La casa estaba vacía, como siempre. Mi madre, trabajando en el turno de noche en el hospital. Mi padre, en uno de sus muchos viajes de negocios. Mi hermana, por ahí de fiesta, al igual que debería de estar yo a las dos de la mañana de un sábado, pero esta noche había estado todo el tiempo en la discoteca trabajándome a una rubia despampanante, metiéndonos boca y mano en la pista. Cuando ya estábamos fuera de la discoteca, enrollándonos en el callejón, sonó su móvil, su novio. Una vez oí el tono de llamada, ya sabía que la había perdido, tanto calentarla para que otro se la terminara comiendo. Con un buen cabreo decidí volver a casa, no todas las noches puedes coronarte.
Cabreado y caliente, también algo borracho, me lie un par de porros con lo poco que me quedaba y me senté completamente desnudo delante del ordenador. Ese calentón me lo tenía que bajar de alguna manera, así que empecé a buscar videos de Riley Reid, mi actriz porno favorita. Encontré un video, que aún no había visto de ella, en el que se está follando a un negro con una gran herramienta. No es que yo tenga nada que envidiarle al actor, con mis 24 cm de polla y mi cuerpo bien trabajado en el gimnasio, era muy sencillo imaginarme que era yo el que estaba con ella.
Cuando ya apenas me quedaba una chustilla del primer porro y llevaba un buen rato pajeándome, un ruido me hizo mirar a la puerta. Allí se encontraba una chica alta, vestida para matar, con una minifalda y una camiseta de tirantes que apenas tapaba las grandes tetas que tenía.
- Qué bien te encuentras, ¿no? - dijo la chica, aún apoyada en la puerta.
Entre la borrachera, el ciego y el calentón que llevaba, ni me sorprendí ni hice amago de parar de pajearme. Simplemente seguí, alternando miradas entre el video y ella. Al ver que ni le contestaba ni le hacía caso, entró en la habitación y vino hacia mí.
- ¿Me das una calada? - preguntó mientras se acercaba.
Volví a mirarla y como única respuesta, me di un par de palmadas en el muslo, para indicarle que se sentara. Al ver esto, la duda cruzó su cara y se quedó de pie a mi lado.
- Venga anda, dame un poco. A mí ya no me queda.
- Siéntate conmigo y te doy.
Un poco reticente se sentó en mi rodilla, apartándose lo más posible de mi enhiesta polla, en la que mi mano seguía subiendo y bajando. Le acerqué el porro hasta la boca, dejándole que le diera una larga calada, pero sin que pudiera llegar a cogerlo.
Cuando intentó darle una segunda calada, alejé la mano de ella, acercándola poco a poco, a la cabeza de mi polla. Ella siguió el porro con los labios, pero se paró en seco viendo a donde iba y se le escapó una risa tonta.
- No seas malo.
Me cambié el porro de mano, alejándolo aún más de ella, y con la mano izquierda me agarré la polla desde la base zarandeándola con movimientos rítmicos. Ella seguía mi polla con los ojos y hasta se mordió ligeramente el labio.
- ¿No quieres más? - le pregunté sin acercarle siquiera el porro.
Ella alternó miradas entre mis ojos y mi polla y se levantó de mis rodillas, dándome la espalda. Yo pensaba que hasta aquí había llegado el juego y se iría, pero entonces vi cómo, a cámara lenta, su culo se iba acercando hacia mi polla. La cabeza chocó justo contra su coño, y no la llegó a ensartar por el tanga que llevaba. Al patinar el pene a lo largo de toda la raja de su culo, se enganchó con el bajo de la minifalda, alzándosela y dejando todo su culo desnudo sentado sobre mi polla.
Comenzó a restregar el culo sobre mi polla arriba y abajo, con el lubricante que estaba usando, hacía que mi polla se deslizara perfectamente entre esas nalgas. La sujeté por su estómago, como para impedir que se fuera y le acerqué, con la otra mano, el porro a la boca. En cuanto lo vio, dio una larga calada, expulsando el humo unos segundos después, sin duda, ésta no era la primera vez que fumaba. El roce seguía mientras le íbamos dando las últimas caladas al porro. En el ordenador, Riley estaba a cuatro patas siendo taladrada fuertemente por el mulato. Enseguida, empecé a notar como una humedad me iba mojando la polla y los huevos, sin duda, estaba cachonda.
- Acércame el otro porro, el que está encima del escritorio. - le dije cuando se nos acabó el que teníamos.
Ella se levantó de mí y se inclinó hacia delante para coger el porro, provocando así que todo su culo en pompa acabara en mi cara. Aparté con una mano su tanga, dejándolo sobre una nalga, e hilos de humedad se quedaron colgando entre la tela y su coño. Con la otra mano, le agarré la nalga acariciando con el dedo gordo sus labios, notando como se iban mojando cada vez más. Con un largo gemido agradeció mis caricias mientras iba encendiendo el segundo porro.
Su coño estaba chorreando, irradiaba calor como si fuera una estufa y mi dedo patinaba entre sus labios sin ningún tipo de problema. Busqué su agujero y comencé a meterle el dedo gordo. Estaba agarrada de la mesa para no caerse y gemía bajito.
Tras esto, le metí dos dedos que entraron de un tirón hasta los nudillos. Viendo la facilidad con la que habían entrado, añadí un tercer dedo acelerando cada vez más rápido al ritmo que sus gemidos se iban intensificando. Entre espasmos, me iba apretando los dedos con sus paredes vaginales y echaba el culo hacia atrás y hacia adelante siguiendo el ritmo de la penetración.
Cuando estaba a punto de correrse, saqué los dedos y acerqué mi boca a su coño, buscando con la lengua su clítoris hinchado. Apenas un par de lametones después se corrió en mi boca mojándome entero. Le flaquearon las fuerzas y, aún apoyada en el escritorio, volvió a sentarse sobre mis piernas. Jadeando, pasó una mano hacia atrás, pasándome el porro ya encendido.
Mientras le daba un par de caladas, ella se levantó con las piernas temblorosas y se hizo hacia atrás para volver a sentarse como antes. Viendo esto, yo volví a sujetarme la base de la polla haciendo que volviera a chocar contra su coño, pero esta vez no había ninguna tela que la protegiera. La cabeza entró en ella como si fuera un cuchillo caliente en mantequilla. Paró durante un segundo al notarlo y siguió bajando poco a poco.
- Uff, es tan gorda. - dijo entre gemidos.
Me estaba matando sentir la estrechez y como me iba apretando cuanto más me hundía en ella. Con algo más de la mitad de mi polla enterrada en ella, se detuvo y comenzó a subir hasta que casi la tenía fuera. Comenzó a subir y bajar lentamente, como para intentar acostumbrarse al tamaño, aunque nunca llegaba a bajar más de lo que había hecho en un principio. Le pasé de nuevo el porro y metí ambas manos bajo la camiseta, sobándole ambas tetas y dándole pellizcos en los pezones, que, a estas alturas, los tenía hinchados.
- Dios, nunca había tenido una así. Me estás matando, cabrón.
Cuando me cansé de esta follada lenta, la sujeté de la cintura y la empujé hacia abajo mientras elevaba mis caderas tanto como podía. Mi polla terminó enterrada completamente dentro de ella y con un grito, mezcla entre dolor y placer, me avisó de que se corría mientras sentía como un líquido caliente me empapaba los huevos.
Las fuerzas le fallaron y terminó tirada sobre mí. Le aparté el pelo del cuello y se lo comencé a besar, lamer y morder alternativamente. Mientras tanto, seguía con un ligero vaivén de la cadera, sacando y metiendo lo que podía de mi polla en ella, pues no tenía mucho espacio donde maniobrar en aquella posición.
- Para. Para un momento. - me dijo con la voz entrecortada
Intentó ponerse de pie con unas piernas temblorosas. Le ayudé a levantarse, provocando que mi polla saliera de ella, y la cogí en peso. La arrojé sobre la cama, dejándola boca arriba, y me abalancé sobre ella. Le subí la camiseta y devoré esos pezones rosas mientras con una mano acariciaba su clítoris, haciendo que ella volviera a gemir.
- Vuelve a metérmela.
- Pídemelo bien. - le dije mientras le pasaba la polla entre sus labios, notando lo encharcada que estaba.
- Por favor. - respondió mordiéndose un labio.
Orienté bien la polla hacia su orificio y empecé a entrar en ella lentamente. No dejé de mirarla a la cara mientras cada centímetro de polla se perdía dentro de ella. Sus ojos vidriosos fueron dándose la vuelta hasta quedarse con los ojos en blanco, y un largo gemido fue gestándose desde el fondo de su pecho, alcanzando el punto álgido cuando terminé de entrar en ella. Notaba sus contracciones por cómo me apretaba la polla.
- Dame, dame fuerte. - me suplicó entre jadeos.
Sin más miramientos, saqué mi polla, hasta que solo tenía la cabeza dentro, y se la dejé ir de un solo empujón. Esto lo repetí una y otra vez, ganando velocidad con cada envite. Sus gemidos pasaron a ser gritos de puro placer, tan fuertes que temí que nos pudieran escuchar los vecinos.
Me puse sus tobillos en mis hombros, consiguiendo así notar su coño aún más estrecho. Afianzando mis pies con el tablero del final de la cama, llevé sus rodillas hasta su pecho, quedándome en una posición como si estuviera haciendo flexiones sobre ella. Me dejaba caer para luego volver a levantarme, haciendo que toda mi polla entrara y saliera de ella con cada empujón.
- Cabrón, vas a hacer que me corra otra vez. Córrete. - me dijo entre gemidos.
- ¿Dónde quieres que me corra?
- Dentro. Quiero... dentro. Quiero sentir... como estallas... dentro de mí. - decía entrecortadamente entre lametones y besos a mi cuello.
Aumenté el ritmo de la follada, buscando ese punto de no retorno, ese cosquilleo en la base de los huevos que ya te indica que te vas a correr. En ese momento ni me lo planteé, solo quería correrme y dejarla llena con mi leche. El cabecero de la cama daba contra la pared al mismo ritmo con el que yo la iba penetrando. Pensaba que la cama se iba a terminar desmontando, pero, al final, la cama aguantó más que yo.
Ya no pude más y me corrí, vaciándome dentro de ella con 5 o 6 potentes chorros. Al sentir mi leche caliente invadiéndola, comenzó también a correrse y me mordió en el cuello, ahogando así sus potentes gemidos.
Me levanté, saliendo de ella, y vi como su coño se había quedado dilatado mientras una mezcla entre mi semen y sus fluidos manaba de su interior. Estaba acostada, con los ojos cerrados e intentando recuperar el aliento. A mí no me había bajado la erección ni un ápice, por lo que, cogiéndole de las caderas, le di la vuelta e hice que elevara el culo, quedándose apoyada en la cama por sus rodillas y el pecho. Apenas unos gruñidos acompañaron, por su parte, el cambio de postura.
Le pasé el capullo a lo largo de todo su coño y cuando llegué a la altura de su entrada, ella empujó su culo hacia mí para que se la volviera a meter. Esquivé esa penetración un par de veces, jugando con ella, hasta que una vez, en vez de apartarla, empujé hacia delante, provocando que toda mi polla se perdiera en ella. Nuestras caderas chocaron provocando ese característico sonido de aplauso. A ella se le escapó un fuerte gemido.
Afianzándome con ambas manos a su cintura, se la saqué y volví a meter violentamente. Comencé a follarla con un ritmo muy rápido y la habitación se llenó con el sonido de nuestras caderas chocando y los aullidos de placer que ella profería.
Tanteé con el pulgar su ano, apenas metiendo la yema del dedo y ella me sujetó la muñeca. Con la cabeza aún encima de la cama, mirándome entre una maraña de pelo revuelto, me dijo:
- Eso no, por favor. Sigue dándome así. Sigue así.
Paré de escarbar en su culo con mi dedo y, cuando ella se dio cuenta de que mis intenciones ya no eran para con su culo, me soltó la muñeca. Le di un fuerte azote en la nalga antes de coger su pelo y tirar hacia atrás, haciendo que tuviera que elevar su pecho, plantando ambas manos en la cama. Aumenté la fuerza de mis embestidas, mientras que con la otra mano la pasaba por su costado para hacerme con su teta, estrujándosela y tirando de su pezón.
- Sigue. Sigue. Dame más duro. Me corro.
A sus gritos y avisos de corrida les siguieron una serie de espasmos, que me estrujaron la polla dentro de ella, y un abundante líquido que me empapó las pelotas y la cama a partes iguales. Le fallaron las piernas y se cayó sobre la cama arrastrándome con ella. Ahora encima de ella, seguí con la follada y no mucho después, volví a correrme dentro de ella.
Me levanté, dejándola tendida en la cama con aún leves espasmos y los ojos en blanco. Apagué el ordenador y me dispuse a deshacer la cama. No respondía ni con el zarandeo que tuve que darle para poder retirar la cubierta y la sábana. La dejé tendida a un lado de la cama y me acosté al otro lado. Nos tapé y la abracé por la espalda, pasando un brazo por debajo del cuello y otro por el costado agarrándole una teta. Así nos quedamos dormidos hasta el día siguiente.
Lo que pasó por la mañana ya es otra historia.
Si has llegado hasta aquí y te ha gustado el relato, puedes apoyarme en patreon.com/user?u=92985297 y acceder a mis relatos unas semanas antes, así como proponer argumentos para futuros relatos.
Cabreado y caliente, también algo borracho, me lie un par de porros con lo poco que me quedaba y me senté completamente desnudo delante del ordenador. Ese calentón me lo tenía que bajar de alguna manera, así que empecé a buscar videos de Riley Reid, mi actriz porno favorita. Encontré un video, que aún no había visto de ella, en el que se está follando a un negro con una gran herramienta. No es que yo tenga nada que envidiarle al actor, con mis 24 cm de polla y mi cuerpo bien trabajado en el gimnasio, era muy sencillo imaginarme que era yo el que estaba con ella.
Cuando ya apenas me quedaba una chustilla del primer porro y llevaba un buen rato pajeándome, un ruido me hizo mirar a la puerta. Allí se encontraba una chica alta, vestida para matar, con una minifalda y una camiseta de tirantes que apenas tapaba las grandes tetas que tenía.
- Qué bien te encuentras, ¿no? - dijo la chica, aún apoyada en la puerta.
Entre la borrachera, el ciego y el calentón que llevaba, ni me sorprendí ni hice amago de parar de pajearme. Simplemente seguí, alternando miradas entre el video y ella. Al ver que ni le contestaba ni le hacía caso, entró en la habitación y vino hacia mí.
- ¿Me das una calada? - preguntó mientras se acercaba.
Volví a mirarla y como única respuesta, me di un par de palmadas en el muslo, para indicarle que se sentara. Al ver esto, la duda cruzó su cara y se quedó de pie a mi lado.
- Venga anda, dame un poco. A mí ya no me queda.
- Siéntate conmigo y te doy.
Un poco reticente se sentó en mi rodilla, apartándose lo más posible de mi enhiesta polla, en la que mi mano seguía subiendo y bajando. Le acerqué el porro hasta la boca, dejándole que le diera una larga calada, pero sin que pudiera llegar a cogerlo.
Cuando intentó darle una segunda calada, alejé la mano de ella, acercándola poco a poco, a la cabeza de mi polla. Ella siguió el porro con los labios, pero se paró en seco viendo a donde iba y se le escapó una risa tonta.
- No seas malo.
Me cambié el porro de mano, alejándolo aún más de ella, y con la mano izquierda me agarré la polla desde la base zarandeándola con movimientos rítmicos. Ella seguía mi polla con los ojos y hasta se mordió ligeramente el labio.
- ¿No quieres más? - le pregunté sin acercarle siquiera el porro.
Ella alternó miradas entre mis ojos y mi polla y se levantó de mis rodillas, dándome la espalda. Yo pensaba que hasta aquí había llegado el juego y se iría, pero entonces vi cómo, a cámara lenta, su culo se iba acercando hacia mi polla. La cabeza chocó justo contra su coño, y no la llegó a ensartar por el tanga que llevaba. Al patinar el pene a lo largo de toda la raja de su culo, se enganchó con el bajo de la minifalda, alzándosela y dejando todo su culo desnudo sentado sobre mi polla.
Comenzó a restregar el culo sobre mi polla arriba y abajo, con el lubricante que estaba usando, hacía que mi polla se deslizara perfectamente entre esas nalgas. La sujeté por su estómago, como para impedir que se fuera y le acerqué, con la otra mano, el porro a la boca. En cuanto lo vio, dio una larga calada, expulsando el humo unos segundos después, sin duda, ésta no era la primera vez que fumaba. El roce seguía mientras le íbamos dando las últimas caladas al porro. En el ordenador, Riley estaba a cuatro patas siendo taladrada fuertemente por el mulato. Enseguida, empecé a notar como una humedad me iba mojando la polla y los huevos, sin duda, estaba cachonda.
- Acércame el otro porro, el que está encima del escritorio. - le dije cuando se nos acabó el que teníamos.
Ella se levantó de mí y se inclinó hacia delante para coger el porro, provocando así que todo su culo en pompa acabara en mi cara. Aparté con una mano su tanga, dejándolo sobre una nalga, e hilos de humedad se quedaron colgando entre la tela y su coño. Con la otra mano, le agarré la nalga acariciando con el dedo gordo sus labios, notando como se iban mojando cada vez más. Con un largo gemido agradeció mis caricias mientras iba encendiendo el segundo porro.
Su coño estaba chorreando, irradiaba calor como si fuera una estufa y mi dedo patinaba entre sus labios sin ningún tipo de problema. Busqué su agujero y comencé a meterle el dedo gordo. Estaba agarrada de la mesa para no caerse y gemía bajito.
Tras esto, le metí dos dedos que entraron de un tirón hasta los nudillos. Viendo la facilidad con la que habían entrado, añadí un tercer dedo acelerando cada vez más rápido al ritmo que sus gemidos se iban intensificando. Entre espasmos, me iba apretando los dedos con sus paredes vaginales y echaba el culo hacia atrás y hacia adelante siguiendo el ritmo de la penetración.
Cuando estaba a punto de correrse, saqué los dedos y acerqué mi boca a su coño, buscando con la lengua su clítoris hinchado. Apenas un par de lametones después se corrió en mi boca mojándome entero. Le flaquearon las fuerzas y, aún apoyada en el escritorio, volvió a sentarse sobre mis piernas. Jadeando, pasó una mano hacia atrás, pasándome el porro ya encendido.
Mientras le daba un par de caladas, ella se levantó con las piernas temblorosas y se hizo hacia atrás para volver a sentarse como antes. Viendo esto, yo volví a sujetarme la base de la polla haciendo que volviera a chocar contra su coño, pero esta vez no había ninguna tela que la protegiera. La cabeza entró en ella como si fuera un cuchillo caliente en mantequilla. Paró durante un segundo al notarlo y siguió bajando poco a poco.
- Uff, es tan gorda. - dijo entre gemidos.
Me estaba matando sentir la estrechez y como me iba apretando cuanto más me hundía en ella. Con algo más de la mitad de mi polla enterrada en ella, se detuvo y comenzó a subir hasta que casi la tenía fuera. Comenzó a subir y bajar lentamente, como para intentar acostumbrarse al tamaño, aunque nunca llegaba a bajar más de lo que había hecho en un principio. Le pasé de nuevo el porro y metí ambas manos bajo la camiseta, sobándole ambas tetas y dándole pellizcos en los pezones, que, a estas alturas, los tenía hinchados.
- Dios, nunca había tenido una así. Me estás matando, cabrón.
Cuando me cansé de esta follada lenta, la sujeté de la cintura y la empujé hacia abajo mientras elevaba mis caderas tanto como podía. Mi polla terminó enterrada completamente dentro de ella y con un grito, mezcla entre dolor y placer, me avisó de que se corría mientras sentía como un líquido caliente me empapaba los huevos.
Las fuerzas le fallaron y terminó tirada sobre mí. Le aparté el pelo del cuello y se lo comencé a besar, lamer y morder alternativamente. Mientras tanto, seguía con un ligero vaivén de la cadera, sacando y metiendo lo que podía de mi polla en ella, pues no tenía mucho espacio donde maniobrar en aquella posición.
- Para. Para un momento. - me dijo con la voz entrecortada
Intentó ponerse de pie con unas piernas temblorosas. Le ayudé a levantarse, provocando que mi polla saliera de ella, y la cogí en peso. La arrojé sobre la cama, dejándola boca arriba, y me abalancé sobre ella. Le subí la camiseta y devoré esos pezones rosas mientras con una mano acariciaba su clítoris, haciendo que ella volviera a gemir.
- Vuelve a metérmela.
- Pídemelo bien. - le dije mientras le pasaba la polla entre sus labios, notando lo encharcada que estaba.
- Por favor. - respondió mordiéndose un labio.
Orienté bien la polla hacia su orificio y empecé a entrar en ella lentamente. No dejé de mirarla a la cara mientras cada centímetro de polla se perdía dentro de ella. Sus ojos vidriosos fueron dándose la vuelta hasta quedarse con los ojos en blanco, y un largo gemido fue gestándose desde el fondo de su pecho, alcanzando el punto álgido cuando terminé de entrar en ella. Notaba sus contracciones por cómo me apretaba la polla.
- Dame, dame fuerte. - me suplicó entre jadeos.
Sin más miramientos, saqué mi polla, hasta que solo tenía la cabeza dentro, y se la dejé ir de un solo empujón. Esto lo repetí una y otra vez, ganando velocidad con cada envite. Sus gemidos pasaron a ser gritos de puro placer, tan fuertes que temí que nos pudieran escuchar los vecinos.
Me puse sus tobillos en mis hombros, consiguiendo así notar su coño aún más estrecho. Afianzando mis pies con el tablero del final de la cama, llevé sus rodillas hasta su pecho, quedándome en una posición como si estuviera haciendo flexiones sobre ella. Me dejaba caer para luego volver a levantarme, haciendo que toda mi polla entrara y saliera de ella con cada empujón.
- Cabrón, vas a hacer que me corra otra vez. Córrete. - me dijo entre gemidos.
- ¿Dónde quieres que me corra?
- Dentro. Quiero... dentro. Quiero sentir... como estallas... dentro de mí. - decía entrecortadamente entre lametones y besos a mi cuello.
Aumenté el ritmo de la follada, buscando ese punto de no retorno, ese cosquilleo en la base de los huevos que ya te indica que te vas a correr. En ese momento ni me lo planteé, solo quería correrme y dejarla llena con mi leche. El cabecero de la cama daba contra la pared al mismo ritmo con el que yo la iba penetrando. Pensaba que la cama se iba a terminar desmontando, pero, al final, la cama aguantó más que yo.
Ya no pude más y me corrí, vaciándome dentro de ella con 5 o 6 potentes chorros. Al sentir mi leche caliente invadiéndola, comenzó también a correrse y me mordió en el cuello, ahogando así sus potentes gemidos.
Me levanté, saliendo de ella, y vi como su coño se había quedado dilatado mientras una mezcla entre mi semen y sus fluidos manaba de su interior. Estaba acostada, con los ojos cerrados e intentando recuperar el aliento. A mí no me había bajado la erección ni un ápice, por lo que, cogiéndole de las caderas, le di la vuelta e hice que elevara el culo, quedándose apoyada en la cama por sus rodillas y el pecho. Apenas unos gruñidos acompañaron, por su parte, el cambio de postura.
Le pasé el capullo a lo largo de todo su coño y cuando llegué a la altura de su entrada, ella empujó su culo hacia mí para que se la volviera a meter. Esquivé esa penetración un par de veces, jugando con ella, hasta que una vez, en vez de apartarla, empujé hacia delante, provocando que toda mi polla se perdiera en ella. Nuestras caderas chocaron provocando ese característico sonido de aplauso. A ella se le escapó un fuerte gemido.
Afianzándome con ambas manos a su cintura, se la saqué y volví a meter violentamente. Comencé a follarla con un ritmo muy rápido y la habitación se llenó con el sonido de nuestras caderas chocando y los aullidos de placer que ella profería.
Tanteé con el pulgar su ano, apenas metiendo la yema del dedo y ella me sujetó la muñeca. Con la cabeza aún encima de la cama, mirándome entre una maraña de pelo revuelto, me dijo:
- Eso no, por favor. Sigue dándome así. Sigue así.
Paré de escarbar en su culo con mi dedo y, cuando ella se dio cuenta de que mis intenciones ya no eran para con su culo, me soltó la muñeca. Le di un fuerte azote en la nalga antes de coger su pelo y tirar hacia atrás, haciendo que tuviera que elevar su pecho, plantando ambas manos en la cama. Aumenté la fuerza de mis embestidas, mientras que con la otra mano la pasaba por su costado para hacerme con su teta, estrujándosela y tirando de su pezón.
- Sigue. Sigue. Dame más duro. Me corro.
A sus gritos y avisos de corrida les siguieron una serie de espasmos, que me estrujaron la polla dentro de ella, y un abundante líquido que me empapó las pelotas y la cama a partes iguales. Le fallaron las piernas y se cayó sobre la cama arrastrándome con ella. Ahora encima de ella, seguí con la follada y no mucho después, volví a correrme dentro de ella.
Me levanté, dejándola tendida en la cama con aún leves espasmos y los ojos en blanco. Apagué el ordenador y me dispuse a deshacer la cama. No respondía ni con el zarandeo que tuve que darle para poder retirar la cubierta y la sábana. La dejé tendida a un lado de la cama y me acosté al otro lado. Nos tapé y la abracé por la espalda, pasando un brazo por debajo del cuello y otro por el costado agarrándole una teta. Así nos quedamos dormidos hasta el día siguiente.
Lo que pasó por la mañana ya es otra historia.
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