“Despedida de soltero”
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–“Después de todo, un clavo saca a otro clavo, Alessandra solo necesitaba un empujoncito”- dijo April mientras se acurrucaba en el pecho de su esposo. Tomás igual que la noche anterior acariciaba el pelo liso de ella, pero sus pensamientos estaban en otro lado. La silueta curvilínea de Adara se apoderaba de ellos, saber que su afrodisíaca y consentida morocha estaba tan cerca de él, era una tortura porque no podía hacer nada más que admirarla desde la lejanía.
Quería que Rosita abriera sus ojitos y se diera cuenta de que se conocían perfectamente, a través de otros nombres. Que esa muchacha se desnudara enfrente de él y consumieran la lujuria que recorría por sus cuerpos. No le importaba si esa chica era parte o no de la lista de su esposa, solo quería hacerla suya, era un deseo que comenzaba a ser insoportable, agobiante y hasta perturbador. –“Oye, Tom. Mañana son las despedidas de solteros de Ignacia y Axel, ¿vas a ir a la de él?”-
Tomás no la había escuchado, pero dejo de pensar por ese segundo en Rosita, la miró fijamente a sus ojos azules y le sonrió. –“Yo no sé si iré a la de mi hermana”- termino de decir la rubia. –“Veo que hoy estás más alegre”- manifestó él, acercándose a esos labios finos, con los cuales tantas noches había compartido. Ella abrió un pequeño paso en su boca, para recibir la de su marido, –“Por cierto, ¿has hablado ya con Cami?”- consulto Tomás, antes de que sus labios se tocaran.
–“No, aun no. Con la boda tan encima, he preferido dejar el asunto de Camila para la otra semana y ella está de acuerdo”- respondió April, con sus lenguas casi tocándose. En los besos de ellos, nunca faltaba la pasión y amor que se sentían mutuamente, aunque era la primera vez en que Tomás la besaba pensando en otra. Algo similar experimentaba Axel, al estar compartiendo saliva con Ignacia, el hijo de Tomás y Laura, imaginaba que con quien entrelazaba su lengua, era su media hermana Vanessa.
Al separarse, él murmuró el nombre de ella, viendo como la ilusión se acababa y el rostro de su prometida volvía a la normalidad. Ignacia por su parte, se sentía sofocada de la ansiedad, no podía creer que su matrimonio estaba tan cerca y su cuerpo, por dentro seguía implorando por una verga madura, la última para dejar ese vicio antes en el olvido. No obstante, ella sabía que solo era una excusa, porque si caía en la tentación lo más probable es que no escaparía de ella de nuevo.
Levantándose, salió del cuarto para refrescarse, al ir bajando por las escaleras, pensaba en su suegro, en la forma en que la había manoseado y nalgueado, hace un par de semanas. Su enorme tronco sobándose contra ella, ya no podía engañarse más, era evidente que necesitaba una tranca madura, por más que eso la terminara lastimando, por quebrar su promesa con ella misma. Era tanta su hambre, que si Tomás se le cruzaba en ese minuto en su camino, se abalanzaba sobre él, como una hiena a su presa.
Caminando por el comedor, se percata que había alguien en la sala de estar, curiosa se asomó, descubriendo que se trataba de Vanessa. La hija de April y Tomás, bebía una copa de vino, mientras tenía la mirada perdida en el horizonte. Bajo la luz de la luna lucía preciosa, incluso para Ignacia, que se perdía en esa figura tan sensual. Solo cubría su desnudo cuerpo, con una delgada bata de noche, que no hacía otra cosa que realzar su voluptuosa anatomía.
–“¿Sucede algo sobrinita?”- dijo Ignacia, con un tono burlesco, para hacerla enojar, como era de costumbre. No obstante, Vanessa no frunció el ceño, y tampoco le respondió con algún improperio. En su lugar, la joven le regaló una sonrisa, algo poco común en ella, que solía llevarse mal con su tía, hasta el grado de ignorarla porque la había arrebatado el amor de Axel. –“Nada, solo pensando en el futuro y mi vida en Londres”- contesto, bebiendo un sorbo más de vino.
Ignacia: ¿Futuro? ¿Londres? ¿De qué coño hablas Vanessa?
Interrogó, acercándose a ella.
Vanessa: De que acepto mi derrota tía. Me largo a Londres el viernes por trabajo y luego voy a empezar a estudiar en Cambridge.
Afirmo con unas lágrimas paseando por su mejilla derecha.
Ignacia: Es broma, ¿verdad?
Vanessa: No, no lo es. Sé que quizás pienses que es alguna artimaña mía, para que bajes la guardia, pero ya no tengo fuerza, para seguir con esta guerra entre ambas. Axel te eligió a ti, y a mí ya ni siquiera me habla sin mirarme con desprecio.
Declaró, dejando sin palabras a Ignacia, que no podía digerir todo lo que decía la hija de su hermana. –“Sus disculpas cuando estaba ebria hace dos noches, ¿eran de corazón?”- no pudo evitar preguntárselo, con los ojos fijos en ella, buscando alguna sonrisa que la delatada u hostilidad en sus pupilas. Pero no había rastro de hipocresía, Vanessa le estaba hablando con total honestidad, lo que obligó a Ignacia a abrirse también con ella, para sentir que entre ambas ya no había rencor.
Ignacia: Ya veo… Me gustaría decirte que me alegro, pero no puedo, porque estoy confundida.
Vanessa: ¿Confundida? ¿Con qué puedes estar tú confundida?
Ahora era la sobrina quien interrogaba.
Ignacia: Con la boda.
Vanessa: ¿Con la boda? ¿Qué pasa con la boda?
Ignacia: No estoy segura si quiero casarme. ¿Crees qué lastimaría a Axel si le digo que estoy indecisa y tal vez no quiera casarme con él?
Los ojos de Vanessa se hicieron grandes al oír esas palabras, miles de cosas se le cruzaron por la mente, pero lo único que atinó hacer fue abofetear a su tía. Ignacia, sintió como se le agitó la cabeza, y por un momento creyó que esa chica se iba a mofar de ella, sin embargo, al mirarla vio otra vez como unas lágrimas descendían por sus mejillas.
Vanessa: Debería estar feliz al oír aquello, porque me estás dando una luz a donde aferrarme y demuestra lo estúpida que eres. Pero pienso en Axel y me imagino lo mal que se sentiría al oírte decir eso.
Replicó, con seriedad.
Vanessa: No sabes cuánto me duele que mi hermano te haya elegido a ti como su mujer, aun así acepte mi derrota porque él está feliz con esto y si tú ahora vienes con dudas cuando solo faltan como 48 horas para su boda, lo vas a destruir.
Ignacia: Pe-pe... Pero...
Vanessa: (Molesta, interrumpe) Nada de peros... Estas a horas de casarte con un chico extraordinario, ni por las miles aventuras del pasado, renunciaría a Axel y yo sé, que tú también piensas lo mismo.
Expreso mirándola detenidamente a los ojos, para luego agachar su cabeza y pedirle perdón por la cachetada. Ignacia, seguía desconcertada, ¿Vanessa había cambiado tanto? ¿Por qué ella no podía ser igual que su sobrina?, fueron algunas de las incertidumbres que retumbaron en la cabeza de la veinteañera.
Jueves
Las manecillas del reloj avanzaron caprichosamente muy veloz para la parejita que se preparaba para vivir su última noche de solteros. Ignacia, no pudo olvidarse de las palabras de su sobrina, menos de la bofetada, la cual todavía sentía marcada en su cara. Al verla junto a Diana y Josefina, conversando y riendo, tuvo la necesidad de acercarse a ella. Vanessa le sonríe y le pide su opinión sobre algunas prendas que tenía alrededor, porque no sabía con qué atuendo salir.
Axel se encontraba junto a Rosita, ellos no se decían nada, solo compartían el sofá de la sala de estar. El muchacho no podía ocultar su ansiedad, aunque su media hermana no lo notaba, porque en su cabeza solo rondaba Tomás, preguntándose por qué ese hombre era tan diferente a lo que su padre le había contado. Todas las cosas malas sobre él, parecían ser paranoias de su padre, ya que en realidad, lo único malo que tenía era lo pervertido, porque la miraba con deseo y total descaro.
Mientras ella pensaba en eso, Laura, Camila y April, habían salido a comprar. Las dos Milfs usaban unos vaqueros que se ceñían a sus piernas y levantaban esas preciosas colas que poseían. Si bien la morena tenía unas caderas más ancha y por ende unas posaderas más grandes, el culito pomposo de la rubia solía ser hipnotizante. La cincuentona complementaba su outfit con unos volantes blancos y unos tacones, logrando quitarle el aire más de uno.
La cuarentona en cambio, llevaba un jersey amplio, en donde no se remarcaban su delantera mortal y unos botines. Aun así había ojos depredadores detrás de ella, Camila por otro lado, usaba un vestido veraniego, que no pasaba desapercibido tampoco. La hermana de Tomás, quedó asombrada por la buena relación entre Laura y April, ellas se llevaban tan bien que parecían muy buenas amigas. Por lo que le resultó imposible no preguntar qué las motivo a tener ese grado de cercanía y no ser hostiles entre ellas.
–“Porque tenemos un hijo en común. Un motivo suficiente para dejar cualquier diferencia de lado, además que April es muy, pero muy maja”- respondió la morena, dejando sorprendida aún más a Camila, al usar el término “hijo en común”. –“Y no ganábamos nada en odiarnos, solo le causaríamos dolor a nuestros hijos, principalmente a Axel”- agrego la rubia, con una sonrisa entre sus labios. La joven comprendía que su hermano no exageraba al decir que April era la razón por la que su vida cambio y fue distinta a lo que tenía destinado.
Las tres siguieron comprando, cuando de pronto un hombre negro, alto y corpulento, apareció enfrente de ellas. La rubia al verlo tembló, sus pupilas se dilataron y sus cejas se le levantaron. –“Buenas tardes, ángeles. Si me disculpan, tengo que hablar algo con su amiga”- dijo, con total chulería y tomando de la mano a April. Regresando a la casa, Tomás se encontraba jugando con Simón, detrás de él, se asomaba una traviesa Alessandra, que estaba acostumbrándose a pillar desprevenido al maduro.
Tapándole los ojos con sus tiernas manos, apoyó con todo su peso sus senos y colocándose de puntilla, allego su boca al oído de él. –“¿Adivina quién soy?”- susurro, con un tono alegre y coqueto. –“Ja… 1,65 m; tez blanca con pecas en sus carrillos, hombros y pecho; tres lunares en su espalda; cabello rojo; ojos grises; curvas de guitarra; de tetas hermosas, de copa G; coñito ardiente y boquita de vainilla”- respondió Tomás, sin decir el nombre de ella, pero dejándola impresionada.
La pelirroja quitó sus manos de la cara del maduro y él se dio vuelta con una sonrisa. Habían acordado al final que todo iba a quedar en un encuentro, pero ahora ella quería más, un encuentro más. Así que al tenerlo de frente, no titubeó y le pidió otra sesión de terapia especial. Tomás quedó sorprendido por esa petición y aunque él quería repetirlo también, le dijo que no. Alessandra agachó la cabeza angustiada, entonces Tomás le levanta el mentón, –“Lo que queda de semana no puedo, pero desde el lunes, estoy disponible”- afirmo, dándole un pequeño beso con lengua.
Los ojos de la colorina volvieron a iluminarse, iba a decir algo, cuando Vanessa entró al cuarto e interrumpió la escena. La muchacha se aproximó a su padre, quien se sintió intimidado, al creer que su hija había visto y oído todo. Sin embargo, ella solo fue a despedirse, diciéndole que saldría a juntarse con Romina. –“¿Romina?”- preguntó atónito al oír ese nombre nuevamente, –“Sí, Romi. La hija de Lorena, la vecina del tío Ricardo”- dijo con una sonrisa juguetona la chica, porque era la única que sabía que su amiga mañana estaría presente en la boda.
Vanessa: Bueno, pa. Me voy.
Tomás: Espera hija, quiero preguntarte algo.
Vanessa: ¿Qué cosa?
Dijo ella algo temerosa, creyendo que su madre le dijo sobre su viaje a Inglaterra, y tocaría ese asunto.
Tomás: Ale, ¿puedes dejarnos a solas?
Solicitó el hombre con amabilidad, la pelirroja comprensiva abandonó la habitación, dejando a padre e hija a solas, lo que aumentó el nerviosismo en la muchacha.
Vanessa: Papá juro que te lo iba a decir.
Tomás: ¿Tu madre no hizo nada extraño cuando estuve fuera de casa?
Manifestaron al mismo tiempo, generando incertidumbre en ambos, al oír sus declaraciones. Tomás pensó que su hija sabía algo del ligero comportamiento extraño que estaba teniendo April, así que se quedó callado expectante a lo que diría Vanessa.
Vanessa: ¿Mamá? No, se comportó toda la semana normal. Aunque el lunes, después de salir del trabajo, la vi tomando un café con un hombre, supongo que es un colega o amigo.
Dijo la chica, haciendo memoria.
Tomás: ¿Un hombre?
Vanessa: Sí, era de piel negra, alto, fornido, cabello corto y usaba traje. Me dio la impresión que mamá estaba algo afligida, pero no puedo asegurarte nada.
La muchacha se despidió de su padre, dejándolo intrigado con la información que le dijo. Desde su regreso, Tomás había notado que April estaba teniendo un comportamiento extraño, no algo tan notorio, no obstante, si sospechoso. Esa preocupación nació tras el beso que se habían dado en la noche, él quiso hacer el amor con ella, y de manera inesperada ella se negó. Era raro que April se negada al sexo, siempre había sido una mujer bastante ardiente y que no perdía la oportunidad de coger con él.
Un nuevo puzle aparecía ante sus ojos, quería armarlo, pero entonces la figura de Rosita cruzó por el pasillo, haciendo que todas esas incertidumbres se desvanecieran y que su verga fuera la que pensada. Tomás estaba embobado y caliente igual que Benjamín, quien finalmente había podido juntarse con Isidora, luego de esa tarde en donde le comió la boca. La mujer notaba como su pupilo, no prestaba atención a sus dedos y a la melodía que se apropiaba de la sala, sino al escote de su vestido.
A ella no le molestaba para nada esa osada mirada del chico, al contrario le encantaba que él la observada con deseo. Poco a poco Isidora se fue excitando, más al rememorar los dos besos que se habían dado ambos. Su respiración se fue agitando, el aire se le hacía pesado y asfixiante, su cuerpo comenzaba a sudar como si estuviera dentro de una sauna. Dejando sus dedos quietos, levantó la mirada colisionando con la de ese muchacho, que estaba más cerca de lo que pensaba.
Él lucía más varonil que nunca, ante esos ojos tembloroso, una imagen que se contractaba su con aroma a jazmín, de su juventud. El silencio opresor le daba ventaja a Benjamín, porque obligaba a la madura a tomar una decisión. Durante esos días en los que no lo había visto, pensó en usarlo para olvidarse de Bruno y ser una madre normal para él, sin embargo, en ese instante que lo tenía a centímetros, se daba cuenta que no solo ese chico la encendía y hacía que su cuerpo lo deseé, sino que ella también lo hacía.
Tal vez podía ser porque era el hijo de Tomás, quizás veía a su eterno amor no correspondido en ese joven y en sus ojos de almendra. No, definitivamente no, Tomás no tenía nada que ver en ese intenso deseo que recorría por su ser, por su piel, por su sangre, por sus pelos. Benjamín había logrado conquistarla, al darle vida de nuevo, fue el único que habló con ella y la trató con amabilidad, cuando era un cascaron sin alma. Irrumpió en su soledad, sin ningún interés por medio, más que aprender a tocar piano.
Paulatinamente fueron disminuyendo la distancia entre sus labios e inclinando levemente sus cabezas a cada costado. Sus bocas se abrieron, dejando una pequeña grita para recibir la lengua del otro, a la vez que sus ojos se cerraban. Tiernamente fueron devorándose las bocas, enganchando sus lenguas y traspasando sus fervientes salivas. Beso a beso, perdiendo la noción del tiempo, acariciando dulcemente sus cuerpos y despojándose de cada una de sus prendas.
Una vez en que ambos estaban completamente en pelotas, Isidora quedó anonadada con la polla de Benjamín. Aun cuando sintió todo su vigor frotándose contra su vulva, aquel domingo, no pensó que en verdad ese chico poseía un buen sable entre sus piernas. El muchacho fue acomodando a la mujer en el piano, dejándola recostada en este. Empezando así a explorar la piel de ella, con besos y mordiscos. Su cuello, sus brazos, su torso, sus tetas, sus muslos, sus piernas y hasta sus pies, fueron parte de ese recorrido.
Dando un denso lengüetazo al pequeño pie de la madura, Benjamín terminó con su picoteo. Aproximándose a esa vagina babeante, pasó su lengua por los labios, y su tibia respiración, le produjo una sensación electrifícate a Isidora por todo su cuerpo, erizando su piel. Ella comienza a impacientarse, por la lentitud con la que él se va allegando, mordiendo su labio inferior y arañando el frio instrumento en donde estaba reposada. Benjamín, abriendo su boca para comer ese chochito, realiza un amago, exasperando a la mujer.
Él parecía estar disfrutando de aquello, observar la impaciencia en los ojos de Isidora, por lo que volvió a besar, morder y lamer los muslos de ella. Los segundos parecían ser eternos minutos que nunca acababan, lo peor de todo no era eso, sino que empezaba a encantarle, cada trazo que hacía ese chico en su piel y a ansiar esa daga firme. Finalmente Benjamín apoyó sus labios en esa empapada vulva. Sentir el aliento del chico en su sexo, hizo que ella se arque y experimente un ligero regocijo.
–“Cómeme el coño, por favor… Hazme gemir como la perra que soy”- imploró la madre de Bruno, ante un Benjamín, que estaba jugando con su paciencia. El jovencito de 18, sacaba a relucir toda la experiencia que había obtenido con los entrenamientos que le daba su novia. A diferencia de otros, que se volverían locos al tener a una mujer como Isidora, desnuda enfrente ellos, con su vagina mojada disponible, él mantenía la calma, como si fuera un veterano en el sexo.
Dejando de torturarla, sacó la punta de su lengua y le dio una lenta lamida a la hendidura de la madura, degustando así los fluidos que salían. A comparación de los jugos de Pía María, los de esa hembra que tenía frente, eran más deliciosos, un deleite para su paladar. Sonriendo, se toma unos segundos antes de continuar, notando esa desesperación por parte de ella nuevamente. Aplicando algunas cosas de lo que había aprendido hasta ese momento con Josefina, hace volar la cabeza a la madre de Bruno, de tanto gozo con su comida de coño.
Su lengua se metía en esa vagina abandonada y exploraba sus rincones, mientras las yemas de sus dedos, rozaban ese botoncito de carne. –“Uuuuhhh… Aaaaahhh…”- exclamaba ella, maravillada con la técnica de ese joven, que no alardeaba por tenerla gimiendo como una puta. Algo que sí haría Jorge, aunque ese bribón nunca estuvo cerca de hacerla sentir tan bien, era un patán que le gustaba que se la chupen y clavarla, pero no se daba el tiempo de darle cariño a una mujer.
Benjamín no quiso meter sus dedos, porque quería dejar ese talento para otro encuentro, además no sería necesario, porque Isidora no soportó mucho y terminó convulsionando, corriéndose en la boca del chico. Su pecho se le inflama, sus piernas le temblaban y veía todo nublado. Para cuando comenzó a recobrar el conocimiento, su boca se encontraba atrapada con la de él, ese vigoroso miembro se sobaba contra su vulva y sus tetas eran amasadas por esas suaves manos.
–“Aahhh… Dios mío… ¿Cómo diablos eres tan bueno?”- preguntó la madura, abrazando a su joven amante y besándolo con fervor. Benjamín aprovechó que sus bocas estaban fundidas, para empotrar a esa hembra. A pesar de que se besaban, igualmente un quejido se le escapó a Isidora, solo tenía la punta de esa lanza dentro, sin embargo, todo su cuerpo ya se regocijaba. Él fue yendo pausadamente al interior de esa cueva fogosa que envolvía su tranca entre sus paredes húmedas.
–“Oohhh… Madre mía, que apretada que estás”- susurro el chaval intentando zambullir hasta la última pulgada de su miembro en ardiente sexo. –“E-e-e… Es muy gruesa”- dijo ella, buscando la boca de su amante, para apagar sus suspiros y no llamar la atención de los otros salones. Benjamín la besaba con mucha pasión, recordándole por momentos a Bruno, aunque prefería que su hijo se quede en el olvido, no quería recordarlo de esa manera.
Algo que ese chico se encargaría de hacer, con caricias que quemaban su piel, mientras todo se quedaba en silencio y se reducía a ellos dos. Cada beso, cada estocada, era diferente a lo que había experimentado antes, sus jadeos suaves eran estimulante para ese jovencito, que iba aumentando el ritmo de su pelvis. Picoteando su cuello, bajó hasta esos dos redondos pechos, lamiendo, fue saboreando el sudor de esa hembra y limpiando sus pecados del pasado.
Él aún creía que aquello era un sueño, que se había golpeado la cabeza de alguna manera, porque era imposible que estuviera follando a semejante mujer. Ella no creía que ese muchacho fuera tan bueno en el arte del amor, superaba con creces a cualquier chiquillo con el cual había estado, incluso era mejor que su ex marido. Sentir cada pulgada de ese robusto trozo de carne entrar y salir de su vagina, era una sensación sencillamente extraordinaria y sofocante.
Quería más y más de él, quería sentirse purificada con esa polla y que cada embestida, reescribiera en su cuerpo, composiciones. Ya no era capaz de retener sus gemidos y estos fueron aumentando de volumen, Benjamín con su aliento la abrazaba y con su boca chupaba esos pezones erguidos con delicadeza. –“¡Aaaahhh… Sí, sí, sí, sííí!…”- exclamó ella, ya sin importarle que la escucharan o los descubrieran. Se mantenía aferrada a esa delgada espalda y enloqueciendo de placer al tener sus entrañas revueltas por esa verga.
–“¡Más… Más… Más!…”- pedía Isidora con la voz fatigada, ya tan cerca del orgasmo, Benjamín también se encontraba en su clímax, por lo que bombeaba con fuerza, haciendo brincar esas firmes tetas de abajo a arriba. Cada golpe en ese útero, provocaba un espasmo en ambos y un aullido de placer. Ella no sabía decir si aquella cogida era esplendida porque el muchacho era un buen amante o porque su polla cabía perfectamente su coño, haciendo que cada embestida no sienta dolor y solo disfrute.
Sus músculos se tensaban alrededor de esa gorda verga, queriendo exprimirla, pero esa tranca no se rendiría tan fácilmente y a pesar de estar envuelta, seguía taladrando con furia. –“Dios… Me vengo, me vengo, me vengo”- expreso la mujer con su mandíbula temblando y jadeos entre medio de cada palabra. –“Yo también me corro”- respondió el jovencito, soltando su descarga de semen, en éxtasis. Los dos liberaron un fuerte grito de sus gargantas, que se hizo un solo coro, que retumbó por las paredes.
Benjamín, no paraba de soltar su leche cremosa dentro de ese acalorado coño, rebalsando la matriz de Isidora con tanto semen. Al acabar, se recostó a su lado, mirando el techo y sintiendo como todo le daba vuelta. Quería cerrar los ojos y dormir, después de esa densa corrida, pero entonces sonó su móvil, obligándolo a levantarse del piano e ir a contestar. Quien lo llamaba era su medio hermano, –“¿Pasa algo Axel?”- dijo con la voz fatigada aún y cansado.
–“¿Pasa algo? ¿En serio lo preguntas? Estoy aquí afuera del edificio esperándote, porque tenemos que ir a mi despedida de soltero”- le recriminó su hermano mayor, recordándole que no había tiempo de descanso. Apenas le cortó, Benjamín buscó su ropa que estaba tirada al lado del instrumento musical en donde había consumido su lujuriosa fantasía y rápidamente se vistió. Isidora recuperando el aliento, observó a su joven amante y le pidió que le pase su vestido.
El muchacho lo recogió junto a esa braguita que le quitó sin mucha dificultad. Al volver a contemplar ese ardiente cuerpo sudoroso, sintió unas punzadas en su miembro que regresaba a levantarse. Pese a las ganas que tenía de divertirse con esa mujer, sabía que el tiempo no lo acompañaba, así que cerró los ojos y se dio la vuelta, mientras ella, se vestía. Cuando terminó de vestirse, tomó un paño que había en la sala, para limpiar sus jugos, que había quedado en el piano y caído al suelo.
La esperma que encontraba, la tomaba entre sus dedos y se la llevaba a la boca. Sin decir una palabra, ambos salieron de ese cuarto, en donde se suponía que practicarían melodías como Clair de Lune de Claude Debussy y Morgenstemning de Edvard Grieg. Pero en vez de eso, fueron sus jadeos y gritos de placer que se apoderaron del lugar. Ya fuera del edificio, Isidora no sabía qué decir, para despedirse de ese chico, ni era capaz de mirarlo a los ojos.
Sin esperarlo, Benjamín la tomó de la cintura y enroscó su lengua con la de ella, saboreando esa candente saliva dulce, mezclada con el amarguillo de su semen. Las pupilas de la madura se hicieron enormes, intentó separarse de él al creer que era muy peligroso, sin embargo, se rindió ante esa fogosa y traviesa lengua. Al separarse, unas hilazas de babas se desprendieron de sus bocas, se miraron con una sonrisa entre sus labios y cada uno tomó su rumbo, esperando repetir lo vivido en esa sala una vez más.
En casa por mientras tanto, todas se arreglaban para ir a la despedida de soltera de Ignacia, a excepción de April. La Milf no tenía ganas de salir, tras regresar de las compras junto a su cuñada y Laura, se fue directo a su cuarto del cual no había salido. Vanessa era otra ausente, ella no había regresado de su junta con Romina. Ignacia se miraba fijamente al espejo, colocándose unos aretes de luna, ella suspira, todavía con esa idea que la inquietaba.
En el primer piso se encontraba Tomás junto a Simón, el pequeño que gateaba hacía donde su padre y de repente se paró, asombrando al hombre. Parecía querer dar sus primeros pasos, las palabras no le salían a Tomás, quien solo quería llamar a su mujer, para que bajara a presenciar ese logro de su bebé. Sin embargo, al voltear para llamarla, quedó helado al ver a Rosita, bajando las escaleras. La joven encandilaba con cualquier atuendo al padre de su medio hermano, pero en ese preciso momento abusaba de su sensualidad.
Era como si quisiera que esos ojos se deslumbraran con su preciosa figura y buscar una reacción más. Ella todavía no comprendía lo que sentía al ser devorada por ese maduro, lo normal sería sentir asco y crecer su odio contra él, sin embargo, extrañamente le gustaba tener a ese hombre embobado con su figura ébano. Bajando el último escalón, miró fijamente los ojos de Tomás, los cuales no paraban de subir y bajar como si fuera un ascensor.
–“¿Qué tal me veo?”- dijo inconscientemente, dando una vueltilla, logrando su objetivo de formar un bulto en el pantalón del maduro. Por más que él hubiera tratado de resistirse no podía, en ese vestido corto de color esmeralda la piel oscura de esa chica brillaba y su escultural silueta se marcaba. Olvidándose de su hijo menor, sus ojos solo se centraron en esas largas piernas, en esa gran cola redonda y ese par de tetas que tenía el tamaño ideal, para hacer que ese cuerpo morocho fuera perfecto.
Rosita quería negar que estaba cachonda por esas miradas obscenas, se decía a sí misma que no se había vestido así por él, pero si iba a una fiesta en donde solo habrían mujeres, para qué usar una prenda que calentaba pollas. ¿Acaso si lo hizo por él? Se cuestionó, sin entender esa atracción repentina que había comenzado a tener por ese hombre. Ella al no oír una respuesta de él, se aproximó, notando la evidente erección que tenía ese maduro por su culpa.
Ella quedó sorprendida por el tamaño, sintiendo como su vagina se humedecía más, se preguntaba si esa polla realmente era tan grande como presumía esa silueta en el pantalón. Tomás hechizado por ese descarado escote, no quitaba su mirada sobre esos melones de chocolate. Ambos se estaban calentando de más, entonces Rosita recordó a su padre y el desprecio al maduro regresó, –“Mierda, me estoy dejando engatusar por este pervertido”- dijo en sus pensamientos.
Totalmente indignada se dio la media vuelta y caminó hacía la salida, pero antes de tocar la manilla, para abrir la puerta y salir, Tomás la agarró de la cintura. Sus cuerpos estaban muy juntos, por lo que sintió ese paquete contra sus posaderas, ella intentó gritar, de darse vuelta y darle una bofetada a ese hombre, diciéndole miles de improperios. No obstante, todo esa rabieta se esfumó, cuando él al lado de su oído, le murmuro el nombre de Adara.
Sus parpados se le levantaron y su mandíbula se le cayó dejando una abertura entre sus labios gruesos, mientras una corriente pasaba por toda su anatomía. ¿Por qué él sabía ese nombre? ¿Acaso podía ser qué? No, no, no, o tal vez sí… Su cabeza era un total desorden que era incapaz de pensar o formular una idea clara. Girando su cuello, para mirarlo de frente, comenzó a recordar el aroma de esa verga blanca que se había comido hace unos días y la voz de aquel hombre.
Rosita: Tú… No…
Balbuceó confundida y el mentón tembloroso.
Tomás: Soy Maslow, mi bella Diosa ébano.
Manifestó, rozando esos carnosos labios con los que había soñado. Su voz hacía eco en la cabeza de la muchacha, ella se daba cuenta que todo ese tiempo, supo que ese hombre era aquel usuario, desde que lo escuchó a hablar, sin embargo, se negó a aceptarlo, porque era el sujeto que su padre culpaba por destruir a su familia. No podía darle la espalda a su padre, quien siempre había estado con ella, pero su cuerpo no se resistía, por eso se excitaba y no dejaba de pensar en él.
Tomás no aguantó más y la besó, atrapando esa lengüita traviesa que hace una semana, recorrió por todo su tronco, embadurnándolo con esa savia tan melosa y fresca. Ella podía haberse separado de él, no obstante, se aferró más a esa boca, porque ya no podía mentir sobre lo que quería. Las manos del maduro se deslizaban por esas curvas que lo tenían tan enloquecido, su idea era tocar ese par de senos y luego ir retirando ese trajecito lentamente, hasta dejarla desnuda.
El miedo de ser encontrados, no pasaba por sus cabezas, estaban sumergidos en su cachondez, en su apetito sexual, que los arrastraban hacer ese adulterio. Sin embargo, antes que las manos de Tomás tocaran esos melones, escuchó el llanto de Simón, alejándose automáticamente de su querida Adara, para regresar junto a su pequeño hijo. Rosita, quedó confundida, por qué él se alejaba, la tenía cómo quería, acaso pensaba que algo así podía volver a repetirse, si tan solo se quedaría hasta mañana en esa casa.
Varias preguntas rondaron en esos escuetos segundos en la cabeza de la chica, que al recordar nuevamente a su padre, se sintió fatal, por haber caído en la tentación tan fácilmente. Ella salió finalmente y se subió al coche de April, quien se lo prestó a Laura para que llevara a todas a la fiesta. Un sentimiento de culpa la torturaba y al mismo tiempo el deseo de querer entregarse a Tomás, la perturbó. ¿Qué debía hacer?, su cuerpo pedía una cosa y su mente decía otra, no estaban de acuerdo.
Por otro lado Axel en su despedida de soltero, estaba aburrido, el show que sus amigos le habían montado, no era de su agrado. Mirando a Benjamín que parecía estar fuera del universo, le pidió que lo ayudada a escapar de ahí. –“¿Qué?”- preguntó el chico desconcertado, –“Gracias, hermano”- le contestó Axel, dándole un golpe en la boca del estómago. El muchacho se retorció de dolor, –“Ay Dios, Benja. Te dije que no bebieras eso”- exclamó un Axel tratando de aguantar la risa.
–“Mejor te llevo a casa, antes de que te sientas peor”- agregó, ofreciéndole ayuda, para que se apoye. Benjamín, lo hizo y actuó como si sus tripas se estuvieran revolviendo. Sus gritos de dolor, eran tan perfectos que no sonaban exagerados y llegó a abrumar a Axel, al pensar que se había pasado con ese golpe. Pero una vez fuera del local y sin que nadie los viera, el chico paró con sus aullidos y comenzó a caminar con normalidad. –“Perdón Benja, te debo una”- dijo Axel, desordenando el pelo de su hermano.
Ambos, caminaron sin un rumbo fijo, hasta que llegaron a un pub, donde Axel entró por mero instinto, Benjamín que seguía a su hermano mayor, entró detrás de él. Al ir caminando por el lugar, los hermanos se deslumbraron por una figura preciosa que se encontraba en una mesa, bebiendo sola. –“¿Vane?”- expreso el menor, yendo corriendo hacía donde su hermana, la cual tenía sus ojos fijos en quien se encontraba en el escenario del local, tocando el piano y cantando.
–“Alexander”- murmuro Axel con ciertos celos, al ver que ellos se miraban mutuamente con complicidad. Pensó en irse de ahí, sin embargo, sus celos se hicieron más grandes, cuando Alex, mencionó que la siguiente canción se la dedicaba a Vanessa. Acercándose a la mesa en donde se encontraba su medio hermano y media hermana, se perdió más en esos labios que habían sido suyos más de una ocasión. Colocándose frente a la chica a propósito, para que no mirada a Alexander, se sienta en la silla con evidente molestia.
Axel: ¿Qué haces aquí?
Vanessa: (Ríe) Eso debería preguntártelo yo, no se supone que hoy era tu despedida de soltero.
Dijo, sintiendo como su corazón se le aceleraba y no podía ocultar su sonrisilla de felicidad.
Axel: Me aburrí.
Vanessa: Me lo imaginaba, nunca te han gustado las fiestas. No es lo tuyo, aun así debo darte crédito por haberlo intentado.
Axel: Gracias… Por cierto, por qué estás con ese idiota.
Apuntando a Alexander, quien desde el escenario, parecía estar disfrutando de lo que observaba.
Vanessa: Es mi amigo, no veo motivo para no salir con él.
Benjamín: Dios, yo quiero tocar el piano así, para asombrarla.
Dijo totalmente ajeno a la conversación de sus hermanos. Ellos lo miraron y soltaron una carcajada por su comentario. Sin quererlo Benjamín había logrado que esa tensión entre Axel y Vanessa desapareciera, ellos al mirarse nuevamente, ya no lo hicieron como medios hermanos. Las risas continuaron por unos minutos, en donde hubo pequeñas caricias entre sus manos y piropos, hasta sus muecas se hicieron diferentes, parecía que el universo solo se había reducido en ellos dos.
De pronto, Alexander comenzó a tocar una canción bastante peculiar, una que Axel y Vanessa conocían perfectamente. Cuando la rubia cumplió los 18, ella estaba saliendo con un sujeto que jamás le agradó a Axel, solo verlo le producía un dolor de estómago y repulsión. Era el típico tío que se hacía el chulo y alardeaba más de la cuenta, nunca fue considerado con Vanessa, ya que ese día ni siquiera le llevó un regalo. Tampoco ocultaba sus lujuriosas miradas hacía April, aunque extrañamente temblaba cuando veía a Tomás.
Había escuchado que su padre tuvo una conversación cara a cara con ese tipo, en donde le dejó claro, que si lastimaba a Vanessa, se prepare a las consecuencias. Pero solo fue un rumor que oyó ahí, en realidad dudaba que su padre haya hecho eso, aunque sí pudo tener una charla con él, en donde quizás lo intimidó con su seriedad. Aquella noche estaban haciendo karaokes, él se alejó de todos, pues se sentía incómodo al estar con tanta gente a su alrededor, bebiendo o haciendo el ridículo.
Al minuto de haber salido a tomar aire, Vanessa apareció detrás de él y lo abrazó, apoyando todo el peso de sus senos. Sentir su cálida presencia y su voluptuosa figura pegada en él, le levantó más que los ánimos. Su verga se puso tiesa, más al apreciar esa cara tan angelical y esa bella sonrisa en esos labios finos pero coquetos. Sin decirse nada, el uno al otro, escucharon que April y Tomás, se colocaron a cantar, Just Give Me a Reason, la misma que Alexander interpretaba en ese minuto.
Estuvieron a nada de dejarse llevar por sus impulsos y besarse, sin embargo, fueron interrumpidos justo cuando sus labios se rozaban. La nostalgia de esa noche y el deseo que fluyó entre ambos, recorrían como una punzada eléctrica por sus cuerpos. Benjamín que no dejaba de flipar con el talento de Alexander, se percató que él tenía una sonrisa en su rostro y sus ojos clavados hacían sus hermanos, él al mirarlos, se dio cuenta de las ganas que se tenían el uno al otro.
El coro resonó por sus cabezas, ambos sabían lo que querían, pero ninguno se atrevía a dar ese paso. Hasta que Alexander bajó del escenario y se acercó a ellos, con una botella de vodka. Él les dijo que podían irse a charlar a otro lugar, que él se haría cargo de Benjamín y lo llevaría a casa. Esas palabras le dieron el valor a la rubia, quien levantándose del asiento, tomó de la mano a su eterno amor. Axel siguió a su media hermana, sin sospechar hacían a dónde se dirigirían, menos lo que pasaría en ese lugar.
Cada vez que preguntaba algo relacionado a esto, la muchacha le respondía que sea paciente que pronto iba a entender hacía dónde se dirigían. Cuando estaban parados afuera de un hotel, el joven quedó en silencio y vagamente comenzó a tener unos recuerdos. No podía olvidar aquel lugar, ahí fue cuando su primera novia rechazó tener relaciones sexuales con él, porque su polla era muy gruesa y temía resultar lastimada, pero no solo albergaba esa historia, ese hotel.
No, en él había un evento más, uno que Axel añoraba mucho al igual que Vanessa, pues fue en ese lugar en dónde él y ella se besaron por primera vez. Aunque había pasado los años, sus labios aún sentían esos mordisqueos de su media hermana, su lengua envolviéndose con la de ella y el sentimiento de culpa por estar haciendo algo que no era correcto, pero a la vez que era muy cachondo. La muchacha pega sus senos en la espalda de su medio hermano y le susurra suavemente en el oído.
Vanessa: Recuerdas este lugar, ¿verdad? Estoy muy segura que no lo has olvidado, he decidido venir aquí, para hacer lo que no hicimos aquella tarde.
Axel: Va-Vanessa.
Tartamudeó el joven.
Vanessa: Ssshhhh... No digas nada, tómalo como tu regalo de boda adelantado.
Ambos entraron al edificio, la muchacha pidió un cuarto y tomándole la mano a su medio hermano, camina a la habitación con un sentimiento de adrenalina y nostalgia. Axel al recorrer el pasillo del hotel, empezó a recordar todo perfectamente, la primera vez que estuvieron ahí, practicaron unos besos, sin que nadie los juzgara. La segunda vez fue cuando su novia lo rechazó, él llamo a Vanessa, la joven no tardó en llegar y al verlo triste y frustrado, sintió una gran impotencia por no poder pensar en algo para animarlo, pero una leve charla fue suficiente para que él deje de estar desanimado.
Después comenzaron hacerse cosquilla y entre juegos, ambos ya se miraban de otra manera, poco a poco iniciaban a sentir una atracción mutua. Aquella que siempre estuvo, desde muy niños y habían estado reprimiendo sus deseos desde entonces. Ellos se volvieron muy cercanos, tanto que parecían una pareja. Vanessa sufrió mucho cuando Axel le dijo que estaba con alguien, aunque entendió que era algo normal, porque ellos no podían ser más que hermanos, mismo sufrimiento que experimentaba ahora que él estaba a punto de casarse con otra.
Entran a la habitación y era la misma de aquella tarde en donde ella quedo encima de él, sus cuerpos calientes parecían irse fundiéndose y sus respiraciones solo aceleraban al igual que los latidos de sus corazones. Vanessa replicando lo mismo de aquel día, terminando encima de su medio hermano y apreciando su rostro ya más maduro.
Vanessa: Aquel día, estábamos en esta posición, ¿verdad?
Axel: Sí... Yo tenía mis manos en tu espalda y las tuyas estaban entre mis costillas.
Vanessa: Luego tus manos fueron bajando lentamente hacía mis glúteos y me agarraste firmemente el culo.
Axel imita aquello, sus manos se deslizaron lentamente por la espalda de su media hermana, hasta llegar a esa colita maciza y la aprieta fuertemente. Ella suelta un tierno suspiro, exactamente igual a la de esa tarde. El muchacho baja su mirada y observa esos senos. En ese tiempo ya eran grandes, al grado de que enloquecían a Axel, no obstante, en ese instante, esas tetas lucían más gordas. Él volvió a levantar la mirada y sintió como su verga golpeó el vientre de ella.
Vanessa: Veo que estás muy ansioso... Me alegro que no hayas olvidado lo que significa para nosotros esta habitación.
Axel: Jamás voy a olvidarlo hermana... Esta habitación fue testigo de nuestro primer beso y el inicio de nuestra relación incestuosa.
Vanessa: (Ríe) Axel, solo nos dimos un par de besos. Nuestra relación incestuosa inició en la casa de esa maldita puta a la que elegiste como esposa.
Axel: Aunque solo fueran besos, hicimos algo prohibido, hermana.
Vanessa: (Sonríe) Tienes razón, pero ahora sí que haremos algo muy prohibido y que está mal visto.
Axel: (Sonríe) Y lo seguiremos haciendo.
Aquellas palabras emocionaron a Vanessa, era lo que quería oír, aunque su padre comenzó a ser una obsesión para ella, Axel siempre estuvo sobre esa obsesión y de cualquier hombre. Los labios de ellas rozaron los de él y nuevamente el joven fue recordando lo que vivió en ese cuarto. Aquel día, ambos se quedaron mirando con cierta ternura, con miedo y deseo, sin saber lo que significaría lo que estaban por hacer, cerraron sus ojos y sus labios se juntaron.
Con timidez fueron abriendo sus bocas y sus lenguas comenzaron a tocarse hasta engancharse. Igual a ese día, ellos intercambiaban salivas y sentían la calidez en su beso, aunque esta vez no se detuvieron y se apartaron con vergüenza, sino que continuaron y se fueron desvistiendo. Mientras tanto, Ignacia se encontraba en su despedida de soltera, la culoncita reflejaba un rostro de decepción y aburrimiento.
Esperaba algo más divertido, una fiesta más alocada, no con los típicos bailarines fornidos, que solían haber en esas fiestas, y con los cuales algunas de sus invitadas estaban coqueteando y jugando. Sentía que las mujeres que se encontraban ahí, no habían a la fiesta por ella, sino para saciar sus obscenos deseos y sacarse las mascaras de mojigatas. Ella intercambió miradas con su gemela, Josefina supo que su hermana quería hablar con ella, así que se acercó y ambas salieron, con la excusa que fumarían unos cigarrillos.
Josefina: ¿Pasa algo hermana?
Ignacia: Josefina, ¿qué mierda es esto? Se supone que estabas a cargo de mi despedida de soltera, que ibas hacer la mejor fiesta, una noche de chicas, pero en su lugar solo hay tipas ridículas que ni siquiera conozco, devorando a esos muchachos con la mirada.
Josefina: Lo sé, lo sé, lo sé... Sé que te prometí una gran despedida de soltera, pero todo se fue al carajo a última hora. Tu querida suegra y su sobrina metieron sus narices, cambiándome todo lo que tenía planificado, llamaron a esos bailarines e invitaron a esas tías patéticas.
Ignacia: (Suspira) Ya me había percatado anoche que era una guarra esa señora, lo peor es que April no vino, porque por lo menos ella haría algo divertido, como sacarnos de esta boba fiesta y pasemos una noche de hermanas.
Josefina: Sí, es una lástima que April no haya podido venir, aunque creo que Diana lo está gozando allá dentro.
Dijo riendo.
Ignacia: Por lo menos una de nosotras que se divierte, pero yo no quiero seguir viendo este penoso espectáculo, que si hubiera un madurito entre esos bailarines, tal vez me quedaba una hora más. Aunque el problema es que dudo que mi suegra, me deje ir tan fácilmente.
Josefina: ¿Entonces qué harás?
Ignacia: ¿Qué haremos? Debería ser tu pregunta y la respuesta es sencilla, tú te vas a hacer pasar por mí.
Josefina: (Sonríe) No andamos vestidas iguales y yo no tengo un anillo.
Ignacia: Para eso podemos ir al baño, nos cambiamos de ropa y te doy mi anillo.
Josefina: ¿Qué vas hacer una vez que te vayas de aquí?
Ignacia: No lo sé... Tengo planeado regresar a casa, pero como seré Josefina por unas horas, tal vez pase a divertirme en algún lugar.
Expreso con un tono coqueto, aunque era evidente que se trataba de una ironía.
Josefina: (Ríe) Finalmente vuelves a ser tú, hermana.
Ignacia: Ya quisieras que volviera a ser esa putita.
Josefina e Ignacia continuaron hablando mientras se dirigían al baño, en dónde intercambiaron de ropa y de roles. La culoncita ahora fingiendo ser su gemela, se despide de todas, argumentando que tenía un asunto al cual atender. Josefina no lograba contener la risa, principalmente porque su hermana actuaba muy bien de ella, al verla irse, siente un pequeño cosquilleo en su interior, evocando aquel día en donde fingió ser Ignacia y le coqueteo a Axel, sin saber ese perverso juego terminaría escribiendo una gran historia.
Luego de unos largos besos apasionados, Vanessa desabrochó el pantalón del muchacho y comenzó a chupar su verga. Ella sabía perfectamente cómo complacer a su medio hermano. Su lengua recorría hasta el último centímetro de ese tronco, dejándolo completamente húmedo, se lo tragaba y su lengua seguía moviéndose. La mamada de Vanessa hacía que Axel se quejara de placer y desee que aquello nunca acabe.
Ella extrañaba el sabor tan intenso de la verga de Axel, la cual parecía estar derritiéndose en su abrasadora boca. Relamiéndose, ve cómo ese tronco estaba totalmente embadurnado y esas bolas lucían como dos caramelos. Al igual que una felina que se echa a jugar con una pelota, ella tomó entre sus dedos los testículos de su hermano y comenzó a saborearlos, dibujando en círculo. Una de las manos de la rubia pasó a sostener esa enorme estaca y con suavidad fue pajeándola, mientras su boca chupaba los huevos.
–“¡Diooosss!”- exclamó en voz baja Axel, con los ojos cerrado y echando su cabeza hacia atrás. Vanessa tan traviesa como siempre, paró de comerle los huevos a su medio hermano y soltó esa polla palpitante de su mano. Él la miró con exasperación y casi llorando le imploró para que continuara, pero la muchacha se tomó su tiempo. Era obvio que no dejaría todo eso sin concluir, pero quería divertirse. Reclinando la yema de su dedo pulgar encima del glande de su hermano, recogió el líquido preseminal, el cual llevó a su boca.
Lo saboreó con lentitud y mostrándole a Axel una cara coqueta. Esos labios parecían ser más grandes de lo que eran y el chico solo quería ser envuelto nuevamente por ellos. Sin quitar su sonrisa juguetona, ella retomó la comida de huevos de nuevo. Mordiéndose los labios, Axel callaba lo que más podía sus bufidos, que parecían exageradamente altos. Esa lengua se pasó por el tallo de su pene venoso y robusto, dando tiernos lengüetazos, hasta llegar a su cabeza temblorosa.
Axel con mucho esfuerzo contemplaba como su querida hermana, volvía a tragarse su sable, hasta desaparecerlo en su boca. –“Dios mío, Dios mío, Dios mío, Dios mío”- era lo único que decía, con sus piernas temblorosa y prácticamente a nada de soltar su semen. No obstante, una vez más Vanessa lo dejaba con las ganas, al dejar de mamar y quedarse quita con cara de niña buena, mirándolo como si no supiera lo que estaban haciendo.
–“Oh, vamos Vane… No seas así de mala conmigo”- manifestó, esperando que esa chica dejara de jugar con él. Vanessa rio escuetamente, antes de allegarse una vez más a ese vigoroso mástil que chorreaba por la punta esa viscosa salsa que ella consideraba tan deliciosa. –“Te mereces que te castigue así. Porque fuiste muy malo conmigo y lo sabes”- expreso la rubia, rodeándole la tranca con sus enormes tetas y acomodándose el cabello.
–“Perdón”- salió de la boca del muchacho, asombrando a Vanessa, –“Creí que era lo mejor para ti, pero claramente no lo fue y solo te hice más daño de lo que quería evitar”- asevero, haciendo que su hermana se sintiera feliz. Ella apretando con sus senos el pene de su hermano, empezó a pajearlo. –“Dime hermanito, ¿te gusto volver a sentir mi boca sobre tu verga? Porque a mí me fascinó comerte otra vez la polla”- confeso sonriendo.
–“Oooohhh... Sí... Sííí... Me gusto tu boquita...”- balbuceo él, disfrutando de esa rusa que le regalaba su hermana con sus suaves y grandes atributos. –“Que bien, porque di mi mejor esfuerzo”- murmuró, atrapando el glande entre sus labios y pincelando, hasta que depositó toda su descarga, en su garganta. Axel se agarró de las sabanas y aulló tan fuerte que se oyó fuera del edificio. La rubia por su parte, se tragó toda la leche que le había dado y su vagina se empapo enteramente.
Pasaron unos minutos, en donde ambos se besaron apasionadamente y sus caricias encendían sus cuerpos todavía más. Sus lenguas se enroscaban con ternura y a la vez se despellejaban con el anhelo de que esa relación prohibida no terminará. Vanessa al observar esa brillante verga recta una vez más, la tomó entre sus suaves dedos, a la vez que se acomodaba para montarla y aprisionar entre sus paredes vaginales. Estaba tan ansiosa de volver a ser la mujer de su hermano que sus piernas le temblaban.
Axel la ayudó sujetándola de la cintura y paulatinamente ella fue descendiendo. El roce de sus sexos, fue algo que los llenó de júbilo a los dos. Vanessa apoyó una de sus manos en el hombro de él y mordiendo sus labios, se clavó la punta de esa daga. –“¡Uuuuuuufff!”- bramo arqueando su espalda del gozo que recorría por su cuerpo. Antes de continuar, Axel espero que Vanessa lo mirada, quería ver esos ojos azules, justo cuando sus cuerpos se acoplaban en uno.
Ella lo miró y se acercó a sus labios para intercambiar salivas, a la vez que abrazaba con fuerza ese tronco empinado con su coñito. Poco a poco, el miembro del joven invadía el cálido interior de su hermana, bañándose con los jugos. –“¡Aaahh!… Y pensar que hace 3 años, en esta misma habitación pude ser tu primera vez”- murmuro, mordiéndole el cuello y moviendo sus caderas a un ritmo lento pero que iba en aumento. Axel notaba cómo su polla experimentaba espasmo en ese estrecho y acalorado chocho, que lo apresaba con sus músculos.
–“¡Uuuhhgg!… T-tú… Fuiste mi primer beso, mi primera paja y si bien no fuiste mi primera vez, eres y serás mi primer amor”- declaró el joven, trasladando sus manos hacía los redondos glúteos de su hermana. Sus respiraciones se intensificaron, al igual que sus jadeos. Cuando los testículos del chico chocaron contra la pelvis de su hermana, ambos temblaron. Sus bocas volvían a encontrarse y apaciguaban sus gemidos, mientras ella se movía frenéticamente.
Axel se rendía ante el coño de su hermana, que era sencillamente asombroso, tanto que quería pasar toda la noche follando con ella. Sus manos no se movían de ese culito, se mantenían firme en él, mientras empalaba con sutiles pero profundas estocadas el coñito de Vanessa, que no aflojaba en su estrechez. La rubia jalaba el cabello de su hermano, en señal que disfrutaba de esas embestidas que complementaban su danza. Recuperando el aliento, intercambian miradas y dejan que sus sexos hablen.
No había nada que las palabras pudieran expresar mejor que esa forma de satisfacer sus deseos incestuosos. Cada caricia, cada penetración, cada beso, era un verso más para la carta de amor que los dos escribían. Sus lenguas batallaban lujuriosamente, la joven rubia estaba llegando a su límite, al igual que él. Axel suelta unos pequeños suspiros y lleva sus manos hacía los atributos de su hermana, jugando con esas tetas, las aprieta y pellizca los pezones.
Vanessa chillo, brincando cada vez más acelerada sobre esa tranca que palpitaba, a nada de estallar. Ella no aguantó más y se retorció de placer, corriéndose, Axel sin controlar esos bombeos, igual terminó acabando. –“Te amo, Vanessa”- susurro él, besándola sin dejar de rellenar la matriz de su hermana. –“Y yo a ti”- contesto la rubia con la voz entrecortada y pasando sus manos en la cara de su hermano. Recostándose en la cama, siguieron besándose, hasta quedarse dormidos.
Viernes
Axel al despertarse miró con una sonrisa hacía su costado, comprobando que Vanessa ya no estaba. Su sonrisa se desvaneció, no sabía cómo tomar aquello, imaginaba que era lo correcto, de seguro ella volvió a casa y actuarían como que no pasó nada entre ellos, pero a escondidas, se amarían igual que esa noche que acababan de pasar. Después de bañarse, se vistió y salió del cuarto. Era momento para prepararse para su boda, de seguro todos ya lo hacían en casa.
Justo en la salida del hotel, observa una silueta conocida, era Alexander, quien fumaba y parecía estar esperándolo. –“¿Tú qué haces aquí?”- preguntó de mala gana, –“Jugando a ser cupido y hada madrina”- respondió el joven rubio, con una escueta risa. –“Alexander, si buscas a Vanessa, déjame decirte que ella ya no está aquí”- expreso Axel sin querer ocultar lo que pasó entre él y su media hermana, quería dejarle en claro al rubio, que el amor de ella le pertenecía a él.
Alexander: Lo sé, ella está en el aeropuerto ahora. A punto de tomar un vuelo a Londres.
Contesto sin inmutarse, dejando a Axel desconcertado.
Axel: ¿Un vuelo a Londres? ¿Vanessa por qué va ir a Londres?
Alexander: Ja… Ya sabía yo que tú eres el más lerdo de todos los hermanos, hasta Simón es más audaz.
Comentó riéndose, provocando que Axel se irrite y se abalance contra él, agarrándolo desde su camisa y pegándolo contra la pared.
Alexander: Tranquilo pequeño sabueso, no estoy aquí para mofarme de tu escasa inteligencia. No, claro que no, yo quiero ayudarte, pero si me pones una mano encima, vas a elegir la muerte porque no voy a tener piedad contra ti.
A pesar de que le hervía la sangre, Axel, lo suelta. Él comprendía que la diferencia entre ambos en un combate cuerpo a cuerpo, era evidente. Alexander le daría una paliza sin mucho esfuerzo, porque llevaba años peleando callejeramente.
Alexander: Bien, así me gusta mi cachorrito. Ahora vamos por tu hermana… Quiero decir, por la chica que realmente amas.
Ellos se suben a un coche, en donde Alexander con total confianza apoyó sus pies en el asiento de adelante, mientras encendía un cigarrillo. Fumando, se da cuenta que Axel lo observaba algo nervioso, –“No debes explicarme nada, a diferencia de los demás mortales, estoy acostumbrado a ver incesto, en mi familia es muy común”- declaró con total serenidad, –“Lo que no era común es el amor que si hay entre ustedes dos, en mi familia todos se acuestan y tienen orgias por beneficios”- añadió mirándolo a los ojos.
–“Las mujeres ven a los hombres como cajeros automáticos y los hombres a las mujeres como putas. Y luego estoy yo, el bicho raro de una familia de locos”- concluyó con una carcajada y echando una gran nube de humo de su boca. –“No debería referirse así de su familia, señorito Alexander”- dijo el chofer, ocasionando otra carcajada en el rubio.
Alexander: Richie, si vas a seguir llamándome señorito, no vas a durar ni un día como mi chofer.
Richie: Señorito, le recuerdo que usted no me contrató, ni pega. Estoy aquí por voluntad propia, así que no puede despedirme.
Alexander: Es verdad. ¿Puedes creer que este viejo imbécil renunció a ser el lame botas de mi padre porque ya no sería mi niñera?, supongo que alguien llamaría eso lealtad, pero para mí no es más que una idiotez. Porque no vale la pena que siga perdiendo su tiempo en mí.
Axel completamente absorto en sus pensamientos, ignoraba la conversación de ellos dos y se preguntaba por el amor. Nuevamente esa palabra rondaba por la cabeza del muchacho, preguntándose qué era lo que sentía por Ignacia. ¿No era amor? No, no, claro que si era amor, amaba tanto a la culoncita como a su hermana. Podía soñar imbécil y hasta arrogante, el decir que no era capaz de elegir a una de ellas, pero era verdad, las dos tenían una parte de su corazón.
Al llegar al aeropuerto, Alexander mira la hora, –“Mierda. Richie te dije que debías conducir rápido. Por suerte siempre tengo un plan b”- expreso, sacándose la gabardina y colocándose una chaqueta de piloto, para luego tomar un maletín y salir del coche. –“Voy a ganar tiempo, así que procura tú encontrar entre todo el caos a Vanessa”- afirmo con una sonrisa. Axel quedó intrigado a esas palabras y se quedó mirando atentamente al andar de Alex.
Su rostro serio, pasaría a ser a uno de vergüenza, cuando contempló que el brillante plan de Alexander era gritar que había una bomba. –“¡¿Ese es el brillante plan de este loco de mierda?!”- exclamo cabreado y olvidándose de Vanessa. –“Puede que parezca lamentable, pero va a lograr su objetivo, que es llamar la atención y retrasar los vuelos. Así que usted debería aprovechar a ir por su hermana”- manifestó Richie, recordándole a Axel su objetivo.
Saliendo del coche, fue corriendo tras Vanessa, sin saber a dónde ir o qué vuelo iba a tomar, solo siguió sus instintos. Al mismo tiempo que la buscaba, pensaba en las palabras que le iba a decir. Ella se encontraba sentada, con una pequeña maleta que había ido a recoger en la casa. No se había despedido de nadie, ni fue capaz de confesarle a su padre que se iba, aun dudaba en tomar ese vuelo, pues ya había llamado para que se embarquen y ella aun no lo hacía.
En eso, una sombra se le pone de frente, levantando su mirada, se da cuenta que era Axel, quien jadeaba de cansancio. –“No te puedes ir, después de lo hicimos. Sé que es egoísta de mi parte pedirte que te quedes, pero si tú te vas, yo voy detrás de ti, porque no me imagino mi vida sin ti…”-, Vanessa quería sonreír, sin embargo, no podía y de sus ojos brotaban unas lágrimas. Aun cuando oía que su medio hermano, la estaba eligiendo a ella en vez de Ignacia, no podía aceptarlo.
Vanessa: Pe-pero A-Axel… ¿Ignacia qué?
Axel: Hablaré con ella, le diré lo que siento. La amo tanto como a ti, pero si debo elegir a una, me quedo contigo. Sé que el mundo nos va a juzgar, sin embargo, yo ya no puedo hacerme el ciego e ignorar lo que siento por ti Vanessa. Y sé que Astrid será feliz al oír nuestra historia.
Vanessa: ¿Astrid?
Axel: (Sonríe) Nuestra Princesita.
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El próximo capítulo finalmente es la boda. Pido perdón si he alargado de más esta historia y muchas gracias por leer.
Capítulo 1: http://www.poringa.net/posts/relatos/5026790/Terapia-Especial-Capitulo-I.html
Capítulo anterior: http://www.poringa.net/posts/relatos/5067559/Terapia-Especial-Capitulo-XII.html
–“Después de todo, un clavo saca a otro clavo, Alessandra solo necesitaba un empujoncito”- dijo April mientras se acurrucaba en el pecho de su esposo. Tomás igual que la noche anterior acariciaba el pelo liso de ella, pero sus pensamientos estaban en otro lado. La silueta curvilínea de Adara se apoderaba de ellos, saber que su afrodisíaca y consentida morocha estaba tan cerca de él, era una tortura porque no podía hacer nada más que admirarla desde la lejanía.
Quería que Rosita abriera sus ojitos y se diera cuenta de que se conocían perfectamente, a través de otros nombres. Que esa muchacha se desnudara enfrente de él y consumieran la lujuria que recorría por sus cuerpos. No le importaba si esa chica era parte o no de la lista de su esposa, solo quería hacerla suya, era un deseo que comenzaba a ser insoportable, agobiante y hasta perturbador. –“Oye, Tom. Mañana son las despedidas de solteros de Ignacia y Axel, ¿vas a ir a la de él?”-
Tomás no la había escuchado, pero dejo de pensar por ese segundo en Rosita, la miró fijamente a sus ojos azules y le sonrió. –“Yo no sé si iré a la de mi hermana”- termino de decir la rubia. –“Veo que hoy estás más alegre”- manifestó él, acercándose a esos labios finos, con los cuales tantas noches había compartido. Ella abrió un pequeño paso en su boca, para recibir la de su marido, –“Por cierto, ¿has hablado ya con Cami?”- consulto Tomás, antes de que sus labios se tocaran.
–“No, aun no. Con la boda tan encima, he preferido dejar el asunto de Camila para la otra semana y ella está de acuerdo”- respondió April, con sus lenguas casi tocándose. En los besos de ellos, nunca faltaba la pasión y amor que se sentían mutuamente, aunque era la primera vez en que Tomás la besaba pensando en otra. Algo similar experimentaba Axel, al estar compartiendo saliva con Ignacia, el hijo de Tomás y Laura, imaginaba que con quien entrelazaba su lengua, era su media hermana Vanessa.
Al separarse, él murmuró el nombre de ella, viendo como la ilusión se acababa y el rostro de su prometida volvía a la normalidad. Ignacia por su parte, se sentía sofocada de la ansiedad, no podía creer que su matrimonio estaba tan cerca y su cuerpo, por dentro seguía implorando por una verga madura, la última para dejar ese vicio antes en el olvido. No obstante, ella sabía que solo era una excusa, porque si caía en la tentación lo más probable es que no escaparía de ella de nuevo.
Levantándose, salió del cuarto para refrescarse, al ir bajando por las escaleras, pensaba en su suegro, en la forma en que la había manoseado y nalgueado, hace un par de semanas. Su enorme tronco sobándose contra ella, ya no podía engañarse más, era evidente que necesitaba una tranca madura, por más que eso la terminara lastimando, por quebrar su promesa con ella misma. Era tanta su hambre, que si Tomás se le cruzaba en ese minuto en su camino, se abalanzaba sobre él, como una hiena a su presa.
Caminando por el comedor, se percata que había alguien en la sala de estar, curiosa se asomó, descubriendo que se trataba de Vanessa. La hija de April y Tomás, bebía una copa de vino, mientras tenía la mirada perdida en el horizonte. Bajo la luz de la luna lucía preciosa, incluso para Ignacia, que se perdía en esa figura tan sensual. Solo cubría su desnudo cuerpo, con una delgada bata de noche, que no hacía otra cosa que realzar su voluptuosa anatomía.
–“¿Sucede algo sobrinita?”- dijo Ignacia, con un tono burlesco, para hacerla enojar, como era de costumbre. No obstante, Vanessa no frunció el ceño, y tampoco le respondió con algún improperio. En su lugar, la joven le regaló una sonrisa, algo poco común en ella, que solía llevarse mal con su tía, hasta el grado de ignorarla porque la había arrebatado el amor de Axel. –“Nada, solo pensando en el futuro y mi vida en Londres”- contesto, bebiendo un sorbo más de vino.
Ignacia: ¿Futuro? ¿Londres? ¿De qué coño hablas Vanessa?
Interrogó, acercándose a ella.
Vanessa: De que acepto mi derrota tía. Me largo a Londres el viernes por trabajo y luego voy a empezar a estudiar en Cambridge.
Afirmo con unas lágrimas paseando por su mejilla derecha.
Ignacia: Es broma, ¿verdad?
Vanessa: No, no lo es. Sé que quizás pienses que es alguna artimaña mía, para que bajes la guardia, pero ya no tengo fuerza, para seguir con esta guerra entre ambas. Axel te eligió a ti, y a mí ya ni siquiera me habla sin mirarme con desprecio.
Declaró, dejando sin palabras a Ignacia, que no podía digerir todo lo que decía la hija de su hermana. –“Sus disculpas cuando estaba ebria hace dos noches, ¿eran de corazón?”- no pudo evitar preguntárselo, con los ojos fijos en ella, buscando alguna sonrisa que la delatada u hostilidad en sus pupilas. Pero no había rastro de hipocresía, Vanessa le estaba hablando con total honestidad, lo que obligó a Ignacia a abrirse también con ella, para sentir que entre ambas ya no había rencor.
Ignacia: Ya veo… Me gustaría decirte que me alegro, pero no puedo, porque estoy confundida.
Vanessa: ¿Confundida? ¿Con qué puedes estar tú confundida?
Ahora era la sobrina quien interrogaba.
Ignacia: Con la boda.
Vanessa: ¿Con la boda? ¿Qué pasa con la boda?
Ignacia: No estoy segura si quiero casarme. ¿Crees qué lastimaría a Axel si le digo que estoy indecisa y tal vez no quiera casarme con él?
Los ojos de Vanessa se hicieron grandes al oír esas palabras, miles de cosas se le cruzaron por la mente, pero lo único que atinó hacer fue abofetear a su tía. Ignacia, sintió como se le agitó la cabeza, y por un momento creyó que esa chica se iba a mofar de ella, sin embargo, al mirarla vio otra vez como unas lágrimas descendían por sus mejillas.
Vanessa: Debería estar feliz al oír aquello, porque me estás dando una luz a donde aferrarme y demuestra lo estúpida que eres. Pero pienso en Axel y me imagino lo mal que se sentiría al oírte decir eso.
Replicó, con seriedad.
Vanessa: No sabes cuánto me duele que mi hermano te haya elegido a ti como su mujer, aun así acepte mi derrota porque él está feliz con esto y si tú ahora vienes con dudas cuando solo faltan como 48 horas para su boda, lo vas a destruir.
Ignacia: Pe-pe... Pero...
Vanessa: (Molesta, interrumpe) Nada de peros... Estas a horas de casarte con un chico extraordinario, ni por las miles aventuras del pasado, renunciaría a Axel y yo sé, que tú también piensas lo mismo.
Expreso mirándola detenidamente a los ojos, para luego agachar su cabeza y pedirle perdón por la cachetada. Ignacia, seguía desconcertada, ¿Vanessa había cambiado tanto? ¿Por qué ella no podía ser igual que su sobrina?, fueron algunas de las incertidumbres que retumbaron en la cabeza de la veinteañera.
Jueves
Las manecillas del reloj avanzaron caprichosamente muy veloz para la parejita que se preparaba para vivir su última noche de solteros. Ignacia, no pudo olvidarse de las palabras de su sobrina, menos de la bofetada, la cual todavía sentía marcada en su cara. Al verla junto a Diana y Josefina, conversando y riendo, tuvo la necesidad de acercarse a ella. Vanessa le sonríe y le pide su opinión sobre algunas prendas que tenía alrededor, porque no sabía con qué atuendo salir.
Axel se encontraba junto a Rosita, ellos no se decían nada, solo compartían el sofá de la sala de estar. El muchacho no podía ocultar su ansiedad, aunque su media hermana no lo notaba, porque en su cabeza solo rondaba Tomás, preguntándose por qué ese hombre era tan diferente a lo que su padre le había contado. Todas las cosas malas sobre él, parecían ser paranoias de su padre, ya que en realidad, lo único malo que tenía era lo pervertido, porque la miraba con deseo y total descaro.
Mientras ella pensaba en eso, Laura, Camila y April, habían salido a comprar. Las dos Milfs usaban unos vaqueros que se ceñían a sus piernas y levantaban esas preciosas colas que poseían. Si bien la morena tenía unas caderas más ancha y por ende unas posaderas más grandes, el culito pomposo de la rubia solía ser hipnotizante. La cincuentona complementaba su outfit con unos volantes blancos y unos tacones, logrando quitarle el aire más de uno.
La cuarentona en cambio, llevaba un jersey amplio, en donde no se remarcaban su delantera mortal y unos botines. Aun así había ojos depredadores detrás de ella, Camila por otro lado, usaba un vestido veraniego, que no pasaba desapercibido tampoco. La hermana de Tomás, quedó asombrada por la buena relación entre Laura y April, ellas se llevaban tan bien que parecían muy buenas amigas. Por lo que le resultó imposible no preguntar qué las motivo a tener ese grado de cercanía y no ser hostiles entre ellas.
–“Porque tenemos un hijo en común. Un motivo suficiente para dejar cualquier diferencia de lado, además que April es muy, pero muy maja”- respondió la morena, dejando sorprendida aún más a Camila, al usar el término “hijo en común”. –“Y no ganábamos nada en odiarnos, solo le causaríamos dolor a nuestros hijos, principalmente a Axel”- agrego la rubia, con una sonrisa entre sus labios. La joven comprendía que su hermano no exageraba al decir que April era la razón por la que su vida cambio y fue distinta a lo que tenía destinado.
Las tres siguieron comprando, cuando de pronto un hombre negro, alto y corpulento, apareció enfrente de ellas. La rubia al verlo tembló, sus pupilas se dilataron y sus cejas se le levantaron. –“Buenas tardes, ángeles. Si me disculpan, tengo que hablar algo con su amiga”- dijo, con total chulería y tomando de la mano a April. Regresando a la casa, Tomás se encontraba jugando con Simón, detrás de él, se asomaba una traviesa Alessandra, que estaba acostumbrándose a pillar desprevenido al maduro.
Tapándole los ojos con sus tiernas manos, apoyó con todo su peso sus senos y colocándose de puntilla, allego su boca al oído de él. –“¿Adivina quién soy?”- susurro, con un tono alegre y coqueto. –“Ja… 1,65 m; tez blanca con pecas en sus carrillos, hombros y pecho; tres lunares en su espalda; cabello rojo; ojos grises; curvas de guitarra; de tetas hermosas, de copa G; coñito ardiente y boquita de vainilla”- respondió Tomás, sin decir el nombre de ella, pero dejándola impresionada.
La pelirroja quitó sus manos de la cara del maduro y él se dio vuelta con una sonrisa. Habían acordado al final que todo iba a quedar en un encuentro, pero ahora ella quería más, un encuentro más. Así que al tenerlo de frente, no titubeó y le pidió otra sesión de terapia especial. Tomás quedó sorprendido por esa petición y aunque él quería repetirlo también, le dijo que no. Alessandra agachó la cabeza angustiada, entonces Tomás le levanta el mentón, –“Lo que queda de semana no puedo, pero desde el lunes, estoy disponible”- afirmo, dándole un pequeño beso con lengua.
Los ojos de la colorina volvieron a iluminarse, iba a decir algo, cuando Vanessa entró al cuarto e interrumpió la escena. La muchacha se aproximó a su padre, quien se sintió intimidado, al creer que su hija había visto y oído todo. Sin embargo, ella solo fue a despedirse, diciéndole que saldría a juntarse con Romina. –“¿Romina?”- preguntó atónito al oír ese nombre nuevamente, –“Sí, Romi. La hija de Lorena, la vecina del tío Ricardo”- dijo con una sonrisa juguetona la chica, porque era la única que sabía que su amiga mañana estaría presente en la boda.
Vanessa: Bueno, pa. Me voy.
Tomás: Espera hija, quiero preguntarte algo.
Vanessa: ¿Qué cosa?
Dijo ella algo temerosa, creyendo que su madre le dijo sobre su viaje a Inglaterra, y tocaría ese asunto.
Tomás: Ale, ¿puedes dejarnos a solas?
Solicitó el hombre con amabilidad, la pelirroja comprensiva abandonó la habitación, dejando a padre e hija a solas, lo que aumentó el nerviosismo en la muchacha.
Vanessa: Papá juro que te lo iba a decir.
Tomás: ¿Tu madre no hizo nada extraño cuando estuve fuera de casa?
Manifestaron al mismo tiempo, generando incertidumbre en ambos, al oír sus declaraciones. Tomás pensó que su hija sabía algo del ligero comportamiento extraño que estaba teniendo April, así que se quedó callado expectante a lo que diría Vanessa.
Vanessa: ¿Mamá? No, se comportó toda la semana normal. Aunque el lunes, después de salir del trabajo, la vi tomando un café con un hombre, supongo que es un colega o amigo.
Dijo la chica, haciendo memoria.
Tomás: ¿Un hombre?
Vanessa: Sí, era de piel negra, alto, fornido, cabello corto y usaba traje. Me dio la impresión que mamá estaba algo afligida, pero no puedo asegurarte nada.
La muchacha se despidió de su padre, dejándolo intrigado con la información que le dijo. Desde su regreso, Tomás había notado que April estaba teniendo un comportamiento extraño, no algo tan notorio, no obstante, si sospechoso. Esa preocupación nació tras el beso que se habían dado en la noche, él quiso hacer el amor con ella, y de manera inesperada ella se negó. Era raro que April se negada al sexo, siempre había sido una mujer bastante ardiente y que no perdía la oportunidad de coger con él.
Un nuevo puzle aparecía ante sus ojos, quería armarlo, pero entonces la figura de Rosita cruzó por el pasillo, haciendo que todas esas incertidumbres se desvanecieran y que su verga fuera la que pensada. Tomás estaba embobado y caliente igual que Benjamín, quien finalmente había podido juntarse con Isidora, luego de esa tarde en donde le comió la boca. La mujer notaba como su pupilo, no prestaba atención a sus dedos y a la melodía que se apropiaba de la sala, sino al escote de su vestido.
A ella no le molestaba para nada esa osada mirada del chico, al contrario le encantaba que él la observada con deseo. Poco a poco Isidora se fue excitando, más al rememorar los dos besos que se habían dado ambos. Su respiración se fue agitando, el aire se le hacía pesado y asfixiante, su cuerpo comenzaba a sudar como si estuviera dentro de una sauna. Dejando sus dedos quietos, levantó la mirada colisionando con la de ese muchacho, que estaba más cerca de lo que pensaba.
Él lucía más varonil que nunca, ante esos ojos tembloroso, una imagen que se contractaba su con aroma a jazmín, de su juventud. El silencio opresor le daba ventaja a Benjamín, porque obligaba a la madura a tomar una decisión. Durante esos días en los que no lo había visto, pensó en usarlo para olvidarse de Bruno y ser una madre normal para él, sin embargo, en ese instante que lo tenía a centímetros, se daba cuenta que no solo ese chico la encendía y hacía que su cuerpo lo deseé, sino que ella también lo hacía.
Tal vez podía ser porque era el hijo de Tomás, quizás veía a su eterno amor no correspondido en ese joven y en sus ojos de almendra. No, definitivamente no, Tomás no tenía nada que ver en ese intenso deseo que recorría por su ser, por su piel, por su sangre, por sus pelos. Benjamín había logrado conquistarla, al darle vida de nuevo, fue el único que habló con ella y la trató con amabilidad, cuando era un cascaron sin alma. Irrumpió en su soledad, sin ningún interés por medio, más que aprender a tocar piano.
Paulatinamente fueron disminuyendo la distancia entre sus labios e inclinando levemente sus cabezas a cada costado. Sus bocas se abrieron, dejando una pequeña grita para recibir la lengua del otro, a la vez que sus ojos se cerraban. Tiernamente fueron devorándose las bocas, enganchando sus lenguas y traspasando sus fervientes salivas. Beso a beso, perdiendo la noción del tiempo, acariciando dulcemente sus cuerpos y despojándose de cada una de sus prendas.
Una vez en que ambos estaban completamente en pelotas, Isidora quedó anonadada con la polla de Benjamín. Aun cuando sintió todo su vigor frotándose contra su vulva, aquel domingo, no pensó que en verdad ese chico poseía un buen sable entre sus piernas. El muchacho fue acomodando a la mujer en el piano, dejándola recostada en este. Empezando así a explorar la piel de ella, con besos y mordiscos. Su cuello, sus brazos, su torso, sus tetas, sus muslos, sus piernas y hasta sus pies, fueron parte de ese recorrido.
Dando un denso lengüetazo al pequeño pie de la madura, Benjamín terminó con su picoteo. Aproximándose a esa vagina babeante, pasó su lengua por los labios, y su tibia respiración, le produjo una sensación electrifícate a Isidora por todo su cuerpo, erizando su piel. Ella comienza a impacientarse, por la lentitud con la que él se va allegando, mordiendo su labio inferior y arañando el frio instrumento en donde estaba reposada. Benjamín, abriendo su boca para comer ese chochito, realiza un amago, exasperando a la mujer.
Él parecía estar disfrutando de aquello, observar la impaciencia en los ojos de Isidora, por lo que volvió a besar, morder y lamer los muslos de ella. Los segundos parecían ser eternos minutos que nunca acababan, lo peor de todo no era eso, sino que empezaba a encantarle, cada trazo que hacía ese chico en su piel y a ansiar esa daga firme. Finalmente Benjamín apoyó sus labios en esa empapada vulva. Sentir el aliento del chico en su sexo, hizo que ella se arque y experimente un ligero regocijo.
–“Cómeme el coño, por favor… Hazme gemir como la perra que soy”- imploró la madre de Bruno, ante un Benjamín, que estaba jugando con su paciencia. El jovencito de 18, sacaba a relucir toda la experiencia que había obtenido con los entrenamientos que le daba su novia. A diferencia de otros, que se volverían locos al tener a una mujer como Isidora, desnuda enfrente ellos, con su vagina mojada disponible, él mantenía la calma, como si fuera un veterano en el sexo.
Dejando de torturarla, sacó la punta de su lengua y le dio una lenta lamida a la hendidura de la madura, degustando así los fluidos que salían. A comparación de los jugos de Pía María, los de esa hembra que tenía frente, eran más deliciosos, un deleite para su paladar. Sonriendo, se toma unos segundos antes de continuar, notando esa desesperación por parte de ella nuevamente. Aplicando algunas cosas de lo que había aprendido hasta ese momento con Josefina, hace volar la cabeza a la madre de Bruno, de tanto gozo con su comida de coño.
Su lengua se metía en esa vagina abandonada y exploraba sus rincones, mientras las yemas de sus dedos, rozaban ese botoncito de carne. –“Uuuuhhh… Aaaaahhh…”- exclamaba ella, maravillada con la técnica de ese joven, que no alardeaba por tenerla gimiendo como una puta. Algo que sí haría Jorge, aunque ese bribón nunca estuvo cerca de hacerla sentir tan bien, era un patán que le gustaba que se la chupen y clavarla, pero no se daba el tiempo de darle cariño a una mujer.
Benjamín no quiso meter sus dedos, porque quería dejar ese talento para otro encuentro, además no sería necesario, porque Isidora no soportó mucho y terminó convulsionando, corriéndose en la boca del chico. Su pecho se le inflama, sus piernas le temblaban y veía todo nublado. Para cuando comenzó a recobrar el conocimiento, su boca se encontraba atrapada con la de él, ese vigoroso miembro se sobaba contra su vulva y sus tetas eran amasadas por esas suaves manos.
–“Aahhh… Dios mío… ¿Cómo diablos eres tan bueno?”- preguntó la madura, abrazando a su joven amante y besándolo con fervor. Benjamín aprovechó que sus bocas estaban fundidas, para empotrar a esa hembra. A pesar de que se besaban, igualmente un quejido se le escapó a Isidora, solo tenía la punta de esa lanza dentro, sin embargo, todo su cuerpo ya se regocijaba. Él fue yendo pausadamente al interior de esa cueva fogosa que envolvía su tranca entre sus paredes húmedas.
–“Oohhh… Madre mía, que apretada que estás”- susurro el chaval intentando zambullir hasta la última pulgada de su miembro en ardiente sexo. –“E-e-e… Es muy gruesa”- dijo ella, buscando la boca de su amante, para apagar sus suspiros y no llamar la atención de los otros salones. Benjamín la besaba con mucha pasión, recordándole por momentos a Bruno, aunque prefería que su hijo se quede en el olvido, no quería recordarlo de esa manera.
Algo que ese chico se encargaría de hacer, con caricias que quemaban su piel, mientras todo se quedaba en silencio y se reducía a ellos dos. Cada beso, cada estocada, era diferente a lo que había experimentado antes, sus jadeos suaves eran estimulante para ese jovencito, que iba aumentando el ritmo de su pelvis. Picoteando su cuello, bajó hasta esos dos redondos pechos, lamiendo, fue saboreando el sudor de esa hembra y limpiando sus pecados del pasado.
Él aún creía que aquello era un sueño, que se había golpeado la cabeza de alguna manera, porque era imposible que estuviera follando a semejante mujer. Ella no creía que ese muchacho fuera tan bueno en el arte del amor, superaba con creces a cualquier chiquillo con el cual había estado, incluso era mejor que su ex marido. Sentir cada pulgada de ese robusto trozo de carne entrar y salir de su vagina, era una sensación sencillamente extraordinaria y sofocante.
Quería más y más de él, quería sentirse purificada con esa polla y que cada embestida, reescribiera en su cuerpo, composiciones. Ya no era capaz de retener sus gemidos y estos fueron aumentando de volumen, Benjamín con su aliento la abrazaba y con su boca chupaba esos pezones erguidos con delicadeza. –“¡Aaaahhh… Sí, sí, sí, sííí!…”- exclamó ella, ya sin importarle que la escucharan o los descubrieran. Se mantenía aferrada a esa delgada espalda y enloqueciendo de placer al tener sus entrañas revueltas por esa verga.
–“¡Más… Más… Más!…”- pedía Isidora con la voz fatigada, ya tan cerca del orgasmo, Benjamín también se encontraba en su clímax, por lo que bombeaba con fuerza, haciendo brincar esas firmes tetas de abajo a arriba. Cada golpe en ese útero, provocaba un espasmo en ambos y un aullido de placer. Ella no sabía decir si aquella cogida era esplendida porque el muchacho era un buen amante o porque su polla cabía perfectamente su coño, haciendo que cada embestida no sienta dolor y solo disfrute.
Sus músculos se tensaban alrededor de esa gorda verga, queriendo exprimirla, pero esa tranca no se rendiría tan fácilmente y a pesar de estar envuelta, seguía taladrando con furia. –“Dios… Me vengo, me vengo, me vengo”- expreso la mujer con su mandíbula temblando y jadeos entre medio de cada palabra. –“Yo también me corro”- respondió el jovencito, soltando su descarga de semen, en éxtasis. Los dos liberaron un fuerte grito de sus gargantas, que se hizo un solo coro, que retumbó por las paredes.
Benjamín, no paraba de soltar su leche cremosa dentro de ese acalorado coño, rebalsando la matriz de Isidora con tanto semen. Al acabar, se recostó a su lado, mirando el techo y sintiendo como todo le daba vuelta. Quería cerrar los ojos y dormir, después de esa densa corrida, pero entonces sonó su móvil, obligándolo a levantarse del piano e ir a contestar. Quien lo llamaba era su medio hermano, –“¿Pasa algo Axel?”- dijo con la voz fatigada aún y cansado.
–“¿Pasa algo? ¿En serio lo preguntas? Estoy aquí afuera del edificio esperándote, porque tenemos que ir a mi despedida de soltero”- le recriminó su hermano mayor, recordándole que no había tiempo de descanso. Apenas le cortó, Benjamín buscó su ropa que estaba tirada al lado del instrumento musical en donde había consumido su lujuriosa fantasía y rápidamente se vistió. Isidora recuperando el aliento, observó a su joven amante y le pidió que le pase su vestido.
El muchacho lo recogió junto a esa braguita que le quitó sin mucha dificultad. Al volver a contemplar ese ardiente cuerpo sudoroso, sintió unas punzadas en su miembro que regresaba a levantarse. Pese a las ganas que tenía de divertirse con esa mujer, sabía que el tiempo no lo acompañaba, así que cerró los ojos y se dio la vuelta, mientras ella, se vestía. Cuando terminó de vestirse, tomó un paño que había en la sala, para limpiar sus jugos, que había quedado en el piano y caído al suelo.
La esperma que encontraba, la tomaba entre sus dedos y se la llevaba a la boca. Sin decir una palabra, ambos salieron de ese cuarto, en donde se suponía que practicarían melodías como Clair de Lune de Claude Debussy y Morgenstemning de Edvard Grieg. Pero en vez de eso, fueron sus jadeos y gritos de placer que se apoderaron del lugar. Ya fuera del edificio, Isidora no sabía qué decir, para despedirse de ese chico, ni era capaz de mirarlo a los ojos.
Sin esperarlo, Benjamín la tomó de la cintura y enroscó su lengua con la de ella, saboreando esa candente saliva dulce, mezclada con el amarguillo de su semen. Las pupilas de la madura se hicieron enormes, intentó separarse de él al creer que era muy peligroso, sin embargo, se rindió ante esa fogosa y traviesa lengua. Al separarse, unas hilazas de babas se desprendieron de sus bocas, se miraron con una sonrisa entre sus labios y cada uno tomó su rumbo, esperando repetir lo vivido en esa sala una vez más.
En casa por mientras tanto, todas se arreglaban para ir a la despedida de soltera de Ignacia, a excepción de April. La Milf no tenía ganas de salir, tras regresar de las compras junto a su cuñada y Laura, se fue directo a su cuarto del cual no había salido. Vanessa era otra ausente, ella no había regresado de su junta con Romina. Ignacia se miraba fijamente al espejo, colocándose unos aretes de luna, ella suspira, todavía con esa idea que la inquietaba.
En el primer piso se encontraba Tomás junto a Simón, el pequeño que gateaba hacía donde su padre y de repente se paró, asombrando al hombre. Parecía querer dar sus primeros pasos, las palabras no le salían a Tomás, quien solo quería llamar a su mujer, para que bajara a presenciar ese logro de su bebé. Sin embargo, al voltear para llamarla, quedó helado al ver a Rosita, bajando las escaleras. La joven encandilaba con cualquier atuendo al padre de su medio hermano, pero en ese preciso momento abusaba de su sensualidad.
Era como si quisiera que esos ojos se deslumbraran con su preciosa figura y buscar una reacción más. Ella todavía no comprendía lo que sentía al ser devorada por ese maduro, lo normal sería sentir asco y crecer su odio contra él, sin embargo, extrañamente le gustaba tener a ese hombre embobado con su figura ébano. Bajando el último escalón, miró fijamente los ojos de Tomás, los cuales no paraban de subir y bajar como si fuera un ascensor.
–“¿Qué tal me veo?”- dijo inconscientemente, dando una vueltilla, logrando su objetivo de formar un bulto en el pantalón del maduro. Por más que él hubiera tratado de resistirse no podía, en ese vestido corto de color esmeralda la piel oscura de esa chica brillaba y su escultural silueta se marcaba. Olvidándose de su hijo menor, sus ojos solo se centraron en esas largas piernas, en esa gran cola redonda y ese par de tetas que tenía el tamaño ideal, para hacer que ese cuerpo morocho fuera perfecto.
Rosita quería negar que estaba cachonda por esas miradas obscenas, se decía a sí misma que no se había vestido así por él, pero si iba a una fiesta en donde solo habrían mujeres, para qué usar una prenda que calentaba pollas. ¿Acaso si lo hizo por él? Se cuestionó, sin entender esa atracción repentina que había comenzado a tener por ese hombre. Ella al no oír una respuesta de él, se aproximó, notando la evidente erección que tenía ese maduro por su culpa.
Ella quedó sorprendida por el tamaño, sintiendo como su vagina se humedecía más, se preguntaba si esa polla realmente era tan grande como presumía esa silueta en el pantalón. Tomás hechizado por ese descarado escote, no quitaba su mirada sobre esos melones de chocolate. Ambos se estaban calentando de más, entonces Rosita recordó a su padre y el desprecio al maduro regresó, –“Mierda, me estoy dejando engatusar por este pervertido”- dijo en sus pensamientos.
Totalmente indignada se dio la media vuelta y caminó hacía la salida, pero antes de tocar la manilla, para abrir la puerta y salir, Tomás la agarró de la cintura. Sus cuerpos estaban muy juntos, por lo que sintió ese paquete contra sus posaderas, ella intentó gritar, de darse vuelta y darle una bofetada a ese hombre, diciéndole miles de improperios. No obstante, todo esa rabieta se esfumó, cuando él al lado de su oído, le murmuro el nombre de Adara.
Sus parpados se le levantaron y su mandíbula se le cayó dejando una abertura entre sus labios gruesos, mientras una corriente pasaba por toda su anatomía. ¿Por qué él sabía ese nombre? ¿Acaso podía ser qué? No, no, no, o tal vez sí… Su cabeza era un total desorden que era incapaz de pensar o formular una idea clara. Girando su cuello, para mirarlo de frente, comenzó a recordar el aroma de esa verga blanca que se había comido hace unos días y la voz de aquel hombre.
Rosita: Tú… No…
Balbuceó confundida y el mentón tembloroso.
Tomás: Soy Maslow, mi bella Diosa ébano.
Manifestó, rozando esos carnosos labios con los que había soñado. Su voz hacía eco en la cabeza de la muchacha, ella se daba cuenta que todo ese tiempo, supo que ese hombre era aquel usuario, desde que lo escuchó a hablar, sin embargo, se negó a aceptarlo, porque era el sujeto que su padre culpaba por destruir a su familia. No podía darle la espalda a su padre, quien siempre había estado con ella, pero su cuerpo no se resistía, por eso se excitaba y no dejaba de pensar en él.
Tomás no aguantó más y la besó, atrapando esa lengüita traviesa que hace una semana, recorrió por todo su tronco, embadurnándolo con esa savia tan melosa y fresca. Ella podía haberse separado de él, no obstante, se aferró más a esa boca, porque ya no podía mentir sobre lo que quería. Las manos del maduro se deslizaban por esas curvas que lo tenían tan enloquecido, su idea era tocar ese par de senos y luego ir retirando ese trajecito lentamente, hasta dejarla desnuda.
El miedo de ser encontrados, no pasaba por sus cabezas, estaban sumergidos en su cachondez, en su apetito sexual, que los arrastraban hacer ese adulterio. Sin embargo, antes que las manos de Tomás tocaran esos melones, escuchó el llanto de Simón, alejándose automáticamente de su querida Adara, para regresar junto a su pequeño hijo. Rosita, quedó confundida, por qué él se alejaba, la tenía cómo quería, acaso pensaba que algo así podía volver a repetirse, si tan solo se quedaría hasta mañana en esa casa.
Varias preguntas rondaron en esos escuetos segundos en la cabeza de la chica, que al recordar nuevamente a su padre, se sintió fatal, por haber caído en la tentación tan fácilmente. Ella salió finalmente y se subió al coche de April, quien se lo prestó a Laura para que llevara a todas a la fiesta. Un sentimiento de culpa la torturaba y al mismo tiempo el deseo de querer entregarse a Tomás, la perturbó. ¿Qué debía hacer?, su cuerpo pedía una cosa y su mente decía otra, no estaban de acuerdo.
Por otro lado Axel en su despedida de soltero, estaba aburrido, el show que sus amigos le habían montado, no era de su agrado. Mirando a Benjamín que parecía estar fuera del universo, le pidió que lo ayudada a escapar de ahí. –“¿Qué?”- preguntó el chico desconcertado, –“Gracias, hermano”- le contestó Axel, dándole un golpe en la boca del estómago. El muchacho se retorció de dolor, –“Ay Dios, Benja. Te dije que no bebieras eso”- exclamó un Axel tratando de aguantar la risa.
–“Mejor te llevo a casa, antes de que te sientas peor”- agregó, ofreciéndole ayuda, para que se apoye. Benjamín, lo hizo y actuó como si sus tripas se estuvieran revolviendo. Sus gritos de dolor, eran tan perfectos que no sonaban exagerados y llegó a abrumar a Axel, al pensar que se había pasado con ese golpe. Pero una vez fuera del local y sin que nadie los viera, el chico paró con sus aullidos y comenzó a caminar con normalidad. –“Perdón Benja, te debo una”- dijo Axel, desordenando el pelo de su hermano.
Ambos, caminaron sin un rumbo fijo, hasta que llegaron a un pub, donde Axel entró por mero instinto, Benjamín que seguía a su hermano mayor, entró detrás de él. Al ir caminando por el lugar, los hermanos se deslumbraron por una figura preciosa que se encontraba en una mesa, bebiendo sola. –“¿Vane?”- expreso el menor, yendo corriendo hacía donde su hermana, la cual tenía sus ojos fijos en quien se encontraba en el escenario del local, tocando el piano y cantando.
–“Alexander”- murmuro Axel con ciertos celos, al ver que ellos se miraban mutuamente con complicidad. Pensó en irse de ahí, sin embargo, sus celos se hicieron más grandes, cuando Alex, mencionó que la siguiente canción se la dedicaba a Vanessa. Acercándose a la mesa en donde se encontraba su medio hermano y media hermana, se perdió más en esos labios que habían sido suyos más de una ocasión. Colocándose frente a la chica a propósito, para que no mirada a Alexander, se sienta en la silla con evidente molestia.
Axel: ¿Qué haces aquí?
Vanessa: (Ríe) Eso debería preguntártelo yo, no se supone que hoy era tu despedida de soltero.
Dijo, sintiendo como su corazón se le aceleraba y no podía ocultar su sonrisilla de felicidad.
Axel: Me aburrí.
Vanessa: Me lo imaginaba, nunca te han gustado las fiestas. No es lo tuyo, aun así debo darte crédito por haberlo intentado.
Axel: Gracias… Por cierto, por qué estás con ese idiota.
Apuntando a Alexander, quien desde el escenario, parecía estar disfrutando de lo que observaba.
Vanessa: Es mi amigo, no veo motivo para no salir con él.
Benjamín: Dios, yo quiero tocar el piano así, para asombrarla.
Dijo totalmente ajeno a la conversación de sus hermanos. Ellos lo miraron y soltaron una carcajada por su comentario. Sin quererlo Benjamín había logrado que esa tensión entre Axel y Vanessa desapareciera, ellos al mirarse nuevamente, ya no lo hicieron como medios hermanos. Las risas continuaron por unos minutos, en donde hubo pequeñas caricias entre sus manos y piropos, hasta sus muecas se hicieron diferentes, parecía que el universo solo se había reducido en ellos dos.
De pronto, Alexander comenzó a tocar una canción bastante peculiar, una que Axel y Vanessa conocían perfectamente. Cuando la rubia cumplió los 18, ella estaba saliendo con un sujeto que jamás le agradó a Axel, solo verlo le producía un dolor de estómago y repulsión. Era el típico tío que se hacía el chulo y alardeaba más de la cuenta, nunca fue considerado con Vanessa, ya que ese día ni siquiera le llevó un regalo. Tampoco ocultaba sus lujuriosas miradas hacía April, aunque extrañamente temblaba cuando veía a Tomás.
Había escuchado que su padre tuvo una conversación cara a cara con ese tipo, en donde le dejó claro, que si lastimaba a Vanessa, se prepare a las consecuencias. Pero solo fue un rumor que oyó ahí, en realidad dudaba que su padre haya hecho eso, aunque sí pudo tener una charla con él, en donde quizás lo intimidó con su seriedad. Aquella noche estaban haciendo karaokes, él se alejó de todos, pues se sentía incómodo al estar con tanta gente a su alrededor, bebiendo o haciendo el ridículo.
Al minuto de haber salido a tomar aire, Vanessa apareció detrás de él y lo abrazó, apoyando todo el peso de sus senos. Sentir su cálida presencia y su voluptuosa figura pegada en él, le levantó más que los ánimos. Su verga se puso tiesa, más al apreciar esa cara tan angelical y esa bella sonrisa en esos labios finos pero coquetos. Sin decirse nada, el uno al otro, escucharon que April y Tomás, se colocaron a cantar, Just Give Me a Reason, la misma que Alexander interpretaba en ese minuto.
Estuvieron a nada de dejarse llevar por sus impulsos y besarse, sin embargo, fueron interrumpidos justo cuando sus labios se rozaban. La nostalgia de esa noche y el deseo que fluyó entre ambos, recorrían como una punzada eléctrica por sus cuerpos. Benjamín que no dejaba de flipar con el talento de Alexander, se percató que él tenía una sonrisa en su rostro y sus ojos clavados hacían sus hermanos, él al mirarlos, se dio cuenta de las ganas que se tenían el uno al otro.
El coro resonó por sus cabezas, ambos sabían lo que querían, pero ninguno se atrevía a dar ese paso. Hasta que Alexander bajó del escenario y se acercó a ellos, con una botella de vodka. Él les dijo que podían irse a charlar a otro lugar, que él se haría cargo de Benjamín y lo llevaría a casa. Esas palabras le dieron el valor a la rubia, quien levantándose del asiento, tomó de la mano a su eterno amor. Axel siguió a su media hermana, sin sospechar hacían a dónde se dirigirían, menos lo que pasaría en ese lugar.
Cada vez que preguntaba algo relacionado a esto, la muchacha le respondía que sea paciente que pronto iba a entender hacía dónde se dirigían. Cuando estaban parados afuera de un hotel, el joven quedó en silencio y vagamente comenzó a tener unos recuerdos. No podía olvidar aquel lugar, ahí fue cuando su primera novia rechazó tener relaciones sexuales con él, porque su polla era muy gruesa y temía resultar lastimada, pero no solo albergaba esa historia, ese hotel.
No, en él había un evento más, uno que Axel añoraba mucho al igual que Vanessa, pues fue en ese lugar en dónde él y ella se besaron por primera vez. Aunque había pasado los años, sus labios aún sentían esos mordisqueos de su media hermana, su lengua envolviéndose con la de ella y el sentimiento de culpa por estar haciendo algo que no era correcto, pero a la vez que era muy cachondo. La muchacha pega sus senos en la espalda de su medio hermano y le susurra suavemente en el oído.
Vanessa: Recuerdas este lugar, ¿verdad? Estoy muy segura que no lo has olvidado, he decidido venir aquí, para hacer lo que no hicimos aquella tarde.
Axel: Va-Vanessa.
Tartamudeó el joven.
Vanessa: Ssshhhh... No digas nada, tómalo como tu regalo de boda adelantado.
Ambos entraron al edificio, la muchacha pidió un cuarto y tomándole la mano a su medio hermano, camina a la habitación con un sentimiento de adrenalina y nostalgia. Axel al recorrer el pasillo del hotel, empezó a recordar todo perfectamente, la primera vez que estuvieron ahí, practicaron unos besos, sin que nadie los juzgara. La segunda vez fue cuando su novia lo rechazó, él llamo a Vanessa, la joven no tardó en llegar y al verlo triste y frustrado, sintió una gran impotencia por no poder pensar en algo para animarlo, pero una leve charla fue suficiente para que él deje de estar desanimado.
Después comenzaron hacerse cosquilla y entre juegos, ambos ya se miraban de otra manera, poco a poco iniciaban a sentir una atracción mutua. Aquella que siempre estuvo, desde muy niños y habían estado reprimiendo sus deseos desde entonces. Ellos se volvieron muy cercanos, tanto que parecían una pareja. Vanessa sufrió mucho cuando Axel le dijo que estaba con alguien, aunque entendió que era algo normal, porque ellos no podían ser más que hermanos, mismo sufrimiento que experimentaba ahora que él estaba a punto de casarse con otra.
Entran a la habitación y era la misma de aquella tarde en donde ella quedo encima de él, sus cuerpos calientes parecían irse fundiéndose y sus respiraciones solo aceleraban al igual que los latidos de sus corazones. Vanessa replicando lo mismo de aquel día, terminando encima de su medio hermano y apreciando su rostro ya más maduro.
Vanessa: Aquel día, estábamos en esta posición, ¿verdad?
Axel: Sí... Yo tenía mis manos en tu espalda y las tuyas estaban entre mis costillas.
Vanessa: Luego tus manos fueron bajando lentamente hacía mis glúteos y me agarraste firmemente el culo.
Axel imita aquello, sus manos se deslizaron lentamente por la espalda de su media hermana, hasta llegar a esa colita maciza y la aprieta fuertemente. Ella suelta un tierno suspiro, exactamente igual a la de esa tarde. El muchacho baja su mirada y observa esos senos. En ese tiempo ya eran grandes, al grado de que enloquecían a Axel, no obstante, en ese instante, esas tetas lucían más gordas. Él volvió a levantar la mirada y sintió como su verga golpeó el vientre de ella.
Vanessa: Veo que estás muy ansioso... Me alegro que no hayas olvidado lo que significa para nosotros esta habitación.
Axel: Jamás voy a olvidarlo hermana... Esta habitación fue testigo de nuestro primer beso y el inicio de nuestra relación incestuosa.
Vanessa: (Ríe) Axel, solo nos dimos un par de besos. Nuestra relación incestuosa inició en la casa de esa maldita puta a la que elegiste como esposa.
Axel: Aunque solo fueran besos, hicimos algo prohibido, hermana.
Vanessa: (Sonríe) Tienes razón, pero ahora sí que haremos algo muy prohibido y que está mal visto.
Axel: (Sonríe) Y lo seguiremos haciendo.
Aquellas palabras emocionaron a Vanessa, era lo que quería oír, aunque su padre comenzó a ser una obsesión para ella, Axel siempre estuvo sobre esa obsesión y de cualquier hombre. Los labios de ellas rozaron los de él y nuevamente el joven fue recordando lo que vivió en ese cuarto. Aquel día, ambos se quedaron mirando con cierta ternura, con miedo y deseo, sin saber lo que significaría lo que estaban por hacer, cerraron sus ojos y sus labios se juntaron.
Con timidez fueron abriendo sus bocas y sus lenguas comenzaron a tocarse hasta engancharse. Igual a ese día, ellos intercambiaban salivas y sentían la calidez en su beso, aunque esta vez no se detuvieron y se apartaron con vergüenza, sino que continuaron y se fueron desvistiendo. Mientras tanto, Ignacia se encontraba en su despedida de soltera, la culoncita reflejaba un rostro de decepción y aburrimiento.
Esperaba algo más divertido, una fiesta más alocada, no con los típicos bailarines fornidos, que solían haber en esas fiestas, y con los cuales algunas de sus invitadas estaban coqueteando y jugando. Sentía que las mujeres que se encontraban ahí, no habían a la fiesta por ella, sino para saciar sus obscenos deseos y sacarse las mascaras de mojigatas. Ella intercambió miradas con su gemela, Josefina supo que su hermana quería hablar con ella, así que se acercó y ambas salieron, con la excusa que fumarían unos cigarrillos.
Josefina: ¿Pasa algo hermana?
Ignacia: Josefina, ¿qué mierda es esto? Se supone que estabas a cargo de mi despedida de soltera, que ibas hacer la mejor fiesta, una noche de chicas, pero en su lugar solo hay tipas ridículas que ni siquiera conozco, devorando a esos muchachos con la mirada.
Josefina: Lo sé, lo sé, lo sé... Sé que te prometí una gran despedida de soltera, pero todo se fue al carajo a última hora. Tu querida suegra y su sobrina metieron sus narices, cambiándome todo lo que tenía planificado, llamaron a esos bailarines e invitaron a esas tías patéticas.
Ignacia: (Suspira) Ya me había percatado anoche que era una guarra esa señora, lo peor es que April no vino, porque por lo menos ella haría algo divertido, como sacarnos de esta boba fiesta y pasemos una noche de hermanas.
Josefina: Sí, es una lástima que April no haya podido venir, aunque creo que Diana lo está gozando allá dentro.
Dijo riendo.
Ignacia: Por lo menos una de nosotras que se divierte, pero yo no quiero seguir viendo este penoso espectáculo, que si hubiera un madurito entre esos bailarines, tal vez me quedaba una hora más. Aunque el problema es que dudo que mi suegra, me deje ir tan fácilmente.
Josefina: ¿Entonces qué harás?
Ignacia: ¿Qué haremos? Debería ser tu pregunta y la respuesta es sencilla, tú te vas a hacer pasar por mí.
Josefina: (Sonríe) No andamos vestidas iguales y yo no tengo un anillo.
Ignacia: Para eso podemos ir al baño, nos cambiamos de ropa y te doy mi anillo.
Josefina: ¿Qué vas hacer una vez que te vayas de aquí?
Ignacia: No lo sé... Tengo planeado regresar a casa, pero como seré Josefina por unas horas, tal vez pase a divertirme en algún lugar.
Expreso con un tono coqueto, aunque era evidente que se trataba de una ironía.
Josefina: (Ríe) Finalmente vuelves a ser tú, hermana.
Ignacia: Ya quisieras que volviera a ser esa putita.
Josefina e Ignacia continuaron hablando mientras se dirigían al baño, en dónde intercambiaron de ropa y de roles. La culoncita ahora fingiendo ser su gemela, se despide de todas, argumentando que tenía un asunto al cual atender. Josefina no lograba contener la risa, principalmente porque su hermana actuaba muy bien de ella, al verla irse, siente un pequeño cosquilleo en su interior, evocando aquel día en donde fingió ser Ignacia y le coqueteo a Axel, sin saber ese perverso juego terminaría escribiendo una gran historia.
Luego de unos largos besos apasionados, Vanessa desabrochó el pantalón del muchacho y comenzó a chupar su verga. Ella sabía perfectamente cómo complacer a su medio hermano. Su lengua recorría hasta el último centímetro de ese tronco, dejándolo completamente húmedo, se lo tragaba y su lengua seguía moviéndose. La mamada de Vanessa hacía que Axel se quejara de placer y desee que aquello nunca acabe.
Ella extrañaba el sabor tan intenso de la verga de Axel, la cual parecía estar derritiéndose en su abrasadora boca. Relamiéndose, ve cómo ese tronco estaba totalmente embadurnado y esas bolas lucían como dos caramelos. Al igual que una felina que se echa a jugar con una pelota, ella tomó entre sus dedos los testículos de su hermano y comenzó a saborearlos, dibujando en círculo. Una de las manos de la rubia pasó a sostener esa enorme estaca y con suavidad fue pajeándola, mientras su boca chupaba los huevos.
–“¡Diooosss!”- exclamó en voz baja Axel, con los ojos cerrado y echando su cabeza hacia atrás. Vanessa tan traviesa como siempre, paró de comerle los huevos a su medio hermano y soltó esa polla palpitante de su mano. Él la miró con exasperación y casi llorando le imploró para que continuara, pero la muchacha se tomó su tiempo. Era obvio que no dejaría todo eso sin concluir, pero quería divertirse. Reclinando la yema de su dedo pulgar encima del glande de su hermano, recogió el líquido preseminal, el cual llevó a su boca.
Lo saboreó con lentitud y mostrándole a Axel una cara coqueta. Esos labios parecían ser más grandes de lo que eran y el chico solo quería ser envuelto nuevamente por ellos. Sin quitar su sonrisa juguetona, ella retomó la comida de huevos de nuevo. Mordiéndose los labios, Axel callaba lo que más podía sus bufidos, que parecían exageradamente altos. Esa lengua se pasó por el tallo de su pene venoso y robusto, dando tiernos lengüetazos, hasta llegar a su cabeza temblorosa.
Axel con mucho esfuerzo contemplaba como su querida hermana, volvía a tragarse su sable, hasta desaparecerlo en su boca. –“Dios mío, Dios mío, Dios mío, Dios mío”- era lo único que decía, con sus piernas temblorosa y prácticamente a nada de soltar su semen. No obstante, una vez más Vanessa lo dejaba con las ganas, al dejar de mamar y quedarse quita con cara de niña buena, mirándolo como si no supiera lo que estaban haciendo.
–“Oh, vamos Vane… No seas así de mala conmigo”- manifestó, esperando que esa chica dejara de jugar con él. Vanessa rio escuetamente, antes de allegarse una vez más a ese vigoroso mástil que chorreaba por la punta esa viscosa salsa que ella consideraba tan deliciosa. –“Te mereces que te castigue así. Porque fuiste muy malo conmigo y lo sabes”- expreso la rubia, rodeándole la tranca con sus enormes tetas y acomodándose el cabello.
–“Perdón”- salió de la boca del muchacho, asombrando a Vanessa, –“Creí que era lo mejor para ti, pero claramente no lo fue y solo te hice más daño de lo que quería evitar”- asevero, haciendo que su hermana se sintiera feliz. Ella apretando con sus senos el pene de su hermano, empezó a pajearlo. –“Dime hermanito, ¿te gusto volver a sentir mi boca sobre tu verga? Porque a mí me fascinó comerte otra vez la polla”- confeso sonriendo.
–“Oooohhh... Sí... Sííí... Me gusto tu boquita...”- balbuceo él, disfrutando de esa rusa que le regalaba su hermana con sus suaves y grandes atributos. –“Que bien, porque di mi mejor esfuerzo”- murmuró, atrapando el glande entre sus labios y pincelando, hasta que depositó toda su descarga, en su garganta. Axel se agarró de las sabanas y aulló tan fuerte que se oyó fuera del edificio. La rubia por su parte, se tragó toda la leche que le había dado y su vagina se empapo enteramente.
Pasaron unos minutos, en donde ambos se besaron apasionadamente y sus caricias encendían sus cuerpos todavía más. Sus lenguas se enroscaban con ternura y a la vez se despellejaban con el anhelo de que esa relación prohibida no terminará. Vanessa al observar esa brillante verga recta una vez más, la tomó entre sus suaves dedos, a la vez que se acomodaba para montarla y aprisionar entre sus paredes vaginales. Estaba tan ansiosa de volver a ser la mujer de su hermano que sus piernas le temblaban.
Axel la ayudó sujetándola de la cintura y paulatinamente ella fue descendiendo. El roce de sus sexos, fue algo que los llenó de júbilo a los dos. Vanessa apoyó una de sus manos en el hombro de él y mordiendo sus labios, se clavó la punta de esa daga. –“¡Uuuuuuufff!”- bramo arqueando su espalda del gozo que recorría por su cuerpo. Antes de continuar, Axel espero que Vanessa lo mirada, quería ver esos ojos azules, justo cuando sus cuerpos se acoplaban en uno.
Ella lo miró y se acercó a sus labios para intercambiar salivas, a la vez que abrazaba con fuerza ese tronco empinado con su coñito. Poco a poco, el miembro del joven invadía el cálido interior de su hermana, bañándose con los jugos. –“¡Aaahh!… Y pensar que hace 3 años, en esta misma habitación pude ser tu primera vez”- murmuro, mordiéndole el cuello y moviendo sus caderas a un ritmo lento pero que iba en aumento. Axel notaba cómo su polla experimentaba espasmo en ese estrecho y acalorado chocho, que lo apresaba con sus músculos.
–“¡Uuuhhgg!… T-tú… Fuiste mi primer beso, mi primera paja y si bien no fuiste mi primera vez, eres y serás mi primer amor”- declaró el joven, trasladando sus manos hacía los redondos glúteos de su hermana. Sus respiraciones se intensificaron, al igual que sus jadeos. Cuando los testículos del chico chocaron contra la pelvis de su hermana, ambos temblaron. Sus bocas volvían a encontrarse y apaciguaban sus gemidos, mientras ella se movía frenéticamente.
Axel se rendía ante el coño de su hermana, que era sencillamente asombroso, tanto que quería pasar toda la noche follando con ella. Sus manos no se movían de ese culito, se mantenían firme en él, mientras empalaba con sutiles pero profundas estocadas el coñito de Vanessa, que no aflojaba en su estrechez. La rubia jalaba el cabello de su hermano, en señal que disfrutaba de esas embestidas que complementaban su danza. Recuperando el aliento, intercambian miradas y dejan que sus sexos hablen.
No había nada que las palabras pudieran expresar mejor que esa forma de satisfacer sus deseos incestuosos. Cada caricia, cada penetración, cada beso, era un verso más para la carta de amor que los dos escribían. Sus lenguas batallaban lujuriosamente, la joven rubia estaba llegando a su límite, al igual que él. Axel suelta unos pequeños suspiros y lleva sus manos hacía los atributos de su hermana, jugando con esas tetas, las aprieta y pellizca los pezones.
Vanessa chillo, brincando cada vez más acelerada sobre esa tranca que palpitaba, a nada de estallar. Ella no aguantó más y se retorció de placer, corriéndose, Axel sin controlar esos bombeos, igual terminó acabando. –“Te amo, Vanessa”- susurro él, besándola sin dejar de rellenar la matriz de su hermana. –“Y yo a ti”- contesto la rubia con la voz entrecortada y pasando sus manos en la cara de su hermano. Recostándose en la cama, siguieron besándose, hasta quedarse dormidos.
Viernes
Axel al despertarse miró con una sonrisa hacía su costado, comprobando que Vanessa ya no estaba. Su sonrisa se desvaneció, no sabía cómo tomar aquello, imaginaba que era lo correcto, de seguro ella volvió a casa y actuarían como que no pasó nada entre ellos, pero a escondidas, se amarían igual que esa noche que acababan de pasar. Después de bañarse, se vistió y salió del cuarto. Era momento para prepararse para su boda, de seguro todos ya lo hacían en casa.
Justo en la salida del hotel, observa una silueta conocida, era Alexander, quien fumaba y parecía estar esperándolo. –“¿Tú qué haces aquí?”- preguntó de mala gana, –“Jugando a ser cupido y hada madrina”- respondió el joven rubio, con una escueta risa. –“Alexander, si buscas a Vanessa, déjame decirte que ella ya no está aquí”- expreso Axel sin querer ocultar lo que pasó entre él y su media hermana, quería dejarle en claro al rubio, que el amor de ella le pertenecía a él.
Alexander: Lo sé, ella está en el aeropuerto ahora. A punto de tomar un vuelo a Londres.
Contesto sin inmutarse, dejando a Axel desconcertado.
Axel: ¿Un vuelo a Londres? ¿Vanessa por qué va ir a Londres?
Alexander: Ja… Ya sabía yo que tú eres el más lerdo de todos los hermanos, hasta Simón es más audaz.
Comentó riéndose, provocando que Axel se irrite y se abalance contra él, agarrándolo desde su camisa y pegándolo contra la pared.
Alexander: Tranquilo pequeño sabueso, no estoy aquí para mofarme de tu escasa inteligencia. No, claro que no, yo quiero ayudarte, pero si me pones una mano encima, vas a elegir la muerte porque no voy a tener piedad contra ti.
A pesar de que le hervía la sangre, Axel, lo suelta. Él comprendía que la diferencia entre ambos en un combate cuerpo a cuerpo, era evidente. Alexander le daría una paliza sin mucho esfuerzo, porque llevaba años peleando callejeramente.
Alexander: Bien, así me gusta mi cachorrito. Ahora vamos por tu hermana… Quiero decir, por la chica que realmente amas.
Ellos se suben a un coche, en donde Alexander con total confianza apoyó sus pies en el asiento de adelante, mientras encendía un cigarrillo. Fumando, se da cuenta que Axel lo observaba algo nervioso, –“No debes explicarme nada, a diferencia de los demás mortales, estoy acostumbrado a ver incesto, en mi familia es muy común”- declaró con total serenidad, –“Lo que no era común es el amor que si hay entre ustedes dos, en mi familia todos se acuestan y tienen orgias por beneficios”- añadió mirándolo a los ojos.
–“Las mujeres ven a los hombres como cajeros automáticos y los hombres a las mujeres como putas. Y luego estoy yo, el bicho raro de una familia de locos”- concluyó con una carcajada y echando una gran nube de humo de su boca. –“No debería referirse así de su familia, señorito Alexander”- dijo el chofer, ocasionando otra carcajada en el rubio.
Alexander: Richie, si vas a seguir llamándome señorito, no vas a durar ni un día como mi chofer.
Richie: Señorito, le recuerdo que usted no me contrató, ni pega. Estoy aquí por voluntad propia, así que no puede despedirme.
Alexander: Es verdad. ¿Puedes creer que este viejo imbécil renunció a ser el lame botas de mi padre porque ya no sería mi niñera?, supongo que alguien llamaría eso lealtad, pero para mí no es más que una idiotez. Porque no vale la pena que siga perdiendo su tiempo en mí.
Axel completamente absorto en sus pensamientos, ignoraba la conversación de ellos dos y se preguntaba por el amor. Nuevamente esa palabra rondaba por la cabeza del muchacho, preguntándose qué era lo que sentía por Ignacia. ¿No era amor? No, no, claro que si era amor, amaba tanto a la culoncita como a su hermana. Podía soñar imbécil y hasta arrogante, el decir que no era capaz de elegir a una de ellas, pero era verdad, las dos tenían una parte de su corazón.
Al llegar al aeropuerto, Alexander mira la hora, –“Mierda. Richie te dije que debías conducir rápido. Por suerte siempre tengo un plan b”- expreso, sacándose la gabardina y colocándose una chaqueta de piloto, para luego tomar un maletín y salir del coche. –“Voy a ganar tiempo, así que procura tú encontrar entre todo el caos a Vanessa”- afirmo con una sonrisa. Axel quedó intrigado a esas palabras y se quedó mirando atentamente al andar de Alex.
Su rostro serio, pasaría a ser a uno de vergüenza, cuando contempló que el brillante plan de Alexander era gritar que había una bomba. –“¡¿Ese es el brillante plan de este loco de mierda?!”- exclamo cabreado y olvidándose de Vanessa. –“Puede que parezca lamentable, pero va a lograr su objetivo, que es llamar la atención y retrasar los vuelos. Así que usted debería aprovechar a ir por su hermana”- manifestó Richie, recordándole a Axel su objetivo.
Saliendo del coche, fue corriendo tras Vanessa, sin saber a dónde ir o qué vuelo iba a tomar, solo siguió sus instintos. Al mismo tiempo que la buscaba, pensaba en las palabras que le iba a decir. Ella se encontraba sentada, con una pequeña maleta que había ido a recoger en la casa. No se había despedido de nadie, ni fue capaz de confesarle a su padre que se iba, aun dudaba en tomar ese vuelo, pues ya había llamado para que se embarquen y ella aun no lo hacía.
En eso, una sombra se le pone de frente, levantando su mirada, se da cuenta que era Axel, quien jadeaba de cansancio. –“No te puedes ir, después de lo hicimos. Sé que es egoísta de mi parte pedirte que te quedes, pero si tú te vas, yo voy detrás de ti, porque no me imagino mi vida sin ti…”-, Vanessa quería sonreír, sin embargo, no podía y de sus ojos brotaban unas lágrimas. Aun cuando oía que su medio hermano, la estaba eligiendo a ella en vez de Ignacia, no podía aceptarlo.
Vanessa: Pe-pero A-Axel… ¿Ignacia qué?
Axel: Hablaré con ella, le diré lo que siento. La amo tanto como a ti, pero si debo elegir a una, me quedo contigo. Sé que el mundo nos va a juzgar, sin embargo, yo ya no puedo hacerme el ciego e ignorar lo que siento por ti Vanessa. Y sé que Astrid será feliz al oír nuestra historia.
Vanessa: ¿Astrid?
Axel: (Sonríe) Nuestra Princesita.
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El próximo capítulo finalmente es la boda. Pido perdón si he alargado de más esta historia y muchas gracias por leer.
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