Hoy les voy a hablar de Nuria, una abogada en sus 50 años, tristemente casada, MILF que demostraba haber sido un monumento de mujer en su juventud. Se notaba el paso de los años estresantes al mando de su estudio jurídico, sorteando crisis económicas, frustraciones con su esposo de quien siempre había esperado más, el tiempo surcó marcas en su piel y espíritu.
Ahora su atractivo era para gustos más refinados, la primera vez que me la cruce en el edificio pude olerlo. Ese deseo de aventura, un grito sordo que suplicaba por escapar de la rutina. Dejar de sostener la corrección y la apariencia. Encerraba un océano profundo de angustia, energía acumulada latente de explotar como un volcán.. si se la sabe tratar. Desde entonces puse manos a la obra.
En aquel momento trabajaba como seguridad en el edificio donde Nuria tenía su estudio de abogados.
Siendo mío el turno tarde-noche, era normal verla irse última, mucho después que el resto de comerciantes y abogados que allí trabajaban. Algunas veces incluso se iba más tarde que yo, cuando solo quedaban las chicas de limpieza.
Rápidamente aprendí sus horarios y movimientos.
En las recorridas de fin de turno mi tarea era chequear que no quede nadie en los espacios comunes y dejar en las oficinas el correo que hubiera llegado luego del horario laboral.
Creo en el sexo como momento vivo, espontáneo, puro presente. Pero también, a veces, para que éste se dé en las condiciones apropiadas puede requerir de mucha paciencia y preparación, como la dedicación del director que compone una escena para que los actores se luzcan.
Saber ocupar el lugar de director y actor, según el momento, es uno de los grandes artes de esta vida.
Pasaron los meses, y Nuria ya me registraba, sabía mi nombre y en ocasiones teníamos alguna charla trivial cuando pasaba por su oficina al final del día.
Era momento de sembrar una semilla de perversión en su intrincada psiquis.
El jueves por la noche, como era usual en mi recorrida pasé por su oficina a dejar el correo:
-Nuria cómo puede ser? Tan tarde y todavía por acá? Andá a disfrutar tu vida mujer!
-Ya sabés cómo es esto. No me retes y convidame un mate.
Era común que hiciera mi recorrida tomando mate, a medida que caía la noche la formalidad del edificio céntrico se distendía.
-Fffjjj! Bestia! lo tomás hirviendo. - Se quejó mientras fruncía el gesto.
-No podés hablar si lo tomás frío y con azúcar. -Le bromeo mientras me cebo uno para mí, y con sigilo tiro sus llaves del auto al tacho de basura que está junto a su escritorio.
-Uff igual tenés razón, hoy me pasé un poco. - Mientras sacó la lengua para ventilarla.
Me despedí de Nuria que ya se iba y continué mi recorrida. La siguiente puerta era un baño público, al entrar veo que el inodoro estaba tapado. Continúo y modulo por la radio a Cynthia, la encargada de la empresa de limpieza, avisándole del problema, mientras saludo con la mano a Nuria que baja al estacionamiento para irse.
Cada pieza cayendo en su sitio, llega el momento para el primer acto de esta obra.
Baja Cynthia con su carro de limpieza, pronta a limpiar y cumplir con lo solicitado. Es una joven venezolana de 25 años, mediana estatura, un poco rellenita y con un culo y tetas como sólo el Caribe sabe criar.
El vínculo entre empleados de seguridad y limpieza es recurrente, ambos tercerizados, parte necesaria y oculta del sostén de cualquier edificio de oficinas, hospital o empresa. Conocen mejor que nadie el ciclo de vida de su lugar de trabajo, sus rincones y secretos.
Además Cynthia es una mujer intensa, hermosa y aguerrida. Era una opción natural para coger, cosa que empezamos a hacer hace dos meses, algunas veces en su casa, en telos, las menos, como estaba por suceder, en el trabajo.
Entra Cynthia al baño, yo paso detrás.
Se voltea para saludar, pero la empujo contra la pared, la levanto del piso con una mano su culo y otra en su cuello.
-Aahj cabrón!
Nos besamos con fuerza mientras la aprisiono entre mi cuerpo y la pared. Le apoyo mi bulto en su entrepierna, soy brusco, apenas mido mi fuerza. Sé cómo tratarla para encenderla.
Le sobo las tetas por arriba del uniforme y paso mi mano derecha por dentro de su pantalón y bombacha. La encuentro muy mojada para sólo unos segundos de estimulación.
-Ya estás tan mojada? Qué puta que sos. - Le susurro al oído.
-Dale métela que no hay tiempo, dámela hasta los huevos.
Cynthia es muy reservada y responsable con su trabajo, pero cuando se calienta es una fiera, muy chillona y la ciega la pasión. Ambos aspectos no combinan bien, por eso nuestros encuentros en el trabajo eran tan escasos como morbosos.
Esta mujer es un fuego, pero en esta obra le toca un rol de reparto. Aún así hay que permitirle brillar para que haga su parte, aunque sea contra su deseo inmediato.
Se sonríe cuando la desvisto de cintura para abajo de un tirón, le llevo su mano a mi verga dura. Pero me mira confundida cuando me agacho, la tomo de ambos muslos, y la levanto contra la pared mientras paso sus piernas por mis hombros. Queda sentada sobre mí y contra la pared, sus piernas semi abiertas dejan toda su concha en mi cara para ser devorada a un metro ochenta del suelo.
Llegado un punto de calentura Cynthia ya no puede verbalizar, solo gemir y chillar como ahora. Es muy sensible al sexo oral, todavía no se acostumbra dice.
Durante 5 minutos hundo mi cara en su vulva, la saboreo con devoción. Estímulo su clítoris con mi lengua. Froto mi cara en sus labios mojados. Le meto dos dedos en su vagina y con otro punteo su cola.
En ese momento nuestra verdadera protagonista mira absorta por la puerta del baño entreabierta. Se demoró unos minutos desde que bajó, buscó sus llaves en su abrigo y cartera, justo a tiempo para subir y presenciar un concierto de gemidos que parecían venir de una posesa por el demonio.
La venezolana sabía administrar los riesgos, si la Cynthia zorra vio la luz es porque antes la Cynthia encargada me permitió avanzar. El personal de maestranza comienza su trabajo por el último piso, no bajan al siguiente hasta terminarlo, con su fuerte carácter y atención al detalle la respetan demasiado como para hacer algo distinto.
Podía permitirse estar suelta con sus gemidos y gritos. Aunque llegado este punto tampoco podía ya controlarlos.
Del otro lado de la puerta, Nuria quedó petrificada. Hipnotizada por la escena grotesca que se desarrollaba frente a ella.
El correcto guardia de seguridad, siempre cordial y de buen humor, estaba empotrando contra la pared a la encargada de limpieza que apenas se animaba a sostenerle la mirada cuando la saludaba.
Veía una mano callosa enredada en el pelo del guardia y otra en su culo para traerlo con más fuerza hacia su concha insaciable, al rojo vivo. Gritaba escandalosa. Se estrujaba y escupía las tetas.
El día y la noche en este edificio eran escenarios opuestos. La sumisa y diligente trabajadora ahora bramaba y pedía "GÜEVO GÜEVO PIJA DAME", hasta que un temblor la interrumpió y bramó todavía más fuerte. El guardia le seguía dando, podía ver su cuerpo más trabajado de lo que imaginaba bajo el uniforme y tatuajes que no imaginaba.
Nuria sentía un vuelco dentro suyo. Sintió un estímulo en su concha, hasta que vio que era su propia mano llevada por el deseo, una pulsión vital que olvidada, saltó sus reservas y se había empezado a masturbar con vehemencia en su lugar de trabajo.
Por mí parte tras el segundo orgasmo de mi amante, la bajé al piso. Le subí su camisola tapando su cabeza y descubriendo sus grandes tetas. Me saqué el cinto barato del uniforme y até sus manos al caño que pasaba por encima de su cabeza. Puse mi verga entre sus pechos y le cogí las tetas acompañado por el vaivén de su torso.
Nuria no podía creer lo que veía. La puta de limpieza estaba encapuchada con su propio uniforme, esposada y haciéndole una turca al guardia. En ese momento el olor a sexo llegó a su nariz aflojando aún más sus defensas y no pudo contener un gemido.
Esa señal fue suficiente para mí. Solté a mi amante, acomodé su camisa, acerque mi verga al rojo vivo su boca lo suficiente para que bese mi glande como despedida. Y la guardé en el pantalón, notablemente encarpado.
No era momento de descargar. Quería seguir acumulando energía y tensión para lo que vendría. Salí del baño, la puerta de Nuria estaba cerrada, pero podía oler su esencia en el ambiente. Aspiré profundo y me preparé para irme. Procedí a cerrar mi libro de guardia: "22hs Finalizo mi servicio, sin novedad"
Ahora su atractivo era para gustos más refinados, la primera vez que me la cruce en el edificio pude olerlo. Ese deseo de aventura, un grito sordo que suplicaba por escapar de la rutina. Dejar de sostener la corrección y la apariencia. Encerraba un océano profundo de angustia, energía acumulada latente de explotar como un volcán.. si se la sabe tratar. Desde entonces puse manos a la obra.
En aquel momento trabajaba como seguridad en el edificio donde Nuria tenía su estudio de abogados.
Siendo mío el turno tarde-noche, era normal verla irse última, mucho después que el resto de comerciantes y abogados que allí trabajaban. Algunas veces incluso se iba más tarde que yo, cuando solo quedaban las chicas de limpieza.
Rápidamente aprendí sus horarios y movimientos.
En las recorridas de fin de turno mi tarea era chequear que no quede nadie en los espacios comunes y dejar en las oficinas el correo que hubiera llegado luego del horario laboral.
Creo en el sexo como momento vivo, espontáneo, puro presente. Pero también, a veces, para que éste se dé en las condiciones apropiadas puede requerir de mucha paciencia y preparación, como la dedicación del director que compone una escena para que los actores se luzcan.
Saber ocupar el lugar de director y actor, según el momento, es uno de los grandes artes de esta vida.
Pasaron los meses, y Nuria ya me registraba, sabía mi nombre y en ocasiones teníamos alguna charla trivial cuando pasaba por su oficina al final del día.
Era momento de sembrar una semilla de perversión en su intrincada psiquis.
El jueves por la noche, como era usual en mi recorrida pasé por su oficina a dejar el correo:
-Nuria cómo puede ser? Tan tarde y todavía por acá? Andá a disfrutar tu vida mujer!
-Ya sabés cómo es esto. No me retes y convidame un mate.
Era común que hiciera mi recorrida tomando mate, a medida que caía la noche la formalidad del edificio céntrico se distendía.
-Fffjjj! Bestia! lo tomás hirviendo. - Se quejó mientras fruncía el gesto.
-No podés hablar si lo tomás frío y con azúcar. -Le bromeo mientras me cebo uno para mí, y con sigilo tiro sus llaves del auto al tacho de basura que está junto a su escritorio.
-Uff igual tenés razón, hoy me pasé un poco. - Mientras sacó la lengua para ventilarla.
Me despedí de Nuria que ya se iba y continué mi recorrida. La siguiente puerta era un baño público, al entrar veo que el inodoro estaba tapado. Continúo y modulo por la radio a Cynthia, la encargada de la empresa de limpieza, avisándole del problema, mientras saludo con la mano a Nuria que baja al estacionamiento para irse.
Cada pieza cayendo en su sitio, llega el momento para el primer acto de esta obra.
Baja Cynthia con su carro de limpieza, pronta a limpiar y cumplir con lo solicitado. Es una joven venezolana de 25 años, mediana estatura, un poco rellenita y con un culo y tetas como sólo el Caribe sabe criar.
El vínculo entre empleados de seguridad y limpieza es recurrente, ambos tercerizados, parte necesaria y oculta del sostén de cualquier edificio de oficinas, hospital o empresa. Conocen mejor que nadie el ciclo de vida de su lugar de trabajo, sus rincones y secretos.
Además Cynthia es una mujer intensa, hermosa y aguerrida. Era una opción natural para coger, cosa que empezamos a hacer hace dos meses, algunas veces en su casa, en telos, las menos, como estaba por suceder, en el trabajo.
Entra Cynthia al baño, yo paso detrás.
Se voltea para saludar, pero la empujo contra la pared, la levanto del piso con una mano su culo y otra en su cuello.
-Aahj cabrón!
Nos besamos con fuerza mientras la aprisiono entre mi cuerpo y la pared. Le apoyo mi bulto en su entrepierna, soy brusco, apenas mido mi fuerza. Sé cómo tratarla para encenderla.
Le sobo las tetas por arriba del uniforme y paso mi mano derecha por dentro de su pantalón y bombacha. La encuentro muy mojada para sólo unos segundos de estimulación.
-Ya estás tan mojada? Qué puta que sos. - Le susurro al oído.
-Dale métela que no hay tiempo, dámela hasta los huevos.
Cynthia es muy reservada y responsable con su trabajo, pero cuando se calienta es una fiera, muy chillona y la ciega la pasión. Ambos aspectos no combinan bien, por eso nuestros encuentros en el trabajo eran tan escasos como morbosos.
Esta mujer es un fuego, pero en esta obra le toca un rol de reparto. Aún así hay que permitirle brillar para que haga su parte, aunque sea contra su deseo inmediato.
Se sonríe cuando la desvisto de cintura para abajo de un tirón, le llevo su mano a mi verga dura. Pero me mira confundida cuando me agacho, la tomo de ambos muslos, y la levanto contra la pared mientras paso sus piernas por mis hombros. Queda sentada sobre mí y contra la pared, sus piernas semi abiertas dejan toda su concha en mi cara para ser devorada a un metro ochenta del suelo.
Llegado un punto de calentura Cynthia ya no puede verbalizar, solo gemir y chillar como ahora. Es muy sensible al sexo oral, todavía no se acostumbra dice.
Durante 5 minutos hundo mi cara en su vulva, la saboreo con devoción. Estímulo su clítoris con mi lengua. Froto mi cara en sus labios mojados. Le meto dos dedos en su vagina y con otro punteo su cola.
En ese momento nuestra verdadera protagonista mira absorta por la puerta del baño entreabierta. Se demoró unos minutos desde que bajó, buscó sus llaves en su abrigo y cartera, justo a tiempo para subir y presenciar un concierto de gemidos que parecían venir de una posesa por el demonio.
La venezolana sabía administrar los riesgos, si la Cynthia zorra vio la luz es porque antes la Cynthia encargada me permitió avanzar. El personal de maestranza comienza su trabajo por el último piso, no bajan al siguiente hasta terminarlo, con su fuerte carácter y atención al detalle la respetan demasiado como para hacer algo distinto.
Podía permitirse estar suelta con sus gemidos y gritos. Aunque llegado este punto tampoco podía ya controlarlos.
Del otro lado de la puerta, Nuria quedó petrificada. Hipnotizada por la escena grotesca que se desarrollaba frente a ella.
El correcto guardia de seguridad, siempre cordial y de buen humor, estaba empotrando contra la pared a la encargada de limpieza que apenas se animaba a sostenerle la mirada cuando la saludaba.
Veía una mano callosa enredada en el pelo del guardia y otra en su culo para traerlo con más fuerza hacia su concha insaciable, al rojo vivo. Gritaba escandalosa. Se estrujaba y escupía las tetas.
El día y la noche en este edificio eran escenarios opuestos. La sumisa y diligente trabajadora ahora bramaba y pedía "GÜEVO GÜEVO PIJA DAME", hasta que un temblor la interrumpió y bramó todavía más fuerte. El guardia le seguía dando, podía ver su cuerpo más trabajado de lo que imaginaba bajo el uniforme y tatuajes que no imaginaba.
Nuria sentía un vuelco dentro suyo. Sintió un estímulo en su concha, hasta que vio que era su propia mano llevada por el deseo, una pulsión vital que olvidada, saltó sus reservas y se había empezado a masturbar con vehemencia en su lugar de trabajo.
Por mí parte tras el segundo orgasmo de mi amante, la bajé al piso. Le subí su camisola tapando su cabeza y descubriendo sus grandes tetas. Me saqué el cinto barato del uniforme y até sus manos al caño que pasaba por encima de su cabeza. Puse mi verga entre sus pechos y le cogí las tetas acompañado por el vaivén de su torso.
Nuria no podía creer lo que veía. La puta de limpieza estaba encapuchada con su propio uniforme, esposada y haciéndole una turca al guardia. En ese momento el olor a sexo llegó a su nariz aflojando aún más sus defensas y no pudo contener un gemido.
Esa señal fue suficiente para mí. Solté a mi amante, acomodé su camisa, acerque mi verga al rojo vivo su boca lo suficiente para que bese mi glande como despedida. Y la guardé en el pantalón, notablemente encarpado.
No era momento de descargar. Quería seguir acumulando energía y tensión para lo que vendría. Salí del baño, la puerta de Nuria estaba cerrada, pero podía oler su esencia en el ambiente. Aspiré profundo y me preparé para irme. Procedí a cerrar mi libro de guardia: "22hs Finalizo mi servicio, sin novedad"
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