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Terapia Especial. Capítulo XV:

“Luna de Miel” 

Capítulo 1: http://www.poringa.net/posts/relatos/5026790/Terapia-Especial-Capitulo-I.html
Capítulo anterior: http://www.poringa.net/posts/relatos/5097667/Terapia-Especial-Capitulo-XIV.html

Eduardo tenía los ojos desorbitados, al observar que del mantel sobresalía un cabello rubio. Su corazón se le aceleraba al no saber, quién le estaba dando esa felación, que le hacía temblar de gozo. Tratando de que no se le salga ningún gemido y que no le tomaran atención, fue moviendo delicadamente el mantel. Tenía que hacerlo lento, sin que nadie sospeche algo y sigan en lo suyo, cada segundo era una tortura y a la vez un delirio de placer, al imaginar la leve posibilidad que fuera April, quien engullía sus sable. 

Era justo que él pudiera divertirse con esa atractiva y sensual mujer, si le permitía a Romina que juegue con Tomás. Bueno, en realidad sería un maravilloso premio inesperado, pensaba Eduardo, con una sonrisa. Cuando por fin levanta lo suficiente ese mantel para contemplar el rostro de quien se la estaba comiendo, quedó estupefacto. Tardó unos segundos en volver a reaccionar, mientras su mandíbula temblaba. –“J.. Jo-Jo-Jo… Josefina”- balbuceo, sin creer que su verga era envuelta por los labios de su sobrina. 

La joven mantuvo esa tranca en su boca, tragándose una buena porción de ella. Eduardo miraba a todos lados a su alrededor, nervioso y a la vez excitado, porque su sobrinita sabía muy bien cómo devorarle la polla. De todos modos, Josefina no iba a soltar ese capullo, estaba tan cachonda, que al no ser atendida por Tomás y Benjamín, este último no le prestó atención ya que sus ojos se limitaron a admirar a Vicky. Recurrió al último hombre, al que sabía que tenía una buena herramienta y la cual ya había comido. 

–“Uuuhh… Diiooos”- exclamo con suavidad y echado su cabeza hacía atrás, por lo bien que se sentía esa boquita. Josefina continuó en lo suyo, tragando y sacando ese pedazo como si fuera un rollo que se deshacía en sus labios. El sabor salado, revolvía sus papilas gustativas, la dureza de ese tronco le parecía impresionante, tanto que tenía ganas de morderla con ternura. La chica con sus uñas, rasgaba esos huevos que se mantenían ocultos, dentro del bóxer. 

Cada chupada que daba, esa polla se tensaba y parecía de unos espasmos, era la prueba suficiente de que él, lo estaba realmente disfrutando. Lo que hacía cavilar a esa muchacha, el siguiente paso, que era camuflarse con él e irse a su habitación, para disfrutar así de una extraordinaria cogida. Una que su cuerpo estaba rogando, tanto que su vulva mojada, goteaba, humedeciendo sus muslos. –“¿Eduardo te encuentras bien?”- pregunto Álvaro al ver a su hermano retorciéndose en la silla.  

–“Sss… Sí…”- suspiro, enderezándose y agachando su mirada hacía donde estaba su sobrina, afanada mamando. Ella al oír la voz de su padre, le generó un escalofrío pero en vez de asustarla, la excito. El morbo y adrenalina de ser atrapada, hizo que aumentara con el ritmo de su felación, al grado que las piernas de Eduardo, comenzaron a aflojar y verga a hincharse dentro de esa boquita. Mordiéndose los labios, él descargó una buena cantidad de semen, en la garganta de su sobrina. 

Ella intentó tragar toda esa viscosa y caliente leche que esa manguera liberaba, no quería que se volviera a repetir lo que pasó con su cuñado. En donde no pudo con esa densa corrida y tuvo que tirar un poco al suelo. Su orgullo de puta esta vez la ayudó, permitiéndole así, que ningún milímetro de ese espeso líquido, saliera de sus labios. Al retirarse esa tranca, unas hilazas de esperma, mantenía unida a su boca con ella, su aliento ardiente se evaporizo en el aire y su mirada quedó clavada en la de su tío. 

Tomás y Rosita, estaban subiendo las escaleras, él tenía su mano apoyada en la cintura de ella, casi bajando hacía ese pomposo culo. Ambos entusiasmado ya por iniciar, vieron como la fiesta se le apagaba, cuando Laura, tomó de la muñeca de su hija y a la jalo hacía ella. –“Ma-mamá, ¿qué ocurre?”- consultó la morochita, sin comprender el rostro serio de su madre, acaso los había visto besarse. –“Tu padre. No encontró nada más interesante que emborracharse y meterse en una pelea”- expreso la mujer con el ceño fruncido. 

Rosita suspiro aliviada al saber que su madre no los había descubierto, no obstante, el alivio se transformó en agobio, al darse cuenta que tendría que irse y no podría coger con Tomás. –“Mamá, eso quiere decir…”- dijo cayendo en su triste realidad, para ser interrumpida por su madre, –“Sí, que nos tenemos que ir”- Laura estaba muy molesta, pues aun cuando estaba separada del padre de su hija, tenía que ir a solucionar todos sus líos, los cuales solía hacer a apropósito para llamar la atención. 

Belén se asomaba con las maletas, ella se encontraba igual de frustrada que su prima, pues quería haberse divertido con Eduardo. Tomás solo respiro, tomando las maletas de las morochitas, las lleva al primer piso y luego las acompaña hasta la salida, en donde un coche esperaba ya por ellas. Era el de Hugo, quien las llevaría, Tomás, mete las maletas en la cajuela y luego de despide de cada uno. Su rostro mostraba seriedad, aunque por dentro estaba hecho una furia. 

Benjamín seguía mirando fijamente a Victoria, quien se encontraba charlando con Emma, pero había notado que ese chico tenía sus ojos clavados en ella hace rato. La muchacha le pedía a la mujer, si podía acompañarla hacía donde se encontraba aquel joven solitario, refiriéndose a Alexander. Él todavía no se iba, ya que tenía su cabeza abrumada con tantas cosas, las que se vinculaban directamente con Bella. Vicky se levanta y camina junto a Emma hacía donde se encontraba el rubio fumando. 

Benjamín, la sigue como si fuera su perrito faldero, –“¿Pasa algo mi niño?”- pregunto Vicky, al mismo tiempo que buscaba un cigarrillo en su cartera. –“Na-nada…”- respondió el chico nervioso, que no esperaba que la madura le hablara. –“¿Nada? Entonces, dime bonito, ¿por qué no me has dejado de mirar y ahora me sigues?”- interpelo, pasándole el cigarro a Emma. La joven estaba decidida a interactuar con Alexander, desde el primer vistazo que le dio, se sintió atraída por él. 

La atracción ese día floreció en varias personas, una de ellas era Benjamín, quien luego de ese inesperado intercambio de palabras, ya se tranquilizó. –“Bueno, la admiraba porque quería buscarle algún parecido a doña Isidora”- dijo el muchacho, dándole una ojeada de nuevo de pies a cabeza. –“¿Mi hermana? ¿Cómo conoces a mi hermana, cariño?”- interrogo con curiosidad. –“Es mi maestra de piano”- contesto él, seducido por ese tambaleo de sus caderas.  

Estaba a solo un metro de Alexander, quien seguía maquinando, Victoria al verlo más de cerca, admitía que Emma no tenía para nada mal gusto, ese joven era bastante apuesto. No solo una carita bonita, sino que se notaba que tenía un figura trabajada y lucía varonil, para ser un tipejo que estimaba que no superaba los 30 años. Al mismo tiempo, le daba la impresión que ya lo conocía, por lo menos que lo había visto en alguna parte, Alexander al verla, levanta sus parpados y se sonroja. 

Los recuerdos de su primera vez con esa hembra, se le venían a la cabeza, aun cuando ya no era el mismo chaval de ese entonces, se sentía incómodo y acorralado por Vicky. Mostrando una actitud que no solía mostrar con las mujeres, después de la muerte de Lucía. Emma al tenerlo de frente se perdía en sus ojos verdosos, en su rostro triangular, que era tan armónica, que parecía haber sido tallada por algún artista como lo era su hermano Bruno. 

Él agacha la mirada haciendo que sus ojos se encuentren, aumentando la inquietud en ella, –“Ho-ho-ho… Ho… Ho-hola…”- expreso con el corazón entre sus manos. –“Hola cariño, ¿necesitas algo?”- consulto con amabilidad, confundiendo a Benjamín, quien estaba acostumbrado a verlo ser desagradable con las mujeres. –“Ti-ti-ti… ¿Tienes fuego?”- respondió la muchacha tomando todo el valor posible. –“¿Fuego?”- sonríe, –“Claro que tengo, pero dime, ¿es tu primera vez fumando?”- notando que tomaba el cigarrillo muy mal, a pesar de ser algo muy sencillo. 

Emma embobada con esa mirada tan fija, ya no era capaz de hablar, aunque quería formular alguna palabra no podía. Ante su silencio, Alexander apreció que detrás de ella, dos figuras se aproximaban. Ella movió su cabeza en negación, lo que provoco una sonrisa en el joven, quien con gentileza le quitó el cigarrillo. –“Bonita, no es necesario que fumes para tratar de impresionar a alguien, y tampoco te recomiendo que lo hagas”- afirmo, mientras Bruno y Agustina se unían al círculo.     

–“Emma, ¿qué haces?”- consulto Bruno, algo molesto, mostrando ese espíritu de sobre protector que tenía con la chica. –“Descuida, no hizo nada. Le estaba explicando que no merece la pena fumar, si yo lo hago es porque ya estoy podrido”- aseguro Alexander, colocando el pucho entre sus labios. Agustina y él, cruzaron miradas, que fomento a una sonrisa en ambos, –“Hola, Agus”- dijo el rubio cambiando el tema y causando incertidumbre en Bruno. 

–“Hola, Alex”- contesto ella, nerviosilla. –“Cuando te vi, supe instantáneamente que eras tú, pero no quise molestarte. Aunque ahora que tengo tus preciosos ojitos frente mío, déjame decirte que te has vuelto toda una belleza, prima”-  manifestó, cortando la distancia con ella y abrazándola. –“¿Pri-prima?”- balbuceó Bruno, sin comprender lo que estaba ocurriendo. –“Exageras, Alex”- expreso ella sonrojada, –“Claro que no lo hago, si cuando te vi por última vez, eras una cría”- refuto.   

Todos los demás los miraban desconcertados, para Benjamín la sonrisa que tenía Alexander era una nueva expresión. ¿En serio era el mismo chico que conocía?, el que odiaba a toda su familia y hablaba mal de ella. Hasta que Agustina comentó que lamentaba no haber estado en aquel momento difícil, pero lamentablemente no podía hacer mucho, ya que su padre siempre ha querido la menor interacción posible con la familia de su madre. Benjamín fue el único que comprendió todo, mientras que Bruno, trataba de captar algo. 

–“Bueno, me tengo que ir, Agus. Cuídate. Ah y no te preocupes, no le diré a nadie que te vi”- exclamo Alexander, dándole un beso en la mejilla a su prima y levantando la mano en señal de despido a los demás. –“Agustina, ¿cuál era tu segundo apellido?”- pregunto Vicky, –“Ortiz”- dijo ella mirando como su primo desaparecía a lo lejos. Victoria con las pupilas dilatadas, recordaba en donde había conocido a Alexander y lo que pasó con él. 

Eduardo y Josefina, se habían ido a la habitación de ella, el hombre estaba acostado en la cama, mientras observaba a su sobrina, lamiendo su polla. 

Eduardo: Oooohhh, mierda... Eres una gran puta, sobrinita.

Josefina le agradece el halago a su tío engulléndose lentamente su verga, pero al tener la mitad de esta dentro de su boca, no aguanto más y se la clavo de una la mitad que le faltaba. Eduardo se emocionaba con la mamada que estaba recibiendo por parte de una de las hijas de su hermano y apoyo sus manos en la cabeza de ella, ahogándola con su gran tranca. Sin embargo, la jovencita mostraba su experiencia y calidad de puta, al controlar la situación, Eduardo se rindió ante ella, soltando sus descargas. 

La muchacha no desperdicio ninguna gota, al igual como cuando estaba debajo de la mesa. Ella se relame los labios, sin quitarle los ojos a la verga de su tío, que parecía ir perdiendo su vigor. Mordiéndose la boca, se puso de pie y se fue quitando su vestido, el cual cayó al suelo sin mayor esfuerzo. Su enorme cola pomposa, se transformó en el centro de atención de Eduardo, quería estrujar esos glúteos, morderlos y pasear su lengua alrededor de ellos y entremedio.  

Josefina se sube en la cama y sienta sobre sus piernas, mientras acercaba su coqueta boca a la de él, toma entre sus manos esa pija que estaba recobrando vida. La jovencita se excitaba aún más al sentir como ese trozo de carne, crecía y crecía entre sus manos, rozando sus labios, le dice, –“Dios mío... Parece que tu pollón, es mucho más grande, que la última vez que estuvimos juntos”-, las palabras de su sobrina hicieron eco en Eduardo, y vagamente comenzaba a recordar esa noche que pasó con ella.  

Las imágenes eran difusas, lo primero que se le vino a la mente, fue la él acostado en la cama igual que en ese instante, con su tranca erecta y unas suaves dedos, masajeaban su pedazo de carne. –“Uuuhhh”-  bramo de la excitación, mientras que en su cabeza, ese recuerdo borroso, de haber visto a una mujer de melena rubia, entrando a su cuarto, se le hizo más claro. Josefina, pasaba su lengua alrededor del glande, limpiando el resto de esperma que había. 

Eduardo: Jo-joder… Así que no fue un sueño, en realidad te metiste en mi alcoba y me comiste la polla, esa noche.

Dijo, magreando ese gran orto que lo tenía embelesado. 

Josefina: (Ríe) Claro que sí pasó, tontito. ¿En serio pensaste todo este tiempo que fue un sueño? 

Pregunto, jugando con esas bolas que, parecían estar lo suficientemente cargadas, para pasar la tarde cogiendo. Sus rasguños, hacían temblar al hombre de júbilo. 

Eduardo: Sí, pensaba que solo fue un maravilloso sueño, pero ahora sé que todo fue real.

Josefina: Menos mal te lo hice recordar, ya que esa noche me dijiste que nadie te la había mamado como yo, que encantó mi boquita. (Mordiendo sus labios) Ahora terminemos lo que dejamos pendiente esa noche. 

Josefina se monta encima del pene de su tío, sobando su empapado sexo, con la punta de esa estaca. Apretando los dientes, ella se incrusta esa cabeza palpitante, sintiendo un gran consuelo al tener un trozo de carne, entrando en su necesitada vagina. Sus pliegos se moldearon rápidamente al tamaño de esa daga que se enterraba lentamente. Una vez que había dejado caer todo su cuerpo sobre él, empezó a subir y abajar. Sus manos se apoyaban en los hombros de su tío y este se aferraba a su cola. 

Josefina: Oooohhh... Mmmhhggg... ¿Tu noviecita aguanta toda esta tranca dentro de ella?

Eduardo: Aaahhh, sííí... Hasta el último centímetro...

Josefina: Oooohhh... Uuuugghhh... Vaya, ¿y te complace bien?

Expreso, tocando la cara de su  tío con sus manos, mientras azotaba sus caderas, de arriba abajo.  

Eduardo: Es maravillosa... Controla muy bien mis 20 centímetros de polla dentro de ella, ya sea en su boquita, chochito o culito.

Josefina: Hhhhmmm... Es... Espero que no le moleste compartir conmigo un poco de tu vergota...

Eduardo: Para nada, incluso en ese sentido es la mejor de todas. 

Eduardo besa a su sobrina, a la vez que la fue recostando en la cama y tomando el ritmo de la cogida. Su miembro golpeaba profundamente en el interior de ella, la que se regocijaba. Él pensó por unos momentos en Romina, preguntándose si ya estaba haciendo lo mismo con Tomás. Imaginarla con otro, lo irritaba, más si lo disfrutaba, pero debía controlar esa furia, después de todo, él se lo prometido, que ese día podía hacerlo con ese hombre. 

Con mucho esfuerzo, deja de pensar en su novia y se concentró en disfrutar de la follada, que estaba teniendo con su sobrina. Su coño jovencito era exquisito, tanto que no tenía nada que envidiarle al de una de sus chicas. Por otra parte, Romina había estado buscando a Tomás, al no encontrarlo afuera, comienza a rebuscarlo dentro de la casa. Hallándolo en el salón principal, sentado en el sofá, encorvado, con su mirada el suelo y con un vaso de agua entre sus manos. 

Él estaba muy enojado con lo que había pasado con Rosita, estaba a nada de concretar un anhelado sueño, para que se lo arrebataran de golpe. Al escuchar unos pasos aproximándose, levantó su mirada, observando así la espléndida figura de la mejor amiga de su hija. Esos gordos senos, parecían danzar en ese vestido con cada uno de los pasos, sus piernas asesinas, también llamaban la atención del hombre, que cambio ese rostro de pocos amigos a uno jocoso, al recordar que no todo estaba perdido. 

–“¿Estaba jugando a las escondidillas conmigo, señor Tomás?”- pregunto, sentándose al lado de él y apoyando su mano en el regazo del hombre. –“No, solo quería estar un rato a solas”- susurro, perdiéndose entre esas montañas carnosas. –“Mmm… Y yo pensé que quería jugar conmigo”- afirmo, agarrándolo de la corbata y dibujando con su dedo índice en su pecho. Tomás observando los ojazos coquetos de la muchacha, sonríe, esa mirada lo invitaba a dejarse llevar y sacar toda frustración. 

Tocando su mentón, pasó tiernamente su pulgar en él, mientras que su dedo índice se posaba sobre esos labios. Ella sonriendo, fue abriendo su boquita y atrapó ese afilado dedo, engulléndolo lentamente. Su lengua pasaba alrededor de esa extremidad, manteniendo sus ojos clavados en los de él. Tomás se daba cuenta que esa jovencita había perfeccionado su forma de mamar, porque la forma en que chupaba su dedo, era una delicia. Su verga que se había relajado por el enojo, volvió a florecer. 

Romina al notar ese bulto, no se aguantó más y le bajó el cierre del pantalón, para meter su mano dentro y tomar ese sable. Él estaba impresionado por tanta osadía de esa chica, y al ver que no le temía a nada, decidió seguirle el juego. Trazando con ternura sobre esas tetas, saboreando su sudor y embriagándose con su olor de doncella. La otra mano del hombre, acariciaba el muslo de la muchacha y arañaba esa mojada braga, que se humedecía todavía más. 

Si ella no soltaba un quejido, era porque se mantenía concentrada en su labor tan sencilla que era succionar ese dedo. Sin embargo, su cuerpo delataba lo cachonda que se encontraba, al estremecerse con cada caricia y cada pincelada que le daba el maduro. La exasperación comenzaba a dominarla, necesitaba más que eso, necesitaba ver esa verga robusta y comérsela como antaño, para luego dejar que la penetrara y sentir cómo le revolvía las entrañas. 

Tomás por el contrario, mantenía la calma y sobre esa delgada tela, mordió esos puntiagudos pezones, causando el primer aullido de la joven. El cual se prolongó más de lo debido, por más que quiso callarse, no podía, esos dientes se sentía bien al igual que su lengua trazando como si tuviera haciéndolo sin ninguna tela por medio. –“Joooooff… deeeeerr…”- balbuceo ella extasiada. El hormigueo en su vulva era tan intensa que ya no quería mamar esa polla, sino sentirla ya en su coño taladrándola.   

Torpemente intenta desabrocharle el cinturón, pero era incapaz de hacerlo, por más que jalaba y movía de lado a lado, la hebilla se mantenía firme. La impaciencia la estaba agobiando, aun así el placer que le otorgaba el hombre con cada delineamiento y roce, era magnifico. Si tan solo con eso, podía hacerla sentir tan bien, no quería imaginar lo que iba a experimentar una vez que estuvieran desnudos. –“¿Qué pasa, Romi? ¿No puedes seguirme el juego?”- consulto maliciosamente, tomándola de la cintura.   

Romina: Eres un cabrón. 

Tomás: Y a ti te encanta que lo sea, ¿verdad?

Sentándola en sus piernas y mordiéndole los labios. 

Romina: Me enloqueces. 

Respondió, abriendo su boca y besándolo fogosamente, sus lenguas se enroscaban y él sin mucha dificultad, le iba bajando la cremallera del vestido. Sentir las manos del padre de su amiga explorando por su espalda, fue más excitante de lo que imaginaba, una corriente eléctrica pasaba por todo su ser, y el cosquilleo en su vagina era más fuerte. Moviendo su pelvis contra ese paquete, buscaba algo de alivio, a la vez que intentaba sacarle el saco, no obstante, no estaba tan habilidosa como otras veces. 

La ansiedad de estar con ese hombre, la estaban eclipsando y hasta hacerla parecer una virgen e inexperta. Tomás apartándose de su boca, la pega más a él y empieza a picotear ese cuello a la vez que le consultaba si quería continuar con eso en la habitación de Vanessa. –“Claro, me encantaría, al igual que hacerlo aquí mismo”- respondió ella, echando su cabeza hacia atrás y contemplando el techo. –“Que guarra. Te cogería aquí mismo, pero no quiero que nos interrumpan en lo mejor”- le murmuro.   

Ambos subieron las escaleras y se metieron a la habitación de Vanessa, en donde se devoraron otra vez las bocas y se fueron quitando la ropa, hasta quedar en pelotas. Romina al ver ese erguido miembro, apuntando hacia ella, se humedeció los labios y se agachó, para darle una pequeña probada antes de zambullirlo entero dentro de ella. En su cabeza los recuerdos de la primera vez que tuvo ese tronco en su boca, se mezclaban lo que estaba viviendo en ese instante. 

Envolviendo lentamente ese capullo, pasando su lengua de derecha a izquierda, de arriba abajo, con mucho mimo y degustando el líquido preseminal. Tomás suspiraba, mientras no pestañaba para contemplar la destreza que había adquirido la chavala durante ese tiempo que no se vieron. Con sus primeras pinceladas se dio cuenta, de que había mejorado bastante, pero cuando ella fue tragando pulgada tras pulgada y rodeando con su viscosa lengua el falo con una maestría similar a la de April y Rosita, se dio cuenta que fue el impulsor de una gran comepollas. 

Él controlaba sus gemidos, transformándolos en pequeños alaridos, y Romina le dejó completamente embadurnada la verga, para pasar a darle un par de lengüetazos a esas bolas, que no parecían estar tan grandes como aquella primera vez. Cada dibujo que realizaba la muchacha sobre sus huevos era mejor que el anterior. Al terminar, ella se colocó en cuatro sobre la cama, apoyando sus piernas y codos en el colchón, levantando su colita y mostrando su babeante coño. 

–“Concluyamos, lo que debíamos hacer esa noche”- dijo Romina acompañada de una risita traviesa. Tomás se acercó, tocando con sus yemas ese orto que si bien no era tan grande como otros que había ya disfrutado, tenía su encanto. Antes de penetrar esa cueva que goteaba su dulce elixir, prefirió probarlos. Una lamida que recorrió desde esos labios vaginales, hasta el ano de la joven. Ella no esperaba eso, sin embargo, su cuerpo agradeció, soltando unos chorritos de sus jugos. 

Tomás, fue rozando ese agujerito con tiernos lengüetazos, al mismo tiempo que sus dedos se fueron aproximando a ese ardiente coño que no paraba de segregar fluidos. Su lengua fue entrando por esa cueva oscura, en tanto las puntas de sus dedos, entraban y salían del chochito de la chica, quien aullaba y se afianzaba en las sabanas. No era algo nuevo que Romina probaba, Eduardo ya le había hecho cosas así, no obstante, extrañamente su cuerpo estaba encendiéndose aún más con el padre de su amiga. 

–“Uuuuufff…”- bramo ella, esperando disfrutar más de esos delgados y largos dedos, que solo molestaban a su vagina, con esas ligeras penetraciones. En un momento, las lamidas cesaron, aunque esa lengua se mantenía dentro de su esfínter. Ella creyó que los jueguitos pararían y pasarían al acto de copulación. Sin embargo, Tomás no tenía pensado aquello y tras su pequeño descanso, le revolvió las entrañas con una embestida de sus dedos y continuó comiéndole el culito. 

–“Oooohhh… Pero que cabronazo eres… Uuuughh”- exclamaba Romina, mientras esa lengua seguía hurgando en su recto y esos dedos en un vaivén en su coño. Sus piernas no tardaron en temblar y pronto su cuerpo entero lo haría. El jolgorio se hacía cada vez más intensos, al igual que sus quejidos. Apoyando su cabeza en una de las almohadas y mordiéndola, se embriagaba con el meloso aroma de su amiga. Al recordar que estaba en su cuarto, el morbo fue encendiéndola más. 

Estaba a nada de llegar a un gran orgasmo, cuando Tomás se detuvo. Sacando sus dedos, se lo lleva a la boca, ella no comprendía por qué él se había detenido en ese momento. Entonces el hombre, allegándose a su oído, le hace recuerdo de lo cruel que fue con él, en esa cena de despedida. Por lo que haberla dejado con las ganas de correrse, fue una forma de vengarse. Frotándole la vulva contra su polla, hizo que la joven se estimulada nuevamente y entre suspiros rogaba por tenerla dentro. 

Esos roces contra su clítoris, hacían que Romina perdiera la cabeza, pese a su imploro por ser follada, Tomás siguió jugando con su voluminoso cuerpo. Agarrando esos hermosos senos, los fue amasando con ternura y pellizcándolos. –“Uuuggh… Vamos cabrón deja de burlarte de mí y dame lo que tanto de pido”- volvió a suplicar la jovencita, esperando convencer al maduro o que se apiade de ella. No obstante, sus palabras eran para el viento, ya que él continuó con su juego, incorporando lamidas y besos en el cuello.

En tanto, Eduardo y Josefina seguían follando. Entregados a la lujuria, acariciaban sus cuerpos en llamas, besándose una y otra vez, mientras la vagina de la rubia exprimía esa verga que no paraba de taladrarla. –“¡Oooohhh tío!… ¡Eres un semental de primera!”- expreso la muchacha, sin dejar de agitar sus caderas e inmediatamente entrelazando su lengua con la de él. No eran conscientes del tiempo, tampoco de lo que ocurría a su alrededor, solo eran ellos dos, satisfaciéndose como animales en apareamientos.

Eduardo había dejado de sostener ese obeso culo con sus manos y en su lugar, lo penetraba con sus dedos. No era una tarea sencilla, por el grosor de esas nalgas y al estar en constante movimiento, pero tenía que hacerlo, porque solo quería reventarlo. Cada estocada era un placer maravilloso, para ambos. Sus labios volvían a separarse y ahora era el turno de él para hablar, –“Menuda puta, eres Jose. Y vaya coño más rico que tienes”-

Josefina quería darle las gracias por ese halago, pero no podía entre tantos jadeos que soltaba. Para callarlos un poco, mordió sus labios, y ni así pudo balbucear aquella palabra, porque las embestidas de su tío se habían vuelto más intensas, tanto que tuvo que echar su cabeza hacía atrás. Abriendo su boca, deja salir un gemido grande, que retumbo por las paredes de la habitación. Eduardo lamiendo esos pezones duritos, se daba cuenta que le quedaba muy poco para correrse, pero no quería hacerlo, sin antes probar esa colita. 

–“De-detente, Jose, detente. Quiero reventarte el orto, antes que me dejes seco”- dijo, parando sus embestidas. Su sobrina, no quería hacerlo, sin embargo, le seducía tanto la idea de ser empotrada por el culo, que lo hizo. Colocándose en cuatro, le regala una vista majestuosa a su tío, quien se queda encandilado por unos segundos por la forma tan perfecta de esos glúteos carnosos. Sí con ropa ya eran un delirio, así en pelotas, lo eran aún más. 

–“¿Qué pasa tío? ¿No dijiste que querías romperme el culo?”- interpelo la muchacha, meneando su cola. –“Madre mía, pero que culazo tienes, cariño”- contesto Eduardo, despertando de su letargo y dando una nalgada a ese sudoroso trasero. Josefina suelta una escueta risa, que se transformaría en un aullido, al sentir el glande presionando por entrar en su ano. Eduardo, se daba cuenta que no estaba lo suficiente dilatada, así que no quiso insistir, aunque para su suerte, había un frasco de vaselina en el mueble. 

Untando ese enorme trasero y luego su propia polla, apuntó directamente a ese orificio. Poco a poco, fue entrando, sintiendo la calidez de ese esfínter y lo acogedor que era. –“¡¡Oooohh, Dios santo!!…”- exclamo la rubia, empuñando sus manos y echando su culo hacía atrás, para sentir más de esa estaca que le estaba abriendo el culo. Eduardo arremetía suavemente, porque quería disfrutar de ese culo, no obstante, las piernas ya le temblaban y la verga se le inflamaba dando espasmo para soltar toda su carga. 

Apenas llevaba la mitad de su tranca clavada en ese estrecho recto, no iba a soportar mucho, así que de una embestida terminó por enterrándosela entera. –“¡Que gusto, que delicia es tu culo, sobrina!”- expreso con la voz entrecortada, sacando lentamente su miembro, para ensartarlo de nuevo hasta el fondo. Sus gemidos se transformaron en densos coros. Para Eduardo estaba claro, ese culo era el mejor que se había follado hasta entonces. 

Entrando y saliendo de ese orto carnoso, cada vez más rápido y con furia, ya no podía contenerse más. Josefina jugando con su clítoris, ya convulsionaba, llegando al mismo tiempo a un prolongado orgasmo los dos. Eduardo tuvo que afirmarse de la espalda de su sobrina, para no caer encima de ella, por el placer que estaba experimentando. La muchacha caía rendida a su cama, jadeando le daba las gracias a su tío, por haberla satisfecho de esa manera. 

–“Uuff… Nena, deberías venir a vivir conmigo, para que lo hagamos todos los días”- murmuro el hombre, mientras retiraba su ya flácida verga. Josefina todavía mareada, pensaba en la propuesta que le había hecho su tío, sin embargo, la respuesta era clara. –“Me encantaría, tío. Pero ya tengo a alguien con quien divertirme y planeo hacerlo el mejor amante de todos”- asevero la muchacha, agarrando el rostro del maduro y enroscando sus lenguas fogosas. 

Ella pensando en Benjamín, se preguntaba qué estaría haciendo su novio en ese momento. El muchacho, compartía un vaso de jugo con Victoria, a quien no dejaba de admirar, viendo en ella a su maestra de piano. Precisamente de ella hablaban, Benjamín quería saber más de su querida profesora, mientras que Vicky se sorprendía de que su hermana estuviera enseñándole a ese chico, sabiendo que era el hijo de Tomás y April. –“¿En verdad mi hermana es tan dócil contigo? ¿No abusa de su posición como profesora?”- pregunto. 

Benjamín bebió un poco de su vaso, observando esos enormes pechos, que eran una de las grandes diferencia con Isidora. –“Sí, ella es genial y maja. A pesar de que todos decían que era una mujer sombría, yo no vi más que melancolía en sus ojos. Y que ahora han ido cambiando”- respondió el chico, levantando su vista, para apreciar esos gruesos labios, que también era otra diferencia con Isidora, pero a la vez le recordaba a ella, porque al sonreír eran iguales. 

Vicky: ¿Cambiando?

Benjamín: Sí, no quiero darme créditos, pero creo que con mi presencia, ella ha ido recuperando su luz. 

Vicky: Tú sabes, lo que ella hizo para que Bruno no la quiera ver, ¿verdad?

Consulto la mujer, un poco preocupada, pensando que su hermana, quería reemplazar a su hijo con ese chaval. 

Benjamín: Ella me dijo que hizo cosas horribles, como mentirle, usarlo y que lo veía como hombre en vez como hijo. Sin embargo, más allá no sé, además esos recuerdos parecen atormentarla, así que prefiero eludir ese tema con ella. 

Vicky: Vaya, al parecer no te ha mentido… 

Tras una breve pausa en donde meditó lo que le había dicho el chico, se percató que de la entrepierna de él, había una voluminoso bulto, dejándola asombrada. 

Benjamín: ¿Pasa algo, Vicky? 

Vicky: ¿En qué estaba? Ah sí… Isi, bueno, ella estaba obsesionada con su hijo, quería que fuera solo suyo. Yendo más lejos de la relación entre madre e hijo, a una carnal y amor prohibido. 

Dijo la mujer, embelesada por ese marcado pene. Benjamín ya sabía aquello, pero se excitaba cuando imaginaba esa relación prohibida. Al notar que había llamado la atención de esa madura, sonrió, al igual que lo hacía su padre en el piso superior. –“Ooohh”- se oyó como un susurro por la puerta. Finalmente él había dejado de torturar a Romina y le había incrustado la punta de su lanza. La joven apretaba los dientes, para poder recibir los siguientes centímetros de esa robusta verga. 

Él notando que el cuerpo de la amiga de su hija, había vuelto a relajarse, fue invadiendo con lentitud su vagina, la cual con sus paredes cobijaban ese mástil. Tomás sumergió menos de la mitad y la retiró, para volver a zambullir su polla, pero esta vez con más ímpetu. Repitiendo el proceso, como si quisiera enloquecer a la pobre muchacha, que solo gemía y disfrutaba de esas estocadas que cada vez eran mejores. Ambos suspiraron y mordieron sus propios labios, cuando finalmente él había llegado hasta el fondo. 

La diversión no hizo nada más que empezar, Tomás aferrándose a las caderas de chica, fue moviendo su pelvis, cada vez más rápido. –“¡¡¡Sí, sí, sí, sí… Dame así de duroooooo!!!”- aullaba Romina, iniciando el meneo de sus caderas de manera frenética. Tomás supo con eso, que esa joven estaba acostumbrada a follar salvajemente, de seguro Eduardo todos los días le revolvía las entrañas, tanto de la vagina como el culo. Sin soltarse de esas posaderas, va dándole como a ella le encantaba. 

Sus manos acariciaban esas nalgas y de repente se enguachaban hacía esas tetas gordas y todas sudorosas. El coñito de Romina, parecía de ensueño, estrecho y acogedor, como pocos. El ruido de su pelvis golpeando con fuerza contra ese redondito culo, se podía oír claramente, si se mantenía el silencio. Por fortuna la mayoría de los invitados se habían ido, a excepción de Eduardo con sus acompañantes y Bruno con Agustina. Sin embargo, ellos no lo escucharían porque estarían pendientes en sus propios asuntos.

Diana por ejemplo, salió con Alessandra a una discoteca, Eduardo descansaba al lado de Josefina, Bruno charlaba con Agustina sobre Alexander y la familia de la madre de la muchacha, Emma, acompañaba a Camila con Simón, y Benjamín tenía su pantalón abajo, mientras una necesitada Vicky, le devoraba la verga. April por otra parte, no se encontraba en la casa, algo que seguía sin notar Tomás, todo porque estaba concentrado en cumplir una de sus revanchas, que era joder a Romina y hacerla gozar de su polla.

Axel en tanto, disfrutaba de su primera noche junto a sus dos bellas esposas. Ellas juguetonas, lo fueron despojando de su ropa, sin mucho apuro. Acariciando su cuerpo y besándolo, de forma turnada. Cuando lo dejaron solo en calzoncillos, ambas muchachas se colocaron en cuclillas, para lamer sobre la tela ese tronco gordo. Cada lengüetazo era lento, como si quisieran jugar con la paciencia de su esposo, mientras que con sus manos, le rasgaban los huevos. 

–“Uuuuufff…”- suspiraba él, de manera larga y mirando cómo esas maravillosas hembras, querían enloquecerlo. Ignacia se mantuvo humedeciendo la polla de su marido, mientras que Vanessa fue subiendo por su torso, besándolo y mordiendo, hasta llegar a sus pezones. Jugando con ellos, buscaba estimular más a Axel, que empezara a rogar para tener sexo. Sin embargo, él parecía estar concentrado, como si estuviera meditando para no caer en el juego de esas dos. 

–“¿Qué pasa, hermanito? ¿Tienes miedo a no estar a la altura de nuestras expectativas?”- interrogo, Vanessa con malicia, para interrumpir la concentración que tenía el muchacho. –“Quizás deberíamos llamar a Tomás”- agrego Ignacia, dando un pequeño mordisco a ese trozo que tanto amaba comer. –“No estaría mal, estoy segura que papá, nos dejaría más que satisfechas”- aseguro Vanessa, bajando su dedo por la espalda de su medio hermano.  

–“Son un par de perras, que me cambiarían a la primera, por papá. Bueno, yo no tendría problemas de ir por Alessandra y Diana”- contesto Axel, mosqueando a sus dos mujercitas, que se colocaron serías. Ellas les bajaron el bóxer e iniciaron a embadurnar ese tronco con sus lamidas. Cada una trazaba un costado de esa gruesa verga, dibujando por todo su largor y encontrando sus lenguas en la cabeza, Recogiendo el líquido preseminal, ambas se dieron un breve pero candente beso. 

Al separar sus bocas, se miraron mutuamente y soltaron unas risitas, la complicidad entre las dos era tanta que parecía ser un sueño. Axel incrédulo a que ellas trabajaran en equipo, se pellizco para corroborar que eso no era una de sus tantas fantasías. Sino que era una realidad. Vanessa relamiéndose, se agacha aún más y con sus labios atrapa las pelotas de su hermano, al mismo tiempo, Ignacia envolvía el capullo en su boca, engulléndose, paulatinamente esa vara de carne.   
       
La culoncita no llegó más allá de la mitad y se la sacó, para cambiar de lugar con su sobrina. Ahora era Vanessa quien comía esa daga e Ignacia la que saboreaba esas bolas que se deshacían en sus labios, como si fuera azúcar. Axel, solo podía agradecerle a Dios y quejarse de placer, por tan maravilloso dueto que hacían las rubias. Sincronizadas, dejaban de chupar, para mirar fijamente a Axel, quien sonriendo, las invita a pararse y recostarse en la cama. 

Ellas aceptaron, aunque apenas se colocaron de pie, entrelazaron sus lenguas con la de él, a la vez que con sus manos palpaban ese sable, que estaba más que preparado para atravesar a esas zorritas y dejarlas totalmente complacidas. –“En la mañana nos quedamos con las ganas de sentir tus embestidas”- afirmo Ignacia, –“Así que, esperamos que no te contengas”- complemento Vanessa, mordiéndole los labios y dejando caer su vestido al suelo. 

Sus enormes tetas brincaron, dando un bamboleo hipnotizante. Su coñito brillaba de lo húmedo que estaba, mientras que Ignacia, tenía problemas con la cremallera de su vestido. Vanessa se coloca detrás de ella y tomando el cierre, lo baja. Junto con Axel, le van retirando el traje, quedando ambos asombrados por la lencería que estaba usando la culoncita. Ella al ver esos ojos lujuriosos, recorriendo su figura, se sonrojó y a la vez se mordió los labios coquetamente, esperando que, esa acalorada noche fuera inolvidable.

Axel ojeándola detenidamente, da una vuelta a su alrededor, deleitándose con esa endiablada cola que muchos desearían hacer suya. Todo el conjunto hacía que ella se viera preciosa, esas medias ceñidas a las piernas, al igual que el encaje completo. Daba la impresión que el bralette apenas cubría esos enormes glúteos. Él no quería dejar de apreciarla, se veía tan bonita que despojarla de esas prendas, sería un delito. No obstante, era consciente que se encontraban en ese cuarto, para follar. 

Dándole una suave palmada en el culo, la besa, mientras que Vanessa se agachaba para colocar su cara entre medio de esas nalgotas. Ignacia atrapada en la lengua de su marido, no se percata lo que pretendía hacer su sobrina, hasta que siente su revoltosa lengua, metiéndose a la fuerza entre sus posaderas. Ambos hermanos, sobaron con sus dedos el coño empapado de Ignacia. Al separarse sus bocas, Axel contempló, cómo su mujer se retorcía de placer, entendiendo que Vanessa estaba haciendo un estupendo trabajo allá atrás.

Él no quería quedarse atrás, así que también se agacha, y pasando sus labios entre esa tela mojada, saca tímidamente su lengua, para dibujar en ella. Las lamidas de Axel eran cortas, pero en zonas precisas para estimular a su esposa. –“¡¡Joooooodeeerrr!!, ¡me matan de placer, los doooosss!…”- jadeaba ella, cayendo rendida a esos lengüetazos y mordidas que le daba su marido en los muslos. Aferrándose en el pelo de él, tironeaba por los espasmos que parecía ante esa comida de culo y de coño. 

Ignacia no soportó más, al tener la boca de Axel aprisionando aquella legumbre de carne. Aun estando sobre la tela, se sentía estupendo, el deslizamiento de esa lengua, ya fuera horizontal o vertical. Estremeciendo completamente, se corrió de manera densa. Sus fluidos, descendieron por sus muslos, empapando las medias. Ella extasiada se tira a la cama, para recuperar el aliento. Vanessa y Axel, pasan su lengua entre sus labios, degustando el sabor de ese culo y coño, respectivamente. 

Sin pensarlo dos veces, ambos comparten el dulce que tenían entre sus labios, acariciando sus cuerpos desnudos, pegándolos cada vez más. Las gordas tetas de Vanessa, se aplanaban lo máximo en el pecho de Axel, mientras que la verga del muchacho, escupía esperma, al quedar entremedio de esos muslos. Que no tan carnosos como los de Ignacia, pero aun así, eran grandes, en realidad Vanessa no tenía que envidiarle nada a la culoncita, por el mero hecho de tener una figura tallada a la perfección.  

Un cuerpazo por el cual había llegado a transformarse en una modelo muy influyente en tan corto tiempo. Todos querían trabajar con ella, presumir sus marcas en esa silueta y ver en primera persona a la dueña de esas curvas. Entre más pensaba en lo maravillosa que era su media hermana, más cachondo se ponía. Llegó a perder la cabeza por unos segundos, al recordar el reciente comercial que ella hizo para una marca de protector solar. Vanessa en trajes de baños, simplemente era una divinidad y un espectáculo de otro mundo.

Sin soltarse de la lengua de ella, las imágenes de ese metraje se le veían a la cabeza. Ella caminando, y la cámara tenía un plano detalle de su mano con el frasco del bloqueador, pero a nadie le importaría, fijarse en esa botella, cuando se podía apreciar esas esculturales piernas y levemente su pomposo culo. La cámara se movía lentamente, hasta regalar un primer plano de esa cola, la cual se meneaba deliciosamente en cada paso. El bikini era de color rojo, realzando la atracción hacía ella, por si ese cuerpo ya no fuera lo suficiente hechizante. 

El sujetador tenía un nudo, bastante simplón, para que fuera más fácil sacarlo, cuando se le untada la crema. Su braga en cambio, tenía dos nudos bien hechos a cada lado de las caderas. Estaba seguro que su media hermana, los hizo porque de no haberlo hecho se les desataría con la caminata y quedaría expuesta ante los ojos depravados que se encontraban en ese instante en ese set. El resto del comercial, no lo recordaba, pues no era de su interés, solo el divino cuerpo de quien ahora era su mujer también. 

Sabía que muchos de sus compañeros de universidad, usaban las fotos o vídeos de Vanessa para pajearse, incluso sus propios amigos. Y no los culpaba, pues en la época cuando intentaba olvidarla, había veces que recurría a ese acto. Algo que quedaba en el olvido, porque ahora esa chica era suya, no había motivos para ocultar su amor por ella, menos su deseo por su cuerpo. Cargándola, la tumba en la cama y se acomoda para penetrarla.       
     
Entonces, recuerda la noche que la vio cenando con su jefe, apartándose de su boca y ensartando el glande en esa vulva babeante, le consulta, qué pasó esa noche. –“Na-nada…”- respondió ella, mordiendo sus labios a medida que la gruesa polla de su querido esposo, entraba en su interior. –“¿Nada? ¿Me estás diciendo que Paolo solo se conformó con una cena?”- interrogó, conociendo que su jefe, no era alguien que invitaba a una chica bonita, precisamente a cenar y ya, el muy cabrón tenía que terminar cogiéndoselas. 

Vanessa: Síííí… Qui-quiso llevarme a ca-casa, pe-pero, le dije que te-tenía otras cosas que hacer… 

Expresó la chica, arqueando su cuerpo y regocijándose por tener el miembro duro y venoso de su medio hermano en el fondo de su vagina. 

Vanessa: Re-reco-reconozco, que mi i-idea, era por lo me-menos chuparselaaaaaaaahh… Porque es guapo y un tío majo… Cre-creí que podría olvidarte si hacía eso, pe-pe-pero, cu-cuando te vi, ya no quise nada… 

Balbuceó con mucho esfuerzo, ya que Axel empezó a arremeter con fuerza y apretaba esos melones macizos, que su jefe admiraba descaradamente ese día. Él estaba feliz de saber que su peor temor, que le invadió esa noche y no lo dejó dormir, no pasó. El alivio de esa amarga imagen que rondaba en su cabeza en donde su hermana se revolcaba con Paolo, era tan satisfactorio como ese coño, al que empalaba. –“Yo anoche me encontré con Paolo y quiso reventarme el culo”- confesó de pronto Ignacia, besando a Axel. 
 
El muchacho impactado por la repentina declaración de Ignacia, paró sus penetraciones. Un viento recorrió por su espalda, haciéndolo temblar con solo pensar que ese vejete, le había colocado la mano encima a su esposa. –“Q-qué… ¿Qué dijiste?”- consulto, apenas sus bocas dejaron de amarrarse. –“Que tu jefe, me quiso dar un regalo de despedida. Intentó engatusarme para llevarme a su casa y darme por el orto”- dijo la culoncita, con un rostro lleno de morbo y excitación. 

Axel seguía inmóvil, en su mente ya se formaban ilustraciones en donde Ignacia se encontraba en cuatro, siendo empotrada por Paolo. Los gemidos que resonaron por la habitación, las mofas hacían él y la sonrisa burlesca de ese hombre, por haberse cogido a esa preciosa chica y disfrutar de su culazo. Todo eso, estaba pasando por la cabeza del joven, quien se irritaba, no por Ignacia, sino por su jefe, que mostraba no tener ninguna moral. 

Vanessa: Al decir que quiso e intento, quieres señalar que, ¿no pasó nada entre ustedes? 

Preguntó, interrumpiendo los pensamientos de Axel, quien ahora tenía intriga de saber lo que ocurrió realmente. 

Ignacia: Sí, no pasó nada, pero vaya que me tentó el cabrón. 

Manifestó con cara de niña buena. 

Axel: Ha… Haber, cuéntame cómo pasaron las cosas, por favor. 

Ante la petición de su marido, la traviesa muchacha, inició su relato, desde su incomoda despedida de soltera, pasando al cambio de ropa con su gemela. Cuando caminaba tranquilamente por la calle, notaba como algunas personas se le derretían los ojos, al verla pasar, meneando su mejor atributo. Lo que la cachondeaba y a la vez la abrumada, porque ese deseo de tener una polla madura revolviéndola, se hacía más intenso e insoportable de resistirse. 

Sin que se dé cuenta, iba pasando por fuera del lugar en donde Axel trabajaba y parado en la puerta, se encontraba Paolo, fumando. El maduro al verla, quedó atolondrado con esa cola infernal que poseía la muchacha. Tomándola del brazo, la detuvo, haciendo que Ignacia diera un pequeño brinquito del susto. Lo que solo hizo, que ese culo se viera más apetecible. Él Ignoraba que Ignacia, tuviera una gemela, por lo que el disfraz de ella no funcionaba con ese hombre. 

Paolo se acercó a ella y le levantó el mentón, mirando esa carita que tanto morbo le provocaba, por la inocencia y al imaginarlo obsceno al tener un verga. Ignacia, sintió como esa chispa que rondaba por su cuerpo, se encendiera completamente. Él le dijo un piropo, para luego invitarla a beber una copa. La culoncita titubeando, terminó aceptando, después de un par de copas y charla, ella vio la hora y que era muy tarde. Se levantó para ir baño, todavía se sentía inquieta enfrente de ese maduro, pero había logrado controlarse. 

Al salir, con el convencimiento que se iba a despedir del jefe de su prometido, vio que él ya la estaba esperando fuera del baño. Paolo tenía una mirada distinta, y se le aproxima con unas intenciones claras, por lo menos para ella. Sujetándola de la cintura, roza sus labios con los de ella, invitándola a su casa, para que siguieran conversando. Ella quedó en silencio, el aroma de ese maduro, entraba por sus poros y hacía que su vagina se humedeciera fervientemente.   

A pesar de estar tan caliente y deseosa por una polla madura, rechaza la invitación y se separó de sus garras, para irse rápido de ahí. No obstante, Paolo no se iba a dar vencido tan fácilmente y volviendo a agarrarla de la cintura, esta vez ella de espalda, la pega a él, frotando su erecto miembro contra esa pomposa cola. Susurrándole suavemente en el oído, le dijo que tenía un regalo para ella, sin dejar de sobar su verga, la cual estaba muy dura y prometía ser descomunal. 

Ignacia: Tu jefe solo quería darme pollazos, sin embargo, me negué, por ti amor. 

Dijo, encima de Vanessa, frotando sus clítoris tiernamente. 

Axel: Que hijo de puta es Paolo. 

Ignacia: Todo un cabrón, deberías ir mañana a renunciar y reventarle la cara de un puñetazo. Hablando de reventar, ¿por qué no me revientas el coño a vergazos? 

Afirmo, moviendo en círculo su vulva contra la de su sobrina, mientras presumía ante los ojos de Axel, su despampanante culo. El muchacho dejaba de lado ese enojo, no valía la pena en pensar en el depravado de su jefe, cuando estaba disfrutando con dos hermosuras como eran sus mujeres. Retomando sus embestidas, le regaló un par a Vanessa, para luego pasar al de Ignacia, que estaba pidiendo a gritos ser penetrado. Agarrándose firmemente de sus posaderas, comienza a taladrarla.   

Ignacia: Uuuggh… De eso, estaba hablando campeón… 

Axel: Te mereces hoy una buena cogida, por no haber caído en las depravadas manos del gilipollas de mi jefe. 

Expresó, dando fuertes y profundas estocadas, que ese coño agradecía. 

Ignacia: Uuufff… Cómo amo cuando te pones así, cariño… Pareces que me fueras atravesar de una embestida… 

Suspiraba, mientras su útero era constantemente golpeado, por las arremetidas de su esposo, quien de pronto, paró y pasó a darle amor a su otra mujer. Ambas chicas disfrutaban de esas estocadas, además del incesante choque de sus vaginas. –“¡¡Diooosss!!… ¡¡Esto es tan bueno, que ni quiero imaginar, las otras formas que cogeremos a partir de ahora!!”- exclamo, eufórica la culoncita, recibiendo otra vez las embestidas de su marido, y su vagina aferrándose a ese capullo. 

Los sonidos de sus cuerpos azotándose uno contra el otro, rimbombaba por toda la habitación, acompañado de unos gemidos salvajes. Los tres gozaban el estímulo y placer, que recibían sus sexos, al igual que las caricias que se daban a sus pieles llenas de sudor. Ignacia sujetaba esas danzarinas tetas y con sus pulgares, retorcía esos pezones, mientras que Vanessa tenía sus uñas clavadas en ese soberbio culo, y sus vulvas se frotaban cada vez más intenso.
 
Estaban en sus clímax, con los dientes apretados, por el júbilo que recorría por sus cuerpos ardientes. Ellas se miraban a sus ojitos claros lascivamente y Axel arqueaba la espalda, observando al techo, le agradecía a Dios, por darle el privilegio de tener a esas dos hembras, para él solo. Su verga palpitaba vehemente, al mismo tiempo que veía a las dos chicas estremecerse. Sacándola del acogedor chocho de su media hermana, la coloca entre medio de esas dos vaginas, al igual que la mañana y de forma sincronizada los tres, llegan al orgasmo. 

Ignacia sin fuerza en sus brazos, cayó encima de Vanessa y Axel, suavemente se apoya en su espalda. –“Son unas delicias, las dos”- murmuro jadeante, para luego recostarse en la cama, fatigado y con ganas de cerrar los ojos y caer en un sueño profundo. Ellas con sus cuerpos todo pegajosos, rieron y se dieron un tierno piquito. Tras el contacto entre sus labios, cada una se recostó a un costado de Axel, apoyando sus cabezas en su pecho. Quizás en un día menos agotador, hubieran continuado, pero no era el caso y el trio cerró los ojos, durmiendo satisfechos.   

En casa en tanto, Tomás y Romina también descansaban después de la brutal cogida, que tuvieron. Benjamín estaba en su cuarto, echado en su cama y sonriendo, había obtenido una fantástica mamada que ni él esperaba. Todo indicaba que aquel trébol de cuatro hojas que encontró, en realidad le estaba dando suerte. Y es que, su charla con Victoria, de un momento a otro, se fue tornando candente. Entre piropo y piropo, llegaron las risas, y entre carcajada y carcajada, se terminaron rozando. 

Él dejó su mano quieta en la pierna de la mujer, ella hizo lo mismo, sin embargo, su mano estaba más cerca de la entrepierna, con sus dedos, sentía el vigor de esa polla oculta. El silencio, entre ambos, daba a entender que a ninguno le incomodaba lo que estaba pasando. Benjamín para estar seguro, deslizó su mano por esa pierna, llegando hasta los muslos, la madura seguía sin quejarse al respecto. Todo lo contrario, le dio valor para que ella, acariciada ese rabo. 

Las caricias de esa mujer sobre la tela, se sintieron espectaculares, tanto que él no soportó mucho y se levantó, para liberar su verga. Vicky al ver ese trozo de carne gordo y venoso, se le hizo agua la boca. No quería romper su promesa que le había hecho a Eduardo, pero tampoco podía dejar a ese chico así. Una mamada no lastimaría a nadie, pensó ella, agachándose y tomando ese pene entre sus manos. Palpando suavemente ese tronco, se relamía, hasta que abrió su boca y se lo engulló poco a poco. 

Sus labios apresaron ese mástil y su lengua dibujaba sobre él con mucho mimo, disfrutando de su sabor. Benjamín entre suspiros observaba como esa hembra se metía su polla a la boca y se la sacaba, para darle un estrujón y un beso en el glande, para después repetir el proceso. La boca de Vicky era fantástica, cálida y acogedora, que se combinaba de la mejor manera con esa lengua viscosa. Sus piernas se fueron aflojando, mientras ella se ahogaba con esa tranca. 

Su maestría era superior a la de Pía María e incluso pensaba que Josefina también debía aun mejorar. Cerrando los ojos y mordiendo sus labios, fue descargando su leche, justo cuando Victoria le daba una garganta profunda. Benjamín tras acabar, soltó un largo alarido y las piernas le temblaron de lo bien que se sintió aquello. Vicky luego de a tragar todo, dejó reluciente esa verga, se relamió los labios y los mordió. Se sentó en la silla en donde estaba, como si nada hubiera ocurrido. 

April regresaba a su casa, su rostro era de cansancio, solo quería llegar a su cama y tenderse. Subió las escaleras lo más sigilosa posible, pues no quería despertar a nadie, menos a su esposo. Justo cuando se encontraba abriendo la puerta, alguien sale de una de las habitaciones. –“¿April?”- susurran, ella voltea nerviosilla, para ver que se trataba de Agustina. Su cuñada se le acerca, notando que el cabello de la Milf estaba desordenado, como si alguien hubiera jugado con él. 

–“¿Te encuentras bien?”- le pregunto, haciéndole una radiografía con sus ojos, April no le respondió, solo movió su cabeza de manera afirmativa. Ella abrió la puerta y entró a su habitación, eludiendo cualquier otra pregunta de su cuñada. Agustina quedó bastante intrigada por el comportamiento de la madura, era algo inusual de ella, actuar tan misteriosa y ser de pocas palabras. Alexander tenía la respuesta a la incertidumbre de su prima, bueno, parte de ella, en realidad.

El joven, como todas las noches había ido a buscar a Bella al hospital, mientras caminaba y pateaba una pequeña piedrecilla. Quedó atónito al ver a April en un restaurante con otro hombre. El acompañante de la mujer, era el mismo que la interceptó cuando estaba de compras junto a Laura y Camila. Ambos parecían estar charlando, aunque ella tenía la mirada hacía el suelo, melancólica, casi llorando, mientras que él, la sostenía de las manos. Sentado en uno de sus sofás, bebiendo un ron, Alexander se cuestionaba si enviar la foto que tomó a Tomás o no. 

Al final decidió no hacerlo, pues no era asunto suyo después de todo, y en vez de iniciar una torpe pelea de pareja, mejor era ir hablar con April directamente. Acabando el ron, se levanta del sofá, suspirando, mira la hora. Ya era tarde, debía irse a dormir, porque tenía que despertarse prácticamente en un par de horas, para ir a su nuevo trabajo. No obstante, antes de irse a su dormitorio, giró y pasó al de su amiga, quien todavía estaba despierta, mirando Los Soprano. 

Ella al ver a Alexander, sonríe, –“Llegaste en un buen momento. Viene tu escena favorita, la muerte del pequeño Tony”- dijo ella, regresando su vista a la televisión. Alexander se le acercó, sin embargo, no se recostó en la cama al lado de ella para mirar esa escena. Sino que fue al costado en donde se encontraba, se agachó y la miró fijamente a la cara. Bella no entendía qué quería su amigo, pero antes de decir algo, él con sus manos le tocó las mejillas, y justo cuando Tony Soprano asesinaba a su primo, él la besa. 

Las pupilas de la pelirroja se hicieron enormes, mientras su lengua tímidamente iniciaba a moverse y juntarse con esa lengua invasora. De la sorpresa pasó al placer, cerrando sus ojos, agarraba el rostro de su amigo con sus delicadas manos. No le importaba para nada que el aliento y sabor del joven apestada a alcohol, de hecho la saliva que degustaba, le parecía la más dulce que había probado en su vida. Al separarse, ambos se quedaron mirando por unos segundos, Alexander ruborizado, se levanta y se va, dejando a una extasiada Bella, tocándose sus labios.    

Al otro día, Eduardo y sus chicas se preparaban para regresar a su casa, Romina se había puesto un vestido amarillo, con tirantes y que le llegaba hasta las rodillas. Ella andaba muy contenta después de haber cumplido su fantasía y promesa con Tomás. Hablando de él, bajaba las escaleras, tras haber tomado una ducha. Vestía con una camiseta blanca, unos bermudas anaranjados y unas sandalias. Su pelo aún estaba húmedo, por lo que en vez de su cotidiano peinado, lo tenía sin peinar. 

Caminando por el pasillo, se encuentra con Eduardo, a quien saluda amistosamente. Entra a la cocina, y sus ojos contemplan a Romina. La muchacha estaba inclinada, botando unos papeles en el tacho de la basura. Su culito redondo, se llevó toda la atención del hombre, él volteó la mirada hacia atrás, para comprobar que Eduardo se mantenía muy cerca de ellos. Una sonrisa se le trazó a Tomás, quien volviendo a mirar a Romina, ve como la jovencita ya estaba de pie e iba a girarse. 

Antes de que lo hiciera, el maduro ya estaba encima de ella, sorprendiéndose por tenerlo tan cerca. –“Hola, preciosa”- le dijo, dándole un beso en la mejilla, comprobando que esos senos andaban libres debajo de ese vestido. –“Ho-hola, señor Tomás”- contesto ella, tratando de actuar con normalidad, pero lo primero que se le vino a la cabeza al verlo, fue esa salvaje cogida que le había dado. Se mojaba, recordando esa robusta polla, machacando sus entrañas con cada estocada. 

Ese magreo incesante a sus tetas, esas mordidas a su cuello y lóbulo, como los besos apasionados y violentos que le dio. Florecieron en su mente, anhelando poder tener algo de eso antes de irse, sin embargo, no lo confesaría, actuaría como una chica recta y se apartó de él. Tomás, con solo mirarla a los ojos, supo que esa muchacha quería una despedida, y él estaría más que feliz de dársela, porque a tan solo unos metros de Eduardo, haría que ella experimentada lo que sintió aquella noche, cuando lo masturbó en la cena de despedida, antes de dejar Francia y con April enfrente.         
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El próximo relato, será de "Confesiones ardientes" y estará centrado en Alexander. Espero que les haya gustado el capítulo, muchas gracias por leer. 

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