Estábamos en esa aburrida fiesta de casamiento, donde el anfitrión era el jefe de Luisa y por supuesto, no habíamos podido zafar.
Mi dulce novia había elegido un vestido largo azul muy sexy.
Llevaba zapatos de taco aguja y unas medias de nylon color natural. No se había puesto tanga y yo sabía que sus delicados labios vaginales eran visibles a través de esa delgada tela casi transparente…
Mientras servían el plato principal; Luisa susurró a mi oído que un hombre sentado en una mesa cercana no dejaba de mirarle las piernas y para peor, le hacía unos gestos que ella no alcanzaba a entender…
Lo extraño, era que a su lado estaba su esposa, con cara de aburrida e insatisfecha.
Sonreí y le propuse que abriera un poco los muslos, para que yo pudiera acariciarle la vulva y así provocar un poco al tipo.
A mi perversa chica le encantó la idea y enseguida, muy excitada, me pidió que la tocara, ya que ese hombre seguía mirándola.
Estiré mi mano discretamente entre sus muslos bien abiertas de manera muy descarada, le acaricié los pliegues de su suave labia hasta sentir que comenzaba a humedecerse.
Luisa sonrió y suspiró muy bajo; mirando de reojo que el hombre enfrente no perdía de vista esa apertura de muslos. Me imaginé que ahora podría incluso apreciar la mancha húmeda tratando de traspasar la tela de nylon…
En un momento, Luisa me dijo que iría al tocador.
Tardó más de media hora en regresar. La vi desde lejos y me pareció que estaba muy excitada, con su bello rostro un poco colorado y perlado de sudor…
Pero lo que más me llamó la atención, fue ver que ahora ya no llevaba sus sensuales piernas enfundadas en las medias de nylon.
Luisa se sentó a mi lado y comenzó a contarme todo lo sucedido.
Miré sus hermosas piernas y comprobé que había algunas manchas extrañas sobre ellas. Las toqué y luego me llevé los dedos a mi lengua. Era el inconfundible sabor a semen…
Contó que el tipo se le había acercado de manera amigable; diciéndole que esas piernas lo estaban volviendo loco. Sin pedirle permiso, había estirado sus dedos para acariciarle los muslos.
Ella se dejó hacer, mientras sentía placer. Cerró los ojos.
Cuando los volvió a abrir, se encontró con la sorpresa de ver una enorme verga dura frente a ella y, antes de que tuviera tiempo para moverse, el atrevido se la puso entre las piernas, haciendo que le quedara apretada entre los firmes muslos de mi mujercita…
Antes de que ella pudiera reaccionar, la hizo girar de espaldas a él.
Levantó el breve vestido y la hizo doblar por la cintura, haciendo que apoyara sus delicadas manos contra la pared.
Luisa quedó inmóvil, esperando oír el ruido al desgarrarse la tela de nylon; pero eso nunca sucedió. De pronto, sintió el peso del hombre contra su cuerpo y esa verga endurecida pasó entre sus muslos, cerca de su húmeda vulva…
Él le pidió que cerrara los muslos y entonces esa verga erecta volvió a quedar firmemente atrapada entre ellos. El tipo se balanceó un poco atrás y adelante. En pocos segundos, casi de manera precoz, acabó entre las medias de nylon…
Vació toda su carga de semen sobre ellas y se disculpó con mi novia, por haber terminado tan rápido.
Ella le sonrió, diciéndole que estaba todo bien…
Antes de permitirle abandonar el baño, le pidió que le regalara las medias de nylon. Ella se las quitó y amablemente se las dejó como obsequio, mientras sentía el escalofrío de un orgasmo.
Apenas el hombre salió de allí, Luisa cayó de rodillas al suelo, sintiendo que ese potente orgasmo recorría todo su cuerpo y la dejaba totalmente relajada.
A ese hombre ya no volvimos a verlo en la fiesta. Ni tampoco a su bonita esposa con cara de aburrida.
Esa noche ya en nuestra cama, Luisa abrió sus hermosas piernas para mí; sin preocuparse por las medias de nylon y sin tener que cerrar sus muslos sobre mi palpitante y hambrienta lengua…
Mi dulce novia había elegido un vestido largo azul muy sexy.
Llevaba zapatos de taco aguja y unas medias de nylon color natural. No se había puesto tanga y yo sabía que sus delicados labios vaginales eran visibles a través de esa delgada tela casi transparente…
Mientras servían el plato principal; Luisa susurró a mi oído que un hombre sentado en una mesa cercana no dejaba de mirarle las piernas y para peor, le hacía unos gestos que ella no alcanzaba a entender…
Lo extraño, era que a su lado estaba su esposa, con cara de aburrida e insatisfecha.
Sonreí y le propuse que abriera un poco los muslos, para que yo pudiera acariciarle la vulva y así provocar un poco al tipo.
A mi perversa chica le encantó la idea y enseguida, muy excitada, me pidió que la tocara, ya que ese hombre seguía mirándola.
Estiré mi mano discretamente entre sus muslos bien abiertas de manera muy descarada, le acaricié los pliegues de su suave labia hasta sentir que comenzaba a humedecerse.
Luisa sonrió y suspiró muy bajo; mirando de reojo que el hombre enfrente no perdía de vista esa apertura de muslos. Me imaginé que ahora podría incluso apreciar la mancha húmeda tratando de traspasar la tela de nylon…
En un momento, Luisa me dijo que iría al tocador.
Tardó más de media hora en regresar. La vi desde lejos y me pareció que estaba muy excitada, con su bello rostro un poco colorado y perlado de sudor…
Pero lo que más me llamó la atención, fue ver que ahora ya no llevaba sus sensuales piernas enfundadas en las medias de nylon.
Luisa se sentó a mi lado y comenzó a contarme todo lo sucedido.
Miré sus hermosas piernas y comprobé que había algunas manchas extrañas sobre ellas. Las toqué y luego me llevé los dedos a mi lengua. Era el inconfundible sabor a semen…
Contó que el tipo se le había acercado de manera amigable; diciéndole que esas piernas lo estaban volviendo loco. Sin pedirle permiso, había estirado sus dedos para acariciarle los muslos.
Ella se dejó hacer, mientras sentía placer. Cerró los ojos.
Cuando los volvió a abrir, se encontró con la sorpresa de ver una enorme verga dura frente a ella y, antes de que tuviera tiempo para moverse, el atrevido se la puso entre las piernas, haciendo que le quedara apretada entre los firmes muslos de mi mujercita…
Antes de que ella pudiera reaccionar, la hizo girar de espaldas a él.
Levantó el breve vestido y la hizo doblar por la cintura, haciendo que apoyara sus delicadas manos contra la pared.
Luisa quedó inmóvil, esperando oír el ruido al desgarrarse la tela de nylon; pero eso nunca sucedió. De pronto, sintió el peso del hombre contra su cuerpo y esa verga endurecida pasó entre sus muslos, cerca de su húmeda vulva…
Él le pidió que cerrara los muslos y entonces esa verga erecta volvió a quedar firmemente atrapada entre ellos. El tipo se balanceó un poco atrás y adelante. En pocos segundos, casi de manera precoz, acabó entre las medias de nylon…
Vació toda su carga de semen sobre ellas y se disculpó con mi novia, por haber terminado tan rápido.
Ella le sonrió, diciéndole que estaba todo bien…
Antes de permitirle abandonar el baño, le pidió que le regalara las medias de nylon. Ella se las quitó y amablemente se las dejó como obsequio, mientras sentía el escalofrío de un orgasmo.
Apenas el hombre salió de allí, Luisa cayó de rodillas al suelo, sintiendo que ese potente orgasmo recorría todo su cuerpo y la dejaba totalmente relajada.
A ese hombre ya no volvimos a verlo en la fiesta. Ni tampoco a su bonita esposa con cara de aburrida.
Esa noche ya en nuestra cama, Luisa abrió sus hermosas piernas para mí; sin preocuparse por las medias de nylon y sin tener que cerrar sus muslos sobre mi palpitante y hambrienta lengua…
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