Luego de ver a mi esposa oficiando de puta callejera y cogiendo con un cliente encontrado en la calle; Oscar me dijo que ya me podía retirar, pero Ana permanecería un rato más con él…
Regresé a casa y me senté en el comedor a esperarla, mientras disfrutaba de un buen vaso de whisky y pensaba si nuestras vidas podían continuar así con tanta pasividad, permitiendo que ese hijo de puta de Oscar hiciera lo que se le antojara con nosotros, especialmente, con el cuerpo de Ana…
Apenas una hora después, mis cavilaciones fueron interrumpidas por la aparición en casa de mi desagradable vecino que arrastraba de la mano a mi delicada esposa, junto a su también asqueroso primo Jorge, quien lucía en la nariz un parche, que no podía ocultar la hinchazón que le había producido el tremendo puñetazo que yo le había aplicado un rato antes…
Ana lucía fresca como si recién se hubiese bañado. Llevaba el maquillaje intacto pero su cara denotaba cansancio. Me sonrió con expresión abatida.
“Hola cornudo; mi querido primo Jorge ya se cansó de pajearse mirando los videos de la puta de tu mujercita y ahora quiere algo más…”
Empujó a mi esposa hacia adelante, haciéndola caer sobre el sofá. Jorge se sentó junto a ella y en un rápido movimiento, zambulló una de sus manos entre los muslos apretados de mi esposa.
Ana gimió ante la invasión de esa garra, pero luego de intentar mantener sus muslos apretados infructuosamente, por fin los separó un poco y se dejó hacer. Enseguida comenzó a gemir, sintiendo los dedos de ese otro hijo de puta hurgando dentro de su delicada vagina…
“Esta perra todavía está chorreando la leche de su último cliente…”
Anunció de manera muy desagradable Jorge, mientras sacaba sus dedos manchados y los hundía en la boca de Ana, dándole a probar el semen de ese último semental que la había disfrutado…
Entonces el hijo de puta me miró, ordenándome que le dejara limpia la concha a mi esposa, para que un verdadero macho pudiera volver a llenarla de leche…
Me arrodillé delante de mi esposa y ella me miró con expresión cansada, mientras abría sus muslos para mí. Introduje entre ellos mi cabeza y encontré que el semen de aquel hombre todavía fluía de su concha y se deslizaba por la raja de su culo. Comencé a lamer y a tragar toda esa leche.
Alba comenzó a gemir suavemente, sintiendo mi lengua bien profundo dentro de su concha. Los primos rieron a carcajadas, diciendo que yo era un buen limpiador de conchas…
De repente Jorge me apartó de Ana dándome una patada en el pecho, diciendo que mi esposa no debía acabar todavía en mi boca, sino en su propia verga que ya estaba lista para cogerla como a una verdadera puta.
Luego cargó a mi esposa con mucha facilidad sobre uno de sus hombros y se dirigió con ella a nuestra habitación. La dejó en el suelo y le ordenó que se acuclillara, para que le chupara la pija como una puta debía hacerlo.
Ana le bajó el slip hasta las rodillas y una tremenda verga de casi veinticinco centímetros apareció a la vista de todos.
Jorge tomó a mi esposa por los cabellos, obligándola a mirarlo a los ojos.
“Ahora vas a tragarte mi verga hasta que me hagas acabar en tu boca.”
Ana comenzó a acariciarle las bolas con una mano y abrió su delicada boca, metiéndose el tronco entero hasta el fondo de su garganta…
Jorge empezó a gemir de placer insultando a mi esposa. Mientras tanto, Oscar se arrodilló a espaldas de Anita y de un rápido manotazo le arrancó la diminuta tanga transparente. Enseguida hundió dos dedos en la concha de mi esposa y empezó a masturbarla frenéticamente.
Después de más de cinco minutos de mamada, por fin su asqueroso primo se vació en la boca de mi esposa, llenándole de semen la cara y los cabellos. Entonces me ordenó que preparara un baño para Anita, ya que a él le que siempre las putas que se cogía estuvieran bien limpias…
Preparé la ducha y entonces Jorge desnudó a mi esposa y la arrastró hasta el baño. Se metió con ella a la ducha y comenzó a enjabonarle su delicado cuerpo. Ana suspiró al sentir que los dedos de ese hijo de puta se detenían en su vulva.
De repente, dos de sus dedos se introdujeron en su vagina alcanzando su clítoris y haciendo gemir de placer a mi esposa.
“Vamos puta, quiero verte acabar en mis dedos…” Le susurró al oído…
Su otra mano mientras le daba unas tremendas nalgadas a mi mujercita. Ella no pudo aguantar demasiado tiempo esos embates. Pronto estalló en un orgasmo infernal que la dejó con las piernas flojas.
Jorge entonces sacó a Ana del baño y la arrastró nuevamente hasta el dormitorio, donde la tiró de un empujón encima de la cama matrimonial.
Ella aterrizó boca abajo y no se atrevió a moverse ni un centímetro.
“Así me gusta, puta, que asumas la posición que te corresponde”
Entonces subió a la cama entre las piernas abiertas de mi esposa y me miró sonriendo, mientras se sobaba la pija bien dura y erecta.
“Esto es por mi nariz rota, pedazo de cornudo!” Masculló con bronca.
Sin darme tiempo a insultarlo, se impulsó hacia adelante y penetró analmente a mi delicada mujercita, que abrió su boca buscando aire para gritar, mientras esa tremenda verga gruesa se abría paso brutalmente, invadiéndole el ano sin compasión…
“Quiero oírte decir que te encanta mi verga en tu culo, puta!!...”. Le gritó al oído mientras la bombeaba cada vez con más intensidad.
“Si… sí… me encanta por el culo, hijo de mil putas!!” Le respondió Ana.
Yo sabía que esa pija en el culo estaba volviendo loca a mi mujercita. Ahora la veía gozar como una perra, pero ella intentaba disimularlo frente a mí, ocultando su expresión de éxtasis dentro de la almohada.
En ese momento sentí un fuerte empujón y la cavernosa voz de Oscar:
“Vamos al comedor, cornudo… ya viste lo suficiente…”
Me hizo sentar frente a él y se sirvió un vaso de mi whisky favorito, mientras podíamos escuchar los alaridos de Ana cada vez que Jorge entraba violentamente en su culo.
Un rato después Anita se calló de repente y enseguida Jorge apareció en el salón. Le anunció sonriendo a su primo:
“Ya te dejé ese culito bien abierto y lubricado…”
Oscar entonces se levantó y se dirigió al dormitorio. Instantes después, Anita redoblaba sus alaridos y gritos de dolor, mientras la enorme verga de mi odioso vecino le taladraba el culo.
Así estuvieron durante horas, turnándose para sodomizar todo el tiempo a mi delicada mujercita, mientras el otro vaciaba mis mejores botellas de bebidas espirituosas.
Cuando finalmente se fueron, mi pequeño bar ya no existía y mi castigada esposa yacía desmayada boca abajo en un charco de semen, que fluía a borbotones de su culo destrozado por las vergas de esos dos hijos de puta…
Al día siguiente, mientras hojeaba el diario en mi oficina, una pequeña nota en un rincón de la portada llamó mi atención.
“Dos hombres que conducían en total estado de ebriedad, habían caído de un puente en plena ciudad, incendiándose el auto al estrellarse sobre el pavimento. Lo único que se había salvado de las llamas, eran los restos de una diminuta tanga negra transparente manchada de semen…”
Respiré aliviado. Por fin nuestra pesadilla comenzaba a disiparse
Regresé a casa y me senté en el comedor a esperarla, mientras disfrutaba de un buen vaso de whisky y pensaba si nuestras vidas podían continuar así con tanta pasividad, permitiendo que ese hijo de puta de Oscar hiciera lo que se le antojara con nosotros, especialmente, con el cuerpo de Ana…
Apenas una hora después, mis cavilaciones fueron interrumpidas por la aparición en casa de mi desagradable vecino que arrastraba de la mano a mi delicada esposa, junto a su también asqueroso primo Jorge, quien lucía en la nariz un parche, que no podía ocultar la hinchazón que le había producido el tremendo puñetazo que yo le había aplicado un rato antes…
Ana lucía fresca como si recién se hubiese bañado. Llevaba el maquillaje intacto pero su cara denotaba cansancio. Me sonrió con expresión abatida.
“Hola cornudo; mi querido primo Jorge ya se cansó de pajearse mirando los videos de la puta de tu mujercita y ahora quiere algo más…”
Empujó a mi esposa hacia adelante, haciéndola caer sobre el sofá. Jorge se sentó junto a ella y en un rápido movimiento, zambulló una de sus manos entre los muslos apretados de mi esposa.
Ana gimió ante la invasión de esa garra, pero luego de intentar mantener sus muslos apretados infructuosamente, por fin los separó un poco y se dejó hacer. Enseguida comenzó a gemir, sintiendo los dedos de ese otro hijo de puta hurgando dentro de su delicada vagina…
“Esta perra todavía está chorreando la leche de su último cliente…”
Anunció de manera muy desagradable Jorge, mientras sacaba sus dedos manchados y los hundía en la boca de Ana, dándole a probar el semen de ese último semental que la había disfrutado…
Entonces el hijo de puta me miró, ordenándome que le dejara limpia la concha a mi esposa, para que un verdadero macho pudiera volver a llenarla de leche…
Me arrodillé delante de mi esposa y ella me miró con expresión cansada, mientras abría sus muslos para mí. Introduje entre ellos mi cabeza y encontré que el semen de aquel hombre todavía fluía de su concha y se deslizaba por la raja de su culo. Comencé a lamer y a tragar toda esa leche.
Alba comenzó a gemir suavemente, sintiendo mi lengua bien profundo dentro de su concha. Los primos rieron a carcajadas, diciendo que yo era un buen limpiador de conchas…
De repente Jorge me apartó de Ana dándome una patada en el pecho, diciendo que mi esposa no debía acabar todavía en mi boca, sino en su propia verga que ya estaba lista para cogerla como a una verdadera puta.
Luego cargó a mi esposa con mucha facilidad sobre uno de sus hombros y se dirigió con ella a nuestra habitación. La dejó en el suelo y le ordenó que se acuclillara, para que le chupara la pija como una puta debía hacerlo.
Ana le bajó el slip hasta las rodillas y una tremenda verga de casi veinticinco centímetros apareció a la vista de todos.
Jorge tomó a mi esposa por los cabellos, obligándola a mirarlo a los ojos.
“Ahora vas a tragarte mi verga hasta que me hagas acabar en tu boca.”
Ana comenzó a acariciarle las bolas con una mano y abrió su delicada boca, metiéndose el tronco entero hasta el fondo de su garganta…
Jorge empezó a gemir de placer insultando a mi esposa. Mientras tanto, Oscar se arrodilló a espaldas de Anita y de un rápido manotazo le arrancó la diminuta tanga transparente. Enseguida hundió dos dedos en la concha de mi esposa y empezó a masturbarla frenéticamente.
Después de más de cinco minutos de mamada, por fin su asqueroso primo se vació en la boca de mi esposa, llenándole de semen la cara y los cabellos. Entonces me ordenó que preparara un baño para Anita, ya que a él le que siempre las putas que se cogía estuvieran bien limpias…
Preparé la ducha y entonces Jorge desnudó a mi esposa y la arrastró hasta el baño. Se metió con ella a la ducha y comenzó a enjabonarle su delicado cuerpo. Ana suspiró al sentir que los dedos de ese hijo de puta se detenían en su vulva.
De repente, dos de sus dedos se introdujeron en su vagina alcanzando su clítoris y haciendo gemir de placer a mi esposa.
“Vamos puta, quiero verte acabar en mis dedos…” Le susurró al oído…
Su otra mano mientras le daba unas tremendas nalgadas a mi mujercita. Ella no pudo aguantar demasiado tiempo esos embates. Pronto estalló en un orgasmo infernal que la dejó con las piernas flojas.
Jorge entonces sacó a Ana del baño y la arrastró nuevamente hasta el dormitorio, donde la tiró de un empujón encima de la cama matrimonial.
Ella aterrizó boca abajo y no se atrevió a moverse ni un centímetro.
“Así me gusta, puta, que asumas la posición que te corresponde”
Entonces subió a la cama entre las piernas abiertas de mi esposa y me miró sonriendo, mientras se sobaba la pija bien dura y erecta.
“Esto es por mi nariz rota, pedazo de cornudo!” Masculló con bronca.
Sin darme tiempo a insultarlo, se impulsó hacia adelante y penetró analmente a mi delicada mujercita, que abrió su boca buscando aire para gritar, mientras esa tremenda verga gruesa se abría paso brutalmente, invadiéndole el ano sin compasión…
“Quiero oírte decir que te encanta mi verga en tu culo, puta!!...”. Le gritó al oído mientras la bombeaba cada vez con más intensidad.
“Si… sí… me encanta por el culo, hijo de mil putas!!” Le respondió Ana.
Yo sabía que esa pija en el culo estaba volviendo loca a mi mujercita. Ahora la veía gozar como una perra, pero ella intentaba disimularlo frente a mí, ocultando su expresión de éxtasis dentro de la almohada.
En ese momento sentí un fuerte empujón y la cavernosa voz de Oscar:
“Vamos al comedor, cornudo… ya viste lo suficiente…”
Me hizo sentar frente a él y se sirvió un vaso de mi whisky favorito, mientras podíamos escuchar los alaridos de Ana cada vez que Jorge entraba violentamente en su culo.
Un rato después Anita se calló de repente y enseguida Jorge apareció en el salón. Le anunció sonriendo a su primo:
“Ya te dejé ese culito bien abierto y lubricado…”
Oscar entonces se levantó y se dirigió al dormitorio. Instantes después, Anita redoblaba sus alaridos y gritos de dolor, mientras la enorme verga de mi odioso vecino le taladraba el culo.
Así estuvieron durante horas, turnándose para sodomizar todo el tiempo a mi delicada mujercita, mientras el otro vaciaba mis mejores botellas de bebidas espirituosas.
Cuando finalmente se fueron, mi pequeño bar ya no existía y mi castigada esposa yacía desmayada boca abajo en un charco de semen, que fluía a borbotones de su culo destrozado por las vergas de esos dos hijos de puta…
Al día siguiente, mientras hojeaba el diario en mi oficina, una pequeña nota en un rincón de la portada llamó mi atención.
“Dos hombres que conducían en total estado de ebriedad, habían caído de un puente en plena ciudad, incendiándose el auto al estrellarse sobre el pavimento. Lo único que se había salvado de las llamas, eran los restos de una diminuta tanga negra transparente manchada de semen…”
Respiré aliviado. Por fin nuestra pesadilla comenzaba a disiparse
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