntó Silvana, arrojando su tanga, y así quedando completamente desnuda—. Me gustaría retomar lo que estaba haciendo con Malik desde donde lo dejamos. Si no es mucha molestia, claro…
Meneó su cadera, esta vez la imagen fue claramente pornográfica. Su húmeda concha se deslizó por todo el largo de la erecta verga de Malik, hasta la punta. Luego volvió lentamente hasta la base y repitió el proceso.
—A Silvio no parece molestarle —dijo Dalina, con una mueca burlona—. Se nota que tiene ganas de mirar.
Señaló hacia la entrepierna de su marido donde podía verse una clara erección. Esto hizo que Silvio se sintiera aún más avergonzado. Silvana apretó los dientes, esto era ir demasiado lejos. La infiel es ella… y encima se da el gusto de humillarlo. De pronto Dalina ya no le cae tan bien como antes.
El constante roce con todo el largo de la verga de Malik (que es mucho decir), le está elevando la temperatura. Sus pechos suben y bajan al ritmo de una respiración cada vez más acelerada. Le gustaría que todo esto terminara ya mismo para… para volver a su cuarto y continuar con la paja justo donde la dejó. No quiere pensar en la masturbación frente a sus vecinos, porque la avergüenza; pero sabe muy bien que no podrá dormir si no se brinda un poco de “placer táctil”.
—Este… emmm, perdón, no sé qué me pasó —se lamentó Silvio—. Mejor volvamos a casa.
—¿No te estás olvidando de algo? —Preguntó Silvana.
—¿De qué?
—De pedirle disculpas a Malik por lo que le dijiste.
—Ya me disculpé por pensar que estaba con mi mujer…
—No me refiero a eso. ¿Cómo fue que le dijiste cuando estábamos en el pasillo?
—Ah… mmm sí… —Silvio admiró como los labios de la concha de Silvana se abrían al llegar al glande, parecía que en cualquier momento se iba a producir una penetración—. Perdón por llamarte de esa forma, sé que estuvo mal.
—Disculpa aceptada —dijo Malik, con voz grave—. Pero la próxima vez te rompo la cara. Nunca permití que nadie me llame “negro de mierda” dos veces, sin romperle la cara.
—¿Le dijiste negro de mierda? —Dalina le dio un suave golpe en el hombro—. No te creía capaz de eso.
—Perdón, es que… estaba muy alterado. Hablé sin pensar.
Y sin pensar miró una vez más la concha de Silvana, tan húmeda, tan expuesta… tan apetecible. Pero ¿por qué una mujer como ella se fijaría en él teniendo disponible un amante tan viril y bien dotado? Nunca había engañado a Dalina, y tampoco es que pensara en hacerlo. Sin embargo, por una mujer como Silvana… quizás…
—Bueno, mejor salgamos de acá ahora mismo —dijo Dalina—, antes de que este pitoduro le haga un agujero al pantalón. Espero que la pases muy bien, Silvana… y Malik, perdón por la intromisión y las molestias.
Silvana notó una mirada cómplice en Dalina, como si le estuviera diciendo: “Pasala bien, amiga… yo sé lo buena que está esa pija”.
Silvio y Dalina salieron del departamento. Silvana se quedó muy quieta, con su concha aún besando la verga de Malik. Esperó unos segundos y cuando estuvo segura de que ya no regresarían, se puso de pie.
—Algún día espero que me compenses por lo que hice esta noche —le dijo a Malik.
—Te prometo que lo voy a hacer. Muchas gracias. No quería tener problemas con Silvio.
—Entonces no tendrías que haberte cogido a su esposa.
—En eso no estoy de acuerdo. Yo respeto a una mujer que no quiera acostarse conmigo, no me gusta insistir. Pero no creo que el matrimonio sea una prohibición para tener sexo con otras personas.
—¿O sea que para vos cualquier mujer casada puede salir a coger con su vecino todo lo que quiere, sin que su marido tenga por qué enojarse?
—Exacto. Para tener relaciones sexuales solo se necesita que dos (o más) personas adultas se pongan de acuerdo, y nada más.
—Tenés una forma muy peculiar de ver el mundo. No la comparto. Para mí lo que hizo Dalina está muy mal.
—¿Entonces por qué la cubriste?
—No sé… eso es lo que me estoy preguntando. Igual no te preocupes, lo hecho, hecho está. No le voy a contar nada a Silvio. Bueno, me voy antes de que esto se ponga demasiado raro.
—¿Y por qué debería ponerse raro?
—Y no sé… —dijo Silvana, con sarcasmo—. Será porque vos estás desnudo… y yo también.
—¿Y cuál es el problema?
En ese momento Silvana recordó que Malik es nudista por naturaleza.
—Sé que para vos no significa nada andar sin ropa frente a la gente. Para mí es distinto, no estoy acostumbrada a estar desnuda frente a otro hombre que no sea mi novio. Y mucho menos si ese hombre también está desnudo.
—Eso se te va a pasar después de unos días. Si querés algún día podés venir a tomar un café, compramos torta en la panadería, y charlamos… sin la ropa puesta.
—¿Esa es una propuesta indecente? ¿Es tu forma de invitarme a la cama? Porque yo no tengo ninguna intención de hacerlo…
—No, Silvana. Si quisiera invitarte a la cama, te lo diría y ya está. Si te invito a tomar café, es porque vamos a tomar café. No hay doble sentido, ni propuesta indecente oculta.
Malik le parecía cada vez más raro. Cualquier otro hombre hubiera realizado esa propuesta con segundas intenciones. Malik, en cambio, parecía honesto.
—¿Me estás diciendo que podemos tomar un café completamente desnudos y que vos, en ningún momento, me harías una propuesta sexual?
—Por supuesto. Ya te lo dije, te estoy invitando a tomar café… y nada más. Lo de estar sin ropa lo propuse para que entiendas que no tiene por qué haber una intención sexual si dos personas están desnudas en la misma habitación. Para mí el sexo no tiene nada que ver con la ropa.
—Mmmm… bueno, lo voy a pensar —Silvana caminó hasta la puerta, antes de salir giró para mirar a Malik y le dijo—. Y por favor, ¿podés dejar de hacer tanto ruido cada vez que cogés con alguna de tus putas?
—Perdón por eso, no me di cuenta —respondió, mostrando una radiante sonrisa.
Silvana puso los ojos en blanco, era como hablar con una pared. Salió al pasillo completamente desnuda. Creyó que nadie la vería así, al fin y al cabo solo tenía que dar unos pocos pasos hasta llegar a su departamento. Pero a mitad de camino, una puerta se abrió. Sonia apareció vistiendo un vaporoso camisón que mostraba que debajo no tenía nada puesto, ni siquiera ropa interior.
—Ah bueno —dijo Sonia—. ¿Pero qué es esto? ¿La noche de desfilar desnuda por el pasillo?
—Vos no tenés mucha ropa que digamos…
—Yo estaba acostada… y hace calor. Vos estás caminando por el pasillo, completamente desnuda, como si nada.
—Lo sé, pero tengo motivos para estar así… es una larga historia.
—¿Querés pasar, así me la contás? De paso nos tomamos un tecito… además, después de ayudar a Dalina, creo que me merezco una buena explicación.
—Eso es cierto —Silvana pensó que, después de las emociones vividas, le costaría mucho conciliar el sueño. Y no tenía nada mejor que hacer—. Está bien, te acepto la invitación.
Entró al departamento de su vecina, completamente desnuda. Sonia cerró la puerta detrás de ella.
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Capítulo 11.
Celos y Cuernos.
Se podría decir que era una noche normal, porque escuchar el traqueteo sexual proveniente del departamento de Malik, ya se había convertido en una rutina para Silvana. Desde el último encuentro con Osvaldo, su cuerpo estaba sufriendo repentinos ataques de calentura que aparecían de la nada y se fortalecían ante cualquier mínima interacción sexual, ya fuera directa o indirecta. Por eso Silvana estaba aprovechando los gemidos femeninos que llegaban hasta su cuarto para condimentar una de sus (cada vez más recurrentes) pajas nocturnas.
Se estaba metiendo los dedos con los ojos cerrados, mientras imaginaba que un hombre se la cogía. Intentaba que este amante imaginario se pareciera a Renzo, aunque a veces le costaba visualizar a su novio. Quizás después de tanto tocarse quedaría agotada y se dormiría, aunque los ruidos no se detuvieran. De lo contrario se vería en la obligación de pedirle a Malik que baje un poco el volúmen.
Estaba muy concentrada en aplicar presión a su clítoris y frotarlo con movimientos convulsivos cuando escuchó un timbre a lo lejos. No era en su departamento, sino en el de Malik. Lo comprobó cuando los ruidos sexuales se detuvieron en seco.
“Esto se lo merece por escandaloso —pensó Silvana, frenando su masturbación—. Ya era hora de que alguien más se quejara”.
Supuso que se trataría de Sonia, creía a la única capaz de levantarse a esta hora para plantearle una queja a un vecino. Aunque también podría ser alguien del piso de abajo, o del de arriba. Porque el traqueteo retumbaba contra las paredes, debía oírse en varios pisos.
Silvana escuchó la voz distante de Malik… y no sonaba calmada, lo cual le resultó muy extraño. Por lo general el senegalés se mantenía muy calmado, admitía su parte de la culpa y pedía perdón. Nunca lo había escuchado discutir con nadie.
Acomodó un poco su sencilla (pero pequeña) tanga blanca, se puso una remera sin mangas exageradamente apretada y escotada. Ni siquiera se miró al espejo, por eso no se percató de lo mucho que se marcaban sus pezones. Incluso se transparentaban un poco.
Abrió la puerta de entrada y asomó su cabeza por el pasillo para ver con quién discutía Malik. No se trataba de Sonia. Era un hombre. A Silvana le llevó un rato identificarlo, porque lo vio prácticamente de espaldas. Se trataba de Silvio, el novio (o marido) de su vecina Dalina.
—Sé que está ahí adentro —decía Silvio, señalando hacia el departamento del senegalés—. Mientras más lo niegues, más me convenzo de que esa hija de puta está ahí.
—No sé de qué mierda me hablás, flaco —a Silvana le pareció gracioso que Malik empleara una forma de hablar tan argentina, aunque con un ligero acento extranjero—. Estoy con una mina que ni siquiera conocés.
—Entonces que salga, para que pueda verla…
—¿Por qué? ¿Acaso sos policía?
—Ya te lo dije —insistió Silvio—. Si me llego a enterar que Dalina está ahí dentro, se va a armar tremendo quilombo… y ahí sí va a venir la policía. Y ya sabemos quién va a terminar peor de los dos.
—A mí no me amenaces —Malik lo señaló con el dedo.
El senegalés estaba completamente desnudo, y aunque se cubría con la puerta, se podía ver parte de su privilegiado miembro asomando.
—Em… ¿qué pasa? —Preguntó Silvana, saliendo al pasillo. Lo hizo porque creyó que su presencia calmaría un poco el ambiente; pero solo logró que Silvio se la quedara mirando boquiabierto. El tipo ni siquiera disimuló a la hora de hacerle un escaneo completo de todo el cuerpo.
—Lo que pasa —dijo Silvio, casi tartamudeando—, es que la hija de puta de Dalina me está metiendo los cuernos con este negro de mierda.
—Cuidado con las palabras que usás —advirtió Malik con una voz grave tan calmada que sonó amenazante—. La próxima vez que me digas así, te rompo la cara—. Silvio retrocedió un paso sabiendo que había llegado demasiado lejos.
—Bueno, bueno… vamos a calmarnos —intervino Silvana. Malik la miró a los ojos, sin cambiar su semblante. Silvio clavó la mirada en la entrepierna de la recién llegada. Silvana sabía que sus labios vaginales estarían dando un buen espectáculo al marcarse sobre la tanga… pero era mejor así, prefería que Silvio pensara en otra cosa… para que Malik no tuviera que romperle la cara—. ¿No te parece un poco descabellado estar acusando a tu esposa de tener una aventura con Malik?
—Escuché ruidos —respondió Silvio—, y Dalina no está en casa.
—Ajá… ¿y solo por eso ya pensás que está cogiendo con el vecino? ¿Probaste llamarla por teléfono? —Era una obviedad, seguramente ya lo había hecho… pero necesitaba que él se mantuviera distraído.
—Sí, claro… su teléfono está en casa. Dalina siempre sale con el celular… lo necesita para trabajar. Así que no fue muy lejos…
—Pero de ahí a asumir que… che… tengo los ojos en la cara… ¿podés dejar de mirarme la concha por dos segundos? —Este fue un buen movimiento, otra vez Silvio retrocedió un paso.
—La que salió en tanga fuiste vos…
—Salí así porque escuché ruidos de peleas. Al final todos los hombres son iguales… —Realmente no lo creía así, Malik ni siquiera había hecho el intento de mirarle las tetas o la concha—. Tendré que ponerme un pantalón. Ya vengo… y no me mires el culo…
Silvana dio media vuelta y encaminó hacia su departamento sabiendo que Silvio estaría haciendo un patético esfuerzo por no mirarle el orto. Eso le daría ventaja a Malik. Silvana no tenía planeado qué hacer a continuación, la situación era muy confusa y no creía, ni por asomo, que Dalina fuera la amante de Malik. Su vecina era una mujer independiente, fuerte, respetable, trabajadora. Tenía una reputación que mantener, ya que su trabajo consistía en relacionarse con mucha gente para venderles o alquilarles propiedades. No sería tan estúpida de…
—¿Dalina? ¿Qué hacés acá?
Silvana se quedó petrificada al entrar a su propio cuarto. Su vecina estaba allí, de pie, con cara de extrema culpa y completamente desnuda. Su cuerpo estaba cubierto de sudor, sus tetas se veían imponentes y su cadera ancha le daba a sus piernas un buen empaque.
—Perdón, es que… Malik me dijo que usara la ventana del balcón y… tenés que ayudarme, por favor. Si Silvio me ve así, se va a armar tremendo quilombo.
—Ay, por dios… ¿le estás metiendo los cuernos con Malik? Pensé que vos y Silvio eran felices… hasta me dijiste que van a tener un hijo juntos… ¿y ahora te estás cogiendo a tu vecino?
—Bueno, bien dijiste… ya estoy embarazada, así que no hay riesgo.
—¿Riesgo? Estás literalmente frente a tu departamento cogiendo con un negro que tiene la pija como una anaconda, y los ruidos se escuchan en todo el edificio.
Dalina mostró una sonrisa picarona cuando escuchó lo de “la pija como anaconda”.
—Disculpá que te interrumpa —dijo Dalina—. ¿Puedo pasar al baño? Necesito lavarme… —señaló su vagina y allí Silvana pudo ver como el líquido blanco salía del orificio para chorrear por el interior de la pierna—. Te juro que después te voy a explicar todo. Ahora necesito que me ayudes.
Entraron juntas al baño. Dalina se quedó de pie dentro del receptáculo y Silvana desmontó la ducha.
—Ay, estas me encantan —comentó Dalina—. Yo quisiera tener una así, que sea desmontable, pero a Silvio no le gustan. Dice que el caño flexible se rompe enseguida.
—Mentira, hace años que tengo el mismo flexible y nunca se rompió —Silvana tanteó la temperatura del agua, ya estaba bien.
—Quizás no quiere que la instale porque sabe para qué la voy a usar… ¿me explico? —guiñó un ojo—. Mmm se siente rico el chorrito en la concha. Uy, perdón que hable así, Silvi… sé que no tenemos tanta confianza; pero… uff… es que Malik me dejó muy caliente… y cuando estoy caliente me cuesta medir mis acciones.
Silvana se arrodilló frente a su vecina. Estuvo a punto de decirle que la entendía, porque a ella le pasaba lo mismo, sin embargo se quedó callada al ver el efecto pornográfico que se produjo cuando Dalina separó las piernas. Su concha se abrió como una flor en primavera y de allí comenzó a chorrear abundante néctar blanco. Silvana podría haber pensado que varios hombres eyacularon dentro de Dalina, pero ya había visto lo impresionante que podía ser una acabada de Malik.
De lejos les llegó el ruido de la discusión que aún tenía lugar en el pasillo.
—¿Me vas a ayudar a lavarme? —Preguntó Dalina.
—Em… sí, sí… claro…
Apuntó la ducha hacia la entrepierna de Dalina y comenzó a lavar todo el semen que chorreaba por ahí.
—Uf… se siente rico. Me imagino que la habrás usado de esta forma un montón de veces.
—Este… em… no tantas…
Pasó su mano por la cara interna de los muslos de su vecina. Automáticamente acarició la vagina, limpiándola, como si fuera la suya. No notó ninguna reacción por parte de Dalina, como si le hubiera dado igual que la tocara en una zona tan íntima. Volvió a pasar sus dedos, aunque esta vez lo hizo para comprobar algo. Y una vez más pudo ver que a Dalina no parecía importarle en lo más mínimo que ella le tocara la concha. Silvana sintió una descarga eléctrica en su columna vertebral cuando una vocecita dentro de su cabeza le dijo: “¿Y si aprovechás para tocar un poquito más? Total, a ella no le molesta… y mirá lo linda que es. Sería una tontería desperdiciar una oportunidad como ésta”.
Después tendría tiempo para debatirse por qué debería aprovechar la oportunidad de tocarle la concha a una mujer. ¿Qué ganaría con eso? Ahora simplemente se limitó a actuar. Juntó dos dedos y los apuntó hacia arriba, recorrió con ellos toda la línea de la vagina, su mano quedó cubierta de semen.
—Por dios, la cantidad de leche que sale es… increíble.
—Lo sé… y no te imaginás lo bien que se sintió cuando me acabó dentro. Creí que me iba a dejar toda rebalsada…
—Me imagino…
Silvana, con el corazón acelerado y con la mente casi en blanco, metió los dedos en la concha. Si Dalina le preguntaba qué estaba haciendo, podría decir que solo intentaba acelerar el proceso, porque de ese agujero seguía saliendo semen. Pero no hubo ningún reclamo, de hecho su vecina separó más las piernas, para facilitarle la tarea.
Los dedos entraron y salieron repetidas veces, se movieron con presteza y luego de unos segundos ya tenían tal ritmo que cualquiera que viera la escena la tomaría como que Silvana estaba masturbando a Dalina. Y prácticamente lo estaba haciendo. Incluso usó su pulgar para acariciar el clítoris.
“Ok, ahora sí me estoy pasando”, pensó Silvana. Se tranquilizó al ver que Dalina no emitía ni una sola queja.
Siguió metiendo los dedos hasta que una frase la hizo volver a la realidad:
—Uy, todavía se están peleando —dijo Dalina.
Silvana escuchó cómo la discusión entre Malik y Silvio se estaba acalorando y de pronto recordó cuál era el verdadero objetivo.
—Tenemos que hacer algo —le dijo a su vecina mientras se ponía de pie. También cerró el paso de agua de la ducha.
—No sé qué hacer… no hay forma de que pueda salir de acá sin que Silvio me vea.
—Sí hay una forma —aseguró Silvana—, pero vamos a necesitar ayuda.
Se apresuró a buscar su teléfono celular y llamó a su otra vecina: Sonia. Por suerte la mujer respondió casi al instante, al parecer otra vez se había desvelado.
—Hola. Disculpá que te moleste a esta hora… necesito que me ayudes con algo… ajá… sí… es por Dalina. Mmm… sí, eso mismo. Sí, ya le dije que es una estupidez; pero… ah… ok… está bien. Muchas gracias. Adiós —giró la cabeza para ver a Dalina y le dijo—. Sonia te va ayudar, aunque no le gusta mucho esto de ser cómplice de una infidelidad. Voy a hacer que Silvio entre al departamento de Malik, para que te busque y vea que no estás. Voy a intentar distraerlo todo el tiempo que pueda. Pedile a Sonia que te preste algo de ropa y después entrá al departamento de Malik. Ahí le vas a decir a Silvio que simplemente fuiste a tomar un té con Sonia.
—Es buena idea. Puede funcionar… gracias por hacer esto por mí.
—No me des las gracias todavía, porque no sé si va a salir todo bien. Bueno, cuando yo salga, dame unos minutos para distraer a Silvio. Ah… y después de esto, vos y yo tenemos que hablar.
—Sí, sí… te prometo que te cuento todo. Gracias otra vez.
Silvana tomó aire y salió al pasillo con la frente en alto, cargando con toda la seguridad y la confianza que podía llevar.
—Ya me harté de esta situación de mierda —dijo, los dos hombres la miraron. Malik se fijó en sus ojos, y Silvio se quedó hipnotizado con sus tetas. Esta vez Silvana lo vio como un triunfo, cualquier cosa que sirviera para mantenerlo distraído era una ventaja—. Vení, Silvio… entrá al departamento de Malik —lo tomó del brazo y lo arrastró hacia adentro. El senegalés no tuvo más remedio que apartarse y dejarlos pasar—. Revisemos por todos lados, miremos en las piezas, en el ropero, en los cajones… donde mierda quieras. Vas a ver que Dalina no está en ninguna parte.
—¿Y cómo estás tan segura?
—Porque sé que ella nunca te sería infiel —primera mentira, seguramente habría muchas más en esa misma noche—. Dale, pasá… vamos a ver si está detrás del sofá.
Silvana hizo se puso de rodillas en el gran sofá blanco y se asomó por encima del respaldar, como si estuviera buscando a alguien escondido del otro lado. Hizo esto para captar la atención de Silvio, aunque no sin arrepentimiento. Sabía perfectamente que le estaba regalando a esos dos hombres una erótica imagen de sus nalgas, con la tanga marcándole mucho los labios vaginales. Silvio entró al departamento con pasos de zombie, sin poder apartar la mirada de ese impresionante culo. A pesar de que su esposa cuenta con posaderas más que respetables, no se comparan con las de Silvana.
—No, acá no hay nadie… miremos en la pieza —ella caminó con paso seguro hacia la izquierda. Los dos hombres la siguieron. Silvana tuvo que hacer un gran esfuerzo para no mirar la verga de Malik balanceándose como la trompa de un elefante—. Hay señales de que hubo guerra… pero no veo a Dalina por ninguna parte. ¿Querés mirar abajo de la cama? ¿O dentro del ropero?
Silvio se quedó inmóvil durante unos segundos, admirando el cuerpo de Silvana. Luego reaccionó y sin dar explicaciones se puso de rodillas para mirar debajo de la cama. De paso aprovechó para dedicarle una buena mirada a la zona púbica de esa impresionante mujer, que había quedado justo frente a sus ojos. Ahí fue cuando Silvana se percató de que ayudar a Dalina a lavarse no fue una buena idea. Vio que sus tetas estaban completamente mojadas y se transparentaban por encima de la tela blanca, eso explica por qué Silvio se las miró tanto. Lo peor estaba abajo, la tanga completamente empapada ejercía el mismo efecto de transparencia que la remera, dejando visibles sus labios vaginales. Era como si hubiera optado por usar lencería erótica, de esa específicamente diseñada para dejar todo a la vista. No había sutileza, toda su concha estaba ahí, hasta el clítoris podía verse claramente.
“La puta madre —pensó Silvana—, espero que al menos esto sirva para mantener distraído a este pelotudo”.
Sintió una extraña descarga eléctrica al verse tan expuesta. En lugar de intimidarla, esto le brindó seguridad. Supo que sus atributos la dejaban en una posición de poder ante la mirada libidinosa de Silvio. Por eso redobló la apuesta.
Giró sobre sus talones, abrió las puertas del ropero extendiendo ambos brazos y se inclinó hacia adelante. Miró para los dos lados, como si quisiera cruzar la calle y dijo:
—Acá tampoco hay nadie.
Sabía que Silvio estaba arrodillado justo detrás de ella, con la cara a pocos centímetros de su culo. “Dale, cornudo… mirame bien la argolla”, pensó ella. Separó más la piernas, lo que le hizo ganar unos minutos extras para que Dalina se preparara. Pensó que todo iba viento en popa, hasta que escuchó a Silvio decir:
—¿Qué es eso?
El tipo salió al balcón, miró para los dos lados, como había hecho Silvana con el ropero y luego desapareció.
Silvana y Malik lo siguieron. Ahí ella comprobó horrorizada que Silvio había descubierto que los dos balcones estaban conectados y que era muy fácil pasar de uno al otro.
—Ah, pero qué tarado… ahora sí entiendo todo —dijo Silvio, de pie en el balcón de Silvana, mirando hacia el interior del departamento.
“La puta madre —pensó Silvana—, tanto esfuerzo para nada. Ya descubrió cómo se escapó Dalina”.
—Eras vos, ¿cierto? —preguntó Silvio, mirando a Silvana—. La que estaba cogiendo con Malik… eras vos.
A ella le molestó que la acusaran de ser infiel; pero no podía entregar a Dalina. Debía protegerla, aunque hubiera obrado mal.
—Vamos adentro —dijo Silvana—. No quiero que nadie vea a Malik desnudo en el balcón.
Era poco probable que alguien lo viera estando en un piso diecinueve, sin embargo necesitaba ganar algo de tiempo. Quizás Dalina ya estaba por irrumpir, para contarle una mentira medianamente convincente a su marido.
Llegó al living, le hizo señas a Malik para que se sentara en el sofá blanco y mientras él se agachaba, aprovechó para susurrarle al oído: “Seguime la corriente”. El senegalés no dio señales de haber escuchado, pero ella sabía que sí lo había hecho. Silvana se sentó sobre las piernas de Malik, el gran miembro flácido hizo contacto con la parte inferior de su pierna derecha. Se sintió extraño. Cruzó un brazo por encima de los hombros del negro y él la sujetó de la cintura, mostrando la más cordial de sus sonrisas.
—Es cierto —dijo Silvana—. Estaba cogiendo con Malik. Obviamente Renzo no sabe nada de esto, y me gustaría que siguiera así.
—Yo… em… estaba seguro de que se trataba de Dalina —los ojos de Silvio no se despegaron de la entrepierna de Silvana—. Es decir, la conozco… parecían sus gemidos.
—¿O sea que vos podés reconocer a una mujer, desde el otro lado de una puerta, solo por sus gemidos?
Silvana separó las piernas, para darle un espectáculo lo suficientemente erótico como para dejarlo atontado. El pene de Malik quedó justo debajo de su vagina, hasta podía sentir el contacto tibio con su piel.
—Es mi esposa —aseguró Silvio, con los anteojos empañados—. Sé como suena cuando está en la cama… y como no está en casa creí que podía estar acá. Y vos, Silvana… disculpá que te lo diga; pero deberías avergonzarte de tu comportamiento. Renzo es un buen pibe y no se merece que le pongas los cuer…
Silvana comenzó a menear su cadera, provocando que su vagina, aún cubierta por la tanga, rozara contra el ancho miembro de Malik. Esa enorme verga comenzó a despertarse, como si fuera una serpiente que olfateó una presa.
Lo estaba consiguiendo, lo tenía justo donde quería… aunque no podría aguantar demasiado este jueguito erótico sin que empezara a ponerse raro. Se preguntó por qué Silvana demoraba tanto. Solamente debía vestirse en la casa de Sonia y aparecer en escena. Con la charla y la búsqueda ya había pasado tiempo más que suficiente para eso.
—Creo que le debés una disculpa a Malik —dijo Silvana, sin dejar de moverse. Su meneo era cada vez más largo, debido a que la verga se ponía cada vez más dura.
—Em… sí, puede ser… aunque… si Dalina no está acá… ¿dónde se metió?
—¿Y yo por qué debería saberlo? —Preguntó Malik, encogiéndose de hombros. Tenía los dos brazos extendidos sobre el respaldar del sillón y su imponente verga estaba ganando tamaño.
Silvio sintió una fuerte descarga de celos, no solo por estar ante un hombre mucho más dotado que él, sino porque ese maldito hijo de puta podía cogerse a Silvana, que es lo que él llama “una mujer de infarto”. Dalina es hermosa, y tiene muy buenas curvas, pero carece de ese impacto que provoca Silvana con su sola presencia. Como si cara poro de su piel emanara sexo. Y para colmo… ¿Lo que está viendo es real? ¿Se está quitando la remera?
A Silvio se le cortó la respiración cuando vio aparecer las grandes tetas de Silvana en todo su esplendor.
Si alguien le preguntara por qué lo hizo, ella no sabría qué responder. Actuó sin pensar. Quería decirle a Silvio que ella no tenía nada que esconder, que no se avergüenza de nada. Para aumentar el desafío, lo miró fijamente a los ojos mientras amasaba sus tetas con sensualidad.
En ese instante llegó la salvación y por fin Silvana pudo respirar en paz. Por la puerta entreabierta del departamento se asomó la cabeza de Dalina.
—¿Pero qué está pasando acá? —Preguntó la recién llegada.
Silvio giró rápidamente sobre sus talones. Todos pudieron notar la vergüenza en su rostro, como si hubiera sido sorprendido cometiendo un crímen.
—¡Dalina! ¿Dónde estabas?
—Estaba tomando un té con Sonia ¿por qué?
Entró al departamento. Al menos esta vez estaba vestida. Llevaba un pantalón negro muy sencillo, una vieja remera gris y ojotas negras. Silvana supuso que todo eso pertenecía a Sonia, aunque era ropa suficientemente genérica como para que Silvio no lo notara.
—¿Y por qué no me avisaste que salías?
—¿Por qué debería hacerlo? Si ni siquiera salí del edificio… y pará… ¿qué carajo hacés vos acá? ¿Y por qué ellos están desnudos?
Silvio se puso rojo.
—Em… lo que pasa es que… Silvana está engañando a Renzo… con Malik.
—Y él pensó que en realidad yo estaba teniendo sexo con vos —dijo Malik, con absoluta calma.
—Ah… bueno, no te lo puedo creer —Dalina puso los ojos en blanco—. ¿Vos pensaste que yo te estaba haciendo cornudo… con mi vecino?
A Silvana le molestó que Dalina pudiera manejar la situación con tanta facilidad, a pesar de estar mintiendo. Incluso hizo que su marido se sintiera culpable.
—Nada de esto hubiera pasado si me decías dónde estabas.
—¿Pero quién te creés que sos? ¿La policía? —Dalina elevó su voz—. ¿Acaso tengo que darte un parte informativo cada vez que doy dos pasos fuera del departamento?
Silvana entendió que la discusión no iba a hacer más que escalar. Silvio es un tipo orgulloso al que no le gusta admitir sus errores, y Dalina tiene que mantener la mentira tanto como sea posible. No quería que terminaran gritando tanto como para alertar a los vecinos de otros pisos. Necesitaba distraerlos, y lo único que se le ocurrió fue quitarse la tanga. Cuando la pareja vio esto, ambos se quedaron con la boca abierta.
—¿Piensan discutir mucho? —Preguntó Silvana, arrojando su tanga, y así quedando completamente desnuda—. Me gustaría retomar lo que estaba haciendo con Malik desde donde lo dejamos. Si no es mucha molestia, claro…
Meneó su cadera, esta vez la imagen fue claramente pornográfica. Su húmeda concha se deslizó por todo el largo de la erecta verga de Malik, hasta la punta. Luego volvió lentamente hasta la base y repitió el proceso.
—A Silvio no parece molestarle —dijo Dalina, con una mueca burlona—. Se nota que tiene ganas de mirar.
Señaló hacia la entrepierna de su marido donde podía verse una clara erección. Esto hizo que Silvio se sintiera aún más avergonzado. Silvana apretó los dientes, esto era ir demasiado lejos. La infiel es ella… y encima se da el gusto de humillarlo. De pronto Dalina ya no le cae tan bien como antes.
El constante roce con todo el largo de la verga de Malik (que es mucho decir), le está elevando la temperatura. Sus pechos suben y bajan al ritmo de una respiración cada vez más acelerada. Le gustaría que todo esto terminara ya mismo para… para volver a su cuarto y continuar con la paja justo donde la dejó. No quiere pensar en la masturbación frente a sus vecinos, porque la avergüenza; pero sabe muy bien que no podrá dormir si no se brinda un poco de “placer táctil”.
—Este… emmm, perdón, no sé qué me pasó —se lamentó Silvio—. Mejor volvamos a casa.
—¿No te estás olvidando de algo? —Preguntó Silvana.
—¿De qué?
—De pedirle disculpas a Malik por lo que le dijiste.
—Ya me disculpé por pensar que estaba con mi mujer…
—No me refiero a eso. ¿Cómo fue que le dijiste cuando estábamos en el pasillo?
—Ah… mmm sí… —Silvio admiró como los labios de la concha de Silvana se abrían al llegar al glande, parecía que en cualquier momento se iba a producir una penetración—. Perdón por llamarte de esa forma, sé que estuvo mal.
—Disculpa aceptada —dijo Malik, con voz grave—. Pero la próxima vez te rompo la cara. Nunca permití que nadie me llame “negro de mierda” dos veces, sin romperle la cara.
—¿Le dijiste negro de mierda? —Dalina le dio un suave golpe en el hombro—. No te creía capaz de eso.
—Perdón, es que… estaba muy alterado. Hablé sin pensar.
Y sin pensar miró una vez más la concha de Silvana, tan húmeda, tan expuesta… tan apetecible. Pero ¿por qué una mujer como ella se fijaría en él teniendo disponible un amante tan viril y bien dotado? Nunca había engañado a Dalina, y tampoco es que pensara en hacerlo. Sin embargo, por una mujer como Silvana… quizás…
—Bueno, mejor salgamos de acá ahora mismo —dijo Dalina—, antes de que este pitoduro le haga un agujero al pantalón. Espero que la pases muy bien, Silvana… y Malik, perdón por la intromisión y las molestias.
Silvana notó una mirada cómplice en Dalina, como si le estuviera diciendo: “Pasala bien, amiga… yo sé lo buena que está esa pija”.
Silvio y Dalina salieron del departamento. Silvana se quedó muy quieta, con su concha aún besando la verga de Malik. Esperó unos segundos y cuando estuvo segura de que ya no regresarían, se puso de pie.
—Algún día espero que me compenses por lo que hice esta noche —le dijo a Malik.
—Te prometo que lo voy a hacer. Muchas gracias. No quería tener problemas con Silvio.
—Entonces no tendrías que haberte cogido a su esposa.
—En eso no estoy de acuerdo. Yo respeto a una mujer que no quiera acostarse conmigo, no me gusta insistir. Pero no creo que el matrimonio sea una prohibición para tener sexo con otras personas.
—¿O sea que para vos cualquier mujer casada puede salir a coger con su vecino todo lo que quiere, sin que su marido tenga por qué enojarse?
—Exacto. Para tener relaciones sexuales solo se necesita que dos (o más) personas adultas se pongan de acuerdo, y nada más.
—Tenés una forma muy peculiar de ver el mundo. No la comparto. Para mí lo que hizo Dalina está muy mal.
—¿Entonces por qué la cubriste?
—No sé… eso es lo que me estoy preguntando. Igual no te preocupes, lo hecho, hecho está. No le voy a contar nada a Silvio. Bueno, me voy antes de que esto se ponga demasiado raro.
—¿Y por qué debería ponerse raro?
—Y no sé… —dijo Silvana, con sarcasmo—. Será porque vos estás desnudo… y yo también.
—¿Y cuál es el problema?
En ese momento Silvana recordó que Malik es nudista por naturaleza.
—Sé que para vos no significa nada andar sin ropa frente a la gente. Para mí es distinto, no estoy acostumbrada a estar desnuda frente a otro hombre que no sea mi novio. Y mucho menos si ese hombre también está desnudo.
—Eso se te va a pasar después de unos días. Si querés algún día podés venir a tomar un café, compramos torta en la panadería, y charlamos… sin la ropa puesta.
—¿Esa es una propuesta indecente? ¿Es tu forma de invitarme a la cama? Porque yo no tengo ninguna intención de hacerlo…
—No, Silvana. Si quisiera invitarte a la cama, te lo diría y ya está. Si te invito a tomar café, es porque vamos a tomar café. No hay doble sentido, ni propuesta indecente oculta.
Malik le parecía cada vez más raro. Cualquier otro hombre hubiera realizado esa propuesta con segundas intenciones. Malik, en cambio, parecía honesto.
—¿Me estás diciendo que podemos tomar un café completamente desnudos y que vos, en ningún momento, me harías una propuesta sexual?
—Por supuesto. Ya te lo dije, te estoy invitando a tomar café… y nada más. Lo de estar sin ropa lo propuse para que entiendas que no tiene por qué haber una intención sexual si dos personas están desnudas en la misma habitación. Para mí el sexo no tiene nada que ver con la ropa.
—Mmmm… bueno, lo voy a pensar —Silvana caminó hasta la puerta, antes de salir giró para mirar a Malik y le dijo—. Y por favor, ¿podés dejar de hacer tanto ruido cada vez que cogés con alguna de tus putas?
—Perdón por eso, no me di cuenta —respondió, mostrando una radiante sonrisa.
Silvana puso los ojos en blanco, era como hablar con una pared. Salió al pasillo completamente desnuda. Creyó que nadie la vería así, al fin y al cabo solo tenía que dar unos pocos pasos hasta llegar a su departamento. Pero a mitad de camino, una puerta se abrió. Sonia apareció vistiendo un vaporoso camisón que mostraba que debajo no tenía nada puesto, ni siquiera ropa interior.
—Ah bueno —dijo Sonia—. ¿Pero qué es esto? ¿La noche de desfilar desnuda por el pasillo?
—Vos no tenés mucha ropa que digamos…
—Yo estaba acostada… y hace calor. Vos estás caminando por el pasillo, completamente desnuda, como si nada.
—Lo sé, pero tengo motivos para estar así… es una larga historia.
—¿Querés pasar, así me la contás? De paso nos tomamos un tecito… además, después de ayudar a Dalina, creo que me merezco una buena explicación.
—Eso es cierto —Silvana pensó que, después de las emociones vividas, le costaría mucho conciliar el sueño. Y no tenía nada mejor que hacer—. Está bien, te acepto la invitación.
Entró al departamento de su vecina, completamente desnuda. Sonia cerró la puerta detrás de ella.
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3 comentarios - Mi Vecino Superdotado [11].