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Los albañiles de una obra

Una de esas noches calurosas del verano ardiente estaba sola en casa; sin mi marido Juan, pero también sin luz y sin aire. El calor era realmente sofocante, insoportable.
Ya era casi la medianoche y seguía sin poder pegar un ojo. Me levanté de la cama con todo el cuerpo sudando; me di una ducha rápida, pero seguía sintiéndome con mucha calor.
Así que me vestí y saqué a mi pequeña perrita Cloti a dar una vuelta.
En la calle había algunos vecinos en la calle, tratando de disfrutar de alguna brisa casi inexistente. Aunque afuera también estaba caluroso, se estaba mucho mejor que entre las cuatro paredes de mi habitación…
Por lo menos podía obtener algún alivio transitorio, para mi calentura. Comencé a caminar con Cloti por las calles en donde veía más gente. Cuando me disponía a volver, algo más aliviada gracias a una leve brisa, se me escapó Cloti, soltándose la correa y corriendo como loca…
Al doblar una esquina alcancé a ver que mi perrita se metía por una puerta abierta de una obra en construcción. A esa hora no había trabajadores, pero había alguna luz encendida y se notaba que había alguien adentro. Pensé que quizás podría tratarse del gualda de Seguridad.  Golpeé la puerta desde afuera y enseguida salió un hombre alto y fornido, con el torso desnudo,sosteniendo a Cloti en sus brazos.
“Es tuya?” Me preguntó mientras me desnudaba con la mirada…
“Ah, esa perrita… me encantan las perritas…” Dijo con doble sentido.
Traté de hacerme la desentendida, pero al inclinarme para colocarle la correa a Cloti, mi culo quedó bien expuesto frente al hombre.
Entonces sentí una mano que recorría mis nalgas por encima de mi falda. Me enderecé de un salto y giré como para darle una bofetada, pero entonces el tipo me pidió disculpas, aunque todavía mirándome de arriba abajo de manera muy cachonda.
No le dije nada más; cogí a mi perrita en brazos y me fui  lo más rápido que pude. No pensaba ni loca dejarme tocar por un tipo así tan sucio y desagradable…
Al llegar a mi casa me di otra buena ducha fría; pero tampoco así pude quitarme la calentura que me había provocado ese tío.
Me hice una buena paja, metiéndome los dedos hasta el fondo, pero así y todo seguía dando vueltas y más vueltas en la cama.
Finalmente cuando eran casi las dos de la mañana, volví a vestirme con la misma falda de jean y salí otra vez a la calle.
La temperatura había descendido un poco, no demasiado, pero al menos se podía respirar un poco mejor al aire libre. Ni siquiera me puse a pensar en lo que estaba haciendo: realmente si lo pensaba un poco me iba a arrepentir y entonces volvería a mi cama a arreglármelas sola, no eran horas de llamar a ninguno de mis amantes, necesitaba una buena polla dentro para calmar mi ardor y ese tío sucio y desagradable parecía ser mi mejor opción…
La puerta de la obra estaba cerrada, pero se veía luz dentro. Golpeé varias veces para asegurarme de que me escuchara. Cuándo se abrió la puerta apareció de nuevo él, en cueros .
Desde el fondo se oyó un grito: “Quién es a estas horas, chancletas?”
Este bruto al que llamaba Chancletas me cogio por las muñecas y me atrajo hacia él. Enseguida me levantó como si fuera una muñeca y me cargó sobre sus hombros, cerrando la puerta y volviendo al interior. Me palpó el culo por encima de la falda, mientras gruñía y se reía a carcajadas.
En el fondo había otros dos hombres sentados frente a una televisión
“Mirar la sorpresa que me he encontrado…” Les dijo a sus dos compañeros.
Uno de ellos, sin levantarse del suelo dijo:
“Vas a tener que dejarnos a nosotros primero, Chancletas, sino pobre mujer, después no va a sentir nada…” Remató riendo a carcajadas.
Me asusté un poco con ese comentario, pero no me dieron tiempo a pensar en nada. El tercer hombre, que parecía mudo, directamente metió una mano por debajo de mi falda y por supuesto sacó sus dedos bien humedecidos por mis jugos. Se los mostró a sus amigos y entonces el Chancletas explotó en otra carcajada. Le dijo al que estaba sentado:
“Toda tuya, Miguel, parece que esta hembra está lista para tu polla”.
Miguel se levantó y me tomó por la cintura apenas el chancletas me dejó apoyar los pies sobre el suelo. Me afirmó contra sus caderas y me llevó hacia una habitación oscura, donde solamente había un colchón sucio montado sobre un catre de madera. Me tiro allí y se abrió la bragueta del pantalón, para mostrarme una polla bastante grande y ya muy dura .El tio la tenía tan grande, que se la agarraba con las dos manos.
No perdió tiempo en demasiados preliminares, se sentó en la cama y de un manotazo me arrancó la breve falda del jean. Quedó asombrado al ver que no llevaba bragas.
Se me echó encima y comenzó a meterme su mano entre mis muslos, buscando mi coño . Instintivamente separé las piernas al sentir esa mano ahí. Empezó a meterme los dedos mientras mordisqueaba mis pezones tiesos a través de mi camiseta de algodón.
Yo me sentía cada vez más cerca del estallido, iba a tener un orgasmo en cualquier momento. Justo en ese instante sacó sus dedos de mi coño y se levantó para quitarse los pantalones.
Volvió a subirse sobre el catre, metiéndose entre mis muslos abiertos, que seguían en esa misma posición. Puso mis piernas alrededor de su cintura, acomodó su dura polla en la entrada de mi húmedo coño y comenzó a empujar… No tuvo que empujar demasiado tampoco, ya que mi coño se abrió sin renuencia ante el consistente avance de su dura polla. Solo pudo meter la mitad y luego se apoyó sobre mi barriga con todo el peso de su cuerpo. Pasó un brazo por debajo de mi espalda y entonces con un fuerte empujón me la metió toda
Solté un fuerte suspiro de placer al sentirla todo adentro, dejándome llevar por esa increíble sensación que se desataba dentro de mi cuerpo cada vez que me metían una polla bien gorda.
El tío comenzó a moverse con violencia, entrando y saliendo, entrando y saliendo, rompiéndome el coño con unas embestidas cada vez más rápidas y fuertes. Era bastante basto, pero como me gustaba.
“Te gusta, putita… te gusta que te folle así?”. Me preguntaba, ratificando cada una de sus palabras con un empujón final que me hacía saltar las lágrimas.
“Sí, hijo de puta, me gusta así, que me rompas el chocho a golpes…”. Le respondía yo, entre gemidos y suspiros, sintiendo su polla cada vez más adentro.
De repente sentí que mi chocho se llenaba de fluidos, los que empezaron a salpicar para todos lados a causa de las violentos empujones con las que Miguel me follaba. Entonces me dio un último empujón, me la dejó metida bien adentro y entre  jadeos dejó que su corrida saliera de esa hermosa polla. Me corrí con él, ya que yo también volví a mojarme de manera muy intensa.
“Ahhhhh, nena… qué buen polvo!!” Exclamó palmeándome el culo.
“Ahora vas a saber por qué a mi amigo lo llaman el chancletas” Me advirtió.
Me lo podía imaginar: el Chancletas tendría una polla tan gorda.
Miguel salió de la habitación sin vestirse y enseguida entró el otro que le decían  Caballo, que ya estaba desnudo, masajeando una polla enorme, mucho más grande que la de su amigo. Ahora entendía por qué Miguel me había cogido antes que él.
El caballo sonrió y me ordenó que me pusiera en cuatro patas, porque a él le gustaba dar por el culo. Le supliqué que no me sodomizara; esa polla enorme iba a romperme el culo.
“Te gusta mucho la polla, perrita… y a mí me gusta el culo de las tías perras y cachondas como tú…”
Yo no me moví y entonces el Caballo me cogió por los tobillos y me hizo girar en el aire, cayendo boca abajo sobre el corcho. Sentí sus enormes manos en mis caderas, haciéndome quedar sobre mis rodillas y codos.
Entonces sentí sus gruesos dedos intentando abrir mi entrada trasera.
“Ya tuvo un buen uso este culo, perrita… me parece que está bien roto”
Era verdad, porque todos mi amantes me sodomizaban frecuentemente, pero nunca con una verga tan gorda, este bruto iba a desgarrarme con toda seguridad.
Me lubricó la entrada del culo con la mezcla de leche y fluidos de mi coño.
Comprobó hasta donde llegaban sus dedos y entonces los reemplazó por su polla. Cerré los ojos y me mordí el labio inferior al sentir el capullo  en la entrada de mi culo. Comenzó a invadir mi culo con muy poca delicadeza, empujando su enorme polla cada vez más y más…
Enseguida comenzó a taladrarme, con rapidez y mucha brutalidad. Lo tenía detrás de mi cuerpo, entre mis piernas abiertas, bombeando a mala leche, dispuesto a destruir sin compasión mi culo.
Estuvo sodomizándose un buen rato, sin parar, sin darme ni un mínimo respiro; sin escuchar mis súplicas para que me follara con más suavidad y despacio. Se entregó a su propio placer el muy hijo de puta; mientras yo sentía mi culo muy dolorido.
De repente comencé a sentir placer, con esa enorme polla entrando y saliendo de mi culo en toda su extensión, o hasta donde me entrara… Hasta que sentí al bruto explotar dentro de mi culo, invadiéndome con toda una descarga de leche ardiendo. Eso me hizo correrme a mí también, en medio de suspiros y jadeos.
Luego de que el Caballo se descargara por completo, le cedió su lugar a Miguel el Chancletas, ya que el tercer hombre, el albañil, no tenía intenciones de participar en la fiesta.
Miguel volvió a follarme por el coño; reteniéndome todavía en cuatro patas, mientras me cogía del pelo; me pegaba palmadas en las nalgas y por supuesto, me llamaba “puta” todo el tiempo.
Apenas sacó su polla chorreante de mi coño, otra vez decidió follarme el Caballo, que ya se había recuperado. Esta vez me levantó por la cintura y me apoyó contra una pared, haciéndome abrir las piernas para abrazar su cuerpo. Luego su enorme polla entró en mi coño bien mojado. Así me follo durante casi veinte minutos, haciéndome al menos correrme tres veces antes de sentir que él se vaciaba dentro de mi coño.
Entre ambos siguieron turnándose durante el resto de la noche, dándome duro por coño y por el culo. Extrañamente, a ninguno de los dos se le antojó usar mi boca para endurecer sus vergas a lengüetazos…
Cuando me dejaron ir, ya casi salía el sol. Llegué a mi casa muy dolorida, pero también muy relajada. Caí rendida sobre mi cama, sintiendo una increíble cantidad de leche escurriéndose de mis dos castigados agujeros. Mi culo todavía palpitaba y seguía dilatado y me coño no paraba de salir leche de esos albañiles.
Volvi un par de noches alternas más dándome un descanso de una noche, hasta que llego Juan mi marido de su viaje.

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