Desde que aprendí a disfrutar del sexo había explorado diferentes situaciones, de a dos, de a tres, en grupo, en lugares arriesgados, en situaciones al límite de ser descubierta por mi marido, o por la esposa de mi amante de turno, pero lo que me pasó esa mañana me hizo dar cuenta que siempre hay algo más.
Me desperté cuando mi marido se iba al aeropuerto, tenía que viajar por trabajo y salió más temprano de lo habitual. Me dió un beso suave y me prometió avisarme cuando llegara a su destino. La noche anterior nos habíamos cojido divinamente, cuando me acomodé buscando una nueva posición para seguir durmiendo, sentí que todavía tenía un poco de su semen escurriendo en mi concha. Lleve mi mano hacia mi entrepierna y empecé a masturbarme. Con la otra mano me acariciaba y pellizcaba los pezones.
Cerrando los ojos recordaba a mi marido poniéndome la verga en la boca, a Nico dándome vergazos con las piernas levantadas, a Jorge cojiendome en cuatro y diciéndome lo lindo que era darme pija...
Estaba tan metida en mi mundo de putez que no escuché cuando el perro empujó la puerta y entró a la habitación, yo no lo dejaba subir a la cama, pero cuando mi marido estaba solo en casa le permitía dormir la siesta con él, lo sabía porque después sus pelos quedaban por todos lados y a pesar de mi enojo lo seguía haciendo.
Sentí el movimiento en el colchón y me asusté, abrí los ojos y ahí estaba Rocco, mirándome y moviendo la cola
- que haces acá! bajate de la cama
no era un perro agresivo, siempre quería jugar y con esa actitud acercó su hocico a mi entrepierna, yo había abandonado mi tarea masturbatoria pero mi concha ya estaba muy mojada
-Que haces Rocco? salí
Volvio a empujar con el hocico y esta vez sumó la lengua, yo sentí el calor y la intensidad de su lamida y abrí más las piernas, mis pensamientos se anularon, la lengua del perro iba y venía desde clítoris hasta bien abajo, levanté un poco la cadera y dejé que el recorrido me llegara hasta el culo, por un momento tuve miedo que sin querer me mordiera, pero el placer era indescriptible. Su lengua era la más grande que había tenido en mi concha alguna vez, y la forma de chupar tan distinta a la de los hombres y mujeres que conocía. Más bruto, más desesperado, me acaricié las tetas y en pocos minutos tuve un orgasmo tremendo. Rocco no dejaba de chupar al punto de empezar a provocarme dolor. Lo saqué de entre mis piernas y lo dejé acostarse al lado mío.
No podía creer lo que había hecho, realmente nunca pensé que la calentura me iba a llevar a ese punto.
Me desperté cuando mi marido se iba al aeropuerto, tenía que viajar por trabajo y salió más temprano de lo habitual. Me dió un beso suave y me prometió avisarme cuando llegara a su destino. La noche anterior nos habíamos cojido divinamente, cuando me acomodé buscando una nueva posición para seguir durmiendo, sentí que todavía tenía un poco de su semen escurriendo en mi concha. Lleve mi mano hacia mi entrepierna y empecé a masturbarme. Con la otra mano me acariciaba y pellizcaba los pezones.
Cerrando los ojos recordaba a mi marido poniéndome la verga en la boca, a Nico dándome vergazos con las piernas levantadas, a Jorge cojiendome en cuatro y diciéndome lo lindo que era darme pija...
Estaba tan metida en mi mundo de putez que no escuché cuando el perro empujó la puerta y entró a la habitación, yo no lo dejaba subir a la cama, pero cuando mi marido estaba solo en casa le permitía dormir la siesta con él, lo sabía porque después sus pelos quedaban por todos lados y a pesar de mi enojo lo seguía haciendo.
Sentí el movimiento en el colchón y me asusté, abrí los ojos y ahí estaba Rocco, mirándome y moviendo la cola
- que haces acá! bajate de la cama
no era un perro agresivo, siempre quería jugar y con esa actitud acercó su hocico a mi entrepierna, yo había abandonado mi tarea masturbatoria pero mi concha ya estaba muy mojada
-Que haces Rocco? salí
Volvio a empujar con el hocico y esta vez sumó la lengua, yo sentí el calor y la intensidad de su lamida y abrí más las piernas, mis pensamientos se anularon, la lengua del perro iba y venía desde clítoris hasta bien abajo, levanté un poco la cadera y dejé que el recorrido me llegara hasta el culo, por un momento tuve miedo que sin querer me mordiera, pero el placer era indescriptible. Su lengua era la más grande que había tenido en mi concha alguna vez, y la forma de chupar tan distinta a la de los hombres y mujeres que conocía. Más bruto, más desesperado, me acaricié las tetas y en pocos minutos tuve un orgasmo tremendo. Rocco no dejaba de chupar al punto de empezar a provocarme dolor. Lo saqué de entre mis piernas y lo dejé acostarse al lado mío.
No podía creer lo que había hecho, realmente nunca pensé que la calentura me iba a llevar a ese punto.
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