You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

Hermosas patas que chupé! (Exclusivo fetichistas de pies)

Les dejo un relato sobre algo que me sucedió este último verano.
Y esto, va a formar parte de un libro que estoy preparando con mis experiencias. Ahí van a poder leer cosas fetichistas, encuentros cuckold, trans... etc.
Bueno, espero que les guste...


PATAS DE VERANO



Hermosas patas que chupé! (Exclusivo fetichistas de pies)

Me encanta chupar patas. Lamer la planta de los pies de mujeres me vuelve loco. Acabo de una manera tan deliciosa y mi semen sale tan abundante cuando chupo pies que es, una cosa casi indescriptible. Mi huevos se hinchan de tal manera que cuando por fin sueltan la leche, esa explosión me llega hasta la garganta. Dejándome la pija chorreante y tiritando con los pezones duros y muy sensibles, tanto, que solo con roce del aire me trae ese cosquilleo infernal que anula todo mi cuerpo lleno de gozo, como si estallaran diez orgasmos a la vez.
Y algo de esto me pasó cuando le chupe las patas a una piba cuidachoches. La pendeja tenía unos pies tan ricos que cuando los recuerdo la pija se me pone tan dura que solo la puedo calmar si me mando una paja. Y todavía suelen ser de las más ricas pajas que tengo. Recuerdo esas hermosas patas tiernas y suaves, con un olor tan exquisito que todavía lo tengo guardado en mí. Sus deditos tan perfectos y hermosos que no puedo sino, dedicarle cada una de las pajas que me hago cada vez que recuerdo aquella tarde cuando me comí esas patas una tarde de verano.

Ese día, como suelo hacer desde hace ya algunos años, salí para realizar mi rutina de bicicleta. Elijo para esta actividad el Parque General San Martín. Para los que no lo conocen es un parque inmenso con lago y bosques a su alrededor a unos cinco minutos del centro de la ciudad de Mendoza.
La cosa es que esa tarde, pleno enero, hacía mucho calor. El pedaleo me agotó y entonces continúe a pie bordeando la calle hasta que dí con el camino que se mete en uno de los bosques del parque, no había nada de gente por lo que pensé descansar un rato junto a los pinos y su sombra.
Habrán pasado unos diez minutos, yo estaba apoyado contra uno de los arboles con mi bici al lado y, en un momento me sorprendió una piba de nos veinte, vientres años que se paró junto a mí. Lo primero que vi, fueron sus dos pies desnudos en unas ojotas hawaianas y, claro presté atención a esas patas un poco sucias pero hermosas.
La piba se sonrió, creo que se había dado cuenta, de mi fetiche y, algo nerviosa o sorprendida por la situación me dijo:
-Hola Don, ¿tiene un poco de agua que me convide?
Sin dudarlo, llevaba una botella de dos litros en mi mochila, le dije que sí y le alcancé la botella. Ella, estiró el brazo y recibió lo que le pasaba. Mientras tomaba pequeños sorbos, traté de no incomodarla pero de reojo la iba mirando.
La pendeja tenía unas piernas bien formaditas, algo delgadas pero tensas. Estaba con un short de color fucsia que se le metía en el culo pero le llegaba por debajo de las nalgas. Una remera holgada blanca con una ridícula frase en inglés “Its Magic Summer” decía, o algo así. Su tetas, no muy grandes parecía que estaban desperecidas por el corpiño tan inmenso que llevaba puesto. Tenía el pelo recogido en un rodete y estaba teñida de rubio. Más bien diría que estaba desteñida en rubio producto de la mala tintura. De ojos marrones y de labios gruesos que me hacía imaginar de como sería el agujero de su culo, seguramente tan bello como una flor abriéndose y cerrándose hinchado de carne marrón y dulce como lo hacía con su boca mientras tomaba agua del pico de la botella que le había convidado. Su piel blanca y lisa, con algunos lunares en sus brazos.
Cuando me devolvió el agua, noté como los dedos de sus pies se movían en esas ojotas desgastadas. Eso fue una invitación. Claro, estaba sin que ella se diera cuenta, dándome un suave latiguillo de seducción. Entonces traté de darle charla.
-¿Y… qué hacés por acá? - Pregunté mientras recibía la botella.
-Cuido coches. -Fue su respuesta seca y sin sonrisa.
-¿Y tenés mucho trabajo esta tarde? -Insistí.
-Todavía no. Esta noche hay partido en la cancha de la Lepra y tengo que aguantar el puesto. -Dijo, un poco más abierta y dispuesta a la casual conversación.
Genial, pensé, ¡tengo que chupar esas patas! “No sabés lo bien que te haría sentir pendeja”. Me dije por dentro y ahí nomás le ofrecí un cigarrillo que acepto de inmediato.
-Y ¿Usted, qué hace? - Preguntó por educación.
-Dando vueltas en la bici, lo que hago todas las tardes. -Contesté mientras le pasaba el encendedor.
-¿Es ciclista? -Dijo con una leve sonrisa.
-No, solo ando por gusto. - Contesté.
La pija se me empezaba a parar, era inevitable. Veía esas patitas como se movían a centímetros de mí y me imaginaba mi lengua entremedio de esos dedos rosados que daban pequeños golpecitos en la suela.
-Pero, ¿te venís sola? -Pregunté.
-Sí, pero más tarde llegan la pibas y nos juntamos.
-Sentate. -Le dije mirándola a los ojos. Ella sorprendida se quedó quieta y de pie.
-Bueno, es solo para charlar. -Dije para distender.
Sonrío y aceptó. Se sentó frente a mí, dejando sus pies medio escondidos entre sus piernas.
Al cabo de unos minutos y después de hablar de pelotudeces, con cierta distracción estiró las piernas y se sacó las ojotas para apoyar sus patitas en el pasto.
Tan hermosas…, blancas y rosadas por abajo. Sus dedos bien armados llevaban la forma justa, desde el mayor hasta el más chico de los cinco, todos formando esa tan exquisita medialuna, calzaría un número 38 0 39. Sus patas transpiradas se refregaban de un lado para otro en la hierva a un costado mío. Tenían algo de olor, fragancia tan exquisita que me llagaba con cada movimiento, olían a lavanda mezclada con olor a concha, pero de vagina dulce.
La pija la tenía presionándome como un cañón debajo del pantalón. No sé si ella se había dado cuenta de lo caliente que me tenía. Así que en un momento, la miré a los ojos y le dije:
-Me gustan tus pies.
Ella se quedó algo desorientada y fue que con mi mano detuve el movimiento de sus patas. Acaricié uno de sus pies y ella quedó inmóvil pero aceptando mi caricia.
Su pata era tan suave que fui envolviéndolo con mi mano. La planta estaba transpirada, refregué mi mano en esa dócil piel y después la olí. Quedé como anestesiado sintiendo esa fragancia que hacía olvidarme de todo.
Mi respiración y jadeo la desconcertaron. Aun así, estaba frente a mí con las patas desnudas en el pasto.
-¿Qué me querés hacer? -Dijo entre labios.
-Nada. Nada que vos quieras. ¿Te han chupado los pies alguna vez? - Le dije, mientras volvía a sobar su patas.
-No. - Contesto entre medio de una risa algo nerviosa.
-Mirá, si nos metemos un poco en el bosque te los puedo chupar.
Sabía que había acelerado la cosa y esto podía ser una frustración para mí. Un viejo de cincuenta años que te diga que te quiere chupar los pies, suena muy perverso. Igual, estaba tan caliente, que es morbo me llevó a adelantar las cosas.
-No sé… -Me decía mientras movía sus patas entre mis manos.
-Son hermosos tus pies. -Dije en tono más bajo
-¿Me quiere culiar? -Dijo en tono bajo también y algo sumisa.
-Puede que se dé. No sé. -Dije, mirándola a los ojos y detuve el movimiento de mi mano.

Me pidió agua nuevamente y volvió a esconder sus pies aun sentada. Estaba algo contrariada e incómoda con mi propuesta. Tal vez tuviera algo de miedo, no sé. Yo estaba ahí, frene a ella, en silencio y con la pija latiéndome por dentro.

Mis manos estaban impregnadas con su olor a pata y eso no calmaba para nada mi situación. Y cuando ya estaba entrando en la resignación, su “sí” me trajo una palpitación, pero de las buenas.


amateur

Nos metimos en el bosque y caminamos un poco buscando algún lugar. Ella sonreía algo nerviosa hasta que dí con una serie de arbustos que formaban como una casuchita. Esto es ideal, pensé, saqué de mi mochila una manta que llevo, justamente, para cuando descanso en el parque y la invité a pasar.
Nos metimos en cuatro, primero yo que arme ese lecho “campestre” y luego ella. Una vez adentro quedemos muy cerca uno del otro, ella inexperta esperaba mis indicaciones y yo tan caliente no sabía por donde empezar.
Igual improvisé y le pedí que se sacara las hawaianas y...¡Ay Dios! Qué patas tan hermosas que tenía la pendeja. Ahí las tenía, a centímetros de mí. Su olor comenzó a transportarme y acerqué mi nariz a esas plantas rosadas rozando de apoco cada pedazo de carne. Ella, tensa en un primer momento, cuando sintió mi contacto comenzó a relajarse y así dejó sus pies entre mis narices.
Con las dos manos tomé sus tobillos y me sumergí contra esas patas que esperaban mi lengua. La pendeja largo un gemido y eso me aceleró.
Le dí con mi lengua de abajo para arriba. Comencé reconociendo el talón de uno de sus pies, que estaban caliente y algo estropeados por una tierna callosidad. Así que deje caer saliva y luego comencé a hacer círculos con la lengua. Su respiración comenzó a agitarse y yo empecé a subir, lamía esa pata tratando de ir por cada espacio de carne rosada que ya era dulce y sabrosa.
Cuando llegué al inicio de los dedos, la piba, no aguantó mucho más y comenzó a gemir.
-¡Qué rico es esto! -Dijo, y por primera vez su mano hizo contacto conmigo, me comenzó a acariciar la cabeza mientras se recostaba sobre la manta.
Recorrí cada pliegue en el inicio de los dedos, salivando, cada unión. Entrando y saliendo con mi lengua de entremedio de esos dedos que se abrían y cerraban.
Repetí esta acción con el otro pie mientras me aflojé el pantalón y dejé que mi pija saliera de una vez. La tenía tan parada que llegaba a dolerme, así que me toqué un poco para calmar un poco esa sangre que me haría estallar la verga.
La pendeja cuando me vio, se metió la mano en la concha y empezó a toquetearse, mientras esperaba que continuara con los pies.
Ya entregada me puso sus patas en mi cara, no pude sino, continuar. Los agarré con las dos manos y abrí la boca, sus dedos medios ensalivados fueron lo primero que probé y me comí esos cincos dedos calientes. Chupaba ese pie con tal golosería que me lo metía cada vez más en la boca. Su sabor era dulce, era caliente, era exquisito.
La piba que mientras tanto se pajeaba ya daba grititos de gemidos. Y en un momento no pudo contenerse más y se sentó de golpe. Con la mirada algo extraviada me miró la pija, abrió la boca y se me mandó encima.
Me empezó a chupar la verga de una, tragándosela bien hasta el fondo. Su boca jugosa y caliente envolvía mi pija y ya estaba a su merced.

-Me vas a culiar… -Dijo, con el pedazo de mi carne es su boca.
-Solo por el culo -Le contesté y con mis dos manos tomé su cabeza y le hundí la pija bien hasta adentro. Presionándola unos cincos segundos contra mi cuerpo.
Cuando la solté estaba algo agitada y si aire…, respiró y se sacó el short y la tanga lila que llevaba puesta.
-Me va a doler, metémela por adelante. -Dijo, poniéndose en cuatro y dándome el culo.
-Sabés qué… No me dejaste terminar con tus patas. Así que te mereces que te rompa ese hermoso y apretado culo que tenés. -Le dije, mientras me paraba detrás de ella.

Abrí sus nalgas y me encontré con esa hermosa flor carnosa que latía entremedio de sus muslos, tal me lo había imaginado. Un agujero marrón y latente. Escupí saliva y lenguete la un poco, el sabor a mierda que tenía, era dulce, sedosa. Me calentó mucho eso, así que me puse frente a ella y le metí la verga hasta donde más pude. Ella gritó y pidió que parara, que le dolía…, pero la muy puta no dejaba de moverse con mi verga adentro. Así comencé a bombear hasta que sentí como el agujero se abría de tanto culeada. Ya, con el ano dilatado, la pendeja se movía y jadeaba pidiendo que le rompiera el culo, que le gustaba, que quería que se la metería más y más adentro.
Entre tanto, a mis costado veía esas patitas rozadas y ensalivadas tan brillantes que deseaba una chupada más.
La solté, entonces, la dí vuelta y antes de seguir culeando tomé sus patas y le dí una chupada con ganas, me metía esos pies con tanta delicia que deseaba que eso no terminara. Ella jadeaba con cada lamía o chupada y el olor de su concha toda mojada me dio la idea.
Metí mis dedos en esa concha abierta y babosa hasta sacar bastante flujo. Después embadurné cada uno de los dedos de su pie derecho y comencé a lamérselos.
¡Qué delicia! El sabor de los jugos de su concha con el de las patas era algo era algo tan exquisito que no podía dejar de chupar. Me comía esas patitas con tanto hambre que ya me entraban casi enteras en la boca.
A punto de acabar, tomé sus dos piernas las puse sobre mis hombros, mientras ella estaba acostada en la manta boca arriba y hundí la pija en ese culo roto y abierto.
No iba a aguantar mucho más, estaba ya en las nubes con toda leche hirviendo a punto de saltar, cuando la pendeja dio unos gritos de desahogo, estaba acabando.
En el medio de su orgasmo con las dos manos me sujeto por el culo se hundió con violencia mi pija en su culo. No pude, sino, gritar con la salida de mi semen que se soltaba adentro de ella.
Y mientras la enlechaba vinieron los orgasmos…, fueron dos o tres, es que no paraba de largar esperma y eso me traía nuevos espasmos orgásmicos.

Cuando me salió la última gota, me salí de adentro de ella y me tiré a un costado. Mientras trataba de volver en si, fue que me confesó lo siguiente.
-Soy muy puta, ¿lo sabe?- Dijo.
-Ah, sí… - Apenas pude responder.
-Sí. Me re gusta culiar. Lo vi dando vueltas en la bici hace como dos o tres días. Y quería culear con usted.


fetichismo

4 comentarios - Hermosas patas que chupé! (Exclusivo fetichistas de pies)

Yisuswa +1
Riquisimo tu relato
pcuckold +1
muy buen relato! van mis 10
chik_elm +1
Me encantó el final , eso no lo esperaba