“Te amo”
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La brisa el viento movía las hojas suavemente, provocando una melodía relajante, que contrastaba con la situación que estaba viviendo en esos segundos. Todo se ralentizó para mí, contemplaba el rostro de incertidumbre de Bella, a la vez que escuchaba los tacones de mi hermana golpear las baldosas. La silueta de Teresa, lentamente fue asomándose detrás de Richie. En su rostro florecía una sonrisa que se trazaba de oreja a oreja, y antes de que pudiera decir una palabra ella se abalanzó a mis brazos.
–“Te…”- alcancé a balbucear, mientras ella me abrazaba con fuerza. –“Alex, no sabes cuánto te he extrañado”- dijo emocionada. –“¿Te-Teresa? E-ella… Ella es… ¿Esa Teresa?”- tartamudeaba Bella, intentando comprender la situación. –“Me había dicho que te habías vuelto alguien serio y gruñón, pero eso no aplica conmigo, ¿verdad hermano?”- preguntó Teresa, dándome un beso esquimal. Sentir ese ligero roce de nuestras narices me trajo tantos recuerdos, sin embargo, ya no quería estar estancado en el pasado.
No, en ese instante había dado vuelta la página de aquel capítulo que se llamaba Teresa e iniciaba a escribir uno nuevo bajo el nombre de Bella. Pero, ¿sería capaz de decirle algo así a mi hermana, si estaba ahí por mí?, por más que lo pensada en esos minutos, no iba a hallar una respuesta. –“Te-Teresa… ¿Qué haces aquí?”- consulté, intentando alejarme de ella y evitar que su aroma entrada por mis poros y me embriagada. Mi hermana no se estaba percatando de la presencia de Bella, o simplemente la estaba ignorando.
–“Estoy aquí por muchas razones, hermano. Por ejemplo, para conocer tu casa. Si te soy sincera, no me esperaba que tuvieras una”- manifestó con una sonrisa. Bella se pegó a mí, agarrándome del brazo y tomándome de la mano. Teresa finalmente notaba la presencia de mi amiga, quedó anonadada al observarla, sus parpados se levantaron y no la miraba de pies a cabeza. –“Wow… ¿Quién es ella?”- preguntó, aproximándose lentamente hacía Bella.
–“M-me… Me llamo Bella, soy amiga de Alexander y vivo junto él”- aseveró mi amiga, algo nerviosa y todavía intrigada sobre mi hermana. Teresa rio y luego abrazó de manera amigable a Bella, apoyando su cara en los pechos de mi amiga. –“Que chica más adorable, eres una ternurita”- dijo mi hermana, sin dejar de sobar su cara en esa delantera. Trague saliva y moví mi cabeza de lado a lado, porque por unos leves segundos, mi mente depravada imaginó, a ellas dos en cada uno de mis brazos.
Bella se sonrojó por las palabras que le dijo Teresa, aunque también comenzaba a sentirse algo sofocada y excitada, por la forma en que mi hermana hundía su cara en sus senos y sus manos descendían sutilmente hacía sus glúteos. Mi amiga suspiró de manera dulce, cuando Teresa empezó a magrearle la cola. –“Guao, no solo tienes unas tetazas, sino un buen culo, chica. De seguro, mi hermano de lo rompe todas las noches”- comentó vulgarmente mi hermana.
–“¡Teresa!”- le grité avergonzado y tratando de apartarla de la pobre Bella, la que estaba indefensa ante mi hermana. Teresa estaba disfrutando aquel momento, nunca la había visto tan jocosa con una mujer que fuera cercana a mí, siempre salían a relucir sus celos. Recuerdo que a Lucy, prácticamente la ignoró, pero con Bella era distinta, como si estuviera feliz por mí, aunque ella le había dicho que era mi amiga, mi hermana ya daba por hecho que entre nosotros había algo más, supongo por mi pasado.
Teresa: Disculpa, no quería ser tan traviesa, pero no pude controlarme.
Dijo, aun alucinando por la figura de mi amiga.
Teresa: Eres un cabronazo, hermano. De seguro te aprovechas de la inocencia de esta chavala, para satisfacer tus más obscenos deseos.
Yo: Teresa, por favor, ya basta. Compórtate.
Teresa: (Ríe) Ya veo, aparentas ser maduro. Siempre supe que quisiste ser el hermano mayor y por eso ahora te buscaste a una más joven que tú.
Yo: ¿Pero qué estás diciendo?, mejor entremos, porque estás haciendo un verdadero espectáculo aquí afuera y no quiero que los vecinos piensen mal de mí.
Suavemente empujaba a mi hermana hacía la casa, mientras no paraba de reír. Una Bella confundida, caminaba detrás de nosotros.
Teresa: Sabes, me resulta muy gracioso verte actuar tan maduro y responsable. Siempre ibas a tu bola, viviendo en tu burbujita, haciendo lo que mamá te decía. Y aun así, me encantaba tu sensibilidad, la forma en que miras al mundo y tratabas de oponerte sutilmente a las reglas de mamá.
Yo: No sé de qué hablas, jamás me opuse a Carolina, en esa época.
Teresa: ¿Ah, no? Para mí que quisieras tocar el piano, ya era un acto de rebeldía. Era algo tan sencillo, pero te hacía ser diferente a todos los hombres de la familia, te hacía especial y además, ningún chico que conocía en ese tiempo, era capaz de sacarme una sonrisa, como tú lo hacías con tu música.
Me estaba resultando bastante engorroso, caer en la melancolía de una época a la cual creía haber dejado cerrada, cuando salí de la casa de mis padres.
Teresa: Al final, sí que resultaste ser diferente a todos en la familia. Tu ida de casa, me impulsó a mí a querer divorciarme e iniciar de nuevo, sin la sombra de mamá, manejando cada una de mis decisiones.
Comentó mi hermana, tomando asiento en el sofá e invitándome a sentarme a su lado. Dude en unos segundos, porque no quería que el ambiente se volviera más incómodo de lo que ya estaba siendo. No obstante, ella de un jalón me hizo sentarme y apoyó su cabeza en mi pecho.
Teresa: Durante los cinco años en que no nos vimos, siempre pensé en ti, Alex. Siempre me pregunté, ¿qué estabas haciendo?, ¿cómo te enfrentabas al mundo?, ¿aceptabas el dinero que papá nos depositaba?
Notaba en las palabras de mi hermana, admiración hacía mí. Algo de lo que no suelo estar acostumbrado, pero que en ese minuto, me hacía sonreír de alegría. Por otra parte, cuando miré a Bella, esa sonrisa desapareció instantáneamente, porque ella parecía estar molesta y triste. –“¿Pasa algo, Bella?”- pregunté, señalándole que se sentada al otro costado mío. –“No, nada”- contestó fríamente, sentándose en el sillón colgante que teníamos. Desde ahí me miró por unos segundos con melancolía y luego agachó la cabeza.
Teresa: Yo también tengo uno de esos en mi casa, sabes. Aunque es mi perro el que lo usa, realmente.
Expresó riendo, para luego acercarse a mi amiga.
Teresa: Ey, no te pongas celosa. Si bien Alexander y yo, tenemos un vínculo especial, sé que tú eres muy importante para él, solo me bastó un segundo para darme cuenta de eso.
Bella: N-no… No estoy celosa.
Teresa: No mientas, claro que lo estás. Debes estar acostumbrada a ser la única mujer aquí y que Alex te mime. Porque de seguro, eres hija única, ¿verdad?
Bella: Sí.
Teresa: (Sonríe) Lo sabía. Por eso tengo una oferta especial para ti. Si tú quieres, puedo ser tu hermana mayor.
Bella: ¿Eh? ¿He-hermana mayor? Pe-pero si yo ten…
Teresa: Sssshhh… No tienes de qué avergonzarte. Yo siempre quise tener una hermanita, de hecho por eso peleaba con Alexander cuando éramos niños, le decía que se transformada en mujer, para poder jugar.
Mi hermana había jurado que Bella era una chica veinteañera y que yo era su sugar daddy. Una idea de lo más descabellada pero propio de ella. Cuando Bella le confesó que tenía 30 años, casi se desmayó ahí mismo de la vergüenza. No solo mi amiga era mayor que mí, sino que también mayor que ella. Sonrojada le pidió disculpa por tratarla como una chavala. Bella soltó una pequeña carcajada, diciéndole que no debía disculparse por un error tan pequeño y trivial.
El ambiente rígido que hubo en un inicio, fue desapareciendo y sin que me diera cuenta, Bella y Teresa interactuaban como si fueran amigas de toda la vida. Tener a esas dos tan cerca podría resultar peligroso, después de todo, vivir con dos chicas, era algo de lo que no estaba acostumbrado. ¿Pero qué podría salir mal?, fue mi pregunta, mientras me divertía con ambas, preparando la cena. No había ningún motivo por el cual preocuparse, si ellas dos se llevaban tan bien.
Aunque claro, todo eso se estaba generando, porque mi amiga ignoraba por completo que mi hermana fue mi primer amor y con la cual sobrepase la línea de lo moral. Si ella supiera eso, estoy convencido que su relación con Teresa, sería más distante y haría que el ambiente no dejara de ser incómodo haciendo difícil la convivencia. Entonces, ¿era bueno ocultarle esa información a Bella?, la verdad que por ese día tan ajetreado que había tenido, la respuesta era sí, luego al otro día le diría toda la verdad.
Por lo menos eso pensé, ya que al otro día, nunca tuve una oportunidad de estar a solas con mi pelirroja favorita. Siempre, mi hermana estaba al lado de nosotros, y no era para nada molesta su presencia, al contrario, resultaba muy agradable. Al final del día, nuevamente no le conté la verdad a mi amiga. Así fueron pasando los días, prometiendo una y otra vez, que le confesaría todo a Bella, al día siguiente. Nunca llegó ese día, porque dos semanas después, cuando finalmente estaba a solas con mi amiga, no quise tocar el tema, porque ella se veía tan alegre hablando de mi hermana, que no quise arruinar esa amistad que estaba floreciendo.
No sé si estaba siendo un cobarde o no, lo único que sabía es que ellas habían congeniado muy bien, tanto que una noche, salieron a beber juntas. Había pasado mucho tiempo, desde que Bella había tenido una noche de chicas, creo que la última fue cuando estaba comprometida. Me parecía genial que saliera a divertirse y más si era con mi hermana, sin embargo, a la vez sentía terror, porque no sabía cómo iba a afectar la verdad, cuando se lo dijera a Bella.
Todo era una incógnita, que me perturbaba, cada vez más, cuando me colocaba a pensar sobre ello. Esa noche no pude conciliar el sueño, preguntándome, ¿qué debía hacer?, ¿qué era lo correcto para los tres?, me estaba abrumando, así que pensé en tomar algún relajante, pero al final, decidí levantarme a tomar un vaso de leche y luego fumar un cigarrillo. Había logrado conciliar el sueño, pero mi descanso no duraría mucho, ya que de pronto oí que alguien abrió mi puerta.
Aun con los ojos cerrados, comencé a sentir los pasos sigilosos de alguien, que se metió entre mis sabanas y con sus finas manos me tocó el rostro, mientras se acercaba a mí, lentamente. Quería abrir los ojos, pero estos parecían estar pegados, también intenté moverme, sin embargo, sentía el cuerpo pesado. Por la forma en la que acariciaba mi cara y la dulce fragancia que desprendía, pensé que se trataba de mi hermana. Mi corazón se aceleraba, no era capaz de imaginar qué iba hacer si ella me besaba.
Por fin abrí los ojos e intenté apartarme de ella, pero entonces, descubro que se trataba de Bella, la cual me quedó mirando de manera tierna e inocente. –“Be-Bella…”- murmuró, al mismo tiempo que ella, se pegaba a mi cuerpo. Su nariz estaba pegada a la mía y sus labios se rozaban con los míos. En sus ojos veía la fiera que siempre había estado observando desde la distancia, esperando que bajada la guardia. Y ahí me tenía, sin poner resistencia, listo para hacer lo que ella deseada.
Por años me controlé a no hacer nada descabellado, porque no estaba seguro de mis sentimientos, pero desde que estuvimos en la casa de mis padres, había estado deseando estar a solas con ella. –“Alexander…”- susurró, y pesé a que su aliento apestaba a alcohol, quería morder esos labios y enroscar mi lengua con la de ella. –“Te amo…”- agregó, cautivándome con su dulzura. Quería decirle lo mismo, confesarle que también la amaba, pero entonces, hipeó.
Bella estaba demasiada ebria, para estar en sus cinco sentidos en ese instante, por más que le confesara mis sentimientos, ella no lo iba a recordar al otro día. En el caso que lo hiciera, creo que sería algo muy lamentable y hasta ofensivo para ella, porque se merecía que se lo dijera en las mejores condiciones. Ese deseo de querer besarla y no oponerme a lo que ella quisiera, desapareció y la abracé, diciéndole que duerma. –“¿Dohmi? Hic… Sho, no buedo dohmi…”- dijo, intentando apartarse de mis brazos.
–“Bella… Solo cierra los ojos y ya”- le susurré, acariciando su nuca e intentando persuadirla. –“No, no, no… Hic… Shhhooo… Sho quiepo, jugha”- maullaba, dándome pequeños golpecitos en el pecho. –“Juhega… gonmiho, bor fhavo…”- añadió, rozando peligrosamente su rodilla contra mi entrepierna. No la tenía dura, pero si se tensó ligeramente, al verla y tenerla tan cerca. Si ella sobaba constantemente su rodilla en mi miembro, este evidentemente iba a terminar despertando.
–“Quieta, Bella, quieta”- le susurre. Por un segundo pensé que había logrado que se quede quieta, pero en realidad ella me había dado un pequeño descanso. Mi amiga, dejando salir su lado lascivo por el alcohol, comenzó a morderme el cuello. Sentir sus dientes masticar mi piel, sus labios tocándola y su lengua pincelándola, me excitaba. Me mordí los labios para no dejar salir un aullido y ella supiera que me estaba encantando lo que le estaba haciendo.
–“Pa-pa… Para…”- balbuceé, con el timbre de voz algo quebrado. Pero ella no hizo caso y como una minina, continuó besándome el cuello. Poco a poco a sus besos le fue incluyendo sus asombrosas acaricias. Sus arañazos en mi pecho, me estaban hechizando y haciendo que mis manos temblorosas, fueran descendiendo por su recta espalda y quisieran amasar esa ceñida y firme colita. –“¡Aaaahhh!”- chilló Bella, cuando mis manos apretaron sus glúteos.
Había pasado tanto tiempo, desde la última vez que toqué la piel de una mujer, que me había olvidado que debía ser cariñoso y gentil. Sus ojos grises se cruzaron con los míos y nuestras bocas se deseaban mutuamente. ¿Debía continuar o parar ahí? Fue la pregunta que rondó por mi cabeza, mientras ella aproximaba sus finos labios. Volviendo a hipear, me despertó de ese caluroso embrujo en el que me tenía. –“Bella, detente. No debemos”- le dije, alejándome de ella.
Ver sus ojitos llorosos, me hizo sentirme mal, porque no quería hacerla llorar, menos hacerle creer que no me interesaba, porque en verdad quería complacerla, pero no podía hacerlo, si estaba ebria. Estaba siendo tal vez contradictorio, ya que quería hacerlo, pero a la vez me negaba, y es que para mí, la primera vez que iba hacerlo con Bella, quería que ella estuviera sobria y grabáramos en nuestras memorias, aquel arte que haríamos con nuestros cuerpos.
Iba a hablar, cuando de pronto sentí unas uñas en mi espalda y un suspiro bajar por mi cuello. Fue tan helado que me hizo temblar entero. –“Que maho ereh hemahito”- escuche, a la vez que giraba mi cuello y contemplaba a mi hermana detrás de mí. –“Te-Te-Te… Teresa… ¿Tú qué haces aquí?”- consulté asustado. –“Bues… Hine a aboyha a mi amiga… hic”- respondió, pegando su cara a la mía. Su aliento apestaba igual a alcohol, conociéndola había bebido los tragos más fuerte y Bella con lo ingenua que es, la siguió.
Trate de apartarme de ella, pero al hacerlo, mi espalda chocaba con la delantera potente de mi amiga. Sentir esos suave globos de carnes, me colocaba nervioso. No tenía escapatoria, estaba acorralado entre esas dos, las que no dudaron en tocarme. Sus manos recorrían mi cuerpo, metiéndose entre la tela de mi pijama, acariciando mi piel, arañándola con sus largas uñas y tatuando sus labios en mi cuello. Intentaba calmarlas, pero ninguna me oía, parecían estar bajo el dominio de unas súcubos.
Durante esos cinco años, había aprendido a controlar mis impulsos, por lo que muchas veces, eludí caer en la seducción de una mujer. No obstante, en ese minuto, era imposible resistirse a la tentación de tener a mi hermana y a la chica que me gustaba, estimulándome. Era un ser humano después de todo, un simple hombre que quería una vida normal y tranquila, pero me veía envuelto en un perverso juego de dos súcubos, que lograron su objetivo, colocármela dura.
Teresa se rio al notar que mi verga estaba erecta, sus manos fueron directamente a ella y aunque no me bajó el pantalón, sentir cómo sus dedos sobaban mi polla, fue toda una delicia. –“Pa… Pa… Paren”- balbuceaba en vano, porque ellas no me escucharían. Mi hermana continuaba pajeándome con sus manos y me besaba el pecho, mientras que mi amiga, no paraba de besarme el cuello y me acariciaba el abdomen. En un momento el dedo meñique de Bella pasó a rozar la punta de mi pene.
El solo roce hizo que me sobresalte y ella también, sin embargo, en vez de detenerse, ella se encendió aún más, de lo que ya estaba. Riendo, se pegó más y sin ninguna timidez, agarró mi tronco con sus dos manos, quitándoselo a mi hermana. Sus labios pasaron a jugar con mi oreja, me mordía el lóbulo, al mismo tiempo que me masturbaba. Mi hermana rio y peligrosamente fue bajando, hasta que su boca quedara a la altura de mi miembro. Tenía miedo a lo que podía hacer, pero solo tocó mi glande con su dedo índice y luego volvió a reír.
Necesitaba tener un minuto de calma, para evitar que me corriera en mis pantalones, algo que en ese minuto parecía totalmente imposible. Teresa de pronto le preguntó a Bella, si no le había impresionado el tamaño de mi paquete. Si bien la pregunta me resultaba incomoda, también quería saber la respuesta de mi querida amiga, la cual riendo, confesó que, no, porque ya lo había visto. Esa respuesta me dejó confundido, porque no recordaba alguna ocasión que en Bella haya podido ver mi polla, pero entonces ella aclaró cómo lo hizo.
Resulta que una noche, cuando aún ella estaba comprometida, yo me quedé en su casa a dormir. Básicamente porque estaba sola y la ayudaba a cuidar a su abuela enferma. Después de estar todo el día con su abuelita, me fui a tender en la cama, quedándome dormido profundamente, con la ropa puesta. Ella fue a verme y al encontrarme así, quiso taparme con una sábana, pero entonces notó que en mi pantalón destacaba un enorme bulto.
Se sintió tentada en tocármelo y sutilmente con su dedo lo hizo, luego avergonzada me cubrió con la sábana y se fue. Debo admitir que me sorprendió su confesión, jamás imaginé que ella, podría haber hecho algo así. En tanto mi hermana, se preparaba para realizar su siguiente movimiento, uno que no me lo esperaba, como lo relatado por mi amiga. Antes de que reaccionada, la escuché decir: –“Iero, farle una brovafita…”-, sus labios aprisionaron mi glande y su lengua se deslizó sobre él.
Aun cuando tenía el pantalón puesto, sentir su húmeda y ardiente lengua, empapando la tela con su saliva, fue maravillo y excitante. Paulatinamente comenzó a pincelar mi falo, a dejarlo todo mojado, como si me la estuviera mamando sin que la tela se interpusiera entre su lengua y mi miembro. –“Qhe dicooooooo”- expresó mi hermana, al mismo tiempo que Bella agarraba nuevamente mi pene y decía molesta que era suyo. Teresa se rio, mientras se sentaba en la cama y mirándonos fijamente nos propuso hacer un trío.
Era una locura lo que había dicho mi hermana, no obstante, parecía totalmente convencida y lucida cuando lo dijo. No sé si era por la embriagues, pero Bella no pareció degustarle la proposición de mi hermana y debo admitir que mí menos. Nos quedamos en silencio un par de minutos, lo suficiente para que mi verga se calmada. Me senté en la cama y les dije que ya era suficiente, que se fueran a sus cuartos, lo que fue una mala elección de palabras, porque ellas sedientas y aun traviesas, comenzarían a torturarme de nuevo.
Teresa me abrazó por la espalda y comenzó a decir disparates, mientras que con sus manos volvía a sujetar mi tranca. Bella se sentaba de rodillas, intentaba torpemente sacarse su ropa y dejar libres sus lechosas tetas. Yo inútilmente les pedía que se calmaran. Bella tentativamente se fue aproximando, hasta quedar a centímetros de mi polla, mordiéndose los labios dijo que quería probar mi leche. Teresa apuntando hacía la cara de mi amiga, me pidió que descargada en su boca.
Estaba totalmente bajo el dominio de ellas, mi polla palpitaba como loca, queriendo eyacular después de tantos años. Percibía como el semen estaba recorriendo mi miembro viril y estaba a nada de estallar, cuando de pronto, se abre la puerta y veo a Richie. –“¿Qué está pasando aquí?”- preguntó desconcertado. Bella avergonzada se ocultó entre las sabanas y Teresa reía, al mismo tiempo que soltaba mi verga. Suspiré aliviado y después le pedí ayuda a Richie para que me ayudada a controlar a mi hermana.
Él envió a Teresa a su habitación, la cual obedeció de mala gana. Así fue como tuve paz, aunque ya muy tarde para dormir. Tomé una ducha rápida y luego salí a correr, tenía la clara intención de olvidar lo que había ocurrido en mi cuarto. Algo que sin duda sería difícil, porque en el fondo, me hubiera gustado haberme entregado a las garras de la lujuria y compartir con mi hermana y amiga una noche inolvidable. Después de correr, me bañe y luego me puse hacer el desayuno, preguntándome cómo miraría a los ojos a esas dos.
Fue una pregunta que rondó por mi mente, unos largos minutos. Barajé la opción de ignorar el asunto, siempre y cuando ellas lo hicieran, pero sabiendo cómo era mi hermana, estaba convencido que eso no iba a ocurrir. Abrí levemente las ventanas para que entrada algo de aire y me senté en la mesa a comer. Al darle un sorbo a mi café, recordé mi primer día en esa casa y lo vacía que se sentía, con tintes de amargura y melancolía por sus paredes, era helada y hasta algo tétrica.
Ahora en cambio, tenía colores vivos, el ambiente era amigable y daba ganas regresar a casa, hacer cosas o invitar a alguien. Si me lo hubiera consultado aquello hace cinco años, creo que mi respuesta hubiera sido que eso jamás pasaría. No estaba en mis planes, ni siquiera en los días más optimistas de esa época se me hubiera ocurrido pensar en algo así. Todo comenzó a cambiar por Bella, desde el primer instante que ella piso mi casa, le dio brillo y me motivo para hacerla habitable.
Antes solo tenía una cama, un vaso y un plato. Solía beber y fumar todo el día, pedía comida a domicilio y dormía. Desde que conocí a Bella, algo me impulso a querer aprender a cocinar, a que volviera a tener una dieta equilibrada, que dejara un poco el cigarro y el alcohol, que limpiara el desastre en donde estaba viviendo. Es impresionante cómo una mujer puede cambiar tu modo de vida y a la vez pueden destruírtela. Dejando de reflexionar sobre el pasado, miró hacía las escaleras y la veo bajar.
Sus ojos grises no tardaron en hacer contacto con los míos, su sonrisa nerviosilla, floreció y lentamente fue aproximándose a mí, mientras buscaba las palabras que no hicieran mención sobre lo ocurrido anoche. Ese minuto de paz que tuvimos, fue tan fugaz, que no dejó a ninguno prepararse al torbellino de Teresa, la cual bajó haciendo mucho ruido, quejándose de la resaca y haciendo promesas falsas como que nunca más iba a beber una gota de alcohol.
Cuando se acercó a nosotros, nos miró fijamente y preguntó qué había ocurrido anoche, que no recordaba absolutamente nada, después de haber iniciado una partida de dardos. Debí haber esperado que el motivo por el cual ambas llegaron tan ebrias, fue por una estupidez de Teresa, como beber un trago de tequila, por cada vez que una de ellas perdía la partida. Bella trató de maquillar la situación, diciendo que luego regresaron juntas y la llevó hasta su habitación para dormir.
Por un instante, mi hermana se creyó esa historia, y yo pensé que no iba a tener que recordar nunca más lo que pasó en realidad. Sin embargo, su memoria confusa, reaccionó con la voz de Richie, el cual había ido hacer unas compras. Ella nos miró a ambos, queriendo obtener una explicación, mi amiga suspiró antes de aclarar todo, con sus carillos rojos, dijo: –“Bueno, en realidad nos metimos al cuarto de Alexander y casi lo violamos”- confesó, dejando impactada a Teresa.
–“¿Qué?”- exclamó, buscando en mí, que le negada lo dicho por Bella. –“Ok… Solo diré que ofreciste hacer un trío”- le dije, haciendo que su boca quedaba abierta del asombro y luego por la vergüenza se cubrió la cara, sin creer lo que había hecho. La reacción de ella sinceramente me sorprendía, porque me la imaginaba riéndose de la situación. Luego de sacarse las manos del rostro, preguntó si no había hecho algo más, Bella y yo nos miramos, no sabíamos si decirle absolutamente todo lo que pasó o callarnos.
Teresa: Oh vamos chicos, no me dejen con la intriga. Debo saber si cometí alguna estupidez.
Bella: ¿En serio no te acuerdas de nada?
Teresa: No.
Yo: ¿Nada de nada?
Teresa: ¡Nada de nada!, por eso estoy preguntando.
Expresó muy frustrada.
Yo: (Suspiro) Hhmm… No, aparte de besarme el cuello y el pecho, de tocarme con tus manos todo el torso y jalármela. No hiciste nada más grave.
Aseguré, intentado darle algo de calma.
Teresa: ¿Me lo prometes?
Yo: T-te… Te lo prometo. Pero dime, ¿por qué te preocupa tanto lo que pudiste haber hecho?
Interpelé, porque me parecía exagerada su reacción. Mi hermana agachó la mirada y se tomó una pausa, de manera extraña comenzó a reír, recordándome que siempre hacía eso de niña, cuando cometía alguna travesura.
Teresa: Hermano, no te enojes.
Yo: ¿Enojarme? ¿Por qué lo haría?
Teresa: Es que yo viene aquí, para decirte algo.
Dijo, jugando con su cabello.
Yo: ¿Qué cosa?
Teresa: Tenía que decírtelo apenas llegué aquí, pero con los juegos se me olvido.
Yo: Vamos Teresa, suéltalo ya.
Teresa: (Suspira y cierra los ojos) Me voy a casar, Alex.
Expresó dejando de prolongar esa confesión. Al principio reí, creyendo que me estaba haciendo una broma, que quería burlarse de mi ingenuidad, pero al paso de los segundos, su rostro seguía estando serio, haciéndome comprender que no era chiste. Confundido me acerque a ella y le pedí que me explique todo, porque me parecía inverosímil lo que me estaba diciendo. A Teresa le costaba mirarme a los ojos, sentía como los nervios invadían poco a poco su cuerpo y le resultaba difícil hablar sobre el asunto.
No sé si la estaba presionando demasiado o sencillamente era una señal de que había caído en las garras de Carolina de nuevo. Decidí alejarme de ella, darle su espacio y también el tiempo necesario para que tomada el valor suficiente y me contada sobre este matrimonio. Bella interpretó que estaba sobrando en esa escena, que ese tema solo involucraba a mí y a Teresa. Sin nadie más que nosotros dos en la cocina, mi hermana rompe el hielo, pero no de la forma en que esperaba.
–“Alexander, dime. Si existiera una posibilidad de un nosotros, ¿la tomarías o no?”- declaró, logrando que me quede perplejo y desconcertado. ¿A qué venía esa pregunta?, ¿qué buscaba Teresa con ella?, no sabía qué responder, porque no la comprendía. Ella fue acortando la distancia entre los dos, tomó mis manos y me miró fijamente. –“Si te propongo que huyamos, ¿lo harías?”- consultó, como si en verdad pudiera responder algo así de manera tan sencilla, sabiendo lo que ella significó para mí.
La respuesta estaba ahí, entre más pensaba que mi hermana se le había zafado un tornillo y que sus preguntas no tenían sentido. En el fondo de mi corazón, la respuesta estaba clara. –“No”- respondí a secas, –“No lo haría. Quizás si me lo hubieras propuesto hace cinco años atrás, te hubiera dicho que sí, pero hoy no. Porque hace tres años, que mi corazón dejó de pertenecerte y desde entonces late por otra, late por Bella”- agregué, con total sinceridad.
Mi hermana me sonrió y luego me abrazó, mientras me tenía envuelto en sus brazos, me susurro que le alegraba que haya encontrado el amor en otra persona. –“No te confundas, no estoy dolida. Bueno, un poco, pero en verdad estoy feliz por ti, hermano. Te deseo lo mejor con Bella, se nota que son el uno para el otro, aunque tú eres muy lento con ella”- añadió. Teresa se apartó de mí y cogiendo su móvil, me muestra una foto en donde salía ella con un muchacho, abrazados y tomados de las manos.
Él era Santiago, su prometido, tenían la misma edad y lo conoció hace dos años, cuando tuvo que ir de viaje de negocios con su amiga. Desde el primer momento que cruzaron miradas, congeniaron. Mi hermana igual que yo, buscaba una manera para olvidarme y encontró en ese hombre, la forma de sacarme de su corazón e iniciar definitivamente, desde cero su vida. Me quedé gratamente sorprendido con su historia, no niego que me dolía un poco, el tener que cerrar de forma absoluta mi historia con mi hermana, pero a la vez estaba feliz.
Ambos habíamos encontrado el amor, un amor que por un breve tiempo compartimos entre nosotros y que tal vez si hubiéramos sido valiente en su momento, hoy estaríamos juntos. Sin embargo, las cosas no se dieron de esa manera, no tuvimos un final como Axel y Vanessa. Aun así, estábamos contentos con las nuevas personas que caminaban a nuestro lado, que le daban sentido a nuestras vidas y que sacaban a relucir lo mejor de nosotros.
Después de esa charla, mi hermana compartió con nosotros su último día en casa. Solo había ido por 3 días y terminó quedándose casi por un mes. Cuando llegó la hora de acompañarla hasta el aeropuerto, muchos recuerdos se ve vieron a la cabeza, desde que éramos unos niños inocentes, hasta ahora. Nadie se creería por todas las cosas que pasamos, menos que después de habernos amados, podíamos ser amigos y hermanos normales.
Al regresar a casa, fui dándome cuenta que Bella fue distanciándose de mí. Habían días en los que no hablábamos, no sé si era una estrategia de ella o una artimaña de mi hermana, para que actuara de una vez y confesara mis sentimientos. Por más que veía la meta al frente de mí, no me atrevía a dar el último paso. Paso con el que iniciaría mi vida de pareja con quien fuese mi mejor amiga, por tanto tiempo. No sé qué me retenía y cada vez me resultaba exasperante no poder cruzar esa línea que estaba a nada de mí.
Comencé a preocuparme, porque un día cuando la esperaba afuera del hospital, la vi saliendo acompañada con un sujeto de lo más sonriente. Al llegar a donde mí, ella me presentó al tipo, resulta que era un ex compañero de la universidad y que había comenzado a trabajar en el hospital desde ese día. Tuve celos, principalmente porque noté que él la veía con mucha lujuria, la deseaba como un lobo que acecha cuidadosamente a su presa, sabía que si no actuaba rápido, tarde o temprano, iba a perderla por estúpido.
Tras ese día, intenté abrirle mi corazón a Bella, preparando una cena romántica, con la ayuda de Teresa. Yo no soy para nada bueno en esas cosas, así que llamé a mi hermana, para que me aconsejada, fue así como armé todo. Cuando regresé a casa con mi amiga, después de irla a encontrarla, sentí como el corazón torpemente se aceleraba y la lengua se me trababa. Bella quedó asombrada y hasta podría decir que se emocionó, estaba seguro que ella no se esperaba algo así de mi parte.
Cenamos, charlamos un rato y luego hubo un silencio incómodo, uno en donde yo tenía que confesarme y pedirle que fuese mi novia. Pero por más que traté, no pude articular las palabras, sintiéndome inútil y un completo fracasado. Bella con una sonrisa traviesa, caminó hasta donde yo me encontraba, se sentó en mi regazo y apoyó su cara en la mía. Ella me estaba traspasando su valor, sabía que había hecho todo eso, para serle sincero que mis sentimientos y aun así, no podía confesárselos.
Torpemente la pasé a llamar Lucia, haciendo que todo el ambiente se arruinada y afligido le pedí perdón. Había desaprovechado la mejor opción para decirle que la amaba, comenzaba a creer que lo mejor para Bella era salir con otro tipo, porque yo era solo un estúpido cobarde. Al día siguiente, acostado en mi cama, me preguntaba si ella actuaría como si nada de lo de anoche había ocurrido. Era lo mejor para ambos, pero al salir de mi cuarto y encontrarme con ella, volví a revivir esa lamentable escena en donde la llamé Lucia, una y otra vez,
Bella salió a trabajar y yo me quedé en casa, echado en mi cama, lamentándome por ser tan patético. Ese día le tocaba el horario matutino, así que como a las 16 horas ya estaría de regreso en casa. Estar con ella durante toda la tarde, comenzaba a parecerme una tortura, porque no sabía cómo mirarla ni dirigirle la palabra. Fue cuando pensé en llamar a Tomás, había pasado bastante tiempo, desde la última vez que los dos habíamos charlado, tenía tanto que contarle, que quizás tras esa charla iba a tener algún coraje para concluir con mi confesión.
Tenía mi celular en mano, buscando su número entre mis contactos, cuando de pronto comienza a vibrar mi móvil. Curiosamente, quien me estaba llamando era mi psicólogo, tal vez era una señal del destino. Sin dudarlo le contesté, pero al oír su voz, me di cuenta que esta vez, él necesitaba ayuda y que recurría a mí, con la intención de levantarse del abismo en donde se había sumergido. Lo espere afuera de mi casa, fumando un cigarrillo, quedé anonadado al verlo llegar en moto y vistiendo de manera informal.
Su característica sonrisa que transmitía confianza, se había transformado en una melancólica. No era el mismo hombre que había visto la última vez, estaba totalmente masacrado. Antes de explicarme todo, tomó las espadas de kendo y me pidió un duelo. Me sorprendió que con lo precavido que era, no quería usar alguna protección y más, cuando quería que lucháramos como si fuese esgrima. Pude haberlo detenido y dicho que no era correcto hacer eso, pero la idea me seducía y termine haciendo lo que él me pidió.
El duelo era totalmente injusto, él parecía todo oxidado y solo se defendía, en ningún instante me atacó, ni cuando dejaba abertura en mi guardia. No veía al hombre que hace un par de meses, me había humillado. Él fue más ágil que en ese preciso momento. No tenía sentido prolongar esa lucha por más tiempo, así que le di un fuerte golpe en los brazos, para que soltara la espada. –“Bueno, duelo”- murmuro, a la vez que de sus ojos caían lágrimas.
No recordaba, haberlo visto llorar antes, menos rendirse de manera tan fácil, su espíritu combativo hacía que se levantada y se enfrentada a la adversidad que tenía frente. Sin embargo, el problema que lo estaba ajetreando, le había quitado ese coraje. –“¿Qué pasa, Tomás?”- le pregunté, sentándome a su lado. –“No quiero perderla, snif… No soportaría que se fuera de mi lado. Me voy a desmoronar sin mi Princesa, snif…”- declaró, dejándome intrigado.
Yo: ¿Qué le pasa a April?
Tomás: Tiene cáncer.
Expresó, recordándome que hace unos días Bella me dijo que tal vez tendríamos que apoyar a Tomás.
Tomás: Snif… E-está algo avanzado, pero ella se niega a someterse a un tratamiento, porque está embarazada… Snif… N-no quiere, que nada les afecte a los niños…
No tenía palabras para consolarlo, por lo que lo abracé. Su llanto desgarrador, me recordaba aquellas amargas noches en las que me ponía a llorar por Lucy. Si bien yo no la amaba y menos con tanta locura, como él ama a April, sabía que el dolor de tener que enfrentar la muerte de alguien al que le tienes cariño, es muy pero muy devastador. No obstante, quedarse ahí llorando, no iba a arreglar absolutamente nada. Si él había acudido a mí, significada que no quería a alguien que lo consolada, sino que le recordada lo difícil que era la vida y que se iba a lamentar más, por no pasar tiempo con la mujer que amaba.
Fue eso precisamente lo que hice, le recordarle que la vida da golpes duros e inesperado, pero debemos ser valientes y él siempre lo había sido. Tras la charla, Tomás tomó una taza de té y se echó a mi sofá, para recuperar aquellas fuerzas que había perdido. Yo fui a tomar una ducha, cuando escucho que abrieron la puerta, debía ser Bella, que regresaba de su trabajo. Me preguntaba qué iba hacer una vez que saliera de la ducha, ¿hablaría con ella?, o, ¿la evitaría?
No tenía una respuesta clara, sin embargo, colocándome en la posición de Tomás, todo me parecía horripilante y solo imaginar que Bella se podía ir a mi lado me aterraba. No podía dejar que el miedo nuevamente me arruinada lo que era mi felicidad, por eso más determinado que nunca, salí con la intensión de poder hablar con mi amiga y confesarle lo que sentía. Solo me cubrí con la toalla, amarrándola por la cintura y salí del baño, encontrándome a Tomás y ella charlando.
No sabía qué le pudo haber dicho mi psicólogo, pero de lo que si estaba seguro que él había regresado a ser el mismo de antes. Su sonrisa lo delataba, notaba esa confianza y seguridad. Se despidió de Bella e hizo lo propio conmigo, agradeciéndome por esa pelea de espadas, pero el muy cabrón lo dijo en un doble sentido, que llegó a chillarme. Al ver a mi amiga, llevaba una blusa bastante descontada, no ocultaba para nada sus enormes bendiciones y estaba seguro que más de uno había quedado hipnotizado mirándola.
–“Bella, yo…”- dije, despertando de ese encantamiento que me había producido sus pechos. –“No tienes que explicar nada Alexander”- aseguró con confianza, –“Me sorprende que te guste jugar a los espadazos, pero allá tú con tus preferencias, yo te voy a respetar y querer igual”- añadió a su comentario, dejándome avergonzado. Ese capullo de Tomás, había hecho que Bella, malinterpretada las cosas. Ella sin dejarme que se lo explicada a qué se había referido exactamente, comenzó a desnudarse frente de mí.
Me parecía una broma de mal gusto y aunque no quería dejar de mirar a ese curvilíneo y ardiente cuerpo que se encueraba delante de mí, pegué un grito. –“Pe-pe… ¡¿Pero qué haces Bella?!”- exclame, tratando de desviar la mirada, aunque mis ojos regresaban a donde ella, que se bajaba el pantalón. Era un verdadero deleite, observar sus majestuosas piernas, al igual que esos melones bailarines. Pensé que se iba a quedar solo en ropa interior, pero no, ella se atrevió a ir más allá.
Quitándose lentamente su braga, fue diciendo que Tomás le había propuesto darle una “terapia especial”, que de acuerdo a las propias palabras de April, era nada menos que sexo. Definitivamente todo me parecía una mala broma, comenzaba a irritarme pero a la vez no podía dejar de estar embobado por esa monumental figura que se desvestía frente de mí. –“Creo que la tomaré, después de todo, llevo años sin coger y ya estoy harta de esperar a un indeciso, que ahora resulta gustarle los espadazos”- dijo de manera burlona.
Yo: Aaaa… Ggghhh… Qqqhhffflllllrrreeeeeeee…
Era incapaz de modular una palabra, no sabía qué carajos le estaba pasando a Bella, pero ese comportamiento altanero y promiscuo repentino, me excitaba. Tuve la sensación que mi alma abandonó mi cuerpo, cuando ella se quitó el sostén y dejó bambalear libremente esos carnosos, redondos y firmes senos. Sus pezones estaban apuntando, me preguntaban si eran duros o blanditos, poseía unas areolas con una circunferencia perfecta, que hacían lucir irresistibles esos pechos.
Ella se fue aproximando a mí y me pasó su braga, –“Esta mojada, porque Tomás me mostró lo que me voy a comer. Ya estoy ansiosa por tener ese pollón dentro de mí”- dijo, cerrándome la puerta en la cara, antes que le dijera algo. Me quedé quieto ahí por unos segundos, escuchaba el agua de la ducha y a ella dando pequeño suspiro, mientras mencionaba el nombre de mi psicólogo. Caminé hasta la sala, en donde ellos estaban, no vi nada anormal, luego observé la fotografía de Lucy, que tengo colgada en la pared.
Yo: No voy a romper mi promesa, en verdad la amo y no voy a jugar con ella.
Dije, antes de quitarme la toalla y dirigirme al baño, para satisfacer a esa hembra pelirroja, que muchos deseaban. Se había acabado aquella indecisión, el pavor de formalizar algo, no podía defraudar a mi hermana y dejar ir aquella mujer. Al abrir la puerta, ella se voltea y con una sonrisa coqueta me mira fijamente a los ojos. Percibía el fuego recorrer por cada rincón de su cuerpo y la mirada de una gatita en celos. Me acerco a ella sin decirle absolutamente nada, mientras los ojos de Bella se iban clavando en mi miembro.
Nuestras pieles se rozaban, al estar tan cerca uno de otro. Acaricié su bella cara y tomándola del mentón, hice que levantada la vista. –“Eres muy cruel, Bella. Sabes que estoy loco por ti y aun así, me dices esas cosas hirientes”- le susurré, antes de besarla y cumplir mí promesa de aquella noche, en la que se coló en mi cuarto ebria. Sus labios de fresas me volvieron más loco, era un manjar que explotaba dentro de mi paladar y me llenaba de un fogoso deseo.
Lentamente fui tocando con mis manos esa maravillosa y perfecta figura, hasta detenerse en sus posaderas. Ella había envolvió sus brazos alrededor de mi cuello y con sus manos presionaba mi nuca. Al dejar de besarnos, la pegué en la pared y comencé sacudir mi verga cerca de su rajita. Estaba totalmente mojaba, lista para recibirme dentro de ella y tal vez hacer realidad alguna de sus tantas fantasías que había tenido conmigo. Deje mi polla entremedio de sus muslos, para centrarme en esas tetas tan deliciosas que tenía.
Al sostenerlas en mis manos, me di cuenta que eran algo pesadas, pero muy blanditas, como un par de esponjas. Bella soltó un tierno y estimulante chillido, que me animó a seguir jugando con esos melones. Los amasé, los mordí, los besé, hice todo lo que me pasaba por la cabeza, mientras ella, entre bramidos me pedía que se la metiera. Y claro que se lo iba a meter, pero antes quería conocer su perfecta anatomía y embriagarme con su fragancia a jazmín.
Besaba su cuello, sus pechos y su boca, en tanto mis dedos exploraban pausadamente su curvilíneo cuerpo y mi verga se frotaba entre sus muslos. Sentía cómo ese coño me llamaba, me imploraba para que lo hiciera mío de una vez y le enseñara cómo follaba y hacía el amor. La voz agitada de Bella, solo me desesperaba en mi lenta travesía que realizaba con mis manos. Era consciente que no iba a concluir ese viaje, porque yo también estaba ansioso por zambullir mi verga en ese coñito hambriento y abandonado.
La mire a los ojos, a la vez que mis manos se quedaban quitas en sus caderas. Ella jadeaba intensamente, expectante a mi siguiente movimiento e ilusionada porque nuestros cuerpos por fin estuvieran unidos. Acomodo mi verga y dejo a mi glande apuntando a ese empapado coño. El solo contacto entre la punta de mi polla con sus labios vaginales, hizo que se estremeciera y enredaba sus dedos en pelo húmedo. Deslicé mi capullo a lo largo de ese sexo, embadurnándolo.
–“Oooooohhh… ¡Síííiii!”- ronroneó, arqueando su espalda. –“¡Hazlo, cabrón! ¡Métemela toda!”- exclamó impaciente. Mis piernas temblaban del gusto, estaba igual de anheloso que en mi primera vez, la única diferencia es que estaba confiado que iba a estar a las alturas de las expectativas de Bella. Di un pequeño suspiro y lentamente fui enterrando mi verga en esa cueva ferviente que se extendía y a mi grosor. Solo tenía un poco más de la punta de sumergida y mi tranca ya amaba estar ahí dentro.
Los gritos de Bella se fueron haciendo pausados y largos, cada centímetro que clavaba era un regocijo impresionante. –“Más, más, máaaas…”- decía ella, enganchando sus piernas en mis caderas. –“Uuuufff… Dios mío”- susurré, al tener la mitad de mi tranca en esa estrecha y abrazadora vagina. Sus músculos se aferraban a mi falo, aprisionando con fuerza y me encantaba. Sus gordas tetas se esparramaban en mi pecho y nuestros labios se tocaban coquetamente.
Nuestras lenguas se rozaron y sumergido en ese placer infinito que ella me estaba dando, dejé de pensar en ser precavido y le metí la parte restante de un golpe. Todo su cuerpo tembló, mientras pegaba un fuerte y desgarrador gemido, que a la larga se fue mezclando con gozo. Nuestras bocas nuevamente se fundieron en un apasionado y sabroso beso, en donde me adueñaba de esa lengua tan juguetona. –“¿Esto era lo que querías?”- le dije, dándole unas arremetidas profundas.
Bella: Uuufff… Síííii…
Contestó, atrapando mi polla con su estrechez.
Yo: ¿Te gusta cómo te cojo?
Bella: Ajam…
Yo: ¿Cómo?
Bella: Uuugghh… Q-qué sí… Que me encanta cómo me follas, cabrón…
Afirmó ella, mordiéndome el cuello.
Yo: ¿Desde cuándo ansiaba esto?
Bella: Hhmm… Desde hace mucho…
Yo: ¿Ah, sí? ¿Deseaba que te cogiera incluso cuando estabas comprometida?
Interpelaba, disfrutando de aquel momento tan lascivo y de su chocho sediento. Bella se tomó unos segundos para contestarme y ese breve silencio que hubo entre nosotros, no molestó, más bien me excitó todavía más. Mientras esperaba su respuesta que para mí era obvia, le di un lengüetazo largo a su cuello y luego mordí tiernamente su carne tan sedosa. –“Aaaaahhh”- exclamó levemente, intentando articular palabras. No me daba cuenta de lo fascinado que me encontraba, taladrando ese coñito rojo.
Bella: Mmmmhhhgg… Nnnnnhhhhgg… Sííiiii…
Susurró, abriendo sus labios y de ellos se formaran unas hilazas de saliva.
Yo: ¿Sí qué?
Bella: Que te he deseado incluso cuando estaba comprometida.
Expresó, pegando su boca a la mía y lentamente se fueron entrelazando nuestras lenguas, como nuestros dedos. Su dulce sabor de boca me resultaba atrapante y sin igual, como un refrescante elixir, que rehabilitaba todas mis energías. El fuego que me consumía se hacía más intenso y sofocante, al grado de querer descontrolarme y darle las embestidas más brutales. Sentía como su interior cada vez se aferraba más a mi tronco y lo aprisionaba con sus paredes.
Me pregunté a mí mismo, cómo me había controlado y aguantado tanto con una mujer tan ardiente como Bella, más al vivir bajo el mismo techo. Sentía como una libidinosa onda se esparcía por mi cuerpo, desde mi cabeza hasta los dedos de los pies, todo mi ser estaba bajo el dominio de la lujuria. Entregado al placer, continué dándole fuerte a Bella, la cual feliz y sonriente, me maulló en el oído que me amaba. Esas palabras me motivaron para que siguiera, justo cuando mis piernas comenzaban a flaquear.
Llevaba mucho tiempo sin hacerlo, me resultaba imposible resistir por tanto tiempo, más con esa fogosa rajita que estaba hecha un manantial de jugos, la cual apretaba cada vez más mi polla. Quería retirar mi verga y bañarla con mi espesa y cálida leche, apreciar su voluptuoso y húmedo cuerpo, cubierto por mi semen, que llevaba años acumulando en mis huevos, pero ella mantuvo firme sus piernas alrededor de mis caderas. Sin resistir más, terminé dentro de sus entrañas, impregnándola con una enorme descarga.
Venirme dentro de una mujer después de tantos años, se sintió maravilloso, reconfortante. Había olvidado esa sensación de gozo que se experimentaba al llegar a un orgasmo, todo mi cuerpo parecía estar temblando de placer, mientras ella recibía toda mi leche en su coñito. Era tanta la carga que había soltado, que cuando saqué mi pene de su vagina, noté como mi semen se desbordaba de su coño y se deslizaba por sus muslos. Bella no quería dar por terminada esa jornada, así que tomó mi tranca, la cual aún estaba erguida y me pidió que la cogiera una vez más.
Me sentía agotado pero a la vez algo me impulsaba a complacerla, a darle todo lo que ella me pidiera. Haciendo que se girada y me levantada esa pomposa cola, comencé a frotar mi polla entre sus glúteos. Bella se mordía los labios, a la vez que con sus dedos coquetos se tocaba el coño. Ella estaba jodidamente caliente, al grado que titubeaba si podía estar a la altura de sus expectativas, sin embargo, no dejé que la incertidumbre me dominada y confiando en mis habilidades, fui hundiendo mi miembro en su estrecho coño, otra vez.
Bella: ¡Hhhhgggggfffff! ¡Diiooss!
Bramó, sacudiendo sus caderas para ayudarme a penetrarla más rápido.
Yo: Uufff… Sí que estás apretada, cabrona.
Bella: (Ríe) Y tú la tienes bien grande, cabroncito.
Ambos nos reímos y nos dimos un beso, mientras empezaba a empotrarla con más fuerza. Pensé que después de mi hermana, Lucía era la mujer más compatible conmigo y nadie más la iba a superar. Estaba completamente equivocado, ya que Bella, era mucho mejor que ella y que Teresa. Tenía frente de mí a la pareja perfecta y la que no dejaría ir por ninguna razón. Sujetando su cinturita con fuerza, fui clavándole mi polla lo más profundo que podía, haciéndola ronronear como deseaba.
Cada estocada significaba un pequeño brinquito por parte de ella, sus músculos y entrañas se sujetaban de mi verga con una fuerza increíble. Poco a poco el cuerpo de Bella comenzó a temblar, su voz se fue quebrando y su respiración más intensa. Sus resoplidos eran una delicia y una magnifica banda sonora para mis oídos, quería que gritara mi nombre, que me dijera que desde ese día, solo sería mía y que ningún hombre, tocaría su cuerpo, como lo hacía yo.
–“Oooohhh… Diiioosss”- se quejó ella de nuevo, mientras mordía sus labios y volteaba a mirarme con esos ojos de gata en celos. Tenía una gran sonrisa tallada en la cara y su mirada era tan penetrante y lujuriosa que me automáticamente me forzaba a darle más duro. No sé qué me pasaba, pero cada segundo que transcurría, notaba que mi cuerpo estaba siendo totalmente hechizado por esa mujer. En mi mente me preguntaba, si había probado un coño tan exquisito como el de Bella antes.
Por más que intentaba recordar lo bien que se sentía hacerlo con Teresa, mi cuerpo no reaccionaba, dejaba de sentir la adrenalina que Bella me entregaba. Lo mismo ocurrió cuando intenté recordar las noches que compartí con Lucy o Katia, pero no me parecían sexos memorables, no como el que estaba teniendo en ese instante con esa minina pelirroja. Bella me había embrujado, me hizo adicto a ella con tan solo una cogida y borró de mis memorias a las demás que fueron parte de mi vida.
Ambos continuamos con ese vaivén, hasta que finalmente llegamos a nuestros límites y acabamos, sin dejar ningún recuerdo de mi pasado que añorar. Luego de esa follada, nos sentamos a comer algo, ella me confesó que toda esa provocación previa, había sido obra de Tomás, quien le dijo que si ella no daba el primer paso y me hacía entender que podía perderla, yo jamás me iba a atrever a tocarla. Quizás tuvo razón, sin embargo, no sabía si agradecerle o maldecirlo, porque esas cosas no se juegan.
Después de comer, salí a tocar a un bar y regresé hasta la madrugada a la casa. No es que quería evitar a Bella, pero después de esa cogida en el baño, no quería volver hacerlo ese día, y algo me decía que ella, si quería repetirlo, por eso esperé hasta el último minuto para ir a casa. Cuando llegué, todas las luces estaban apagadas, no había ningún ruido, así que suspiré aliviado, pensando que tendría la tranquilidad que quería. No me costó quedarme dormido, estaba completamente agotado, con todo lo que había vivido.
A la mañana siguiente, apenas abrí los ojos, sentí como mi polla estaba siendo exprimida. No tuve que molestarme por levantar las sabanas, ya que habían sido tiradas al suelo por la misma Bella, la cual dibujaba con su lasciva lengua sobre mi falo, embadurnándolo totalmente con su saliva viscosa. Ella dejó de lamer y colocó mi verga entre sus gordas y suaves tetas, sonriendo me dijo, –“Hola mi amor. Quise despertarte de la mejor manera”-, no podía negar que esa era una muy buena forma de despertar, no obstante, no sé por qué me generaba eso algo de incomodes.
–“Quiero que me des mucha leche, antes del matrimonio de tu hermana”- susurró de forma guarra y haciendo desaparecer mi polla entera en su boca. Miré al techo y suspiré de placer, a la vez que le agradecía a dios por darme tan maravillosa mujer. Dejé de preocuparme y solo pensé en disfrutar. Bella retiró mi verga de su boca y entre sus labios quedaron unos hilos de saliva y semen. Ella se acercó a mí y me preguntó si estaba siendo muy bruta y yendo con la relación muy rápido.
Yo sonreí, unos segundos más tardé solté una carcajada, al mismo tiempo que movía mi cabeza de izquierda a derecha. –“No, no estás yendo muy rápido, cariño. Lo estás haciendo muy bien, tan bien que me hace preguntarme, ¿por qué no lo hicimos antes?”- le contesté, besándola con fervor y con mis manos acariciando su sedosa piel. Desde ese día, nuestras vidas han cambiado para bien y para mejor, no hay duda que somos tal para cual.
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Capítulo 1: http://www.poringa.net/posts/relatos/5023614/Confesiones-ardientes.html
Capítulo anterior: http://www.poringa.net/posts/relatos/5142121/Confesiones-ardientes-Capitulo-X.html
La brisa el viento movía las hojas suavemente, provocando una melodía relajante, que contrastaba con la situación que estaba viviendo en esos segundos. Todo se ralentizó para mí, contemplaba el rostro de incertidumbre de Bella, a la vez que escuchaba los tacones de mi hermana golpear las baldosas. La silueta de Teresa, lentamente fue asomándose detrás de Richie. En su rostro florecía una sonrisa que se trazaba de oreja a oreja, y antes de que pudiera decir una palabra ella se abalanzó a mis brazos.
–“Te…”- alcancé a balbucear, mientras ella me abrazaba con fuerza. –“Alex, no sabes cuánto te he extrañado”- dijo emocionada. –“¿Te-Teresa? E-ella… Ella es… ¿Esa Teresa?”- tartamudeaba Bella, intentando comprender la situación. –“Me había dicho que te habías vuelto alguien serio y gruñón, pero eso no aplica conmigo, ¿verdad hermano?”- preguntó Teresa, dándome un beso esquimal. Sentir ese ligero roce de nuestras narices me trajo tantos recuerdos, sin embargo, ya no quería estar estancado en el pasado.
No, en ese instante había dado vuelta la página de aquel capítulo que se llamaba Teresa e iniciaba a escribir uno nuevo bajo el nombre de Bella. Pero, ¿sería capaz de decirle algo así a mi hermana, si estaba ahí por mí?, por más que lo pensada en esos minutos, no iba a hallar una respuesta. –“Te-Teresa… ¿Qué haces aquí?”- consulté, intentando alejarme de ella y evitar que su aroma entrada por mis poros y me embriagada. Mi hermana no se estaba percatando de la presencia de Bella, o simplemente la estaba ignorando.
–“Estoy aquí por muchas razones, hermano. Por ejemplo, para conocer tu casa. Si te soy sincera, no me esperaba que tuvieras una”- manifestó con una sonrisa. Bella se pegó a mí, agarrándome del brazo y tomándome de la mano. Teresa finalmente notaba la presencia de mi amiga, quedó anonadada al observarla, sus parpados se levantaron y no la miraba de pies a cabeza. –“Wow… ¿Quién es ella?”- preguntó, aproximándose lentamente hacía Bella.
–“M-me… Me llamo Bella, soy amiga de Alexander y vivo junto él”- aseveró mi amiga, algo nerviosa y todavía intrigada sobre mi hermana. Teresa rio y luego abrazó de manera amigable a Bella, apoyando su cara en los pechos de mi amiga. –“Que chica más adorable, eres una ternurita”- dijo mi hermana, sin dejar de sobar su cara en esa delantera. Trague saliva y moví mi cabeza de lado a lado, porque por unos leves segundos, mi mente depravada imaginó, a ellas dos en cada uno de mis brazos.
Bella se sonrojó por las palabras que le dijo Teresa, aunque también comenzaba a sentirse algo sofocada y excitada, por la forma en que mi hermana hundía su cara en sus senos y sus manos descendían sutilmente hacía sus glúteos. Mi amiga suspiró de manera dulce, cuando Teresa empezó a magrearle la cola. –“Guao, no solo tienes unas tetazas, sino un buen culo, chica. De seguro, mi hermano de lo rompe todas las noches”- comentó vulgarmente mi hermana.
–“¡Teresa!”- le grité avergonzado y tratando de apartarla de la pobre Bella, la que estaba indefensa ante mi hermana. Teresa estaba disfrutando aquel momento, nunca la había visto tan jocosa con una mujer que fuera cercana a mí, siempre salían a relucir sus celos. Recuerdo que a Lucy, prácticamente la ignoró, pero con Bella era distinta, como si estuviera feliz por mí, aunque ella le había dicho que era mi amiga, mi hermana ya daba por hecho que entre nosotros había algo más, supongo por mi pasado.
Teresa: Disculpa, no quería ser tan traviesa, pero no pude controlarme.
Dijo, aun alucinando por la figura de mi amiga.
Teresa: Eres un cabronazo, hermano. De seguro te aprovechas de la inocencia de esta chavala, para satisfacer tus más obscenos deseos.
Yo: Teresa, por favor, ya basta. Compórtate.
Teresa: (Ríe) Ya veo, aparentas ser maduro. Siempre supe que quisiste ser el hermano mayor y por eso ahora te buscaste a una más joven que tú.
Yo: ¿Pero qué estás diciendo?, mejor entremos, porque estás haciendo un verdadero espectáculo aquí afuera y no quiero que los vecinos piensen mal de mí.
Suavemente empujaba a mi hermana hacía la casa, mientras no paraba de reír. Una Bella confundida, caminaba detrás de nosotros.
Teresa: Sabes, me resulta muy gracioso verte actuar tan maduro y responsable. Siempre ibas a tu bola, viviendo en tu burbujita, haciendo lo que mamá te decía. Y aun así, me encantaba tu sensibilidad, la forma en que miras al mundo y tratabas de oponerte sutilmente a las reglas de mamá.
Yo: No sé de qué hablas, jamás me opuse a Carolina, en esa época.
Teresa: ¿Ah, no? Para mí que quisieras tocar el piano, ya era un acto de rebeldía. Era algo tan sencillo, pero te hacía ser diferente a todos los hombres de la familia, te hacía especial y además, ningún chico que conocía en ese tiempo, era capaz de sacarme una sonrisa, como tú lo hacías con tu música.
Me estaba resultando bastante engorroso, caer en la melancolía de una época a la cual creía haber dejado cerrada, cuando salí de la casa de mis padres.
Teresa: Al final, sí que resultaste ser diferente a todos en la familia. Tu ida de casa, me impulsó a mí a querer divorciarme e iniciar de nuevo, sin la sombra de mamá, manejando cada una de mis decisiones.
Comentó mi hermana, tomando asiento en el sofá e invitándome a sentarme a su lado. Dude en unos segundos, porque no quería que el ambiente se volviera más incómodo de lo que ya estaba siendo. No obstante, ella de un jalón me hizo sentarme y apoyó su cabeza en mi pecho.
Teresa: Durante los cinco años en que no nos vimos, siempre pensé en ti, Alex. Siempre me pregunté, ¿qué estabas haciendo?, ¿cómo te enfrentabas al mundo?, ¿aceptabas el dinero que papá nos depositaba?
Notaba en las palabras de mi hermana, admiración hacía mí. Algo de lo que no suelo estar acostumbrado, pero que en ese minuto, me hacía sonreír de alegría. Por otra parte, cuando miré a Bella, esa sonrisa desapareció instantáneamente, porque ella parecía estar molesta y triste. –“¿Pasa algo, Bella?”- pregunté, señalándole que se sentada al otro costado mío. –“No, nada”- contestó fríamente, sentándose en el sillón colgante que teníamos. Desde ahí me miró por unos segundos con melancolía y luego agachó la cabeza.
Teresa: Yo también tengo uno de esos en mi casa, sabes. Aunque es mi perro el que lo usa, realmente.
Expresó riendo, para luego acercarse a mi amiga.
Teresa: Ey, no te pongas celosa. Si bien Alexander y yo, tenemos un vínculo especial, sé que tú eres muy importante para él, solo me bastó un segundo para darme cuenta de eso.
Bella: N-no… No estoy celosa.
Teresa: No mientas, claro que lo estás. Debes estar acostumbrada a ser la única mujer aquí y que Alex te mime. Porque de seguro, eres hija única, ¿verdad?
Bella: Sí.
Teresa: (Sonríe) Lo sabía. Por eso tengo una oferta especial para ti. Si tú quieres, puedo ser tu hermana mayor.
Bella: ¿Eh? ¿He-hermana mayor? Pe-pero si yo ten…
Teresa: Sssshhh… No tienes de qué avergonzarte. Yo siempre quise tener una hermanita, de hecho por eso peleaba con Alexander cuando éramos niños, le decía que se transformada en mujer, para poder jugar.
Mi hermana había jurado que Bella era una chica veinteañera y que yo era su sugar daddy. Una idea de lo más descabellada pero propio de ella. Cuando Bella le confesó que tenía 30 años, casi se desmayó ahí mismo de la vergüenza. No solo mi amiga era mayor que mí, sino que también mayor que ella. Sonrojada le pidió disculpa por tratarla como una chavala. Bella soltó una pequeña carcajada, diciéndole que no debía disculparse por un error tan pequeño y trivial.
El ambiente rígido que hubo en un inicio, fue desapareciendo y sin que me diera cuenta, Bella y Teresa interactuaban como si fueran amigas de toda la vida. Tener a esas dos tan cerca podría resultar peligroso, después de todo, vivir con dos chicas, era algo de lo que no estaba acostumbrado. ¿Pero qué podría salir mal?, fue mi pregunta, mientras me divertía con ambas, preparando la cena. No había ningún motivo por el cual preocuparse, si ellas dos se llevaban tan bien.
Aunque claro, todo eso se estaba generando, porque mi amiga ignoraba por completo que mi hermana fue mi primer amor y con la cual sobrepase la línea de lo moral. Si ella supiera eso, estoy convencido que su relación con Teresa, sería más distante y haría que el ambiente no dejara de ser incómodo haciendo difícil la convivencia. Entonces, ¿era bueno ocultarle esa información a Bella?, la verdad que por ese día tan ajetreado que había tenido, la respuesta era sí, luego al otro día le diría toda la verdad.
Por lo menos eso pensé, ya que al otro día, nunca tuve una oportunidad de estar a solas con mi pelirroja favorita. Siempre, mi hermana estaba al lado de nosotros, y no era para nada molesta su presencia, al contrario, resultaba muy agradable. Al final del día, nuevamente no le conté la verdad a mi amiga. Así fueron pasando los días, prometiendo una y otra vez, que le confesaría todo a Bella, al día siguiente. Nunca llegó ese día, porque dos semanas después, cuando finalmente estaba a solas con mi amiga, no quise tocar el tema, porque ella se veía tan alegre hablando de mi hermana, que no quise arruinar esa amistad que estaba floreciendo.
No sé si estaba siendo un cobarde o no, lo único que sabía es que ellas habían congeniado muy bien, tanto que una noche, salieron a beber juntas. Había pasado mucho tiempo, desde que Bella había tenido una noche de chicas, creo que la última fue cuando estaba comprometida. Me parecía genial que saliera a divertirse y más si era con mi hermana, sin embargo, a la vez sentía terror, porque no sabía cómo iba a afectar la verdad, cuando se lo dijera a Bella.
Todo era una incógnita, que me perturbaba, cada vez más, cuando me colocaba a pensar sobre ello. Esa noche no pude conciliar el sueño, preguntándome, ¿qué debía hacer?, ¿qué era lo correcto para los tres?, me estaba abrumando, así que pensé en tomar algún relajante, pero al final, decidí levantarme a tomar un vaso de leche y luego fumar un cigarrillo. Había logrado conciliar el sueño, pero mi descanso no duraría mucho, ya que de pronto oí que alguien abrió mi puerta.
Aun con los ojos cerrados, comencé a sentir los pasos sigilosos de alguien, que se metió entre mis sabanas y con sus finas manos me tocó el rostro, mientras se acercaba a mí, lentamente. Quería abrir los ojos, pero estos parecían estar pegados, también intenté moverme, sin embargo, sentía el cuerpo pesado. Por la forma en la que acariciaba mi cara y la dulce fragancia que desprendía, pensé que se trataba de mi hermana. Mi corazón se aceleraba, no era capaz de imaginar qué iba hacer si ella me besaba.
Por fin abrí los ojos e intenté apartarme de ella, pero entonces, descubro que se trataba de Bella, la cual me quedó mirando de manera tierna e inocente. –“Be-Bella…”- murmuró, al mismo tiempo que ella, se pegaba a mi cuerpo. Su nariz estaba pegada a la mía y sus labios se rozaban con los míos. En sus ojos veía la fiera que siempre había estado observando desde la distancia, esperando que bajada la guardia. Y ahí me tenía, sin poner resistencia, listo para hacer lo que ella deseada.
Por años me controlé a no hacer nada descabellado, porque no estaba seguro de mis sentimientos, pero desde que estuvimos en la casa de mis padres, había estado deseando estar a solas con ella. –“Alexander…”- susurró, y pesé a que su aliento apestaba a alcohol, quería morder esos labios y enroscar mi lengua con la de ella. –“Te amo…”- agregó, cautivándome con su dulzura. Quería decirle lo mismo, confesarle que también la amaba, pero entonces, hipeó.
Bella estaba demasiada ebria, para estar en sus cinco sentidos en ese instante, por más que le confesara mis sentimientos, ella no lo iba a recordar al otro día. En el caso que lo hiciera, creo que sería algo muy lamentable y hasta ofensivo para ella, porque se merecía que se lo dijera en las mejores condiciones. Ese deseo de querer besarla y no oponerme a lo que ella quisiera, desapareció y la abracé, diciéndole que duerma. –“¿Dohmi? Hic… Sho, no buedo dohmi…”- dijo, intentando apartarse de mis brazos.
–“Bella… Solo cierra los ojos y ya”- le susurré, acariciando su nuca e intentando persuadirla. –“No, no, no… Hic… Shhhooo… Sho quiepo, jugha”- maullaba, dándome pequeños golpecitos en el pecho. –“Juhega… gonmiho, bor fhavo…”- añadió, rozando peligrosamente su rodilla contra mi entrepierna. No la tenía dura, pero si se tensó ligeramente, al verla y tenerla tan cerca. Si ella sobaba constantemente su rodilla en mi miembro, este evidentemente iba a terminar despertando.
–“Quieta, Bella, quieta”- le susurre. Por un segundo pensé que había logrado que se quede quieta, pero en realidad ella me había dado un pequeño descanso. Mi amiga, dejando salir su lado lascivo por el alcohol, comenzó a morderme el cuello. Sentir sus dientes masticar mi piel, sus labios tocándola y su lengua pincelándola, me excitaba. Me mordí los labios para no dejar salir un aullido y ella supiera que me estaba encantando lo que le estaba haciendo.
–“Pa-pa… Para…”- balbuceé, con el timbre de voz algo quebrado. Pero ella no hizo caso y como una minina, continuó besándome el cuello. Poco a poco a sus besos le fue incluyendo sus asombrosas acaricias. Sus arañazos en mi pecho, me estaban hechizando y haciendo que mis manos temblorosas, fueran descendiendo por su recta espalda y quisieran amasar esa ceñida y firme colita. –“¡Aaaahhh!”- chilló Bella, cuando mis manos apretaron sus glúteos.
Había pasado tanto tiempo, desde la última vez que toqué la piel de una mujer, que me había olvidado que debía ser cariñoso y gentil. Sus ojos grises se cruzaron con los míos y nuestras bocas se deseaban mutuamente. ¿Debía continuar o parar ahí? Fue la pregunta que rondó por mi cabeza, mientras ella aproximaba sus finos labios. Volviendo a hipear, me despertó de ese caluroso embrujo en el que me tenía. –“Bella, detente. No debemos”- le dije, alejándome de ella.
Ver sus ojitos llorosos, me hizo sentirme mal, porque no quería hacerla llorar, menos hacerle creer que no me interesaba, porque en verdad quería complacerla, pero no podía hacerlo, si estaba ebria. Estaba siendo tal vez contradictorio, ya que quería hacerlo, pero a la vez me negaba, y es que para mí, la primera vez que iba hacerlo con Bella, quería que ella estuviera sobria y grabáramos en nuestras memorias, aquel arte que haríamos con nuestros cuerpos.
Iba a hablar, cuando de pronto sentí unas uñas en mi espalda y un suspiro bajar por mi cuello. Fue tan helado que me hizo temblar entero. –“Que maho ereh hemahito”- escuche, a la vez que giraba mi cuello y contemplaba a mi hermana detrás de mí. –“Te-Te-Te… Teresa… ¿Tú qué haces aquí?”- consulté asustado. –“Bues… Hine a aboyha a mi amiga… hic”- respondió, pegando su cara a la mía. Su aliento apestaba igual a alcohol, conociéndola había bebido los tragos más fuerte y Bella con lo ingenua que es, la siguió.
Trate de apartarme de ella, pero al hacerlo, mi espalda chocaba con la delantera potente de mi amiga. Sentir esos suave globos de carnes, me colocaba nervioso. No tenía escapatoria, estaba acorralado entre esas dos, las que no dudaron en tocarme. Sus manos recorrían mi cuerpo, metiéndose entre la tela de mi pijama, acariciando mi piel, arañándola con sus largas uñas y tatuando sus labios en mi cuello. Intentaba calmarlas, pero ninguna me oía, parecían estar bajo el dominio de unas súcubos.
Durante esos cinco años, había aprendido a controlar mis impulsos, por lo que muchas veces, eludí caer en la seducción de una mujer. No obstante, en ese minuto, era imposible resistirse a la tentación de tener a mi hermana y a la chica que me gustaba, estimulándome. Era un ser humano después de todo, un simple hombre que quería una vida normal y tranquila, pero me veía envuelto en un perverso juego de dos súcubos, que lograron su objetivo, colocármela dura.
Teresa se rio al notar que mi verga estaba erecta, sus manos fueron directamente a ella y aunque no me bajó el pantalón, sentir cómo sus dedos sobaban mi polla, fue toda una delicia. –“Pa… Pa… Paren”- balbuceaba en vano, porque ellas no me escucharían. Mi hermana continuaba pajeándome con sus manos y me besaba el pecho, mientras que mi amiga, no paraba de besarme el cuello y me acariciaba el abdomen. En un momento el dedo meñique de Bella pasó a rozar la punta de mi pene.
El solo roce hizo que me sobresalte y ella también, sin embargo, en vez de detenerse, ella se encendió aún más, de lo que ya estaba. Riendo, se pegó más y sin ninguna timidez, agarró mi tronco con sus dos manos, quitándoselo a mi hermana. Sus labios pasaron a jugar con mi oreja, me mordía el lóbulo, al mismo tiempo que me masturbaba. Mi hermana rio y peligrosamente fue bajando, hasta que su boca quedara a la altura de mi miembro. Tenía miedo a lo que podía hacer, pero solo tocó mi glande con su dedo índice y luego volvió a reír.
Necesitaba tener un minuto de calma, para evitar que me corriera en mis pantalones, algo que en ese minuto parecía totalmente imposible. Teresa de pronto le preguntó a Bella, si no le había impresionado el tamaño de mi paquete. Si bien la pregunta me resultaba incomoda, también quería saber la respuesta de mi querida amiga, la cual riendo, confesó que, no, porque ya lo había visto. Esa respuesta me dejó confundido, porque no recordaba alguna ocasión que en Bella haya podido ver mi polla, pero entonces ella aclaró cómo lo hizo.
Resulta que una noche, cuando aún ella estaba comprometida, yo me quedé en su casa a dormir. Básicamente porque estaba sola y la ayudaba a cuidar a su abuela enferma. Después de estar todo el día con su abuelita, me fui a tender en la cama, quedándome dormido profundamente, con la ropa puesta. Ella fue a verme y al encontrarme así, quiso taparme con una sábana, pero entonces notó que en mi pantalón destacaba un enorme bulto.
Se sintió tentada en tocármelo y sutilmente con su dedo lo hizo, luego avergonzada me cubrió con la sábana y se fue. Debo admitir que me sorprendió su confesión, jamás imaginé que ella, podría haber hecho algo así. En tanto mi hermana, se preparaba para realizar su siguiente movimiento, uno que no me lo esperaba, como lo relatado por mi amiga. Antes de que reaccionada, la escuché decir: –“Iero, farle una brovafita…”-, sus labios aprisionaron mi glande y su lengua se deslizó sobre él.
Aun cuando tenía el pantalón puesto, sentir su húmeda y ardiente lengua, empapando la tela con su saliva, fue maravillo y excitante. Paulatinamente comenzó a pincelar mi falo, a dejarlo todo mojado, como si me la estuviera mamando sin que la tela se interpusiera entre su lengua y mi miembro. –“Qhe dicooooooo”- expresó mi hermana, al mismo tiempo que Bella agarraba nuevamente mi pene y decía molesta que era suyo. Teresa se rio, mientras se sentaba en la cama y mirándonos fijamente nos propuso hacer un trío.
Era una locura lo que había dicho mi hermana, no obstante, parecía totalmente convencida y lucida cuando lo dijo. No sé si era por la embriagues, pero Bella no pareció degustarle la proposición de mi hermana y debo admitir que mí menos. Nos quedamos en silencio un par de minutos, lo suficiente para que mi verga se calmada. Me senté en la cama y les dije que ya era suficiente, que se fueran a sus cuartos, lo que fue una mala elección de palabras, porque ellas sedientas y aun traviesas, comenzarían a torturarme de nuevo.
Teresa me abrazó por la espalda y comenzó a decir disparates, mientras que con sus manos volvía a sujetar mi tranca. Bella se sentaba de rodillas, intentaba torpemente sacarse su ropa y dejar libres sus lechosas tetas. Yo inútilmente les pedía que se calmaran. Bella tentativamente se fue aproximando, hasta quedar a centímetros de mi polla, mordiéndose los labios dijo que quería probar mi leche. Teresa apuntando hacía la cara de mi amiga, me pidió que descargada en su boca.
Estaba totalmente bajo el dominio de ellas, mi polla palpitaba como loca, queriendo eyacular después de tantos años. Percibía como el semen estaba recorriendo mi miembro viril y estaba a nada de estallar, cuando de pronto, se abre la puerta y veo a Richie. –“¿Qué está pasando aquí?”- preguntó desconcertado. Bella avergonzada se ocultó entre las sabanas y Teresa reía, al mismo tiempo que soltaba mi verga. Suspiré aliviado y después le pedí ayuda a Richie para que me ayudada a controlar a mi hermana.
Él envió a Teresa a su habitación, la cual obedeció de mala gana. Así fue como tuve paz, aunque ya muy tarde para dormir. Tomé una ducha rápida y luego salí a correr, tenía la clara intención de olvidar lo que había ocurrido en mi cuarto. Algo que sin duda sería difícil, porque en el fondo, me hubiera gustado haberme entregado a las garras de la lujuria y compartir con mi hermana y amiga una noche inolvidable. Después de correr, me bañe y luego me puse hacer el desayuno, preguntándome cómo miraría a los ojos a esas dos.
Fue una pregunta que rondó por mi mente, unos largos minutos. Barajé la opción de ignorar el asunto, siempre y cuando ellas lo hicieran, pero sabiendo cómo era mi hermana, estaba convencido que eso no iba a ocurrir. Abrí levemente las ventanas para que entrada algo de aire y me senté en la mesa a comer. Al darle un sorbo a mi café, recordé mi primer día en esa casa y lo vacía que se sentía, con tintes de amargura y melancolía por sus paredes, era helada y hasta algo tétrica.
Ahora en cambio, tenía colores vivos, el ambiente era amigable y daba ganas regresar a casa, hacer cosas o invitar a alguien. Si me lo hubiera consultado aquello hace cinco años, creo que mi respuesta hubiera sido que eso jamás pasaría. No estaba en mis planes, ni siquiera en los días más optimistas de esa época se me hubiera ocurrido pensar en algo así. Todo comenzó a cambiar por Bella, desde el primer instante que ella piso mi casa, le dio brillo y me motivo para hacerla habitable.
Antes solo tenía una cama, un vaso y un plato. Solía beber y fumar todo el día, pedía comida a domicilio y dormía. Desde que conocí a Bella, algo me impulso a querer aprender a cocinar, a que volviera a tener una dieta equilibrada, que dejara un poco el cigarro y el alcohol, que limpiara el desastre en donde estaba viviendo. Es impresionante cómo una mujer puede cambiar tu modo de vida y a la vez pueden destruírtela. Dejando de reflexionar sobre el pasado, miró hacía las escaleras y la veo bajar.
Sus ojos grises no tardaron en hacer contacto con los míos, su sonrisa nerviosilla, floreció y lentamente fue aproximándose a mí, mientras buscaba las palabras que no hicieran mención sobre lo ocurrido anoche. Ese minuto de paz que tuvimos, fue tan fugaz, que no dejó a ninguno prepararse al torbellino de Teresa, la cual bajó haciendo mucho ruido, quejándose de la resaca y haciendo promesas falsas como que nunca más iba a beber una gota de alcohol.
Cuando se acercó a nosotros, nos miró fijamente y preguntó qué había ocurrido anoche, que no recordaba absolutamente nada, después de haber iniciado una partida de dardos. Debí haber esperado que el motivo por el cual ambas llegaron tan ebrias, fue por una estupidez de Teresa, como beber un trago de tequila, por cada vez que una de ellas perdía la partida. Bella trató de maquillar la situación, diciendo que luego regresaron juntas y la llevó hasta su habitación para dormir.
Por un instante, mi hermana se creyó esa historia, y yo pensé que no iba a tener que recordar nunca más lo que pasó en realidad. Sin embargo, su memoria confusa, reaccionó con la voz de Richie, el cual había ido hacer unas compras. Ella nos miró a ambos, queriendo obtener una explicación, mi amiga suspiró antes de aclarar todo, con sus carillos rojos, dijo: –“Bueno, en realidad nos metimos al cuarto de Alexander y casi lo violamos”- confesó, dejando impactada a Teresa.
–“¿Qué?”- exclamó, buscando en mí, que le negada lo dicho por Bella. –“Ok… Solo diré que ofreciste hacer un trío”- le dije, haciendo que su boca quedaba abierta del asombro y luego por la vergüenza se cubrió la cara, sin creer lo que había hecho. La reacción de ella sinceramente me sorprendía, porque me la imaginaba riéndose de la situación. Luego de sacarse las manos del rostro, preguntó si no había hecho algo más, Bella y yo nos miramos, no sabíamos si decirle absolutamente todo lo que pasó o callarnos.
Teresa: Oh vamos chicos, no me dejen con la intriga. Debo saber si cometí alguna estupidez.
Bella: ¿En serio no te acuerdas de nada?
Teresa: No.
Yo: ¿Nada de nada?
Teresa: ¡Nada de nada!, por eso estoy preguntando.
Expresó muy frustrada.
Yo: (Suspiro) Hhmm… No, aparte de besarme el cuello y el pecho, de tocarme con tus manos todo el torso y jalármela. No hiciste nada más grave.
Aseguré, intentado darle algo de calma.
Teresa: ¿Me lo prometes?
Yo: T-te… Te lo prometo. Pero dime, ¿por qué te preocupa tanto lo que pudiste haber hecho?
Interpelé, porque me parecía exagerada su reacción. Mi hermana agachó la mirada y se tomó una pausa, de manera extraña comenzó a reír, recordándome que siempre hacía eso de niña, cuando cometía alguna travesura.
Teresa: Hermano, no te enojes.
Yo: ¿Enojarme? ¿Por qué lo haría?
Teresa: Es que yo viene aquí, para decirte algo.
Dijo, jugando con su cabello.
Yo: ¿Qué cosa?
Teresa: Tenía que decírtelo apenas llegué aquí, pero con los juegos se me olvido.
Yo: Vamos Teresa, suéltalo ya.
Teresa: (Suspira y cierra los ojos) Me voy a casar, Alex.
Expresó dejando de prolongar esa confesión. Al principio reí, creyendo que me estaba haciendo una broma, que quería burlarse de mi ingenuidad, pero al paso de los segundos, su rostro seguía estando serio, haciéndome comprender que no era chiste. Confundido me acerque a ella y le pedí que me explique todo, porque me parecía inverosímil lo que me estaba diciendo. A Teresa le costaba mirarme a los ojos, sentía como los nervios invadían poco a poco su cuerpo y le resultaba difícil hablar sobre el asunto.
No sé si la estaba presionando demasiado o sencillamente era una señal de que había caído en las garras de Carolina de nuevo. Decidí alejarme de ella, darle su espacio y también el tiempo necesario para que tomada el valor suficiente y me contada sobre este matrimonio. Bella interpretó que estaba sobrando en esa escena, que ese tema solo involucraba a mí y a Teresa. Sin nadie más que nosotros dos en la cocina, mi hermana rompe el hielo, pero no de la forma en que esperaba.
–“Alexander, dime. Si existiera una posibilidad de un nosotros, ¿la tomarías o no?”- declaró, logrando que me quede perplejo y desconcertado. ¿A qué venía esa pregunta?, ¿qué buscaba Teresa con ella?, no sabía qué responder, porque no la comprendía. Ella fue acortando la distancia entre los dos, tomó mis manos y me miró fijamente. –“Si te propongo que huyamos, ¿lo harías?”- consultó, como si en verdad pudiera responder algo así de manera tan sencilla, sabiendo lo que ella significó para mí.
La respuesta estaba ahí, entre más pensaba que mi hermana se le había zafado un tornillo y que sus preguntas no tenían sentido. En el fondo de mi corazón, la respuesta estaba clara. –“No”- respondí a secas, –“No lo haría. Quizás si me lo hubieras propuesto hace cinco años atrás, te hubiera dicho que sí, pero hoy no. Porque hace tres años, que mi corazón dejó de pertenecerte y desde entonces late por otra, late por Bella”- agregué, con total sinceridad.
Mi hermana me sonrió y luego me abrazó, mientras me tenía envuelto en sus brazos, me susurro que le alegraba que haya encontrado el amor en otra persona. –“No te confundas, no estoy dolida. Bueno, un poco, pero en verdad estoy feliz por ti, hermano. Te deseo lo mejor con Bella, se nota que son el uno para el otro, aunque tú eres muy lento con ella”- añadió. Teresa se apartó de mí y cogiendo su móvil, me muestra una foto en donde salía ella con un muchacho, abrazados y tomados de las manos.
Él era Santiago, su prometido, tenían la misma edad y lo conoció hace dos años, cuando tuvo que ir de viaje de negocios con su amiga. Desde el primer momento que cruzaron miradas, congeniaron. Mi hermana igual que yo, buscaba una manera para olvidarme y encontró en ese hombre, la forma de sacarme de su corazón e iniciar definitivamente, desde cero su vida. Me quedé gratamente sorprendido con su historia, no niego que me dolía un poco, el tener que cerrar de forma absoluta mi historia con mi hermana, pero a la vez estaba feliz.
Ambos habíamos encontrado el amor, un amor que por un breve tiempo compartimos entre nosotros y que tal vez si hubiéramos sido valiente en su momento, hoy estaríamos juntos. Sin embargo, las cosas no se dieron de esa manera, no tuvimos un final como Axel y Vanessa. Aun así, estábamos contentos con las nuevas personas que caminaban a nuestro lado, que le daban sentido a nuestras vidas y que sacaban a relucir lo mejor de nosotros.
Después de esa charla, mi hermana compartió con nosotros su último día en casa. Solo había ido por 3 días y terminó quedándose casi por un mes. Cuando llegó la hora de acompañarla hasta el aeropuerto, muchos recuerdos se ve vieron a la cabeza, desde que éramos unos niños inocentes, hasta ahora. Nadie se creería por todas las cosas que pasamos, menos que después de habernos amados, podíamos ser amigos y hermanos normales.
Al regresar a casa, fui dándome cuenta que Bella fue distanciándose de mí. Habían días en los que no hablábamos, no sé si era una estrategia de ella o una artimaña de mi hermana, para que actuara de una vez y confesara mis sentimientos. Por más que veía la meta al frente de mí, no me atrevía a dar el último paso. Paso con el que iniciaría mi vida de pareja con quien fuese mi mejor amiga, por tanto tiempo. No sé qué me retenía y cada vez me resultaba exasperante no poder cruzar esa línea que estaba a nada de mí.
Comencé a preocuparme, porque un día cuando la esperaba afuera del hospital, la vi saliendo acompañada con un sujeto de lo más sonriente. Al llegar a donde mí, ella me presentó al tipo, resulta que era un ex compañero de la universidad y que había comenzado a trabajar en el hospital desde ese día. Tuve celos, principalmente porque noté que él la veía con mucha lujuria, la deseaba como un lobo que acecha cuidadosamente a su presa, sabía que si no actuaba rápido, tarde o temprano, iba a perderla por estúpido.
Tras ese día, intenté abrirle mi corazón a Bella, preparando una cena romántica, con la ayuda de Teresa. Yo no soy para nada bueno en esas cosas, así que llamé a mi hermana, para que me aconsejada, fue así como armé todo. Cuando regresé a casa con mi amiga, después de irla a encontrarla, sentí como el corazón torpemente se aceleraba y la lengua se me trababa. Bella quedó asombrada y hasta podría decir que se emocionó, estaba seguro que ella no se esperaba algo así de mi parte.
Cenamos, charlamos un rato y luego hubo un silencio incómodo, uno en donde yo tenía que confesarme y pedirle que fuese mi novia. Pero por más que traté, no pude articular las palabras, sintiéndome inútil y un completo fracasado. Bella con una sonrisa traviesa, caminó hasta donde yo me encontraba, se sentó en mi regazo y apoyó su cara en la mía. Ella me estaba traspasando su valor, sabía que había hecho todo eso, para serle sincero que mis sentimientos y aun así, no podía confesárselos.
Torpemente la pasé a llamar Lucia, haciendo que todo el ambiente se arruinada y afligido le pedí perdón. Había desaprovechado la mejor opción para decirle que la amaba, comenzaba a creer que lo mejor para Bella era salir con otro tipo, porque yo era solo un estúpido cobarde. Al día siguiente, acostado en mi cama, me preguntaba si ella actuaría como si nada de lo de anoche había ocurrido. Era lo mejor para ambos, pero al salir de mi cuarto y encontrarme con ella, volví a revivir esa lamentable escena en donde la llamé Lucia, una y otra vez,
Bella salió a trabajar y yo me quedé en casa, echado en mi cama, lamentándome por ser tan patético. Ese día le tocaba el horario matutino, así que como a las 16 horas ya estaría de regreso en casa. Estar con ella durante toda la tarde, comenzaba a parecerme una tortura, porque no sabía cómo mirarla ni dirigirle la palabra. Fue cuando pensé en llamar a Tomás, había pasado bastante tiempo, desde la última vez que los dos habíamos charlado, tenía tanto que contarle, que quizás tras esa charla iba a tener algún coraje para concluir con mi confesión.
Tenía mi celular en mano, buscando su número entre mis contactos, cuando de pronto comienza a vibrar mi móvil. Curiosamente, quien me estaba llamando era mi psicólogo, tal vez era una señal del destino. Sin dudarlo le contesté, pero al oír su voz, me di cuenta que esta vez, él necesitaba ayuda y que recurría a mí, con la intención de levantarse del abismo en donde se había sumergido. Lo espere afuera de mi casa, fumando un cigarrillo, quedé anonadado al verlo llegar en moto y vistiendo de manera informal.
Su característica sonrisa que transmitía confianza, se había transformado en una melancólica. No era el mismo hombre que había visto la última vez, estaba totalmente masacrado. Antes de explicarme todo, tomó las espadas de kendo y me pidió un duelo. Me sorprendió que con lo precavido que era, no quería usar alguna protección y más, cuando quería que lucháramos como si fuese esgrima. Pude haberlo detenido y dicho que no era correcto hacer eso, pero la idea me seducía y termine haciendo lo que él me pidió.
El duelo era totalmente injusto, él parecía todo oxidado y solo se defendía, en ningún instante me atacó, ni cuando dejaba abertura en mi guardia. No veía al hombre que hace un par de meses, me había humillado. Él fue más ágil que en ese preciso momento. No tenía sentido prolongar esa lucha por más tiempo, así que le di un fuerte golpe en los brazos, para que soltara la espada. –“Bueno, duelo”- murmuro, a la vez que de sus ojos caían lágrimas.
No recordaba, haberlo visto llorar antes, menos rendirse de manera tan fácil, su espíritu combativo hacía que se levantada y se enfrentada a la adversidad que tenía frente. Sin embargo, el problema que lo estaba ajetreando, le había quitado ese coraje. –“¿Qué pasa, Tomás?”- le pregunté, sentándome a su lado. –“No quiero perderla, snif… No soportaría que se fuera de mi lado. Me voy a desmoronar sin mi Princesa, snif…”- declaró, dejándome intrigado.
Yo: ¿Qué le pasa a April?
Tomás: Tiene cáncer.
Expresó, recordándome que hace unos días Bella me dijo que tal vez tendríamos que apoyar a Tomás.
Tomás: Snif… E-está algo avanzado, pero ella se niega a someterse a un tratamiento, porque está embarazada… Snif… N-no quiere, que nada les afecte a los niños…
No tenía palabras para consolarlo, por lo que lo abracé. Su llanto desgarrador, me recordaba aquellas amargas noches en las que me ponía a llorar por Lucy. Si bien yo no la amaba y menos con tanta locura, como él ama a April, sabía que el dolor de tener que enfrentar la muerte de alguien al que le tienes cariño, es muy pero muy devastador. No obstante, quedarse ahí llorando, no iba a arreglar absolutamente nada. Si él había acudido a mí, significada que no quería a alguien que lo consolada, sino que le recordada lo difícil que era la vida y que se iba a lamentar más, por no pasar tiempo con la mujer que amaba.
Fue eso precisamente lo que hice, le recordarle que la vida da golpes duros e inesperado, pero debemos ser valientes y él siempre lo había sido. Tras la charla, Tomás tomó una taza de té y se echó a mi sofá, para recuperar aquellas fuerzas que había perdido. Yo fui a tomar una ducha, cuando escucho que abrieron la puerta, debía ser Bella, que regresaba de su trabajo. Me preguntaba qué iba hacer una vez que saliera de la ducha, ¿hablaría con ella?, o, ¿la evitaría?
No tenía una respuesta clara, sin embargo, colocándome en la posición de Tomás, todo me parecía horripilante y solo imaginar que Bella se podía ir a mi lado me aterraba. No podía dejar que el miedo nuevamente me arruinada lo que era mi felicidad, por eso más determinado que nunca, salí con la intensión de poder hablar con mi amiga y confesarle lo que sentía. Solo me cubrí con la toalla, amarrándola por la cintura y salí del baño, encontrándome a Tomás y ella charlando.
No sabía qué le pudo haber dicho mi psicólogo, pero de lo que si estaba seguro que él había regresado a ser el mismo de antes. Su sonrisa lo delataba, notaba esa confianza y seguridad. Se despidió de Bella e hizo lo propio conmigo, agradeciéndome por esa pelea de espadas, pero el muy cabrón lo dijo en un doble sentido, que llegó a chillarme. Al ver a mi amiga, llevaba una blusa bastante descontada, no ocultaba para nada sus enormes bendiciones y estaba seguro que más de uno había quedado hipnotizado mirándola.
–“Bella, yo…”- dije, despertando de ese encantamiento que me había producido sus pechos. –“No tienes que explicar nada Alexander”- aseguró con confianza, –“Me sorprende que te guste jugar a los espadazos, pero allá tú con tus preferencias, yo te voy a respetar y querer igual”- añadió a su comentario, dejándome avergonzado. Ese capullo de Tomás, había hecho que Bella, malinterpretada las cosas. Ella sin dejarme que se lo explicada a qué se había referido exactamente, comenzó a desnudarse frente de mí.
Me parecía una broma de mal gusto y aunque no quería dejar de mirar a ese curvilíneo y ardiente cuerpo que se encueraba delante de mí, pegué un grito. –“Pe-pe… ¡¿Pero qué haces Bella?!”- exclame, tratando de desviar la mirada, aunque mis ojos regresaban a donde ella, que se bajaba el pantalón. Era un verdadero deleite, observar sus majestuosas piernas, al igual que esos melones bailarines. Pensé que se iba a quedar solo en ropa interior, pero no, ella se atrevió a ir más allá.
Quitándose lentamente su braga, fue diciendo que Tomás le había propuesto darle una “terapia especial”, que de acuerdo a las propias palabras de April, era nada menos que sexo. Definitivamente todo me parecía una mala broma, comenzaba a irritarme pero a la vez no podía dejar de estar embobado por esa monumental figura que se desvestía frente de mí. –“Creo que la tomaré, después de todo, llevo años sin coger y ya estoy harta de esperar a un indeciso, que ahora resulta gustarle los espadazos”- dijo de manera burlona.
Yo: Aaaa… Ggghhh… Qqqhhffflllllrrreeeeeeee…
Era incapaz de modular una palabra, no sabía qué carajos le estaba pasando a Bella, pero ese comportamiento altanero y promiscuo repentino, me excitaba. Tuve la sensación que mi alma abandonó mi cuerpo, cuando ella se quitó el sostén y dejó bambalear libremente esos carnosos, redondos y firmes senos. Sus pezones estaban apuntando, me preguntaban si eran duros o blanditos, poseía unas areolas con una circunferencia perfecta, que hacían lucir irresistibles esos pechos.
Ella se fue aproximando a mí y me pasó su braga, –“Esta mojada, porque Tomás me mostró lo que me voy a comer. Ya estoy ansiosa por tener ese pollón dentro de mí”- dijo, cerrándome la puerta en la cara, antes que le dijera algo. Me quedé quieto ahí por unos segundos, escuchaba el agua de la ducha y a ella dando pequeño suspiro, mientras mencionaba el nombre de mi psicólogo. Caminé hasta la sala, en donde ellos estaban, no vi nada anormal, luego observé la fotografía de Lucy, que tengo colgada en la pared.
Yo: No voy a romper mi promesa, en verdad la amo y no voy a jugar con ella.
Dije, antes de quitarme la toalla y dirigirme al baño, para satisfacer a esa hembra pelirroja, que muchos deseaban. Se había acabado aquella indecisión, el pavor de formalizar algo, no podía defraudar a mi hermana y dejar ir aquella mujer. Al abrir la puerta, ella se voltea y con una sonrisa coqueta me mira fijamente a los ojos. Percibía el fuego recorrer por cada rincón de su cuerpo y la mirada de una gatita en celos. Me acerco a ella sin decirle absolutamente nada, mientras los ojos de Bella se iban clavando en mi miembro.
Nuestras pieles se rozaban, al estar tan cerca uno de otro. Acaricié su bella cara y tomándola del mentón, hice que levantada la vista. –“Eres muy cruel, Bella. Sabes que estoy loco por ti y aun así, me dices esas cosas hirientes”- le susurré, antes de besarla y cumplir mí promesa de aquella noche, en la que se coló en mi cuarto ebria. Sus labios de fresas me volvieron más loco, era un manjar que explotaba dentro de mi paladar y me llenaba de un fogoso deseo.
Lentamente fui tocando con mis manos esa maravillosa y perfecta figura, hasta detenerse en sus posaderas. Ella había envolvió sus brazos alrededor de mi cuello y con sus manos presionaba mi nuca. Al dejar de besarnos, la pegué en la pared y comencé sacudir mi verga cerca de su rajita. Estaba totalmente mojaba, lista para recibirme dentro de ella y tal vez hacer realidad alguna de sus tantas fantasías que había tenido conmigo. Deje mi polla entremedio de sus muslos, para centrarme en esas tetas tan deliciosas que tenía.
Al sostenerlas en mis manos, me di cuenta que eran algo pesadas, pero muy blanditas, como un par de esponjas. Bella soltó un tierno y estimulante chillido, que me animó a seguir jugando con esos melones. Los amasé, los mordí, los besé, hice todo lo que me pasaba por la cabeza, mientras ella, entre bramidos me pedía que se la metiera. Y claro que se lo iba a meter, pero antes quería conocer su perfecta anatomía y embriagarme con su fragancia a jazmín.
Besaba su cuello, sus pechos y su boca, en tanto mis dedos exploraban pausadamente su curvilíneo cuerpo y mi verga se frotaba entre sus muslos. Sentía cómo ese coño me llamaba, me imploraba para que lo hiciera mío de una vez y le enseñara cómo follaba y hacía el amor. La voz agitada de Bella, solo me desesperaba en mi lenta travesía que realizaba con mis manos. Era consciente que no iba a concluir ese viaje, porque yo también estaba ansioso por zambullir mi verga en ese coñito hambriento y abandonado.
La mire a los ojos, a la vez que mis manos se quedaban quitas en sus caderas. Ella jadeaba intensamente, expectante a mi siguiente movimiento e ilusionada porque nuestros cuerpos por fin estuvieran unidos. Acomodo mi verga y dejo a mi glande apuntando a ese empapado coño. El solo contacto entre la punta de mi polla con sus labios vaginales, hizo que se estremeciera y enredaba sus dedos en pelo húmedo. Deslicé mi capullo a lo largo de ese sexo, embadurnándolo.
–“Oooooohhh… ¡Síííiii!”- ronroneó, arqueando su espalda. –“¡Hazlo, cabrón! ¡Métemela toda!”- exclamó impaciente. Mis piernas temblaban del gusto, estaba igual de anheloso que en mi primera vez, la única diferencia es que estaba confiado que iba a estar a las alturas de las expectativas de Bella. Di un pequeño suspiro y lentamente fui enterrando mi verga en esa cueva ferviente que se extendía y a mi grosor. Solo tenía un poco más de la punta de sumergida y mi tranca ya amaba estar ahí dentro.
Los gritos de Bella se fueron haciendo pausados y largos, cada centímetro que clavaba era un regocijo impresionante. –“Más, más, máaaas…”- decía ella, enganchando sus piernas en mis caderas. –“Uuuufff… Dios mío”- susurré, al tener la mitad de mi tranca en esa estrecha y abrazadora vagina. Sus músculos se aferraban a mi falo, aprisionando con fuerza y me encantaba. Sus gordas tetas se esparramaban en mi pecho y nuestros labios se tocaban coquetamente.
Nuestras lenguas se rozaron y sumergido en ese placer infinito que ella me estaba dando, dejé de pensar en ser precavido y le metí la parte restante de un golpe. Todo su cuerpo tembló, mientras pegaba un fuerte y desgarrador gemido, que a la larga se fue mezclando con gozo. Nuestras bocas nuevamente se fundieron en un apasionado y sabroso beso, en donde me adueñaba de esa lengua tan juguetona. –“¿Esto era lo que querías?”- le dije, dándole unas arremetidas profundas.
Bella: Uuufff… Síííii…
Contestó, atrapando mi polla con su estrechez.
Yo: ¿Te gusta cómo te cojo?
Bella: Ajam…
Yo: ¿Cómo?
Bella: Uuugghh… Q-qué sí… Que me encanta cómo me follas, cabrón…
Afirmó ella, mordiéndome el cuello.
Yo: ¿Desde cuándo ansiaba esto?
Bella: Hhmm… Desde hace mucho…
Yo: ¿Ah, sí? ¿Deseaba que te cogiera incluso cuando estabas comprometida?
Interpelaba, disfrutando de aquel momento tan lascivo y de su chocho sediento. Bella se tomó unos segundos para contestarme y ese breve silencio que hubo entre nosotros, no molestó, más bien me excitó todavía más. Mientras esperaba su respuesta que para mí era obvia, le di un lengüetazo largo a su cuello y luego mordí tiernamente su carne tan sedosa. –“Aaaaahhh”- exclamó levemente, intentando articular palabras. No me daba cuenta de lo fascinado que me encontraba, taladrando ese coñito rojo.
Bella: Mmmmhhhgg… Nnnnnhhhhgg… Sííiiii…
Susurró, abriendo sus labios y de ellos se formaran unas hilazas de saliva.
Yo: ¿Sí qué?
Bella: Que te he deseado incluso cuando estaba comprometida.
Expresó, pegando su boca a la mía y lentamente se fueron entrelazando nuestras lenguas, como nuestros dedos. Su dulce sabor de boca me resultaba atrapante y sin igual, como un refrescante elixir, que rehabilitaba todas mis energías. El fuego que me consumía se hacía más intenso y sofocante, al grado de querer descontrolarme y darle las embestidas más brutales. Sentía como su interior cada vez se aferraba más a mi tronco y lo aprisionaba con sus paredes.
Me pregunté a mí mismo, cómo me había controlado y aguantado tanto con una mujer tan ardiente como Bella, más al vivir bajo el mismo techo. Sentía como una libidinosa onda se esparcía por mi cuerpo, desde mi cabeza hasta los dedos de los pies, todo mi ser estaba bajo el dominio de la lujuria. Entregado al placer, continué dándole fuerte a Bella, la cual feliz y sonriente, me maulló en el oído que me amaba. Esas palabras me motivaron para que siguiera, justo cuando mis piernas comenzaban a flaquear.
Llevaba mucho tiempo sin hacerlo, me resultaba imposible resistir por tanto tiempo, más con esa fogosa rajita que estaba hecha un manantial de jugos, la cual apretaba cada vez más mi polla. Quería retirar mi verga y bañarla con mi espesa y cálida leche, apreciar su voluptuoso y húmedo cuerpo, cubierto por mi semen, que llevaba años acumulando en mis huevos, pero ella mantuvo firme sus piernas alrededor de mis caderas. Sin resistir más, terminé dentro de sus entrañas, impregnándola con una enorme descarga.
Venirme dentro de una mujer después de tantos años, se sintió maravilloso, reconfortante. Había olvidado esa sensación de gozo que se experimentaba al llegar a un orgasmo, todo mi cuerpo parecía estar temblando de placer, mientras ella recibía toda mi leche en su coñito. Era tanta la carga que había soltado, que cuando saqué mi pene de su vagina, noté como mi semen se desbordaba de su coño y se deslizaba por sus muslos. Bella no quería dar por terminada esa jornada, así que tomó mi tranca, la cual aún estaba erguida y me pidió que la cogiera una vez más.
Me sentía agotado pero a la vez algo me impulsaba a complacerla, a darle todo lo que ella me pidiera. Haciendo que se girada y me levantada esa pomposa cola, comencé a frotar mi polla entre sus glúteos. Bella se mordía los labios, a la vez que con sus dedos coquetos se tocaba el coño. Ella estaba jodidamente caliente, al grado que titubeaba si podía estar a la altura de sus expectativas, sin embargo, no dejé que la incertidumbre me dominada y confiando en mis habilidades, fui hundiendo mi miembro en su estrecho coño, otra vez.
Bella: ¡Hhhhgggggfffff! ¡Diiooss!
Bramó, sacudiendo sus caderas para ayudarme a penetrarla más rápido.
Yo: Uufff… Sí que estás apretada, cabrona.
Bella: (Ríe) Y tú la tienes bien grande, cabroncito.
Ambos nos reímos y nos dimos un beso, mientras empezaba a empotrarla con más fuerza. Pensé que después de mi hermana, Lucía era la mujer más compatible conmigo y nadie más la iba a superar. Estaba completamente equivocado, ya que Bella, era mucho mejor que ella y que Teresa. Tenía frente de mí a la pareja perfecta y la que no dejaría ir por ninguna razón. Sujetando su cinturita con fuerza, fui clavándole mi polla lo más profundo que podía, haciéndola ronronear como deseaba.
Cada estocada significaba un pequeño brinquito por parte de ella, sus músculos y entrañas se sujetaban de mi verga con una fuerza increíble. Poco a poco el cuerpo de Bella comenzó a temblar, su voz se fue quebrando y su respiración más intensa. Sus resoplidos eran una delicia y una magnifica banda sonora para mis oídos, quería que gritara mi nombre, que me dijera que desde ese día, solo sería mía y que ningún hombre, tocaría su cuerpo, como lo hacía yo.
–“Oooohhh… Diiioosss”- se quejó ella de nuevo, mientras mordía sus labios y volteaba a mirarme con esos ojos de gata en celos. Tenía una gran sonrisa tallada en la cara y su mirada era tan penetrante y lujuriosa que me automáticamente me forzaba a darle más duro. No sé qué me pasaba, pero cada segundo que transcurría, notaba que mi cuerpo estaba siendo totalmente hechizado por esa mujer. En mi mente me preguntaba, si había probado un coño tan exquisito como el de Bella antes.
Por más que intentaba recordar lo bien que se sentía hacerlo con Teresa, mi cuerpo no reaccionaba, dejaba de sentir la adrenalina que Bella me entregaba. Lo mismo ocurrió cuando intenté recordar las noches que compartí con Lucy o Katia, pero no me parecían sexos memorables, no como el que estaba teniendo en ese instante con esa minina pelirroja. Bella me había embrujado, me hizo adicto a ella con tan solo una cogida y borró de mis memorias a las demás que fueron parte de mi vida.
Ambos continuamos con ese vaivén, hasta que finalmente llegamos a nuestros límites y acabamos, sin dejar ningún recuerdo de mi pasado que añorar. Luego de esa follada, nos sentamos a comer algo, ella me confesó que toda esa provocación previa, había sido obra de Tomás, quien le dijo que si ella no daba el primer paso y me hacía entender que podía perderla, yo jamás me iba a atrever a tocarla. Quizás tuvo razón, sin embargo, no sabía si agradecerle o maldecirlo, porque esas cosas no se juegan.
Después de comer, salí a tocar a un bar y regresé hasta la madrugada a la casa. No es que quería evitar a Bella, pero después de esa cogida en el baño, no quería volver hacerlo ese día, y algo me decía que ella, si quería repetirlo, por eso esperé hasta el último minuto para ir a casa. Cuando llegué, todas las luces estaban apagadas, no había ningún ruido, así que suspiré aliviado, pensando que tendría la tranquilidad que quería. No me costó quedarme dormido, estaba completamente agotado, con todo lo que había vivido.
A la mañana siguiente, apenas abrí los ojos, sentí como mi polla estaba siendo exprimida. No tuve que molestarme por levantar las sabanas, ya que habían sido tiradas al suelo por la misma Bella, la cual dibujaba con su lasciva lengua sobre mi falo, embadurnándolo totalmente con su saliva viscosa. Ella dejó de lamer y colocó mi verga entre sus gordas y suaves tetas, sonriendo me dijo, –“Hola mi amor. Quise despertarte de la mejor manera”-, no podía negar que esa era una muy buena forma de despertar, no obstante, no sé por qué me generaba eso algo de incomodes.
–“Quiero que me des mucha leche, antes del matrimonio de tu hermana”- susurró de forma guarra y haciendo desaparecer mi polla entera en su boca. Miré al techo y suspiré de placer, a la vez que le agradecía a dios por darme tan maravillosa mujer. Dejé de preocuparme y solo pensé en disfrutar. Bella retiró mi verga de su boca y entre sus labios quedaron unos hilos de saliva y semen. Ella se acercó a mí y me preguntó si estaba siendo muy bruta y yendo con la relación muy rápido.
Yo sonreí, unos segundos más tardé solté una carcajada, al mismo tiempo que movía mi cabeza de izquierda a derecha. –“No, no estás yendo muy rápido, cariño. Lo estás haciendo muy bien, tan bien que me hace preguntarme, ¿por qué no lo hicimos antes?”- le contesté, besándola con fervor y con mis manos acariciando su sedosa piel. Desde ese día, nuestras vidas han cambiado para bien y para mejor, no hay duda que somos tal para cual.
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