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Fui sirvienta o pornochacha, como prefieran

Antes de ser la mujer que soy, para ganar dinero, tenía que limpiar casas, cosa que no me arrepiento, porque tiene su lado bueno. Historia real de mi vida.
Habían pasado dos meses desde que María vino a trabajar a casa. Siempre venía los Sábados que era cuando yo me encontraba. Mujer sugerente de la que supe que no había tenido buen trato con su marido. Pasado este tiempo, consideré oportuno entregarle una copia de la llave de mi apartamento, por si algún sábado no estuviera en casa, ya que vivía sólo.

Lo único malo de que viniera los sábados, es que las conquistas del viernes noche, no podían quedarse a dormir. Daba un poco de palo que la asistenta contabilizara mis esporádicos polvos.

Nuestra relación jefe-empleada funcionaba bastante bien. Procuraba no trasnochar para cuando llegara, me encontrara despierto y evitar así ninguna situación tensa. Ayudaba lo que podía en la limpieza general de los sábados. A veces simplemente veía como limpiaba. Me encantaba verla. Solía ponerse una bata cortita, mostrándome sus impresionantes piernas. Cuidadosamente dejaba algún botón de la parte superior sin cerrar para que al agacharse, pudiera intuir sus encantos. Estaba seguro de que lo hacía a posta, pero no lo sabía a ciencia cierta. Así ideé un plan para averiguarlo.

Quise saber como reaccionaría ante un ‘ataque sexual directo’. Uno de estos viernes que resultó festivo, estuve durante todo el día en casa, ideando mi plan. Aproveché para hacer limpieza de mis videos y revistas porno. Además de ponerles sus correspondientes carátulas y clasificarlas de paso, fue buscando escenas en las que presumiblemente, María al verlas se pondría cachonda.

Lo bueno de las cintas de video es que el último que las ha visionado, sabe exactamente el lugar donde dejó la última escena. Dejé cuatro películas preparadas, fuera de su funda con escenas inmejorables. Mientras las iba preparando mi pensamiento se centró en imaginar a María viendo los videos, mientras se masturbaba totalmente abierta de piernas en el sofá. Las revistas las dejé como por olvido en el cuarto de baño. Ahí me puse tan cachondo de pensar que mi asistenta las encontraría, que tuve una erección terrible. ¿Qué pensaría al encontrar tanto sexo a su alrededor?

Para que la cosa pareciera más real, esa noche me fui de marcha con los colegas con el firme propósito de no llegar a casa antes de que lo hiciera María y fuera ella la que encontrara toda la trama, sin poder sospechar que estaba preparada exclusivamente para ella.

Llegué cerca de la una del mediodía. El corazón me palpitaba. Iría a mil por hora. Al llegar me encontré a María en la cocina, preparando algo de comer. No llevaba la bata de costumbre. Llevaba un chándal de lycra que marcaba toda su figura. Pude adivinar el triángulo del tanga y que no llevaba sujetador. Estaba más que divina. Se giró al escucharme entrar y su cara maliciosa me sacó de mi estado de ensimismado.

Vaya marchón, ¿no? ¿Te preparo algo de comer? Imagino que estarás hecho polvo. Me dijo mientras sus ojos destellaban una luz cómplice …

Gracias María, lo que sea. Voy a ducharme ...

Al entrar al cuarto de baño me di cuenta que las revistas habían desaparecido. Bingo.

Su expresión demostraba que como poco le había echado un vistazo. Salí de la ducha disparado para ver en directo el funcionamiento de mi plan. Me puse unas bermudas y una sudadera y me eché en el sofá. Mirada rápida al comedor y compruebo que está todo ordenadísimo. Ni rastro de las películas. Nuevamente bingo.


Me desperté en el sofá y serían las seis de la tarde. Mierda, me había quedado dormido. Encima de la mesa una nota de María:

… te has quedado dormido y me ha dado pena despertarte. Te he cogido unas cuantas películas porno, porque hoy es mi cumpleaños y tengo preparada una fiesta en mi casa con unos amigos. Espero que no te importe. Un beso.

Vaya plan tan magnífico. Intento ponerla cachonda y lo que consigo es que se vayan a follar a mi sirvienta con la ayuda de mis películas. Me puse nervioso, enfadado. Estaba celoso.

Estuve toda la semana tentado de llamarla. Pero mi propio orgullo me lo impidió. Esperé hasta el sábado siguiente. María llegó a la hora de siempre. Al entrar se le notaba excitada, nerviosa. Preparé café mientras se cambiaba de ropa en el baño. Salió al comedor, donde le esperaba, con su bata a medio abotonar. Al sentarse en el sofá pude darme cuenta que no llevaba bragas.

Muchas gracias por las películas. Fueron un éxito.

Cuenta, cuenta …

Me da un poco de vergüenza …

¿Vergüenza? ¿Te llevas mis películas porno para una fiesta y te da vergüenza?

La cuestión es que en la fiesta solo estábamos tus películas y yo. Lo del cumpleaños es mentira. Pero es que no se me ocurrió otra excusa para poder llevármelas. Accidentalmente, las encontré al ordenar el armario y me puse cachonda al imaginarte haciéndote pajas mientras las veías. Te pido perdón.

¿Te ha gustado alguna en especial? Le dije casi sin que me saliera la voz del cuerpo.

La que más, aparte de la de las orgías de negros, es la de ‘Pornochacha guarra se le sube a la parra’

Bueno, pues como fue tu ‘cumpleaños’ te voy a hacer ‘regalitos’. Te dejo que tú elijas dos.

Pues quisiera no trabajar hoy, ese el primero. Y el segundo, un poco de leche caliente para mi café…

Me puse de pie delante de ella, saqué la polla de mi pijama y se di a mamar. Me hizo

una mamada descomunal. Cuando estaba a punto de correrme, la sacó de su boca y la dirigió a su taza de café que llené con mi semen. Inmediatamente se lo bebió de un sorbo.

Mi primer regalito, ya que no quieres trabajar, va a ser que me acompañes a hacer la compra, pero quiero que dentro de tu coño te metas unas bolas chinas que compré para ti, así mientras vayamos andando, te vayan dando gustito. Luego tendrás de venir a casa y enseñarme lo que has comprado, como si yo no te hubiera acompañado, pero tendrás que estar con un delantal y no llevaras bragas. Tan solo dejaré que uses medias… Vendrás de la compra y me despertarás.

Me despierta suavemente, me da besitos. Su lengua corretea por mi torso, parándose en mis pezones. Me pone la polla tiesa. Se la mete casi hasta la garganta. De pronto se para, me mira con cara de puta y me pregunta si quiero acompañarla a la cocina, para que compruebe si ha hecho bien la compra.

Yo la sigo por el pasillo con la polla a punto de estallar viendo su culazo como se mueve al compás de sus andares. Llegamos a la cocina. Se sienta en un taburete y empieza a sacar lo que ha comprado. Primero saca un plátano enorme, que deja sobre la mesa. Lo mira con mimo; después un pepino, leche condensada, gominolas…

Vamos a jugar al juego de las compritas. Tú tendrás que repetir lo que yo haga con algo de tu cuerpo. Coge el plátano y empieza a chuparlo, hasta que se lo baja al coño y se lo mete casi entero. Un espectáculo, sus piernas abiertas y su chocho recibiendo pedazo de fruta. Ahora tú. Sin dejar que se levante y sin sacarse el plátano, empieza a comerme la polla otra vez. Se la saco de la boca, le quito el plátano del coño, la pongo encima de la mesa y empiezo a follarla como un animal. Cuando estoy a punto, me hace parar porque no ha terminado la lista de la compra.

Saca las gominolas y se las mete en la boca, las chupa y me las enseña en la lengua, me hace un gesto para que se las quite con mi boca. Nos pasamos las gominolas de boca a boca con toda nuestra saliva. Las pocas que le quedan se las come. Con la saliva que le queda, empieza a masturbarse el ano. Ahora tú, me dice. La pongo de espaldas a mí y le como el culo todo lo suave que puedo. La veo coger el pepino, lo chupa y se lo pone en la entrada de su ano, metiéndoselo poco a poco. Le toco el clítoris mientras lo hace. Se lo saca rápido, porque le duele. Me pide a gritos que le encule. Se agarra los cachetes para facilitarme la entrada. Después del mete y saca, se para y me dice que toca el postre.

Se sienta en el taburete, agarra el bote de leche condensada y empieza a echarse por todo el cuerpo. Se unta las tetas, el cuello, la frente, la cara, la boca, la nariz, barbilla, … Parece como si se acabaran de correr ocho tíos encima suya y a la vez. Ahora tú. Me saco la polla y empiezo a masturbarme desesperadamente, hasta que me corro como una bestia sobre su cara, mientras me pide, dámela toda, la quiero toda…

Desde aquel sábado, María ya no es mi asistenta. Ahora comparte conmigo mi vida. Vivimos juntos, follamos como leones casi todos los días y aunque no vamos muy bien de dinero, no le dejo que limpie en casas ajenas…

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