Cuando estando en casa, después de llegar de trabajar, recibí una llamada en mi móvil, de la tienda en la que trabaja mi hijo, me asusté. Era su jefe, diciéndome que le urgía que yo pasara por la tienda, pensando lo peor, y sumamente asustada le pregunté que si le había ocurrido algo malo a mi hijo, Daniel. De inmediato me dijo que no, que se encontraba bien, pero que era necesario que yo fuera a la tienda, para aclarar algo. Ya más tranquila, pero preocupada de todas maneras, me volví a cambiar de ropa, agarré mi cartera, y me dirigí al sex shop donde Dani trabajaba.
Cuando llegué, el jefe de Dani, tras entrar cerró la puerta del negocio con llave, y de inmediato me hizo pasar a la parte trasera, una mescla entre oficina, almacén, y cuarto de descanso, ya que hasta un televisor, y una pequeña cama tenía. Preocupada me dirigí a mi hijo que estaba sentado, y al preguntarle que sucedía. Se me quedó viendo, sin decir una sola palabra, cosa que por lo general hace, desde que era chico, cuando hacía alguna travesura, y no se atrevía a decirme la verdad. Fue cuando me dirigí a su jefe, el dueño de la tienda, y le pregunté que había hecho Dani. Él se me quedó viendo, de pies a cabeza, de una manera que me hizo sentir nerviosa, diciéndome. Señora lo que sucede, es que Dani, me ha robado, sin espera a que me terminase de decir todo, me volteé a ver a Dani. Y por su manera de seguirme viendo, entendí que aquel tipo, decía la verdad. De inmediato le dije, bueno dígame cuanto es, para que nos pongamos de acuerdo en la manera de pagarle. En ese instante me respondió, señora no es por el dinero que la llamé, sino más bien porque quiero darle una lección a su hijo, que nunca olvide. Yo me quedé confundida, y sin saber que responderle, por lo que le seguí escuchando bien atenta. Tememos dos opciones, una es que yo llamé a la policía, y deje que el caso siga su curso legal, por lo que eventualmente Daniel, deberá ir preso unos cinco años, por ser su primer delito. Yo me quedé horrorizada, pero lo seguí escuchando. Así que de esa manera aprenderá a no gastase el dinero que no es suyo. Y le repito, no es por el dinero, sino por enseñarle a su hijo a que sea responsable de los actos que comete. Yo sin pensarlo de inmediato le pregunté cuál era la otra opción. Fue cuando el tipo ese, me dijo. La otra alternativa es que usted se convierta, desde hoy hasta el domingo a esta misma hora, en mi esclava sexual. Pero frente a Daniel. Pero antes de que le preguntase ¿Qué si estaba loco? Me siguió diciendo. De esa manera su hijo verá, hasta donde es capaz de llegar su madre, para que él no vaya preso. Además tome en cuenta, lo que le sucede a los chicos como Dany, cuando entran en prisión. Yo estaba más que sorprendida, por dicha propuesta, pero la verdad es que entre una cosa y la otra, no prefería ninguna de las dos. Pero de no aceptar, era evidente que llamaría a la policía. De inmediato pensé en llamar al padre de Daniel, pero sabiendo que si de milagro, me atendía la llamada, me diría. Eso es tú problema, tú quisiste criarlo sola, ahora sola resuélvelo. Por lo que de inmediato, busqué otras alternativas. Pero las únicas que el jefe de mi hijo, quería aceptar eran la cárcel, o que me acostase con él frente a Daniel. Quizás sino me hubiera hecho ese comentario, de lo que les pasa a la gran mayoría de los jóvenes en la prisión, hubiera preferido que fuera preso. Pero estoy muy consciente que la prisión, lejos de rehabilitar al delincuente, su estadía en ese lugar, es equivalente a un doctorado en delincuencia de todo tipo, por las noticias que una lee en la prensa. Yo miraba a Daniel, quien a la vez me veía con sus saltones ojos, que reflejaban su temor a ir a la cárcel, yo estaba bien consciente de que no sobreviviría una noche, sin que abusaran de él, por su manera de ser tan pacífica. En ese instante, a pesar del gran cumulo de emociones que sentía dentro de mí, de rabia, frustración, vergüenza, e impotencia de no poder mandar al infierno, al tipo ese. No me quedó más remedio, que aceptar su segunda indecorosa propuesta. En ese momento, le dije de manera resuelta. Ante los asombrados ojos de mi hijo. Está bien, pero le voy a decir, que no es necesario que mi hijo esté presente, viendo como humillan a su madre. El jefe de mi hijo, se me quedó viendo, nuevamente de pies a cabeza, diciéndome. Mi señora, si usted no se ha enterado, el esclavo no opinaba, hoy en día no opina, y en el futuro tampoco ni opinara. Es más si la vuelvo a escuchar decir algo semejante, o negarse hacer lo que yo le ordene, y como se lo ordene. Suspendo de inmediato el acuerdo, y llamó a la policía. En ese momento, usted podrá decirle al oficial que atienda el caso, lo que usted quiera sobre mí, pero eso sí, después de que se llevé a su hijo preso ¿Qué le parece? Eso fue como si me hubiera puesto un tapaboca, resignada me quedé en silencio, mientras que Daniel, me observaba sin decir una sola palabra. Por lo que el tipo ese, agarrando su móvil de manera amenazadora, me preguntó, mirándome fijamente a los ojos ¿Tenemos un acuerdo, si o no? Por lo que no me quedó más remedio, que decirle que sí. Casi de inmediato, dirigiéndose a mí me dijo. Ya que estamos de acuerdo, quítese toda la ropa. Muerta de vergüenza, y sin atreverme a ver a mi hijo a los ojos, con mi mirada clavada en el piso, comencé a despojarme de todo lo que tenía puesto encima. Mientras que ese tipo, dirigiéndose a mi hijo, le dijo. Ya sabes Dany, tú tranquilo, y de manera obediente harás únicamente lo que yo te ordene, además no se te ocurra hacer ninguna estupidez, porque de igual forma rompo el acuerdo, y esta noche dormirás con quien sabe quién en prisión ¿Te quedó claro? A lo que mi hijo le respondió, un apenas audible sí, quedándose sentado, en la silla en que se encontraba desde que yo llegué. William que es como se llama el dueño del sex shop, como me estaba quitando todo poco a poco, lentamente, como dando tiempo de que ocurriera algo, y él cambiara de opinión, me dijo. Apúrate, que no tengo todo el año para dedicarme a esto. Resignada y de forma sumisa, seguí quitándome toda mi ropa, ante la mirada del tal William, y la avergonzada mirada de mi hijo. Hasta que me quedé completamente desnuda, frente a ellos. Fue cuando William bajando la cremallera de su pantalón, extrajo su miembro, y blandiéndolo frente a mí, me dijo. Para comenzar, quiero que tú misma me lo laves, para después que te pongas a mamar. Pero si prefieres te lo puedes meter a la boca, tal y como está. Yo que desde que me divorcié del abusivo padre de Daniel, no había vuelto a ver algo semejante. Me quedé como atontada por unos instantes, hasta que nuevamente el tipo ese, me dijo. Me lo lavas o te lo vas a meter a la boca, tal como está. Sin levantar la mirada, me acerqué a él, mientras que me señalaba el pequeño baño, que había al fondo de ese lugar. Ya en el lavamanos, con mis dedos pulgar e indicé, agarré su adormilado miembro, pero de inmediato, me dijo. Agárralo como es debido, por lo que ya con toda mi mano alrededor del tallo, comencé por abrir la llave del agua, mientras que con la izquierda, tímidamente comencé a pasarle jabón, sobre su glande, y jalándoselo para atrás, por el resto de su miembro. Sin querer, mentalmente lo comparé con el de mi exmarido, y en ese instante me pareció que era de dimensiones similares. Pero a medida que se lo seguí lavando, aquel pene, fue adquiriendo un mayor tamaño, y grosor entre mis dedos. Yo no quitaba la vista de aquella cosa, y fugases recuerdos de las muchas veces, que tuve que ponerme a mamar el miembro del padre de Daniel, acudieron a mi mente. Hasta cuando de momento, William me dijo. Yo creo que ya te puedes poner a mamar, pero aquí no. William salió del baño, y directamente tomó asiento en la pequeña cama, diciéndome. Aquí sí, quiero que tú hijo vea bien claro, como me mamas la verga, para que él no vaya preso. Daniel a todas estas, permanecía sentado, en silencio, sin decir una sola palabra, observándonos. Su jefe, se bajó los pantalones ligeramente, tomó asiento sobre la pequeña cama, separó sus piernas, y mirándome, me dijo. Ahora ya estoy listo, para que me des una buena mamada. Yo sin levantar la mirada del piso, muriéndome de vergüenza, y de indignación, no me quedo de otra, que arrodillarme ante él, y cerrando mis ojos, tras agarrar nuevamente su miembro, sumisamente comencé a introducirlo dentro de mi boca. Pero de momento, me dijo. Primero lámelo como si fuera una barquilla. Tratando de ocultar la repugnancia que sentía, sin abrir mis ojos, comencé a pasar mi lengua tímidamente por sobre la cabeza de su miembro. Y a medida que la seguía pasando, fui sintiendo como se iba poniendo más grande y caliente. Tal y como a mi ex le sucedía, cuando yo se lo mamaba. Con ambas manos mantenía agarrada aquella caliente verga, frente a mi boca, cabeceando, y chupando. Él colocó ambas manos sobre mi cabeza, y a medida que yo seguía cabeceando, y chupando su miembro, sintiendo como aquella cosa caliente y dura, entraba y salía continuamente de mi boca. En ese momento, abrí mis ojos ligeramente, buscando de reojo a Daniel, para darme cuenta de que nos observaba, sin expresión alguna en su rostro. William comenzó a presionar mi cabeza, sobre su verga, obligándome a que fuera más haya de mi boca, y comenzara a entrar a mi garganta. Yo por un rato, procuré controlar las ansias de vomitar que sentía, a medida que el hijo de puta de William, seguía presionando mi cabeza contra su cuerpo. Hasta que el muy desgraciado, casi hace que me ahogué, cuando se vino por completo dentro de mi boca y garganta, obligándome a que me tragara, gran parte de su leche. Finalmente al terminar de venirse, extrajo su verga de mi boca, quedándome tirada en el piso, con mis piernas abiertas, mostrando todo mi coño, arqueando mi cuerpo, con unas tremendas ganas de devolver, lo que él había depositado en mi garganta. Pero no pasó de ser un acto reflejo, ya que aunque deseaba vomitar, no lo pude hacer. Daniel en ese momento, me seguía observando, sin pestañar, con su mirada clavada entre mis piernas. Lo que hizo que sumamente avergonzada, instintivamente procuré tapar mi coño, con mis manos. William que se quedó observándome mientras se lavaba su verga en el lavamanos del pequeño baño, sin dejar de reírse, dirigiéndose a mí, dijo. No te preocupes Helena que tú hijo desde que trabaja aquí, ha visto más coños que un ginecólogo. En ese instante Daniel cambió su mirada en dirección a William, pero su manera de verlo, me pareció más de complicidad que de rabia, por lo que estaba sucediendo. Cosa que en ese momento, me negué aceptar. Ya que para mí, era inconcebible que eso sucediera. William se dirigió a Daniel diciéndole. Ahora quiero que vayas al almacén de los muelles, y traigas todo lo que te dije. Mientras tanto Helena, si quieres date una ducha, pero eso si no te pongas nada de ropa, hasta que yo regresé. Y tu Dany, no entres en la tienda, hasta que yo esté de vuelta. Para mí era más que obvio, que William no quería que mi hijo y yo pudiéramos hablar a solas. Sin nada que hacer, y completamente desnuda, ya que el muy desgraciado, como para asegurarse que yo le obedeciera, recogió toda mi ropa, y se la llevó con él. Así que después de darme una ducha, e infructuosamente tratar de vomitar de nuevo, me dio por curiosear algunas de las cajas que había en ese lugar, encontrándome todo tipo de artículos sexuales, además de videos, y revistas. Cosas como miembros de goma, así como una infinidad de los llamados juguetes eróticos. Finalmente me senté en la cama, y me puse a ojear algunas de las revistas, en las que había todo tipo de mujeres, manteniendo relaciones sexuales, en ocasiones con dos o más hombres a un mismo tiempo. Cosa que hasta ese momento, ni idea tenía de alguien lo hiciera. Estaba tan aburrida, que dejando las revistas a un lado me recosté sobre aquella cama, pensando, cómo mi hijo me había metido en semejante problema, y cuando estaba a punto de quedarme dormida, regresaron William y mi hijo, que cargaba unas cuantas cajas. Mi reacción natural, al sentirme desnuda, fue taparme. Pero apenas entró William, me dijo. Ahí te traje algo para que te lo pongas, por unos segundos pensé que era ropa, hasta que Daniel colocando las cajas sobre la cama, las abrió. Si en efecto era algo para que usara, solo que se trataba de un grueso collar de cuero y metal, similar a los que le ponen a los perros, cadenas, sostenes casi sin copa, y bragas abiertas en el centro, todos de diferentes colores, además de otras cosas, que a mí en ese momento, me parecieron aquellas viejas brochas que usaba mi padre para enjabonar su barba, antes de afeitarse, solo que tenían largos penachos. Yo sin saber qué hacer, me quedé viendo todos esos artículos, hasta que William me dijo. Ahora te pones el collar de perra, y luego te pones la ropa digna de una esclava. Así, que acordándome de su amenaza de que si me negaba hacer lo que él me ordenara, llamaría a la policía. Por lo que sin hacer comentario alguno, sumisamente me comencé a poner la gruesa correa de cuero y metal, para posteriormente ponerme uno de aquellos sostenes de un color azul electico, y su correspondiente braga del mismo color. Apenas terminé de ponérmelos, y ya hecha a la idea de que todas maneras mi coño estaba expuesto, dejé de tratar de ocultarlo con mis manos. De momento William me ordenó que me pusiera en cuatro patas, como si fuera a gatear. Y apenas le hice caso, le dijo a mi hijo. Dany pásame una de las colas, aunque yo no lo vi, me dio la impresión de que Daniel, le debió haber preguntado, por medio de señas, cual. A lo que William le dijo, dame una de las de mango pequeño. Casi de inmediato comencé a sentir sus manos sobre mis nalgas, las acariciaba, separaba, y tocaba como le venía en gana, sin que yo me atreviera a protestar, hasta que en cierto momento, separó el tiro de la braga, que se me enterraba entre mis nalgas, y sin previo aviso, enterró uno de sus dedos dentro de mi culo, diciéndome. Vamos a ver cómo te queda, y tras sacar su dedo, me enterró aquella cosa que tenía en una de sus manos. Lo cierto es que me incomodó, pero no puedo decir que me dolió, por lo menos físicamente, ya que mi amor propio, estaba ya bien lastimado, por someterme a sus perversos caprichos. En ese instante fue que me di cuenta de lo que era, al tener gran parte de su juguete, enterrado entre mis nalgas. Si en algún momento, me llegué a sentir sumamente vejada, fue en ese. Yo procurando no demostrar nada, volví a ver a mi hijo de reojo. Pero su manera de verme, era bien distinta, ya no era algo que yo me imaginaba, me pareció que Daniel, como que estaba disfrutando de lo que su maldito jefe, me estaba obligando hacer. Aunque aún no lo podía creer. William abusando del poder que tenía sobre mí, me ordenó que gatease por toda aquella habitación, mientras sujetaba la cadena al grueso collar de cuero, que yo cargaba puesto. Diciéndole a mi hijo, ves que obediente es la perra. Y casi de inmediato me ordenó que me pusiera a ladrar, lo que a pesar de que me sentía ridícula haciéndolo, no me quedó más remedio que hacerlo, mientras que William se reía, y me seguía dando órdenes, cual si yo fuera realmente una perra. Mandándome a sentar, desde luego que como una perra, a que me recostara en el piso, que diera vueltas, hasta que acercándose a mí, comenzó hacerme cosquillas sobre mi descubierto vientre, tal como algunas personas les hacen a sus perros. Yo que no me esperaba eso, aunque traté de contener la risa, no pude lograrlo, al punto que casi me orino encima. En ese momento, William de estar haciéndome cosquillas sobre mi vientre, deslizó su mano, hasta mi coño. Y sin dejar de tocarme, comenzó a introducirme sus dedos, diciéndole a mi hijo. Vez todas las perras son iguales, basta que le hagas algo de cosquilla, para que abran las piernas. Yo aunque me moría de la vergüenza, procuré no demostrárselo. En ese momento, él jaló la cadena, obligándome a que me volviera a poner en cuatro patas, diciéndome. A ver sube a la cama, cosa que hice tal y como me lo ordenó. Ya estando sobre la cama, me ordenó echarme, por lo que me recosté boca abajo. En ese momento, se comenzó a bajar los pantalones, diciéndole a Daniel, ahora veras como se lo meto a esta perra. Yo me esperaba que en cualquier momento, abusara de mí sexualmente. Por lo que no me sorprendieron sus palabras. Y cuando terminó de quitarse los pantalones e interiores, se fue colocando sobre mi cuerpo, pero de momento extrajo aquella cola, que me había enterrado por el culo. Mi temor fue entonces que me quisiera sodomizar, cosa que el padre de mi hijo, acostumbraba hacerme sin previo aviso. Pero no fue así, sentí que dirigió su verga, directo a mi coño, y frente a mi propio hijo, me penetró, diciéndole. Vez lo que has hecho, has convertido a tu madre en mi puta. A todas estas, Daniel se quedó boquiabierto sin decir nada viendo como su jefe, penetraba mi coño sin misericordia alguna. Mientras que yo, procuraba no hacer ni decir nada, muerta de vergüenza, hasta que William sonándome una fuerte, y ardiente nalgada, me dijo. Vamos Helena, muévete, disfrútalo, o tu hijo va pensar que no te gusta, que te lo metan. Por lo que no me quedó otra cosa por hacer, que ponerme a mover mis caderas, a medida que él continuó empujándome toda su verga, dentro de mi coño. Pero a medida que seguí moviendo el culo, fui sintiendo como su miembro, entraba y salía de mi cuerpo, sin poder controlarme, comencé a gemir de placer. Ya que en tantos años, desde que me divorcié del padre de mi hijo, ningún otro hombre me había tocado. Y a medida que él no paraba de seguir empujando dentro de mi coño, toda su verga. Yo seguía sintiéndome además de abusada, sumamente excitada. Tanto que de manera inconsciente se me escapo pedirle, que me diera más y más duro, olvidándome por completo de la presencia de mi hijo Daniel, en esos momentos. Yo seguí comportándome como una verdadera puta, moviendo mis caderas, y restregando mi cuerpo, contra el de él, sintiendo cada vez más, su verga dentro de mi coño, hasta que disfruté de un increíble orgasmo, como hacía muchísimo tiempo que no sentía. Me quedé recostada sobre aquella cama boca abajo, agotada, pero increíblemente satisfecha, sin acordarme de la presencia de mi hijo. De momento William volvió a jalar la cadena de perro que me había pegado al grueso collar que tenía alrededor de mi cuello, haciendo que levantase mi cabeza, hasta la altura de su verga, para que se la mamara. Lo que ya sin importarme más nada, me dediqué hacer, por un buen rato, hasta que nuevamente estuvo lo suficientemente dura, y nuevamente colocándose tras de mí, me penetró. Pero por mi culo, en lugar de mi coño. Desde luego que chillé de dolor, pero ya a los pocos segundos, al sentir que sin detenerse me la seguía empujando, comencé a mover mis nalgas. En ese momento, vi el rostro de Daniel, y lo que vi en parte me sorprendió, ya que en su mirada reflejaba el deseo de penetrarme. Pero el placer que me proporcionaba William, quizás por el mucho tiempo que había estado, sin sentir algo así. Hizo que ni atención le volviera a poner a Daniel. Yo sentía, como su verga, entraba y salía, de entre mis nalgas, presionando internamente mi coño. Haciendo que chillara, como una perra, pero de placer. William en el último momento, sacó su verga de mi culo, y se vino por completo sobre mis nalgas, dejándome luego tirada sobre aquella cama, con mi culo bien abierto. Yo esa noche dormí, sin importarme nada. En la mañana al verme sola, me quite todo, incluso el collar, y me di un buen baño. Para luego cuando los dos regresaron, volverme a poner el collar, y otro conjunto similar al primero, pero de color rojo puta. Me trajeron algo de comer, y sin decirme nada tanto William como mi hijo se marcharon, volviéndome a dejar sola, por lo que aparte de seguir curioseando, prendí la tele. Pero lo único que podía ver era los videos porno, que al parecer era lo único que había. Pero cuando ambos regresaron, por órdenes de William, mi hijo buscó nuevamente algunos de sus juguetes. Pero en lugar de ser William quien me colocó una de esas colas en mi culo, fue el mismo Daniel quien lo hizo. Sin que yo dijera, o hiciera nada por evitarlo, aunque ya la amenaza de llamar a la policía, no era lo que hacía que yo siguiera sumisamente sus órdenes. Ya no tan solo William me volvió a tratar como a una perra, sino que por órdenes de él, mi propio hijo, también además de hacerme cosquillas, con sus dedos acarició todo mi coño. Sin que él mostrase un solo ápice de vergüenza, es más me quedó bien claro, que Daniel estaba disfrutando todo lo que su jefe le ordenaba hacerme. De lo que no me quedó la menor duda, cuando siguiendo las directrices de su jefe, sacó su miembro, para que yo se lo mamase. Cosa que hice, sin hacer ni decir reproche alguno. Pero a medida que comencé a lamerle la verga a mi hijo su jefe, sacó aquel juguete de mi culo, para de inmediato enterrarme su verga, entre mis nalgas. Yo estaba de lo más concentrada mamando la verga de Daniel, cuando de momento, sin que William le dijera nada, la sacó de mi boca, y separando mis piernas, me penetró por mi coño. En esos momentos, pensé que me volvía loca, pero de placer. Ya no me importaba que mi hijo, me estuviera dando tan sabrosamente por el coño, mientras que su jefe, me daba por el culo. Esa noche entre ellos dos, me han hecho de todo, con mi total y voluntaria participación. Al siguiente día, al despertarme, y después de darme una buena ducha, encontré mi ropa sobre el escritorio. Me vestí, y al salir de ese lugar, en la tienda me esperaban mi hijo, y su jefe. Y como si nada hubiera sucedido, me han llevado a desayunar. Luego mi hijo me confesó que la idea había sido exclusivamente de él, al ver que yo prácticamente me estaba convirtiendo en una especie de zombi que iba del trabajo a la casa, y viceversa. Esa noche ya en casa, nosotros dos solos, le mostré mi total agradecimiento.
Cuando llegué, el jefe de Dani, tras entrar cerró la puerta del negocio con llave, y de inmediato me hizo pasar a la parte trasera, una mescla entre oficina, almacén, y cuarto de descanso, ya que hasta un televisor, y una pequeña cama tenía. Preocupada me dirigí a mi hijo que estaba sentado, y al preguntarle que sucedía. Se me quedó viendo, sin decir una sola palabra, cosa que por lo general hace, desde que era chico, cuando hacía alguna travesura, y no se atrevía a decirme la verdad. Fue cuando me dirigí a su jefe, el dueño de la tienda, y le pregunté que había hecho Dani. Él se me quedó viendo, de pies a cabeza, de una manera que me hizo sentir nerviosa, diciéndome. Señora lo que sucede, es que Dani, me ha robado, sin espera a que me terminase de decir todo, me volteé a ver a Dani. Y por su manera de seguirme viendo, entendí que aquel tipo, decía la verdad. De inmediato le dije, bueno dígame cuanto es, para que nos pongamos de acuerdo en la manera de pagarle. En ese instante me respondió, señora no es por el dinero que la llamé, sino más bien porque quiero darle una lección a su hijo, que nunca olvide. Yo me quedé confundida, y sin saber que responderle, por lo que le seguí escuchando bien atenta. Tememos dos opciones, una es que yo llamé a la policía, y deje que el caso siga su curso legal, por lo que eventualmente Daniel, deberá ir preso unos cinco años, por ser su primer delito. Yo me quedé horrorizada, pero lo seguí escuchando. Así que de esa manera aprenderá a no gastase el dinero que no es suyo. Y le repito, no es por el dinero, sino por enseñarle a su hijo a que sea responsable de los actos que comete. Yo sin pensarlo de inmediato le pregunté cuál era la otra opción. Fue cuando el tipo ese, me dijo. La otra alternativa es que usted se convierta, desde hoy hasta el domingo a esta misma hora, en mi esclava sexual. Pero frente a Daniel. Pero antes de que le preguntase ¿Qué si estaba loco? Me siguió diciendo. De esa manera su hijo verá, hasta donde es capaz de llegar su madre, para que él no vaya preso. Además tome en cuenta, lo que le sucede a los chicos como Dany, cuando entran en prisión. Yo estaba más que sorprendida, por dicha propuesta, pero la verdad es que entre una cosa y la otra, no prefería ninguna de las dos. Pero de no aceptar, era evidente que llamaría a la policía. De inmediato pensé en llamar al padre de Daniel, pero sabiendo que si de milagro, me atendía la llamada, me diría. Eso es tú problema, tú quisiste criarlo sola, ahora sola resuélvelo. Por lo que de inmediato, busqué otras alternativas. Pero las únicas que el jefe de mi hijo, quería aceptar eran la cárcel, o que me acostase con él frente a Daniel. Quizás sino me hubiera hecho ese comentario, de lo que les pasa a la gran mayoría de los jóvenes en la prisión, hubiera preferido que fuera preso. Pero estoy muy consciente que la prisión, lejos de rehabilitar al delincuente, su estadía en ese lugar, es equivalente a un doctorado en delincuencia de todo tipo, por las noticias que una lee en la prensa. Yo miraba a Daniel, quien a la vez me veía con sus saltones ojos, que reflejaban su temor a ir a la cárcel, yo estaba bien consciente de que no sobreviviría una noche, sin que abusaran de él, por su manera de ser tan pacífica. En ese instante, a pesar del gran cumulo de emociones que sentía dentro de mí, de rabia, frustración, vergüenza, e impotencia de no poder mandar al infierno, al tipo ese. No me quedó más remedio, que aceptar su segunda indecorosa propuesta. En ese momento, le dije de manera resuelta. Ante los asombrados ojos de mi hijo. Está bien, pero le voy a decir, que no es necesario que mi hijo esté presente, viendo como humillan a su madre. El jefe de mi hijo, se me quedó viendo, nuevamente de pies a cabeza, diciéndome. Mi señora, si usted no se ha enterado, el esclavo no opinaba, hoy en día no opina, y en el futuro tampoco ni opinara. Es más si la vuelvo a escuchar decir algo semejante, o negarse hacer lo que yo le ordene, y como se lo ordene. Suspendo de inmediato el acuerdo, y llamó a la policía. En ese momento, usted podrá decirle al oficial que atienda el caso, lo que usted quiera sobre mí, pero eso sí, después de que se llevé a su hijo preso ¿Qué le parece? Eso fue como si me hubiera puesto un tapaboca, resignada me quedé en silencio, mientras que Daniel, me observaba sin decir una sola palabra. Por lo que el tipo ese, agarrando su móvil de manera amenazadora, me preguntó, mirándome fijamente a los ojos ¿Tenemos un acuerdo, si o no? Por lo que no me quedó más remedio, que decirle que sí. Casi de inmediato, dirigiéndose a mí me dijo. Ya que estamos de acuerdo, quítese toda la ropa. Muerta de vergüenza, y sin atreverme a ver a mi hijo a los ojos, con mi mirada clavada en el piso, comencé a despojarme de todo lo que tenía puesto encima. Mientras que ese tipo, dirigiéndose a mi hijo, le dijo. Ya sabes Dany, tú tranquilo, y de manera obediente harás únicamente lo que yo te ordene, además no se te ocurra hacer ninguna estupidez, porque de igual forma rompo el acuerdo, y esta noche dormirás con quien sabe quién en prisión ¿Te quedó claro? A lo que mi hijo le respondió, un apenas audible sí, quedándose sentado, en la silla en que se encontraba desde que yo llegué. William que es como se llama el dueño del sex shop, como me estaba quitando todo poco a poco, lentamente, como dando tiempo de que ocurriera algo, y él cambiara de opinión, me dijo. Apúrate, que no tengo todo el año para dedicarme a esto. Resignada y de forma sumisa, seguí quitándome toda mi ropa, ante la mirada del tal William, y la avergonzada mirada de mi hijo. Hasta que me quedé completamente desnuda, frente a ellos. Fue cuando William bajando la cremallera de su pantalón, extrajo su miembro, y blandiéndolo frente a mí, me dijo. Para comenzar, quiero que tú misma me lo laves, para después que te pongas a mamar. Pero si prefieres te lo puedes meter a la boca, tal y como está. Yo que desde que me divorcié del abusivo padre de Daniel, no había vuelto a ver algo semejante. Me quedé como atontada por unos instantes, hasta que nuevamente el tipo ese, me dijo. Me lo lavas o te lo vas a meter a la boca, tal como está. Sin levantar la mirada, me acerqué a él, mientras que me señalaba el pequeño baño, que había al fondo de ese lugar. Ya en el lavamanos, con mis dedos pulgar e indicé, agarré su adormilado miembro, pero de inmediato, me dijo. Agárralo como es debido, por lo que ya con toda mi mano alrededor del tallo, comencé por abrir la llave del agua, mientras que con la izquierda, tímidamente comencé a pasarle jabón, sobre su glande, y jalándoselo para atrás, por el resto de su miembro. Sin querer, mentalmente lo comparé con el de mi exmarido, y en ese instante me pareció que era de dimensiones similares. Pero a medida que se lo seguí lavando, aquel pene, fue adquiriendo un mayor tamaño, y grosor entre mis dedos. Yo no quitaba la vista de aquella cosa, y fugases recuerdos de las muchas veces, que tuve que ponerme a mamar el miembro del padre de Daniel, acudieron a mi mente. Hasta cuando de momento, William me dijo. Yo creo que ya te puedes poner a mamar, pero aquí no. William salió del baño, y directamente tomó asiento en la pequeña cama, diciéndome. Aquí sí, quiero que tú hijo vea bien claro, como me mamas la verga, para que él no vaya preso. Daniel a todas estas, permanecía sentado, en silencio, sin decir una sola palabra, observándonos. Su jefe, se bajó los pantalones ligeramente, tomó asiento sobre la pequeña cama, separó sus piernas, y mirándome, me dijo. Ahora ya estoy listo, para que me des una buena mamada. Yo sin levantar la mirada del piso, muriéndome de vergüenza, y de indignación, no me quedo de otra, que arrodillarme ante él, y cerrando mis ojos, tras agarrar nuevamente su miembro, sumisamente comencé a introducirlo dentro de mi boca. Pero de momento, me dijo. Primero lámelo como si fuera una barquilla. Tratando de ocultar la repugnancia que sentía, sin abrir mis ojos, comencé a pasar mi lengua tímidamente por sobre la cabeza de su miembro. Y a medida que la seguía pasando, fui sintiendo como se iba poniendo más grande y caliente. Tal y como a mi ex le sucedía, cuando yo se lo mamaba. Con ambas manos mantenía agarrada aquella caliente verga, frente a mi boca, cabeceando, y chupando. Él colocó ambas manos sobre mi cabeza, y a medida que yo seguía cabeceando, y chupando su miembro, sintiendo como aquella cosa caliente y dura, entraba y salía continuamente de mi boca. En ese momento, abrí mis ojos ligeramente, buscando de reojo a Daniel, para darme cuenta de que nos observaba, sin expresión alguna en su rostro. William comenzó a presionar mi cabeza, sobre su verga, obligándome a que fuera más haya de mi boca, y comenzara a entrar a mi garganta. Yo por un rato, procuré controlar las ansias de vomitar que sentía, a medida que el hijo de puta de William, seguía presionando mi cabeza contra su cuerpo. Hasta que el muy desgraciado, casi hace que me ahogué, cuando se vino por completo dentro de mi boca y garganta, obligándome a que me tragara, gran parte de su leche. Finalmente al terminar de venirse, extrajo su verga de mi boca, quedándome tirada en el piso, con mis piernas abiertas, mostrando todo mi coño, arqueando mi cuerpo, con unas tremendas ganas de devolver, lo que él había depositado en mi garganta. Pero no pasó de ser un acto reflejo, ya que aunque deseaba vomitar, no lo pude hacer. Daniel en ese momento, me seguía observando, sin pestañar, con su mirada clavada entre mis piernas. Lo que hizo que sumamente avergonzada, instintivamente procuré tapar mi coño, con mis manos. William que se quedó observándome mientras se lavaba su verga en el lavamanos del pequeño baño, sin dejar de reírse, dirigiéndose a mí, dijo. No te preocupes Helena que tú hijo desde que trabaja aquí, ha visto más coños que un ginecólogo. En ese instante Daniel cambió su mirada en dirección a William, pero su manera de verlo, me pareció más de complicidad que de rabia, por lo que estaba sucediendo. Cosa que en ese momento, me negué aceptar. Ya que para mí, era inconcebible que eso sucediera. William se dirigió a Daniel diciéndole. Ahora quiero que vayas al almacén de los muelles, y traigas todo lo que te dije. Mientras tanto Helena, si quieres date una ducha, pero eso si no te pongas nada de ropa, hasta que yo regresé. Y tu Dany, no entres en la tienda, hasta que yo esté de vuelta. Para mí era más que obvio, que William no quería que mi hijo y yo pudiéramos hablar a solas. Sin nada que hacer, y completamente desnuda, ya que el muy desgraciado, como para asegurarse que yo le obedeciera, recogió toda mi ropa, y se la llevó con él. Así que después de darme una ducha, e infructuosamente tratar de vomitar de nuevo, me dio por curiosear algunas de las cajas que había en ese lugar, encontrándome todo tipo de artículos sexuales, además de videos, y revistas. Cosas como miembros de goma, así como una infinidad de los llamados juguetes eróticos. Finalmente me senté en la cama, y me puse a ojear algunas de las revistas, en las que había todo tipo de mujeres, manteniendo relaciones sexuales, en ocasiones con dos o más hombres a un mismo tiempo. Cosa que hasta ese momento, ni idea tenía de alguien lo hiciera. Estaba tan aburrida, que dejando las revistas a un lado me recosté sobre aquella cama, pensando, cómo mi hijo me había metido en semejante problema, y cuando estaba a punto de quedarme dormida, regresaron William y mi hijo, que cargaba unas cuantas cajas. Mi reacción natural, al sentirme desnuda, fue taparme. Pero apenas entró William, me dijo. Ahí te traje algo para que te lo pongas, por unos segundos pensé que era ropa, hasta que Daniel colocando las cajas sobre la cama, las abrió. Si en efecto era algo para que usara, solo que se trataba de un grueso collar de cuero y metal, similar a los que le ponen a los perros, cadenas, sostenes casi sin copa, y bragas abiertas en el centro, todos de diferentes colores, además de otras cosas, que a mí en ese momento, me parecieron aquellas viejas brochas que usaba mi padre para enjabonar su barba, antes de afeitarse, solo que tenían largos penachos. Yo sin saber qué hacer, me quedé viendo todos esos artículos, hasta que William me dijo. Ahora te pones el collar de perra, y luego te pones la ropa digna de una esclava. Así, que acordándome de su amenaza de que si me negaba hacer lo que él me ordenara, llamaría a la policía. Por lo que sin hacer comentario alguno, sumisamente me comencé a poner la gruesa correa de cuero y metal, para posteriormente ponerme uno de aquellos sostenes de un color azul electico, y su correspondiente braga del mismo color. Apenas terminé de ponérmelos, y ya hecha a la idea de que todas maneras mi coño estaba expuesto, dejé de tratar de ocultarlo con mis manos. De momento William me ordenó que me pusiera en cuatro patas, como si fuera a gatear. Y apenas le hice caso, le dijo a mi hijo. Dany pásame una de las colas, aunque yo no lo vi, me dio la impresión de que Daniel, le debió haber preguntado, por medio de señas, cual. A lo que William le dijo, dame una de las de mango pequeño. Casi de inmediato comencé a sentir sus manos sobre mis nalgas, las acariciaba, separaba, y tocaba como le venía en gana, sin que yo me atreviera a protestar, hasta que en cierto momento, separó el tiro de la braga, que se me enterraba entre mis nalgas, y sin previo aviso, enterró uno de sus dedos dentro de mi culo, diciéndome. Vamos a ver cómo te queda, y tras sacar su dedo, me enterró aquella cosa que tenía en una de sus manos. Lo cierto es que me incomodó, pero no puedo decir que me dolió, por lo menos físicamente, ya que mi amor propio, estaba ya bien lastimado, por someterme a sus perversos caprichos. En ese instante fue que me di cuenta de lo que era, al tener gran parte de su juguete, enterrado entre mis nalgas. Si en algún momento, me llegué a sentir sumamente vejada, fue en ese. Yo procurando no demostrar nada, volví a ver a mi hijo de reojo. Pero su manera de verme, era bien distinta, ya no era algo que yo me imaginaba, me pareció que Daniel, como que estaba disfrutando de lo que su maldito jefe, me estaba obligando hacer. Aunque aún no lo podía creer. William abusando del poder que tenía sobre mí, me ordenó que gatease por toda aquella habitación, mientras sujetaba la cadena al grueso collar de cuero, que yo cargaba puesto. Diciéndole a mi hijo, ves que obediente es la perra. Y casi de inmediato me ordenó que me pusiera a ladrar, lo que a pesar de que me sentía ridícula haciéndolo, no me quedó más remedio que hacerlo, mientras que William se reía, y me seguía dando órdenes, cual si yo fuera realmente una perra. Mandándome a sentar, desde luego que como una perra, a que me recostara en el piso, que diera vueltas, hasta que acercándose a mí, comenzó hacerme cosquillas sobre mi descubierto vientre, tal como algunas personas les hacen a sus perros. Yo que no me esperaba eso, aunque traté de contener la risa, no pude lograrlo, al punto que casi me orino encima. En ese momento, William de estar haciéndome cosquillas sobre mi vientre, deslizó su mano, hasta mi coño. Y sin dejar de tocarme, comenzó a introducirme sus dedos, diciéndole a mi hijo. Vez todas las perras son iguales, basta que le hagas algo de cosquilla, para que abran las piernas. Yo aunque me moría de la vergüenza, procuré no demostrárselo. En ese momento, él jaló la cadena, obligándome a que me volviera a poner en cuatro patas, diciéndome. A ver sube a la cama, cosa que hice tal y como me lo ordenó. Ya estando sobre la cama, me ordenó echarme, por lo que me recosté boca abajo. En ese momento, se comenzó a bajar los pantalones, diciéndole a Daniel, ahora veras como se lo meto a esta perra. Yo me esperaba que en cualquier momento, abusara de mí sexualmente. Por lo que no me sorprendieron sus palabras. Y cuando terminó de quitarse los pantalones e interiores, se fue colocando sobre mi cuerpo, pero de momento extrajo aquella cola, que me había enterrado por el culo. Mi temor fue entonces que me quisiera sodomizar, cosa que el padre de mi hijo, acostumbraba hacerme sin previo aviso. Pero no fue así, sentí que dirigió su verga, directo a mi coño, y frente a mi propio hijo, me penetró, diciéndole. Vez lo que has hecho, has convertido a tu madre en mi puta. A todas estas, Daniel se quedó boquiabierto sin decir nada viendo como su jefe, penetraba mi coño sin misericordia alguna. Mientras que yo, procuraba no hacer ni decir nada, muerta de vergüenza, hasta que William sonándome una fuerte, y ardiente nalgada, me dijo. Vamos Helena, muévete, disfrútalo, o tu hijo va pensar que no te gusta, que te lo metan. Por lo que no me quedó otra cosa por hacer, que ponerme a mover mis caderas, a medida que él continuó empujándome toda su verga, dentro de mi coño. Pero a medida que seguí moviendo el culo, fui sintiendo como su miembro, entraba y salía de mi cuerpo, sin poder controlarme, comencé a gemir de placer. Ya que en tantos años, desde que me divorcié del padre de mi hijo, ningún otro hombre me había tocado. Y a medida que él no paraba de seguir empujando dentro de mi coño, toda su verga. Yo seguía sintiéndome además de abusada, sumamente excitada. Tanto que de manera inconsciente se me escapo pedirle, que me diera más y más duro, olvidándome por completo de la presencia de mi hijo Daniel, en esos momentos. Yo seguí comportándome como una verdadera puta, moviendo mis caderas, y restregando mi cuerpo, contra el de él, sintiendo cada vez más, su verga dentro de mi coño, hasta que disfruté de un increíble orgasmo, como hacía muchísimo tiempo que no sentía. Me quedé recostada sobre aquella cama boca abajo, agotada, pero increíblemente satisfecha, sin acordarme de la presencia de mi hijo. De momento William volvió a jalar la cadena de perro que me había pegado al grueso collar que tenía alrededor de mi cuello, haciendo que levantase mi cabeza, hasta la altura de su verga, para que se la mamara. Lo que ya sin importarme más nada, me dediqué hacer, por un buen rato, hasta que nuevamente estuvo lo suficientemente dura, y nuevamente colocándose tras de mí, me penetró. Pero por mi culo, en lugar de mi coño. Desde luego que chillé de dolor, pero ya a los pocos segundos, al sentir que sin detenerse me la seguía empujando, comencé a mover mis nalgas. En ese momento, vi el rostro de Daniel, y lo que vi en parte me sorprendió, ya que en su mirada reflejaba el deseo de penetrarme. Pero el placer que me proporcionaba William, quizás por el mucho tiempo que había estado, sin sentir algo así. Hizo que ni atención le volviera a poner a Daniel. Yo sentía, como su verga, entraba y salía, de entre mis nalgas, presionando internamente mi coño. Haciendo que chillara, como una perra, pero de placer. William en el último momento, sacó su verga de mi culo, y se vino por completo sobre mis nalgas, dejándome luego tirada sobre aquella cama, con mi culo bien abierto. Yo esa noche dormí, sin importarme nada. En la mañana al verme sola, me quite todo, incluso el collar, y me di un buen baño. Para luego cuando los dos regresaron, volverme a poner el collar, y otro conjunto similar al primero, pero de color rojo puta. Me trajeron algo de comer, y sin decirme nada tanto William como mi hijo se marcharon, volviéndome a dejar sola, por lo que aparte de seguir curioseando, prendí la tele. Pero lo único que podía ver era los videos porno, que al parecer era lo único que había. Pero cuando ambos regresaron, por órdenes de William, mi hijo buscó nuevamente algunos de sus juguetes. Pero en lugar de ser William quien me colocó una de esas colas en mi culo, fue el mismo Daniel quien lo hizo. Sin que yo dijera, o hiciera nada por evitarlo, aunque ya la amenaza de llamar a la policía, no era lo que hacía que yo siguiera sumisamente sus órdenes. Ya no tan solo William me volvió a tratar como a una perra, sino que por órdenes de él, mi propio hijo, también además de hacerme cosquillas, con sus dedos acarició todo mi coño. Sin que él mostrase un solo ápice de vergüenza, es más me quedó bien claro, que Daniel estaba disfrutando todo lo que su jefe le ordenaba hacerme. De lo que no me quedó la menor duda, cuando siguiendo las directrices de su jefe, sacó su miembro, para que yo se lo mamase. Cosa que hice, sin hacer ni decir reproche alguno. Pero a medida que comencé a lamerle la verga a mi hijo su jefe, sacó aquel juguete de mi culo, para de inmediato enterrarme su verga, entre mis nalgas. Yo estaba de lo más concentrada mamando la verga de Daniel, cuando de momento, sin que William le dijera nada, la sacó de mi boca, y separando mis piernas, me penetró por mi coño. En esos momentos, pensé que me volvía loca, pero de placer. Ya no me importaba que mi hijo, me estuviera dando tan sabrosamente por el coño, mientras que su jefe, me daba por el culo. Esa noche entre ellos dos, me han hecho de todo, con mi total y voluntaria participación. Al siguiente día, al despertarme, y después de darme una buena ducha, encontré mi ropa sobre el escritorio. Me vestí, y al salir de ese lugar, en la tienda me esperaban mi hijo, y su jefe. Y como si nada hubiera sucedido, me han llevado a desayunar. Luego mi hijo me confesó que la idea había sido exclusivamente de él, al ver que yo prácticamente me estaba convirtiendo en una especie de zombi que iba del trabajo a la casa, y viceversa. Esa noche ya en casa, nosotros dos solos, le mostré mi total agradecimiento.
1 comentarios - Hasta Donde Llegué, Por Mi Hijo