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El deseo de papi

Les traigo una historia relámpago que fue pensando entre semana y me propuse subir ayer, no me dieron los tiempos, pero hoy acá está. No pretende ser una historia muy larga, espero que les guste y de acuerdo a su recepción, le voy a meter pata a su continuación.

La “musa” de esta historia es Akemy Sama (instagramer y twicher portuguesa). Ya saben, no sean lauchas y si les gustó comenten, puntúen, lo que gusten. Es la mejor manera que tengo de saber si la historia gustó o no.



El deseo de papi

Romance


Se notaba a Jimena nerviosa, la forma violenta con la que conducía la delataba. Cada vuelta parecía digna de Toretto, y ni bien se ponía en verde hundía el acelerador como si fuera incapaz de medir fuerzas, su hermana menor Carla que iba de acompañante lo notaba y sabía a qué se debía.

- No me voy de corresponsal de guerra a Ucrania, voy a visitar a papá, deja de ponerte como loca. – Le reprochó sin desviar su mirada de la ventanilla. Esta le devolvía un reflejo que gritaba “oveja negra” en toda su expresión.

Pelo corto oscuro (aunque cambiaba su color seguido), tatuajes costosos a color típicos de e-girl, cuerpo torneado que podía ser envidiado tanto por hombres como mujeres, aunque lo que más la destacaba era un rostro fino y afilado, casi élfico, con una mirada profunda y penetrante como las flechas de los míticos defensores de los bosques. Su combinación de características le daba un aspecto casi sobrenatural que la hacía sobresalir en cualquier círculo, en especial con su familia, que era heteronormativa a más no poder y siempre recalcaron su aspecto tomboy.

- Ya sabes lo que me pasa cuando vas sola a visitar a… papá. – Dijo con un dejo de desprecio su hermana. – Me saca de los nervios que estés sola con ese viejo verde.

Jimena la conductora tenía cabellos oscuros lacios que caían sobre sus hombros y un rostro más redondeado que Carla, aunque las curvas más pronunciadas las ostentaba en su cuerpo (en especial las delanteras). Su acompañante miró de reojo como el cinturón de seguridad cruzando su pecho le separaba dos voluminosos melones que para ella podían volver “verde” a cualquiera.

- Encima estas re producida, no sé por qué… me pone los pelos de punta de solo pensar en cómo se va a poner cuando te vea.

La mayor no estaba errada. Carla lucía un outfit digno de una primera cita y que lo haya seleccionado para una visita de día del padre gritaba “daddy issues” a cuadras de distancia: una campera negra de cuero, una gargantilla con púas parecida a la que usaban los bulldogs en las caricaturas, labios rojos como una herida que sobresalía sobre su blanca piel. El pantalón a juego, era de esos que tenían cierres, correas y cadenas por todos lados. Parecía salida de un comic de Marvel de los 90 o de un catálogo de ropa aesthetic coreano.

- Entonces me podrías acompañar, es su día. – Retrucó, esta vez sí clavándole la mirada e ignorando su opinión sobre su progenitor. – Papá no es malo, solo es cariñoso.

- Ni loca, con verlo en su cumpleaños y año nuevo es suficiente para mí. El día del padre que se lo meta en el orto. Además, ya le mandé un mensaje. – Sentenció a pocas cuadras de llegar casa del padre de ambas, Norberto. – No sé cómo lo soportas tanto.

En una curva Jimena casi hace que Carla se estrelle la frente contra el vidrio. Aunque hacía poco que había sacado el carnet sus maneras de conducir eran más que temerarias.

- Es papá. Estas siendo injusta, nunca nos faltó nada. – Comenzó a defenderlo cruzándose de brazos como de costumbre la hija de medio de tres hermanas, la única de las dos que parecía guardar un sentimiento de afecto hacia su padre.

- ¡Nunca nos faltó nada y nos sobraron otras cosas! ¡Es un pervertido Carla, y lo sabes! – Comenzó con su perorata Jimena por enésima vez. - ¡Te simpea en Instagram como un pendejo virgen de 14 años! Dejate de joder… - Y al finalizar su sentencia clavó el freno de golpe provocando un vaivén porque casi pasa con el semáforo en rojo. – Si pasa algo me llamas de inmediato.

- Exageras como siempre. Es papá, nuestro papá. – Le restó importancia manteniendo la calma, Carla, fría y con sus sentimientos bajo control como siempre.

- ¿Te pensas que no veo que te comenta cada foto? Desde que empezaste el gimnasio esta re baboso, lo leo y me dan nauseas sus comentarios, deberías borrarlos y bloquearlo de paso.

- Es tierno, me gusta que me vea linda. – Dijo más para hacerla enojar que pensándolo de esa forma. A veces sí era inapropiado y muy incómodo la manera en la que se dirigía a su hija. – Además papá también es lindo, deberíamos estar agradecidas de tenerlo, muchas no tienen la misma suerte.

- Otra vez con tus golpes bajos, okey, te aclaro que te bajás en la esquina, no quiero que me vea llegar y tener que bajar a saludarlo.

- Mejor porque no te soporto, estás re paranoica y me vuelvo en Uber, para viajar así prefiero gastar plata.

- Como quieras, borrega. – Sentenció visiblemente cabreada. – Si le das un piquito te lo paga él.

- Gracias por la idea, chau.

La pelicorta aceptó sin chistar y se bajó en la calle Virrey Cisneros en Ramos Mejía (en el Municipio de La Matanza), tras caminar menos de cincuenta metros por una de las zonas más pitucas de la ciudad, se encontró frente a la casa de su padre, esta vez sola y con el regalo en la mano.

Estaba por dar un gran paso y ya no había vuelta atrás, tenía un regalo que entregar a su padre.

Carla recordaba que le había comentado cosas sin pudor como “Esa colita es lo mejor que hice”, “Afuera buitres que esta nena es de papá”, “Cuando llegues a casa te voy a hacer chas-chas por subir estas fotos” o su frase favorita personal “¿Cuándo volvés a subir fotitos lindas a tus mejores amigos?” Aunque sabía que estaba mal y no debía alentarlo a tener esas conductas de forma pública (ni menos agregarlo a mejores amigos a cambio de favores) había algo en ese juego peligroso y prohibido que a Carla la cautivaba, había algo que no lograba comprender en esa tira y afloje de perversiones y recato entre ellos que volvía cada reunión familiar en un juego con fuego en medio de una tienda de pirotecnia. Claro que ni Jimena ni Cintia pensaban igual y ya habían cortado relaciones con él, más no ella, que seguía siendo la misma chiquilla de siempre con su papa, la misma nena de papá y ahora estaba dispuesta a llegar al fondo de todo ese asunto.

Además de eso estaban sus costumbres melosas que ya no eran bien vistas por sus hermanas y no estaba bien que Carla siguiera permitiendo, los piquitos a cambio de favorcitos (“papi te da para salir si le das lo que tanto quiere.”), como aún la invitaba a sentarse a upa tanto para ver televisión como para enseñarle alguna boludez de boomer en el teléfono. Y los abrazos que además de fuertes mutaban en una frotada corporal importante… no era un hombre soez, ni ignorante o malvado, tan solo parecía tener una bestia interior que era incapaz de controlar… parecía que había alimentado al lobo equivocado de su interior por demasiado tiempo.

Aunque el elefante en la habitación era obvio nadie hacía nada más que ignorarlo, era hora de que alguien mirara al paquidermo a los ojos y lo confronte para conocer el porqué de su imponente presencia allí. Era hora de saber la verdad.

- Muy bien, es hora. – Expresó tomándose de valor y tocando el portero eléctrico con visor de una gran residencia con un gran portón negro corredizo y muros grises sin pintar coronados de botellas de vidrio rotas que no daban pistas de la exuberancia de su interior, ni de su extrovertido inquilino.

- Hola ¿Quién es? – Preguntó un hombre cincuentón con una voz alterada por el gastado micrófono.

- Tu hija favorita, papiiii. ¿Otra vez está rota la cámara del portero? – Le dijo imitando el mismo tono que tenía hace 10 años y de inmediato, casi como si pulsara el botón que abría el portón acelerado por la emoción, este comenzó a deslizarse con un leve chisporroteo metálico.

- No está rota, amor, es que con tu belleza se quemó el lente. – Dijo antes de que Carla ingresara, con una sonrisa auténtica sacada por ese último piropo que la tomó desprevenida.

Una vez adentro siguió un pequeño camino de piedras entre aloes vera gigantes (de esos que hay en las plazas y plazoletas, de los que sale un tronco de mucha altura) hacia la casa de su padre, donde este la esperaba con una camisa rosada desprendida hasta el pecho, un vaso de whisky en una mano y un reloj de oro en la otra.

- ¡Feliz día! – Le dijo Carla abriendo sus brazos para recibir a su padre.

- ¡Pero si es mi muñequita! ¡Te acordaste de tu viejito! – Expresó con genuina felicidad Norberto, recibiendo a su hija del medio con un fuerte abrazo. – Como de costumbre estaba arreglado como para salir de parranda o vacacionar en el caribe.

- ¿Cómo me voy a olvidar? ¡Yo no soy mala como mis hermanas! – Dijo sacando chapa de favorita mientras sentía los fuertes brazos de su padre envolviéndola y pronto sus besos en el cuello, donde la gargantilla de púas no lograba protegerla. – Bueno, bueno, tranquilo que me raspas toda con la barba.

- Perdón, perdón, es que no me pude contener, no esperaba visitas. – Le dijo despegándose por fin. – Ya sabes, las chicas crecieron, las cosas cambian. – Mencionó con algo de melancolía en su semblante.

- ¿Y el resto de tu manada? ¿No vino nadie a visitar a mi león? – Así le decía cariñosamente porque Norberto entre muchos tatuajes, tenía un león rugiendo en uno de sus brazos, todo un símbolo de virilidad entre los de su edad.

Norberto negó con la cabeza con una expresión solemne.

- Están ocupados, es entendible, aunque un par me saludaron por las redes… bueno, pasa mi amor, sentite como en tu casa. – Invitándola a entrar con una mano apoyada en su cadera tratando de ignorar la realidad. Teniendo tanta descendencia, ese día solo Carla estaba allí para él.

Carla, Jimena y Cintia eran las “oficiales” no obstante, Norberto se había tomado muy en serio el Génesis 9:7 (“En cuanto a vosotros, sed fecundos y multiplicaos.”) y había regado su semilla aquí y allá, al menos ella tenía conocimiento de 6 hermanastros de varios colores y formas distintas con los que tenía mayor o menor contacto. Un hombre viajado como él, con su posición económica, siendo un reconocido ingeniero naval, no se había privado de nada y habiéndose consumido al pecado de la carne en cada puerto ahora cosechaba los frutos de tanta desidia emocional, de tanta superficialidad, de tanto vicio mal llevado.

A esta altura de su vida estaba percatándose de sus errores y comenzaba a entender el porqué de la soledad en sus días. Despreciado por sus hijas por sus actitudes cuestionables y dejado de lado (hasta con perimetrales por parte de algunas ex), hoy Norberto a pesar de obsequiarle una descendencia numerosa al mundo, de no ser por Carla pasaría el día del padre solo.

- ¿Estás bien papi? – Preguntó Carla haciendo nuevamente un tono de lolita mientras se sacaba la campera de cuero y la colgaba.

Su padre no respondió, en su lugar la miró de arriba a abajo mientras acariciaba su prolija barba castaña. Su hijita Carla no solo llenaba la ropa oscura que ostentaba con un buen par de tetas y un culo grande y trabajado, también con una musculatura que dibujaba curvas deliciosas en sus hombros, en su espalda, en sus bíceps, sin llegar a ser varonil o exagerado, su físico la había vuelto en un objeto del deseo único.

- ¿Papi? Ah, sí, veo que te gusta cómo me queda, me vestí así para vos.

Si estaba en esa casa para jugar con fuego, su vueltita para que admirara su figura bien podría considerarse un baile sobre las brasas.

- Me dejas mudo, mi amor, estás preciosa. – Menciono su padre arrimándose hacia ella y abrazándola nuevamente, esta vez sin la campera que ponía una capa de cuero entre piel y piel, presionando en su espalda trabajada, en sus hombros, tocando piel en su cadera y respirando de forma profunda contra su cabello y su piel.

- Te extrañe, papi. – Le dijo al oído Carla dejándose abrazar, comenzando a llevar a cabo aquello por lo que había venido, el motivo real de su arribo a un coto de caza donde ella se sentía la presa predilecta de león. Las ansias de placer prohibido por parte de Norberto ya se estaban manifestando, había algo raro en ese tipo de relación de un padre con sus hijas y solo Carla tenía el valor de afrontar el misterio para llegar al meollo del asunto.

- ¿Además me trajiste un regalito? – Aunque él había soltado el vaso con whisky dejándolo en la mesa, Carla aún tenía el paquete con el obsequio.

- ¡Ah sí, por supuesto! ¿Cómo voy a venir con las manos vacías? – Le dijo dándole el obsequio, despegándose de él sin distanciarse, quedándose casi pegada a su pecho y sin dejar de mirarle a los ojos.

Norberto miró el obsequió y luego a ella, como intentando resolver un acertijo encubierto.

- Amor, vos sabes que no me tenes que regalar nada, con tu presencia es suficiente… más con lo linda que te produjiste para mí. – Le dijo observándola de la punta de los pies a la frente como un scanner de hospital.

- Abrilo, dale papi. – Se impacientó mientras se dirigía al living con él.

Un hombre mantenía el orden en aquellas cosas que más le importaban. Aunque su vida sentimental podía ser un desorden, Norberto tenía un estilo de decoración que refulgía paz y sensualidad en iguales proporciones. Con un hogar de estilo moderno que mantenía el ambiente cálido en el centro (estilo columna) y los muebles como el sillón en media luna, el alfombrado y las sillas metálicas en tonalidades grises que le conferían al ambiente un estilo futurista.

Tener un paredón gris e insulso que ocultaba toda la casa de la vista no era ninguna casualidad, los lujos que había cosechado en su vida los tenía bien guarecidos tras esa fachada de caserón intrascendente, monótono a la vista, escondido entre casas más ostentosas que se robaban las miradas.

En el centro del sillón frente al fuego, Carla se sentó y su padre la acompañó muy pegado a ella, dedicándole una mirada suspicaz mientras lo observaba abrir su obsequio.

Norberto no necesitaba sacar el envoltorio para darse cuenta de que se trataba de una clásica taza con el lema “El mejor padre de la galaxia” con un Darth Vader estampado en un logo de Starbucks, haciendo alusión a su saga de películas favorita (tenía un tatuaje de él en uno de sus hombros). La taza por alguna razón estaba envuelta también en papel film trasparente.

- Gracias mi reina, me encanta, ahora voy a usar esta siempre…

Y tomándolo por sorpresa ya que estaba admirando el regalo, sin esperar a que se lo pidiera y para demostrarle que no debía reprimirse, Carla se estiro y conecto sus labios con los de su padre en un cálido y sonoro piquito. Una de sus manos, mientras se estiraba para alcanzar sus labios se posó en el vientre de su padre y allí se quedó acariciándolo.

Los ojos claros del suggar daddy brillaron ante tanto desborde de afecto que no esperaba... incluso se tomó unos segundos como saboreando el saborcito en los labios.

- ¿Te pensas que vine hasta acá para traerte una taza de mierda jajaja? No es todo el regalo.

- Con tu visita, tu regalito y ese piquito ya me hiciste el papa más feliz del mundo. – Le dijo inclinándose contra su hija para tener un segundo beso en los labios y lo obtuvo, esta vez, Carla posó su mano en el carillo barbado de su papi y dejo sus labios conectados a los de él un par de segundos más.

- ¿No será esto una cámara oculta no? – Preguntó un poco en broma, otro poco en serio mirando de un lado a otro.

- Yo no soy arisca como Jimena o Cintia. – Respondió tajante. – Yo sé cómo te reprimís con nosotras de hace un tiempo y ya no nos haces los mimos de antes que tanto extraño. Por culpa de ellas la que más salió perdiendo fui yo. Extraño como eran las cosas antes, cuando te veíamos seguido y estábamos más juntos. – Se confesó sin dejar de ver a su padre y sin ceder un ápice de proximidad.

Las respuestas que buscaba no se hicieron esperar.

- Carlita, mi amor, no es que no haya querido volverme distante, es que ya perdí a tus hermanas por ser como soy, no quería que se distancien todavía más y que se vuelva irreversible. – Le confesó sorprendido por el ambiente realmente íntimo que se había formado. – Ustedes son tan lindas, las hicimos con tanto amor con Pali - (así llamaba a Paula, la madre de las hermanas y su ex esposa.) - que me despiertan cosas que no puedo entender ni comprender, son incluso mucho más lindas que ella y a papito le agarra un calor de solo verlas… con unas ganas de apretujarlas, de besarlas todas, de… comerlas todas.

Que al decir semejante barbaridad mantuviera el contacto visual con su hija, al calor de un fuego, en un mullido sofá y a escasos centímetros de distancia no hacía más que agravar su sentencia. Poco a poco se estaba creando el ambiente de una porno turbia y Carlita no podía estar más complacida. Norberto también se alivió de que su hijita no se escandalizara ni un poco ante sus incómodas verdades.

- ¿Si? ¿Yo te despierto cosas indebidas, papi? ¿Sentís esos calores ahora mismo? – Le siguió el juego retomando su tono de voz “underage”. - ¿O solo te pasa con Jime y Cintia? Quiero la verdad he.

Norberto, resistiéndose a la tentación de hablar de más, o quizás sospechando de que había cierta trampa detrás de todo ese escenario sospechosamente favorable, se contuvo, reprimiéndose una vez más.

- Carlita, las mujeres son mi obsesión, siempre lo fueron. Es algo que nunca pude controlar y mientras más prohibidas son… más me pueden. – Dijo dedicándole una mirada al obsequio, la taza, con la mirada llena de culpa. – Si me hubiera sabido controlar estaríamos todos en familia con la Pali disfrutando de una bonita tarde de… - Los dedos de su hija se posaron en el sublimado de la taza y la golpetearon interrumpiendo sus fantasías de Familia Ingalls que, a un hombre como él, de barba prolija, todo tatuado, bien arreglado y con vibras de suggar daddy no le quedaban.

- Entonces te va a encantar mi segundo regalo. No me hagas enojar y abrilo de una buena vez.

- ¡Con 2do regalo pensé que te referías a los piquitos! – Mencionó descubriendo que bajo el papel film había una nota.

Apresurado, despegó el papel film y sacó la nota de la taza. Era una pequeña tarjeta de papel acartonado doblada en dos que, al abrirla, reveló el regalo verdadero.


“Vale por un deseo⭐”


Eran las llaves de la caja de Pandora, el botón que desataba el bombardeo nuclear, el pentagrama que invitaba al mismísimo diablo, esas simples palabras eran toda una invitación al desastre dado que estaba sola con él, en ese entorno que exudaba sensualidad, sabiendo que era un objeto de deseo prohibido y nada le iba impedir a su padre sacarse la careta por fin para revelar su verdadera naturaleza.

- ¿Vale por un deseo? ¿Cómo la lámpara de Aladino? – Preguntó relojeando en la nota por si había leído mal y había una segunda interpretación que se le había escapado, como tratando de recordar si entre ellos una frase así tenía otro significado y su mente obscena le estaba haciendo pensar mal.

- No hay mucha ciencia, papi. La taza, aunque es linda no es suficiente para un padrazo como vos, y al no sabía que regalarte… pensé que te gustaría pedir un deseo que yo pueda cumplir, el que quieras, el que más desees.

Carla, aunque tenía algunos nervios encima, logró decir todo lo que quería sin que se le aflaute la voz ni un dejo de duda en su semblante. Algunas verdades era mejor dejarlas enterradas y ella estaba haciendo una apuesta peligrosa.

- No entiendo. – Aunque en realidad quiso decir, “no sé si estoy entendiendo”. Para Carla era el anzuelo perfecto que sacaría a flote la verdad: si su padre era solo un viejo verde y toquetón como esos que te tocan la cola en pleno boliche y darte vuelta desafiante se hacen los boludos, o era más, mucho más de lo que insinuaba. Carla necesitaba saber si era capaz de tener una aventura con su hija.

- Tiene que ser algo que pueda darte, no se vale pedir algo como una Ferrari o viajar en el tiempo, pensé que la nota estaba clara. – Se impacientó fingiendo un berrinche, cruzándose de brazos logrando solo que se le inflaran las tetas y los músculos de los brazos.

- Algo que puedas darme, Carla, se me ocurren algunas cosas… dijiste que extrañabas como eran las cosas antes, capaz papi te pueda hacer upa y… darte los cariñitos que a mi bebé tanto le gustan.

Carla sonrió complacida, muy complacida por la mirada de su padre, el tono en el pedido, su lenguaje corporal. Tanto que redobló la apuesta y tomando la nota del deseo, la hizo un bollito y la arrojó al fuego como quemando la evidencia de un delito.

Sin mediar palabra, la pelicorta con más curvas que un circuito Fórmula 1, cruzo una pierna torneada por sobre su padre para sentarse sobre él frente a frente, sin despegar sus ojos de los de su padre, asegurándose de quedar de a horcajadas bien sobre su entrepierna, con todo su peso sobre el miembro que le dio la vida y haciéndole sombra con su silueta. Casi de inmediato las manos de su padre envolvieron su cadera y se posaron con firmeza en ellas sintiendo la piel ceder bajo sus dedos.

- Mi nena creció, creció por todos lados. – Mencionó su padre algo hundido en el sofá, dejando salir la faceta que Carla precisamente quería de él. – Es más lindo hacerte upa ahora de lo que era antes.

Carla fue bajando y le dedicó un tercer piquito a los labios de su padre, luego un cuarto, y al ver que no se inhibía y ya comenzaba a acariciarle las caderas, las piernas, la cintura, puso segunda y la diablilla de papá comenzó a besar su boca barbada esta vez, sin despegar sus labios, buscando mutar el piquito en un auténtico beso de amantes.

Norberto respondió al instante y posando una de sus grandes manos en la mejilla afilada de su retoña, le devolvió el beso de forma cada vez más húmeda, de forma más ruidosa. Por unos deliciosos segundos solo se escuchaba el crepitar del hogar y los chasquidos de las bocas húmedas sumidas en ese ósculo prohibido, intenso, que vociferaba tantas cosas sin proferir palabra alguna.

Sin darse cuenta, a pesar de dar incontables besos en su vida, ese había sido tan especial que le había hecho cerrar los ojos de forma instintiva y se percataba de que no recordaba cuál había sido el último en generar tal efecto. Había mucho sentimiento plasmado en ese beso, no era uno más, se habían confirmado muchas cosas.

- Sin dudas este es el mejor día del padre que tuve en mi vida, no sé si merezca tanto. – Confesó observando los labios que había besado con tanta pasión. – Soy muy afortunado de tener una hijita tan linda, tan mimosa, no pensé que me extrañabas tanto.

- Mereces esto y mucho más, papi. – Descendiendo para darle un nuevo beso y, además, buscando un poco de contacto “tongue to tongue” con su papi, consiguiéndolo al instante. Un hombre de su experiencia leía como un libro hasta el más mínimo lenguaje corporal y no se andaba con rodeos, aceptando que su hija era una pervertida de pura cepa como él, le dio el beso de lengua que tanto quería dejándose invadir la boca primero, y luego abordando la de ella con la suya.

- Ooh Dios, me muero acá mismo. – Susurró el hombre pasándose la lengua por los labios, relamiéndose ante la mirada atenta de Carlita ¿Puedo preguntar a qué se debe tanto amor, tanta devoción hacia su padre?

Carla no se lo tuvo que pensar demasiado.

- Hace memoria papi… vos sabes todo lo que pasé, vos te acordás de lo que pasaba en la escuela, el bullying que sufrí, solo cuando llegaba a casa y me comías a besos, me apretujabas y no te despegabas de mi me sentía linda y querida. Esas sensaciones no se olvidan, después me metí a entrenar, me desarrollé, todo cambio y algunas cosas se superaron y quedaron atrás, aunque por otro lado te fui perdiendo a vos por culpa de las conchudas de mis hermanas… no quería dejar de tenerte cerca mío.

- Me tendrías que haber dicho que necesitabas estas cosas. – Le dijo su padre tomándola de la mano y besándole el revés como todo un caballero, aunque sin dejar de dedicarle una mirada cargada de lujuria.

- No es tan fácil, tuve que confrontar a Jimena, pedirle que me traiga, armarme de valor para darte mi regalito… - Admitió algo sonrojada y complacida por cómo había salido todo, sorprendida de su propia osadía, orgullosa de haber podido descubrir que, en efecto, su padre sentía las mismas cosas que ella hacía él.

- Estoy muy contento con el deseo, gracias mi amor. – Le dijo su padre esta vez, posando ambas manos en la cadera de su hija, dejando en claro que no quería que el deseo se terminara nunca.

Si se podía decir que había puesto segunda jugándosela con su original regalo, Carlita decidió poner 3era.

- Soy tan buena que todo esto no te lo voy a contar como tu deseo y te lo voy a dar gratis, así tomas valor y me pedís algo más lindo, algo que de verdad sea un regalo especial.

Como para incitarlo a más, se acomodó sobre el frotándose contra su cuerpo y dejándose caer un poco más, separando un poco más las piernas y mordiéndose el labio mientras esperaba una respuesta. Norberto la observó cargada de deseo y acercándose a su oído, le susurró su deseo definitivo.

Carla se sonrió, dejó brotar de sus labios una risita nerviosa y muy sonrojada, lo miró a los ojos risueña y asintió con frenesí a su pedido. Tomándose el tiempo necesario (sin decir una sola palabra por miedo a romper el momento o volverlo incómodo), la pelicorta se bajó de su padre con parsimonia para que admirase cada movimiento de su cuerpo y bajo su atenta mirada, se posicionó entre sus piernas abiertas y se arrodilló entre ellas, lista para satisfacer su deseo.


Continuará…

culona

4 comentarios - El deseo de papi

NahirGar +1
Buy bueno. Esperó con ansias la parte 2
El_Cochinoco +2
Muchas gracias, si todo va bien le meto pata
Jungkook77 +1
te pasaste me encantó de una te digo esta historia necesita más capítulos
El_Cochinoco +1
Tu opinión son palabras mayores para mi, espero estar a la altura con la secuela
MorochodeLong +2
Muy bueno. Espero el capítulo 2 con ansias.
El_Cochinoco
Muchas gracias, sí va a salir más pronto que tarde
ArgyAbby99 +2
Promete mucho. Espero que no falte mucho para una 2da parte
El_Cochinoco
No prometo nada jaja no lapienso dejar inconclusa eso si