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Mi Vecino Superdotado [09].

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Mi Vecino Superdotado [09].


Capítulo 09.

El Desvelo de Sonia.

Al salir de su departamento Silvana se cruzó con una de sus vecinas.
—Hola Sonia ¿qué hacés despierta tan temprano?
— ¿Qué tal, Silvana? Quería salir a caminar un ratito.
—¿A las siete de la mañana? —Preguntó mientras avanzaban por el pasillo.
—Sí, ¿por qué no? el día está lindo y las calles ya están llenas de gente, porque todos entran a trabajar. Solo quería ir a dar una vuelta por el parque Rivadavia. Es que ando con problemas para dormir. Quizás eso me ayude a despejarme un poco. ¿Y vos, ya te vas a trabajar?
—No, estoy de licencia. Aunque por costumbre me despierto a esta hora. Voy a la panadería, quiero comprar algo para el desayuno…
La puerta del ascensor se abrió de golpe y las dos mujeres quedaron ante una escena que parecía el sueño de una productora pornográfica. Malik estaba de pie con su enorme miembro viril a la vista. Erecto, venoso e imponente. Le quitó el aire a Sonia en un instante. Pero el senegalés no estaba solo. Frente a él había una joven rubia muy bonita… completamente desnuda. Ni siquiera una pequeña tanga cubría sus partes nobles. La chica estaba agachada en “posición rana”, con las rodillas flexionadas y las piernas bien abiertas, con una mano acariciaba su concha y con la otra sostenía la pija de Malik al mismo tiempo que hacía un gran esfuerzo por tragarla. Era obvio que no conseguiría meter todo ese trozo de carne negra en su boca, aunque esto no impedía que ella lo siguiera intentando con todas sus ganas. 
Malik vio a las dos mujeres del pasillo y se quedó boquiabierto, con los ojos como platos, sin saber que decir. En ese momento su verga comenzó a escupir grandes chorros de líquido blanco, que llenaron la boca de la rubia. Ella tuvo que sacar la verga y el excedente de semen cayó por su cuerpo. Las siguientes descargas, de una potencia que Silvana solo había visto en películas porno, cayeron en toda la cara de la chica, cubriéndola casi por completo. 
—¡Ay, por el amor de dios! —Exclamó Sonia al ver este acto sexual tan explícito y sucio. 
Esto hizo que la joven rubia se pusiera de pie de un salto, mostrando como no solo su cara, sino también buena parte de su cuerpo, había quedado salpicado por el semen de Malik. Para poder hablar primero tuvo que tragar la leche que tenía dentro de la boca, luego solo atinó a decir:
—Ay, perdón… no las vimos… 
Se generó un silencio incómodo donde la mente de las mujeres del pasillo trabajaba para poder procesar toda esta información. Finalmente Silvana dijo:
—¡Malik! ¿Te parece bien estar usando el ascensor del edificio para tus jueguitos sexuales? 
Reconoció a la rubia, por las fotos que le mandó Paulina. Era Belén, aún y con todo el semen en la cara pudo identificarla. No lo dijo porque no quería que este suceso repercutiera en Paulina.
—Les pido mil disculpas. Creímos que era un jueguito inocente, que nadie nos descubriría a esta hora de la mañana… y nos equivocamos. Les prometo que no volverá a ocurrir. —Una frase que, para Silvana, ya se había convertido en un cliché de Malik—. Voy a hacer todo lo posible por compensarlas por este mal momento que les hice vivir. Mis más sinceras disculpas.
—Antes de disculparte —dijo Sonia—. Deberías vestirte… no quiero seguir viendo tu… tu cosa. Y vos, nena… debería darte vergüenza comportarte de esta forma. —La chica juntó algo del piso, parecía ser su vestido—. ¿Cómo vas a permitir que un hombre te… te haga esto, que te deje así, toda llena de… de eso, ya sabés. Ay, dios… es que ni puedo mirarte. Por favor, tapate con algo.
—Disculpen —dijo la chica, parecía asustada. 
No se cubrió pero sí pasó rápido entre las dos mujeres y esperó a Malik junto a la puerta. El senegalés no pudo meter su pene dentro del pantalón, ya que aún estaba erecto. Pasó cabizbajo entre las dos mujeres repitiendo “perdón” una y otra vez. Luego entró en su departamento, acompañado por su amante.  
—¡No lo puedo creer! —Exclamó Sonia—. Esto es lo más vergonzoso y asqueroso que vi en este edificio. Pensé que Malik era un hombre más… respetuoso, pero ya veo que tiene que aprender modales y normas de convivencia. Voy a tener que informarle de esto a Osvaldo.
—Emm… sí, puede ser. Habrá que informarle. 
Silvana no quería que Malik se viera perjudicado. Si bien no le gustaba tener que presenciar este tipo de escenas, sentía que el senegalés podía aprender por las buenas. Sin embargo, no podía detener a Sonia. Ella estaba en todo su derecho a elevar una queja. 

—------

Por suerte para Silvana, Sonia quedó tan aturdida por la escena del ascensor, que ni siquiera hablaron de lo ocurrido. Aunque no todo le podía salir bien en ese día. Tal y como había previsto, se aburrió muchísimo. Dio vueltas por su casa, intentando distraerse con lo que sea: series, películas, música, libros… hasta intentó jugar League of Legends. No entendió absolutamente nada y desistió luego de tres partidas. Los demás jugadores la insultaron en repetidas ocasiones. Por suerte usó la cuenta de su novio, así que nadie supo quién era en realidad. Se preguntó si esto afectaría en algo al juego de Renzo, porque muchas de las protestas llegaron porque ella estaba jugando muy mal en “partidas clasificatorias”. Había escuchado a su novio emplear ese término en varias ocasiones; pero no sabía exactamente a qué se refería. 
A pesar de que su sensación fue que las agujas del reloj estaban detenidas, el tiempo pasó. Se hizo de noche y empezó a ganarle el cansancio. Se fue a acostar, con la esperanza de dormir hasta la mañana del día siguiente. Pero su vecino tenía otros planes.
—La puta que lo parió —dijo Silvana, al despertarse.
Estaba inmersa en un profundo sueño cuando empezó el ya conocido golpeteo. “Paf, paf, paf, paf”. Subiendo y bajando de intensidad. Podría haberlo dejado pasar, ya que al día siguiente no tenía que trabajar. Sin embargo, Malik ya tenía una mancha en su historial después de esa escenita en el ascensor. Silvana no quería pasar otra noche sin poder dormir en paz. Miró el reloj, eran las dos de la madrugada. 
—Si este tipo piensa que puede hacer ruido a esta hora y yo no le voy a decir nada, entonces está muy equivocado. 
Silvana salió de su cama hecha una furia, ni siquiera tomó en cuenta que solo tenía puesto un top blanco muy escotado (el cual le marcaba mucho los pezones) y una pequeña tanga de algodón, también blanca. Sus nalgas rebotaron con la furia de sus pasos. 
Llegó al pasillo y hundió el dedo en el timbre del senegalés. Dio timbrazos intermitentes hasta que desde adentro escuchó a Malik diciendo: “Está abierto”. 
Silvana se preguntó si Malik estaría esperando a otra de sus amantes. A pesar de eso, abrió la puerta. 
En la sala no había nadie, estaba todo perfectamente ordenado. Al parecer su vecino sí tiene un buen criterio del orden y eso le gustó. Lo único extraño en esa escena eran los gemidos femeninos que llegaban desde una de las habitaciones. Silvana siguió el origen de ese inconfundible ruido y al asomarse dentro del cuarto pudo ver a Malik, de pie detrás de la cama, dándole duras embestidas a una chica que estaba en cuatro frente a él. La chica gemía como si la estuvieran torturando y la verga bombeaba con potencia dentro de su concha. Silvana se quedó estupefacta al ver cómo esa vagina era capaz de contener un miembro tan ancho… y tan largo. Pero más se sorprendió al reconocer a la chica:
—Paulina! —Exclamó—. La puta madre, nena… ¿podés dejar de garchar un rato? Quiero dormir.
—Ay, hola Silvana —Paulina empezó a reírse, evidentemente la situación le resultaba muy divertida—. ¿Estás loca? Mirá si voy a dejar de garchar ahora… Malik me está dando la cogida de mi vida… y hoy me la va a meter toda por el culo.
— ¿Qué? ¿Por el culo? La que está loca sos vos, Paulina… ¿cómo pensás que todo eso te va a entrar por el culo? Te puede lastimar.
—Quedate tranquila, Silvana… sé lo que estoy haciendo —aseguró Malik—. Ya tengo mucha experiencia en sexo anal, en especial con mujeres primerizas. 
—Así es… —dijo Paulina—. A Belén ya le rompió el orto y me dijo: “Amiga, tenés que probarlo, es una absoluta maravilla”. 
—Sobre tu amiga Belén también tengo quejas. A la mañana la vi chupándole la pija a Malik… en el ascensor. 
—Sí, me contó eso también. Casi se muere de la vergüenza… pero al mismo tiempo le resultó muy excitante. No seas tan ortiva, Silvana… vení, sentate… aunque no quieras coger con Malik, podés mirar cómo me la mete. Me gustaría mucho que mires.
—No, Paulina —los ojos de Silvana estaban fijos en ese falo ancho y venoso que entraba y salía de esa concha que parecía estirada hasta su límite—. No me interesa ver como cogen, y mucho menos quiero ver sexo anal. Me da miedo que te pueda lastimar. Por favor, dejen de hacer ruido… solo quiero dormir.   
—Ay, Silvi… deberías divertirte un poco más —dijo Paulina entre risitas—. Y no te hagas la que te da impresión el sexo anal. Con el culazo que tenés ya habrán desfilado varias pijas por ahí…
—No, nada que ver…
—Che, Malik… ¿y si le hacemos un regalito a Silvana? Le podemos dar lo que yo estuve usando hace un rato…
— ¿Segura?
—Sí, segurísima… confiá en mi… y si se enoja, que se enoje conmigo.
—Muy bien —Malik agarró algo de la cama, Silvana no alcanzó a ver de qué se trataba, luego se acercó a ella con una gran sonrisa que sacaba a relucir su perfecta dentadura blanca—. Lo siento… son órdenes de Paulina.
Malik abrazó a Silvana. Ella no pudo retroceder, los fuertes brazos del senegalés la aprisionaron. Con horror notó cómo le bajaba un poco la parte posterior de la tanga y antes de que pudiera protestar sintió algo duro entrando por su culo. 
—Ay, no… no… soltame… 
—No la sueltes —ordenó Paulina—. Metelo hasta donde entre… y si no quiere quedarse a mirar, que se vuelva a su casa.
—Ay… no, Malik… me duele.
El culo le ardía, por suerte el objeto estaba muy bien lubricado, por lo que la punta consiguió entrar. Silvana supo de inmediato que era uno de esos dildos anales con varios “niveles” de grosor. La punta era más angosta, luego seguiría una sección un poco más ancha, y después una tercera, aún más ancha que las otras dos. 
Malik dejó el dildo en su culo, sin meterlo completamente. Quedó sostenido por la misma presión que ejercía la diminuta tanga… presión que Silvana podía sentir, al igual que sentía algo esférico dentro de su culo luchando por salir. Luego, sin darle tiempo a nada, Malik la condujo hasta la salida, la dejó en el pasillo y le cerró la puerta en la cara justo luego de decirle:
—Perdón por el ruido, Silvana… y espero que no te enojes conmigo. La idea es de Paulina. 
Silvana se sentía humillada, pero no quería arruinar su amistad con Paulina, por lo que intentó tomarse la situación con humor. En su mente se dibujó la frase: “Esta me la vas a pagar, putita”. Incluso llegó a reírse… pero el dolor de culo la hizo volver a la realidad. Quería comprobar qué tan grande era la parte del dildo que había entrado y qué tan grande era lo que aún quedaba por fuera. Eso no podía hacerlo en el pasillo, por lo que dio dos incómodos pasos hasta su departamento… y una puerta se abrió.
Sobresaltada, Silvana le dio la espalda a la pared, con la intención de ocultar el dildo. La persona que se asomó fue la mismísima Sonia. La mujer llevaba puesto un camisón, aunque no mostraba señales de haber estado durmiendo.
—¿Silvana? ¿Qué hacés afuera a esta hora… y en ropa interior? 
—Eh… ah… hola Sonia. Disculpá si te desperté… es que… Malik estaba haciendo mucho ruido, le pedí que me dejara dormir en paz, al menos por una noche.
—¿Y se lo pediste con ese atuendo? Nena, se te ve todo. 
—Sí, lo sé… fue una imprudencia de mi parte —Dios, cómo me duele el culo, pensó mientras intentaba sostener el dildo haciendo presión contra la pared. Funcionó; también sirvió para que su culo se adaptara mejor a la penetración y se dilatara más—. Es que me enojé por el ruido y salí sin siquiera prestar atención a cómo estaba vestida. ¿Y vos? ¿Qué hacés despierta a esta hora? No me digas que fue por mi culpa.
—No, no te preocupes. Sigo con problemitas para dormir. —Silvana intentó mantener la compostura pero estaba sudando mucho, y su respiración agitada hacía que las tetas le subieran y bajaran. Hubiera agradecido tener un escote menos revelador, así estaba al borde de que sus pezones saltaran afuera. Lo peor de todo era que la tanga se le estaba metiendo dentro de los labios de la concha por culpa de la presión que hacía el dildo, por lo que la mejor táctica era… meterlo más adentro. Presionó, apretando los dientes, manteniendo la vista muy fija en Sonia y resoplando por la nariz. Era un proceso lento y doloroso, pero ya podía sentir cómo el dildo se apuntalaba mejor en su culo… aunque de momento solo tenía adentro la parte más angosta—. ¿No querés pasar a tomar un té con leche? De paso charlamos un ratito…
—Ay… no sé, Sonia, lo que pasa es que… 
—Ah, si no podés no te hagas drama. Te lo pregunté porque dijiste que estás de licencia, si mañana no tenés que trabajar entonces no hay problema si trasnochás un poquito. 
—Em… sí, sí… eso es cierto.
Silvana pensó en alguna buena excusa, debía mantenerse muy quieta, con el dildo presionado contra la pared. Le aterrorizaba la idea de dar un paso y que se le cayera. No sabría cómo explicarle a su vecina que tenía un dildo metido en el culo. Probablemente quedaría como una degenerada.
—Dale, solo va a ser un ratito. —Sonia la tomó de la mano en el preciso instante en que Silvana estuvo a punto de decir: “Muy bien, pero antes voy a ponerme un pantalón”. 
Para evitar que el dildo se cayera, intentó no hacer movimientos bruscos. Su mejor alternativa fue acompañar a Sonia hasta el interior de su departamento. La mujer cerró la puerta y Silvana se quedó de pie, volviendo a utilizar la técnica de sostener el dildo contra la pared. Por suerte para ella Sonia se puso a soltar un monólogo sobre los vecinos que no respetan las normas de convivencia del edificio y comenzó a preparar todo para el té con leche, añadiendo: “Tomar un té con leche bien caliente siempre me ayudó a dormir mejor”. 
Mientras tanto Silvana presionaba más su culo contra la pared en un desesperado intento de encajar bien ese maldito dildo, porque ni siquiera tenía un bolsillo para esconderlo… y no podía dejarlo tirado en cualquier parte de la casa de su vecina. Sin embargo, encajarlo mejor requería meterlo más adentro, al menos hasta la mitad. Para eso su culo debería dilatarse más de lo que ya estaba. 
—¿Estás bien, Silvana? ¿Te duele algo? Estás transpirando…
—Ah, es que… últimamente anduve con un poco de fiebre, por eso estoy de licencia. Y no te preocupes, sé que no es covid. Uf… me duele un poco la cabeza, nada más…
Tuvo que hablar apretando los dientes, mientras el dildo iba abriendo más y más su culo. No creía que pudiera soportarlo.
—Ah, entiendo… bueno, el tecito te va a hacer bien. Por cierto, ya le avisé a Osvaldo sobre el comportamiento inapropiado de Malik. Lo siento mucho por él, porque parece un buen muchacho, pero no podemos permitir que mantenga relaciones sexuales en el ascensor del edificio. 
—Sí, sí… muy cierto.
Silvana no le estaba prestando mucha atención, toda su energía estaba puesta en presionar contra el dildo para que su culo, de una buena vez por todas, consiguiera la dilatación apropiada. El segundo segmento del dildo le parecía mucho más ancho que el primero, más de lo que tenía previsto.
—De todas formas lo que más me sorprendió fue… bueno, ya sabés… no hace falta que disimulemos al respecto. Yo no sabía que un hombre pudiera tener un miembro de ese tamaño. ¿Y vos? ¿Alguna vez habías visto algo así?
—Em… no, nunca… aunque no es la primera vez que veo a Malik desnudo.
—¿Ah no?
—Lo que ocurre es que él es nudista, por una costumbre cultural. Proviene de una crianza en la que andar sin ropa es algo natural. Así que a veces le cuesta adaptarse a nuestras costumbres.   
—Eso se lo puedo respetar… pero me va a matar de un infarto si me muestra esa cosa otra vez. Parece una anaconda. Da impresión. Ni me quiero imaginar cómo habrá sufrido esa pobre chica si es que después hicieron algo más. ¿Vos creés que hayan hecho algo más?
—Estoy segura de que sí…
—Pero… ¿como? —Sonia la miró, parecía confundida—. Es imposible que algo tan grande entre… ya sabés… ahí abajo —señaló su entrepierna.
—Yo pensaba lo mismo… uf… —lo estaba consiguiendo, la parte más ancha del segundo segmento estaba entrando—. Pero revisé en ciertas páginas de internet —No quiso mencionar que eran fotos que le mandó Paulina—, y descubrí que sí entra.
—Wow… ¿de verdad? Ahora me quedé con la curiosidad… y ojo, no pienses que yo… con Malik, no, nada de eso… es que…
—Es que se despiertan dudas, lo sé muy bien Sonia. A mí no me resulta atractivo el miembro de Malik, de hecho… me da miedo. Es demasiado grande.
—Sí, así es… yo ni loca estaría con un hombre que tiene semejante cosa. Nunca fui de fijarme en cuestiones de tamaño.
Silvana se preguntó si su vecina alguna vez habría tenido un amante, porque si bien era una mujer con buen atractivo físico, nunca la vio acompañada por nadie. Sonia siempre estaba sola. 
—Yo tampoco —aseguró Silvana—. Me dolería de solo imaginarme la situación…
Y el dolor se hizo más presente cuando por fin consiguió que el segundo segmento del dildo entrara. Fue un pico intenso de dolor agudo seguido del inmediato alivio, porque cada segmento del dildo era como una bola estirada. Una vez que entró esa parte ancha, el resto se hundió en su culo con suma facilidad. Solo quedó afuera el tercer segmento, el más ancho de todos. 
—Sí… y además… dios, qué asco esa chica, la rubiecita. Permitir que le hagan eso en la cara. Dios, fue como ver una manguera de bombero que solo tira…
—¿Leche?
—Sí, eso… que asco. Te juro que eso es lo que me dio más impresión. Me daría mucho asco estar con un hombre que eyacula de esa manera. Nunca tuve tolerancia para ese tipo de cosas. 
—Ni yo tampoco —respondió Silvana, de forma automática.
Con la mayor parte del dildo metido en su culo, pudo dar unos pasos sin tanto temor a que el juguete se cayera al piso. Su tanga se encargaba de mantenerlo ahí, apuntalado. Se movió lentamente y puso sus manos sobre la mesa. 
—Sentate, Silvana… ponete cómoda. En unos minutos ya va a estar listo el tecito. 
—Em… sí, no tengo apuro, dale tranquila. 
En realidad se impacientó, porque sabía que debía hacer algo. No podía sentarse con un tercio del dildo sobresaliendo de su culo, ni podía quitárselo. “¿Qué hago? ¿Qué hago?”, pensó. Se dio cuenta de que no tenía más alternativa: debía meterlo todo. Pero para hacer eso debería centrarse más en la tarea. 
—Y vos dijiste que Malik no te deja dormir porque está teniendo relaciones con alguien… pobrecita la chica, debe estar sufriendo mucho.
—Em… yo creo que en realidad la está pasando bien. No comparto sus gustos; pero me da la impresión de que ya no le duele tanto. La vagina se puede dilatar más de lo que pensamos.
—Puede ser… aún así me resultaría un martirio. 
—Sonia, ¿puedo pasar al baño?
—Sí, sí… claro. Al fondo de ese pasillo. 
Silvana tuvo que caminar lentamente hasta el pasillo intentando que la protuberancia que sobresalía de su tanga no se viera. Aprovechó el segundo que tuvo cuando Sonia le dio la espalda, para perderse de vista. Luego aceleró el paso, fue incómodo caminar con eso metido en su culo, pero al menos consiguió llegar al baño.
Una vez allí dentro, lejos de la mirada inquisidora de su vecina, se quitó la tanga y le dio un tirón al dildo, para sacarlo. Suspiró de alivio. Sentía cómo su culo le latía por la presión a la que había sido sometida. Observó el dildo, a simple vista no le pareció tan ancho, quizás su culo había exagerado un poco. Pero como llevaba mucho tiempo sin introducir nada por ese orificio, la falta de costumbre hizo que la tarea resultara más complicada.
“No es para tanto, Silvana —pensó—. Durante la pandemia te metiste algo tan grande como esto en el culo”.
Una escena que se inventó dentro de su cabeza volvió a mostrarse en su memoria tan vívida como en aquellos días de aislamiento obligatorio.
“¿Pudiste metértelo todo en el culo, Silvana? No me imaginé que fueras de las que disfrutan metiéndose cosas por el culo. Seguramente serás de esas putas que se someten al sexo anal sin dudarlo”. 
Esa molesta voz era la de Vanina Marchetti. Aún le atormentaba tener que cruzarse con ella en el ambiente laboral. Una de sus más grandes pesadillas consistía en que Vanina se le hiciera ese tipo de planteamientos. Se sentía en desventaja con ella. Vanina conocía uno de sus secretos más humillantes: Se había comprado un buen dildo para metérselo todo por el culo… y lo consiguió. Durante los meses de cuarentena se sometió a varias sesiones de “castigo anal”. Sesiones que prefería borrar de su mente para siempre, hacer de cuenta que eso nunca había ocurrido… pero que ahora estaban más vivas y presentes que nunca. El juguete que le metió Malik despertó todos esos recuerdos.
Y ahora debía volver a vivir esa experiencia por culpa de la “bromita” de Paulina. 
“Puta de mierda, me la vas a pagar”, pensó Silvana… aunque no lo hizo con rencor. En parte la situación le resultaba divertida, a pesar de que debiera esforzarse un poco más de lo habitual para encontrar ese divertimento. 
Aún así, le aterraba la idea de que Sonia la viera con ese dildo anal.
“Vas a tener que meterlo todo, Silvi… no te queda otra. Vos podés, ya sabés que podés”. 
A pesar de que para ella era humillante someter su culo a esta clase de juegos, tomó el dildo anal y empezó a empujarlo hacia adentro otra vez. En esta ocasión se pudo ayudar con la mano, lo que le permitió meterlo y sacarlo repetidas veces. Una técnica ya estudiada que le facilitaba la dilatación anal. Meter el primer segmento fue sencillo, el segundo le hizo doler, como indicándole que aún no estaba lista para algo tan ancho… pero debería estarlo. 
Silvana conoce bien su cuerpo y las reacciones del mismo. Durante la cuarentena aprendió que para meter un dildo en su culo debe acompañarlo con cierta excitación sexual, de lo contrario le resulta imposible. Se sintió humillada al tener que masturbarse en el baño de su vecina mientras se castigaba el culo con un dildo; pero la situación la había arrinconado. 
“Vamos, vamos… fuerte… más fuerte”, se dio aliento a sí misma. 
Meter y sacar el dildo con una mano mientras con la otra se frotaba la concha era una práctica incómoda, en especial para hacerlo de pie. En su cama hubiera sido mucho más sencillo. 
Para que su nivel de calentura creciera más rápido se metió dos dedos en la concha, luego los sacó y presionó con ellos su clítoris. Esa presión siempre la hacía gemir y esta vez no pudo evitarlo.
—Silvana… ¿Estás bien? —Preguntó Sonia, estaba de pie justo del otro lado de la puerta.
—Em… sí. Me estoy lavando la cara, ya salgo. 
—Okis… el té con leche va a estar listo cuando salgas. Te espero. 
—Dale, ya voy…
“La puta madre”, pensó. 
Le dolía, aún así podía sentir cómo su culo se abría cada vez más. Lo bueno era que el dildo no tenía base, lo cual le permitiría meterlo por completo y dejarlo ahí. Lo malo es que el tercer segmento era demasiado ancho. Las veces que se metió su propio dildo en el culo lo hizo tomándose el tiempo necesario para lograr una buena dilatación. Ahora no tenía tiempo…
“Así… bien… más adentro, ya casi lo tenés… entrá, la puta madre… entrá de una vez” 
Apretó los dientes para no gritar y resopló por la nariz. Se pajeó mucho más rápido y castigó su culo con el dildo hasta que… zaz! El juguete se fue para adentró. 
Una vez más la invadió ese dolor agudo, que le hizo flexionar las piernas y chillar en silencio; pero luego el alivio… acompañado de la satisfacción de haberlo conseguido.
Tenía el corazón muy acelerado y la cara cubierta de sudor. Una de sus tetas había decidido saltar hacia la libertad. Volvió a guardarla dentro del escotado top y se lanzó rápidamente a lavarse la cara. Luego de secarse se puso la tanga y salió del baño.
El primer paso fuera fue incómodo, tenía la sensación de que, en cualquier momento, el dildo se saldría y pasaría un momento de mucha vergüenza. 
“De a poco, Silvana… solo tenés que llegar hasta el comedor”. 
Caminó con las piernas muy juntas y volvió a encontrarse con Sonia. Se esforzó por sonreír.
—Perdón por la espera, ya me siento mejor —dijo al verla.
Y en ese momento supo que quizás debió permanecer en silencio durante unos segundos. Sonia estaba agachada, buscando algo debajo de la mesada y su camisón se había levantado. Pudo ver la ropa interior de la mujer con vello púbico asomando a los lados.
—Ah… ok… está bien, me alegro —dijo Sonia, completamente roja de la vergüenza—. Este… em… se cayó una cucharita. No pude encontrarla. En fin, no importa, saco otra del cajón. Toma asiento, por favor.
Silvana tomó asiento y notó cómo el dildo se le metía aún más adentro. Lo sufrió, pero al mismo tiempo lo agradeció. Ahora no había chances de que se le saliera, solo debía soportarlo ahí dentro hasta que terminara de tomar el té con leche. 
Sonia se sentó frente a ella y comenzó a llenar los dos pocillos. Silvana notó la preocupación en la cara de su vecina.
—¿Estás bien? —Le preguntó.
—Em… sí. Lo que pasa es que… ¿Se me vio mucho?
—Ay, Sonia —Silvana le sonrió con amabilidad—. No tenés ni que preocuparte por eso. ¿Acaso te olvidaste de que yo estoy literalmente en tanga? Encima es una de las tangas chiquitas.
—Sí, sí… lo sé… pero yo no tengo el cuerpo que tenés vos.
—Tenés un gran cuerpo, Sonia.
—Querrás decir “para mi edad”.
—No, digo que tenés un gran cuerpo, y punto. Sos una mujer muy voluptuosa y bonita —se le acercó para hablar en voz baja—. Sé que muchos en el edificio hubieran querido ocupar mi lugar en ese momento y verte agachada, les hubieras alegrado el día.
Sonia comenzó a reírse.
—Ay, gracias… con eso me alegraste la semana. Pero si somos honestas, más se deleitarían viéndote a vos en tanga. Hasta podría considerarme una privilegiada. No muchos deben verte con esa ropa.
—La verdad es que no suelo andar así.
—Sé muy bien que hay gente en el edificio que se fija mucho en tu cuerpo… y en la forma en que te vestís. ¿No consideraste usar ropa más discreta? Digo… para que no te molesten.
—No. Me importa poco lo que piense la gente al respecto —Silvana tomo un sorbo de té—. Además ya lo hablé con mi novio, y a él no le molesta que use ese tipo de ropa. 
—Me parece bien, es tu decisión. Solamente creo que deberías tomar en cuenta el impacto que puede causar tu propio cuerpo. Es que… tenés unos pechos impactantes… y ni hablar de tu cola. Son como imanes para la mirada de todos. 
—No creo que sea para tanto. Además hoy en día somos muchas las mujeres que buscamos vestirnos así.
—Eso es muy cierto… 
Siguieron tomando el té y cambiaron a temas más triviales, como la administración del edificio y ciertas cosas que quizás necesitaban mantenimiento o una mano de pintura. Si bien a Silvana le resultó un poco incómodo estar sentada ahí con el dildo metido completamente en el culo, al menos agradeció que éste no tuviera espacio para salir. 
Silvana sintió un enorme alivio cuando el ritual de té nocturno llegó a su fin. Se alegró tanto de por fin poder marcharse que se ofreció a ayudar a juntar la mesa. Teniendo mucho cuidado al caminar, llevó los pocillos hasta el lavaplatos.
—Ay, Silvi —dijo Sonia—. Con esa tanga podés causarle un infarto a más de uno… o más de una. Lo digo en el buen sentido. Se nota que te ejercitás mucho… para tener las nalgas tan firmes hacen falta dos cosas: ejercicio y juventud.
—Gracias, Sonia. No hago ejercicio con la intención de tonificar mis nalgas… digamos que es una consecuencia de mantenerme en buena forma física.  
Temió que su vecina notara algo raro sobresaliendo de la parte posterior, por lo que se apresuró a mirarla de frente otra vez, dejando sus nalgas contra la mesa. 
—Esperá —dijo Sonia—. ¿Qué tenés ahí?
“Ay, la puta madre… lo vio”
—¿A qué te referís?
—Ahí… tenés algo, no sé que es… 
Para sorpresa de Silvana, Sonia se arrodilló frente a ella y le miró desde muy cerca la zona de la vulva.  
—Esto… ¿Qué es? No me digas que sos de esas que usan piercings en el clítoris…
Silvana pudo respirar en paz. Su vecina no había visto el dildo, solo sentía curiosidad por esa pequeña protuberancia en la ajustada ropa interior. 
—Ay, no… no es un piercing, Sonia —soltó una risita divertida—. Es mi clítoris.
—¿Qué? ¿De verdad?
El dildo comenzó a salir de su refugio y ante el temor de que la dejara expuesta, Silvana se sentó en la mesa. El juguete sexual volvió a enterrarse por completo en su culo y la invadió una fuerte sensación que su cuerpo interpretó como placer.
“Uf… eso fue inesperado”. 
Su corazón volvió a acelerarse y el eco de la masturbación en el baño se hizo presente. La excitación le puso duros los pezones. 
—Fijate, Sonia… que total estamos entre mujeres, y en confianza. No es ningún piercing… mi clítoris es un poquito más grande de lo normal. No mucho, pero sí lo suficiente como para que resalte si uso ropa muy ajustada. 
Sonia acercó una mano temblorosa con el dedo índice extendido y lo posó suavemente en esa pequeña protuberancia en la tanga. Silvana experimentó otra descarga de placer e instintivamente separó más las piernas. 
—Wow… sí… se nota… está durito. —Movió el dedo formando pequeños círculos sobre el clítoris—. ¿Y no se te irrita? Digo… con el roce de la ropa interior.
—No, no… de hecho no me trae muchos problemas. Solo tengo que tener cuidado al usar calzas muy ajustadas, ahí sí podría notarse.
—Sí, claro… me imagino, y no es una imagen digna de una dama. No deberías salir a la calle con el clítoris marcado en la calza. Es de mal gusto. —Siguió moviendo el dedo en círculos—. Es impresionante, nunca había visto un clítoris así… —acercó más su cara, como si quisiera analizarlo a nivel microscópico. Se puso tan cerca que Silvana pudo sentir el aliento de Sonia contra su sexo—. Tenés la ropa interior húmeda… 
“Y como para no… tengo tremendo dildo invadiéndome el culo”, dijo la voz de la consciencia de Silvana. 
—Bueno, eso es un pequeño accidente, lo que pasa es que yo lubrico muy pero muy bien —de pronto sintió que estaba teniendo una de esas peculiares charlas con Osvaldo. Se preguntó si con Sonia también podría charlar de la misma manera… porque si tenía que elegir entre hacerlo con el portero del edificio o con su vecina solterona; prefería mil veces hablar con Sonia—. Apenas siento un poquito de presión y ya empiezo a mojarme. ¿A vos no te pasa?
—Em… ¿yo? No a este nivel… no creo. Es que… me parece mucho.
—Para mí es normal —dijo Silvana—. Pero cada cuerpo es diferente.
—Sí, sí… por supuesto, y no creas que estoy juzgándote o criticándote. Nada más lejos de eso. Solo lo digo porque me sorprende. 
Silvana pensó que quizás Sonia nunca había estado tan cerca de la vagina de otra mujer. Se preguntó qué pensaría su vecina si supiera que Paulina le practicó sexo oral. 
—¿Querés verlo mejor? —Preguntó Silvana, ya divirtiéndose con la situación.
—¿Eh? ¿Me vas a mostrar la…? —Señaló la entrepierna—. Ay… no sé. Me imagino que mucha gente se moriría de ganas de verla… aunque a mí me da un poco de vergüenza. Hasta me hace sentir un poquito mal. ¿Por qué yo tendría el privilegio que muchos otros quieren y no pueden?
—Porque a vos sí te la muestro, sonsa… yo elijo quién me puede mirar la concha y quién no. 
—Em… bueno, sí… es una buena forma de decirlo. Si no te molesta, entonces acepto…
—Muy bien…
Hizo a un lado la tela de la tanga sabiendo que desde esa posición, y mientras permaneciera sentada, no se vería el dildo asomando de su culo. 
Sonia se quedó paralizada, con la boca y los ojos muy abiertos.
—¿Y? ¿Qué te parece? —Preguntó Silvana, mientras sentía una ola de calor recorriendo su cuerpo. No entendía por qué esta situación le resultaba tan excitante. 
—Es preciosa… sí, ya veo que tenés el clítoris más grande de lo habitual… pero es muy… bonito. —El dedo curioso de Sonia volvió a posarse en ese botón femenino. A Silvana le resultó divertido que lo hiciera—. El mío es mucho más chiquito. Ahora me dio un poquito de envidia, me gustaría tenerlo así. Toda tu vagina es preciosa, Silvana… hace mucho que tengo ganas de verla. Gracias por mostrármela.
—¿Y por qué tenías ganas de verme la concha, Sonia?
La mujer se quedó muda, de pronto su semblante se puso serio y sombrío.
—No, no… por nada. Estoy diciendo estupideces, no me hagas caso.
—Ay, no te pongas así. Nadie te está juzgando. Pregunto por genuino interés, nada más. Cualquiera que sea tu respuesta, no me va a molestar, ni va a cambiar mi percepción sobre vos. 
—Mmmm… bueno… es que, en realidad es una tontería. Una boludez. Algo sin importancia.
—Decilo, Sonia, sin miedo.
—Lo que pasa es que vos sos una mujer tan atractiva que incluso otra mujer lo nota… tan solo con mirarte. Y a veces te veo con esos pantalones tan ajustados que usás y no puedo dejar de pensar “Uf… qué cuerpazo tiene Silvana… lo linda que debe ser desnuda”. Porque, aceptémoslo… las mujeres somos lindas estando vestidas, y mucho más lindas estando desnudas. ¿Me explico?
—Totalmente —a Silvana le gustó que mientras hablara Sonia siguiera masajeándole el clítoris lentamente—. Y entiendo todo a la perfección. Gracias por decírmelo, me hace sentir muy bien un halago honesto como el tuyo. 
Sonia abrió la concha con dos dedos…
—Hasta por dentro sos bonita… dios, si hasta parecés virgen…
Silvana abrió más las piernas y movió más su tanga, para permitirle a Sonia ver todo sin obstáculos. 
—No soy virgen, te lo puedo asegurar. Solo soy bastante estrecha… ¿ves? Yo jamás podría estar con un hombre como Malik.
—Ya lo creo. Una verga tan grande te destrozaría… —Silvana se dio cuenta de que esa era la primera vez que escuchaba a Sonia emplear la palabra “verga”. Decidió seguirle el juego.
—Yo prefiero las vergas mucho más pequeñas… porque sino me hacen doler. 
—Entonces eso quiere decir que Renzo… uy, que no se entere que tu vecino tiene una anaconda entre las piernas, porque no va a poder dormir en paz ni una sola noche. En especial sabiendo lo hermosa que es su novia…
—Puede dormir tranquilo. Sabe que yo no me fijaría en un hombre como Malik. 
—Lo sé; pero los hombres son celosos por naturaleza, Silvana… y suelen competir mucho con el tamaño de sus penes. —Sonia, en un acto de atrevimiento total, introdujo un dedo en la concha—. Y acá se nota que no te entra nada muy grande. 
El culo de Silvana ejerció presión para sacar el dildo, fue un movimiento involuntario, por suerte la mesa impidió que saliera. Pero una nueva ola de calor la invadió.
—Así es, no me entraría… ¿pero viste lo bien que lubrico? Eso para mí es una bendición. Si no fuera por eso, cualquier penetración me dolería.
—Eso mismo te iba a decir —Sonia se animó a llevar su dedo más adentro—. Está todo muy húmedo… dicen que las mujeres que lubrican mejor son las que más disfrutan del sexo.
—No lo sé, puede ser… aunque yo tengo el problemita de ser estrecha, así es difícil disfrutar. Fijate que hasta meter dos dedos es difícil.
—Ay… em… ¿estás segura, Silvana? No sería muy… invasivo.
—Dale tranquila, Sonia. Confío en que lo vas a hacer con cuidado… al fin y al cabo, ya tenés experiencia haciendo esto.
—¿A qué te referís? Pensás que yo soy les…?
—No, no, perdón… me expresé mal. Me refiero a que vos también sos mujer. Y… seamos honestas. Más de una vez te habrás metido los dedos. 
—Ay… qué vergüenza —Sonia se puso roja y soltó una risita nerviosa—. Está bien… sí… debo admitir que hago eso… con cierta regularidad. Es que yo no tengo tu suerte, no tengo pareja. No me queda otra alternativa, ¿me explico?
—Sí, Sonia… y no te sientas culpable. En tu situación yo haría exactamente lo mismo. Incluso teniendo novio, me hago una paja de vez en cuando. Aunque no le cuentes a Renzo…
—No, ni loca hablo con él. Mirá si tuviera que explicarle que te metí los dedos. Un horror. Por favor no le digas nada sobre esto.
—Quedate tranquila, va a ser nuestro secreto. Nadie tiene por qué enterarse de nada. 
Silvana abrió más las piernas, como invitándola a pasar. Sonia aceptó dicha invitación e introdujo lentamente dos dedos en esa húmeda concha. 
—Mm… sí, es muy estrecha, aunque imagino que esto resultará satisfactorio para muchos hombres.
—Depende de qué tan apurados estén por meterla. 
—Ah sí, es cierto… con una vagina tan delicada como esta hay que ser pacientes. Aunque creo que la paciencia vale la pena, tratándose de una mujer tan hermosa como vos. 
Silvana cerró los ojos y disfrutó de los toqueteos de Sonia. Su vecina era hábil y cuidadosa. En un momento sintió algo rozando la punta de su clítoris y se sobresaltó. No supo de qué se trataba. Parte de su cerebro le decía que se trató de una lengua; pero su lado más racional le decía que debió ser la yema de un dedo acariciándola. El movimiento brusco que hizo bastó para que Sonia se apartara y se pusiera de pie inmediatamente.
—Bueno, creo que ya vi suficiente —dijo con una risita nerviosa—. Gracias por la confianza, Silvana… y gracias por tomar el té conmigo. Llevaba mucho tiempo sin recibir visitas. 
—Gracias a vos por la invitación, Sonia… ahora, te dejo descansar.
—Sí, mejor… porque después del té con leche siempre me da sueño. No pretendo echarte ni nada, pero…
—Entiendo, yo también tengo sueño —Silvana se dio cuenta de que su vecina estaba intentando despacharla lo más rápido posible. Ella también sintió la necesidad de marcharse—. Otro día hablamos, con más tiempo… y quizás a un horario más normal.
—Sí, claro… yo estoy casi todo el día en casa. Cuando quieras pasar a visitarme, avisame. 
Silvana se arregló la tanga mientras Sonia abría la puerta. 
“Bien, Silvi… esta es tu oportunidad para salir de acá rápido, sin correr el riesgo de que el dildo se salga”.
—Sonia, avisame si el pasillo está vacío. Sería raro que me vieran salir en tanga de tu departamento, a esta hora…
—Ay sí, tenés razón. No lo había pensado —Sonia miró para ambos lados en el pasillo—. Cruzá rápido, ahora no hay nadie. Ahora, ahora… 
Silvana se lanzó a la carrera y cruzó el pasillo a toda velocidad. El dildo en su culo ni siquiera tuvo chance de asomarse. 
Misión cumplida.
Una vez dentro de su departamento se dirigió hasta el baño y sin siquiera pensarlo se metió debajo de la ducha. Aún con la ropa puesta se puso de rodillas en el suelo. Mientras el agua tibia le caía por el cuerpo, se hizo una paja monumental, presionando con su culo para sacar el dildo. Este solo salió hasta donde la tanga se lo permitió. Luego Silvana lo volvió a meter pensando: “Me odio a mí misma, qué pajera que soy”. 
A pesar de que consideraba esta práctica humillante, no pudo detenerse. Estaba demasiado excitada. La imagen de Malik cogiendo con Paulina y los toqueteos de Sonia la habían dejado a mil. Y el dildo… por supuesto que el dildo anal había jugado un papel crucial en su calentura. 
Decidió pajearse en el baño para evitar mojar su cama al acabar… y para que sus potentes gemidos no fueran oídos. Ahí pudo liberarse, jadeó, gimió, se tocó… metió y sacó el dildo hasta que su concha explotó. Si hubo jugo o no saliendo de ella, no podría asegurarlo, porque todo se fue con el agua de la ducha. De lo que sí está segura es que fue un orgasmo delicioso, el mejor que tuvo en varios días. 
Agotada y satisfecha, se acostó a dormir completamente desnuda… no sin antes haber guardado el dildo en el mismo cajón donde estaba el otro. 
“Si sigo así —pensó—, voy a terminar con una colección de cosas que puedo meterme por el culo”. 
Antes de quedarse dormida sintió miedo de que su novio, o cualquier otra persona, descubriera esos juguetes humillantes. Ya había pasado un momento incómodo con Osvaldo, y no quería repetirlo. Aunque su concha opinara lo contrario, porque le bastó con recordar la conversación con el encargado del edificio para que se le mojara otra vez.




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3 comentarios - Mi Vecino Superdotado [09].

sleepmaster
Cada relato te vas superando!!! Durante bastante tiempo pensé que Lucrecia iba a ser insuperable, después te pasaste con la familia en pandemia y ahora esta serie... Obviamente, me dejaste recaliente!!!! Quiero más!!!
mca19000
Me gusta el costado exhibicionista de Silvana.
doc101 +1
cuando sale la parte 10?