“Amantes especiales”
Capítulo 1: http://www.poringa.net/posts/relatos/5023614/Confesiones-ardientes.html
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Romina: ¿Alexander? ¿Me puedes explicar quién es Alexander?
Interrogó Romina curiosa por ese nombre, sin percatarse que al moverse con tanta prisa, sus senos rebotaron más de la cuenta, hechizando hasta el hombre más inocente y haciendo que su vestido se bajé ligeramente, mostrando algo más de lo normal.
Romina: No es tu novio, ¿verdad?
Yo: No, claro que no. Es solo un amigo.
Romina: ¿Solo eso?
Consultó levantando una de sus cejas con intriga.
Yo: Sí, solo eso. Alexander al igual que Bruno fue un paciente de papá, de hecho ambos tiene bastante cosas en común, aunque la historia de Alex es más trágica.
Romina: ¿Trágica?
Yo: Él se enamoró de una chica, tenían planes de irse a vivir lejos, a otro país, de formar una familia y casarse, pero todo acabó cuando repentinamente ella murió. Desde entonces, Alexander es alguien especial, digamos que es muy frio y no sabe tratar con las mujeres, a excepción de Bella, su amiga, mamá y yo.
Romina: Ya veo. Y… ¿está bueno?
Yo: ¡¿Romina cómo me consultas eso?!
Dije sobresaltada, olvidándome que también poseo pechos grandes y que el más mínimo movimiento, llamaría la atención.
Romina: Solo tengo curiosidad, sin embargo, por tu reacción, ya sé que sí.
Respondió, mordiéndose los labios de manera puerca.
Yo: Pensé que Eduardo era tu amor de la vida, pero ya veo que ni eso, evita que desees a otros, puta.
Romina: Oye, no me insultes gratuitamente. Ya te dije, solo era curiosidad, además que esté con Eduardo, no significa que no pueda decirle a un hombre que es guapo o no.
Yo: Pero lo haces de manera muy guarra.
Romina: Solo era para molestarte, así que no te preocupes, no voy a ponerle un dedo encima a tu querido amigo.
Yo: Bueno, ahora me vas a explicar lo de tu anillo.
Romina: Ah, esta hermosura. Claro, pero como te dije, no te hagas muchas ilusiones, no es nada especial, pero para no dejarte con alguna intriga de contaré cómo llegó a mi mano.
Estaba totalmente intrigada con esa historia, no sabía por qué, pero algo me decía que aquello podría hacer que cambie de idea sobre mi futuro, por lo menos me lo replanteada. De acuerdo a Romi, todo empezó tras la llegada de Emma a la casa de Eduardo y presentarse como su hija. Esa noche ella no pudo dormir con normalidad, pues cada vez que cerraba los ojos, se imaginaba a Eduardo, apartándola de su lado. Era un pensamiento tonto, pero totalmente comprensible, ya que ella temía que aquel hombre que amaba y con el que estaba siendo feliz, iba a cambiar y preferir a su hija sobre ella.
Romi mejor que nadie conocía el lado paterno de Eduardo, sabía que no le iba a ser complicado a él tomar un rol de padre, si prácticamente fue el suyo. Pero en cambio ella, seguía siendo una chavala que no se había planteado tener hijos, quizás en un momento de morbo lo pensó, sin embargo, más allá de ese pensamiento, nunca sintió que quería ser madre, por lo menos en ese instante no. Así que no era la mejor pareja para transformase en la madre de la repentina hija de su querido Eduardo.
Sabía que era ridículo, pensar que Eduardo la dejaría o la haría aun lado por no cumplir este requisito. En primer lugar, por qué él buscaría una madre, para una jovencita de 18 años, asimismo, Emma ya tenía una madre, y esa era Isidora. Por más que estuviera dolida o enojada con esa mujer, no cambiaría el cariño que sentía por ella, después de todo fue quien la crio. Por último si la muchacha tenía que buscar cobijo en brazos femeninos estaba Vicky, a la cual ya conocía y se llevaba bien.
Pesé a saber todo eso, había algo que no dejaba dormir tranquila a Romina, y por más que lo pensaba, no daba con la respuesta. Las manecillas del reloj avanzaron, mientras mi amiga se daba vueltas en su cama. Su pijama estaba pegado a su cuerpo por el sudor y con todos esos pensamientos que la agobiaban, decidió levantarse para refrescarse. Bajó las escaleras y se dirigió a la cocina, por un vaso de agua, ahí se mantuvo por cerca de unos 30 minutos, preguntándose, qué era lo que le molestaba de Emma.
Hasta que finalmente dio con la respuesta, temía que Emma, no viera a Eduardo como un padre, sino como un hombre, al que podía seducir y hacerlo suyo. La idea de enfrentarse a Emma por el amor de Eduardo, la aterraba, porque se sentía realmente en desventaja, ya que aquella muchacha tenía un mejor escenario para engatusarlo y terminar haciendo que él, se decida por ella. Romina suspiró y dejó de ser paranoica por unos segundos, al decirse que eso sería una locura.
Mi amiga mencionó que, hasta se rio en voz baja por haber pensado en aquello, no obstante, todos sus temores regresaron, cuando subió las escaleras y observó que Emma salía de su cuarto para irse donde Eduardo. Un escalofrío recorrió todo su cuerpo, entumeciéndolo. Quería moverse e ir tras de ella, pero sus pies parecían estar sujetadas por unas frías manos, tampoco le salía el habla, ni siquiera para sollozar, solo le quedó torturarse por su imaginación.
Detrás de esa puerta a la que contemplaba en la penumbra de la madrugada, pensaba que se estaba desatando una juerga de pasión. La imagen de que padre e hija, se devoraban las bocas enardecidamente, mientras sus pieles desnudas se rozaban, retumbó en su cabeza. Las lágrimas fluyeron de sus parpados, al dar por hecho que en ese minuto, Eduardo le juraba amor eterno a Emma, le decía que desde esa noche él la elegía como su mujer y que escribirían una historia juntos.
Cuando Romina me estaba relatando aquello, empaticé con ella, ya que yo también sufrí episodios de psicosis. En mi caso se relacionaba con papá, si bien él era una obsesión para mí, a diferencia de lo que Eduardo significaba para ella, muchas veces al igual que mi amiga, temí que otra usurpara de mi lugar o me quitara el cariño de él. Romi continuó diciendo que tras imaginar a Eduardo follando con Emma, pudo despegar sus pies del suelo, sin embargo, en vez de ir a ver qué hacían ellos, prefirió irse a su cuarto.
Ahí lloró libremente, queriendo olvidarse de esas imágenes que ella misma había creado en su mente. De tanto gimotear, terminó durmiendo. En sus sueños por lo menos, tuvo paz y no siguió atormentándose con esa idea. Vicky la fue a despertar, después de tonar su ausencia casi toda la mañana, la mujer por lo visto, se percató casi inmediatamente que algo agobiaba a mi amiga, pues, luego de despertarla y ver que tenía sus ojos algo hinchados, le consultó si había ocurrido algo o tenía un problema.
Romina en vez de hablar de lo que sentía, prefirió callar y decirle a Victoria, que no le pasaba nada. La mujer no quiso insistir y le dijo que la estaría esperando en el comedor con el desayuno servido. Ella se levantó, tomó una ducha y luego bajó. Mientras caminaba al comedor el nerviosismo en ella fue incrementando, porque no sabía cómo iba a poder mirar a Emma, sin sentir celos, angustia y enojo. Sin embargo, cuando llegó a la mesa, solo vio a Vicky, la cual la estaba esperando con un buen banquete.
Tras comer, Victoria se le acercó y la abrazó, para preguntarle nuevamente si algo la estaba molestando, ya que la notaba alicaída. Romina pudo haber zanjado el asunto que la abrumaba en ese instante y haberse ahorrado horas de tristeza, pero como si un nudo le impidiera hablar, una vez más guardó silencio. El desconocer las verdaderas intenciones de Emma, la estaba agobiando y hacer que perdiera la cabeza, creyendo cosas que no eran realmente.
Todo empeoró cuando los vio llegar a ambos de la mano y risueños. La falta de madurez de mi amiga, era otro factor que prolongaba el problema. Esos celos de niña pequeña, eran evidentes, pero ella se negaba a verlos, al igual que Eduardo, que ignoraba por completo lo que le estaba ocurriendo a Romi. Realmente comencé a sentirme apenada al ir escuchando el relato de mi amiga, porque si yo hubiese estado a su lado en esos momentos, la hubiera ayudado a aclarar todo de inmediato.
Poco a poco fue distanciándose del hombre que ella amaba y por el que había luchado, solo por un malentendido. Admitió que las primeras noches fueron muy duras, ya que estaba acostumbrada a dormir junto a él, a recibir sus acaricias, a escuchar su voz cerca de su oído y a sus besos. Todo eso lo estaba recibiendo ahora otra, era la idea que daba por hecho, sin ni siquiera tener pruebas al respecto. Una tarde, tras haber salido de compras, toda esa tristeza que estaba oprimiendo no la pudo ocultar más.
Esto debido a que al regresar a la casa, se encontró con un escenario al que llamó devastador. Apenas dio un paso dentro de esta, comenzó a escuchar unos gemidos, los cuales ignoró por unos instantes al estar tan absorta en su sufrimiento, no obstante a medida que iba subiendo las escaleras, esos jadeos se intensificaron y ya no pasaban ocultos. Estaban cogiendo en ese preciso minuto y no podían ser otros que Eduardo y Emma, pensó equivocadamente mi amiga.
La desesperación y la angustia se apoderaron de Romi, ella nuevamente tenía la oportunidad de acabar con ese calvario que estaba viviendo y quería hacerlo, pero algo la retenía y era el mismo miedo. El miedo de perder a alguien que amas con todo el corazón, el miedo de saber que todas tus sospechas eran ciertas y pasarías a ser relegada, eran las sombras que no permitían que Romina diera un paso al frente y terminara con toda esa tortura que se estaba haciendo.
–“Uuuggghhfff”- bufaban a metros de Romina, –“Uuuhhh… Sííiiii…”- oyó de una voz dulce, creyendo que era la de Emma. Esos quejidos se fueron haciendo cada vez más y más fuertes, no había duda que detrás de esa puerta que mi amiga observaba con terror, se estaban pegando un buen polvo. El azote de sus cuerpos en esa danza de placer y lujuria era otro ruido que se intensificó, pasaban por las paredes hasta llegar a los tímpanos de una perturbada Romina.
–“¡Más, más, más, más!…”- exclamó la voz femenina con furor y agitada. Finalmente, Eduardo habló, haciendo que el corazón de Romi, que tenía aun la leve esperanza que él no estuviera cogiendo en su habitación se quebrada. –“Uufff… Que cuerpo más maravilloso tienes, nena”- escuchó, botando un sinfín de lágrimas. El deseo prohibido entre un padre y una hija, era algo especial, un sentimiento único, mezclado entre la perversión y el amor inocente que se forjaba por los años.
Yo mejor que nadie podía entender eso, pero escucharla de la boca de mi amiga, me hizo temblar de gusto. Por un tiempo me consideré una bicha rara por tener una obsesión por mi padre, y mirarlo con ojos lujuriosos. Quería ser como las demás adolescentes, que tenían una relación normal con sus padres, ninguna de mis amigas sentía atracción por su progenitor, incluso algunas detestaban a sus padres, pero yo no podía odiar a papá, cómo hacerlo si siempre ha sido el hombre más compresible y amoroso conmigo.
Él siempre ha estado a mi lado, cuidándome y apoyándome en cada una de mis decisiones. Ver a mamá loca de placer mientras follaban, hizo que mi fijación por mi padre se hiciera más grande y deseada estar en el lugar de mi madre. Sabía que inmoral lo que anhelaba, sin embargo, cómo yo podía explicárselo a mi cuerpo que no se calentara con papá. En ese instante en que ella me relataba las imágenes que su mente creo, relacionado a lo que ocurría en la habitación de Eduardo, no pude evitar sentir excitación.
Padre e hija comiéndose las bocas, tocándose sus cuerpos como si fueran de porcelanas, mientras hacían el amor intensamente, hasta quedar sin voz, eran las ilusiones que mi amiga tuvo. Yo estaba cada vez más encendida por esa supuesta relación incestuosa y no podía dejar de compararla con mi situación. Quería dejar a papá en el olvido, pero me daba cuenta que si Axel no iba a ser mío, mi cuerpo solo lo deseaba a él, porque era tan rico coger con papá, que sabía que ningún otro hombre iba a darme ese placer.
–“¿Vanessa, estás bien?”- preguntó Romina, al verme inquieta. –“S-sí…”- respondí yo con un suspiro y con mis dedos rozando mi empapada vagina. Ella continuó con su relato y yo fantaseando con cada una de sus palabras, imaginando que los protagonistas éramos papá y yo. Joder, estaba tan caliente que me mentalizaba que esa noche iba a ir a buscar consuelo en mi padre y para que me diera duro. Esperaba que mamá también se unía a la fiesta, porque así sería una linda despedida para mí.
Recordar que me iba, hizo que me enfriara, todos mis pensamientos obscenos se esfumaron como el vapor de una olla. Miré a Romina y sonríe falsamente, para concentrarme otra vez, en lo que decía. Después de que su mente, le recreada su peor pesadilla, escuchó que abrieron la puerta en el primer piso. Ella no supo qué hacer, se quedó perpleja ahí mismo en donde se encontraba, por lo que en cosa de minutos vio a la persona que había llegado a la casa, la cual era Vicky.
Victoria intrigada por esos jadeos que retumbaban se aproximó, al ver a Romina parada en las escaleras, quedó desconcertada, de acuerdo a mi amiga. –“¿Pasa algo, Romi?”- le preguntó la mujer, ella sollozando aún y con los ojos cristalizado, solo movió la cabeza. La mujer preocupada iba a abrazarla, pero ella totalmente desolada, bajó las escaleras corriendo y salió de la casa sin decir ni una palabra. Romina, corrió y corrió, sin darse cuenta del camino ni lo que tenía de frente.
Hasta que chocó con alguien, una persona que no esperaba ver en ese minuto, no porque lo detestada o algo parecido, sino porque juraba que se encontraba en casa. –“¿Romina?”- escuchó mientras intentaba explicarse a ella misma si acaso todo lo que oyó en la casa había sido real o una ilusión. –“E… E-E… Emma, ¿qué haces aquí?”- consultó confundida y sintiendo un pequeño alivio, que dejaba de oprimir a su corazón y volvía a palpitar con normalidad.
–“Salí de compras, ya que papá iba a tener una reunión de negocios con una socia de China”- contestó la muchacha, aclarándole todas las dudas a Romina, pero dejándole una pequeña herida igualmente. –“¿Y tú qué haces aquí Romi?”- preguntó Emma, intentando establecer una conversación con ella y por fin comenzar a conocerla. Mi amiga, tardó en darle una respuesta, no sabía qué decirle o cómo explicarle las cosas, sin que ella tomada aquello como un mal chiste o la viera como una rarita.
Finalmente le dijo que había tenido una discusión con Eduardo. Una mentira con la cual ocultó la verdadera razón de sus lágrimas. Emma se mostró muy preocupada y le consultó si todo estaba bien o si su papá había sido un patán para que lo fuera a regañar. Romina soltó una pequeña carcajada, dándose cuenta que esa chica no veía a Eduardo con ojos depravados y si buscaba cobijo en él, era porque quería recibir el cariño que no pudo tener de niña.
Mi amiga se sintió estúpida por confundir las cosas, por no ver con claridad la situación y también haber evitado esa conversación por tanto tiempo. Ella le respondió que se encontraba bien, aunque Eduardo si fue un poco patán, así que no le molestaría que le llamada la atención cuando regresaran a casa. Emma le dijo que diera por hecho que iba a regañar a su padre, por haberla hecho llorar. Ambas sonrieron y compartieron esa instancia para relacionarse y conocerse más.
Romina se dio cuenta que no era tan diferente a Emma en tema de gustos y la chica era bastante maja, que fácilmente podía ser su amiga. Tras hacer unas compras, se sentaron a tomar un refresco y continuaron charlando. Fue entonces cuando Romina sació su curiosidad y le preguntó a Emma, si encontraba atractivo a Eduardo. La chica sonrió y mirándola a los ojos le dijo: –“Pues claro que encuentro atractivo a papá, es muy guapo y por lo mismo me da celos que esté rodeado de tantas mujeres”-
No era la declaración que Romina buscaba, pensó que Emma iba a decirle que, para ella Eduardo era su padre y no podía mirarlo como hombre. –“Si te soy sincera, espero que tú te cases con él y me den un hermanito”- complementó Emma, dejando paralizada a Romi, que no le salieron las palabras del asombro. –“Así que si él te hace llorar, yo estaré a tu lado para apoyarte y hacerle a ver a papá de sus errores. A cambio tú, me puedes ayudar a encontrar mi príncipe azul, mami”- agregó.
–“¿Ma… Mami? ¿Me acaba de decir mami?”- se dijo a sí misma, descolocada. Emma rio y apoyó su cabeza en el hombro de mi amiga. –“Quizás te preguntes por qué no apoyo a Vicky. Y en realidad ni siquiera yo lo sé. Tal vez se deba a que ella misma me dijo que la mejor pareja para papá eras tú, porque no hay ninguna mujer que lo ame tanto para soportar sus caprichos como tú”- manifestó la muchacha de manera honesta e inesperada.
–“Sabes, mi verdadera madre, siempre fue distante conmigo. El verdadero cariño de una mamá lo recibí cuando empecé a vivir con la familia de Bruno. Por eso, por más daño que Isidora le ha hecho a Bruno, yo no puedo odiarla y hasta siento pena por ella, me gustaría regresar a casa, para abrazarla y decirle que aún no es muy tarde para cambiar”- cerró Emma, levantándose del asiento con una sonrisa por haber tenido esa charla con Romina, la cual quedó perpleja por sus palabras.
Antes de que mi amiga pudiera articular una palabra, alguien le tapó los ojos y una cálida voz le imploró perdón. No era otro que Eduardo, el cual después de haber sido sermoneado por Victoria, fue a disculparse con Romina. Entre sus manos cargaba un ramo de flores y unos chocolates. Romi agachó la mirada, sin saber qué responder. Ella quería perdonarlo, de hecho sentía que no había razón para que él se disculpara, pero al mismo tiempo le costaba ceder ante ese enojo que tenía con él, por tenerla abandonada tanto días.
Emma comprendió que debía dejarlos a solas, sin hacer mucho ruido desapareció de la escena. Ellos mirándose fijamente a los ojos, comenzaron a abrir sus corazones, los cuales tenían miles de palabras que decir, porque pesé que todo el problema inició por un malentendido y celos infantiles, todo empeoró por la indiferencia de él y la inseguridad de ella. –“T-t… Te perdono”- balbuceó Romina, nerviosa y con el corazón acelerado, él sonrió y se sentó a su lado, para envolverla entre sus brazos.
Al paso de unos minutos todo pareció haber quedado en el olvido, charlaron y rieron con naturalidad. Estoy convencida que desde la distancia ellos parecían una pareja de recién casados, con todo lo que me describía y contaba mi amiga. Antes de que se fueran del lugar, Eduardo sacó de su bolsillo una pequeña cajita y le dijo a Romi que las flores y chocolates no eran el único regalo. Ella feliz, tomó la cajita y lo abrió, siendo así como obtuvo aquel anillo, que me sutilmente me presumía.
Yo: Entonces, ¿el anillo solo fue un regalo para pedirte perdón?
Romina: Te dije que no tenía un significado tan importante.
Yo: ¿En serio no temes que Eduardo se vaya a enamorar de otra con las libertares que tienen?
Romina: Al principio, claro que temí, dudé, sin embargo, sabía que él no dejaría de tener sexo con otras por mí. Entonces, entre ser una cornuda ciega o compartirlo, preferí obviamente lo segundo. Además, no lo pasó nada mal haciéndolo, es divertido cuando hacemos tríos.
Yo: Es increíble, pero creo que al final soy más tradicional, de lo que creía. No me imagino compartiendo al hombre que amo con otras.
Romina: ¿Eso crees? ¿Ni siquiera lo harías si fuese la única manera de estar con Axel?
Su pregunta, hizo eco en mi cabeza, me dejó en blanco por unos largos segundos, traté de imaginar aquella situación, sin embargo, se me hacía tan irreal, que no me generaba ni ilusiones.
Romina: ¿Y?
Yo: ¿Y qué?
Romina: ¿Compartirías a tu querido hermano con la sobrinita de Eduardo?
Su mirada fija ante mí, dejaba claro que estaba hablando seriamente y no jugando o burlándose de mí. Quería contestarle con sinceridad, pero sabía que mi boca podría responder algo que mi corazón no sentía o que mi cerebro no pensaba. Por suerte, antes de que tuviera que decir algo, fuimos interrumpidas. –“Disculpa, ¿me prestas tus gafas?”- escuché una voz familiar hablar, sentándose al lado mío y quitándome las gafas de sol. El rostro de Romina era de extrañeza y yo al darme cuenta quien era sonreí.
Yo: ¿Alexander? ¿Tú qué haces aquí?
Alexander: Huyendo, ocultándome o escapando de mi pasado.
Yo: ¿Qué?
Alexander: Hay un tipo que me está siguiendo, pero yo no quiero hablar con él, solo me trae malos recuerdos.
Yo: ¿Tipo?
Murmuré, mientras notaba la inquietud que dominaba a Alexander. Nunca lo había visto así, menos interactuar con normalidad con otras personas, pues una de las parejas que se retiraba del lugar, fue interceptara por él, solo para comprarle el gorro y abrigo al chico. Solo por lógica e instinto supuse que aquel del que huía, era su primo.
Romina: Así que tú eres el famoso, Alexander.
Alex la miró y le sonrió, era raro que él hiciera eso, no obstante, con lo afligido que andaba, hasta era de esperar que actuara más como un caballero y no como el patán que solía ser.
Romina: Yo soy Romina, una amiga de Vanessa.
Dijo extendiendo su mano, Alexander le correspondió el saludo y le dio un apretón, luego giró su cuello para mirar hacia atrás, mientras se colocaba el gorro.
Romina: ¿De quién te ocultas?
Alexander: De mi primo.
Romina: ¿Y cuál de todos esos tipos de ahí es tu primo?
Alexander: Aun no entra.
Romina: Si quieres, yo puedo distraerlo y ganarte tiempo, para que huyas de él.
Alexander: ¿Eh?
Romina: Solo quiero que me digas, ¿por qué un tipo fornido cómo tú se esconde de él?
Yo: Romi, no te metas en asuntos ajenos.
Romina: Solo le estoy haciendo una oferta, además que todo lo que me has dicho de él, me ha generado mucha curiosidad.
Alexander: (Suspira) Está bien. Te diré por qué huyo de él, aunque quiero saber qué tanto de mí sabes.
Romina: No mucho. Vanessa solo me ha dicho que eres su amigo, que no eres muy bueno relacionándote con las mujeres, a excepción de ella, su madre y una amiga tuya. Ah, y que no aun no superas la muerte de tu ex.
Romina en verdad estaba seducida por el misterio que rodeaba a Alexander, quería saber más cosas de él, que yo jamás le diría y para mi sorpresa, Alexander accedió a contarle su historia, bueno, parte de ella. Todo pareció quedar en silencio, justo cuando Alexander iba a comenzar con su relato, una suave brisa movió mi cabello, al igual que el de Romina. –“Lucia, así se llamaba mi ex”- dijo serio y sin la melancolía que acompañara a su voz, algo que me resultó llamativo, porque cuando solía hablar de su amor de la vida, él se abrumaba.
A Lucy la conocí cuando entré a la universidad. Yo quería dedicarme a la física y ella a la biología, aunque claramente para mí, los estudios eran una pérdida de tiempo, porque al final mis padres ya tenían definido mi futuro, que era hacerme cargo de la empresa familiar. No obstante, antes de encerrarme en ese amargo futuro, quería disfrutar al máximo mi libertad, al mezclar mi vida universitaria con mi hobby que es la música. Fue por esta mezcla que terminé conociendo a Lucy en una fiesta.
Fui invitado con el objetivo que cantara algunas canciones, además de que era muy popular con las mujeres. Mi apariencia física y el dinero de mi familia, hacía que cualquier chica me viera como la forma de escapar de su miserable realidad y pasar a tener una vida de ensueño. Yo sinceramente, no tenía mayor interés en ellas, más que verlas como tipas con las cuales podía pasar la noche y ya. Era incapaz de enamorarme o sentir atracción por alguien, hasta que vi a Lucy.
Su pelo negro y liso que le llegaba hasta la cintura, sus ojos claros que transmitían dulzura, su adorable rostro de niña inofensiva y su piel morena, fue lo primero que me llamó la atención de ella. Luego al ir observándola mejor, me empecé a dar cuenta que era lo que necesitaba, lo que quería. Su figura era perfecta para mí, ella no era muy alta, de hecho medía 1,60, a pesar de eso, tenía armas letales que podía hacer que cualquier hombre cayera rendido ante sus pies, como por ejemplo, sus infernales caderas.
Esa noche mi vida cambiaría, porque me puse como objetivo, conquistar a esa chica, sin saber nada de ella, más que su nombre y lo que estudiaba. Tras tomar un par de copas me anime y me acerqué a ella, ignorando a cada una de las tipas que buscaban pasar la noche conmigo. Debo admitir que todas eran bellas y me daba pena que se fijaran en un tipo tan miserable como yo, pero que esa noche quería cambiar, hacer las cosas bien, tal vez por simple despecho y curar un corazón que estaba muy herido.
Al quedar en frente de Lucia, ella sonrió, me miró de pies a cabeza y me preguntó qué buscaba. Yo me quedé unos segundos encandilado por su belleza y finalmente la invité a bailar. No pude dejar de observar el escote de su blusa, con el cual presumía adecuadamente sus pechos, los cuales no eran muy grande, pero tampoco nada pequeños. Su culo era una bomba, tenía unas nalgas perfectas, eran gordas, redondas y firmes, cualquier deseaba meter su cara entre ellas y destrozar ese orto a pollazos.
Durante toda la noche, pasé sobando mi empalmada verga contra su culazo. Lucia no me dijo algo al respecto, tampoco la noté incomoda, al contario, parecía excitada. Después de tomar un par de copas más, ambos nos fuimos de la fiesta hacía un motel. Ahí dejé salir toda la calentura que tenía dentro, le comí la boca como si fuese acabarse el mundo, no recuerdo haber besado con tanto fervor a una mujer antes. Entre acaricias y besos, nos fuimos despojando de nuestras ropas, hasta quedar tal como venimos al mundo.
Ninguno dijo nada y es que no había nada que decir, más que dejarnos llevar por la lujuria que nos consumía a los dos. Mis manos exploraron esas maravillosas curvas y le mostré esa noche el talento que tenía con los dedos. Ella se regocijó por la forma en la que tocaba su húmeda vulva, parecía un riachuelo con los fluidos que soltaba. Nuestras bocas volvieron a fundirse en un beso, tan intenso como el primero que nos dimos, mientras me acomodaba para poder ensartarle mi polla en su interior.
Sentía que todo mi cuerpo estaba en llamas y que mi pene estaba a punto de encontrar una fuente de agua en donde refrescarse. El solo roce de mi glande con sus labios vaginales, hizo que ambos nos estremeciéramos. Una ansiedad me invadió en esos segundos, pero la controlé, sabiendo que podía calmarla al solo sumergir mi miembro dentro de esa abrazadora cueva. Sin prolongar lo inevitable, comencé a enterrar la punta de mi pene en su coño.
Ella gimió fuerte, a la vez que empuñaba sus manos y jalaba de las sabanas. Solo le había metido la cabeza de mi verga, pero me daba la impresión que su coño atraía mi miembro hacía ella, como un imán hace con el acero. No tardé en tener toda mi polla dentro de ella, sus entrañas aprisionaban mi falo con fuerza, dificultándome la tarea de querer sacarla, por lo que mis movimientos eran escuetos pero mortales. El ritmo cada vez se fue haciendo más intenso y nuestros cuerpos parecían danzar.
Las manos de Lucy recorrían mi espalda y con sus uñas dejaba cicatrices grabadas en mi piel. Era una gatita en celos, que se disfrazaba de una chica mojigata. Me encantó como ronroneaba y me pedía por más, con su dulce tono de voz, que se asemejaba al canto de una sirena. Besaba su cuello y mordía su garganta, dejando en esa piel morena mi huella. Éramos dos desconocidos que se estaban dando el polvo de su vida, cada vez que mi mirada se cruzaba con la de ella, sentía un éxtasis sin igual.
Su lengua se apoderó de la mía y poco a poco fui cediendo a la presión que ejercía su jugoso coño. Estaba en mi clímax, pero aun así, no quería dejar de machacar esa fantástica vagina. Con su voz agitada, me pidió que nos corriéramos juntos, que ella también ya se encontraba en su límite, pero quería disfrutar un poco más de mi verga. No podía negarme a los caprichos de ella, no sabía el porqué, solo sabía que esa noche había encontrado a mi pareja ideal.
Luego de esa intensa cogida, quedamos ambos recostados en la cama, recuperando el aliento. Lentamente ella se fue acercando a mí, hasta colocar su cabeza en mi pecho. Su respiración me era refrescante y al mismo tiempo me excitaba. La miré a los ojos y le acaricié la cara, ella sonrió, engatusándome nuevamente con ese tierno gesto y apariencia de chica inofensiva. La besé en la boca y sin que me diera cuenta, el cansancio terminó ganándome.
A la mañana siguiente, Lucia seguía a mi lado, lo que me causó una pequeña alegría, supongo que mi bobo corazón se estaba aferrando en ella, para dejar todo mi pasado en el olvido y transformarme en una nueva persona. Cuando Lucy se despertó me dio los buenos días, con un largo y ardiente beso, que casi me deja sin aires. Nos vestimos y salimos de aquel cuarto, en donde nos amamos y dejamos nuestro olor en cada rincón de la cama. No sabía cómo despedirme de ella y antes de que se fuera en un incómodo silencio, recordé que no tenía su número telefónico.
Al pedírselo ella rio, diciendo que era lo primero que esperaba que hubiera hecho, yo reí nerviosamente, tratando de ocultar mis emociones y sentimientos que parecían estar expuestos ante ella. Tras intercambiar números telefónicos, iba a animarme a despedirme de ella con un beso, sin embargo, un sujeto que iba saliendo en un coche del motel interrumpió. Era un tipo de unos 30 años aproximadamente y conocía a Lucia, ya que le habló de manera amigable.
Al principio pensé que se trataba de algún amigo de su padre o madre, e incluso de algún vecino, pero poco a poco, me fui dando cuenta que entre ambos había otro tipo de relación. Él no ocultaba su mirada lasciva en ella y a Lucy no le incomodaba ser acechada por ese hombre, todo al contrario le cachondeaba. Comencé a sentirme incómodo, no sabía si irme o esperarla, los minutos de conversación con ese tipo, parecían ser una eternidad, pero entonces dijo algo que me dejó helado.
Ese sujeto le preguntó a Lucia, cómo se encontraba su novio. Escuchar la palabra novio, fue como un verdadero baño frío, dejándome desconectado con la realidad por unos segundos. No podía creer que ella estuviera de novios con alguien, después de cómo lo hicimos. Para mí eso fue un golpe duro, pues con todas las chicas con las que me había involucrado, me aseguraba que no tuviesen novios, no me gustaba la idea de hacer cornudo a otro, lo encontraba asqueroso.
Sin despedirme de ella, me di la media vuelta y me largué de ahí. Pasé toda el día echado en mi cama, pensando en lo idiota que fui al ser seducido por esa chica que quizás solo me usó por un despecho. Ese día era el cumpleaños de uno de mis tíos y lo iban a celebrar en casa, así que obligatoriamente tenía que estar. Richie, quien en ese momento era una especie de mayordomo, fue a golpearme la puerta para decirme que me alistada. Él era en quien más confiaba, por lo que vi la oportunidad de poder aclarar mis pensamientos charlando un rato con él.
Richie me escuchó atentamente, al principio me llamó la atención, por haber tenido relaciones sexuales con una desconocida y sin protección, pero luego, comenzó a darme consejos. Hablar con él fue bastante relajante y parecía haber encontrado un momento de paz, el cual se esfumó cuando repentinamente Lucia me llamó. Titubeé en contestarle, pero al final lo hice. –“Pensé que ibas a llamarme o mensajearme, pero veo que eres del tipo que le gusta jugar con la paciencia de una mujer”- dijo en un tono coqueto.
–“Lo siento. No tenía la intención de hacerte creer que juego contigo. Porque en serio, me hubiera gustado llamarte, pero no puedo hacerlo, ya que tienes novio y no me quiero meter en líos”- le respondí, queriendo tener el valor para cortarle y poner fin a lo nuestro. –“Ya veo, así que no querías llamarme porque tengo novio. Una lástima, porque lo había pasado muy bien contigo”- aseguró ella, con una actitud arrogante y tratando de provocarme.
–“¿Por qué me llamas?”- pregunté, en vez de haberle cortado, dándole una oportunidad más, para que siguiera lavándome la cabeza con su melosa voz. –“Porque me gusto la noche que pasé contigo, ya te lo dije”- respondió, soltando al final un tierno suspiro. –“¿A ti te gustó?”- consultó, con su voz agitada. Nuevamente tuve la oportunidad de colgarle, de evitar que me siga embrujándome con su voz, pero no lo hice, –“S-sí… No estuvo mal”- dije, quedando todo en silencio.
Ella no respondió de manera inmediata, haciendo que el ambiente fuera embarazoso. Lucia empezó a reírse, haciendo que me moleste por no saber qué le causaba tanta risa, y antes de que me colgada, sin que comentara algo, escuche claramente la voz de un hombre, preguntándole qué le causaba tanta gracia. Frustrado por haber sido objeto de burla por esa chica, me entré a dar una ducha y me cambié, saliendo con una cosa clara en la cabeza, que iba a follarme a la primera que se me cruzada en esa fiesta, para olvidarme de Lucy.
La vida muchas veces es algo irónica o caprichosa, porque la primera mujer con la que me crucé, fue nada menos que la novia de ese entonces de mi tío, el cumpleañero. Era una mujer bastante atractiva, con una figura maravillosa, tetas grandes y culo pomposo. En mi familia no existen los códigos que en cualquier otra hay, por lo que nada me imposibilitaba a mí, querer follarme a esa hembra, al contrario estaba totalmente justificado que lo hiciera, porque negarle verga a esa mujer era el verdadero pecado.
Desconocía si algún otro miembro de la familia ya había fijado sus ojos en ella, pero daba lo mismo, porque esa noche, esa mujer iba a ser mía. No me despegue de su lado en ningún momento, charlamos cómodamente, la invité a unas copas y a bailar. En sus ojos podía notar las llamas de la lujuria, encenderse más y más. No era una mujer difícil de seducir, pero también me quedaba claro que no sería una mujer para nada fácil de complacer, si iba a querer estar con ella, debía estar preparado por una larga noche de sexo.
Mientras bailábamos, ella no paraba de pegarse y cada vez que podía, flotaba su precioso culo contra mi verga. Mi tío se había sacado la lotería con semejante hembra, algo puta, sí, pero también era culpa de él, si no la iba a cuidar y darle lo que quería, era natural que terminara abriéndole las piernas a otro. Me tenía loco, quería quitarle el vestido ahí mismo y darle lo que deseaba. Sabía que no se iba a negar si era atrevido, ya que estaba cachondisima.
En un momento sus labios se cruzaron con los míos y no pude aguantar más. Decir que la besé es poco, porque en realidad le devoré la boca, con unas ansias que me dejaron los pelos de puntas. Nadie dijo nada, supongo porque no nos vieron, cada uno estaba metido en su rollo y el cumpleañero, no la estaba pasando nada mal tampoco, siendo consentido por sus cuñadas. Estaba seguro que más de una iba a terminar siendo su regalo de cumpleaños e iba follar toda la noche, así que era mi deber consolar a su exquisita novia.
Quizás estaba siendo muy contradictorio con mis ideales, ya que no me gustaba meterme con mujeres que se encontraban en una relación, pero en ese instante estaba cegado por el resentimiento y lo único que quería hacer era sacarme de la cabeza definitivamente a Lucia. Nos fuimos hacía el bar, en donde no se encontraba nadie, ella me bajó los pantalones y empezó a comerme la polla con euforia. Me mordía los labios para callar gemidos, ante esa fabulosa felación que me estaba dando esa mujer.
Me encendí aún más, cuando se acercaron a pedirme algún trago, y casi me dio un infarto de la emoción, cuando el cumpleañero se acercó. Felicité descaradamente a mi tío por su cumpleaños, él me dio las gracias, sin imaginar que detrás de ese mesón tenía a su mujer de rodillas, mamándome la verga. Aunque muy poco le hubiera importado en realidad, porque iba a recibir los regalos de sus cuñaditas, algo que le interesaba mucho más. El morbo hizo que toda esa situación fuera jodidamente excitante.
Embadurné la boca de esa mujer con mi leche y a ella le encantó. Cuando se puso de pie, nos reímos y luego la besé, frotando mi polla contra su húmedo coño. Ella se dio vuelta y se levantó el vestido, dejando a la vista sus dos hoyitos, que los cubría una delgada tela. Hizo a un lado su braga y me pidió que la follada ahí, que le reventara el coño, sin embargo, antes de hacer eso, le devolví el favor y le di una comida de coño y culo con los que llegó a alucinar.
Notaba el placer que sentía al tener mis dedos jugando con su vagina y mi lengua hurgando por su recto. Sus fluidos descendieron por sus muslos, los cuales mordí, antes de levantarme y empotrarla como anhelaba. Su sexo era asombrosamente estrecho y flexible, era una delicia, que hacía replantearme la idea de cogerme a mujeres maduras, ya que antes había tenido una mala experiencia, pero Vicky me hacía olvidarme de todo y que solo me centrada en reventarle el chocho y partirle el orto.
No tuve piedad y arremetí con fuerza, haciendo que chille como loca. Ella se afirmó del mesón, mientras sus tetas botaban en el aire por cada embestida que le daba. Le jalé el cabello, para admirar su rostro mientras se quejaba de placer, para aumentar el morbo, le decía tía, algo que le encantó, tanto que por un segundo me llamó Bruno, creo. Quizás era el nombre de su sobrino real y se dejó llevar por su mente depravada o era el nombre de alguno de sus amantes.
Acabé sobre sus nalgas y exhausto me quedé apoyado en ella por unos minutos. Nos dimos un par de besos, los que me fueron encendiendo de nuevo. Pesé al cansancio, no quise acabar la noche ahí, porque mi obsesión por su culo, era tan grande que no me iba a perdonar si la dejaba ir, sin haberle dado una buena cogida a ese ano. La invité a mi cuarto y ella aceptó feliz. Nos desnudamos y ahí cumplí mi sueño, de hacerla gemir con fuerza, mientras le taladraba el culo.
Le di un par de nalgadas y estrujé sus tetazas, mientras le partía el orto. Me sentía en el cielo, porque su recto era tan delicioso como su coño, inclusive llegué a pensar que esa mujer podría ser mi pareja ideal. Más, cuando mi móvil comenzó a sonar, una llamada tras otra, un par de mensajes, quien tanto insistía y molestaba a esas horas, no era otra que Lucia. Lamentablemente para ella, yo estaba con otra mujer que me estaba haciendo olvidarla.
En una de sus tantas llamadas, Vicky cogió mi celular y le contestó. Con su voz agitada, le dijo que me llame en otro momento, porque yo en ese minuto me estaba divirtiendo con ella. Quedé paralizado por ese acto, tras colgar, hizo un movimiento de caderas exquisito y drenó toda mi leche que me quedaba en los huevos. Fue una noche mágica, que no sabía si se iba a volver a repetir, pero que iba a intentar todo lo posible para que así fuera. Al otro día, Vicky antes de irse, me dejó regalado su braguita.
A la semana después de esa magnífica follada con esa madura, ella dejó a mi tío y no la he vuelto a ver otra vez. Sin la presencia de esa mujer, nuevamente comencé a ser tentado por Lucia, la cual después de esa respuesta que había recibido esa noche, se obsesionó conmigo. No me dejaba tranquilo en la universidad, lado en el que iba, ella estaba, incluso comenzó a colarse en mis clases. Por más que intentaba ignorarla, mis ojos y mi verga no podían hacerlo, menos si se vestía con prendas que destacaban sus virtudes.
Lo peor de todo, es que a pesar de ser su objetivo, ella no dejaba de ser puta. Pues coqueteaba con otros en frente de mí, buscando que le hiciera una escenita de celos. Al no tener respuesta mía, llegó a ir tan lejos que un día me la topé, mientras le deba sexo oral a un sujeto. Eso me irritó y por unos segundos quise detenerla. Me estaba enloqueciendo, ya no solo en la universidad me seguía, fuera a donde fuera, ella estaba, su risa, su voz, su aroma. Resistirme a su encanto no era lo mejor ni lo más saludable para mí.
Un sábado por la tarde, me quedé en casa, encerrado en mi habitación, para poder descansar de Lucia. Habían pasado como dos semanas y media, desde que esa chica había empezado a hostigarme. Ya no sabía qué hacer, esa era mi única opción de tener paz, además no iba a aburrirme, porque tenía el piano con el cual podía entretenerme. Tocar ese instrumento era la mejor manera para despejar mi mente, todo iba espectacular, hasta que tocaron la puerta de mi casa.
Ese día, Richie y su mujer, tenían el día libre, así que nadie abriría la puerta si no lo hacía yo. Pensé en dejar que toquen y se larguen, pero esa persona insistió e insistió, hasta lograr hacer que me paré y fuera abrir. Me quedé sin palabras, al ver que era Lucia quien tocaba. Ella sonrió y entró a mi casa, sin esperar que le dijera algo o la invitada a hacerlo. –“Bonita casa”- dijo, mirando por alrededor, –“¡Guao! Tu cocina es del tamaño de mi casa”- exclamó asombrada. Al principio, pensé que era una exageración, luego descubrí que vivía en un departamento, por lo que no exageró, evidentemente.
–“T-tú… ¿Tú qué haces acá?”- le pregunté, admirando su espalda desnuda y su extravagante trasero que se marcaba perfectamente en el shorts que usaba. Lucy se dio vuelta, sabiendo que me tenía en sus manos. Redujo tanto la distancia que mis manos comenzaron a temblar, mi respiración se aceleró y unas ganas inmensas de querer besarla, se hicieron presente. –“He venido a decirte, que he dejado a mi novio por ti, tontito”- manifestó en un tono dulce y coqueto.
Me quedé atónito, una parte de mí se alegraba escuchar eso y otra, estaba diciéndome que no sea imbécil, que lo más probable que esa chica estaba jugando conmigo y solo buscaba el dinero de mi familia. Solo bastó un pestañeó de ella, para tenerme en pies. La besé, la abracé, la toqué, la lamí y la mordí, en un instante. Todo comenzó a pasar muy rápido para mí, no me di cuenta en qué minuto la había llevado a mi habitación y nos habíamos desnudados.
Después de unos roces y acaricias, nuestros cuerpos se unieron y empezamos a hacer el arte del amor. Su ronroneo era tan estimulante como el de la primera vez e incluso más, porque sentía cómo una chispa recorría por mi cuerpo, cada vez que la oía y me impulsaba a embestirla con fuerza. Con mis manos magreé su culote, deseando poder penetrarlo porque desde ese instante ella iba ser solo mía o por lo menos eso pensaba. Pesé a que no se veía tan hábil y ligera, sabía cómo menear las caderas.
Pasamos lo que quedaba de tarde follando, en distintas posiciones. Como no había nadie en casa, no hubo problema en ser ruidosos, disfrutamos cada polvo que nos dimos, hasta quedarnos totalmente exhaustos. Dormimos hasta la mañana siguiente, ella me despertó con un apasionado beso de buenos días y luego me regaló una increíble mamada, demostrando que era experta usando esa boquita. Nos duchamos juntos y ahí le di una comida de coño que la dejó embelesada.
Tomamos desayuno y regresamos a mi cuarto, para seguir follando como si fuera el único panorama de las parejas. Nuestra lujuria era tanta, que decidimos no ir el lunes a clases para quedarnos en mi habitación a coger. Desde ese minuto, Lucia se transformó en mi novia y mi única pareja sexual, a pesar de que yo sabía que ella no me era fiel. Había veces en que salía con sus amigas y regresaba hasta el otro día, echa un desastre, apestando alcohol y sexo.
Durante los dos años que tuvimos de relación, nunca me importó que estuviera con otros, mientras regresara a mi lado. No obstante, las cosas para mí se hicieron incomodas, cuando la encontré con Rubén, mi primo. Ese día, comenzó bastante raro, con decir que al despertarme no la vi a mi lado, pensé que estaba en el baño, pero no fue así. Me duché y luego caminé a la cocina, creyendo que se encontraba ahí, sin embargo, tampoco estaba, a los minutos la vi salir del despacho de mi padre, acompañada de él y muy alegre.
Ellos parecían tener bastante confianza, algo que me resultó un poco extraño, dado a que papá no solía estar en casa y cuando estaba, muy pocas veces nos veíamos. Las únicas ocasiones en esos dos años en que ellos habían interactuado, fueron en mis cumpleaños y en los cumpleaños de él y mamá. Lucy al verme se me acercó, para presumirme unas joyas que papá le había regalado, algo que me asombró, pues él no era muy de regalar, de hecho ni a madre le daba esos tipos de regalos.
No quise imaginar cosas que me resultaran incomodas y molestas, por lo que no comenté nada al respecto y solo le di las gracias a papá por ser tan atento con Lucia. Tras eso, ella pasó toda la mañana pegada en el móvil, sonriendo y riendo, mientras charlaba con otra persona. A la hora de almuerzo, apareció Rubén, justo cuando debía irme a una clase. Él y yo, por lo general nos llevábamos bien, digamos que no había diferencias entre nosotros y las pocas veces que habíamos hablado, llegábamos al mismo punto, nuestra familia estaba loca.
Me fui a clases, teniendo desconfianza de dejar a Lucia con Rubén, pero al mismo tiempo, me decía que era inútil que creyera que algo entre ellos podía ocurrir, sin que Richie o su esposa no se dieran cuenta y me lo comentaran. Con esa idea, estuve más aliviado, no obstante, al llegar a la universidad, me dijeron que la clase se había suspendido. Regresé a casa, sin mensajearle a Lucia, más que nada porque se me olvidó. Al entrar, rápidamente me percaté de unos jadeos y ruidos.
Mi corazón latía exasperadamente, como si fuera a salirse de mi pecho. Era consciente de lo que iba a encontrarme, si avanzaba hacía donde provenían aquellos gemidos, pero una parte inocente de mí no quería creerlo, menos cuando lo vi. Verla en mi cama, cogiendo con Rubén, me destrozó, pero aún más al descubrir que ellos se conocían de antes. Mi primo era el novio de Lucia, a quien había dejado por mí, pero en realidad, siempre estuvo con los dos y yo era el único que no lo sabía.
No los interrumpí, porque preferí salir a dar una vuelta, para despejar mi mente. El dolor se desvaneció, no boté una lágrima e incluso por unos segundos me alegré por ella, que no estuviera enamorada de mí. Después de ese día, hablé con Lucia, le dije que la había descubierto con Rubén, ella en vez de buscar una excusa o tratar de mentirme, solo rio y me pidió perdón. Mirándome a los ojos me confesó que finalmente se había decantado por mí.
No me alegré, sin embargo, le creí e igual daba lo mismo hacerlo o no, ya que desde un inicio, había estado buscando en ella, olvidar a mi primer y gran amor. Por semanas me preguntaba qué sentía por Lucia, amor o cariño, lo único que sabía es que en el sexo era maravillosa. Tomar una decisión respecto a mi futuro, comenzó a ser una tortura, más al saber que después de dos años, volvería a ver a mi hermana, en el cumpleaños de mi abuelo.
Escuchar solo su nombre, hizo que todo mi cuerpo temblara y sintiera un puñal en el corazón que me lo desgarraba. Quería evitarla, pero mamá no iba a permitirlo, pues ella, tenía algo en mente, algo que no me esperaba, quería que me casada con Lucia y anunciara mi matrimonio en el cumpleaños del abuelo. Yo me negué al principio, porque creía que era muy pronto para tomar una decisión como esa, no obstante, mamá me respondió que ya estaba en edad para casarme e ir tomando mi puesto en la empresa.
Que mamá quisiera que me casada con Lucy era raro, pues los matrimonios en mi familia, suelen ser por conveniencia, como el de mi hermana, que se casó con un sujeto desagradable, pero que con su unión, fortaleció a ambas familias. Lucia no pertenecía a una familia adinerada, no tenía sentido un matrimonio con ella, por lo menos en el ámbito de negocios, había una razón importante para que mi madre, quisiera eso, me lo pregunté durante toda la noche.
Llegó el cumpleaños del abuelo, toda la familia estaba reunida después de bastante tiempo, no faltaba ninguno. Bueno, a excepción de dos personas, que escaparon mucho antes de ese manicomio. Mamá me presionó buena parte de la fiesta, para que hiciera el anunció de mi matrimonio, pero por primera vez, fui en su contra y me negué a sus peticiones. Le dije que, era muy pronto y que yo no quería casarme. Mamá me amenazó que si yo no anunciaba mi boda con Lucia, ella iba hacerlo.
Estaba contra la espada y la pared, no había escapatoria y lo peor de todo es que tenía que ver ese día a mi hermana, la cual no se daba cuenta del daño que me hacía al pasearse al frente de mí o querer hablar conmigo, fingiendo estar feliz junto a su esposo. Estaba harto del ambiente, así que, salí un rato a caminar por alrededor. Entonces, me encontré con Rubén, quien de manera hostil, se acercó a mí y me dio un puñetazo, sin decirme nada. Al pedirle explicaciones, me dijo que no iba a permitir que me casada con Lucy, porque ella le pertenecía.
–“¿Rubén de qué hablas? ¿Quién te dijo que me voy a casar con Lucia?”- interrogue, sin caer en su provocación. –“No te hagas el imbécil Alexander, sé perfectamente que quieres amarrarla a ti, para alejarla de mí”- respondió totalmente dominado por su ira. –“¿Apartarla de ti?”- expresé acompañada de una pequeña risa, –“En primer lugar, no sabía que se conocían, en segundo lugar, tampoco pensé que tú eras su famoso ex y en tercer lugar, no quiero casarme con ella, es una idea de mi madre, gilipollas”-
Las palabras parecieron haberle entrado por un oído y salido por el otro, ya que siguió con la idea de que yo anhelaba casarme con Lucy, para apartarla de su lado. Algo ridículo, pues aunque me casada con ella, él aún podría seguir follándosela cuando quisiera, pero claro, mi primo estaba obsesionado con esa chica. Durante todo ese tiempo, había dejado que ella ande conmigo, porque él se metía también con otras y jamás pensó que Lucia iba a elegirme a mí, como su novio.
Rubén estaba como un niño al que le arrebataron su juguete favorito o más bien el que había descuidado y otro niño lo tomó. No quise seguir perdiendo mi tiempo con él, así que seguí caminando, mientras él me amenazaba, diciendo que no iba a permitir que Lucia se transformara en mi esposa. Debí haber escuchado sus palabras, porque después de ese día, finalmente iba a seguir el consejo de mi madre e iba a pedirle matrimonio a Lucy, sin embargo, tuvimos una pelea, que causó Rubén, y ella se fue a su departamento.
Le fui a pedir perdón y aunque no me quiso escuchar le dejé el anillo, esperando su respuesta. Solo una hora después, por redes sociales, me enteré de la peor noticia posible. Hubo un choque, en el cual una persona resultó muerta, aquella persona era Lucia. Todo mi futuro que había planeado con ella, se derrumbó en un instante a otro, sin embargo, lo que me dejó con culpa y me ha torturado todos estos años, es que en la mano de Lucy, relucía la sortija que le había dejado.
Alexander: En otras palabras ella había tomado ese coche, para ir a verme, pues había elegido casarse conmigo. Desde entonces he odiado a Rubén y he evitado querer verlo a la cara, porque sé que sería capaz de matarlo con mis propias manos. Más al saber que fue visto minutos antes del accidente, discutiendo con Lucy.
Concluyó Alex, dejándome anonada, porque había muchas cosas que desconocía, por ejemplo, que conocía a Vicky y su relación con Lucia era más carnal y pasional que romántico. Romina no supo que decir al respecto, pero cuando vio que Alexander perdió humanidad en su mirada al ver a Rubén, ella se levantó y fue directo donde ese sujeto, antes de que Alex hiciera una locura. Él titubeó si aprovecharse de mi amiga para escapar del radar de su primo o ir a enfrentarlo y acabar con su conflicto de una vez.
Había elegido lo segundo, no obstante, lo detuve, no iba a permitir que se lastimada o se manchada las manos por alguien que no valía la pena. No supe cómo pero logré sacarlo de ahí, no obstante, obstinadamente, quiso regresar y enfrentar a su primo. Fue difícil hacerlo que entré nuevamente en razón, solo lo hizo cuando mencioné a Bella, pero lo hice muy tarde, porque justo salió Rubén. Me coloqué nerviosa, no sabía cómo iba a reaccionar Alexander.
–“Perdóname por esto, Vanessa”- susurró él, confundida lo miré e iba a preguntarle de qué tenía que perdonarlo, cuando sus labios se juntaron con los míos y su lengua se apoderó de la mía. Me quedé perpleja, por suerte reaccioné a tiempo y le correspondí el beso, para fingir que éramos una pareja de enamorados y Rubén pasada de nosotros. No sé exactamente cuánto duró nuestro beso, pero lo sentí eterno y que el aire escaseaba en esos segundos que compartíamos salivas.
Cuando nos apartamos, suspire y respire muy profundo, Romina se nos acercó con una sonrisa burlona marcada en sus labios. –“Vaya, sí que parecían un par de tortolitos, hasta a mí me engañaron”- dijo. Después de eso, acompañamos a Romina hasta el hotel en donde se estaba hospedando, y después de eso, Alexander me invitó a tomar unas copas. Evitamos tocar el asunto del beso, porque resultaba ser incomodo tanto para él como para mí.
Mientras caminábamos, me preguntó si ya había tomado una decisión. Agaché la cabeza y le contesté que sí, que iba a irme mañana a Londres para dar inicio a mi nueva vida. Él prendiendo un cigarrillo, susurro: –“Es una lástima, que elijas al igual que yo, huir. Solo espero que no te arrepientas después de esa decisión, porque mejor que nadie sé que es muy doloroso. Aun estás a tiempo para ir donde Axel y luchar por su amor prohibido”-
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Capítulo 1: http://www.poringa.net/posts/relatos/5023614/Confesiones-ardientes.html
Capítulo anterior: http://www.poringa.net/posts/relatos/5084350/Confesiones-ardientes-Capitulo-V.html
Romina: ¿Alexander? ¿Me puedes explicar quién es Alexander?
Interrogó Romina curiosa por ese nombre, sin percatarse que al moverse con tanta prisa, sus senos rebotaron más de la cuenta, hechizando hasta el hombre más inocente y haciendo que su vestido se bajé ligeramente, mostrando algo más de lo normal.
Romina: No es tu novio, ¿verdad?
Yo: No, claro que no. Es solo un amigo.
Romina: ¿Solo eso?
Consultó levantando una de sus cejas con intriga.
Yo: Sí, solo eso. Alexander al igual que Bruno fue un paciente de papá, de hecho ambos tiene bastante cosas en común, aunque la historia de Alex es más trágica.
Romina: ¿Trágica?
Yo: Él se enamoró de una chica, tenían planes de irse a vivir lejos, a otro país, de formar una familia y casarse, pero todo acabó cuando repentinamente ella murió. Desde entonces, Alexander es alguien especial, digamos que es muy frio y no sabe tratar con las mujeres, a excepción de Bella, su amiga, mamá y yo.
Romina: Ya veo. Y… ¿está bueno?
Yo: ¡¿Romina cómo me consultas eso?!
Dije sobresaltada, olvidándome que también poseo pechos grandes y que el más mínimo movimiento, llamaría la atención.
Romina: Solo tengo curiosidad, sin embargo, por tu reacción, ya sé que sí.
Respondió, mordiéndose los labios de manera puerca.
Yo: Pensé que Eduardo era tu amor de la vida, pero ya veo que ni eso, evita que desees a otros, puta.
Romina: Oye, no me insultes gratuitamente. Ya te dije, solo era curiosidad, además que esté con Eduardo, no significa que no pueda decirle a un hombre que es guapo o no.
Yo: Pero lo haces de manera muy guarra.
Romina: Solo era para molestarte, así que no te preocupes, no voy a ponerle un dedo encima a tu querido amigo.
Yo: Bueno, ahora me vas a explicar lo de tu anillo.
Romina: Ah, esta hermosura. Claro, pero como te dije, no te hagas muchas ilusiones, no es nada especial, pero para no dejarte con alguna intriga de contaré cómo llegó a mi mano.
Estaba totalmente intrigada con esa historia, no sabía por qué, pero algo me decía que aquello podría hacer que cambie de idea sobre mi futuro, por lo menos me lo replanteada. De acuerdo a Romi, todo empezó tras la llegada de Emma a la casa de Eduardo y presentarse como su hija. Esa noche ella no pudo dormir con normalidad, pues cada vez que cerraba los ojos, se imaginaba a Eduardo, apartándola de su lado. Era un pensamiento tonto, pero totalmente comprensible, ya que ella temía que aquel hombre que amaba y con el que estaba siendo feliz, iba a cambiar y preferir a su hija sobre ella.
Romi mejor que nadie conocía el lado paterno de Eduardo, sabía que no le iba a ser complicado a él tomar un rol de padre, si prácticamente fue el suyo. Pero en cambio ella, seguía siendo una chavala que no se había planteado tener hijos, quizás en un momento de morbo lo pensó, sin embargo, más allá de ese pensamiento, nunca sintió que quería ser madre, por lo menos en ese instante no. Así que no era la mejor pareja para transformase en la madre de la repentina hija de su querido Eduardo.
Sabía que era ridículo, pensar que Eduardo la dejaría o la haría aun lado por no cumplir este requisito. En primer lugar, por qué él buscaría una madre, para una jovencita de 18 años, asimismo, Emma ya tenía una madre, y esa era Isidora. Por más que estuviera dolida o enojada con esa mujer, no cambiaría el cariño que sentía por ella, después de todo fue quien la crio. Por último si la muchacha tenía que buscar cobijo en brazos femeninos estaba Vicky, a la cual ya conocía y se llevaba bien.
Pesé a saber todo eso, había algo que no dejaba dormir tranquila a Romina, y por más que lo pensaba, no daba con la respuesta. Las manecillas del reloj avanzaron, mientras mi amiga se daba vueltas en su cama. Su pijama estaba pegado a su cuerpo por el sudor y con todos esos pensamientos que la agobiaban, decidió levantarse para refrescarse. Bajó las escaleras y se dirigió a la cocina, por un vaso de agua, ahí se mantuvo por cerca de unos 30 minutos, preguntándose, qué era lo que le molestaba de Emma.
Hasta que finalmente dio con la respuesta, temía que Emma, no viera a Eduardo como un padre, sino como un hombre, al que podía seducir y hacerlo suyo. La idea de enfrentarse a Emma por el amor de Eduardo, la aterraba, porque se sentía realmente en desventaja, ya que aquella muchacha tenía un mejor escenario para engatusarlo y terminar haciendo que él, se decida por ella. Romina suspiró y dejó de ser paranoica por unos segundos, al decirse que eso sería una locura.
Mi amiga mencionó que, hasta se rio en voz baja por haber pensado en aquello, no obstante, todos sus temores regresaron, cuando subió las escaleras y observó que Emma salía de su cuarto para irse donde Eduardo. Un escalofrío recorrió todo su cuerpo, entumeciéndolo. Quería moverse e ir tras de ella, pero sus pies parecían estar sujetadas por unas frías manos, tampoco le salía el habla, ni siquiera para sollozar, solo le quedó torturarse por su imaginación.
Detrás de esa puerta a la que contemplaba en la penumbra de la madrugada, pensaba que se estaba desatando una juerga de pasión. La imagen de que padre e hija, se devoraban las bocas enardecidamente, mientras sus pieles desnudas se rozaban, retumbó en su cabeza. Las lágrimas fluyeron de sus parpados, al dar por hecho que en ese minuto, Eduardo le juraba amor eterno a Emma, le decía que desde esa noche él la elegía como su mujer y que escribirían una historia juntos.
Cuando Romina me estaba relatando aquello, empaticé con ella, ya que yo también sufrí episodios de psicosis. En mi caso se relacionaba con papá, si bien él era una obsesión para mí, a diferencia de lo que Eduardo significaba para ella, muchas veces al igual que mi amiga, temí que otra usurpara de mi lugar o me quitara el cariño de él. Romi continuó diciendo que tras imaginar a Eduardo follando con Emma, pudo despegar sus pies del suelo, sin embargo, en vez de ir a ver qué hacían ellos, prefirió irse a su cuarto.
Ahí lloró libremente, queriendo olvidarse de esas imágenes que ella misma había creado en su mente. De tanto gimotear, terminó durmiendo. En sus sueños por lo menos, tuvo paz y no siguió atormentándose con esa idea. Vicky la fue a despertar, después de tonar su ausencia casi toda la mañana, la mujer por lo visto, se percató casi inmediatamente que algo agobiaba a mi amiga, pues, luego de despertarla y ver que tenía sus ojos algo hinchados, le consultó si había ocurrido algo o tenía un problema.
Romina en vez de hablar de lo que sentía, prefirió callar y decirle a Victoria, que no le pasaba nada. La mujer no quiso insistir y le dijo que la estaría esperando en el comedor con el desayuno servido. Ella se levantó, tomó una ducha y luego bajó. Mientras caminaba al comedor el nerviosismo en ella fue incrementando, porque no sabía cómo iba a poder mirar a Emma, sin sentir celos, angustia y enojo. Sin embargo, cuando llegó a la mesa, solo vio a Vicky, la cual la estaba esperando con un buen banquete.
Tras comer, Victoria se le acercó y la abrazó, para preguntarle nuevamente si algo la estaba molestando, ya que la notaba alicaída. Romina pudo haber zanjado el asunto que la abrumaba en ese instante y haberse ahorrado horas de tristeza, pero como si un nudo le impidiera hablar, una vez más guardó silencio. El desconocer las verdaderas intenciones de Emma, la estaba agobiando y hacer que perdiera la cabeza, creyendo cosas que no eran realmente.
Todo empeoró cuando los vio llegar a ambos de la mano y risueños. La falta de madurez de mi amiga, era otro factor que prolongaba el problema. Esos celos de niña pequeña, eran evidentes, pero ella se negaba a verlos, al igual que Eduardo, que ignoraba por completo lo que le estaba ocurriendo a Romi. Realmente comencé a sentirme apenada al ir escuchando el relato de mi amiga, porque si yo hubiese estado a su lado en esos momentos, la hubiera ayudado a aclarar todo de inmediato.
Poco a poco fue distanciándose del hombre que ella amaba y por el que había luchado, solo por un malentendido. Admitió que las primeras noches fueron muy duras, ya que estaba acostumbrada a dormir junto a él, a recibir sus acaricias, a escuchar su voz cerca de su oído y a sus besos. Todo eso lo estaba recibiendo ahora otra, era la idea que daba por hecho, sin ni siquiera tener pruebas al respecto. Una tarde, tras haber salido de compras, toda esa tristeza que estaba oprimiendo no la pudo ocultar más.
Esto debido a que al regresar a la casa, se encontró con un escenario al que llamó devastador. Apenas dio un paso dentro de esta, comenzó a escuchar unos gemidos, los cuales ignoró por unos instantes al estar tan absorta en su sufrimiento, no obstante a medida que iba subiendo las escaleras, esos jadeos se intensificaron y ya no pasaban ocultos. Estaban cogiendo en ese preciso minuto y no podían ser otros que Eduardo y Emma, pensó equivocadamente mi amiga.
La desesperación y la angustia se apoderaron de Romi, ella nuevamente tenía la oportunidad de acabar con ese calvario que estaba viviendo y quería hacerlo, pero algo la retenía y era el mismo miedo. El miedo de perder a alguien que amas con todo el corazón, el miedo de saber que todas tus sospechas eran ciertas y pasarías a ser relegada, eran las sombras que no permitían que Romina diera un paso al frente y terminara con toda esa tortura que se estaba haciendo.
–“Uuuggghhfff”- bufaban a metros de Romina, –“Uuuhhh… Sííiiii…”- oyó de una voz dulce, creyendo que era la de Emma. Esos quejidos se fueron haciendo cada vez más y más fuertes, no había duda que detrás de esa puerta que mi amiga observaba con terror, se estaban pegando un buen polvo. El azote de sus cuerpos en esa danza de placer y lujuria era otro ruido que se intensificó, pasaban por las paredes hasta llegar a los tímpanos de una perturbada Romina.
–“¡Más, más, más, más!…”- exclamó la voz femenina con furor y agitada. Finalmente, Eduardo habló, haciendo que el corazón de Romi, que tenía aun la leve esperanza que él no estuviera cogiendo en su habitación se quebrada. –“Uufff… Que cuerpo más maravilloso tienes, nena”- escuchó, botando un sinfín de lágrimas. El deseo prohibido entre un padre y una hija, era algo especial, un sentimiento único, mezclado entre la perversión y el amor inocente que se forjaba por los años.
Yo mejor que nadie podía entender eso, pero escucharla de la boca de mi amiga, me hizo temblar de gusto. Por un tiempo me consideré una bicha rara por tener una obsesión por mi padre, y mirarlo con ojos lujuriosos. Quería ser como las demás adolescentes, que tenían una relación normal con sus padres, ninguna de mis amigas sentía atracción por su progenitor, incluso algunas detestaban a sus padres, pero yo no podía odiar a papá, cómo hacerlo si siempre ha sido el hombre más compresible y amoroso conmigo.
Él siempre ha estado a mi lado, cuidándome y apoyándome en cada una de mis decisiones. Ver a mamá loca de placer mientras follaban, hizo que mi fijación por mi padre se hiciera más grande y deseada estar en el lugar de mi madre. Sabía que inmoral lo que anhelaba, sin embargo, cómo yo podía explicárselo a mi cuerpo que no se calentara con papá. En ese instante en que ella me relataba las imágenes que su mente creo, relacionado a lo que ocurría en la habitación de Eduardo, no pude evitar sentir excitación.
Padre e hija comiéndose las bocas, tocándose sus cuerpos como si fueran de porcelanas, mientras hacían el amor intensamente, hasta quedar sin voz, eran las ilusiones que mi amiga tuvo. Yo estaba cada vez más encendida por esa supuesta relación incestuosa y no podía dejar de compararla con mi situación. Quería dejar a papá en el olvido, pero me daba cuenta que si Axel no iba a ser mío, mi cuerpo solo lo deseaba a él, porque era tan rico coger con papá, que sabía que ningún otro hombre iba a darme ese placer.
–“¿Vanessa, estás bien?”- preguntó Romina, al verme inquieta. –“S-sí…”- respondí yo con un suspiro y con mis dedos rozando mi empapada vagina. Ella continuó con su relato y yo fantaseando con cada una de sus palabras, imaginando que los protagonistas éramos papá y yo. Joder, estaba tan caliente que me mentalizaba que esa noche iba a ir a buscar consuelo en mi padre y para que me diera duro. Esperaba que mamá también se unía a la fiesta, porque así sería una linda despedida para mí.
Recordar que me iba, hizo que me enfriara, todos mis pensamientos obscenos se esfumaron como el vapor de una olla. Miré a Romina y sonríe falsamente, para concentrarme otra vez, en lo que decía. Después de que su mente, le recreada su peor pesadilla, escuchó que abrieron la puerta en el primer piso. Ella no supo qué hacer, se quedó perpleja ahí mismo en donde se encontraba, por lo que en cosa de minutos vio a la persona que había llegado a la casa, la cual era Vicky.
Victoria intrigada por esos jadeos que retumbaban se aproximó, al ver a Romina parada en las escaleras, quedó desconcertada, de acuerdo a mi amiga. –“¿Pasa algo, Romi?”- le preguntó la mujer, ella sollozando aún y con los ojos cristalizado, solo movió la cabeza. La mujer preocupada iba a abrazarla, pero ella totalmente desolada, bajó las escaleras corriendo y salió de la casa sin decir ni una palabra. Romina, corrió y corrió, sin darse cuenta del camino ni lo que tenía de frente.
Hasta que chocó con alguien, una persona que no esperaba ver en ese minuto, no porque lo detestada o algo parecido, sino porque juraba que se encontraba en casa. –“¿Romina?”- escuchó mientras intentaba explicarse a ella misma si acaso todo lo que oyó en la casa había sido real o una ilusión. –“E… E-E… Emma, ¿qué haces aquí?”- consultó confundida y sintiendo un pequeño alivio, que dejaba de oprimir a su corazón y volvía a palpitar con normalidad.
–“Salí de compras, ya que papá iba a tener una reunión de negocios con una socia de China”- contestó la muchacha, aclarándole todas las dudas a Romina, pero dejándole una pequeña herida igualmente. –“¿Y tú qué haces aquí Romi?”- preguntó Emma, intentando establecer una conversación con ella y por fin comenzar a conocerla. Mi amiga, tardó en darle una respuesta, no sabía qué decirle o cómo explicarle las cosas, sin que ella tomada aquello como un mal chiste o la viera como una rarita.
Finalmente le dijo que había tenido una discusión con Eduardo. Una mentira con la cual ocultó la verdadera razón de sus lágrimas. Emma se mostró muy preocupada y le consultó si todo estaba bien o si su papá había sido un patán para que lo fuera a regañar. Romina soltó una pequeña carcajada, dándose cuenta que esa chica no veía a Eduardo con ojos depravados y si buscaba cobijo en él, era porque quería recibir el cariño que no pudo tener de niña.
Mi amiga se sintió estúpida por confundir las cosas, por no ver con claridad la situación y también haber evitado esa conversación por tanto tiempo. Ella le respondió que se encontraba bien, aunque Eduardo si fue un poco patán, así que no le molestaría que le llamada la atención cuando regresaran a casa. Emma le dijo que diera por hecho que iba a regañar a su padre, por haberla hecho llorar. Ambas sonrieron y compartieron esa instancia para relacionarse y conocerse más.
Romina se dio cuenta que no era tan diferente a Emma en tema de gustos y la chica era bastante maja, que fácilmente podía ser su amiga. Tras hacer unas compras, se sentaron a tomar un refresco y continuaron charlando. Fue entonces cuando Romina sació su curiosidad y le preguntó a Emma, si encontraba atractivo a Eduardo. La chica sonrió y mirándola a los ojos le dijo: –“Pues claro que encuentro atractivo a papá, es muy guapo y por lo mismo me da celos que esté rodeado de tantas mujeres”-
No era la declaración que Romina buscaba, pensó que Emma iba a decirle que, para ella Eduardo era su padre y no podía mirarlo como hombre. –“Si te soy sincera, espero que tú te cases con él y me den un hermanito”- complementó Emma, dejando paralizada a Romi, que no le salieron las palabras del asombro. –“Así que si él te hace llorar, yo estaré a tu lado para apoyarte y hacerle a ver a papá de sus errores. A cambio tú, me puedes ayudar a encontrar mi príncipe azul, mami”- agregó.
–“¿Ma… Mami? ¿Me acaba de decir mami?”- se dijo a sí misma, descolocada. Emma rio y apoyó su cabeza en el hombro de mi amiga. –“Quizás te preguntes por qué no apoyo a Vicky. Y en realidad ni siquiera yo lo sé. Tal vez se deba a que ella misma me dijo que la mejor pareja para papá eras tú, porque no hay ninguna mujer que lo ame tanto para soportar sus caprichos como tú”- manifestó la muchacha de manera honesta e inesperada.
–“Sabes, mi verdadera madre, siempre fue distante conmigo. El verdadero cariño de una mamá lo recibí cuando empecé a vivir con la familia de Bruno. Por eso, por más daño que Isidora le ha hecho a Bruno, yo no puedo odiarla y hasta siento pena por ella, me gustaría regresar a casa, para abrazarla y decirle que aún no es muy tarde para cambiar”- cerró Emma, levantándose del asiento con una sonrisa por haber tenido esa charla con Romina, la cual quedó perpleja por sus palabras.
Antes de que mi amiga pudiera articular una palabra, alguien le tapó los ojos y una cálida voz le imploró perdón. No era otro que Eduardo, el cual después de haber sido sermoneado por Victoria, fue a disculparse con Romina. Entre sus manos cargaba un ramo de flores y unos chocolates. Romi agachó la mirada, sin saber qué responder. Ella quería perdonarlo, de hecho sentía que no había razón para que él se disculpara, pero al mismo tiempo le costaba ceder ante ese enojo que tenía con él, por tenerla abandonada tanto días.
Emma comprendió que debía dejarlos a solas, sin hacer mucho ruido desapareció de la escena. Ellos mirándose fijamente a los ojos, comenzaron a abrir sus corazones, los cuales tenían miles de palabras que decir, porque pesé que todo el problema inició por un malentendido y celos infantiles, todo empeoró por la indiferencia de él y la inseguridad de ella. –“T-t… Te perdono”- balbuceó Romina, nerviosa y con el corazón acelerado, él sonrió y se sentó a su lado, para envolverla entre sus brazos.
Al paso de unos minutos todo pareció haber quedado en el olvido, charlaron y rieron con naturalidad. Estoy convencida que desde la distancia ellos parecían una pareja de recién casados, con todo lo que me describía y contaba mi amiga. Antes de que se fueran del lugar, Eduardo sacó de su bolsillo una pequeña cajita y le dijo a Romi que las flores y chocolates no eran el único regalo. Ella feliz, tomó la cajita y lo abrió, siendo así como obtuvo aquel anillo, que me sutilmente me presumía.
Yo: Entonces, ¿el anillo solo fue un regalo para pedirte perdón?
Romina: Te dije que no tenía un significado tan importante.
Yo: ¿En serio no temes que Eduardo se vaya a enamorar de otra con las libertares que tienen?
Romina: Al principio, claro que temí, dudé, sin embargo, sabía que él no dejaría de tener sexo con otras por mí. Entonces, entre ser una cornuda ciega o compartirlo, preferí obviamente lo segundo. Además, no lo pasó nada mal haciéndolo, es divertido cuando hacemos tríos.
Yo: Es increíble, pero creo que al final soy más tradicional, de lo que creía. No me imagino compartiendo al hombre que amo con otras.
Romina: ¿Eso crees? ¿Ni siquiera lo harías si fuese la única manera de estar con Axel?
Su pregunta, hizo eco en mi cabeza, me dejó en blanco por unos largos segundos, traté de imaginar aquella situación, sin embargo, se me hacía tan irreal, que no me generaba ni ilusiones.
Romina: ¿Y?
Yo: ¿Y qué?
Romina: ¿Compartirías a tu querido hermano con la sobrinita de Eduardo?
Su mirada fija ante mí, dejaba claro que estaba hablando seriamente y no jugando o burlándose de mí. Quería contestarle con sinceridad, pero sabía que mi boca podría responder algo que mi corazón no sentía o que mi cerebro no pensaba. Por suerte, antes de que tuviera que decir algo, fuimos interrumpidas. –“Disculpa, ¿me prestas tus gafas?”- escuché una voz familiar hablar, sentándose al lado mío y quitándome las gafas de sol. El rostro de Romina era de extrañeza y yo al darme cuenta quien era sonreí.
Yo: ¿Alexander? ¿Tú qué haces aquí?
Alexander: Huyendo, ocultándome o escapando de mi pasado.
Yo: ¿Qué?
Alexander: Hay un tipo que me está siguiendo, pero yo no quiero hablar con él, solo me trae malos recuerdos.
Yo: ¿Tipo?
Murmuré, mientras notaba la inquietud que dominaba a Alexander. Nunca lo había visto así, menos interactuar con normalidad con otras personas, pues una de las parejas que se retiraba del lugar, fue interceptara por él, solo para comprarle el gorro y abrigo al chico. Solo por lógica e instinto supuse que aquel del que huía, era su primo.
Romina: Así que tú eres el famoso, Alexander.
Alex la miró y le sonrió, era raro que él hiciera eso, no obstante, con lo afligido que andaba, hasta era de esperar que actuara más como un caballero y no como el patán que solía ser.
Romina: Yo soy Romina, una amiga de Vanessa.
Dijo extendiendo su mano, Alexander le correspondió el saludo y le dio un apretón, luego giró su cuello para mirar hacia atrás, mientras se colocaba el gorro.
Romina: ¿De quién te ocultas?
Alexander: De mi primo.
Romina: ¿Y cuál de todos esos tipos de ahí es tu primo?
Alexander: Aun no entra.
Romina: Si quieres, yo puedo distraerlo y ganarte tiempo, para que huyas de él.
Alexander: ¿Eh?
Romina: Solo quiero que me digas, ¿por qué un tipo fornido cómo tú se esconde de él?
Yo: Romi, no te metas en asuntos ajenos.
Romina: Solo le estoy haciendo una oferta, además que todo lo que me has dicho de él, me ha generado mucha curiosidad.
Alexander: (Suspira) Está bien. Te diré por qué huyo de él, aunque quiero saber qué tanto de mí sabes.
Romina: No mucho. Vanessa solo me ha dicho que eres su amigo, que no eres muy bueno relacionándote con las mujeres, a excepción de ella, su madre y una amiga tuya. Ah, y que no aun no superas la muerte de tu ex.
Romina en verdad estaba seducida por el misterio que rodeaba a Alexander, quería saber más cosas de él, que yo jamás le diría y para mi sorpresa, Alexander accedió a contarle su historia, bueno, parte de ella. Todo pareció quedar en silencio, justo cuando Alexander iba a comenzar con su relato, una suave brisa movió mi cabello, al igual que el de Romina. –“Lucia, así se llamaba mi ex”- dijo serio y sin la melancolía que acompañara a su voz, algo que me resultó llamativo, porque cuando solía hablar de su amor de la vida, él se abrumaba.
A Lucy la conocí cuando entré a la universidad. Yo quería dedicarme a la física y ella a la biología, aunque claramente para mí, los estudios eran una pérdida de tiempo, porque al final mis padres ya tenían definido mi futuro, que era hacerme cargo de la empresa familiar. No obstante, antes de encerrarme en ese amargo futuro, quería disfrutar al máximo mi libertad, al mezclar mi vida universitaria con mi hobby que es la música. Fue por esta mezcla que terminé conociendo a Lucy en una fiesta.
Fui invitado con el objetivo que cantara algunas canciones, además de que era muy popular con las mujeres. Mi apariencia física y el dinero de mi familia, hacía que cualquier chica me viera como la forma de escapar de su miserable realidad y pasar a tener una vida de ensueño. Yo sinceramente, no tenía mayor interés en ellas, más que verlas como tipas con las cuales podía pasar la noche y ya. Era incapaz de enamorarme o sentir atracción por alguien, hasta que vi a Lucy.
Su pelo negro y liso que le llegaba hasta la cintura, sus ojos claros que transmitían dulzura, su adorable rostro de niña inofensiva y su piel morena, fue lo primero que me llamó la atención de ella. Luego al ir observándola mejor, me empecé a dar cuenta que era lo que necesitaba, lo que quería. Su figura era perfecta para mí, ella no era muy alta, de hecho medía 1,60, a pesar de eso, tenía armas letales que podía hacer que cualquier hombre cayera rendido ante sus pies, como por ejemplo, sus infernales caderas.
Esa noche mi vida cambiaría, porque me puse como objetivo, conquistar a esa chica, sin saber nada de ella, más que su nombre y lo que estudiaba. Tras tomar un par de copas me anime y me acerqué a ella, ignorando a cada una de las tipas que buscaban pasar la noche conmigo. Debo admitir que todas eran bellas y me daba pena que se fijaran en un tipo tan miserable como yo, pero que esa noche quería cambiar, hacer las cosas bien, tal vez por simple despecho y curar un corazón que estaba muy herido.
Al quedar en frente de Lucia, ella sonrió, me miró de pies a cabeza y me preguntó qué buscaba. Yo me quedé unos segundos encandilado por su belleza y finalmente la invité a bailar. No pude dejar de observar el escote de su blusa, con el cual presumía adecuadamente sus pechos, los cuales no eran muy grande, pero tampoco nada pequeños. Su culo era una bomba, tenía unas nalgas perfectas, eran gordas, redondas y firmes, cualquier deseaba meter su cara entre ellas y destrozar ese orto a pollazos.
Durante toda la noche, pasé sobando mi empalmada verga contra su culazo. Lucia no me dijo algo al respecto, tampoco la noté incomoda, al contario, parecía excitada. Después de tomar un par de copas más, ambos nos fuimos de la fiesta hacía un motel. Ahí dejé salir toda la calentura que tenía dentro, le comí la boca como si fuese acabarse el mundo, no recuerdo haber besado con tanto fervor a una mujer antes. Entre acaricias y besos, nos fuimos despojando de nuestras ropas, hasta quedar tal como venimos al mundo.
Ninguno dijo nada y es que no había nada que decir, más que dejarnos llevar por la lujuria que nos consumía a los dos. Mis manos exploraron esas maravillosas curvas y le mostré esa noche el talento que tenía con los dedos. Ella se regocijó por la forma en la que tocaba su húmeda vulva, parecía un riachuelo con los fluidos que soltaba. Nuestras bocas volvieron a fundirse en un beso, tan intenso como el primero que nos dimos, mientras me acomodaba para poder ensartarle mi polla en su interior.
Sentía que todo mi cuerpo estaba en llamas y que mi pene estaba a punto de encontrar una fuente de agua en donde refrescarse. El solo roce de mi glande con sus labios vaginales, hizo que ambos nos estremeciéramos. Una ansiedad me invadió en esos segundos, pero la controlé, sabiendo que podía calmarla al solo sumergir mi miembro dentro de esa abrazadora cueva. Sin prolongar lo inevitable, comencé a enterrar la punta de mi pene en su coño.
Ella gimió fuerte, a la vez que empuñaba sus manos y jalaba de las sabanas. Solo le había metido la cabeza de mi verga, pero me daba la impresión que su coño atraía mi miembro hacía ella, como un imán hace con el acero. No tardé en tener toda mi polla dentro de ella, sus entrañas aprisionaban mi falo con fuerza, dificultándome la tarea de querer sacarla, por lo que mis movimientos eran escuetos pero mortales. El ritmo cada vez se fue haciendo más intenso y nuestros cuerpos parecían danzar.
Las manos de Lucy recorrían mi espalda y con sus uñas dejaba cicatrices grabadas en mi piel. Era una gatita en celos, que se disfrazaba de una chica mojigata. Me encantó como ronroneaba y me pedía por más, con su dulce tono de voz, que se asemejaba al canto de una sirena. Besaba su cuello y mordía su garganta, dejando en esa piel morena mi huella. Éramos dos desconocidos que se estaban dando el polvo de su vida, cada vez que mi mirada se cruzaba con la de ella, sentía un éxtasis sin igual.
Su lengua se apoderó de la mía y poco a poco fui cediendo a la presión que ejercía su jugoso coño. Estaba en mi clímax, pero aun así, no quería dejar de machacar esa fantástica vagina. Con su voz agitada, me pidió que nos corriéramos juntos, que ella también ya se encontraba en su límite, pero quería disfrutar un poco más de mi verga. No podía negarme a los caprichos de ella, no sabía el porqué, solo sabía que esa noche había encontrado a mi pareja ideal.
Luego de esa intensa cogida, quedamos ambos recostados en la cama, recuperando el aliento. Lentamente ella se fue acercando a mí, hasta colocar su cabeza en mi pecho. Su respiración me era refrescante y al mismo tiempo me excitaba. La miré a los ojos y le acaricié la cara, ella sonrió, engatusándome nuevamente con ese tierno gesto y apariencia de chica inofensiva. La besé en la boca y sin que me diera cuenta, el cansancio terminó ganándome.
A la mañana siguiente, Lucia seguía a mi lado, lo que me causó una pequeña alegría, supongo que mi bobo corazón se estaba aferrando en ella, para dejar todo mi pasado en el olvido y transformarme en una nueva persona. Cuando Lucy se despertó me dio los buenos días, con un largo y ardiente beso, que casi me deja sin aires. Nos vestimos y salimos de aquel cuarto, en donde nos amamos y dejamos nuestro olor en cada rincón de la cama. No sabía cómo despedirme de ella y antes de que se fuera en un incómodo silencio, recordé que no tenía su número telefónico.
Al pedírselo ella rio, diciendo que era lo primero que esperaba que hubiera hecho, yo reí nerviosamente, tratando de ocultar mis emociones y sentimientos que parecían estar expuestos ante ella. Tras intercambiar números telefónicos, iba a animarme a despedirme de ella con un beso, sin embargo, un sujeto que iba saliendo en un coche del motel interrumpió. Era un tipo de unos 30 años aproximadamente y conocía a Lucia, ya que le habló de manera amigable.
Al principio pensé que se trataba de algún amigo de su padre o madre, e incluso de algún vecino, pero poco a poco, me fui dando cuenta que entre ambos había otro tipo de relación. Él no ocultaba su mirada lasciva en ella y a Lucy no le incomodaba ser acechada por ese hombre, todo al contrario le cachondeaba. Comencé a sentirme incómodo, no sabía si irme o esperarla, los minutos de conversación con ese tipo, parecían ser una eternidad, pero entonces dijo algo que me dejó helado.
Ese sujeto le preguntó a Lucia, cómo se encontraba su novio. Escuchar la palabra novio, fue como un verdadero baño frío, dejándome desconectado con la realidad por unos segundos. No podía creer que ella estuviera de novios con alguien, después de cómo lo hicimos. Para mí eso fue un golpe duro, pues con todas las chicas con las que me había involucrado, me aseguraba que no tuviesen novios, no me gustaba la idea de hacer cornudo a otro, lo encontraba asqueroso.
Sin despedirme de ella, me di la media vuelta y me largué de ahí. Pasé toda el día echado en mi cama, pensando en lo idiota que fui al ser seducido por esa chica que quizás solo me usó por un despecho. Ese día era el cumpleaños de uno de mis tíos y lo iban a celebrar en casa, así que obligatoriamente tenía que estar. Richie, quien en ese momento era una especie de mayordomo, fue a golpearme la puerta para decirme que me alistada. Él era en quien más confiaba, por lo que vi la oportunidad de poder aclarar mis pensamientos charlando un rato con él.
Richie me escuchó atentamente, al principio me llamó la atención, por haber tenido relaciones sexuales con una desconocida y sin protección, pero luego, comenzó a darme consejos. Hablar con él fue bastante relajante y parecía haber encontrado un momento de paz, el cual se esfumó cuando repentinamente Lucia me llamó. Titubeé en contestarle, pero al final lo hice. –“Pensé que ibas a llamarme o mensajearme, pero veo que eres del tipo que le gusta jugar con la paciencia de una mujer”- dijo en un tono coqueto.
–“Lo siento. No tenía la intención de hacerte creer que juego contigo. Porque en serio, me hubiera gustado llamarte, pero no puedo hacerlo, ya que tienes novio y no me quiero meter en líos”- le respondí, queriendo tener el valor para cortarle y poner fin a lo nuestro. –“Ya veo, así que no querías llamarme porque tengo novio. Una lástima, porque lo había pasado muy bien contigo”- aseguró ella, con una actitud arrogante y tratando de provocarme.
–“¿Por qué me llamas?”- pregunté, en vez de haberle cortado, dándole una oportunidad más, para que siguiera lavándome la cabeza con su melosa voz. –“Porque me gusto la noche que pasé contigo, ya te lo dije”- respondió, soltando al final un tierno suspiro. –“¿A ti te gustó?”- consultó, con su voz agitada. Nuevamente tuve la oportunidad de colgarle, de evitar que me siga embrujándome con su voz, pero no lo hice, –“S-sí… No estuvo mal”- dije, quedando todo en silencio.
Ella no respondió de manera inmediata, haciendo que el ambiente fuera embarazoso. Lucia empezó a reírse, haciendo que me moleste por no saber qué le causaba tanta risa, y antes de que me colgada, sin que comentara algo, escuche claramente la voz de un hombre, preguntándole qué le causaba tanta gracia. Frustrado por haber sido objeto de burla por esa chica, me entré a dar una ducha y me cambié, saliendo con una cosa clara en la cabeza, que iba a follarme a la primera que se me cruzada en esa fiesta, para olvidarme de Lucy.
La vida muchas veces es algo irónica o caprichosa, porque la primera mujer con la que me crucé, fue nada menos que la novia de ese entonces de mi tío, el cumpleañero. Era una mujer bastante atractiva, con una figura maravillosa, tetas grandes y culo pomposo. En mi familia no existen los códigos que en cualquier otra hay, por lo que nada me imposibilitaba a mí, querer follarme a esa hembra, al contrario estaba totalmente justificado que lo hiciera, porque negarle verga a esa mujer era el verdadero pecado.
Desconocía si algún otro miembro de la familia ya había fijado sus ojos en ella, pero daba lo mismo, porque esa noche, esa mujer iba a ser mía. No me despegue de su lado en ningún momento, charlamos cómodamente, la invité a unas copas y a bailar. En sus ojos podía notar las llamas de la lujuria, encenderse más y más. No era una mujer difícil de seducir, pero también me quedaba claro que no sería una mujer para nada fácil de complacer, si iba a querer estar con ella, debía estar preparado por una larga noche de sexo.
Mientras bailábamos, ella no paraba de pegarse y cada vez que podía, flotaba su precioso culo contra mi verga. Mi tío se había sacado la lotería con semejante hembra, algo puta, sí, pero también era culpa de él, si no la iba a cuidar y darle lo que quería, era natural que terminara abriéndole las piernas a otro. Me tenía loco, quería quitarle el vestido ahí mismo y darle lo que deseaba. Sabía que no se iba a negar si era atrevido, ya que estaba cachondisima.
En un momento sus labios se cruzaron con los míos y no pude aguantar más. Decir que la besé es poco, porque en realidad le devoré la boca, con unas ansias que me dejaron los pelos de puntas. Nadie dijo nada, supongo porque no nos vieron, cada uno estaba metido en su rollo y el cumpleañero, no la estaba pasando nada mal tampoco, siendo consentido por sus cuñadas. Estaba seguro que más de una iba a terminar siendo su regalo de cumpleaños e iba follar toda la noche, así que era mi deber consolar a su exquisita novia.
Quizás estaba siendo muy contradictorio con mis ideales, ya que no me gustaba meterme con mujeres que se encontraban en una relación, pero en ese instante estaba cegado por el resentimiento y lo único que quería hacer era sacarme de la cabeza definitivamente a Lucia. Nos fuimos hacía el bar, en donde no se encontraba nadie, ella me bajó los pantalones y empezó a comerme la polla con euforia. Me mordía los labios para callar gemidos, ante esa fabulosa felación que me estaba dando esa mujer.
Me encendí aún más, cuando se acercaron a pedirme algún trago, y casi me dio un infarto de la emoción, cuando el cumpleañero se acercó. Felicité descaradamente a mi tío por su cumpleaños, él me dio las gracias, sin imaginar que detrás de ese mesón tenía a su mujer de rodillas, mamándome la verga. Aunque muy poco le hubiera importado en realidad, porque iba a recibir los regalos de sus cuñaditas, algo que le interesaba mucho más. El morbo hizo que toda esa situación fuera jodidamente excitante.
Embadurné la boca de esa mujer con mi leche y a ella le encantó. Cuando se puso de pie, nos reímos y luego la besé, frotando mi polla contra su húmedo coño. Ella se dio vuelta y se levantó el vestido, dejando a la vista sus dos hoyitos, que los cubría una delgada tela. Hizo a un lado su braga y me pidió que la follada ahí, que le reventara el coño, sin embargo, antes de hacer eso, le devolví el favor y le di una comida de coño y culo con los que llegó a alucinar.
Notaba el placer que sentía al tener mis dedos jugando con su vagina y mi lengua hurgando por su recto. Sus fluidos descendieron por sus muslos, los cuales mordí, antes de levantarme y empotrarla como anhelaba. Su sexo era asombrosamente estrecho y flexible, era una delicia, que hacía replantearme la idea de cogerme a mujeres maduras, ya que antes había tenido una mala experiencia, pero Vicky me hacía olvidarme de todo y que solo me centrada en reventarle el chocho y partirle el orto.
No tuve piedad y arremetí con fuerza, haciendo que chille como loca. Ella se afirmó del mesón, mientras sus tetas botaban en el aire por cada embestida que le daba. Le jalé el cabello, para admirar su rostro mientras se quejaba de placer, para aumentar el morbo, le decía tía, algo que le encantó, tanto que por un segundo me llamó Bruno, creo. Quizás era el nombre de su sobrino real y se dejó llevar por su mente depravada o era el nombre de alguno de sus amantes.
Acabé sobre sus nalgas y exhausto me quedé apoyado en ella por unos minutos. Nos dimos un par de besos, los que me fueron encendiendo de nuevo. Pesé al cansancio, no quise acabar la noche ahí, porque mi obsesión por su culo, era tan grande que no me iba a perdonar si la dejaba ir, sin haberle dado una buena cogida a ese ano. La invité a mi cuarto y ella aceptó feliz. Nos desnudamos y ahí cumplí mi sueño, de hacerla gemir con fuerza, mientras le taladraba el culo.
Le di un par de nalgadas y estrujé sus tetazas, mientras le partía el orto. Me sentía en el cielo, porque su recto era tan delicioso como su coño, inclusive llegué a pensar que esa mujer podría ser mi pareja ideal. Más, cuando mi móvil comenzó a sonar, una llamada tras otra, un par de mensajes, quien tanto insistía y molestaba a esas horas, no era otra que Lucia. Lamentablemente para ella, yo estaba con otra mujer que me estaba haciendo olvidarla.
En una de sus tantas llamadas, Vicky cogió mi celular y le contestó. Con su voz agitada, le dijo que me llame en otro momento, porque yo en ese minuto me estaba divirtiendo con ella. Quedé paralizado por ese acto, tras colgar, hizo un movimiento de caderas exquisito y drenó toda mi leche que me quedaba en los huevos. Fue una noche mágica, que no sabía si se iba a volver a repetir, pero que iba a intentar todo lo posible para que así fuera. Al otro día, Vicky antes de irse, me dejó regalado su braguita.
A la semana después de esa magnífica follada con esa madura, ella dejó a mi tío y no la he vuelto a ver otra vez. Sin la presencia de esa mujer, nuevamente comencé a ser tentado por Lucia, la cual después de esa respuesta que había recibido esa noche, se obsesionó conmigo. No me dejaba tranquilo en la universidad, lado en el que iba, ella estaba, incluso comenzó a colarse en mis clases. Por más que intentaba ignorarla, mis ojos y mi verga no podían hacerlo, menos si se vestía con prendas que destacaban sus virtudes.
Lo peor de todo, es que a pesar de ser su objetivo, ella no dejaba de ser puta. Pues coqueteaba con otros en frente de mí, buscando que le hiciera una escenita de celos. Al no tener respuesta mía, llegó a ir tan lejos que un día me la topé, mientras le deba sexo oral a un sujeto. Eso me irritó y por unos segundos quise detenerla. Me estaba enloqueciendo, ya no solo en la universidad me seguía, fuera a donde fuera, ella estaba, su risa, su voz, su aroma. Resistirme a su encanto no era lo mejor ni lo más saludable para mí.
Un sábado por la tarde, me quedé en casa, encerrado en mi habitación, para poder descansar de Lucia. Habían pasado como dos semanas y media, desde que esa chica había empezado a hostigarme. Ya no sabía qué hacer, esa era mi única opción de tener paz, además no iba a aburrirme, porque tenía el piano con el cual podía entretenerme. Tocar ese instrumento era la mejor manera para despejar mi mente, todo iba espectacular, hasta que tocaron la puerta de mi casa.
Ese día, Richie y su mujer, tenían el día libre, así que nadie abriría la puerta si no lo hacía yo. Pensé en dejar que toquen y se larguen, pero esa persona insistió e insistió, hasta lograr hacer que me paré y fuera abrir. Me quedé sin palabras, al ver que era Lucia quien tocaba. Ella sonrió y entró a mi casa, sin esperar que le dijera algo o la invitada a hacerlo. –“Bonita casa”- dijo, mirando por alrededor, –“¡Guao! Tu cocina es del tamaño de mi casa”- exclamó asombrada. Al principio, pensé que era una exageración, luego descubrí que vivía en un departamento, por lo que no exageró, evidentemente.
–“T-tú… ¿Tú qué haces acá?”- le pregunté, admirando su espalda desnuda y su extravagante trasero que se marcaba perfectamente en el shorts que usaba. Lucy se dio vuelta, sabiendo que me tenía en sus manos. Redujo tanto la distancia que mis manos comenzaron a temblar, mi respiración se aceleró y unas ganas inmensas de querer besarla, se hicieron presente. –“He venido a decirte, que he dejado a mi novio por ti, tontito”- manifestó en un tono dulce y coqueto.
Me quedé atónito, una parte de mí se alegraba escuchar eso y otra, estaba diciéndome que no sea imbécil, que lo más probable que esa chica estaba jugando conmigo y solo buscaba el dinero de mi familia. Solo bastó un pestañeó de ella, para tenerme en pies. La besé, la abracé, la toqué, la lamí y la mordí, en un instante. Todo comenzó a pasar muy rápido para mí, no me di cuenta en qué minuto la había llevado a mi habitación y nos habíamos desnudados.
Después de unos roces y acaricias, nuestros cuerpos se unieron y empezamos a hacer el arte del amor. Su ronroneo era tan estimulante como el de la primera vez e incluso más, porque sentía cómo una chispa recorría por mi cuerpo, cada vez que la oía y me impulsaba a embestirla con fuerza. Con mis manos magreé su culote, deseando poder penetrarlo porque desde ese instante ella iba ser solo mía o por lo menos eso pensaba. Pesé a que no se veía tan hábil y ligera, sabía cómo menear las caderas.
Pasamos lo que quedaba de tarde follando, en distintas posiciones. Como no había nadie en casa, no hubo problema en ser ruidosos, disfrutamos cada polvo que nos dimos, hasta quedarnos totalmente exhaustos. Dormimos hasta la mañana siguiente, ella me despertó con un apasionado beso de buenos días y luego me regaló una increíble mamada, demostrando que era experta usando esa boquita. Nos duchamos juntos y ahí le di una comida de coño que la dejó embelesada.
Tomamos desayuno y regresamos a mi cuarto, para seguir follando como si fuera el único panorama de las parejas. Nuestra lujuria era tanta, que decidimos no ir el lunes a clases para quedarnos en mi habitación a coger. Desde ese minuto, Lucia se transformó en mi novia y mi única pareja sexual, a pesar de que yo sabía que ella no me era fiel. Había veces en que salía con sus amigas y regresaba hasta el otro día, echa un desastre, apestando alcohol y sexo.
Durante los dos años que tuvimos de relación, nunca me importó que estuviera con otros, mientras regresara a mi lado. No obstante, las cosas para mí se hicieron incomodas, cuando la encontré con Rubén, mi primo. Ese día, comenzó bastante raro, con decir que al despertarme no la vi a mi lado, pensé que estaba en el baño, pero no fue así. Me duché y luego caminé a la cocina, creyendo que se encontraba ahí, sin embargo, tampoco estaba, a los minutos la vi salir del despacho de mi padre, acompañada de él y muy alegre.
Ellos parecían tener bastante confianza, algo que me resultó un poco extraño, dado a que papá no solía estar en casa y cuando estaba, muy pocas veces nos veíamos. Las únicas ocasiones en esos dos años en que ellos habían interactuado, fueron en mis cumpleaños y en los cumpleaños de él y mamá. Lucy al verme se me acercó, para presumirme unas joyas que papá le había regalado, algo que me asombró, pues él no era muy de regalar, de hecho ni a madre le daba esos tipos de regalos.
No quise imaginar cosas que me resultaran incomodas y molestas, por lo que no comenté nada al respecto y solo le di las gracias a papá por ser tan atento con Lucia. Tras eso, ella pasó toda la mañana pegada en el móvil, sonriendo y riendo, mientras charlaba con otra persona. A la hora de almuerzo, apareció Rubén, justo cuando debía irme a una clase. Él y yo, por lo general nos llevábamos bien, digamos que no había diferencias entre nosotros y las pocas veces que habíamos hablado, llegábamos al mismo punto, nuestra familia estaba loca.
Me fui a clases, teniendo desconfianza de dejar a Lucia con Rubén, pero al mismo tiempo, me decía que era inútil que creyera que algo entre ellos podía ocurrir, sin que Richie o su esposa no se dieran cuenta y me lo comentaran. Con esa idea, estuve más aliviado, no obstante, al llegar a la universidad, me dijeron que la clase se había suspendido. Regresé a casa, sin mensajearle a Lucia, más que nada porque se me olvidó. Al entrar, rápidamente me percaté de unos jadeos y ruidos.
Mi corazón latía exasperadamente, como si fuera a salirse de mi pecho. Era consciente de lo que iba a encontrarme, si avanzaba hacía donde provenían aquellos gemidos, pero una parte inocente de mí no quería creerlo, menos cuando lo vi. Verla en mi cama, cogiendo con Rubén, me destrozó, pero aún más al descubrir que ellos se conocían de antes. Mi primo era el novio de Lucia, a quien había dejado por mí, pero en realidad, siempre estuvo con los dos y yo era el único que no lo sabía.
No los interrumpí, porque preferí salir a dar una vuelta, para despejar mi mente. El dolor se desvaneció, no boté una lágrima e incluso por unos segundos me alegré por ella, que no estuviera enamorada de mí. Después de ese día, hablé con Lucia, le dije que la había descubierto con Rubén, ella en vez de buscar una excusa o tratar de mentirme, solo rio y me pidió perdón. Mirándome a los ojos me confesó que finalmente se había decantado por mí.
No me alegré, sin embargo, le creí e igual daba lo mismo hacerlo o no, ya que desde un inicio, había estado buscando en ella, olvidar a mi primer y gran amor. Por semanas me preguntaba qué sentía por Lucia, amor o cariño, lo único que sabía es que en el sexo era maravillosa. Tomar una decisión respecto a mi futuro, comenzó a ser una tortura, más al saber que después de dos años, volvería a ver a mi hermana, en el cumpleaños de mi abuelo.
Escuchar solo su nombre, hizo que todo mi cuerpo temblara y sintiera un puñal en el corazón que me lo desgarraba. Quería evitarla, pero mamá no iba a permitirlo, pues ella, tenía algo en mente, algo que no me esperaba, quería que me casada con Lucia y anunciara mi matrimonio en el cumpleaños del abuelo. Yo me negué al principio, porque creía que era muy pronto para tomar una decisión como esa, no obstante, mamá me respondió que ya estaba en edad para casarme e ir tomando mi puesto en la empresa.
Que mamá quisiera que me casada con Lucy era raro, pues los matrimonios en mi familia, suelen ser por conveniencia, como el de mi hermana, que se casó con un sujeto desagradable, pero que con su unión, fortaleció a ambas familias. Lucia no pertenecía a una familia adinerada, no tenía sentido un matrimonio con ella, por lo menos en el ámbito de negocios, había una razón importante para que mi madre, quisiera eso, me lo pregunté durante toda la noche.
Llegó el cumpleaños del abuelo, toda la familia estaba reunida después de bastante tiempo, no faltaba ninguno. Bueno, a excepción de dos personas, que escaparon mucho antes de ese manicomio. Mamá me presionó buena parte de la fiesta, para que hiciera el anunció de mi matrimonio, pero por primera vez, fui en su contra y me negué a sus peticiones. Le dije que, era muy pronto y que yo no quería casarme. Mamá me amenazó que si yo no anunciaba mi boda con Lucia, ella iba hacerlo.
Estaba contra la espada y la pared, no había escapatoria y lo peor de todo es que tenía que ver ese día a mi hermana, la cual no se daba cuenta del daño que me hacía al pasearse al frente de mí o querer hablar conmigo, fingiendo estar feliz junto a su esposo. Estaba harto del ambiente, así que, salí un rato a caminar por alrededor. Entonces, me encontré con Rubén, quien de manera hostil, se acercó a mí y me dio un puñetazo, sin decirme nada. Al pedirle explicaciones, me dijo que no iba a permitir que me casada con Lucy, porque ella le pertenecía.
–“¿Rubén de qué hablas? ¿Quién te dijo que me voy a casar con Lucia?”- interrogue, sin caer en su provocación. –“No te hagas el imbécil Alexander, sé perfectamente que quieres amarrarla a ti, para alejarla de mí”- respondió totalmente dominado por su ira. –“¿Apartarla de ti?”- expresé acompañada de una pequeña risa, –“En primer lugar, no sabía que se conocían, en segundo lugar, tampoco pensé que tú eras su famoso ex y en tercer lugar, no quiero casarme con ella, es una idea de mi madre, gilipollas”-
Las palabras parecieron haberle entrado por un oído y salido por el otro, ya que siguió con la idea de que yo anhelaba casarme con Lucy, para apartarla de su lado. Algo ridículo, pues aunque me casada con ella, él aún podría seguir follándosela cuando quisiera, pero claro, mi primo estaba obsesionado con esa chica. Durante todo ese tiempo, había dejado que ella ande conmigo, porque él se metía también con otras y jamás pensó que Lucia iba a elegirme a mí, como su novio.
Rubén estaba como un niño al que le arrebataron su juguete favorito o más bien el que había descuidado y otro niño lo tomó. No quise seguir perdiendo mi tiempo con él, así que seguí caminando, mientras él me amenazaba, diciendo que no iba a permitir que Lucia se transformara en mi esposa. Debí haber escuchado sus palabras, porque después de ese día, finalmente iba a seguir el consejo de mi madre e iba a pedirle matrimonio a Lucy, sin embargo, tuvimos una pelea, que causó Rubén, y ella se fue a su departamento.
Le fui a pedir perdón y aunque no me quiso escuchar le dejé el anillo, esperando su respuesta. Solo una hora después, por redes sociales, me enteré de la peor noticia posible. Hubo un choque, en el cual una persona resultó muerta, aquella persona era Lucia. Todo mi futuro que había planeado con ella, se derrumbó en un instante a otro, sin embargo, lo que me dejó con culpa y me ha torturado todos estos años, es que en la mano de Lucy, relucía la sortija que le había dejado.
Alexander: En otras palabras ella había tomado ese coche, para ir a verme, pues había elegido casarse conmigo. Desde entonces he odiado a Rubén y he evitado querer verlo a la cara, porque sé que sería capaz de matarlo con mis propias manos. Más al saber que fue visto minutos antes del accidente, discutiendo con Lucy.
Concluyó Alex, dejándome anonada, porque había muchas cosas que desconocía, por ejemplo, que conocía a Vicky y su relación con Lucia era más carnal y pasional que romántico. Romina no supo que decir al respecto, pero cuando vio que Alexander perdió humanidad en su mirada al ver a Rubén, ella se levantó y fue directo donde ese sujeto, antes de que Alex hiciera una locura. Él titubeó si aprovecharse de mi amiga para escapar del radar de su primo o ir a enfrentarlo y acabar con su conflicto de una vez.
Había elegido lo segundo, no obstante, lo detuve, no iba a permitir que se lastimada o se manchada las manos por alguien que no valía la pena. No supe cómo pero logré sacarlo de ahí, no obstante, obstinadamente, quiso regresar y enfrentar a su primo. Fue difícil hacerlo que entré nuevamente en razón, solo lo hizo cuando mencioné a Bella, pero lo hice muy tarde, porque justo salió Rubén. Me coloqué nerviosa, no sabía cómo iba a reaccionar Alexander.
–“Perdóname por esto, Vanessa”- susurró él, confundida lo miré e iba a preguntarle de qué tenía que perdonarlo, cuando sus labios se juntaron con los míos y su lengua se apoderó de la mía. Me quedé perpleja, por suerte reaccioné a tiempo y le correspondí el beso, para fingir que éramos una pareja de enamorados y Rubén pasada de nosotros. No sé exactamente cuánto duró nuestro beso, pero lo sentí eterno y que el aire escaseaba en esos segundos que compartíamos salivas.
Cuando nos apartamos, suspire y respire muy profundo, Romina se nos acercó con una sonrisa burlona marcada en sus labios. –“Vaya, sí que parecían un par de tortolitos, hasta a mí me engañaron”- dijo. Después de eso, acompañamos a Romina hasta el hotel en donde se estaba hospedando, y después de eso, Alexander me invitó a tomar unas copas. Evitamos tocar el asunto del beso, porque resultaba ser incomodo tanto para él como para mí.
Mientras caminábamos, me preguntó si ya había tomado una decisión. Agaché la cabeza y le contesté que sí, que iba a irme mañana a Londres para dar inicio a mi nueva vida. Él prendiendo un cigarrillo, susurro: –“Es una lástima, que elijas al igual que yo, huir. Solo espero que no te arrepientas después de esa decisión, porque mejor que nadie sé que es muy doloroso. Aun estás a tiempo para ir donde Axel y luchar por su amor prohibido”-
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