Después de esa noche, no volvimos a tocar el tema, Lucia se comportaba como si nada hubiera pasado, se veía más feliz, pero nada anormal, por otro lado, don Francisco ya no regreso.
Nuestra vida continuo normal unos días, el sexo volvió a ser el mismo rutinario de siempre, quizá por miedo a aceptarlo, o por celos, no quería afrontar que mi esposa era una puta y le encantaba el sexo, que nunca fue una esposa ingenua como yo creía, que más bien el ingenuo era yo. Como sea, me gusta tener el control, no me gusta sentir que algo está fuera de su lugar, entonces, solo tenía dos opciones; me divorciaba o aceptaba que me encanta ver como se cogen a mi mujer.
Una noche decidí invitar a Lucia a cenar, estaba dispuesto a dejar todo claro, aun no decidía que hacer, pero con su respuesta lo sabría.
Se veía hermosa, elegante… tan perfecta. Llevaba puesto un vestido pegado al cuerpo, tacones, medias, y sus labios rojos resaltaban. Llamaba la vista de cualquiera que pasaba cerca de ella, y no los culpo, no se pude ignorar a una mujer así. Finalmente llegamos al restaurante, ordenamos y no pude resistir más.
-Lucia, tenemos que hablar.
Ella con un poco de miedo en sus ojos, me respondió solo asintiendo con la cabeza.
-Porque me engañaste?
Su cuerpo se paralizo, no podía verme a los ojos, pero pude ver como comenzaban a llenarse de lágrimas.
-No sé qué debo hacer, todo este tiempo creí que eras otro tipo de mujer. Dije
-No, yo no quería engañarte, te lo juro. Me respondió con la voz quebrada.
-Pero, no sé qué me paso… no lo pude evitar, además… pensé que era lo que querías…
Al escuchar esto, me paralice.
-Fuiste tu quien me orillo a seguirlo haciendo, fuiste tu quien puso las cámaras, fuiste tu quien me sugirió seguir con las provocaciones. Me dijo esta vez con cierto tono de reclamo.
Maldita sea, como había visto las cámaras, en que momento se dio cuenta.
-Porque no aceptar eso también? Me respondió esta vez con un todo serio e intimidante.
De pronto fue como si su personalidad cambiara, fue como hablar con una persona diferente.
-Me encanta el sexo Javier, ojalá pudieras entenderlo, pero yo te amo a ti, esto que paso… debes admitir que fue responsabilidad tuya también!! y aunque me encantaría que siquiera pasando, quiero decirte que no haría nada que te hiciera daño. Pero vi como lo disfrutabas, vi cómo te causaba placer la idea de que yo fuera una estúpida y que otros hombres se aprovecharán de mí.
Si te hace sentir mejor, esa idea me encanta!!, me encanta que piensen que no entiendo las cosas, me encanta que se aprovechen de mi pensando que soy una ingenua, no sabes cómo me calienta provocar a los hombres con mi cara de puta inocentona que no rompe ni un plato, me gusta que me vean el culo, me encanta mamar vergas y amo el sexo… Pero no más que a ti.
Si quieres que nuestra relación termine, yo lo voy a entender, como te dije, antes que todo, te amo y no podría hacerte daño, y si para seguir juntos, me pides que me comporte como antes, como la esposa dulce y tierna, te juro que lo hare también, yo quiero hacer mi vida contigo, no busco nada más, si tengo que reprimir mis deseos, lo hare por ti…
Solo permanecí en silencio, esperaba que se disculpara, esperaba que estuviera arrepentida, incluso por absurdo que parezca; que negara todo, cualquier cosa menos una respuesta tan directa.
-Dame tiempo, necesito pensar algunas cosas. Solo pude decir.
-Entiendo… dijo ella, de nuevo con una voz apagada.
Salimos al estacionamiento trasero, ella camino por delante de mí y aunque estaba oscuro, no pude evitar ver esa hermosa silueta con la luz de la luna. De pronto algo se incendió dentro de mí, no podía dejarla ir, ella era la mujer que amaba, la recordé con don Francisco, como la había sometido, luego recordé todos esos momentos en que yo creí que no entendía las cosas y no pude evitar excitarme tanto... al llegar al auto, antes de entrar, la tome de la cintura y comenzamos a besarnos apasionadamente, le agarre las nalgas y comencé a besarle el cuello, levante su vestido y sentí que llevaba puesta una diminuta tanga.
-Te pusiste eso para mi?. Pregunte
Solo asintió con la cabeza, mientras su respiración se agitaba.
-Nos pueden ver... Dijo.
Abrí la puerta trasera del auto y la metí de un empujón, dejándola recostada en los asientos traseros, le subí el vestido hasta la cintura dejando sus nalgas descubiertas, le hice a un lado la tanga y la penetre de un solo golpe, fue tan excitante…
Continuamos un rato así, hasta que me aparto, me senté y se puso en 4 apuntando su culo entangado hacia la ventana y de una se metió toda mi verga a la boca, parecía que quería arrancármela con la fuerza con la que succionaba, todo era éxtasis, podía sentir su garganta y su nariz chocando conmigo, el calor de su lengua recorriendo toda mi verga, incluso los dientes que me daban pequeñas mordidas, de vez en cuando se la sacaba y comenzaba a lamer mis testículos, los metía a su boca y no pude evitar recordar la vez que la encontré haciéndole la mamada a don Francisco, seguramente sintió este mismo placer, estaba tan inmerso en el placer que perdí la noción del tiempo hasta que gire mi cabeza hacia la ventana y vi la silueta de un hombre a un lado, solo observando...
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La continuación de este relato se encuentra disponible en mi Patreon, a quién decida apoyarme, le agradeceré mucho ya que ayudarían a continuar subiendo relatos de forma más seguida. En esta plataforma seguiré subiendo los relatos también, así como nuevas historias.
Como beneficio en caso de decidan apoyarme escribiré algunos relatos cortos y exclusivos, además de tener acceso a las publicaciones antes.
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Nuestra vida continuo normal unos días, el sexo volvió a ser el mismo rutinario de siempre, quizá por miedo a aceptarlo, o por celos, no quería afrontar que mi esposa era una puta y le encantaba el sexo, que nunca fue una esposa ingenua como yo creía, que más bien el ingenuo era yo. Como sea, me gusta tener el control, no me gusta sentir que algo está fuera de su lugar, entonces, solo tenía dos opciones; me divorciaba o aceptaba que me encanta ver como se cogen a mi mujer.
Una noche decidí invitar a Lucia a cenar, estaba dispuesto a dejar todo claro, aun no decidía que hacer, pero con su respuesta lo sabría.
Se veía hermosa, elegante… tan perfecta. Llevaba puesto un vestido pegado al cuerpo, tacones, medias, y sus labios rojos resaltaban. Llamaba la vista de cualquiera que pasaba cerca de ella, y no los culpo, no se pude ignorar a una mujer así. Finalmente llegamos al restaurante, ordenamos y no pude resistir más.
-Lucia, tenemos que hablar.
Ella con un poco de miedo en sus ojos, me respondió solo asintiendo con la cabeza.
-Porque me engañaste?
Su cuerpo se paralizo, no podía verme a los ojos, pero pude ver como comenzaban a llenarse de lágrimas.
-No sé qué debo hacer, todo este tiempo creí que eras otro tipo de mujer. Dije
-No, yo no quería engañarte, te lo juro. Me respondió con la voz quebrada.
-Pero, no sé qué me paso… no lo pude evitar, además… pensé que era lo que querías…
Al escuchar esto, me paralice.
-Fuiste tu quien me orillo a seguirlo haciendo, fuiste tu quien puso las cámaras, fuiste tu quien me sugirió seguir con las provocaciones. Me dijo esta vez con cierto tono de reclamo.
Maldita sea, como había visto las cámaras, en que momento se dio cuenta.
-Porque no aceptar eso también? Me respondió esta vez con un todo serio e intimidante.
De pronto fue como si su personalidad cambiara, fue como hablar con una persona diferente.
-Me encanta el sexo Javier, ojalá pudieras entenderlo, pero yo te amo a ti, esto que paso… debes admitir que fue responsabilidad tuya también!! y aunque me encantaría que siquiera pasando, quiero decirte que no haría nada que te hiciera daño. Pero vi como lo disfrutabas, vi cómo te causaba placer la idea de que yo fuera una estúpida y que otros hombres se aprovecharán de mí.
Si te hace sentir mejor, esa idea me encanta!!, me encanta que piensen que no entiendo las cosas, me encanta que se aprovechen de mi pensando que soy una ingenua, no sabes cómo me calienta provocar a los hombres con mi cara de puta inocentona que no rompe ni un plato, me gusta que me vean el culo, me encanta mamar vergas y amo el sexo… Pero no más que a ti.
Si quieres que nuestra relación termine, yo lo voy a entender, como te dije, antes que todo, te amo y no podría hacerte daño, y si para seguir juntos, me pides que me comporte como antes, como la esposa dulce y tierna, te juro que lo hare también, yo quiero hacer mi vida contigo, no busco nada más, si tengo que reprimir mis deseos, lo hare por ti…
Solo permanecí en silencio, esperaba que se disculpara, esperaba que estuviera arrepentida, incluso por absurdo que parezca; que negara todo, cualquier cosa menos una respuesta tan directa.
-Dame tiempo, necesito pensar algunas cosas. Solo pude decir.
-Entiendo… dijo ella, de nuevo con una voz apagada.
Salimos al estacionamiento trasero, ella camino por delante de mí y aunque estaba oscuro, no pude evitar ver esa hermosa silueta con la luz de la luna. De pronto algo se incendió dentro de mí, no podía dejarla ir, ella era la mujer que amaba, la recordé con don Francisco, como la había sometido, luego recordé todos esos momentos en que yo creí que no entendía las cosas y no pude evitar excitarme tanto... al llegar al auto, antes de entrar, la tome de la cintura y comenzamos a besarnos apasionadamente, le agarre las nalgas y comencé a besarle el cuello, levante su vestido y sentí que llevaba puesta una diminuta tanga.
-Te pusiste eso para mi?. Pregunte
Solo asintió con la cabeza, mientras su respiración se agitaba.
-Nos pueden ver... Dijo.
Abrí la puerta trasera del auto y la metí de un empujón, dejándola recostada en los asientos traseros, le subí el vestido hasta la cintura dejando sus nalgas descubiertas, le hice a un lado la tanga y la penetre de un solo golpe, fue tan excitante…
Continuamos un rato así, hasta que me aparto, me senté y se puso en 4 apuntando su culo entangado hacia la ventana y de una se metió toda mi verga a la boca, parecía que quería arrancármela con la fuerza con la que succionaba, todo era éxtasis, podía sentir su garganta y su nariz chocando conmigo, el calor de su lengua recorriendo toda mi verga, incluso los dientes que me daban pequeñas mordidas, de vez en cuando se la sacaba y comenzaba a lamer mis testículos, los metía a su boca y no pude evitar recordar la vez que la encontré haciéndole la mamada a don Francisco, seguramente sintió este mismo placer, estaba tan inmerso en el placer que perdí la noción del tiempo hasta que gire mi cabeza hacia la ventana y vi la silueta de un hombre a un lado, solo observando...
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3 comentarios - Mi amada e inocente esposa VI