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Tres días en el paraíso - 2 de 3 -

Primero, todas las entregas de los mejores post


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Como siempre, podes escribirnos a dulces.placeres@live.com, te leemos

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TRES DIAS EN EL PARAISO



Parte 2 de 3





Clara se descalzó dejando de lado sus zapatillas mojadas, nos dio un par de toallas y solo fue a preparar un par de cafés, puso el agua al fuego, y mientras lo hacía solo monologaba a la distancia, sobre que no tenía novio, que no le gustaban los chicos de sus edad, que le parecían tontos, inmaduros, que en cambio, las parejas que visitaban el complejo solían ser interesantes, personas aplomadas, con experiencia, y que siendo franca, sus pocas parejas siempre habían tenido arriba de cuarenta años.

Todo sabía a provocación de sus labios, no podía confesarlo, pero me ardía la concha en ese momento y Arturo no podía dejar de mirarla con deseo

Volvió a nuestro lado con las bebidas humeantes, probamos unos tragos, tratamos de hablar de otros temas, pero ella una y otra vez volvió a ese lado sexual y provocador, sabiendo usar cada palabra y sacando pecho en forma demasiado caliente, hasta que se cansó de rodeos, me miró directo a los ojos y me dijo



Sandra, quiero chuparle la pija a tu marido



Se hizo un silencio, no esperaba esa jugada, por cierto, Arturo tampoco, entonces aceleró a fondo y dijo



No solo eso, quiero que vos me mires como se lo hago, eso me calentaría mucho



Y si antes quedamos mudos, ahora, además, paralizados



Clara dejó el pocillo a un lado, se fue al piso, de rodillas y se dirigió donde él estaba, mi esposo se acarició la barbilla con justificados temores, su mujer de toda la vida estaba presente y por primera vez, un tercero se metería al medio, separando como una daga filosa años y años de una unión perfecta.

Pero mientras él dudaba y yo solo miraba incrédula a corta distancia, Clara ya se había acomodado entre sus piernas y con suma rapidez le soltaba la hebilla del pantalón, habría su cierre y buscaba bajo el slip. Ya estaba, ya tenía su pija entre sus dedos y la acariciaba muy rico, logrando una rápida erección, y un tanto admirada dijo



¡Guau Arturo! que verga hermosa que tenías escondida!



Era cierto, confieso que mi esposo tenía una respetable pija, generosamente grande y era una de las cosas por las cuales me había enamorado de él.

Clara empezó a chupársela muy rico, muy deseable, a corta distancia, sus cachetes se hundían en cada succión controlada, su lengua se deslizaba devorando su glande rosado, su mano derecha lo rodeaba por la base acariciando al mismo tiempo las bolas, todo se hacía muy caliente, yo miraba contagiada, deseosa, me mordía los labios y tenía la boca seca, casi en inconciencia me acariciaba discretamente los pechos por encima de mi ropa.



Cada tanto ella me miraba, sonreía, como diciéndome que estaba ocupando el lugar que naturalmente era mío, y me sabía excitante, caliente, y sentía fuego en mi concha, como si miles de hormigas se estuvieran introduciendo en mi hueco, Arturo jadeaba y le decía que se la estaba chupando rico y sus palabras endulzaban mis oídos.

El disfrutaba, yo disfrutaba, pero ella tenía el control, ella jugaba con ambos al mismo tiempo y llegado el momento me miró como perra y me dijo



Quiero ver tu concha, mostrame como te caliento, quiero ver que te masturbes mientras juego con él



Levanté mi pollera, me saqué la ropa interior, abrí mis piernas lo suficiente para complacerla, llevé mis dedos a mi clítoris y empecé a masajearlo con fuerzas, no sé, me gustaba y entendí que a mi esposo también le gustó

Clara entonces dejó de chupársela, tomó la pija de Arturo y la pasó por debajo del top, entre sus tetas, quedó rodeada y aprisionada, y empezó a fregársela, adelante, atrás, una vez y otra vez, y solo ahora ya me miraba fijamente, tenía toda su atención, y mientras masturbaba a mi esposo veía como yo misma lo hacía con el espectáculo que me regalaba.

Sentía punzar mi conchita, mis pezones, muy rico, morir en deseos, y me sentí venir, ella jugaba a dos puntas con el sexo de mi esposo atrapado entre sus pechos y con su mirada concentrada en mi persona, la vi deslizar una de sus manos por su vientre, por debajo de su amplio jean, para tocarse muy rico, evidentemente ella también se perdía con todo el juego.



El semen de Arturo nos tomaría por sorpresa, empezó a llenarle las tetas y el top de leche, y fue inevitable en ese final de película que yo también tuviera un orgasmo inesperado, enorme, raro, distinto y ella, en un grito contenido fue también por lo suyo.

Después de ese momento se produciría un quiebre, mi esposo y yo estábamos en ebullición, pero Clara, como si fuera algo totalmente natural, se incorporó, se sacó el top dejando sus enormes pechos desnudos, limpiándose su piel embardunada en leche, pasando sus dedos y llevándolos a su boca, para saborearlos como si se tratara de un postre, pero no era en tono de provocar, no, su mente había salido del juego, caminó hacia la ventana para cerciorarse que ya no llovía y nos dijo en forma franca



Chicos, mejor lo dejamos acá, es tarde, mañana tengo un día duro por delante



No entendimos mucho, ella usó un 'chicos' como si tuviésemos la misma edad, y notando que nosotros parecíamos no entender, aseveró



Ustedes están de vacaciones, pero yo tengo muchas obligaciones por delante, y mañana, la alarma del celular sonará muy temprano



Volvimos al coche para retornar a casa, viajamos los cortos cinco minutos que separaban su casa del complejo, solo en silencio, es que ambos nos entendíamos sin hablar, y habíamos pasado límites que jamás habíamos imaginado pasar, la fantasía de estar con otra mujer siempre había sido eso, una fantasía, pero esto, esto era diferente, era real, era tangible, tenía rostro, y se llamaba Clara

Fuimos a la cama, hicimos el amor como adolescentes, es que ella nos había dejado calientes y nos había quitado la respiración, me costó conciliar el sueño, un día habíamos tenido más sexo que en el último año, y no había sido un sexo por rutina, por cumplir, era pasión, era calor y aun sentía en los labios la impronta de los labios de mi marido, porque me había besado como hacía tiempo que no me besaba



El sol colándose por la ventana, me acariciaba el rostro en un nuevo despertar, la tormenta había pasado, había refrescado y ese sábado definitivamente no visitaríamos la piscina del complejo

Fuimos por el desayuno, Clara se cruzaría con nosotros nuevamente, y aunque las cosas entre los tres estaban de cabeza, mantuvimos las distancias como una pareja de vacaciones y una empleada del complejo, solo nos permitimos risas cómplices y palabras disimuladas por lo bajo, Arturo se animó a decirle que quería desayunar 'mermelada sobre sus pechos para lamérselos todos', lo que provocó un pellizco cómplice de mi parte.



Pero lo cierto es que nosotros no habíamos ido a ese sitio a buscar una jovencita para enredarnos en una aventura, sino a reencontrarnos como pareja, así que solo salimos a pasear en el coche, dimos algunas vueltas por el pequeño casco céntrico, vimos vidrieras, caminamos, conocimos la antigua parroquia que se levantaba frente a la plaza central y un museo pequeño que resumía la historia del pueblo.

Fuimos a almorzar a la orilla del río, al otro sitio recomendado, el de los pescados, y fue muy lindo, la música amena se mezclaba con el sonido del agua que corría con velocidad muy cerca nuestro, recordamos historias, momentos, es que ahora ya estábamos más lentos, con más tiempo, bebimos, reímos, comimos un postre y partimos nuevamente, habíamos preguntado en ese lugar y nos habían recomendado otro lugar, un paraje donde alquilaban caballos.

Por la tarde, nos encontraríamos en un sitio quedado en el tiempo, donde, además, había quesos, salames y dulces artesanales, hechos en casa, así que, estando fuera de temporada, fuimos los únicos en andar por ahí.

Se pasaron las horas entre cabalgatas entre cerros, meriendas, caminatas y demás cosas que improvisamos en el lugar

Cuando caía el sol, emprendimos el retorno, trayendo con nosotros un poco de todo, esos quesos, salamines y dulces para llevarle a nuestros hijos al regreso.


Tres días en el paraíso - 2 de 3 -


Preferimos cenar en el complejo, Jorge era el chico que cubría el comedor del turno noche, no había muchas opciones, pero tampoco estábamos en modo pretensiosos, solo algo para pasar el momento con una rica botella de vino tinto.

Arturo aprovecho para hablar un poco con el joven que nos atendía, sobre el lugar, las personas, él era muy de entrar en confianza con rapidez, pero solo sería una cena más.

Dijimos de ir a tomar un helado, donde Atilio, el encargado, nos había recomendado la noche anterior

Nos vestimos normal, como todos, y en diez minutos pedíamos una copa helada para compartir en 'Pingüino', un sitio que sin tratar de sonar pedante no pasaría de un sitio medio pelo en mi ciudad, pero acá, lo consideraban de excelencia.



Era aún temprano para retornar, estábamos cansados por la larga jornada, pero también estábamos de vacaciones, la noche estaba perfecta, no había viento, el cielo estrellado y la temperatura justa, no hacía frío, no hacía calor, así solo decidimos caminar bordeando la margen del río, por la acera que lindaba con los reducidos locales del lugar.

Fuimos por acá, por allá, nos cruzamos con un sitio para tomar unos tragos, la música estaba fuerte, Arturo me invitó a una copa, y aunque seguramente pareceríamos un tanto fuera de edad en ese lugar, habíamos decidido darnos todos los gustos.

No estaríamos mucho tiempo, solo una copa, así que nos acercamos a la barra, pedimos y bueno, volvimos a hablar los mismos temas de siempre, que los hijos, que el trabajo, que los problemas, y todo iba en ese orden hasta que mi esposo, me indicó que, a un lado, en un sitio un tanto privado, Clara estaba con algunas chicas de su edad, casualidad? destino? quizás, en un pueblo tan pequeño no había muchos sitios donde ir y solo supo habitual, todo el mundo se conocía con todo el mundo, y todo el mundo se encontraba en los mismos sitios


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Nos miramos, nos saludamos con gestos, miradas, y nos mantuvimos distantes, pero alertas, por alguna razón nos fuimos de la conversación que habíamos entablado y sin proponerlo estábamos hablando ahora de lo que habíamos vivido con esa chiquilla, y naturalmente el erotismo empezó a aflorar en nuestra piel.

Clara tiraría más leños al fuego, obviamente solo porque nosotros estábamos presentes se acercó a la chica que tenía a su derecha y empezó a besarla en la boca, muy caliente, muy apasionado, como si solo estuvieran ellas dos en ese sitio.

A esa chica parecía no importare el motivo por el cual se estaban besando, pero Clara solo alternaba esos besos con miradas directas hacia nosotros.

Desconozco como habría terminado esa noche de domingo de seguir adelante, porque Arturo ya se había envalentonado y quería ir a la mesa donde ellas estaban, pero lo tomé por el brazo, y en verdad, era nuestro tiempo de pareja, un tiempo que nos debíamos desde muchos años, y no todo sería revolcarnos con una putita que se había cruzado en el camino.



Así volvimos a nuestro lugar, dejamos el coche en el estacionamiento y subimos a nuestro departamento. Abrimos los cortinados, sin encender las luces, en la penumbra del lugar adivinábamos nuestras formas, invadidos por la luz externa del complejo, apenas el sereno deambulaba aburrido de un sitio a otro, todo era quietud, como una postal congelada en el tiempo, el agua de la piscina se veía tranquila, como un espejo, era muy erótico.

Lentamente dejé caer mis ropas en silencio, me había depilado por completo porque sabía que mi esposo se enloquecía en esa situación, el avanzó para besarme, pero en un juego de seducción lo rechacé.

Caminé hacia el baño, donde estaba el yacusi, lo llené con agua tibia mientras el me seguía el juego dejando sus ropas de lado.

En minutos, nuestros cuerpos desnudos se mimaban piel a piel bajo el agua, sus chorros acariciaban el entorno y la espuma del jabón en la superficie impedía ver por debajo.



Así nos llenamos de besos, le acariciaba su verga enorme, y cada tanto asomaba a la superficie mis pechos, donde mis pezones marcados y filosos despertaban sus bajos instintos.

El me daba besos por el cuello y me decía que yo misma me tocara los pechos, eso le gustaba mucho y en verdad, todo lo que a él le calentaba a mí también me calentaba, amaba provocarlo

Arturo pasó entonces una de sus piernas por debajo de mis glúteos y me empujó hacia la superficie, quedando expuesta ahora mi vagina depilada., tomó la ducha de mano, y la llevó a mi sexo, directo, los finos chorros de agua tibia jugaban en mi clítoris, me gustaba, traté de hundirme, no aguantaba ese roce continuo, pero el aún tenía su pierna bajo de mí y con facilidad lograba mantenerme a flote.


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Le supliqué que ya no lo hiciera, pero mis jadeos contenidos me delataban y ya me acariciaba los pechos por mi propio placer, me mordía los labios y mi esposo solo aceleraba a fondo, me mordía con delicadeza el cuello y los hombros, me sentí venir, el maldito no pararía hasta salirse con la suya y en el borde del abismo exhale todo el placer contenido, entonces sí, sacó su pierna riendo y me permitió hundir nuevamente mi sexo aun hinchado

Solo atiné a comprobar su verga, estaba dura, fui sobre él, lo monté, me la metí toda, y metí mis pechos en su boca, me los chupó con pasión, mientras yo apretaba su cabeza contra mi propio cuerpo y sentía toda su hermosa pija entrar y salir, tan grande y perfecta como era.

Tuve muchos pequeños orgasmos más sintiendo su sexo dentro del mío, y solo me detuve cuando lo sentí explotar en mi interior, amaba terminar con la conchita llena de su leche.



Llegaron los minutos de mimos después del sexo, era tarde, salimos, nos secamos y aun con la piel húmeda fuimos a la cama, me puse de lado, sentí que Arturo me abrazó por detrás y solo me quedé dormida



Un nuevo día me despertaría casi en la misma posición en que me había dormido, hacía tiempo no descansaba de tal manera, respiré profundo, giré un poco y mi marido estaba en la misma situación que yo, un poco dormido, un poco despierto, me noté desnuda y recordé que él también estaba desnudo, llevé mi mano a su sexo y como cada mañana estaba duro como piedra, solo empecé a acariciarlo muy rico, no me conocía a mí misma, tenía un apetito sexual insaciable, vivía con mi conchita hirviendo y solo lo seguí provocando

El reaccionó, pasándome sus brazos por debajo de los míos empezó a acariciar mis pechos y me susurró al oído lo puta que me estaba portando, nos besamos, me giró, me levantó las piernas y me la metió toda



Empezó a cogerme, fuerte, más fuerte, me decía lo bonita que me veía y eso me encantaba, estaba mojada, mis pezones marcados, llevé mi mano a mi clítoris, pero Arturo, abusando de su masculinidad impidió que me tocara, me dijo que no, que me quería dejar bien caliente, maldito perverso, me sentía hervir y solo me mordía los labios hundida en mi impotencia, jugaba a violarme y solo no podía con tanto

Lo sentí venir, pero el salió de repente y vino sobre mi rostro, me dijo que abriera la boca, era hora del desayuno.

Lo hice, su glande desnudo estaba a un par de centímetros de mis labios, estiré la lengua fuera de mi boca solo para acariciar el extremo de su sexo y solo esperé

Su jugo caliente empezó a chorrear y lo sentí sobre mi lengua, sobre mis labios y empecé a tragar poco a poco, estaba espeso, sabroso, solo me encantó

Luego se encorvó sobre mí y me dio un beso profundo, aún tenía parte de el en mi boca y no podía ser un final más perfecto



Poco después, bajamos a desayunar, el sol brillaba en el cielo, parecía ser un día perfecto a no ser por una ventisca persistente y un tanto fresca que cruzaba el complejo proveniente desde el río, chocando con las montañas que estaban al otro lado.

Saludamos a la señora Rosa, cruzamos unas palabras, y entre algunas cosas, nos indicó como buena lugareña que ese viento traería agua, era típico del lugar.

Nos sentamos contra el ventanal que daba a la calle, fue cuando llegó Clara con una tetera con café y otra con leche, la saludamos, pero su rostro estaba cortante, distante y casi se limitó solo a su rol de empleada cliente



Que le pasa a esta? - preguntó mi marido cuando ella se retiró



La respuesta era obvia, soy mujer, estaba despechada, seguramente la noche anterior, en el bar, tenía otras intenciones, seguro un nuevo juego de tres, pero no había tenido lugar en nuestra pareja

Cuando ella volvió minutos más tarde, y como si nada ocurriera, le pregunté que sugerencia nos daba para pasar ese domingo, puesto que sería 'nuestro último día' y ya no había muchas opciones

Clara, comprendió que en mis palabras el mensaje, no había tiempo para histeriqueos, el tiempo se agotaba, lo meditó y nos dio un par de opciones como para zafar, pero lo que en verdad importaría del momento, fue que nos dejara un papel donde estaba anotado su celular, mientras nos confesaba que el lunes sería su día libre y que, si nosotros quisiéramos, por la noche tendría disponibilidad para despedirnos.





CONTINUARA



Si te gustó la historia puedes escribirme con título ‘TRES DÍAS EN EL PARAISO’ a dulces.placeres@live.com

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