Muchos años después, frente a la verga de Maxi, había de recordar aquella tarde remota en que su amigo lo llevó a conocer la pija de Iván.
En aquel entonces hacía poco había aprendido sobre las delicias de la paja, pero en mi grupo de amigos a nadie le saltaba. Que te salte significaba eyacular, pero nosotros cuando nos mastubabamos solo sentíamos placer, pero aún sin ningún resultado final adicional. En resumen, aún no nos saltaba, e incluso, nos costaba mucho entender como de nuestros pititos podía llegar a salir algo que no fuera pis, algo distinto, de color blanco, ligeramente pegajoso, llamado leche.
Hasta que un día apareció Lenadro y nos juró que era así, que si bien al él aún no le saltaba, a su amigo Iván sí. Y él lo había visto.
Iván era compañero de escuela de Lenadro, y un año más grande que nosotros. Vivía a tres cuadras y más allá de ser más alto y fuerte que nosotros, siempre nos trataba con respeto, por eso, cuando un día Lenadro nos propuso llevarnos a conocer la leche nosotros no dudamos en decir que sí. Nosotros éramos Maxi y yo, que solíamos masturbarnos juntos, aunque aún cada uno por su cuenta.
Fue así que una tarde después de las escuela Iván nos esperaba en su casa a Lenadro, a Maxi y a mí, y nos iba a mostrar como le saltaba.
La casa de Iván era bastante grande y tenía dos pisos. Su habitación estaba en la planta alta, y no había nadie más que él y su hermana mayor en la casa, la cual estaba mirando una novela en el piso de abajo.
Cuando entramos a su pieza le elogiamos los poster de música, bandas glam y los fabulosos cadillacs, y yo saqué una revista porno que había traído. Esto no les conté, pero había un precio, y ese precio era que yo le iba a dejar por un mes una revista porno que atesoraba, una Eroticón, que era algo difícil de conseguir por aquellas épocas.
Lenadro operó de intermediario tendiendole la revista a Iván, que acto seguido se bajó el short que llevaba y nos mostró la verga.
Maxi y yo nos sorprendimos al verla. Era bastante más grande que las nuestras y además era peluda. A mi ya me estaban apareciendo algunos pelos, pero tanto Maxi como Lenadro eran más bien lampiños.
Entonces Iván se empezó a pajear. Descubría la cabeza del pene, y luego la volvía a cubrir con el cuerito. Eso era pajearse. Pero su verga, más allá de que tenía un buen tamaño, no lograba pararse.
Estuvo así un buen rato y todo seguía igual. Sin duda, el estar siendo observado por dos desconocidos lo ponía nervioso.
Entonces Lenadro propuso que se tapara con una sábana el cuerpo entero hasta que se le pare, y así lo hizo. Pasaron un par de minutos de Iván tapado con la sábana pajeandose, hasta que en un momento la destapó y pudimos ver su pija a media asta. Había crecido bastante, y al verla mi pijita se paró dentro de mi pantalón, aunque no sabía bien por qué. Sin embargo, Iván dijo que iba a desistir, que la cosa no estaba funcionando.
Esa tarde volví a mi casa con la revista porno y un poco desilusionado, pero también excitado por lo qué había visto. Con Maxi hablamos bastante de lo grande que era la pija de Iván, y si algún día a nosotros nos crecería como a él. Y aún no estábamos seguros si eso de la leche era verdad o una especie de broma.
Pero todo cambió a los dos días cuando me encontré con Iván en la escuela y me dijo: Vení esta tarde a mi casa con la revista, qué te voy a mostrar, pero a vos solo.
Tal como habíamos acordado tipo cinco de la tarde, hora en que sus padres atendían el negocio, toqué el timbre de su casa. Iván me recibió y sin muchos preámbulos me hizo pasar a su pieza.
Me preguntó si me gustaba su hermana y le dije que sí. Entonces me dijo: Mirá, y me mostró una bombacha negra. Es de mi hermana, dijo. Olé. Y me la acercó a la cara y olí, aunque no muy bien. Traje esto para que no pase lo de la otra vez. Y entonces se bajó los pantalones, y mientras oía la bombacha de la hermana se empezó a masturbar. Yo estaba ahí para ver cómo él se pajeaba y le saltaba, esa era mi misión esa tarde.Y eso fue lo que hice. El se acostó en la cama y su pija reaccionó bastante rápido a sus roces. Yo me senté en la cama, y vi como su puño se empezó a deslizar por esa masa de carne enhiesta y dura. Vi la cabeza ponerse más roja y brillosa, vi la uretra segregar líquido preseminal que yo ya conocía por experiencia propia. Vi a Iván oliendo la tanga negra de la hermana y mirando la revista porno que le había dado. Sentí mi pijita parada y dura dentro de mi calzoncillo, pero no hice nada, porque yo no estaba para eso. Yo estaba ahí para conocer el semen.
Y eso es lo que me propuse hacer cuando Iván me dijo: Creo que ya viene. Su mano se movía muy rápido, y su pija era ya algo medio borroso, pero en un momento paró. Tiró bien para atrás el prepucio y lo que fuera a estar por decir murió en su boca. Continuó con la paja lentamente y su pija empezó a escupir leche. Uno o dos chorros pequeños que llegaron al pecho, y luego dos más grandes que cayeron en su panza. Iván soltó la revista y me dijo: Viste? Viste como me saltó?
Para ver mejor, cuando él me avisó, yo ya me había arrodillado al lado de la cama. Y sí, claro que había visto. Mirá, dijo, y con sus dedos índice y pulgar agarró un poco y me mostró como se estiraba. Era semen, no había duda. Querés tocar, me preguntó. Y yo hice lo mismo que él. Junté un poco de semen de su panza y lo estiré entre mis dedos. Entonces él se empezó a limpiar usando la bombacha usada de la hermana, y luego me la dio y me dijo: Limpiate. La agarré sin dudar y me limpié los dedos.
El trato estaba saldado, Iván se quedó con la revista para él, y yo volví a mi casa con una erección y habiendo conocido el semen.
En aquel entonces hacía poco había aprendido sobre las delicias de la paja, pero en mi grupo de amigos a nadie le saltaba. Que te salte significaba eyacular, pero nosotros cuando nos mastubabamos solo sentíamos placer, pero aún sin ningún resultado final adicional. En resumen, aún no nos saltaba, e incluso, nos costaba mucho entender como de nuestros pititos podía llegar a salir algo que no fuera pis, algo distinto, de color blanco, ligeramente pegajoso, llamado leche.
Hasta que un día apareció Lenadro y nos juró que era así, que si bien al él aún no le saltaba, a su amigo Iván sí. Y él lo había visto.
Iván era compañero de escuela de Lenadro, y un año más grande que nosotros. Vivía a tres cuadras y más allá de ser más alto y fuerte que nosotros, siempre nos trataba con respeto, por eso, cuando un día Lenadro nos propuso llevarnos a conocer la leche nosotros no dudamos en decir que sí. Nosotros éramos Maxi y yo, que solíamos masturbarnos juntos, aunque aún cada uno por su cuenta.
Fue así que una tarde después de las escuela Iván nos esperaba en su casa a Lenadro, a Maxi y a mí, y nos iba a mostrar como le saltaba.
La casa de Iván era bastante grande y tenía dos pisos. Su habitación estaba en la planta alta, y no había nadie más que él y su hermana mayor en la casa, la cual estaba mirando una novela en el piso de abajo.
Cuando entramos a su pieza le elogiamos los poster de música, bandas glam y los fabulosos cadillacs, y yo saqué una revista porno que había traído. Esto no les conté, pero había un precio, y ese precio era que yo le iba a dejar por un mes una revista porno que atesoraba, una Eroticón, que era algo difícil de conseguir por aquellas épocas.
Lenadro operó de intermediario tendiendole la revista a Iván, que acto seguido se bajó el short que llevaba y nos mostró la verga.
Maxi y yo nos sorprendimos al verla. Era bastante más grande que las nuestras y además era peluda. A mi ya me estaban apareciendo algunos pelos, pero tanto Maxi como Lenadro eran más bien lampiños.
Entonces Iván se empezó a pajear. Descubría la cabeza del pene, y luego la volvía a cubrir con el cuerito. Eso era pajearse. Pero su verga, más allá de que tenía un buen tamaño, no lograba pararse.
Estuvo así un buen rato y todo seguía igual. Sin duda, el estar siendo observado por dos desconocidos lo ponía nervioso.
Entonces Lenadro propuso que se tapara con una sábana el cuerpo entero hasta que se le pare, y así lo hizo. Pasaron un par de minutos de Iván tapado con la sábana pajeandose, hasta que en un momento la destapó y pudimos ver su pija a media asta. Había crecido bastante, y al verla mi pijita se paró dentro de mi pantalón, aunque no sabía bien por qué. Sin embargo, Iván dijo que iba a desistir, que la cosa no estaba funcionando.
Esa tarde volví a mi casa con la revista porno y un poco desilusionado, pero también excitado por lo qué había visto. Con Maxi hablamos bastante de lo grande que era la pija de Iván, y si algún día a nosotros nos crecería como a él. Y aún no estábamos seguros si eso de la leche era verdad o una especie de broma.
Pero todo cambió a los dos días cuando me encontré con Iván en la escuela y me dijo: Vení esta tarde a mi casa con la revista, qué te voy a mostrar, pero a vos solo.
Tal como habíamos acordado tipo cinco de la tarde, hora en que sus padres atendían el negocio, toqué el timbre de su casa. Iván me recibió y sin muchos preámbulos me hizo pasar a su pieza.
Me preguntó si me gustaba su hermana y le dije que sí. Entonces me dijo: Mirá, y me mostró una bombacha negra. Es de mi hermana, dijo. Olé. Y me la acercó a la cara y olí, aunque no muy bien. Traje esto para que no pase lo de la otra vez. Y entonces se bajó los pantalones, y mientras oía la bombacha de la hermana se empezó a masturbar. Yo estaba ahí para ver cómo él se pajeaba y le saltaba, esa era mi misión esa tarde.Y eso fue lo que hice. El se acostó en la cama y su pija reaccionó bastante rápido a sus roces. Yo me senté en la cama, y vi como su puño se empezó a deslizar por esa masa de carne enhiesta y dura. Vi la cabeza ponerse más roja y brillosa, vi la uretra segregar líquido preseminal que yo ya conocía por experiencia propia. Vi a Iván oliendo la tanga negra de la hermana y mirando la revista porno que le había dado. Sentí mi pijita parada y dura dentro de mi calzoncillo, pero no hice nada, porque yo no estaba para eso. Yo estaba ahí para conocer el semen.
Y eso es lo que me propuse hacer cuando Iván me dijo: Creo que ya viene. Su mano se movía muy rápido, y su pija era ya algo medio borroso, pero en un momento paró. Tiró bien para atrás el prepucio y lo que fuera a estar por decir murió en su boca. Continuó con la paja lentamente y su pija empezó a escupir leche. Uno o dos chorros pequeños que llegaron al pecho, y luego dos más grandes que cayeron en su panza. Iván soltó la revista y me dijo: Viste? Viste como me saltó?
Para ver mejor, cuando él me avisó, yo ya me había arrodillado al lado de la cama. Y sí, claro que había visto. Mirá, dijo, y con sus dedos índice y pulgar agarró un poco y me mostró como se estiraba. Era semen, no había duda. Querés tocar, me preguntó. Y yo hice lo mismo que él. Junté un poco de semen de su panza y lo estiré entre mis dedos. Entonces él se empezó a limpiar usando la bombacha usada de la hermana, y luego me la dio y me dijo: Limpiate. La agarré sin dudar y me limpié los dedos.
El trato estaba saldado, Iván se quedó con la revista para él, y yo volví a mi casa con una erección y habiendo conocido el semen.
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