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La amiga de mi hermana - Capítulo 2

Volví a casa tras el partido, que ganamos 2-0, y al entrar escuché bastante ruido. No la música que mi hermana solía poner a todas horas, sino gritos bastante airados que se escuchaban por toda la casa. A través del pasillo pude ver a Sandra apoyada contra la pared, justo enfrente de la puerta de la habitación de mi hermana.

- ¡Eres un cabrón de mierda! Encima todavía tienes los huevos de negármelo.
- Mira, no sé lo que viste, pero te juro que no fue así.
- ¡¿Qué no fue así?! ¿Entonces qué hacías en el callejón con esa tía?

Llegué al lado de Sandra y miré hacia la habitación de mi hermana. Joaquín estaba en medio de la habitación y mi hermana sentada al filo de la cama. Temblaba visiblemente, nunca le habían gustado las confrontaciones como esa y se ponía nerviosa enseguida. Estaba al borde de un ataque de nervios.

- Acaba de llegar, casi detrás mío. - Me dijo Sandra en voz baja. - No iba a dejarlo entrar, pero...

Miré hacia ella y vi remordimiento en sus ojos. Supuse que ella le habría recibido en la puerta para decirle que se fuera y él habría entrado por la fuerza.

- ¡Quiero que te largues de mi casa! - le volvió a gritar mi hermana tras otro intento de excusa por su parte.
- Venga, no te pongas así. Tampoco fue nada.
- Me has puesto los cuernos y vienes a decirme que no ha sido nada. ¿Qué crees que te voy a responder? Tienes razón, no ha pasado nada, ¿y vamos a seguir como si nada?
- Mira Lucia, yo tengo que estar aguantando como la zorra de tu amiga y tú salís a mover el culo ante cualquiera cada fin de semana y, ¿vas a echarme en cara que me besara con una tía yendo borracho?
- ¡Ehh, te ha dicho que te largues! - grité entrando en la habitación.

Joaquín se volvió para mirarme. Aunque era un par de años mayor que yo, prácticamente éramos de la misma altura.

- Esto no te incumbe, ni a ti ni a esa zorra. - dijo señalando por encima de mi hombro hacia Sandra.
- Mira, Joaquín, te vas a disculpar con ambas y, después, te vas a ir de esta casa y no vas a volver a ver a mi hermana.
- ¿Cómo? ¿Crees que puedes ordenarme algo, niñato?

Yo no le ofrecí ninguna respuesta más, solo me preparé para lo que venía. Había estado en un par de peleas y sabía reconocer bien los signos que llevaban a una. Como cerraba poco a poco el puño derecho. Como medio sonreía mientras ladeaba un poco la cabeza para atraer mi atención sobre eso y no sus manos.

El primer puñetazo vino directo a mi cara, sólo tuve que apartarme ligeramente, sujetar su muñeca y utilizar su inercia para estamparlo contra el marco de la puerta. Llevé su muñeca hasta la espalda, retorciéndole el brazo de una manera bastante dolorosa.

- Discúlpate con ambas.
- ¡Hijo de puta! - dijo escupiendo sangre, se le había partido un labio.
- O te rompo un brazo. - dije subiendo aún más la muñeca
- ¡Aghh! ¡Vale! Vale. Lo siento. Lo siento mucho.

Aún sujetándole el brazo contra la espalda, lo llevé hasta la puerta de la casa y lo lancé hacia fuera.

- Largo de aquí y ni te vuelvas a acercar a mi hermana o a Sandra.

Al darme la vuelta, Sandra se echó a mis brazos y me plantó un beso en la boca. Un beso rápido y enseguida se apartó un poco y miró sobre su hombro por si mi hermana estaba viéndonos.

- Muchas gracias.
- Tranquila. Vamos a ver a mi hermana.

Mi hermana se encontraba aún en su habitación, sentada en la cama con la espalda apoyada en la pared y abrazándose las rodillas, tal y como se había quedado cuando empezó todo. Al verme entrar por la puerta, saltó de la cama y se abrazó a mí.

- ¿Estás bien? - me preguntó.
- Eso te lo tengo que preguntar yo a ti. ¿Qué ha pasado?
- No te has perdido prácticamente nada. Yo he llegado hace nada y a los minutos ha llegado él. Le he abierto yo para mandarle a la mierda. En cuanto le he dicho que tu hermana no quería ni verlo, me ha apartado de un empujón y ha entrado hasta la habitación. Al poco has llegado tú.
- Bueno, al menos os habéis quitado un gilipollas de encima. ¿Quieres un vaso de agua o algo?
- Sí, por favor.

Al separarse de mí, vi algo distinto en mi hermana. Algo raro en la manera en la que me miraba que no supe identificar. Ella volvió a sentarse en la cama y Sandra se sentó a su lado. Fui a la cocina, cogí un vaso de agua para mi hermana y un pequeño barreño con lejía.

Al volver a la habitación, le di el vaso a mi hermana y me puse a limpiar la sangre del suelo y el marco de la puerta. Mi hermana aun lagrimeaba y se abrazó a Sandra. Esta le pasaba la mano por el pelo para intentar calmarla. Cuando terminé de limpiar la sangre, decidí dejarlas solas un rato y me fui a mi habitación.

- Si necesitáis algo, estoy en mi habitación. Y si Joaquín vuelve a molestar, decídmelo.



Más tarde, estaba mirando unas cosas en el ordenador cuando Sandra entró a mi habitación. Cerró la puerta y vino hacia mí. Giró mi silla para quedar frente a frente.

- ¿Necesitáis algo?
- Shh.

Sandra se arrodilló ante mí y puso las manos sobre mis rodillas. Después, fue subiéndolas hasta llegar a mi cintura, donde agarró el pantalón y comenzó a tirar hacia abajo, arrastrando también los calzoncillos. La cogí de las manos, parándola, mientras miraba hacia la puerta.

- Te debo una por lo de ayer y por lo de hoy.
- ¿Y mi hermana? Nos puede pillar.
- Tranquilo, no se va a enterar.

Le solté las manos y ella comenzó a tirar de mi ropa otra vez. Me levanté un poco de la silla para que la ropa saliera mejor. Enseguida, mi pene estaba a su vista. Con una mano comenzó a acariciarme los huevos, mientras que, con la otra, me lo sujeto desde la base haciendo pequeños movimientos de bajada y subida.

Mi pene aún estaba flácido, pero, gracias a su masaje, comenzó a ganar dureza. Aún no estaba erecto del todo y se lo metió a la boca, chupando fuertemente. Comenzó a subir y bajar, siguiendo con su mano los mismos movimientos, hasta que se detuvo en la base, con toda mi polla dentro de su boca. Sentía la garganta apretándome la punta de la polla cada vez que ella tragaba y succionaba y como se iba adaptando conforme mi polla crecía. Cuando se retiró, liberando mi polla, esta estaba en todo su esplendor.

Sandra comenzó una mamada muy rápida. Me daba fuertes chupones en la cabeza de mi polla mientras que la lengua no dejaba de lamerla en ningún momento. Una de sus manos recorría toda su longitud, cada vez más rápido, mientras que la otra me masajeaba los huevos.

Con una mamada tan experta, apenas pude durar unos minutos. Le avise de que me corría y aceleró sus movimientos sin soltar mi polla con su boca. Cuando estallé, ella se fue tragando todo el semen que salió, dejándome la polla bien limpia.

- Uff. Joder. - dije jadeando por la intensa corrida.
- Te lo debía de ayer. Ya estamos en paz.

Sin más, se levantó y se fue de mi habitación, no sin antes mandarme un beso desde la puerta de la habitación y guiñarme un ojo.



Ya eran las ocho de la tarde cuando fui a la habitación de mi hermana. Lucia y Sandra estaban sentadas en la cama y a su alrededor había un montón de pañuelos. Hablaban bajo, por lo que no llegué a entender nada de lo que estaban diciendo, y se callaron al verme entrar.

- Es tarde. ¿Queréis cenar algo?
- No. No tengo hambre. - Me respondió mi hermana.
- Venga Lucia, tienes que comer algo. Llevas todo el día sin comer nada.
- Iba a pedir una pizza para mí. ¿Os pido una?
- Sí. Pídenos una barbacoa. Ya me encargo yo de que esta coma. - dijo Sandra mientras le pasaba otro pañuelo.

Mi hermana no me volvió a responder y salí de su habitación. Cuando estaba con el móvil pidiendo las pizzas por Glovo, me llegó un whatsapp. Abrí rápidamente la conversación y me quedé de piedra.

Sandra: “Esta noche me llevas a casa en el coche?”

Sandra: “Merecera la pena” “Emoji de una cabeza de diablo sonriente”

Yo: “No voy a dejar sola a mi hermana esta noche”

Sandra: “No te preocupes por ella”

Sandra: “Cuando me vaya se va a quedar dormidita y no se va a despertar en toda la noche”

Yo: “Que vas a hacer?”

Sandra: “Tu tranqui, lo tengo todo controlado”

Tras esta conversación, pedí las pizzas y dejé el móvil al lado. Intenté volver a concentrarme en el juego de ordenador, pero pensar en lo que planeaba Sandra me tenía completamente nervioso. Más de una vez oí a alguna de las dos andando por la casa, yendo a la cocina o al baño. Cada rato miraba el móvil, pero no me había vuelto a escribir nada.



Las horas pasaban y, casi a las doce de la noche, apareció la cabeza de Sandra por mi puerta.

- Lucía ya está dormida. ¿Me llevas a casa? - me preguntó con un tono que no dejaba lugar a dudas de que lo último que quería era que la llevara a su casa.

Las dudas me reconcomían. Por una parte, no quería dejar a mi hermana sola, no en estos momentos. Por otra parte, era Sandra, mi amor platónico desde los quince años, la chica a la que le había dedicado mil y una pajas, eso sin contar lo que había pasado entre ayer y hoy.

- Muy bien, vamos. Te acerco a casa.

Tras comprobar que mi hermana, efectivamente, estaba durmiendo, salimos de la casa y nos montamos en mi coche, un Honda Civic azul eléctrico. Su casa estaba en la otra punta del pueblo en el que vivíamos a las afueras de la ciudad.

- ¿Y si buscamos algún rincón o alguna huerta donde podamos parar un rato? - me preguntó con voz melosa al oído.

El pueblo estaba rodeado de huertas y descampados, por lo que no me costó demasiado encontrar un rincón alejado de las carreteras donde parar el coche. Nos pasamos a los asientos de detrás, echando hacia delante los asientos delanteros tanto como se podía para ganar más espacio.

Comenzamos con un ligero beso que fue dando paso, poco a poco, a un morreo mucho más agresivo. Con un brazo sobre el respaldo del asiento, aprovechaba la otra mano para acariciarle el muslo hasta llegar al culo, donde le apretaba una nalga por encima del short vaquero que llevaba.

Cuando nos separamos para respirar, ella tiró de su escote hacia abajo dejando a la vista sus increíbles tetas. Empecé a masajear una mientras me comía el pezón de la otra. Sandra me sujetó la cabeza, apretándome contra sus tetas, mientras empezaba a gemir en voz alta. Sus tetas son muy sensibles y los ligeros mordiscos en sus pezones le daban calambres de placer por todo el cuerpo.

Sandra buscó mi polla y la sacó de mi pantalón. Comenzó a acariciarme los huevos mientras yo lamía sus tetas y devoraba sus pezones. Subí, buscando de nuevo su boca, y nos juntamos en un tórrido morreo. Al terminar y separarme de ella, aprovechó y bajó hacia mi polla, quedándose recostada en el asiento y mi regazo. No tardó nada en metérsela en la boca y comenzar a chupármela. Yo eché la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos y disfrutando de la mamada.

En eso estábamos cuando unos golpes en la ventanilla nos sobresaltaron. Las ventanillas estaban ligeramente empañadas por lo que no podíamos ver bien a la persona que había fuera, pero lo que sí se podía apreciar claramente eran las luces rojas y azules que habían detrás de él. Nos adecentamos rápidamente y, dándole al contacto del coche, bajé la ventanilla.

- ¿Sí?
- ¿Tienen algún problema? - dijo mientras se agachaba un poco mirando bien todo el interior a través de la ventanilla.
- No, ningún problema. Solo estábamos... hablando. - dije hablando con una ligera pausa.
- Ajam. ¿Está usted bien, señorita?
- Sí. Todo bien. - se apresuró a contestar Sandra, quien estaba encogida, tapándose el escote con las manos y la cara completamente roja. - Mi novio me estaba acercando a casa y paramos un momento a hablar de unas cosas antes de llegar.

Tras la contestación de Sandra, el policía se relajó visiblemente y llegó a esbozar una sonrisa.

- Muy bien. Vamos a hacer una cosa. Voy a dar una vuelta, volveré en cinco minutos y, para entonces, no quiero veros por aquí. ¿Vale?
- Sí, señor. Muchas gracias.
- Que paséis una buena noche.
- Igualmente.

El policía se dio la vuelta y se fue hacia su coche. Cuando dio marcha atrás y se alejó, Sandra y yo nos miramos y comenzamos a reír. Con todo el susto a mí se me había bajado por completo la calentura.

- Joder, casi me ha dado un infarto.
- ¿Me lo dices a mí? Me has atravesado la garganta con el bote que has pegado.
- Venga, vamos. Te acerco a casa. Se me ha pasado el calentón con el susto.
- Si, será lo mejor.

Colocamos bien los asientos y salimos de allí antes de que el policía volviera.

- ¿Así que tu novio te está acercando a casa?
- ¿Qué querías que dijera? Es lo primero que se me ocurrió para que no se pensara que me estabas violando o algo.
- Ajam. - respondí mirándola de reojo y con una sonrisa en la cara.

Al llegar a su casa, aparqué en la acera y me volví hacia ella. Se acercó hacia mí y me dio un ligero beso en la boca.

- Muchas gracias por todo lo de hoy.
- No hace falta darlas. - le respondí poniendo la mejor de mis sonrisas.
- Otro día hay que terminar lo que hemos empezado. - me susurró al oído antes de bajarse del coche.



Al día siguiente, mi hermana no salió de la habitación. Yo le llevé algo de comer, pero apenas lo toco. Sandra vino por la tarde para recogerla e ir al gimnasio, pero no consiguió tampoco que saliera de casa.

Así estaban las cosas esa noche cuando volvieron mis padres del congreso. Ambos son médicos y habían estado fuera del país casi dos semanas. Nada más llegar se dieron cuenta del estado de mi hermana e hicieron lo que hacen siempre, un chequeo médico. Su diagnóstico fue depresión por ruptura sentimental. Su prescripción, un viaje a la casa de la playa para alejarla del ambiente en el que estaba ahora.

Mi hermana intentó negarse, pero ninguna excusa cambiaba el parecer de mis padres. Por supuesto, ellos no iban a venir con nosotros, tenían demasiado trabajo para tomarse una semana libre, por lo que me encargaron a mí que la cuidara. Sandra se apuntó de inmediato cuando se lo comenté.

Yo: “Han vuelto nuestros padres del congreso”

Yo: “No veas la que se ha liado cuando han visto a mi hermana asi.”

Sandra: “No jodas, ha pasado algo?”

Yo: “Ya sabes como son”

Yo: “Por lo pronto, nos obligan a irnos unos dias a la casa de la playa”

Yo: “Para que mi hermana se aleje un poco de estos aires y se despeje.”

Sandra: “Acaban de volver de un viaje y ya estan organizando otro.”

Yo: “Que va, ellos no vienen.”

Yo: “Estan muy liados con el trabajo.”

Yo: “Asi que me encasquetan a mi toda la responsabilidad. (emoji de una cara sonriente con una gota de sudor).”

Sandra: “Bueno, pues me voy yo con vosotros.”

Sandra: “Asi te ayudo a animar a tu hermana.”

Sandra: “Y a lo mejor encontramos algo de tiempo a solas. (Emoji de cara de diablo.)”

Sandra: “Cuando os vais?”

Yo: “Mañana por la mañana.”

Yo: “Sobre las 10, mas o menos.”

Yo: “No te dira nada tu padre?”

Sandra: “Nah, tu tranqui.”

Sandra: “No me va a decir nada.”

Yo: “Bueno. Pues paso entonces mañana a recogerte sobre las 10.”

Sandra: “Perfecto.”

Yo: “Buenas noches, que descanses.”

Sandra: “Igualmente.”

Al día siguiente me levanté temprano para preparar las cosas que me iba a llevar. Una pequeña maleta con un poco de ropa para tres días, el portátil, el cargador del móvil y poco más. La casa de la playa estaba plenamente equipada, la usábamos todos los veranos y muchos fines de semana. No íbamos a llevar comida tampoco, si hacía falta podíamos comprarla por allí o simplemente salir a comer fuera.

Mi madre hizo la maleta de mi hermana. Ella no tenía ganas de ir y la manera de resistirse era no poner de su parte para nada. Mientras tanto, mi padre me dio una de sus charlas. “Abre el agua cuando llegues y ciérrala cuando volváis. Acuérdate de encender el calentador. Pon la alarma siempre que salgáis.” Y un largo etcétera. Yo tampoco es que estuviera apasionado con el viaje, pero, con esa charla, estaba deseando salir cuanto antes.

Mi hermana se subió al coche mientras nuestros padres aún se despedían de nosotros. Encendió la radio y la puso a todo volumen.

- Tened cuidado y no le quites el ojo de encima.
- Lo sé, mamá. No os preocupéis.

Con un par de besos a mi madre y un apretón de manos a mi padre, me despedí de ellos y me subí al coche. Bajé un poco la música, tampoco quería que me reventaran los tímpanos, y puse dirección a la casa de Sandra. Mi hermana estaba cabreada, era evidente, así que no quise ni abrir la boca. Al parar enfrente de la casa de Sandra, y ver a esta salir con una maleta, se animó un poco.

Abrí el maletero y me bajé para ayudarle a cargar la maleta. Ayudarle, por supuesto, es una manera de hablar, pues dejó la maleta al lado del coche y se subió antes de que a mí me diera tiempo a rodear el coche.

- Buenos días guapa. Buenas David.
- No sabía que venías. - dijo mi hermana girándose hacia ella en el asiento del copiloto.
- ¿No te lo ha dicho tu hermano? Me avisó ayer por la noche de que os ibais a la playa y no podía dejar que te fueras sola con tu hermano, queremos que te animes, no que te deprimas más. - Dijo con una amplia sonrisa.

A mi hermana se le escapó una carcajada. Se podían decir muchas cosas de Sandra, pero sin duda sabía sacarle una sonrisa a Lucia.

- Ja. Ja. Muy gracioso. Siéntate bien y poneos los cinturones.
- Sí, padre. - Respondió Sandra con tono serio y poniéndose recta.

Aproveché ese momento para mirarlas bien. Mi hermana iba con un short de mezclilla, una blusa de manga corta blanca y unas converse blancas. Sandra iba vestida de una manera muy parecida, salvo que ella llevaba una camisa de tirantes verde que le hacía un gran escote. Durante un segundo, mi vista se quedó fija en el retrovisor viendo como el cinturón se incrustaba entre sus dos tetas. Por la sonrisa que tenía Sandra, sin duda se había dado cuenta de dónde estaba mirando.

El viaje fue tranquilito. Una hora en la que mi hermana y Sandra se dedicaron a charlar sin más. Yo intenté prestar atención a su conversación, pero los cotilleos entre famosos y sus vidas personales nunca me han importado mucho. Además, mi atención estaba repartida entre conducir y el escote de Sandra.

Nuestra casa está en una urbanización cerrada con seguridad privada. Cuando llegamos a la garita, el guardia nos dejó pasar enseguida, ya conocía mi coche. Un par de calles más allá, llegamos por fin a la casa. Abrí la puerta con el mando que me había dado mi padre y metí el coche al pequeño patio que tenía.

La casa es de una sola planta. Se entra directamente en un salón comedor desde el que se accede a una cocina y a las tres habitaciones, una con una cama de matrimonio y las otras dos individuales. Al cuarto de baño se accede desde la cocina y tiene un pequeño lavadero en la parte posterior del patio.

Al bajar del coche y descargar las maletas, me puse a hacer todo lo que me había indicado mi padre, abrir el agua, encender el calentador, comprobar que la caja de luces estaba bien, etc... Como pensaba, el frigorífico estaba casi vacío, excepto por un par de botellas de agua, aunque en el congelador sí que había algo de comida, arroz tres delicias, revuelto de patata y cosas así que se hacían en cinco minutos en la sartén. Hoy no había que preocuparse, pero tendríamos que ir a comprar algunas cosas en algún momento.

Mi hermana le dejó su habitación a Sandra y ella se trasladó a la habitación de mis padres. Deshicimos las maletas y bajamos a la playa, aún era temprano y podíamos aprovechar las horas de sol que quedaban. Mi hermana iba con un bikini rosa de lazos y un pareo atado a la cintura como falda. Sandra llevaba un micro bikini blanco que le tapaba tan poco que era, prácticamente, como si fuera desnuda, al igual que mi hermana también llevaba un pareo, aunque este era translúcido.

- Vienes preparada para matar, ¿eh? - le preguntó mi hermana al verla salir así de la habitación.
- Bueno, no me gustan mucho las marcas del bikini en la piel. Además, si se presenta alguna oportunidad... - dijo mirándome por encima del hombro de mi hermana.
- Deberías de cortarte un poco, que está mi hermano también.
- ¿Y qué? Ya es mayorcito. Además, no es como si no me hubiera visto antes en bikini.
- ¿Ya estáis listas? - pregunté como si acabara de salir de la habitación.
- Sí, vamos. - dijo mi hermana saliendo por la puerta.

Me alegré bastante de que mi hermana ya estuviera de mejor humor y quisiera salir a la playa, el día anterior habría apostado a que se iba a pasar estos días encerrada en la casa. Cogí la bolsa con las pocas cosas que llevábamos, toallas, protector solar, las llaves, etcétera y salí tras ellas. No me esperaron y tuve que correr un poco para llegar hasta ellas, aunque la vista de ambos culos bien merecía ir unos pasos por detrás.

La urbanización en la que vivimos tiene un acceso peatonal directo hacia la playa, si bien esta no es privada, está lo suficientemente alejada de los parkings públicos como para que haya mucha gente que no sea de la urbanización. La playa estaba prácticamente vacía, apenas había unas cuantas parejas. Estábamos en junio, por lo que si bien hacía una temperatura y un tiempo buenos para aprovechar la playa, aún no eran los meses en que atraían a la mayor parte de gente.

La arena ardía y extendimos las toallas poniendo las chanclas y la bolsa sobre las esquinas para que no se las llevara el viento. Se quitaron el pareo y yo la camiseta corta, quedándome sólo con el bañador. Comenzamos a ponernos el protector solar y mi hermana le pidió a Sandra que le pusiera en la espalda. Cuando acabó con ella, Sandra se giró hacia mí.

- Date la vuelta, que te pongo crema en la espalda.
- Vale. - dije mientras me giraba.

La crema estaba fría cuando empezó a extendérmela con amplios y suaves movimientos. Un escalofrío me recorrió la columna mientras sus manos me acariciaban la espalda.

- ¿Quieres que te ponga crema? - le preguntó mi hermana a Sandra cuando ya estaba terminando conmigo.
- No, ahora me la pone David, que para eso le estoy echando yo.

Mi hermana se encogió de hombros y se tumbó de espaldas sobre la toalla. Sandra me pasó el bote y se acostó a su lado. Se desató los nudos del sujetador, desnudando por completo su espalda. Yo me arrodillé a su lado y le eché un buen chorro de crema en la espalda. Sandra botó por la impresión con el frío de la crema, dejándome ver durante un momento un poco más de sus tetas. Mi hermana estaba tendida con la cara en la otra dirección, por lo que no pudo verlo.

Empecé a extender la crema, haciendo una ligera presión por los músculos de su espalda. Iba desde el centro hacia afuera, llegando cada vez más cerca del lateral de esas grandes tetas que tenía. Se las estaba tocando tanto como podía por la posición y ella no decía nada, incluso levantó un poco el pecho para que pudiera abarcar más carne. Claro que tampoco iba a dejarme la totalidad de sus tetas a mi disposición con mi hermana al lado.

Lo que sí tenía totalmente disponible era su culo. El tanga del micro bikini que llevaba dejaba ambas nalgas completamente descubiertas. Por la parte de atrás, apenas eran unos hilos. Terminé con la espalda y bajé ambas manos a su culo, acariciando sus nalgas en movimientos circulares. Con los movimientos las iba separando, quedando a mi vista el agujero del culo y su coño, que apenas los tapaba el pequeño hilo. Por suerte, no había nadie cerca que pudiera verlo también.

Pasé los dedos entre sus nalgas haciendo un poco de presión en su culo y llegando hasta el coño. Los dedos patinaron sin ninguna dificultad entre sus labios y no por la crema precisamente, estaba empapada. Tanto que, al pasar los dedos, se oía claramente un sonido de chapoteo, por lo que enseguida deje de meterle mano, pues me asuste un poco pensando que mi hermana podría oírlo y girarse a ver que estaba haciendo.

Con todo esto, yo ya traía un empalme que me hacia una tienda de campaña en el bañador, por lo que me tendí también boca abajo a su lado a esperar a que me bajara un poco. Lo único que se oía en la playa era el murmullo de las olas, el viento y los sonidos de nuestras respiraciones. Al rato de estar así, ya estaba aburrido, por lo que me levanté y me fui al agua.

Mi hermana y Sandra eran como lagartijas, podían tirarse tumbadas al sol durante horas sin hacer absolutamente nada, aparte de darse la vuelta de vez en cuando. Yo me aburría enseguida si no estaba haciendo algo. Tras refrescarme un poco en el agua, me di una vuelta por la playa. Además de nosotros, había cuatro parejas en esta parte de la playa. Todas eran personas mayores y a un par los reconocí como vecinos de la urbanización. Uno incluso me paró para preguntar por mis padres y si habían venido.

Cuando volví hacia las toallas, vi a Sandra boca arriba. Aunque a lo lejos parecía que no, por lo diminuto de su bikini, al acercarme vi que lo llevaba puesto. El sol ya empezaba a apretar bastante, miré la hora en el móvil y vi que eran las una pasadas.

- ¿Volvemos enseguida a casa? Hay que ir preparando la comida. - les dije a ambas.
- ¿Qué hora es? - preguntó mi hermana sin abrir siquiera los ojos.
- Las una y diez.
- Sí, vamos. Me estoy achicharrando ya y no quiero ponerme más protector para cinco minutos. - dijo Sandra levantándose y sacudiéndose algo de arena que tenía pegada al cuerpo.
- Muy bien.

Mi hermana se levantó poniéndose a cuatro patas primero para luego terminar por erguirse. No se me escapó de la vista como colgaban sus tetas, que, aunque eran algo más pequeñas que las de Sandra no tenían nada que envidiarle, y el primer plano de su culo en pompa y como ese bikini luchaba por contenerlo. Al girarme, vi a Sandra mirandome con una gran sonrisa en la cara mientras sacudía la arena de su toalla. Sin duda me había pillado mirando a mi hermana, pero por esa sonrisa casi que se podría decir que le había gustado eso.

Volvimos a casa y mi hermana se metió a la ducha para quitarse la arena y refrescarse un poco. Yo estaba en mi habitación, sacando otro bañador para cambiarme tras ducharme, cuando unos brazos me rodearon por detrás al mismo tiempo que empezaba a escuchar el ruido de la ducha. Sandra me dio un ligero mordisco en el cuello antes de subir a lamerme la oreja.

- Menudas miraditas le echas a tu hermana. Vas a conseguir que me ponga celosa.
- A ti te miro peor, y más con ese bikini que te has puesto hoy.
- Sabía que te iba a encantar, por eso me lo he puesto.

Me giré entre sus brazos y nos juntamos en un tórrido beso. Con apenas un mínimo esfuerzo, le subí el bikini y comencé a amasarle las tetas. Tras el beso, baje a lamerle los pezones.

- Hmm. No tenemos mucho tiempo antes de que tu hermana salga de la ducha.

La ignoré y seguí comiéndole las tetas mientras colaba una mano en el tanga, empezando a acariciar su coño. Se dejó hacer durante unos minutos y enseguida me apartó con un ligero pero firme empujón.

- Espera, aún no es el momento. Escucha. Creo que sé lo que tu hermana necesita para animarse, luego sígueme el juego y por ahora espera en el salón.
- ¿Qué vas a hacer?
- Shh. Ya lo verás.

Sandra se colocó bien el bikini y salió de mi habitación. Me había dejado con una erección otra vez, aun así, salí de la habitación y me senté en el sofá del salón intentando taparme un poco la entrepierna para que no fuera tan notable. La ducha había dejado de escucharse y pude ver como el culo de Sandra desaparecía por la puerta a la cocina. Tras ella me ducharía yo.

Escuché un grito de mi hermana y unos golpes contra una madera. Me levanté de un salto, fui hasta la puerta de la cocina y vi a mi hermana completamente desnuda aporreando la puerta del baño.

- ¡Cabrona, devuélveme la toalla! - gritaba mi hermana hacia la puerta.

Al verme, dio otro grito y se tapó instantáneamente con los brazos.

- Lo... lo siento. Escuché un grito y...
- Cierra los ojos o date la vuelta o algo
- Sí. Sí. Lo siento.

Me di la vuelta, dejando de mirarla, y pasó como una exhalación a mi lado hasta su habitación, cerrando la puerta de un portazo. Aun no me creía lo que acababa de pasar, durante unos segundos la había visto completamente desnuda, no como el otro día cuando la cambié. No me esperaba que tuviera algo de pelo en el pubis, pensaba que lo tendría completamente depilado como Sandra.

Al poco, salió Sandra de la ducha completamente desnuda y secándose el pelo.

- Se ha encerrado en su habitación, ¿no? - me susurró.
- Sí.
- Ya veo que te ha gustado el show – dijo acercándose hacia mí y acariciándome la polla por encima del bañador.
- Ya estaba así gracias a tus jueguecitos de antes.
- Claro. - dijo con un tono socarrón y sensual.

Sandra se fue a su habitación a vestirse, dejándome solo y con una erección en la cocina. Me metí al baño y estuve tentado a hacerme una paja, pero quería ver hasta donde llegaba este jueguecito con Sandra, por lo que me abstuve de hacérmela. Me metí a la ducha, abriendo el agua fría para calmarme un poco cuando escuché a través de la pared a mi hermana.

- ¡Cabrona! ¡Ya te vale con las bromitas!
- ¿Qué? Sólo te he quitado la toalla. Con la de veces que nos hemos visto desnudas, ¿te molestas ahora?
- Me ha visto mi hermano.

Sandra dejó salir una risa que me pareció muy auténtica.

- Bueno, es tu hermano. ¿Qué más da? Además, tú también lo has visto desnudo a él.
- Eso es distinto. Yo no me quede embobada mirándolo.

Otra carcajada de Sandra acompañó la frase de mi hermana.

- Encima se ha empalmado.
- ¿No jodas?
- Sí, se le notaba entera debajo del bañador.
- A ver si va a ser de esos que se excita con su hermana. ¿Te ha espiado otras veces? ¿Te han desaparecido bragas?
- Ja. Ja. Muy graciosa.
- Pues si le calientas, podríamos divertirnos un poco estos días a su costa.
- Tía, no voy a calentar a mi hermano.
- ¿Por qué no? Es sólo un juego, lo hemos hecho un montón de veces con los tíos en las discotecas.
- Ya, pero esos tíos no eran mi hermano. Eso está mal.
- Ya verás como nos divertimos. Tú sígueme el juego.

Tras esa última frase, dejé de escucharlas. La pared del cuarto de baño daba a la habitación que ocupaba Sandra, por eso las había podido escuchar. Ahora no oía nada, por lo que supuse que habrían salido al salón. Terminé de ducharme repasando en la cabeza esa conversación. ¿Qué era lo que planeaba Sandra? En ese momento aún no lo sabía, pero con esas simples conversaciones, Sandra nos tenía bailando en sus manos como un titiritero hacía bailar a sus muñecos tirando de unos hilos.





Si has llegado hasta aquí y te ha gustado el relato, puedes apoyarme en patreon y acceder a mis relatos unas semanas antes, así como proponer argumentos para futuros relatos.

2 comentarios - La amiga de mi hermana - Capítulo 2

Ram4850 +3
Espero la siguiente parte
Bardric
Muchas gracias.

La siguiente parte ya esta disponible en patreon, pronto la publicare aqui.