Después de dejarlo plantado para ir a consolar a Damián, le prometí al Profesor que lo iba a compensar. Así que a los pocos días reprogramamos nuestra cita y finalmente nos encontramos en la habitación de un hotel adyacente a la General Paz, un lugar que destilaba trampa y piratería por cada ladrillo.
Me compré un conjunto de lencería, especial para la ocasión, por lo que luego de saludarnos con los besos y caricias de rigor, le dije que me espere en la cama, que tenía una sorpresa para él.
Voy al baño y me pongo el conjunto, un body de nailon, negro, transparente, con la entrepierna abierta.
Cuando vuelvo a la habitación, el Profe ya me está esperando en la cama, desnudo, meneándosela a conciencia.
Le desfilo por delante, exhibiéndome, con los pelos de la concha asomando por la abertura de la entrepierna, como si fuera un plumero.
Me subo a la cama y gateando sexy y seductora, me acerco a aquello que late entre sus piernas.
Cuando la suelta, la pija se le queda bien parada, exhibiendo orgullosa su vigor y virilidad. Aunque me atrae como si fuese la luz de un faro en la noche más oscura, no se la toco, ni siquiera le hago una caricia. Primero se la huelo.
Me paseo arriba y abajo, oliéndola, embriagándome con ese aroma a macho alzado, tan adictivo y estimulante. Entierro la nariz por debajo del escroto, aspirando profundamente, llenándome los pulmones con la excelsa fragancia que allí anida.
Le beso los huevos y subo con la lengua, mareada, extasiada, sintiendo como el fuego de la lujuria se expande por todo mi cuerpo como una oleada furiosa, incontenible.
Me acomodo de tal forma que mientras disfruto de su virilidad, él pueda meterme los dedos en la concha, tocarme y explorarme a su gusto.
Le paso la lengua a todo lo largo y me la meto en la boca, reteniéndola toda adentro hasta que me saltan las lágrimas.
La suelto... ¡Ahhhhhhhhhh...! Recupero el aire, y me la vuelvo a comer, empujándomela hasta lo más hondo, hasta taponarme la tráquea con toda esa carne.
Vuelvo a soltarla, se la escupo, y agarrándosela fuerte le doy una buena pajeada. Más dura, más caliente no puede estar.
Me levanto y de cuclillas me acomodo sobre su cuerpo, abro un poco más la abertura del body, y me preparo para el empalamiento.
-¿Sin forro?- me pregunta.
-Te dije que te iba a compensar- le recuerdo, y sentándome, me la clavo toda, sin látex de por medio, sintiéndola así, a pelo, hinchada, enardecida, imponente.
Me quedo un momento ahí, como suspendida en tiempo y espacio, disfrutando las sensaciones que me invaden, ese ardor que me eriza la piel y me incendia los sentidos.
Cuando empiezo a subir y bajar, todo se intensifica, es como si esa oleada inicial se transformara en un tsunami que arrasa todo a su paso, violento, letal, desbordante.
¡¡¡FAP FAP FAP FAP FAP FAP...!!!
Mis sentadas se vuelven más enérgicas cada vez...
¡¡¡FAP FAP FAP FAP FAP FAP...!!!
Mis nalgas rebotando contra sus piernas...
¡¡¡FAP FAP FAP FAP FAP FAP...!!!
Mis pechos se sacudiéndose debajo del body. El profe me los agarra y aprieta, haciéndome sentir su tacto en una forma exquisita a pesar del nailon.
Apoyo las piernas en la cama, me siento, y con las manos en su pecho, me muevo atrás y adelante, sintiendo como repercute todo eso en mi interior.
¡Que buena cogida... Deliciosa, tremenda, espectacular!
El polvo me estalla como si fuera una sucesión de fuegos artificiales, un millar de luces multicolores que me revolotean alrededor cuándo cierro los ojos y me entrego mansamente al más apoteósico de los disfrutes.
Siento como me mojo, como todo mi interior se inunda con el flujo del orgasmo. Durante un instante, ¿segundos? ¿minutos? no soy capaz de nada, ni de moverme, ni de hablar, solo de sentir y emocionarme ante esa nueva avalancha de sensaciones.
Cuándo recupero la conciencia, el Profe me tiene tumbada de espalda, impulsándose una y otra vez por entre mis piernas. No sé si él me puso así, o si fui yo, pero me garcha como los Dioses.
Está apoyado sobre las rodillas, empujándome las piernas contra el vientre, en eso, entre tanto que me bombea, siento que me hago, trato de aguantarme pero no puedo, es demasiada la presión que ejerce contra mi vejiga, le pido que salga, que me la saque, hasta lo empujo, y cuándo lo hace, cuándo se retira...
¡¡¡FIUUUUU... FIUUUUU... FIUUUUU...!!!
...es como si alguien hubiera abierto una canilla dentro mío y tres chorrazos de squirt le dan en todo el cuerpo.
Al Profe no le importa mojarse con mi flujo, me la vuelve a meter, unos cuántos enviones, y de nuevo... ¡¡¡FIUUUUU FIUUUUU FIUUUUU...!!!
...así varias veces, hasta que tenemos que trasladarnos al sillón, porque la cama está toda mojada con mis eyaculaciones.
Me levanto, me pongo en cuatro, y me palmeo la cola, atrayéndolo hacía mí. A través de uno de los espejos puedo ver cómo se acerca, la pija erecta, curvada de tan dura que la tiene.
-¡Dale, vení... moleme a palos!- le pido, al borde ya de un colapso sexual.
Me sujeta de la cintura, me la mete, y me surte con todo lo que tiene, moviendo el sillón varios centímetros a causa de la fuerza de sus enviones. Cada ensarte es acompañado por un golpe, fuerte, brutal, violento, a mis nalgas, que ya están enrojecidas, casi violáceas, de tanto recibir no solo sus palmadas, sino también los golpes de su pelvis.
Me la saca, dejándome la concha en estado de abandono total, y me entra por el culo. Con toda la pija adentro, me agarra de la cintura, me levanta y sentándose en el sillón, me sienta encima suyo.
Espero a recuperar las fuerzas, apoyo un pie en el apoyabrazos, y me empiezo a mover, arriba, abajo, clavándomela toda por el orto. No es una cabalgata, sino una danza sensual, erótica, una ceremonia sexual plena de sentimiento.
Los dos estamos más allá del umbral de la calentura, estamos desquiciados, atrapados en una vorágine de la que solo podemos escapar a través de un polvo brutal, intenso, desorbitado.
Siempre agarrándome con rudeza, me empuja sobre la cama, que todavía sigue mojada, y poniéndome en cuatro, vuelve a mi concha para garcharme salvaje, agresivamente. Plantado sobre sus pies, me serrucha en una forma devastadora, golpeándose la pelvis contra mis nalgas... PUMMM... PUMMM... PUMMM... cada vez que me la entierra hasta el fondo.
Vuelvo a soltar unos chorros violentos, cargados, como si me reventara la vejiga con cada pijazo.
-¡Quiero llenarte la cara de leche!- me dice, sin aminorar sus descargas.
Me la saca y se la menea. Me doy la vuelta y poniéndome de rodillas, me siento sobre los talones y levanto la cara, esperando a que cumpla su deseo.
Se la sacude un rato más y... PLASHHH... PLASHHH... PLASHHH... unos tremendos lechazos me caen en toda la cara. Uno me cruza de lado a lado, cubriéndome casi los ojos, otro se derrama por mi nariz y sobre mis labios, otro más me chorrea por el mentón.
Unto con los dedos un poco y me los chupo, para luego chuparle también la pija, que sigue chorreando semen, aunque ya en menos cantidad.
No es que me esté vanagloriando, pero lo dejé seco al Profe. Para cuándo se la solté, ya no tenía nada para dar, ni siquiera una mísera gotita.
Cada vez nos echamos unos polvos más alucinantes, lo cuál no implica que vaya a restringir mi vida sexual solo a nuestros encuentros.
La pasamos bien, me hace gozar como a una bestia, pero ustedes ya me conocen, no soy de limitarme a un solo sabor, cuando puedo probar varios...
Me compré un conjunto de lencería, especial para la ocasión, por lo que luego de saludarnos con los besos y caricias de rigor, le dije que me espere en la cama, que tenía una sorpresa para él.
Voy al baño y me pongo el conjunto, un body de nailon, negro, transparente, con la entrepierna abierta.
Cuando vuelvo a la habitación, el Profe ya me está esperando en la cama, desnudo, meneándosela a conciencia.
Le desfilo por delante, exhibiéndome, con los pelos de la concha asomando por la abertura de la entrepierna, como si fuera un plumero.
Me subo a la cama y gateando sexy y seductora, me acerco a aquello que late entre sus piernas.
Cuando la suelta, la pija se le queda bien parada, exhibiendo orgullosa su vigor y virilidad. Aunque me atrae como si fuese la luz de un faro en la noche más oscura, no se la toco, ni siquiera le hago una caricia. Primero se la huelo.
Me paseo arriba y abajo, oliéndola, embriagándome con ese aroma a macho alzado, tan adictivo y estimulante. Entierro la nariz por debajo del escroto, aspirando profundamente, llenándome los pulmones con la excelsa fragancia que allí anida.
Le beso los huevos y subo con la lengua, mareada, extasiada, sintiendo como el fuego de la lujuria se expande por todo mi cuerpo como una oleada furiosa, incontenible.
Me acomodo de tal forma que mientras disfruto de su virilidad, él pueda meterme los dedos en la concha, tocarme y explorarme a su gusto.
Le paso la lengua a todo lo largo y me la meto en la boca, reteniéndola toda adentro hasta que me saltan las lágrimas.
La suelto... ¡Ahhhhhhhhhh...! Recupero el aire, y me la vuelvo a comer, empujándomela hasta lo más hondo, hasta taponarme la tráquea con toda esa carne.
Vuelvo a soltarla, se la escupo, y agarrándosela fuerte le doy una buena pajeada. Más dura, más caliente no puede estar.
Me levanto y de cuclillas me acomodo sobre su cuerpo, abro un poco más la abertura del body, y me preparo para el empalamiento.
-¿Sin forro?- me pregunta.
-Te dije que te iba a compensar- le recuerdo, y sentándome, me la clavo toda, sin látex de por medio, sintiéndola así, a pelo, hinchada, enardecida, imponente.
Me quedo un momento ahí, como suspendida en tiempo y espacio, disfrutando las sensaciones que me invaden, ese ardor que me eriza la piel y me incendia los sentidos.
Cuando empiezo a subir y bajar, todo se intensifica, es como si esa oleada inicial se transformara en un tsunami que arrasa todo a su paso, violento, letal, desbordante.
¡¡¡FAP FAP FAP FAP FAP FAP...!!!
Mis sentadas se vuelven más enérgicas cada vez...
¡¡¡FAP FAP FAP FAP FAP FAP...!!!
Mis nalgas rebotando contra sus piernas...
¡¡¡FAP FAP FAP FAP FAP FAP...!!!
Mis pechos se sacudiéndose debajo del body. El profe me los agarra y aprieta, haciéndome sentir su tacto en una forma exquisita a pesar del nailon.
Apoyo las piernas en la cama, me siento, y con las manos en su pecho, me muevo atrás y adelante, sintiendo como repercute todo eso en mi interior.
¡Que buena cogida... Deliciosa, tremenda, espectacular!
El polvo me estalla como si fuera una sucesión de fuegos artificiales, un millar de luces multicolores que me revolotean alrededor cuándo cierro los ojos y me entrego mansamente al más apoteósico de los disfrutes.
Siento como me mojo, como todo mi interior se inunda con el flujo del orgasmo. Durante un instante, ¿segundos? ¿minutos? no soy capaz de nada, ni de moverme, ni de hablar, solo de sentir y emocionarme ante esa nueva avalancha de sensaciones.
Cuándo recupero la conciencia, el Profe me tiene tumbada de espalda, impulsándose una y otra vez por entre mis piernas. No sé si él me puso así, o si fui yo, pero me garcha como los Dioses.
Está apoyado sobre las rodillas, empujándome las piernas contra el vientre, en eso, entre tanto que me bombea, siento que me hago, trato de aguantarme pero no puedo, es demasiada la presión que ejerce contra mi vejiga, le pido que salga, que me la saque, hasta lo empujo, y cuándo lo hace, cuándo se retira...
¡¡¡FIUUUUU... FIUUUUU... FIUUUUU...!!!
...es como si alguien hubiera abierto una canilla dentro mío y tres chorrazos de squirt le dan en todo el cuerpo.
Al Profe no le importa mojarse con mi flujo, me la vuelve a meter, unos cuántos enviones, y de nuevo... ¡¡¡FIUUUUU FIUUUUU FIUUUUU...!!!
...así varias veces, hasta que tenemos que trasladarnos al sillón, porque la cama está toda mojada con mis eyaculaciones.
Me levanto, me pongo en cuatro, y me palmeo la cola, atrayéndolo hacía mí. A través de uno de los espejos puedo ver cómo se acerca, la pija erecta, curvada de tan dura que la tiene.
-¡Dale, vení... moleme a palos!- le pido, al borde ya de un colapso sexual.
Me sujeta de la cintura, me la mete, y me surte con todo lo que tiene, moviendo el sillón varios centímetros a causa de la fuerza de sus enviones. Cada ensarte es acompañado por un golpe, fuerte, brutal, violento, a mis nalgas, que ya están enrojecidas, casi violáceas, de tanto recibir no solo sus palmadas, sino también los golpes de su pelvis.
Me la saca, dejándome la concha en estado de abandono total, y me entra por el culo. Con toda la pija adentro, me agarra de la cintura, me levanta y sentándose en el sillón, me sienta encima suyo.
Espero a recuperar las fuerzas, apoyo un pie en el apoyabrazos, y me empiezo a mover, arriba, abajo, clavándomela toda por el orto. No es una cabalgata, sino una danza sensual, erótica, una ceremonia sexual plena de sentimiento.
Los dos estamos más allá del umbral de la calentura, estamos desquiciados, atrapados en una vorágine de la que solo podemos escapar a través de un polvo brutal, intenso, desorbitado.
Siempre agarrándome con rudeza, me empuja sobre la cama, que todavía sigue mojada, y poniéndome en cuatro, vuelve a mi concha para garcharme salvaje, agresivamente. Plantado sobre sus pies, me serrucha en una forma devastadora, golpeándose la pelvis contra mis nalgas... PUMMM... PUMMM... PUMMM... cada vez que me la entierra hasta el fondo.
Vuelvo a soltar unos chorros violentos, cargados, como si me reventara la vejiga con cada pijazo.
-¡Quiero llenarte la cara de leche!- me dice, sin aminorar sus descargas.
Me la saca y se la menea. Me doy la vuelta y poniéndome de rodillas, me siento sobre los talones y levanto la cara, esperando a que cumpla su deseo.
Se la sacude un rato más y... PLASHHH... PLASHHH... PLASHHH... unos tremendos lechazos me caen en toda la cara. Uno me cruza de lado a lado, cubriéndome casi los ojos, otro se derrama por mi nariz y sobre mis labios, otro más me chorrea por el mentón.
Unto con los dedos un poco y me los chupo, para luego chuparle también la pija, que sigue chorreando semen, aunque ya en menos cantidad.
No es que me esté vanagloriando, pero lo dejé seco al Profe. Para cuándo se la solté, ya no tenía nada para dar, ni siquiera una mísera gotita.
Cada vez nos echamos unos polvos más alucinantes, lo cuál no implica que vaya a restringir mi vida sexual solo a nuestros encuentros.
La pasamos bien, me hace gozar como a una bestia, pero ustedes ya me conocen, no soy de limitarme a un solo sabor, cuando puedo probar varios...
11 comentarios - El profe... (partido revancha)
Como me calientan tus encuentros
La envidia que le tengo al profe.
Cómo me gustaría ser uno de tus tantos amantes.